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Tiempo de revancha

Thriller. Cine negro El ex-sindicalista Pedro Bengoa, previa "limpieza" de su pasado, consigue trabajo en las minas de la empresa Tulsaco, donde se reencuentra con un antiguo compañero quien, pasado algún tiempo, le propone un plan: simular un accidente y hacerse pasar por mudo para cobrar una indemnización. Pero algo inesperado sucede... (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
17 de mayo de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película argentina, muy bien realizada por Adolfo Aristarain y genialmente interpretada por Federico Luppi, que aquí consiguió fama internacional, Ulises Dumont y el actor que hace del abogado del protagonista y que, francamente, no tengo ni idea de cómo se llama, pero es magnífico.
Su guión es un mecanismo de precisión, donde cabe la crítica social, las corruptelas de las grandes empresas con tal de sacar pingües beneficios, y el cine puramente de intriga.
Habilidosa y con un interés creciente a cada minuto, deja un magnífico sabor de boca, gracias a una milimetrada puesta en escena, con estupendos diálogos y una dirección eficaz en todo momento.
Una película que en su momento causó sensación, y eso que se realizó en plena dictadura militar argentina, y que vista ahora, casi treinta años después, sigue con plena vigencia crítica.
Ignacio Larrea
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18 de marzo de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:

Dos viejos compañeros de sindicato que se reencuentran años después trabajando en una mina traman un plan mediante el cual estafar a la empresa en la que trabajan y así cobrarse viejas deudas. Provocarán una explosión accidental y uno de ellos fingirá quedarse mudo...

Crítica:

La dupla Aristarain—Luppi nunca falla, siempre consiguen multiplicar sus talentos para goze y disfrute del espectador, incluso cuando se le priva a Luppi de la que fue siempre su principal arma, una dicción impecable, sale airoso igualmente cual Douglas Fairbanks coloreado. La película trata sobre el honor personal, sobre la fuerza del ser humano para superar cualquier reto si se lo propone y ante todo es un canto a la rebeldía contra el poder tiránico que ejercen los poderosos ante los más débiles, y es que ésta quizá sea la película más comprometida del director argentino, y eso es mucho decir.

La guerra contra los poderosos está perdida de antemano, pero al menos de cuando en cuando nos apuntamos alguna batalla suelta que sabe a gloria, con o sin papilas gustativas.

Otra obra imprescindible de Aristarain.
triforme
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11 de septiembre de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aristarain da un golpe más feroz y contundente a la sociedad argentina, denunciando el abuso de poder de las grandes empresas y las peligrosas condiciones a las que someten a sus empleados, quienes deben regirse además por un código de silencio, el llegar a romperlo les implicaría una confrontación tipo David y Goliat de la que no saldrán muy bien parados.
Federico Luppi interpreta magistralmente a uno de dichos obreros: Pedro Bengoa, un veterano dinamitero que al conocer el alto riesgo de su oficio en una mina de cobre decide junto a un cómplice iniciar un accidente y fingir que ha perdido la capacidad de hablar, para así lograr que la avariciosa empresa contratante les pague una cuantiosa suma que les permita el escape a una mejor vida.

El golpe no resulta como estuvo planeado en un principio, pero le da la oportunidad al sagaz obrero no solo de pelear por una indemnización justa sino también de exponer las corruptelas que los empresarios han maquinado en las minas; decisión socialmente valedera y justa, pero que terminará por hacer de su vida una amarga pesadilla en la que no se sabe en que momento se destapara la argucia fraguada, y peor aún si se piensa en las represalias que tomaran los poderosos contra su propia vida o la de su familia.

El realizador argentino ahora ya ha adquirido suficiente bagaje (narrativa y presupuestalmente hablando) como para relatar de forma más redonda otra historia de búsqueda vital "por las malas" una odisea que angustiará al personaje central y que jamás dejará limpia su conciencia, no importa cuán metódico este sea, siempre será visto por sus antiguos mandamases como un diminuto e insignificante bicho al que aplastar al menor asomo de un cabo suelto.

Hay una memorable aparición de Julio De Grazia (protagonista de la opera prima de Aristarain) como el artero abogado que instruye a Bengoa en su peculiar ardid.
PierPuccini
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23 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alegoría sobre la realidad argentina durante la dictadura, donde la gente para sobrevivir tenia que quedarse muda o como se dice acá, hacerse la boluda.
Aristarain se sumerge en la historia de este hombre ex sindicalista de vuelta de todo, que no sabe muy bien encajar en ningún lado y ve en un fraude que su amigo le propone hacerle a la minera, su última oportunidad, este consiste en provocar un accidente en uno de los derrumbes y fingir una mudez.
La película está en cuanto a su estética muy por encima del cine argentino de la época, que en general filmaba de forma más desprolija sobre todo una historia de estas características que involucraba explosiones y demás, Aristarain por el contrario se ocupa de que su calidad se note en cada escena.
Interesante también el planteo de cuanto se está dispuesto a perder por librar batalla, cuando el enemigo es mucho más poderoso.
Manuel
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16 de febrero de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiempo de Revancha (1981, Argentina) es sencillamente un peliculón!
Se trata de la historia de Pedro Bengoa, un ex sindicalista que comenzó a trabajar como dinamitero en una multinacional. Una vez ahí, junto a Bruno Di Toro, su compañero de trabajo, simulan un accidente mediante una explosión, donde Di Toro perdería el habla, a fin de negociar una indemnización. El asunto es que Di Toro muere y entonces Bengoa pasa a simular la mudez psicógena.
El director, Adolfo Aristarain, concretó lo que me parece una obra maestra por intermedio de muchos elementos. El principal, obviamente, atañe a la realización, donde destacan sus excelentes diálogos, la muy buena caracterización psicológica de los personajes, las actuaciones magistrales de Federico Luppi y Julio De Grazia, una fotografía melancólica y explícita y un impecable manejo de las transiciones, que permiten desarrollar un nivel de suspenso que sólo logran los grandes y que aumenta como una montaña rusa que parece sólo ir hacia arriba y hacia arriba, lentamente. Pero adicionalmente Aristarain no dejó de hablar. Como Bengoa, el protagonista, el director dice con el silencio y mostró al mundo con este film un buen retrato de la Argentina de aquella dictadura llamada Proceso de Reorganización Nacional, las condiciones de los trabajadores, la corrupción empresarial, la compra de la vida de las personas, la pobreza y, en medio de todo ello, la dignidad.
Pasajero en Transito
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