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Tiempo de revancha

Thriller. Cine negro El ex-sindicalista Pedro Bengoa, previa "limpieza" de su pasado, consigue trabajo en las minas de la empresa Tulsaco, donde se reencuentra con un antiguo compañero quien, pasado algún tiempo, le propone un plan: simular un accidente y hacerse pasar por mudo para cobrar una indemnización. Pero algo inesperado sucede... (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
7 de marzo de 2010
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las miles de escuelas de cine que existen actualmente en la Argentina todo el mundo habla maravillas de Lucrecia Martel, todo el mundo quiere filmar como ella. En lo personal, no tengo ninguna duda: Martel es la directora más interesante que ha irrumpido en el panorama del cine argentino durante los últimos años. Pero sorprende que nadie hable de filmar como Aristarain; les costaría bastante, porque ahí se impone el rigor de lo que se está contando, la urgencia de ser claro sin abrumar al espectador. Como pasa con los grandes directores, Aristarain tiene un estilo, una manera de narrar que no se nota. Es la manera de un clásico. La escritura invisible.

Es probable que muchos de ellos no estén enterados de la existencia de un filme llamado "Tiempo de revancha", y quizá sea hora de volver a un filme ejemplar como éste. En 1981 nada se podía decir ni mostrar en el cine argentino. Si bien el tiempo de la censura y el miedo estaba llegando a su fin, cuando Adolfo Aristarain y el sello Aries se embarcaron de lleno en el proyecto, todavía seguía plenamente vigente, inconsciente de su propia decadencia.

La filmografía de Aristarain es pródiga en personajes que transitan por los bordes de la utopía, poniendo de relieve el ideario de filiaciones izquierdistas del propio director; pero sin embargo, intuyo, ninguno habrá quedado tan marcado a fuego en su memoria como Pedro Bengoa. La composición de Federico Luppi es sencillamente magistral, toda una clase de ímpetu y compenetración actoral

Aristarain siempre ha remarcado que sus modelos cinematográficos los halló en el viejo cine norteamericano. Surgen naturalmente los nombres de John Ford, de Raoul Walsh y de Howard Hawks.

Pletórica de sarcasmo, inundada de voces acalladas que pugnan por salir a la superficie, en "Tiempo de revancha" se filtran un manojo de metáforas subrepticias, que están ahí, presentes, pero que tienen que ser leídas entrelíneas, puesto que la explicitud es un regalo con el que Aristarain no contaba en 1981. Escribe Carnevale: El filme no habla de militares, sino de un país transitado por el miedo, un miedo al que unos cuantos le sacan provecho. No hay bajada de línea ni la menor retórica: la dinámica de la narración lo dice todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
avellanal
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6 de diciembre de 2006
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia muy interesante y por desgracia cotidiana. Trata una realidad social muy presente hoy en día, habla del compromiso, el orgullo, la libertad y el servilismo. El protagonista es un sindicalista desencantado que no repara en medios para joder al patrón explotador. Ya no defiende unos ideales o a un colectivo porque "fué al frente y le dejaron solo" como el mismo dice. Triste realidad tambien, hoy en día no hay buenos ni malos; solo lobos y corderos.
La situacíón planteada en la empresa puede parecer exagerada. De hecho este es el mayor fallo de la película puesto que el lapso temporal que va desde la llegada a la mina hasta "el suceso" es demasiado corto y se hace atropellado, lo que resta realismo... "cosas del directo" supongo. Eso en mi opinión no quiere decir que situaciones iguales o peores no se den a diario en este país (yo mismo tuve una accidente que me pudo costar la vida por negligencia de la empresa).
La trama es agil las interpretaciones magnífcas, los dialogos jugosos y los personajes interesantes. Otro pecadillo de juventud es la ingenuidad de Aristarain. Plantea el desenlace como una victoria del protagonista Cuando en la vida real... (ver spoler)
De todos modos habría que hacer más películas como esta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
MALEKITH
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18 de noviembre de 2017
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
267/11813/11/17) Critica dedicada al recientemente fallecido actor argentino Federico Luppi (23/02/1936- 20/10/2017), un intérprete impresionante (mejor no entrar en su polémica vida íntima). En esta cinta trabaja a las órdenes de uno de su realizador fetiche, Adolfo Aristarain (también guioniza aquí), con el actuó en seis ocasiones, drama sugerente, con inteligente carga de crítica y denuncia social, estrenada durante la última dictadura cívico-militar, creando paralelismos entre la poderosa empresa Tulsaco (misma ficticia compañía que aparece en “Un lugar en el mundo”, 1992), y la dictadura argentina, en el modo que explota a su gente, en el miedo en hablar sobre las tropelías contra los trabajadores, en como la exprime y veja aprovechándose de sus necesidades, siendo además significativos los recursos simbólicos de las muertes y sobre todo la mudez sobreimpuesta del protagonista, a modo de “si en la dictadura impera la ley del silencio, utilicémoslo como arma arrojadiza irritante”. Aristarain vuelve con uno de sus mantras, como es la lucha de un hombre contra el poder establecido, su rebelión contra el poder, David contra Goliat, siempre militantes de izquierdas que anhelan cambios. Esto el realizador lo desenvuelve con un ritmo fluido, con trazas de cine negro, en modo thriller, con intriga, suspense, tensión, diálogos jugosos, alabando la integridad y la valentía romántica, atacando los abusos del poder, las duras condiciones laborales en trabajos con riesgo,. Sobresaliendo además de su guión, unas actuaciones superlativas, como la del ya mencionado Luppi, la de un carismático abogado en la piel de un arrollador Julio De Grazia, y la de Jorge Hacker, que en una sola escena sienta cátedra. La película forma parte de una trilogía considerada como la del “Thriller”, junto a “La Parte del León” (1978) y “Los últimos días de la víctima” (1982) forman un tríptico que atacaba el régimen del dictador Videla.

Pedro Bengoa (Federico Luppi), exsindicalista que comienza a trabajar como dinamitero en una mina propiedad de una empresa multinacional, Tulsaco, decide junto a Bruno Di Toro (Ulises Dumont), su compañero de trabajo y viejo compañero de la lucha obrera, lo quiere embarcar en una estafa. Tendrá importancia en la historia la mujer de Pedro, Amanda (Haydée Padilla); Larsen (Julio De Grazia), abogado enredador; y Don Guido Ventura (Jorge Hacker), jefe de Tulsaco.

Con un pulso enérgico, con un crescendo climático excelente, con picos de tensión formidables, componiendo situaciones vibrantes, con ententes fenomenales, con gotas de humor áspero, seco, cortante, y con un rush final muy bien llevado para hacer mella en el espectador. Tiene dos partes diferenciadas, en la primera se aborda la denuncia social, el modo en que obreros son tratados como carne de cañón a la que no importa exponer al peligro con tal de obtener la empresa beneficios, esto mediante la exposición de momentos trágicos mezclados con humor desengrasante ingenioso, mostrando la rutina obrera de modo seco. Siendo nítida la forma en que los jefes se nutren de obreros a los que ponen al borde de la muerte una y otra vez. Esto se puede ver como un epítome que hace Aristarain de su país en plena dictadura, visión desesperanzadora y tétrica, exhibiendo una nación donde los de arriba son unos corruptos buitres que viven de chupar la sangre a la clase trabajadora, para ello nada mejor que reflejar un país que es saqueada su tierra por potencias (empresas) extranjeras, bajo el paraguas de un estado connivente con los ricos.

La segunda parte arranca cuando es el “accidente”, el tono vira hacia el melodrama judicial, donde el protagonista deberá auto-implantarse un código disciplinario para no decir palabra, generando un reguero de situaciones surrealistas, entrando en escena un majestuoso Julio de Grazia, auténtico ejemplo de letrado tiburón, siendo magna primero la secuencia en que es un coloso dominando la situación en el despacho de la Tulsaco y sus abogados, y luego en la brillante escena en que negocian con el jefazo Don Guido Ventura (el que no pierde diez minutos por menos de medio palo), con un trío de actuaciones sublime, glorioso Jorge Hacker dando electricidad y carácter a su rol de magnate (guardián se llama él), un duelo desbordante de chispa e intensidad; Hasta desembocar en un final con tintes cuasi-pesadillescos, en los que la percepción de lo real y lo buñueliano (en el más surrealista de los sentidos)

Federico Luppi encarna con vigor y carácter férreo al protagonista, le infunde valor, nobleza, integridad, en un arco de desarrollo veraz y creíble, espléndido; Julio De Grazia sublime como el ladino abogado que instruye a Bengoa en su intento de estafa, con un donde la palabra adecuada en cada momento, maravillosa su arrogancia y energía electrizante; Jorge Hacker extraordinario en una sola escena, un coloso de carisma y temple soberbio, fabulosa encarnación del poder; Ulises Dumont está algo pasado de vueltas en su rol de amigo de Pedro; Haydée Padilla como la abnegada esposa de Pedro queda algo diluida, sin peso alguno, ni espacio para darle alma.

La puesta en escena rebosa sobriedad y frugalidad, con una cinematografía de Horacio Maira (“La parte del león” o “Últimos días de la víctima”), resulta de tonos apagados macilentos, paseándonos por escenarios poco transitados, semi-desiertos, incluso en las calles, creando sensación de irrealidad en el tramo final.

Como defecto decir que su crítica los empresarios desalmados queda un tanto esquemática, así como la subtrama familiar de Pedro con su padre no aporta algo, más bien parece que en el montaje se perdió metraje que quizás daba algo de sustancia a la misma.

En conjunto me queda una buena muestra de thriller con mensaje combativo-social, a lo que se añaden unas cuantas actuaciones potentes. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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23 de agosto de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Federico Luppi y Adolfo Aristarain hacen generalmente una buena pareja cinematográfica. Uno delante de las cámaras (Luppi) y otro detrás de ellas (Aristarain) ambos han realizado conjuntamente filmes muy destacables en la filmografía Argentina, y la que nos ocupa hoy es una de las más grandes, Tiempo de Revancha (Tiempo de Revancha, 1981). Una película que evoca los mejores momentos del cine negro (género también muy popular en Argentina en los años cuarenta y cincuenta), pero pasándolos por un filtro de denuncia social, muy a la manera argentina. La película forma parte de una trilogía considerada como la del “Thriller”, que junto a La Parte del León (La Parte del León, 1978) y Los últimos días de la víctima (Los últimos días de la víctima, 1982) forman un tríptico que atacaba el régimen del dictador Videla[1]. Además los filmes abrieron la veda para un nuevo “Boom” del nuevo cine negro.

El filme se arranca con una secuencia que parece anticipar el tono de Farsa que va a desarrollar la película (esa hipocresía tan clásica del cine negro; por otra parte nuestro protagonista comparte ese mismo tono que también gastaban los detectives más clásicos del cine negro). Una secuencia navideña, que no tira por la cotidianeidad familiar de dichas fiestas, sino por la pura ironía. Federico Luppi es un personaje de madura edad, que interpreta a un dinamitero en paro, que busca desesperadamente un trabajo. En una entrevista, acepta un peligroso trabajo que carece de cualquier legalidad pero que reporta numerosos beneficios económicos. Mientras se fragua este pacto mortal, la gente en Buenos Aires prepara sus vacaciones navideñas. El tono de opereta bufa se puede palpar en el delicioso ambiente que prepara Aristarain a cada minuto del filme.

Sigue en Spoiler

https://neokunst.wordpress.com/2015/08/23/tiempo-de-revancha-1981/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kyrios
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15 de agosto de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Tiempo de revancha, Adolfo Aristarain parecía querer empezar a ensayar la denuncia social que tan bien le salió unos años después con Un lugar en el mundo. La diferencia es que lo que hacía magistral a la película con Federico Luppi y Cecilia Roth era un guión precioso, lleno de amor y sentimientos. Cosa que aquí no existe por ninguna parte.
La cinta funciona bien hasta el momento posterior al famoso accidente de Pedro Bengoa, pero una vez el protagonista, encarnado por un siempre excelente Luppi (es uno de los mejores actores del mundo), comienza su particular odisea, la película pierde el norte, porque no sabe muy bien lo que quiere ser: si una crítica social a la devoradora inhumanidad de las grandes empresas, una comedia de toda la vida o, directamente, un esperpento valleinclanesco (¡ese final!). Y es una lástima, porque la idea es muy buena y todo ese comienzo de Bengoa y Bruno en la mina es ciertamente excelente, con ese característico dominio del diálogo de Aristarain.

Lo mejor: Federico Luppi y todo el primer tercio de historia en la mina.
Lo peor: Lo mucho que se hunde la película tras ese momento. No la salva ni el gran Ulises Dumont.
Sibila de Delfos
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