De dioses y hombres
Drama
A finales del siglo pasado, en un monasterio situado en las montañas del Magreb, ocho monjes cistercienses viven en perfecta armonía con sus hermanos musulmanes. Pero una ola de violencia y terror se apodera lentamente de la región. A pesar del creciente peligro que los rodea y de las amenazas de los terroristas, los monjes deciden quedarse y resistir. (FILMAFFINITY)
8 de febrero de 2011
8 de febrero de 2011
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si sólo dependiese del tema ésta sería la mejor película de la historia. ¡Qué heroísmo y qué sencillez la de aquellos monjes! Y ¡Qué admirable que alguien utilice el cine para transmitir ese ejemplo tan extraordinario!
Lo malo es que el tema no lo es todo: está la dirección, el guión, los actores, la banda sonora, la fotografía...Y es ahí donde esta peli flojea bastante.
No se trata de que sea lenta, eso no es ningún defecto. Lo malo es que apenas transmite nada. En ningún momento llega a ser intensa, en ningún momento llegas a meterte en la historia ni en los personajes. Se insinúan muchos temas sin profundizar en ninguno: el desarrollo del integrismo en Argelia, la vida de las comunidades campesinas en el Atlas, la vocación de los monjes...
Algunas escenas se alargan o se repiten demasiado, como la del tañido de campana, y otras se cortan atropelladamente sin venir a cuento, como la del monje arando con el tractor (¿Qué pinta esa escena en el montaje final? ¿Se les olvidó eliminarla?). En cuanto a los actores no es que sean malos, pero creo que para salvar una historia como ésta, donde ocurre poca cosa y lo importante transcurre en el interior de cada uno, harían falta unos verdaderos maestros de la interpretación.
Lo malo es que el tema no lo es todo: está la dirección, el guión, los actores, la banda sonora, la fotografía...Y es ahí donde esta peli flojea bastante.
No se trata de que sea lenta, eso no es ningún defecto. Lo malo es que apenas transmite nada. En ningún momento llega a ser intensa, en ningún momento llegas a meterte en la historia ni en los personajes. Se insinúan muchos temas sin profundizar en ninguno: el desarrollo del integrismo en Argelia, la vida de las comunidades campesinas en el Atlas, la vocación de los monjes...
Algunas escenas se alargan o se repiten demasiado, como la del tañido de campana, y otras se cortan atropelladamente sin venir a cuento, como la del monje arando con el tractor (¿Qué pinta esa escena en el montaje final? ¿Se les olvidó eliminarla?). En cuanto a los actores no es que sean malos, pero creo que para salvar una historia como ésta, donde ocurre poca cosa y lo importante transcurre en el interior de cada uno, harían falta unos verdaderos maestros de la interpretación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mala cosa es que apena pueda recordar una escena que sorprenda al espectador como para reservarla en el Spoiler.
Creo que Christian es el pilar que hace salvable la cinta. Es un personaje bien dibujado y bien interpretado, y es fácil identificarse con sus dudas y su rectitud. Hay alguna escena estéticamente bella, como la de la avería del coche, en el hermoso atardecer del Atlas, o la escena de la Eucaristía, hacia el final.
En fin, un esfuerzo notable digno de mejor resultado.
Creo que Christian es el pilar que hace salvable la cinta. Es un personaje bien dibujado y bien interpretado, y es fácil identificarse con sus dudas y su rectitud. Hay alguna escena estéticamente bella, como la de la avería del coche, en el hermoso atardecer del Atlas, o la escena de la Eucaristía, hacia el final.
En fin, un esfuerzo notable digno de mejor resultado.
13 de enero de 2011
13 de enero de 2011
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la primera obra que veo de Xavier Beauvois y el resultado ha sido verdaderamente satisfactorio. La película en cuestión gira en torno a un monasterio católico de monjes cistercienses situado en Tibhirine, al sur de Argel y es, sin lugar a dudas, un homenaje muy personal del director para con la comunidad cuyo día a día podemos seguir durante las dos horas que dura la película. Los resultados alcanzados por el director son increíbles. La historia no era para menos, pero todos hemos visto naufragar historias aún mejores, de modo que de ningún manera resta mérito a Beauvois.
En primer lugar cabría destacar las interpretaciones: todas rayan a un altísimo nivel, de hecho en ocasiones uno llega a pensar que los actores nacieron con los hábitos puestos. El nivel de realismo alcanzado por el film es sobrecogedor, la credibilidad de las actuaciones salta a la vista. Una de las críticas que aparecen junto con la sinópsis acusa a la parte central del largometraje de pecar de cierta lentitud, desde mi punto de vista es algo con lo que juega el director, quien va creando en el espectador a través de esa calma la angustia de lo inevitable. Denota cierto desprecio por el buen gusto y la amplitud de miras hacer una crítica en este sentido. De hecho el film se estructura a través de las lecturas y, sobre todo, los canticos de los monjes, quienes van dando fe (nunca mejor dicho) de su estado de ánimo tanto individual como colectivo por medio de éstos. Una de las cosas que mejor observamos es el crecimiento de los monjes por medio de ese estoicismo a la cristiana, los intentos de éstos por sobreponerse a sus dudas, la búsqueda del contacto con la divinidad en la naturaleza y en los hermanos, en el contacto con el rebaño... y en paralelo a esa lucha individual que todo cristiano libra contra sí mismo se produce el fortalecimiento de la comunidad. Porque si algo refleja de maravilla la película es la influencia que tiene el modo en que el individuo se forja a sí mismo en su relación para con los demás, de un modo más marcado si cabe en una comunidad de monjes como ésta en la que la dependencia es mútua.
Pero es hermoso ver el modo en que Xavier Beauvois ha sabido destacar lo que parece una paradoja: la liberación del individuo por medio de la religión, porque aunque la mayor parte de nosotros partimos del hecho de que ésta es una pesada joroba que subyuga al individuo, en este caso se percibe de otro modo; aquí la religión no sólo es un fuerte elemento cohesionador a nivel comunitario, sino que además aporta el sostén necesario para que esta comunidad de monjes pueda hacer aquello en lo que cree y ser aquello que desea: hermano de todos los hombres y colaborar con éstos en todo momento y dentro de la medida de sus posibilidades.
En primer lugar cabría destacar las interpretaciones: todas rayan a un altísimo nivel, de hecho en ocasiones uno llega a pensar que los actores nacieron con los hábitos puestos. El nivel de realismo alcanzado por el film es sobrecogedor, la credibilidad de las actuaciones salta a la vista. Una de las críticas que aparecen junto con la sinópsis acusa a la parte central del largometraje de pecar de cierta lentitud, desde mi punto de vista es algo con lo que juega el director, quien va creando en el espectador a través de esa calma la angustia de lo inevitable. Denota cierto desprecio por el buen gusto y la amplitud de miras hacer una crítica en este sentido. De hecho el film se estructura a través de las lecturas y, sobre todo, los canticos de los monjes, quienes van dando fe (nunca mejor dicho) de su estado de ánimo tanto individual como colectivo por medio de éstos. Una de las cosas que mejor observamos es el crecimiento de los monjes por medio de ese estoicismo a la cristiana, los intentos de éstos por sobreponerse a sus dudas, la búsqueda del contacto con la divinidad en la naturaleza y en los hermanos, en el contacto con el rebaño... y en paralelo a esa lucha individual que todo cristiano libra contra sí mismo se produce el fortalecimiento de la comunidad. Porque si algo refleja de maravilla la película es la influencia que tiene el modo en que el individuo se forja a sí mismo en su relación para con los demás, de un modo más marcado si cabe en una comunidad de monjes como ésta en la que la dependencia es mútua.
Pero es hermoso ver el modo en que Xavier Beauvois ha sabido destacar lo que parece una paradoja: la liberación del individuo por medio de la religión, porque aunque la mayor parte de nosotros partimos del hecho de que ésta es una pesada joroba que subyuga al individuo, en este caso se percibe de otro modo; aquí la religión no sólo es un fuerte elemento cohesionador a nivel comunitario, sino que además aporta el sostén necesario para que esta comunidad de monjes pueda hacer aquello en lo que cree y ser aquello que desea: hermano de todos los hombres y colaborar con éstos en todo momento y dentro de la medida de sus posibilidades.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por supuesto este sería un modelo de religión positivo, a su lado discurre el correlato del integrismo islámico (al final la polarización entre ambas es tal que parece una hipérbole o simple recurso narrativo) que siembra el caos allá por donde pasa dejando un reguero de muerte y destrucción. En cualquier caso esta película supone una verdadera crítica contra el uso de la violencia como arma política, mostrando que nada positivo puede surgir de ésta. Además deja unas cuantas perlas por el camino para las autoridades argelinas, incapaces en todos los sentidos de asegurar el bienestar de sus ciudadanos por la corrupción generalizada y sus expeditivos métodos. No deja de ser paradójico que éstas lleguen a convertirse en una potencial amenaza para los propios monjes que, al final, aparecen rodeados por un mundo hostil que los observa como un tumor que debe ser extirpado de su cuerpo (resulta muy intensa la imagen del helicóptero merodeando como un buitre en torno al monasterio; se sabe que estas bestias huelen la muerte): las autoridades porque quieren tener carta blanca y no tener que responder por nadie y los terroristas, más allá de cualquier supuesto idealismo, esperarán el momento adecuado para valerse de ellos como instrumento de presión.
Todos los miembros de la comunidad resultan carismáticos de una u otra forma, como no podía ser de otro modo. Especialmente emotiva resulta esa imagen de la última cena (los paralelismos establecidos por el autor entre Jesucristo y los monjes son indudables) con el "Lago de los cisnes" de Tchaikosky sonando de fondo mientras el director nos va mostrando unos primerísimos planos de los diferentes personajes donde se nos muestran las arrugas del tiempo y las emoción contenida en éstas. Verdaderamente creo que es hermoso ver a un hombre derramar una lágrima por la emoción de sentirse junto a los suyos y de saber que es libre por haber vivido a su manera, haciendo lo que mejor sabía: en este caso amar. Para el recuerdo quedan las escenas de esa lenta ascensión a través de la nieve de la columna compuesta por los monjes y los terroristas, es difícil sustraerse a la tentación de reconocer en ello la ascensión al monte Calvario de Jesucristo por los romanos. El momento más intenso de ésta es aquel en que uno de los monjes se para, cansado por la ascensión, agobiado por la presencia de una muerte que sabe próxima, pero en un alarde de estoicismo toma aíre y continua hacia delante. Al final la columna se perderá en la niebla, una secuencia muy bien escogida para cerrar el film por dos motivos: nunca se hallaron los cadáveres de los monjes y aún hoy seguimos sin saber qué hay después de la muerte, si es que hay algo que no sean unos créditos cinematográficos.
Todos los miembros de la comunidad resultan carismáticos de una u otra forma, como no podía ser de otro modo. Especialmente emotiva resulta esa imagen de la última cena (los paralelismos establecidos por el autor entre Jesucristo y los monjes son indudables) con el "Lago de los cisnes" de Tchaikosky sonando de fondo mientras el director nos va mostrando unos primerísimos planos de los diferentes personajes donde se nos muestran las arrugas del tiempo y las emoción contenida en éstas. Verdaderamente creo que es hermoso ver a un hombre derramar una lágrima por la emoción de sentirse junto a los suyos y de saber que es libre por haber vivido a su manera, haciendo lo que mejor sabía: en este caso amar. Para el recuerdo quedan las escenas de esa lenta ascensión a través de la nieve de la columna compuesta por los monjes y los terroristas, es difícil sustraerse a la tentación de reconocer en ello la ascensión al monte Calvario de Jesucristo por los romanos. El momento más intenso de ésta es aquel en que uno de los monjes se para, cansado por la ascensión, agobiado por la presencia de una muerte que sabe próxima, pero en un alarde de estoicismo toma aíre y continua hacia delante. Al final la columna se perderá en la niebla, una secuencia muy bien escogida para cerrar el film por dos motivos: nunca se hallaron los cadáveres de los monjes y aún hoy seguimos sin saber qué hay después de la muerte, si es que hay algo que no sean unos créditos cinematográficos.
13 de febrero de 2011
13 de febrero de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fe mueve montañas o las hace permanecer en su mismo sitio. En “De dioses y hombres” aparece la interesante percepción de la fe y el entorno. ¿Son la fe y las creencias en deidades las ‘ramas’ donde nos posamos esos ‘pájaros’ llamados seres humanos? ¿Sin ramas, dónde descansaríamos? ¿Vagaríamos en un eterno vuelo por los cielos sin posibilidad de reposar? ¿Caeríamos fatigados por el cansancio? Tal vez el debate sobre la necesidad humana de la religión o de la filosofía quede aplastado por necesidad física en tiempos de necesidad económica. La fe no da de comer aunque sí la caridad benéfica. Pero tampoco es el debate del filme de Xavier Beauvois. El contexto, eso sí, de la propia cinta es que en el mismo año de crisis mundial se han estrenado dos cintas que habilitan el concepto del alma humana: “Más allá de la vida” con Eastwood, bajo mandato y efluvios cándidos de Steven Spielberg, y “De dioses y hombres”, que narra los hechos ocurridos en el monasterio del Atlas, en Tibhirine en momentos convulsos de fanatismo que alteraba la convivencia y agitaba brutalmente árbol, ramas y pájaros.
Idealismo cristiano en mano y condena a la violencia parecen los signos claros de una propuesta que construye un mundo exterior desde el interior. No hay ni discurso del buen samaritano, que puede ser utilizado con fines partidistas ni religiosos, ni tampoco se pretende realizar un ejercicio de mártir y martirios. Todo lo contrario, “De dioses y hombres” es la crónica y asimilación de una muerte anunciada y el rigor de constituirse como rama dentro de unos principios donde parecen no existir. En tiempos duros y difíciles donde el compromiso moral ha quedado sofocado para satisfacer intereses netamente personales llega una película tan luminosamente laica como brillantemente religiosa. La fe es vista como un mundo perezoso de debilidad y de cuerpo espiritual y fantasmal. Los tiempos han quedado apagados en la creencia de entidades mucho mayores y más factibles.
Se habla de la alianza de civilizaciones pero lo hizo un ser al que los miembros americanos calificaron de idealista trasnochado. Son duros tiempos para creer en ideales en un mundo material. Tal vez sea tiempo de llorar y emocionarse en una última cena a ritmo de ‘El baile de los cisnes’. Tal vez sea el momento de pensar en un mundo que dejó de creer en algo más importante que dioses invisibles y omnipresentes. En un mundo que dejo de creer en los hombres y, por lo tanto, en sí mismo.
Idealismo cristiano en mano y condena a la violencia parecen los signos claros de una propuesta que construye un mundo exterior desde el interior. No hay ni discurso del buen samaritano, que puede ser utilizado con fines partidistas ni religiosos, ni tampoco se pretende realizar un ejercicio de mártir y martirios. Todo lo contrario, “De dioses y hombres” es la crónica y asimilación de una muerte anunciada y el rigor de constituirse como rama dentro de unos principios donde parecen no existir. En tiempos duros y difíciles donde el compromiso moral ha quedado sofocado para satisfacer intereses netamente personales llega una película tan luminosamente laica como brillantemente religiosa. La fe es vista como un mundo perezoso de debilidad y de cuerpo espiritual y fantasmal. Los tiempos han quedado apagados en la creencia de entidades mucho mayores y más factibles.
Se habla de la alianza de civilizaciones pero lo hizo un ser al que los miembros americanos calificaron de idealista trasnochado. Son duros tiempos para creer en ideales en un mundo material. Tal vez sea tiempo de llorar y emocionarse en una última cena a ritmo de ‘El baile de los cisnes’. Tal vez sea el momento de pensar en un mundo que dejó de creer en algo más importante que dioses invisibles y omnipresentes. En un mundo que dejo de creer en los hombres y, por lo tanto, en sí mismo.
18 de enero de 2011
18 de enero de 2011
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hemos vivido unos años en los que el cine realista había desarrollado un estilo muy determinado al que se ha apuntado todo aquel director que se precie de estar a la vanguardia, en la cresta misma de la ola. Cámaras frenéticas, planos subjetivos enloquecidos, ausencia de límites en el contenido de las imagenes, con lo que nos hemos puesto las botas con sexo y violencia hasta salirnos por las orejas. Eso, ya está, ya lo tenemos: la cámara sin trípode y en manos de un operador con parkinson ES el realismo. Pues yo andaba ya un poco hastiado de tanto mareo, y de un cine tan ansioso por sorprender que al final ha terminado por ser previsible.
Me pareció muy interesante una película del año pasado llamada Ajami, una película con afan realista que formalmente se limitaba a mostrar los hechos, sin volver loco al espectador. La película termina siendo cruda y creíble. De Dioses y Hombres se afilia en esta línea. Puede que estemos ante un nuevo estilo de cine realista, donde es más importante lo que ocurre dentro del encuadre que la forma que se da a ese encuadre.
De Dioses y Hombres es una película realista y cruda. Está narrada a un ritmo pausado, sin prisas. La puesta en escena está depurada al máximo, se guía por la austeridad, no solo en aquello que muestra, sino en como lo muestra. No hay más planos que los imprescindibles para mostrar lo que está contando, ni uno más. Y de ese modo, la cámara, desaparece y el espectador viaja al interior de la película.
La primera parte se hace casi aburrida, se puede llegar a pensar que es innecesaria tanta rutina. El dispensario, el huerto, la comida, los oficios... La película no empieza nunca. ¿Estamos en un documental? He leído en otras críticas que tanta lentitud hace daño a la película. Discrepo de ello. La primera parte es un elemento imprescindible para que funcione la segunda parte, es su única razón de ser. Sin ese ritmo lento inicial, el desenlace no tendría la potencia que tiene.
En la segunda parte, la película no acelera su ritmo. Lo que crece exponencialmente es la tensión dramática. Y es precisamente la pausa con la que ocurren los acontecimientos, en la cual ya estamos metidos, la que genera esa tensión. Es una brillante ejecución por parte de Xavier Beauvois, que demuestra que domina a la perfección los mecanismos para narrar una historia.
La violencia está implícita en las imagenes austeras. Y pongo como ejemplo, sin desvelar, una secuencia que a juicio del que suscribe, es sencillamente genial: mientras los monjes rezan en la capilla, un helicoptero sobrevuela el monasterio. El ruido en la callada hora de la oración, resulta aterrador. No hace falta nada más. Toda la película, conceptualmente, está fabricada para que momentos como el que acabo de describir funcionen.
(Sigo sin desvelar)
Me pareció muy interesante una película del año pasado llamada Ajami, una película con afan realista que formalmente se limitaba a mostrar los hechos, sin volver loco al espectador. La película termina siendo cruda y creíble. De Dioses y Hombres se afilia en esta línea. Puede que estemos ante un nuevo estilo de cine realista, donde es más importante lo que ocurre dentro del encuadre que la forma que se da a ese encuadre.
De Dioses y Hombres es una película realista y cruda. Está narrada a un ritmo pausado, sin prisas. La puesta en escena está depurada al máximo, se guía por la austeridad, no solo en aquello que muestra, sino en como lo muestra. No hay más planos que los imprescindibles para mostrar lo que está contando, ni uno más. Y de ese modo, la cámara, desaparece y el espectador viaja al interior de la película.
La primera parte se hace casi aburrida, se puede llegar a pensar que es innecesaria tanta rutina. El dispensario, el huerto, la comida, los oficios... La película no empieza nunca. ¿Estamos en un documental? He leído en otras críticas que tanta lentitud hace daño a la película. Discrepo de ello. La primera parte es un elemento imprescindible para que funcione la segunda parte, es su única razón de ser. Sin ese ritmo lento inicial, el desenlace no tendría la potencia que tiene.
En la segunda parte, la película no acelera su ritmo. Lo que crece exponencialmente es la tensión dramática. Y es precisamente la pausa con la que ocurren los acontecimientos, en la cual ya estamos metidos, la que genera esa tensión. Es una brillante ejecución por parte de Xavier Beauvois, que demuestra que domina a la perfección los mecanismos para narrar una historia.
La violencia está implícita en las imagenes austeras. Y pongo como ejemplo, sin desvelar, una secuencia que a juicio del que suscribe, es sencillamente genial: mientras los monjes rezan en la capilla, un helicoptero sobrevuela el monasterio. El ruido en la callada hora de la oración, resulta aterrador. No hace falta nada más. Toda la película, conceptualmente, está fabricada para que momentos como el que acabo de describir funcionen.
(Sigo sin desvelar)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Concepto, estilo, ritmo, todo está al servicio de una cosa: los personajes. No puede ser de otro modo. Esto tan sencillo, tan elemental, no siempre es tan diáfano para muchos directores. A veces uno piensa que es la excepción, cuando debería ser la esencia. Beauvois aquí lo tiene muy claro. Aunque inicialmente no lo parezca, es una película coral, que narra el proceso interior de ocho seres ante unos acontecimientos extremos. Esa coralidad es un acierto, porque le da mayores dimensiones a la película, ofrece un analisis más amplio y complejo sobre lo que trata de contar y aquello sobre lo que se cuestiona, que no es otra cosa que el sentido de la vida, el apego a la misma, los valores que la hacen valiosa. Y lo más interesante es que como resultado del análisis, observamos que no existe una respuesta única que valga para todos. Cada individuo obtiene sus propias respuestas.
No está tan claro que exista un bien y un mal, un camino correcto y otro incorrecto, una decisión acertada y otra erronea. ¿Por qué? Pues porque somos nosotros mismos quienes mandamos sobre nuestra vida, somos la máxima autoridad, la única a la que debemos rendir cuentas. Pequeños Dioses.
No está tan claro que exista un bien y un mal, un camino correcto y otro incorrecto, una decisión acertada y otra erronea. ¿Por qué? Pues porque somos nosotros mismos quienes mandamos sobre nuestra vida, somos la máxima autoridad, la única a la que debemos rendir cuentas. Pequeños Dioses.
13 de enero de 2011
13 de enero de 2011
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viviendo en Francia, tuve la suerte de ver "Des hommes et des dieux" hace dos meses y ahora me congratulo de que se vaya a estrenar en España, pues si pocas son las películas francesas que se estrenan en el estado español, por lo menos, llegan de las mejores que se hacen en el estado galo.
Es una película que sabe describir todos los estados de sentimiento en las que se puede encontrar un hombre en situaciones extremas. El miedo, la tensión y el amor. Un miedo ante lo que pueda suceder, la tensión de verse bajo una amenaza que no se entiende y el amor por una vida y un lugar... por un objetivo en la vida. Describe paso a paso todas las etapas, sin saltarse ni un punto importante, con escenas magistrales llenas de emoción, donde alegría y lloros van unidos. Una aceptación de la realidad que les toca vivir, cogiendo y abrazando la vida con amor y espiritualidad, con respeto hacia los demás y hacia el momento que les ha tocado vivir. Poca gente, hoy en día, queda con tanta entereza como esos monjes.
Por otro lado, la película siendo un hecho real, explica lo que se sabe, no hace especulaciones ni busca el morbo o una crítica desmesurada sin pruebas. Las cosas sabemos que pasaron de una manera y que no se investigó todo a fondo, pero allí quedo y Xavier Beauvois nos lo explica con una historia magistral que todos debemos ver y aprender para entender un poco mejor la mezcla de culturas.
Es una película que sabe describir todos los estados de sentimiento en las que se puede encontrar un hombre en situaciones extremas. El miedo, la tensión y el amor. Un miedo ante lo que pueda suceder, la tensión de verse bajo una amenaza que no se entiende y el amor por una vida y un lugar... por un objetivo en la vida. Describe paso a paso todas las etapas, sin saltarse ni un punto importante, con escenas magistrales llenas de emoción, donde alegría y lloros van unidos. Una aceptación de la realidad que les toca vivir, cogiendo y abrazando la vida con amor y espiritualidad, con respeto hacia los demás y hacia el momento que les ha tocado vivir. Poca gente, hoy en día, queda con tanta entereza como esos monjes.
Por otro lado, la película siendo un hecho real, explica lo que se sabe, no hace especulaciones ni busca el morbo o una crítica desmesurada sin pruebas. Las cosas sabemos que pasaron de una manera y que no se investigó todo a fondo, pero allí quedo y Xavier Beauvois nos lo explica con una historia magistral que todos debemos ver y aprender para entender un poco mejor la mezcla de culturas.
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