Chantaje
6.7
2,685
Intriga. Thriller
Un día, tras una discusión con Frank, su novio, Alice decide encontrarse con un conocido suyo, un joven pintor de gran talento, y le acompaña a su estudio. Una vez allí, él comienza a hacerle insinuaciones hasta que finalmente intenta violarla. Alice lucha por defenderse y acaba matándole con un cuchillo. A partir de ese momento, un desconocido empieza a hacerle chantaje. Mientras, Frank, que es detective de Scotland Yard y que no sabe ... [+]
9 de julio de 2021
9 de julio de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blackmail o "Chantaje" (que también se tradujo como "La muchacha de Londres") es una obra importante. No sólo es la primera película sonora británica, sino que también me parece la primera que verdaderamente experimenta con los potenciales del sonido. Hitchcock era la elección perfecta para un experimento así. Encima es puramente Hitchcockiana.
La historia es básica pero muy efectiva a la hora de causar una buena dosis de suspense: Una chica llamada Alice, a quien intentan violar, asesina a su agresor con un cuchillo. A partir de ahí, un desconocido criminal empieza a chantajearla. El trasfondo de thriller psicológico está bien realizado.
Creo que es un film verdaderamente bien hecho. Es cierto que puede pecar de cierta inhabilidad en cuanto al sonido (así como demasiados silencios prolongados) y los 10 primeros minutos son un poco extraños. Sin embargo, nada especialmente grave teniendo en cuenta el gran ritmo general de la película. Quitando ciertos detalles, todos son puntos a favor: fue una pionera del doblaje, además de demostrar que la teoría Hitchcockiana de ver el cine era correcta. Ahora entiendo por qué Alfred Hitchcock le dijo a Truffaut que lo único que le faltaba al cine mudo eran ruidos específicos, pero la historia se debería de contar en términos visuales.
Es probable que sea una de las grandes películas de Hitchcock de la época británica. Para mí de las mejores junto a "El enemigo de las rubias" o "Alarma en el expreso". No es una obra mayor, pero cuesta decirlo teniendo en cuenta la gran cantidad de películas maravillosas que tiene este hombre. Por tanto, fácilmente está entre las 20 mejores.
Sencillamente, la recomendaría bastante a interesados en la historia del cine. Corta, efectiva, entretenida y personal.
La historia es básica pero muy efectiva a la hora de causar una buena dosis de suspense: Una chica llamada Alice, a quien intentan violar, asesina a su agresor con un cuchillo. A partir de ahí, un desconocido criminal empieza a chantajearla. El trasfondo de thriller psicológico está bien realizado.
Creo que es un film verdaderamente bien hecho. Es cierto que puede pecar de cierta inhabilidad en cuanto al sonido (así como demasiados silencios prolongados) y los 10 primeros minutos son un poco extraños. Sin embargo, nada especialmente grave teniendo en cuenta el gran ritmo general de la película. Quitando ciertos detalles, todos son puntos a favor: fue una pionera del doblaje, además de demostrar que la teoría Hitchcockiana de ver el cine era correcta. Ahora entiendo por qué Alfred Hitchcock le dijo a Truffaut que lo único que le faltaba al cine mudo eran ruidos específicos, pero la historia se debería de contar en términos visuales.
Es probable que sea una de las grandes películas de Hitchcock de la época británica. Para mí de las mejores junto a "El enemigo de las rubias" o "Alarma en el expreso". No es una obra mayor, pero cuesta decirlo teniendo en cuenta la gran cantidad de películas maravillosas que tiene este hombre. Por tanto, fácilmente está entre las 20 mejores.
Sencillamente, la recomendaría bastante a interesados en la historia del cine. Corta, efectiva, entretenida y personal.
21 de abril de 2012
21 de abril de 2012
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza con una escena introductoria muda que narra como unos policias se dirigen a una dirección a detener a un criminal. Cuando se disponen a detenerlo, ya en su domicilio, la escena tiene cierta tensión:primer plano de dos policias con sombras proyectadas en sus serios rostros y criminal en la cama acercándose lentamente a una pistola situada en su mesilla de noche. Posteriormente será llevado a Scotland Yard, será identificado por una testigo y finalmente encarcelado. Hasta aqui la introducción muda del film, sin duda lo mejor, que nada tiene que ver con el desarrollo posterior y cuyo objetivo era describir una rutina policial y dotárla de cierta emoción, además de jugar con el espectador al pronunciarse la primera charla de la película, entre dos policias y el recién detenido, sin sonido y sólo con el movimiento de los labios.
La primera película sonora del, posteriormente, maestro Hitchcock resulta ser la peor que he visto, junto a la irrisoria "el número 17".
Resulta aburrida, previsible, insustancial, la interpretación y la dirección son mediocres, los diálogos son triviales y los personajes planos y de comportamiento infantil.
Por si fuera poco, la narración pierde fluidez en su núcleo central, cuando entra en juego el personaje del chantajista y su "peligrosa" actitud se resume en fumarse el puro más caro que tienen en el estanco de los padres de la chica y hacérselo pagar a su novio detective y obligarles a invitarle a comer con sus padres. Esta parte resulta especialmente frustrante e interminable.
La persecución final al chantajista en el museo anticipa la predilección del director por las escenas en las alturas y la conclusión en la comisaria es decepcionante y carece de cualquier posible reflexión interesante, como el resto de la película.
Film fallido y sólo recomendable para incondicionales convencidos del director. Su etapa inglesa no carece de títulos de cierto interés pero seria con su llegada a Hollywood, con la excelente Rebeca, cuando nos empezaria a regalar las obras que le convirtieron en uno de los grandes de la historia del cine.
La primera película sonora del, posteriormente, maestro Hitchcock resulta ser la peor que he visto, junto a la irrisoria "el número 17".
Resulta aburrida, previsible, insustancial, la interpretación y la dirección son mediocres, los diálogos son triviales y los personajes planos y de comportamiento infantil.
Por si fuera poco, la narración pierde fluidez en su núcleo central, cuando entra en juego el personaje del chantajista y su "peligrosa" actitud se resume en fumarse el puro más caro que tienen en el estanco de los padres de la chica y hacérselo pagar a su novio detective y obligarles a invitarle a comer con sus padres. Esta parte resulta especialmente frustrante e interminable.
La persecución final al chantajista en el museo anticipa la predilección del director por las escenas en las alturas y la conclusión en la comisaria es decepcionante y carece de cualquier posible reflexión interesante, como el resto de la película.
Film fallido y sólo recomendable para incondicionales convencidos del director. Su etapa inglesa no carece de títulos de cierto interés pero seria con su llegada a Hollywood, con la excelente Rebeca, cuando nos empezaria a regalar las obras que le convirtieron en uno de los grandes de la historia del cine.
30 de marzo de 2013
30 de marzo de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay algo que siempre se cita de esta película son dos recursos que el director supo aplicar a la película y que sirven para alabar las cualidades del rey del suspense. Y es que la Muchacha de Londres pilló al realizador inglés en una situación complicada, ya que el estudio decidió convertir la película en sonora, cuando ya se había empezado el proceso de rodaje (pese a todo también existió una versión muda, recordemos que el cambio del cine mudo al sonoro no se realizó en dos días). Esto queda patente en la propia película, porque de hecho los primeros diez minutos son totalmente mudos. Hitchcock y la productora mantuvieron material del mudo dedicándose simplemente a regrabar algunas escenas de la película.
La cuestión es que la plantilla ya había sido fichada para la película, y entre ellas destacaba la actriz de origen alemán Anny Ondra. El problema era más que evidente porque el acento de la interprete era demasiado marcado. Qué hacer? Demasiado tarde para reclutar una nueva actriz, además de que el propio Hitchcock quería que fuera Ondra y no otra la que encarnara el personaje principal de la película. Para ello recurrió al primer “playback” de la historia del cine, contrató a Joan Barry que dobló las escenas, mientras Ondra fingía hablar. Hubo algunos problemas durante el rodaje, porque la solución fue arriesgada, pero Hitchcock se salió adelante.
Otro de los ejemplos que más se destacan de la película es otro recurso en que el director vuelve a jugar con el sistema novedoso del sonoro. En esta ocasión, en la ya mítica escena, en la que la actriz principal entra en una tienda y una chismosa vecina empieza a taladrar con su particular discurso (a quién no le ha pasado tener que aguantar alguna de estas personas que no callan ni debajo del agua…). Mientras la cámara nos muestra un primer plano de la actriz principal, el discurso de la vecina se vuelve confuso y aparecen palabras que se empiezan a destacar del barullo sonoro que se oye. Palabras que tienen que ver con el asesinato central de la película, asesinato realizado mediante un cuchillo, palabra precisamente, que es la que se destaca del discurso.
Aparte de estas dos anécdota tenemos una película ciertamente irregular, hemos de comprender que el maestro aún no estaba del todo curtido y que las condiciones no eran del todo propicias (por no hablar que el nuevo material sonoro se trataba casi de una carga, sólo hace falta recordar las nuevas cabinas de insonorización que se implantaron en los estudios de grabación y que cortaban libertad de movimiento a la cámara, manteniéndola aislada del exterior para que no registrara sonidos ajenos a la producción).
Quizá podemos mencionar que el recurso del falso culpable, tan patente en la obra de Hitchcock, tiene una particular inclusión en la película, aunque con alguna diferencia. La protagonista principal más o menos lo es (digo más o menos porque si es cierto que ella es la asesina, aunque cometió el crimen con tal de defenderse del violador) y de hecho las dosis de nerviosismo e intriga que aporta el personaje femenino (con la escena ya citada) son de lo mejor de la película. Por otra parte la trama es muy endeble y hay momentos que resultan cómicos. Por ejemplo la manera como el pintor (el violador) se lleva a la actriz a su casa, resuelta en apenas dos o tres diálogos, pecaría (si se hiciera de nuevo hoy en día) de ser demasiado ingenua. Por otra parte la parte del chantajista tiene algún momento interesante, pero también acaba por unos caminos que no acaban de cumplir sus expectativas. Digamos que el talento visual del director se impone esta vez al guión, que resulta bastante pobre en comparación con los recursos que Hithcock plantea para soliviantar los problemas de rodaje.
Concluyendo y como anécdota final, fijaros en la escena del tren, se trata de uno de los primeros cameos más graciosos (y largos) del director, que será distraído por un niño mientras intenta distraerse en el tren. Una costumbre, la del cameo, que se convertiría en una de las señas de identidad del director.
http://neokunst.wordpress.com/2013/03/30/ciclo-hithcock-la-muchacha-de-londres/
La cuestión es que la plantilla ya había sido fichada para la película, y entre ellas destacaba la actriz de origen alemán Anny Ondra. El problema era más que evidente porque el acento de la interprete era demasiado marcado. Qué hacer? Demasiado tarde para reclutar una nueva actriz, además de que el propio Hitchcock quería que fuera Ondra y no otra la que encarnara el personaje principal de la película. Para ello recurrió al primer “playback” de la historia del cine, contrató a Joan Barry que dobló las escenas, mientras Ondra fingía hablar. Hubo algunos problemas durante el rodaje, porque la solución fue arriesgada, pero Hitchcock se salió adelante.
Otro de los ejemplos que más se destacan de la película es otro recurso en que el director vuelve a jugar con el sistema novedoso del sonoro. En esta ocasión, en la ya mítica escena, en la que la actriz principal entra en una tienda y una chismosa vecina empieza a taladrar con su particular discurso (a quién no le ha pasado tener que aguantar alguna de estas personas que no callan ni debajo del agua…). Mientras la cámara nos muestra un primer plano de la actriz principal, el discurso de la vecina se vuelve confuso y aparecen palabras que se empiezan a destacar del barullo sonoro que se oye. Palabras que tienen que ver con el asesinato central de la película, asesinato realizado mediante un cuchillo, palabra precisamente, que es la que se destaca del discurso.
Aparte de estas dos anécdota tenemos una película ciertamente irregular, hemos de comprender que el maestro aún no estaba del todo curtido y que las condiciones no eran del todo propicias (por no hablar que el nuevo material sonoro se trataba casi de una carga, sólo hace falta recordar las nuevas cabinas de insonorización que se implantaron en los estudios de grabación y que cortaban libertad de movimiento a la cámara, manteniéndola aislada del exterior para que no registrara sonidos ajenos a la producción).
Quizá podemos mencionar que el recurso del falso culpable, tan patente en la obra de Hitchcock, tiene una particular inclusión en la película, aunque con alguna diferencia. La protagonista principal más o menos lo es (digo más o menos porque si es cierto que ella es la asesina, aunque cometió el crimen con tal de defenderse del violador) y de hecho las dosis de nerviosismo e intriga que aporta el personaje femenino (con la escena ya citada) son de lo mejor de la película. Por otra parte la trama es muy endeble y hay momentos que resultan cómicos. Por ejemplo la manera como el pintor (el violador) se lleva a la actriz a su casa, resuelta en apenas dos o tres diálogos, pecaría (si se hiciera de nuevo hoy en día) de ser demasiado ingenua. Por otra parte la parte del chantajista tiene algún momento interesante, pero también acaba por unos caminos que no acaban de cumplir sus expectativas. Digamos que el talento visual del director se impone esta vez al guión, que resulta bastante pobre en comparación con los recursos que Hithcock plantea para soliviantar los problemas de rodaje.
Concluyendo y como anécdota final, fijaros en la escena del tren, se trata de uno de los primeros cameos más graciosos (y largos) del director, que será distraído por un niño mientras intenta distraerse en el tren. Una costumbre, la del cameo, que se convertiría en una de las señas de identidad del director.
http://neokunst.wordpress.com/2013/03/30/ciclo-hithcock-la-muchacha-de-londres/
23 de febrero de 2020
23 de febrero de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para valorar la inmensidad del discurso de este incipiente Hitchcock basta recorrer los diez años anteriores de la historia del cine. Los recursos aquí presentes son sencillamente apabullantes (estructura de planos y close-ups, ritmo narrativo a través del montaje y las pausas —el final es sencillamente magistral a este respecto—) y, desde una perspectiva posterior, marcan algunos de los elementos que habrían de ser fijos en la filmografía del director británico.
Si Hitchcock empezaba a ser Hitchcock con su «El enemigo de las rubias» (sic) [«The lodger», para las buenas gentes que aprecian la sana costumbre de no sentirse insultado]; es en «Blackmail» donde da un golpe sobre la mesa postulando su candidatura a dios del Olimpo cinematográfico.
Por poner un pero, o más bien lanzar al aire una duda —siendo algo sobre lo que me gustaría dar más tiempo a la reflexión—: es bien conocido el debate, en la época, acerca de la aparición de lo sonoro en el cine y, en concreto, de la presencia y en qué cantidad de elementos de transición paratextuales. I.e. de intertítulos: los famosos leaders, cut-in's, letters, etc.
El consenso general en respuesta a la pregunta que cuestiona su necesidad parecía establecerse en un sintético «son necesarios, pero cum grano salis»; y es precisamente en este punto donde me parece que Blackmail tiene una pequeña mácula: me pregunto si de verdad hacían falta tantos metros de metraje para carteles en situaciones donde la propia visualidad resulta autoexplicativa.
¿Qué parte de estas decisiones correspondían al propio Hitchcock y qué parte eran imposiciones de producción? No lo sé; pero al escribir esta cuestión vuelvo a recordar los magníficos segundos finales: unos segundos que permiten sentir, reaccionar, rechazar o emocionar y que, en general, siento que se han perdido en algún punto del recorrido sonoro del cine moderno. Sólo por eso ya merece la pena sentarse durante hora y media a ver esta maravilla.
Si Hitchcock empezaba a ser Hitchcock con su «El enemigo de las rubias» (sic) [«The lodger», para las buenas gentes que aprecian la sana costumbre de no sentirse insultado]; es en «Blackmail» donde da un golpe sobre la mesa postulando su candidatura a dios del Olimpo cinematográfico.
Por poner un pero, o más bien lanzar al aire una duda —siendo algo sobre lo que me gustaría dar más tiempo a la reflexión—: es bien conocido el debate, en la época, acerca de la aparición de lo sonoro en el cine y, en concreto, de la presencia y en qué cantidad de elementos de transición paratextuales. I.e. de intertítulos: los famosos leaders, cut-in's, letters, etc.
El consenso general en respuesta a la pregunta que cuestiona su necesidad parecía establecerse en un sintético «son necesarios, pero cum grano salis»; y es precisamente en este punto donde me parece que Blackmail tiene una pequeña mácula: me pregunto si de verdad hacían falta tantos metros de metraje para carteles en situaciones donde la propia visualidad resulta autoexplicativa.
¿Qué parte de estas decisiones correspondían al propio Hitchcock y qué parte eran imposiciones de producción? No lo sé; pero al escribir esta cuestión vuelvo a recordar los magníficos segundos finales: unos segundos que permiten sentir, reaccionar, rechazar o emocionar y que, en general, siento que se han perdido en algún punto del recorrido sonoro del cine moderno. Sólo por eso ya merece la pena sentarse durante hora y media a ver esta maravilla.
30 de agosto de 2018
30 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película y dos títulos diferentes. Antes se la conocía más por "La muchacha de Londres" pero "Chantaje" supongo que queda mejor, tal como el título original.
Esta película cuenta con la insólita historia de que es la última película muda de Reino Unido y a la vez la primera sonora (y lógicamente la primera de Alfred Hitchcock).
Se rodó muda, pero tal era el éxito de las películas sonoras en EEUU que los productores le dijeron a Hitchcock que rodara las últimas escenas en sonoro. Pero él, que es muy espavilado como siempre, rodó casi toda la película en sonora de nuevo. Se popularizó y tuvo más éxito la versión muda porque muchos cines aún no estaban equipados con sonido.
La vi por primera vez el 30 de diciembre de 2011 y 4 de 5 usuarios encontraro mi otra crítica útil. Elogiándola y magnificándola. Dando incapié al doblaje de la actriz.
Otras técnicas que fueron revelación para su época, es el doblaje de la actriz, ya que ella era de original polaco y su acento era muy fuerte para ser una inglesa. Con lo que se colocó un micrófono al lado de la cámara y la doblaba en directo. La actriz movía los labios y Joan Barry puso la voz.
También las imágenes son muy buenas, los movimientos de cámara muy Hitchcock, enfocando realmente a donde él quería que la gente viera. Algo muy novedoso en su época y a resaltar. Y también como novedad, hay una secuencia que se oye lo que la protagonista está pensando (el tema del cuchillo), y eso también es una novedad, y encima es la primera sonora para Alfred. Bravo!
La trama muy bien llevada, tanto en sonoro como en mudo. Hay diferencias en las dos versiones, como el piano en el sonoro que en el mudo no existe, y la canción que canta. Hay otras diferencias, como la colocación de la mesa para desayunar que la protagonista se sienta a la izquierda en el mudo y en el sonoro a la derecha. Y muchas más escenas que si la ves una detrás de otra, ves las diferencias, con lo que suposo todo un reto volver a grabar tantas secuencias. Le subo 1 punto por todo esto.
Esta película cuenta con la insólita historia de que es la última película muda de Reino Unido y a la vez la primera sonora (y lógicamente la primera de Alfred Hitchcock).
Se rodó muda, pero tal era el éxito de las películas sonoras en EEUU que los productores le dijeron a Hitchcock que rodara las últimas escenas en sonoro. Pero él, que es muy espavilado como siempre, rodó casi toda la película en sonora de nuevo. Se popularizó y tuvo más éxito la versión muda porque muchos cines aún no estaban equipados con sonido.
La vi por primera vez el 30 de diciembre de 2011 y 4 de 5 usuarios encontraro mi otra crítica útil. Elogiándola y magnificándola. Dando incapié al doblaje de la actriz.
Otras técnicas que fueron revelación para su época, es el doblaje de la actriz, ya que ella era de original polaco y su acento era muy fuerte para ser una inglesa. Con lo que se colocó un micrófono al lado de la cámara y la doblaba en directo. La actriz movía los labios y Joan Barry puso la voz.
También las imágenes son muy buenas, los movimientos de cámara muy Hitchcock, enfocando realmente a donde él quería que la gente viera. Algo muy novedoso en su época y a resaltar. Y también como novedad, hay una secuencia que se oye lo que la protagonista está pensando (el tema del cuchillo), y eso también es una novedad, y encima es la primera sonora para Alfred. Bravo!
La trama muy bien llevada, tanto en sonoro como en mudo. Hay diferencias en las dos versiones, como el piano en el sonoro que en el mudo no existe, y la canción que canta. Hay otras diferencias, como la colocación de la mesa para desayunar que la protagonista se sienta a la izquierda en el mudo y en el sonoro a la derecha. Y muchas más escenas que si la ves una detrás de otra, ves las diferencias, con lo que suposo todo un reto volver a grabar tantas secuencias. Le subo 1 punto por todo esto.
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