Un día perfecto
2015 

6.6
16,791
Drama
En una zona en guerra, en la que los cascos de las Naciones Unidas tratan de controlar la situación, varios personajes viven sus propios conflictos; Sophie (Mélanie Thierry) quiere ayudar a la gente, Mambrú (Benicio del Toro) quiere volver a casa, y Katya (Olga Kurylenko) quiso una vez a Mambrú. Por su parte Damir (Fedja Stukan) quiere que la guerra termine, Nikola (Eldar Residovic) quiere un balón de fútbol, y B (Tim Robbins) no sabe ... [+]
22 de noviembre de 2016
22 de noviembre de 2016
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Película correcta. Y aquí se podría acabar la crítica. Correcto el guión; correctas y algo más que correctas las interpretaciones de Tim y Benicio, correcta Olga, correctos Fedja, Eldar e incluso Sergi. Correcta la puesta en escena, los giros de la trama, la banda sonora, casi imperceptible porque así debe serlo, de Arnau Bataller.
A ratos, el tempo y los paisajes nos llevan a la Babel de Iñárritu.
Valiente e interesante el tratar, casi con total seguridad, la guerra reciente menos trasladada al cine de todas.
Es curioso que, siendo emotiva, no llegue del todo. Se visiona y no requiere palomitas.
A ratos, el tempo y los paisajes nos llevan a la Babel de Iñárritu.
Valiente e interesante el tratar, casi con total seguridad, la guerra reciente menos trasladada al cine de todas.
Es curioso que, siendo emotiva, no llegue del todo. Se visiona y no requiere palomitas.
18 de febrero de 2017
18 de febrero de 2017
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Aterrizas en un lugar para ayudar y te encuentras en medio de un conflicto, entre gente que no conoces, con unos veteranos que afortunadamente saben moverse por la zona y rodeada de atrocidades. Qué hago yo aquí. Y suena una banda sonora que en principio no te esperas, pero es la la que pondrías tú en el radiocasette del jeep. Una película muy buena. El sinsentido de una guerra que no termina de terminar. No para cualquiera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La búsqueda de la cuerda y la pelota, impresionantes.
11 de mayo de 2017
11 de mayo de 2017
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La película se desarrolla en una zona en guerra de los Balcanes, con los soldados de las Naciones Unidas tratando de manejar la situación. Diversos personajes viven sus propios conflictos.
Magnífica película dirigida con técnica, pulso, tempo, precisión y emotividad dramática por un excelente Fernando León de Aranoa, el gran adalid del cine social en España, quien escribió igualmente un gran guión, adaptación de la novela homónima de Paula Farias, escritora y médico de formación. La música de Arnau Bataller es magnífica, con el acierto de introducir al final del film la gran canción de Peter Seegers, icono del anti belicismo de finales de los cincuenta, WhereHaveAlltheFlowersGone. Gran fotografía de Alex Cataláncon largas travesías en coche por las montañas de Bosnia, de gran belleza visual.
En el reparto destaca sobre todo un gran Tim Robbins que parece que no está actuando y sí lo está, lo que pasa es que es un lujo de actor que maneja el humor a las mil maravillas. Le acompaña con su presencia y su bien hacer Benicio del Toro, que hace fácil el difícil arte de la actuación y que es de los pocos actores capaces de hablar sin palabras; Olga Kurylenco, quizá la más metida con calzador en la película; Mélanie Thierry, que borda la inocencia de su personaje bondadoso; Fedja Stukan, excelente en su rol de hombre corriente que sólo desea que su país vuelva a la normalidad; Eldar Residovic (el niño, muy bien) y un fugaz Sergi López. Todos excelentes.
La película tiene un poder hipnótico verdaderamente auténtico, que te hace mantener la atención constantemente en la pantalla. Y es que estamos frente a la angustia, que se llega a tocar, de esa tierra sangrante durante tanto tiempo que fuera el dislate de los Balcanes de los años noventa.
La película gira sobre una cuerda que hace falta para sacar un cadáver de un pozo, cuerda que resulta más que difícil de encontrar, con mil piruetas para conseguirlo, lo que constituye el eje de la película. Y es que esa humilde y sencilla cuerda es la alegoría de la búsqueda de una tabla de salvación por la que arriesgan y muestran su dignidad y bondad todas esas personas que voluntariamente y en tiempos de guerra, se juegan su vida para ayudar a las víctimas.
Un relato desgarrador, con diálogos llenos de vida, tragedia y también humor. Un retrato de la guerra desde el pacifismo y el mensaje humanitario.
Magnífica película dirigida con técnica, pulso, tempo, precisión y emotividad dramática por un excelente Fernando León de Aranoa, el gran adalid del cine social en España, quien escribió igualmente un gran guión, adaptación de la novela homónima de Paula Farias, escritora y médico de formación. La música de Arnau Bataller es magnífica, con el acierto de introducir al final del film la gran canción de Peter Seegers, icono del anti belicismo de finales de los cincuenta, WhereHaveAlltheFlowersGone. Gran fotografía de Alex Cataláncon largas travesías en coche por las montañas de Bosnia, de gran belleza visual.
En el reparto destaca sobre todo un gran Tim Robbins que parece que no está actuando y sí lo está, lo que pasa es que es un lujo de actor que maneja el humor a las mil maravillas. Le acompaña con su presencia y su bien hacer Benicio del Toro, que hace fácil el difícil arte de la actuación y que es de los pocos actores capaces de hablar sin palabras; Olga Kurylenco, quizá la más metida con calzador en la película; Mélanie Thierry, que borda la inocencia de su personaje bondadoso; Fedja Stukan, excelente en su rol de hombre corriente que sólo desea que su país vuelva a la normalidad; Eldar Residovic (el niño, muy bien) y un fugaz Sergi López. Todos excelentes.
La película tiene un poder hipnótico verdaderamente auténtico, que te hace mantener la atención constantemente en la pantalla. Y es que estamos frente a la angustia, que se llega a tocar, de esa tierra sangrante durante tanto tiempo que fuera el dislate de los Balcanes de los años noventa.
La película gira sobre una cuerda que hace falta para sacar un cadáver de un pozo, cuerda que resulta más que difícil de encontrar, con mil piruetas para conseguirlo, lo que constituye el eje de la película. Y es que esa humilde y sencilla cuerda es la alegoría de la búsqueda de una tabla de salvación por la que arriesgan y muestran su dignidad y bondad todas esas personas que voluntariamente y en tiempos de guerra, se juegan su vida para ayudar a las víctimas.
Un relato desgarrador, con diálogos llenos de vida, tragedia y también humor. Un retrato de la guerra desde el pacifismo y el mensaje humanitario.
4 de octubre de 2017
4 de octubre de 2017
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El guionista y director Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) nos ha ofrecido, a través de sus películas, una panorámica naturalista de la realidad social más cercana a lo largo de un trayecto que abarca las dos últimas décadas. Desde la necesidad del ser humano por superar la soledad a la que nos aboca el individualismo imperante (Familia, 1996), las marginalidades que se fabrican en tanto en los suburbios urbanos (Barrio, 1998) como en las reconversiones laborales (Los lunes al sol, 2002), hasta esa mirada comprensiva por las personas más pisoteadas por la comunidad, sean prostitutas (Princesas, 2005) o sirvientas inmigrantes (Amador, 2010).
En su última película, Un día perfecto, abre el objetivo y cambia de registro para acercar al espectador a la dimensión de un escenario de resonancias y valores más globales. No sólo porque la historia se ambiente “en algún lugar de los Balcanes en 1995”, a punto de poner punto y final a un ignominioso conflicto en la desarrollada Europa; también por contar con un reparto internacional de lo más cosmopolita, que de alguna manera trata de captar la composición multirracial del grupo de cooperantes en los que se centra la acción durante las poco más de veinticuatro horas a que hace referencia el propio título.
Un día perfecto está muy bien filmada (la mejor del director), y, aunque en determinados momentos el pulso narrativo se ralentice algo, despunta en el panorama de la producción cinematográfica española, aunando suficientes elementos para satisfacer a los espectadores más inquietos; ofrece diferentes lecturas para intentar acercarnos a la naturaleza de los conflictos armados (tan innecesarios como aberrantes) desde una perspectiva innovadora, como una prolongación de las propias estructuras de las instituciones que anidan en los despachos del poder. Para ello, el director se sirve de una nimiedad tan simple como eficaz: tras dedicar un día para conseguir una cuerda con la que sacar un cadáver de un pozo de agua, imprescindible para el suministro a la población, el alegato a la “legalidad” nos sitúa frente a los hipócritas escudos gubernamentales a través de los que se miran las guerras y los sufrimientos que éstas ocasionan. ¡Menos mal que al final la Naturaleza, por ahora, puede con todo! Y si no, durante la proyección podemos recrearnos con la extraordinaria banda sonora de gente tan dispar como Camarón, Marilyn Manson, Bruce Springsteen o Lou Reed, cuyo tema final “There is no time” nos sujeta a la butaca hasta que terminan los títulos de crédito.
Como es habitual en el cine del director, los personajes están muy bien delineados a través de sus diálogos, perfectamente completados por las composiciones que realizan actores de la talla de Benicio del Toro y Tim Robbins, cuya capacidad para hacerse creíbles, con todas las servidumbres de la propia esencia del ser humano, está más que demostrada. Además, destaca especialmente la dirección de arte, que convierte los escenarios de nuestro país en una perfecta clonación de la Región Balcánica. En esta recreación destaca el papel de un hotel abandonado en mitad del trayecto de la antigua Nacional III; el Claridge pasó de ser parada obligatoria en el viaje desde Madrid a Valencia a verse abocado a una lenta agonía desde mismo el momento de la inauguración de la A-3. Ahora abre momentáneamente sus puertas para acoger un centro de operaciones de los Cascos Azules durante la Guerra de los Balcanes, plagado de tanquetas militares y uniformes de camuflaje calados con la boina celeste; en sus ajados salones asistimos a una conferencia a cargo del oficial al mando, y por sus estancias pululan los responsables de la Organización No Gubernamental para la que trabajan los cooperantes de la historia. Aunque la escena se sitúa prácticamente al inicio del film, las imágenes se grabaron al final, en mayo del año pasado, lo que sirvió para que las declaraciones de los protagonistas, que forman parte del material promocional, se realizaran con el Hotel Claridge como telón de fondo.
En su última película, Un día perfecto, abre el objetivo y cambia de registro para acercar al espectador a la dimensión de un escenario de resonancias y valores más globales. No sólo porque la historia se ambiente “en algún lugar de los Balcanes en 1995”, a punto de poner punto y final a un ignominioso conflicto en la desarrollada Europa; también por contar con un reparto internacional de lo más cosmopolita, que de alguna manera trata de captar la composición multirracial del grupo de cooperantes en los que se centra la acción durante las poco más de veinticuatro horas a que hace referencia el propio título.
Un día perfecto está muy bien filmada (la mejor del director), y, aunque en determinados momentos el pulso narrativo se ralentice algo, despunta en el panorama de la producción cinematográfica española, aunando suficientes elementos para satisfacer a los espectadores más inquietos; ofrece diferentes lecturas para intentar acercarnos a la naturaleza de los conflictos armados (tan innecesarios como aberrantes) desde una perspectiva innovadora, como una prolongación de las propias estructuras de las instituciones que anidan en los despachos del poder. Para ello, el director se sirve de una nimiedad tan simple como eficaz: tras dedicar un día para conseguir una cuerda con la que sacar un cadáver de un pozo de agua, imprescindible para el suministro a la población, el alegato a la “legalidad” nos sitúa frente a los hipócritas escudos gubernamentales a través de los que se miran las guerras y los sufrimientos que éstas ocasionan. ¡Menos mal que al final la Naturaleza, por ahora, puede con todo! Y si no, durante la proyección podemos recrearnos con la extraordinaria banda sonora de gente tan dispar como Camarón, Marilyn Manson, Bruce Springsteen o Lou Reed, cuyo tema final “There is no time” nos sujeta a la butaca hasta que terminan los títulos de crédito.
Como es habitual en el cine del director, los personajes están muy bien delineados a través de sus diálogos, perfectamente completados por las composiciones que realizan actores de la talla de Benicio del Toro y Tim Robbins, cuya capacidad para hacerse creíbles, con todas las servidumbres de la propia esencia del ser humano, está más que demostrada. Además, destaca especialmente la dirección de arte, que convierte los escenarios de nuestro país en una perfecta clonación de la Región Balcánica. En esta recreación destaca el papel de un hotel abandonado en mitad del trayecto de la antigua Nacional III; el Claridge pasó de ser parada obligatoria en el viaje desde Madrid a Valencia a verse abocado a una lenta agonía desde mismo el momento de la inauguración de la A-3. Ahora abre momentáneamente sus puertas para acoger un centro de operaciones de los Cascos Azules durante la Guerra de los Balcanes, plagado de tanquetas militares y uniformes de camuflaje calados con la boina celeste; en sus ajados salones asistimos a una conferencia a cargo del oficial al mando, y por sus estancias pululan los responsables de la Organización No Gubernamental para la que trabajan los cooperantes de la historia. Aunque la escena se sitúa prácticamente al inicio del film, las imágenes se grabaron al final, en mayo del año pasado, lo que sirvió para que las declaraciones de los protagonistas, que forman parte del material promocional, se realizaran con el Hotel Claridge como telón de fondo.
3 de febrero de 2018
3 de febrero de 2018
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A pesar de tener una buena BSO, buen guión, buenos actores, bien rodada y originalidad, no llega al nivel de "los lunes al sol", resulta un tanto aburrida y no tan impactante como cabría esperar al tratar un tema tan crudo como la miseria de la guerra de los Balcanes, aun así la recomiendo
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