La evolución, en este caso decadencia, sigue su curso desde aquellos dorados años del cine, de finales de los 70 a mediados de los 90, hasta la nulidad del presente, sin perdonar a nadie y un tipo como Alan Parker que tiene grandes trabajos como "Fama", "Arde Mississippi" o "El expreso de Medianoche", nos despacha un pseudothriller sin la más mínima originalidad, confuso, mal planteado, enrevesado a cosa hecha y con una traca final que no sorprende a nadie, pues la conocemos a la media hora, en fin, una película que ni siquiera parece suya salvo por algunas imágenes intercaladas en el desenlace de gente opinando sobre la pena de muerte. Ni la más mínima sombra de ese director obsesionado por la estética, el que te golpea con sus monólogos a cámara fija, el de los principios brillantes, el que realiza secuencias apoteósicas, el que destripa psicológicamente a los personajes, el que te eleva la tensión y la angustia a niveles difíciles de igualar.

Sea como fuere, "La vida de David Gale" supone un intento fallido tanto como obra de denuncia sobre la pena de muerte, al escurrir el bulto, como con la mera intriga que ya conocemos (SPOILER), incluyendo además torpemente en los primeros momentos lo que va a pasar al final para quitarnos toda sorpresa. Igualmente la película patina al enredarse con lo que promete su título, la vida de David Gale (Kevin Spacey), una especie de subtrama un tanto rocambolesca a la que se otorga un protagonismo excesivamente largo. Como decía antes, el alegato antipena de muerte prácticamente se esfuma pues apenas se reflexiona al respecto. En este sentido, no tiene ni punto de comparación con "Pena de Muerte" de Tim Robbins.

Sobre los actores, mi interés reside en Kate Winslet (la periodista Bitsey Bloom aquí). La guapa, rolliza y carnosita actriz inglesa es una de las que más me gustan pese a no ser excesivamente bella, puede que por su tendencia a la gordura y la redondez de sus formas. Además en esta cinta se pasa media película corriendo de un lado otro con la lengua fuera, lo que la hace estar sudada y con la cara más colorada de lo normal, que ya es bastante, por el esfuerzo realizado, y por lo tanto, más atractiva. Claro que hablando de mujeres, la frase que más me ha llamado la atención es la de Costance (Laura Linney) en una conversación con Gale: "Te esfuerzas para que no te vean como un objeto sexual y un tris dejan de verte", algo que viene al pelo con lo que comenté hace poco en "La terminal". Si cambiamos el término "objeto sexual", demasiado sesgado y falso, por "deseable sexualmente", el argumento es muy simple, aunque a algunos les moleste: si una mujer no quiere ser deseable sexualmente, no es nada para un hombre.

Las mismas cosas que dan la imagen de su valor de entretenimiento y los artificios de suspense en la historia, son precisamente lo que socavan su mensaje ostensible.
Estoy seguro de que los cineastas creen que su película es en contra de la pena de muerte. Creo que la apoyan y esperan para desacreditar a los opositores de la pena impuesta por los estafadores sin escrúpulos. Pero eso no salva una película. Ni tampoco al reparto...

Increíble crítica a la pena de muerte, genialmente construida. Inmejorable Kevin Spacey

Una película serie B que se cree serie A y resulta serie C.

Kevin Spacey está preso por haber matado o no a alguien. Un planteamiento de película de entretenerse que mola pero que vas viendo cómo deviene en una completa pérdida de tiempo abanderada por un Spacey cuyo involuntario aspecto de travestido -un maquillaje inenarrable- invade su rígida actuación. Un cabaret de cuarta categoría que pretende ser thriller de primera.

Le pena de muerte no es un tema en el película, es solo algo más que se menciona en la película. Casi diríamos que todo el guión es algo que solo "menciona" en la película.

Cascada de palabrería intelectualoide altamente previsible. Da la sensación de que el inglés Alan Parker quiere decirnos: no es cierto el tópico de la estupidez americana, saben quien fue Sócrates.
Argumentalmente se nos muestra otra típica película de corredor de la muerte, excelencia penitenciaria sureña, abolicionismo, papel de los medios de comunicación masivos, justificación moral de los ajusticiamientos por el estado, ambientada en este caso en un entorno universitario en la que una periodista, última oportunidad redentora, comienza negando la inocencia del condenado, luego duda, luego se aproxima, confraterniza, se convence y acaba llorando mucho por la suerte del reo. No aporta nada nuevo.