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The Love Witch

Fantástico. Romance. Comedia. Terror Una joven bruja está empeñada en encontrar el amor a base de conjuros y pócimas que le permitan seducir a cualquiera. Cuando por fin encuentra al hombre de sus sueños, su deseo se convierte en desesperación, en locura y luego en... Con un estilo visual que homenajea los thrillers en Technicolor de los sesenta, "The Love Witch" explora las fantasías femeninas y las consecuencias del narcisismo exacerbado. (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
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6
24 de febrero de 2018 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora californiana Anna Biller ejerce de "Juan Palomo" en sus cuatro cortos y dos largos hasta la fecha. Dirige, produce, escribe, diseña el vestuario y la producción artística, edita, compone y si se tercia, no es este el caso, actua. La cosa no deja de tener mérito y supongo le da total libertad y control sobre lo que quiere hacer.
Y lo que hace. desde su posición de feminista declarada es un discurso a tal efecto rozando a veces lo panfletario sobre las bases visuales y estéticas de un cine vintage que toma como referente las películas de terror "sexploitation" de los años 60 y 70 de ambos lados del atlántico en el que Biller se luce en un alarde técnico sobresaliente.
La propuesta se constituye pues como una extravaganza que ha sido bien recibida por la crítica y que ocupará el casillero de cine de culto minoritario. Un empoderamiento femenino que reivindica la sexualidad de la mujer acompañada de su sensualidad y erotismo como una de sus importantes bazas en su "lucha" contra la hegemonía masculina.
Su intérprete principal,  la joven neoyorquina Samantha Robinson (no confundir con la actriz inglesa de igual nombre) parece ser el molde perfecto para esta sensual y bella bruja que persigue el amor hasta sus últimas consecuencias. Su medida interpretación y su carisma parecen hechizar a la cámara consiguiendo que el flojo guión y el irregular ritmo de la cinta se hagan más llevaderos durante las dos horas de metraje.

cineziete.wordpress.com
6
25 de julio de 2017 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Love Witch es una película así, como feminista y de "Sexplotation". La directora ha tratado de poner dos visiones del feminismo o más bien de la feminidad: Elaine (una bruja calenturienta) y Trish (una decoradora de interiores con mal gusto y algo pacata) son la cara y la cruz de la moneda. Mientras Elaine disfruta del sexo como la que más ( aunque bajo la falsa espectativa del Amor Romántico, y utilizando el sexo como arma), Trish tiene a un marido que no se come una rosca (porque ella es muy feminista y hace lo que quiere, y machete al machote). Elaine, por supuesto, y siguiendo las directrices- a la inversa- de la misma Simone de Beauvoir (que se casó con un señor muy feo porque no quería enamorarse) que hablaba de que el amor ata a las mujeres a su dominador (persona con pene que se llama hombre o varón), se tira a todo bicho masculino con la esperanza de dar en el clavo de una vez y cazar a un macho. Eso, por supuesto, no es lo que debe hacer una mujer, y ahí tenemos a Trish, una decoradora con el mismo sentido del gusto que un daltónico con apoplegia, que se enorgullece de ser independiente y de estar casada y todo, y tener a su marido a raya (porque obviamente, todo lo que tenga un pico que sobresalga un palmo es sospechoso de violador en potencia). El caso es que la pobre Elaine no tiene suerte...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Primero, lo intenta con un culto y sensible profesor de literatura inglesa, al que atiborra de estimulantes. Ella cree haber dado con lo que viene siendo un tiarrón para que se la beneficie de manera salvaje, y después le haga mimitos, pero entre los afrodisiacos y ciertos remordimientos, se lo carga. Ya ven, el único varón de la película que podría ser denominado "feminista" no la satisface, porque claro, ella no se ve a sí misma como feminista ni lo huele, y resulta que también es una egomaniaca de cuidado y una narcisista que sólo busca su propio bienestar, y al resto que le parta un rayo (Y no, eso no es así, el individualismo es malo, y más si no está en línea con el feminismo de tercera generación. ¿Que te la trae al fresco lo de que unas chavalas griten consignas alertándote de que despiertes de tu letargo y te empoderes de tu vagina, pero a tí te gustan los tíos de siempre, te gustaría tener hijos y ser ama de casa? Te aguantas, porque te han lavado el cerebro, ya que una mujer en su sano juicio no puede querer que la esclavicen). El caso es que tras haberse tirado al pene numero uno, le toca el turno al pene número dos: El marido de Trisha.

Elaine lo emborracha, le hincha a estimulantes, y se lo tira (¿Violación? Me parece ahí interesante que haya metido este asunto la directora, así se nota que no es una misándrica). El hombre en cuestión acaba colgándose por remordimientos, y Trisha llorándole como viuda desconsolada (que sin embargo no ha hecho nada de nada para preguntar siquiera si estaba bien o le pasaba algo, porque ella tenía un trabajo de decoradora, y es independiente y bla, bla, bla...) va a hablar a Elaine, que esta vez, ha encontrado al pene número tres: Una mezcla de Burt Lancaster y Clark Gable, con cierto regusto a patriarcado falocéntrico, que trabaja de policía. Trisha le cuenta que se le ha muerto el marido, mientras Elaine, a la que le importa un pimiento que haya sido su culpa o no (porque se lo ha tirado, y seamos realistas, una institución tan agotada como el matrimonio, pfff..¿A quién quieren engañar? Es bruja, no cree en el matrimonio), habla sobre el maromo en cuestión.
Trisha siente que Elaine tiene en cierto sentido razón y en vez de ser una feminista sin maquillaje debería pintarse como una puerta para encontrar a un tío. Sin embargo, cae en la cuenta de que Elaine se tiró a su marido, cuando encuentra unas pruebas en casa de Elaine, y entonces trata de matarla, hay un forcejeo, viene el maromo de turno, se da cuenta de que ella ha matado a varios tipos, Elaine lo acuchilla y fin de la peli.

La peli es interesante estética y visualmente, amén de tener ese corazoncito de filosofía feminista que volverá loco a alguna/o. Se deja ver.
7
27 de marzo de 2020 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las pocas películas cuya fuerza estética me ha introducido en la historia (a mí me suele ocurrir lo contrario). Quizás por beber de la fuente de la belleza de las películas clásicas de la Hammer, es un buen ejemplo de cómo una película puede embaucarte, tomando esta palabra como un aspecto positivo, hasta comprender su narración. Se podría seguir únicamente visualmente, incluso sin diálogos. Anna Biller crea una obra pictórica, un homenaje al cine clásico de terror de los 60 con un mensaje feminista cargado de inteligencia, buen hacer y humor irónico.
7
18 de noviembre de 2020 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanto con sus más como con sus menos, que tener tiene de todo, "The love witch" es una cucada que hay que defender si o si. ¿He sufrido un empacho de nubes de algodón viéndola? Probablemente. ¿Me apetece pasar la eternidad en esa casita de muñecas al margen del tiempo que crea Anna Biller? Sin ninguna duda.
"The love witch" es un inclasificable homenaje a la sexplotation de los sesenta y setenta, solo que en clave feminista. Un espíritu completamente alejado de ese cine. Horror, comedia ácida y hasta thriller se dan la mano sin que ninguno de los tres parezca reinar. En realidad es el romance el único que juega un papel importante en la trama. Todo ello con una Anna Biller a modo de dignísima heredera de ese alma grindhouse a lo Robert Rodríguez o Quentin Tarantino, y disfrazada para la ocasión de mujer orquesta, o artista total, que lo mismo: dirige, escribe, produce, edita, compone la música, diseña el vestuario y los decorados, o supervisa la fotografía.
Mención aparte merece Samantha Robinson, perfecta prolongación de Anna Biller delante de la cámara. Una "The love witch" que peca de excesiva en no pocos aspectos, y que como la agarres en un mal día puedes acabar odiándola por ello. Pero sed buenos y dejadla reposar, que merece la pena.
6
1 de julio de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cosecha de Sitges es, como cada año, inabarcable, y aquellos que no asistimos vamos consumiendo su programación a lo largo de todo el curso siguiente. Y en muchos casos sin el placer de la sala oscura. Pero el boca a boca es poderoso, más aún en la era digital, y múltiples los medios de visionado, por lo que fue inevitable que llegara a mis oídos la llamativa peculiaridad de la película que nos ocupa: la nueva película de la realizadora Anna Biller, La bruja del amor un thriller de horror que representa una incisiva mirada femenina al inmortal tema del amor y su tratamiento. Una película que visualmente me repelió de primera, pero su premisa narrativa y el tono narrativo de homenaje setentero de cine barato que prometía rodeaba al proyecto de un aura de personalidad genuina y conceptualmente rica. Si las referencias no me fascinaban, mis lectores sabrán que siempre apoyo el cine de género, el cine de circuito independiente y, en suma, las rarezas ajenas a la corriente taquillera principal. Y finalmente me hallé con esta película ultraestetizada a imagen y semejanza del technicolor sobre brujería y la reversión del amor patriarcal. Y si bien el resultado no me fascinó en absoluto en sí mismo, sí supe reconocer y apreciar la interesante reflexión que suscitaba. Pues si bien las interpretaciones, el aspecto visual y el tono narrativo fueron demasiado satíricos en su ofrenda como para que me satisficieran, sus elecciones cromáticas y sus cuestiones temáticas planteados la hacen, pese a todo, curiosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Elaine (Samantha Robinson) es una joven mujer veinteañera, que emigra a California para rehacer su vida y dejar atrás la muerte de Jerry, su marido. Tras entrar en una habitación de una casa victoriana administrada por la tranquila Trish (en una relación amorosa con Richard), con la que desarrolla una leve amistad. Instruida por Barbara, decide recuperarse de este asesinato entrando en el mundo de la brujería y, mediante diversos rituales mágicos con mentores y demás miembros de la secta, convertirse en La bruja del amor, una mujer capaz de enamorar a cualquier hombre hasta tal punto que muere por amor. Una historia de pócimas, hechizos, pasión, temor a la brujería y entrega al placer del hombre devenida en perverso instrumento de delirio. Una película que revierte los axiomas machistas heteropatriarcales para una interpretación rigurosa y de dolorosa pureza del amor bucólico de servilismo y entrega física incondicional. Una película que supone un descarado y experimental ejercicio de estilo que recupera un tipo de cine extinto dotándole de nuevos significados en un diferente contexto. Un producto pastel, demodée y ajeno a prácticas del cine de nuestros días, ajena a corsés formales y estructurales y personal y artística en su ejecución e intenciones. Un producto en el que destaca la atmósfera introspectiva, la dirección de Biller, la dirección artística y los tonos carne de la fotografía de M. David Mullen. Su enfoque y punto de vista ajeno al naturalismo y cercano a la parodia expresionista del grabado y el diseño de interiores, el filme funciona en cuanto más abraza la rareza de la iconografía mística y sobrenatural de reminiscencias cercanas a la Edad Media. No presenta un ritmo particularmente trepidante, ni un argumento enfocado a ningún sitio, pero la rareza y lo formalmente trasnochado que ante nosotros sucede es suficiente para entretenernos en un primer visionado.

Si bien el filme funciona como ejercicio de estilo autoconsciente, referencial y respetuoso, le sucede lo que a tantos homenajes: el producto en cuestión raya en calidad con aquellas dudosas obras de las que toma inspiración, dando lugar a un filme muy especial pero al borde del ridículo en cada instante. Las interpretaciones son irrisorias, las líneas de diálogo plúmbeas y sus declamaciones, pírricas. El ritmo lánguido se ve incrementado por el hecho notable de ser esta una diégesis en la que no es posible sumergirse, produciéndose una película que se ve desde fuera, sintiéndose esta como tal constructo de ficción. El estado al que induce es anómalo, sugerente y rico en lecturas de género, pero la película, en suma, no es más que eso: curiosa.

Juguetona, kitsch, preciosista y psicológica, La bruja del amor es una propuesta estéticamente impactante cuyas elecciones tonales dejarán fuera a muchos cinéfilos y espectadores al uso.
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