Plácido
1961 

8.1
21,432
Comedia
En una pequeña ciudad provinciana, a unas burguesas ociosas se les ocurre la idea de organizar una campaña navideña cuyo lema es: "Siente a un pobre a su mesa". Se trata de que los más necesitados compartan la cena de Nochebuena con familias acomodadas y disfruten del calor y el afecto que no tienen. Plácido ha sido contratado para participar con su motocarro en la cabalgata, pero surge un problema que le impide centrarse en su trabajo: ... [+]
11 de marzo de 2025
11 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuento de navidad? Más bien, pesadilla antes de navidad.
Muy cotidiano es el punto de partida; el encargado de conducir el motocarro para el desfile de nochebuena tiene que pagar urgentemente la letra del vehículo para no quedarse sin él... y a partir de ahí, el disparate está servido. Ante los ojos del espectador desfila toda una sociedad, la española de los años 60, donde la falsedad está generalizada y el sentimiento caritativo hacia los desfavorecidos es pura pantomima, una institución de cara a la galería, para aparentar y acallarse la mala conciencia... así, los verdaderamente necesitados de la compasión y de la ayuda del prójimo son olvidados por completo.
Somos egoístas, nos dicen Azcona y Berlanga, estamos enfrascados en nuestras propias tribulaciones y allá cada uno con sus propios problemas. La celebración de los valores espirituales no tarda en convertirse en un circo, en un puro esperpento, tan divertido (por la mala leche que destila todo) como desolador por la manera en que describe, no únicamente la pobreza material, sino la hipocresía moral.
El guion es muy bueno. Un jaleo impresionante, situaciones como cuadros vivientes, cada vez más caóticas. La manera en que el encuadre va llenándose cada vez de más y más personajes es imposible de igualar, mediante largos ¿planos-secuencia? ¿en serio? Me lo dicen y no me lo creo, toda una coreografía invisible, sin un primer plano, que es pura espontaneidad. El protagonismo de Cassen no deja de ser el hilo conductor y un buen número de secundarios, estereotipos tomados de la realidad, se hacen con el control; no merece la pena destacar a un actor por encima del otro, y no hay ninguno que esté de relleno, como si cada uno fuera el engranaje de un gran mecanismo cómico-polifónico.
Y no hay posibilidad de respiro; diálogos que van y vienen, gente que entra y sale... y claro, mensajes envenenados y detalles visuales continuos. El siniestro villancico que suena como colofón final tal vez no hacía falta, pero en cualquier caso, la situación no puede ser más chunga, y lo peor es que hoy en día seguimos igual que entonces.
Una joya del cine español, testimonio de otros tiempos, palpitante de realidad.
Muy cotidiano es el punto de partida; el encargado de conducir el motocarro para el desfile de nochebuena tiene que pagar urgentemente la letra del vehículo para no quedarse sin él... y a partir de ahí, el disparate está servido. Ante los ojos del espectador desfila toda una sociedad, la española de los años 60, donde la falsedad está generalizada y el sentimiento caritativo hacia los desfavorecidos es pura pantomima, una institución de cara a la galería, para aparentar y acallarse la mala conciencia... así, los verdaderamente necesitados de la compasión y de la ayuda del prójimo son olvidados por completo.
Somos egoístas, nos dicen Azcona y Berlanga, estamos enfrascados en nuestras propias tribulaciones y allá cada uno con sus propios problemas. La celebración de los valores espirituales no tarda en convertirse en un circo, en un puro esperpento, tan divertido (por la mala leche que destila todo) como desolador por la manera en que describe, no únicamente la pobreza material, sino la hipocresía moral.
El guion es muy bueno. Un jaleo impresionante, situaciones como cuadros vivientes, cada vez más caóticas. La manera en que el encuadre va llenándose cada vez de más y más personajes es imposible de igualar, mediante largos ¿planos-secuencia? ¿en serio? Me lo dicen y no me lo creo, toda una coreografía invisible, sin un primer plano, que es pura espontaneidad. El protagonismo de Cassen no deja de ser el hilo conductor y un buen número de secundarios, estereotipos tomados de la realidad, se hacen con el control; no merece la pena destacar a un actor por encima del otro, y no hay ninguno que esté de relleno, como si cada uno fuera el engranaje de un gran mecanismo cómico-polifónico.
Y no hay posibilidad de respiro; diálogos que van y vienen, gente que entra y sale... y claro, mensajes envenenados y detalles visuales continuos. El siniestro villancico que suena como colofón final tal vez no hacía falta, pero en cualquier caso, la situación no puede ser más chunga, y lo peor es que hoy en día seguimos igual que entonces.
Una joya del cine español, testimonio de otros tiempos, palpitante de realidad.
28 de diciembre de 2014
28 de diciembre de 2014
23 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por favor, qué plasta de película. Vaya aburrimiento con «Plácido», obra maestra del Cine español según todo el mundo. Y ya sabemos todos que la mayoría siempre tiene la razón...
Plácido es un humilde señor que el mismo día de Nochebuena se ve en la obligación de pagar la letra del automóvil con el que trabaja, y lo peor es que tendrá que conseguir el dinero en cuestión de horas. Hasta ahí, bien. Cassen es Plácido y junto a él estará durante toda esa noche de idas y venidas un José Luis López Vázquez tan maravilloso como siempre y el gran Manuel Alexandre. Lujazo. Por ellos le doy una estrellita más, que si no, de qué.
Uno de los errores de la película es que tiene las intenciones de criticar la hipocresía de una época, ese saco de la doble moral que tanto se comenta, pero, sinceramente, yo no lo veo por ninguna parte. Mientras este grupo de ricos católicos organizan una macrocena de Navidad para los indigentes y los ancianitos; mientras estas ricas y católicas señoras reparten bonos de alimentos y ropa para los más necesitados; mientras estos señores ricos, católicos y pro franquistas (por qué no) le dan visibilidad a la pobreza y se codean con ella, ¿qué hacen los otros? ¿Qué hacen los que les critican? Aquí no se ve, pero imaginamos que nada.
Encima Berlanga tiene el cinismo de querer apropiarse del concepto de caridad, que indudablemente es cristiano por mucho que le duela. Ahora los creyentes son los falsos y mezquinos, trata de adoctrinarnos, así que debemos suponer que los no creyentes son las blancas palomas que sí sentarían un pobre a su mesa llenos de amor y mimos... Eso tengo que verlo. Al menos estas gentes tan hipócritas según Berlanga y sus acólitos hacen algo real por el prójimo, incluso por Plácido, aunque luego tenga la mala suerte de encontrarse con un egoísta de esos que existían ayer, existen hoy y existirán mañana. Si lo que quería Berlanga, como se interpreta hoy, era relacionar la falta de caridad del ser humano con el régimen de 1961, directamente comete una falacia que se cae por su propio peso.
Ideología aparte, «Plácido» es una película pesada, sin ritmo, chillona, aburrida y sin interés. Prometo que desconectaba de un minuto a otro sin que me importase nada del argumento. Intrascendente e inverosímil. Una nada plácida decepción.
Plácido es un humilde señor que el mismo día de Nochebuena se ve en la obligación de pagar la letra del automóvil con el que trabaja, y lo peor es que tendrá que conseguir el dinero en cuestión de horas. Hasta ahí, bien. Cassen es Plácido y junto a él estará durante toda esa noche de idas y venidas un José Luis López Vázquez tan maravilloso como siempre y el gran Manuel Alexandre. Lujazo. Por ellos le doy una estrellita más, que si no, de qué.
Uno de los errores de la película es que tiene las intenciones de criticar la hipocresía de una época, ese saco de la doble moral que tanto se comenta, pero, sinceramente, yo no lo veo por ninguna parte. Mientras este grupo de ricos católicos organizan una macrocena de Navidad para los indigentes y los ancianitos; mientras estas ricas y católicas señoras reparten bonos de alimentos y ropa para los más necesitados; mientras estos señores ricos, católicos y pro franquistas (por qué no) le dan visibilidad a la pobreza y se codean con ella, ¿qué hacen los otros? ¿Qué hacen los que les critican? Aquí no se ve, pero imaginamos que nada.
Encima Berlanga tiene el cinismo de querer apropiarse del concepto de caridad, que indudablemente es cristiano por mucho que le duela. Ahora los creyentes son los falsos y mezquinos, trata de adoctrinarnos, así que debemos suponer que los no creyentes son las blancas palomas que sí sentarían un pobre a su mesa llenos de amor y mimos... Eso tengo que verlo. Al menos estas gentes tan hipócritas según Berlanga y sus acólitos hacen algo real por el prójimo, incluso por Plácido, aunque luego tenga la mala suerte de encontrarse con un egoísta de esos que existían ayer, existen hoy y existirán mañana. Si lo que quería Berlanga, como se interpreta hoy, era relacionar la falta de caridad del ser humano con el régimen de 1961, directamente comete una falacia que se cae por su propio peso.
Ideología aparte, «Plácido» es una película pesada, sin ritmo, chillona, aburrida y sin interés. Prometo que desconectaba de un minuto a otro sin que me importase nada del argumento. Intrascendente e inverosímil. Una nada plácida decepción.
8 de agosto de 2020
8 de agosto de 2020
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
90' de gente parloteando sin parar, que no sin pensar, en una RoadMovie a lomos de MotoCarro por Manresa (Spain es cutre hasta para eso). Que sí, que hay mucha crítica social encubierta hacia las miserias de la época. Bravo. Unos planos larguísimos abarrotados de gente. Tienen mucho mérito. Y actores solventes como López Vázquez o Alexandre, compensando por otros flojos como Cassen. Menos mal.
Es un buen trabajo, pero como producto de entretenimiento carece de atractivo. No tiene gancho, no capta el interés, no transmite nada. El contenido y el trasfondo están ahí, pero no incita a la reflexión. Si fuera cierto lo que reza la caja del DVD: "Unánimemente considerada la mejor película española de los últimos 110 años", entonces deberíamos evitar el resto del Cine Español, mucho Español. Y al Alcalde.
Es un buen trabajo, pero como producto de entretenimiento carece de atractivo. No tiene gancho, no capta el interés, no transmite nada. El contenido y el trasfondo están ahí, pero no incita a la reflexión. Si fuera cierto lo que reza la caja del DVD: "Unánimemente considerada la mejor película española de los últimos 110 años", entonces deberíamos evitar el resto del Cine Español, mucho Español. Y al Alcalde.
21 de marzo de 2022
21 de marzo de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que era a Bogdanovich al que le preguntaron que cuáles eran sus películas favoritas. Y él respondió: "Perdonen, pero de mi vida privada no me gusta hablar." Algo así sucede con Plácido, es una pequeña joya que quieres guardar para ti nada más. Sexto largometraje de Berlanga, el primero en colaboración con Rafael Azcona, (quien venía de rodar con Marco Ferreri "El pisito" y "El cochecito") que ya serían inseparables, y que, entre otras muchas cosas, le influyó en su humor negro (la escena del encuentro de la comitiva de las "estrellas llegadas de Madrid" con el sepelio lleva su firma). Se estrenó en 1961 y fue nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa en 1962, premio que iría a parar a "Como un espejo" de Ingmar Bergman. La acción se desarrolla en una ciudad de provincias (Manresa, aunque en el film no se nombra) en una secuencia de 10-12 horas, desde el mediodía a la medianoche del día 24 de diciembre, lo que hace recordar a "Solo ante el peligro" de Fred Zinnemann.
Según el propio Berlanga, fue su película más conseguida, la más fluida y la que mejor le salió. Un film asombroso, en teoría es una comedia, pero no costumbrista, más bien "malacostumbrista". Berlanga refleja los pequeños vicios y las pequeñas maldades de la sociedad acompañados de sentido del humor. Es una crítica, además de social, al individuo, al ser humano (su egoísmo, su hipocresía, etc.) que te deja un malestar muy divertido.
Es un retrato de la España de finales de los años 50 y principios de los 60, del nacionalcatolicismo, aislada del mundo, la España de la dictadura de Franco. Berlanga escribió que no pretendía mandar ningún mensaje, sino más bien, al estilo de Valle Inclán, pasar un espejo a la realidad, una realidad que es esperpéntica. El trasfondo es una crítica implacable a la hipocresía social y a un concepto de la caridad. Berlanga decía que no creía en la caridad, que la caridad era un acto de egoísmo. Aquí vemos la caridad elevada a caricatura. Los ricos que sientan a un pobre a su mesa lo hacen por quedar bien, no hay sentimiento de generosidad en ese acto. Refleja a España en sus cuatro costados y no pasa de moda. Está claramente influenciada por las películas italianas de la época (Zavattini, Fellini, etc.).
Son estupendos sus famosos planos-secuencia. En este aspecto, supera a Robert Altman y le emparenta más con Max Ophüls. No son planos largos porque sí, sino que un personaje habla con otro y después con otro, y con otro... La cámara no encuentra el momento de terminar. Una puesta en escena maravillosa. Es una película muy perfeccionista, están cuidados todos los detalles, no hay ni un solo plano que falte o que sobre. Lo que se tenían que divertir Berlanga y Azcona organizando todo eso.
Los personajes son geniales. Todos, salvo quizá la mujer de Plácido (estupenda Elvira Quintilla), tienen su punto de miseria, todos van a la suyo, ponen sus intereses lo primero por encima de cualquier cosa. En cuanto al protagonista, a pesar de ser un reparto coral, Cassen no era la primera opción, era Paco Rabal. Era el primer papel de Cassen en el cine que venía del mundo cómico pero, a pesar de sus dudas iniciales, Berlanga acabó muy contento con su actuación. El pobre hombre arrastra la fatalidad de la burocracia, quiero hacerlo bien pero siempre le falla algo. A pesar de que es una película cruel, al final hay piedad.
Según el propio Berlanga, fue su película más conseguida, la más fluida y la que mejor le salió. Un film asombroso, en teoría es una comedia, pero no costumbrista, más bien "malacostumbrista". Berlanga refleja los pequeños vicios y las pequeñas maldades de la sociedad acompañados de sentido del humor. Es una crítica, además de social, al individuo, al ser humano (su egoísmo, su hipocresía, etc.) que te deja un malestar muy divertido.
Es un retrato de la España de finales de los años 50 y principios de los 60, del nacionalcatolicismo, aislada del mundo, la España de la dictadura de Franco. Berlanga escribió que no pretendía mandar ningún mensaje, sino más bien, al estilo de Valle Inclán, pasar un espejo a la realidad, una realidad que es esperpéntica. El trasfondo es una crítica implacable a la hipocresía social y a un concepto de la caridad. Berlanga decía que no creía en la caridad, que la caridad era un acto de egoísmo. Aquí vemos la caridad elevada a caricatura. Los ricos que sientan a un pobre a su mesa lo hacen por quedar bien, no hay sentimiento de generosidad en ese acto. Refleja a España en sus cuatro costados y no pasa de moda. Está claramente influenciada por las películas italianas de la época (Zavattini, Fellini, etc.).
Son estupendos sus famosos planos-secuencia. En este aspecto, supera a Robert Altman y le emparenta más con Max Ophüls. No son planos largos porque sí, sino que un personaje habla con otro y después con otro, y con otro... La cámara no encuentra el momento de terminar. Una puesta en escena maravillosa. Es una película muy perfeccionista, están cuidados todos los detalles, no hay ni un solo plano que falte o que sobre. Lo que se tenían que divertir Berlanga y Azcona organizando todo eso.
Los personajes son geniales. Todos, salvo quizá la mujer de Plácido (estupenda Elvira Quintilla), tienen su punto de miseria, todos van a la suyo, ponen sus intereses lo primero por encima de cualquier cosa. En cuanto al protagonista, a pesar de ser un reparto coral, Cassen no era la primera opción, era Paco Rabal. Era el primer papel de Cassen en el cine que venía del mundo cómico pero, a pesar de sus dudas iniciales, Berlanga acabó muy contento con su actuación. El pobre hombre arrastra la fatalidad de la burocracia, quiero hacerlo bien pero siempre le falla algo. A pesar de que es una película cruel, al final hay piedad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- Pero usted... usted debe ser muy viejo.
- Mucho hija, mucho. Pa' octubre del año que viene, 79.
- Qué gracioso es usted. Pero está muy bien conservado, ¿sabe?
- No lo crea, no. Son las apariencias. Tengo un dolor en "toa" esta parte. Las hermanitas dice que no, pero yo creo que es cáncer.
- Mucho hija, mucho. Pa' octubre del año que viene, 79.
- Qué gracioso es usted. Pero está muy bien conservado, ¿sabe?
- No lo crea, no. Son las apariencias. Tengo un dolor en "toa" esta parte. Las hermanitas dice que no, pero yo creo que es cáncer.
15 de diciembre de 2011
15 de diciembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verdaderamente magnífica película que trata, entre otras cosas, la cotidianidad y vicisitudes de la clase baja española de pos-guerra, en concreto reflejadas en Plácido Alonso, un padre de familia con escasos recursos que pasará lo imaginable hasta conseguir pagar su apreciado vehículo, un motocarro con el que se dedica a repartir pedidos.
El bonachón Plácido (Cassen), que será un títere en manos de los caprichos de la clase burguesa, se verá arrastrado a una ingeniosísima vorágine de despropósitos entre los que se encuentra la propuesta "Siente un pobre en su mesa", promovida por los burgueses, deliberadamente insensibilizados por Berlanga y su socio Azcona.
Una película no sólo recomendable, sino obligada, única e irrepetible. Sin duda una de las mejores películas en la historia de España, para mí claramente influída en su formato por películas como "La Dolce Vita", "La Strada" o "Noches de Cabiria" del maestro Fellini, todas ellas anteriores en fecha a "Plácido".
España e Italia. Berlanga y Fellini. Genio y figura.
El bonachón Plácido (Cassen), que será un títere en manos de los caprichos de la clase burguesa, se verá arrastrado a una ingeniosísima vorágine de despropósitos entre los que se encuentra la propuesta "Siente un pobre en su mesa", promovida por los burgueses, deliberadamente insensibilizados por Berlanga y su socio Azcona.
Una película no sólo recomendable, sino obligada, única e irrepetible. Sin duda una de las mejores películas en la historia de España, para mí claramente influída en su formato por películas como "La Dolce Vita", "La Strada" o "Noches de Cabiria" del maestro Fellini, todas ellas anteriores en fecha a "Plácido".
España e Italia. Berlanga y Fellini. Genio y figura.
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