El infiltrado
6.2
7,578
Thriller
Basada en una historia real ocurrida en los años 80, narra cómo un policía estadounidense se infiltra en una banda de narcos colombianos. Para lograr ese objetivo, Robert Mazur (Bryan Cranston) se infiltrará junto a Kathy Ertz (Diane Kruger), quien fingirá ser su futura esposa y Emir Abreu (John Leguizamo), un policía con métodos poco tradicionales para codearse con la cúpula de la organización criminal y ser parte de la mayor operación ... [+]
23 de octubre de 2016
23 de octubre de 2016
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que Trumbo y All the Way (producida para la TV por HBO), esta película tiene, según mi opinión, una excesiva e innecesaria duración producto de la falta de ingenio de los guionistas pero cuenta al igual que las 2 primeras mencionadas con una extraordinaria actuación de Bryan Cranston. El trabajo de este hombre justifica por sí solo ver este filme lento y carente de nervio.
Parece ser que Breaking Bad fue la única obra en que el producto estaba a la altura de las dotes interpretativas de Cranston. Basado en hechos reales, personalmente esperaba un thriller intenso, con suspenso y tensión pero aquí el resultado es algo así como un telefilme para pasar el rato en un día de lluvia, siempre y cuando uno no tenga nada mejor que hacer.
Insisto, vale la pena verla para disfrutar del histrionismo de un actor que casi, casi... se acerca a la altura de Jake Gyllenhaal o a Matthew McConaughey. Pero de estos mencionados el Sr. Cranston debería tomar ejemplo para elegir mejor los proyectos para los que es contratado.
Parece ser que Breaking Bad fue la única obra en que el producto estaba a la altura de las dotes interpretativas de Cranston. Basado en hechos reales, personalmente esperaba un thriller intenso, con suspenso y tensión pero aquí el resultado es algo así como un telefilme para pasar el rato en un día de lluvia, siempre y cuando uno no tenga nada mejor que hacer.
Insisto, vale la pena verla para disfrutar del histrionismo de un actor que casi, casi... se acerca a la altura de Jake Gyllenhaal o a Matthew McConaughey. Pero de estos mencionados el Sr. Cranston debería tomar ejemplo para elegir mejor los proyectos para los que es contratado.
15 de diciembre de 2016
15 de diciembre de 2016
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando ves a Bryan Cranston de cabeza de cartel de un film que va sobre tráfico de drogas (aunque esta vez haga de policía) y que encima habla de los "narcos" de moda, con Pablo Escobar de telón de fondo, piensas que mal lo tiene que hacer para no ser, al menos, resultona. Por desgracia lo consigue (lo de hacerlo mal) y no se si decir, ser mal film, pero sí muy mal llevado y desaprovechado.
Realizada con el A-B-C más básico del sub-género de agentes infiltrados, con las dudas de corromperse que ni van a ningún lado ni acaban teniendo importancia, con villanos psicópatas instalados en el histrionismo, personajes mal presentados, perfilados y desdibujados, que van y vienen sin que te importe, momentos de tensión entrecortados y sin un ritmo atrayente, ni estructura narrativa clara (ni tan siquiera una base o planteamiento inicial) que te mantenga enganchado ni realmente interesado. Todo volcado a la búsqueda de un final épico, que por todo lo anterior, aún siendo de lo mejor del film, pincha. Se salva su trabajada fotografía y Bryan Cranston, aunque por si sólo no vale para compensar el resto de elementos. Quiero pensar, que alguien le pegó tijeretazos a lo que se hizo, porque con unos ingredientes más que decentes y fáciles de cocinar, le ha salido un plato muy decepcionante.
Realizada con el A-B-C más básico del sub-género de agentes infiltrados, con las dudas de corromperse que ni van a ningún lado ni acaban teniendo importancia, con villanos psicópatas instalados en el histrionismo, personajes mal presentados, perfilados y desdibujados, que van y vienen sin que te importe, momentos de tensión entrecortados y sin un ritmo atrayente, ni estructura narrativa clara (ni tan siquiera una base o planteamiento inicial) que te mantenga enganchado ni realmente interesado. Todo volcado a la búsqueda de un final épico, que por todo lo anterior, aún siendo de lo mejor del film, pincha. Se salva su trabajada fotografía y Bryan Cranston, aunque por si sólo no vale para compensar el resto de elementos. Quiero pensar, que alguien le pegó tijeretazos a lo que se hizo, porque con unos ingredientes más que decentes y fáciles de cocinar, le ha salido un plato muy decepcionante.
2 de diciembre de 2016
2 de diciembre de 2016
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
231/27(30/11/16) Inane film del director Brad Furman, nada aporta a la clásica historia del infiltrado en grupo criminal, se ve con la misma facilidad que se olvida, cinta del montón, tan correcta como insípida. Escrita por la madre del realizador, Ellen Brown Furman, se basa en la autobiografía del mismo nombre de Robert Mazur, agente especial de Aduanas, quien en la década de 1980 infiltrándose en los ambientes mafiosos de Miami ayudó a acabar con una organización de lavado de dinero internacional. El Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), gozó de alto prestigio durante algunas décadas, a finales de 1980, se supo que “su solidez financiera se sostenía sobre un entramado de negocios ilegales que usaba a la institución para lavar dinero”, entre sus principales clientes, tenía al Cartel de Medellín, por entonces, la más poderosa organización de tráfico de cocaína en el mundo entero, comandada por Pablo Escobar Gaviria. Para intentar terminar con este delito se gestó la operación C-Chase, surgió del Servicio de Inteligencia Antinarcóticos de los EEUU, para la cual se preparó al agente especial Robert Mazur, propósito infiltrarse en el Cartel asumiendo la identidad de un hombre ya fallecido, Robert Musella, y caracterizándose como un multimillonario dispuesto a lavar dinero a través de Southern Air Transport, según él, se movía con compañías absolutamente legales. En una operación que duraría dos años, el agente entraría, luego, en contacto con las directivas del BCCI, al igual que con Gerardo Moncada, el encargado de las finanzas del Cartel de Medellín. Es una cinta sin alma, parece hecho con el piloto automático, nada arriesga, solo apreciable por la gran interpretación del “Breeaking Bad” Bryan Cranston, especializado últimamente en personajes reales, Trumbo, Lyndon B. Johnson y ahora Robert Mazurr.
La producción carece de nervio, de garra, de frescura, todo lo que vemos parece ya muy sobrado, tienes la sensación de un continuo deja vú, con además situaciones copiadas de otros films del género (el beso de la muerte de “El padrino”, montaje a lo Scorsese,...), asimismo su duración es excesiva para lo que cuenta, cayendo en la redundancia, en lo remasticado, por estar falta, está de acción que la gaga más ágil, se entretienen en una relaciones interpersonales que se mueven con diálogos forzados, maniqueos, que quieren empujarte a sentir algo que no sentirás, la película escasea en intensidad, en tensión, todo sucede linealmente, sin apenas sobresaltos, llegando a un clímax anticlimático, con situaciones que rozan el ridículo. Lo que no carece es de tópicos y clichés mil, no se explotan las vertientes que lo piden a gritos, como es la relación entre el protagonista y su mujer, muy liviana su relación, sin conexión alguna, quiere el realizador darle su minuto de gloria enfrentándola a la novia ficticia de su marido, y queda sonrojante, nulo favor le hacen. No hay complejidad en los comportamientos, todo sucede conforme a un patrón desasistido de vibración alguna, con personajes planos, sin ambigüedad, sin dilemas morales, todo muy blanco y lo peor previsible, perdón, lo peor es que cae en tramos de tedio. Donde se entrevé que quieren trazar la emotividad es en la relación de la ficticia pareja Mussella y Kathy, con los Alcaino, Gloria y Roberto (subalterno de Pablo Escobar), los sentimiento de culpa por querer meterlos en chirona, pues esto queda expuesto en escenas maniqueas, charlas que solo van en una dirección, versando sobre la amistad y la confianza, no hay dimensión de camaradería realista entre ellos. Personajes que no se qué pintan o que aportan más que rellenar minutos, como la tía Vicky (Olimpia Dukakis), en una secuencia entre estridente y caricaturesca, como poco y fuera de lugar, o los personajes de los excelentes Amy Ryan y Jason Isaacs, totalmente prescindibles, y es que al aparecer desvían la atención pensando el espectador (o sea, yo), que van a tener peso en la trama y es entre nada y cero. Todo lo dicho se suma en que no hay una sola escena que perdure en la memoria tras los créditos finales.
Bryan Cranston es lo único meritorio del film, muy bien caracterizado en los ochenta, con el bigote, su pelo cardado y los trajes, demostrando fuerte personalidad, carisma, solidez expresiva, pero todo incrustado en un argumento que en algún momento le hace desbarrar en incoherencias orgánicas, no me creo que reniegue de la prostituta que le ofrecen, como me resulta grotesco y fachoso el modo de reaccionar con un camarero a lo Joe Pesci en “Goodfellas”, par ano destaparse, flojea en estas situaciones. John Leguizamo cumple con lo que se espera de él, o sea, histrionismo constante. Dianae Kruger es tan bella como fría y distante. Benjamin Bratt está correcto, sin más. A destacar el pomposo Yul Vázquez como un estrafalario contable mafioso, todo de blanco, sobrero alado, y un aparatoso chal, adornado con un amaneramiento desproporcionado. Por lo que toca por español reseñar la presencia de los intérpretes Simón Andreu, Elena Anaya y Rubén Ochandiano, los dos primeros lucen poco, Rubén deja algo más de personalidad.
Total, hay una apreciable ambientación, gracias al apreciable diseño de producción de Crispian Sallis (“Aliens” o “Gladiator”), recreaeando con esmero los ochenta, esto acentuado por la fotografía granulada de Joshua Reis (“The Lincoln Lawyer”), en el apwartado musical sobresalen temas de la época de The Who, Leonard Cohen o Curtis Mayfield. Pero todo en medio de una cinta que note mueve a sentimiento alguno, no empatizas con nadie, te da igual lo que les pase., derivando en mi sensación de que le estoy dedicando demasiado tiempo a escribir de ella así que... Fuerza y honor!!!
La producción carece de nervio, de garra, de frescura, todo lo que vemos parece ya muy sobrado, tienes la sensación de un continuo deja vú, con además situaciones copiadas de otros films del género (el beso de la muerte de “El padrino”, montaje a lo Scorsese,...), asimismo su duración es excesiva para lo que cuenta, cayendo en la redundancia, en lo remasticado, por estar falta, está de acción que la gaga más ágil, se entretienen en una relaciones interpersonales que se mueven con diálogos forzados, maniqueos, que quieren empujarte a sentir algo que no sentirás, la película escasea en intensidad, en tensión, todo sucede linealmente, sin apenas sobresaltos, llegando a un clímax anticlimático, con situaciones que rozan el ridículo. Lo que no carece es de tópicos y clichés mil, no se explotan las vertientes que lo piden a gritos, como es la relación entre el protagonista y su mujer, muy liviana su relación, sin conexión alguna, quiere el realizador darle su minuto de gloria enfrentándola a la novia ficticia de su marido, y queda sonrojante, nulo favor le hacen. No hay complejidad en los comportamientos, todo sucede conforme a un patrón desasistido de vibración alguna, con personajes planos, sin ambigüedad, sin dilemas morales, todo muy blanco y lo peor previsible, perdón, lo peor es que cae en tramos de tedio. Donde se entrevé que quieren trazar la emotividad es en la relación de la ficticia pareja Mussella y Kathy, con los Alcaino, Gloria y Roberto (subalterno de Pablo Escobar), los sentimiento de culpa por querer meterlos en chirona, pues esto queda expuesto en escenas maniqueas, charlas que solo van en una dirección, versando sobre la amistad y la confianza, no hay dimensión de camaradería realista entre ellos. Personajes que no se qué pintan o que aportan más que rellenar minutos, como la tía Vicky (Olimpia Dukakis), en una secuencia entre estridente y caricaturesca, como poco y fuera de lugar, o los personajes de los excelentes Amy Ryan y Jason Isaacs, totalmente prescindibles, y es que al aparecer desvían la atención pensando el espectador (o sea, yo), que van a tener peso en la trama y es entre nada y cero. Todo lo dicho se suma en que no hay una sola escena que perdure en la memoria tras los créditos finales.
Bryan Cranston es lo único meritorio del film, muy bien caracterizado en los ochenta, con el bigote, su pelo cardado y los trajes, demostrando fuerte personalidad, carisma, solidez expresiva, pero todo incrustado en un argumento que en algún momento le hace desbarrar en incoherencias orgánicas, no me creo que reniegue de la prostituta que le ofrecen, como me resulta grotesco y fachoso el modo de reaccionar con un camarero a lo Joe Pesci en “Goodfellas”, par ano destaparse, flojea en estas situaciones. John Leguizamo cumple con lo que se espera de él, o sea, histrionismo constante. Dianae Kruger es tan bella como fría y distante. Benjamin Bratt está correcto, sin más. A destacar el pomposo Yul Vázquez como un estrafalario contable mafioso, todo de blanco, sobrero alado, y un aparatoso chal, adornado con un amaneramiento desproporcionado. Por lo que toca por español reseñar la presencia de los intérpretes Simón Andreu, Elena Anaya y Rubén Ochandiano, los dos primeros lucen poco, Rubén deja algo más de personalidad.
Total, hay una apreciable ambientación, gracias al apreciable diseño de producción de Crispian Sallis (“Aliens” o “Gladiator”), recreaeando con esmero los ochenta, esto acentuado por la fotografía granulada de Joshua Reis (“The Lincoln Lawyer”), en el apwartado musical sobresalen temas de la época de The Who, Leonard Cohen o Curtis Mayfield. Pero todo en medio de una cinta que note mueve a sentimiento alguno, no empatizas con nadie, te da igual lo que les pase., derivando en mi sensación de que le estoy dedicando demasiado tiempo a escribir de ella así que... Fuerza y honor!!!
18 de diciembre de 2016
18 de diciembre de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Otra película más sobre narcotraficantes que no tiene nada nuevo ni interesante que contar o mostrar. Tiene energía, pero ni esa parece propia.
-Este pastiche de Furman se ve bien, entretiene gracias a una vibrante interpretación de Bryan Cranston.
Tras entregar un fracaso como “Runner Runner”, que al menos dejaba otra prueba más de que Ben Affleck sabe actuar, Brad Furman repite en el thriller pero en un contexto diferente y que está muy de moda ahora mismo, el narcotráfico. Después de que Netflix rompiera moldes con su serie, “Narcos”, y ahora que ha conseguido crear toda esa beneficiosa polémica con el anuncio gigantesco de “Blanca Navidad”, todo el mundo está deseando hacer películas sobre drogas, en especial si como es el caso, están relacionadas con Escobar y basadas en hechos reales. Para ello, la madre de Furman y ahora guionista debutante, Ellen Brown Furman, adapta la novela autobiográfica de Robert Mazur, un policía estadounidense que se infiltró como blanqueador para los narcotraficantes colombianos. Para ponerse en su piel está Bryan Cranston, le siguen -entre otros-: John Leguizamo, Diane Kruger, Joseph Gilgun, Benjamin Bratt y Rubén Ochandiano. Veamos si merece la pena este llamativo estreno.
Furman entrega una película totalmente corriente, que transita sobre una estructura vista mil veces y sin pizca de identidad propia. El guion es un cúmulo de clichés y lugares comunes que dan forma a una trama poco interesante, a ésto se suman las apariciones constantes de unos personajes secundarios a cual más plano e incluso caricaturesco. El espectador debe conformarse con algunos detalles y un par de escenas de interés que profundizan en la vida de una persona infiltrada, aunque lo hacen de una forma más curiosa que sorprendente o psicológica. Llama la atención el gusto de Furman al ambientar el filme, que recuerda a “American Hustle”; aunque realmente toda la película es una mezcolanza de estilos entre Scorsese, O.Russell, De Palma, etc. “The Infiltrator” es una ironía de farsa, papel pintado bajo el que no encontramos nada, pero tiene ritmo y se ve bastante bien. La razón de seguir en la sala es el electrizante trabajo de Bryan Cranston, sobre el que descansa este decepcionante trabajo. El intérprete reafirma su capacidad de mudar de hombre corriente a jefazo criminal, aunque aquí los matices son diferentes a sus trabajos anteriores. Por otro lado el papel le da la oportunidad de mostrar el modo de introducirse en un personaje. Lo mejor de la película llega en los últimos minutos, con la escena de la boda, no es que sea un final excelente o inesperado, pero desde luego es más interesante que todo lo precedente.
Brad Furman fracasa de nuevo, porque todo lo que vemos u oímos en “The Infiltrator”, es una fotocopia de peor calidad. Lo único auténtico es Cranston, es una delicia cada segundo que aparece en pantalla, pero no es suficiente para sacar adelante esta mímesis convencional, plana y de ritmos prestados.
-Este pastiche de Furman se ve bien, entretiene gracias a una vibrante interpretación de Bryan Cranston.
Tras entregar un fracaso como “Runner Runner”, que al menos dejaba otra prueba más de que Ben Affleck sabe actuar, Brad Furman repite en el thriller pero en un contexto diferente y que está muy de moda ahora mismo, el narcotráfico. Después de que Netflix rompiera moldes con su serie, “Narcos”, y ahora que ha conseguido crear toda esa beneficiosa polémica con el anuncio gigantesco de “Blanca Navidad”, todo el mundo está deseando hacer películas sobre drogas, en especial si como es el caso, están relacionadas con Escobar y basadas en hechos reales. Para ello, la madre de Furman y ahora guionista debutante, Ellen Brown Furman, adapta la novela autobiográfica de Robert Mazur, un policía estadounidense que se infiltró como blanqueador para los narcotraficantes colombianos. Para ponerse en su piel está Bryan Cranston, le siguen -entre otros-: John Leguizamo, Diane Kruger, Joseph Gilgun, Benjamin Bratt y Rubén Ochandiano. Veamos si merece la pena este llamativo estreno.
Furman entrega una película totalmente corriente, que transita sobre una estructura vista mil veces y sin pizca de identidad propia. El guion es un cúmulo de clichés y lugares comunes que dan forma a una trama poco interesante, a ésto se suman las apariciones constantes de unos personajes secundarios a cual más plano e incluso caricaturesco. El espectador debe conformarse con algunos detalles y un par de escenas de interés que profundizan en la vida de una persona infiltrada, aunque lo hacen de una forma más curiosa que sorprendente o psicológica. Llama la atención el gusto de Furman al ambientar el filme, que recuerda a “American Hustle”; aunque realmente toda la película es una mezcolanza de estilos entre Scorsese, O.Russell, De Palma, etc. “The Infiltrator” es una ironía de farsa, papel pintado bajo el que no encontramos nada, pero tiene ritmo y se ve bastante bien. La razón de seguir en la sala es el electrizante trabajo de Bryan Cranston, sobre el que descansa este decepcionante trabajo. El intérprete reafirma su capacidad de mudar de hombre corriente a jefazo criminal, aunque aquí los matices son diferentes a sus trabajos anteriores. Por otro lado el papel le da la oportunidad de mostrar el modo de introducirse en un personaje. Lo mejor de la película llega en los últimos minutos, con la escena de la boda, no es que sea un final excelente o inesperado, pero desde luego es más interesante que todo lo precedente.
Brad Furman fracasa de nuevo, porque todo lo que vemos u oímos en “The Infiltrator”, es una fotocopia de peor calidad. Lo único auténtico es Cranston, es una delicia cada segundo que aparece en pantalla, pero no es suficiente para sacar adelante esta mímesis convencional, plana y de ritmos prestados.
24 de mayo de 2017
24 de mayo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es correcta, cuenta un caso real, pero es aburrida. Sí que hay varias muertes a quemarropa, pero son muertes sin acción previa, ajusticiamientos. Uno espera que en una peli de narcotraficantes, haya muchos tiroteos, persecuciones, y similares. Es perdonable, si se antepone la veracidad de los hechos.
Al final de la película, aparecen fotos de los protagonistas reales de la historia. Llama la atención que los actores y actrices sean tan guapos en comparación con ellos. Ya ni siquiera los malos pueden ser feos en las pelis. A lo que hemos llegado...
Entretiene, pero la historia que cuenta no es atractiva.
Al final de la película, aparecen fotos de los protagonistas reales de la historia. Llama la atención que los actores y actrices sean tan guapos en comparación con ellos. Ya ni siquiera los malos pueden ser feos en las pelis. A lo que hemos llegado...
Entretiene, pero la historia que cuenta no es atractiva.
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