Carros de fuego
7.0
32,330
20 de enero de 2011
20 de enero de 2011
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Cerrando los ojos podemos recordar a aquellos hombres jóvenes, con esperanzas en sus corazones... y alas en sus pies"
Una historia magnífica sobre el deporte, concretamente sobre el atletismo británico. Un relato que se centra en la vida de cómo estos deportistas se preparan para competir en los Juegos Olímpicos de París de 1924. El relato se centra principalmente en dos atletas de diferentes clases sociales: Harold Abrahams (Ben Cross) y Eric Liddell (Ian Charleson).
El director Hugh Hudson logra retratar la dura vida de un deportista de una forma excelente que el espectador verá a través de los dos protagonistas mencionados. Son preciosos los pequeños detalles en los que Hudson ha querido empeñarse para que el espectador vea, por ejemplo, todo el previo que hay antes de la carrera o los momentos de silencio en los que no sabes que piensan mientras están en el vestuario, o el simple detalle de ver como cavan un agujero en el suelo para meter sus pies y lograr un mayor impulso a la hora de la salida.
Con una escena memorable de apertura preciosa que nos muestra a los atletas corriendo por la orilla de la playa, irá enfocando uno por uno a todos ellos mientras a su vez, escuchamos el tema “Titles” de Vangelis. Es curioso, porque en una simple escena nos muestran a todos los protagonistas de una estacada, los cuales iremos conociendo a través de un largo flashback que dará comienzo tras un discurso en Londres en 1978, en el funeral de Harold Abrahams.
Me ha encantado que una película como esta se haya realizado por actores semi-desconocidos que han sabido aprovechar su oportunidad realizando una más que notable actuación. Es evidente que el peso de la película recae en los actores Cross y Charleson encarnando a Harold Abrahams y Eric Liddell, respectivamente. El primero es un hombre que quiere alcanzar la fama y desea con toda su alma poder llegar a ganar los Juegos Olímpicos. Con una personalidad marcada al ser judío, sentirá siempre la sensación de inferioridad la cual querrá siempre superar. El segundo (Eric Liddell), es un cristiano evangélico, misionero y famoso jugador de rugby que vuelve a Escocia para entrenarse para los Juegos Olímpicos. De carácter humilde, hay que decir que pese a ser un gran corredor, para él tiene más importancia Dios, llegando a anteponer a la Iglesia antes que el atletismo. Las interpretaciones de algunos actores secundarios también son bastante destacables. Por ejemplo Nigel Havers, quien da vida al Lord Andrew Lindsay, realiza una notable actuación que le valió ser nominado a un BAFTA al mejor artista.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)
Una historia magnífica sobre el deporte, concretamente sobre el atletismo británico. Un relato que se centra en la vida de cómo estos deportistas se preparan para competir en los Juegos Olímpicos de París de 1924. El relato se centra principalmente en dos atletas de diferentes clases sociales: Harold Abrahams (Ben Cross) y Eric Liddell (Ian Charleson).
El director Hugh Hudson logra retratar la dura vida de un deportista de una forma excelente que el espectador verá a través de los dos protagonistas mencionados. Son preciosos los pequeños detalles en los que Hudson ha querido empeñarse para que el espectador vea, por ejemplo, todo el previo que hay antes de la carrera o los momentos de silencio en los que no sabes que piensan mientras están en el vestuario, o el simple detalle de ver como cavan un agujero en el suelo para meter sus pies y lograr un mayor impulso a la hora de la salida.
Con una escena memorable de apertura preciosa que nos muestra a los atletas corriendo por la orilla de la playa, irá enfocando uno por uno a todos ellos mientras a su vez, escuchamos el tema “Titles” de Vangelis. Es curioso, porque en una simple escena nos muestran a todos los protagonistas de una estacada, los cuales iremos conociendo a través de un largo flashback que dará comienzo tras un discurso en Londres en 1978, en el funeral de Harold Abrahams.
Me ha encantado que una película como esta se haya realizado por actores semi-desconocidos que han sabido aprovechar su oportunidad realizando una más que notable actuación. Es evidente que el peso de la película recae en los actores Cross y Charleson encarnando a Harold Abrahams y Eric Liddell, respectivamente. El primero es un hombre que quiere alcanzar la fama y desea con toda su alma poder llegar a ganar los Juegos Olímpicos. Con una personalidad marcada al ser judío, sentirá siempre la sensación de inferioridad la cual querrá siempre superar. El segundo (Eric Liddell), es un cristiano evangélico, misionero y famoso jugador de rugby que vuelve a Escocia para entrenarse para los Juegos Olímpicos. De carácter humilde, hay que decir que pese a ser un gran corredor, para él tiene más importancia Dios, llegando a anteponer a la Iglesia antes que el atletismo. Las interpretaciones de algunos actores secundarios también son bastante destacables. Por ejemplo Nigel Havers, quien da vida al Lord Andrew Lindsay, realiza una notable actuación que le valió ser nominado a un BAFTA al mejor artista.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es evidente que Vangelis aumenta la calidad de la película con sus composiciones y que a día de hoy, algunos temas como el ya nombrado antes titulado “Titles”, pertenecen a eso que llamamos “memoria colectiva”. Un tema que va ligado al deporte y que ha sido utilizado en reiteradas ocasiones para hacer promoción a otras disciplinas como el fútbol. Hermoso tema y posiblemente junto a “Blade Runner” (1982) y “1492: La conquista del paraíso” (1992), lo mejor que el compositor griego ha realizado para el cine.
Es una lástima que tras mirar posteriormente la filmografía de Ian Charleson haya visto que dicho actor falleció al cabo de siete años por una septicemia, una enfermedad originada por virus del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Me picaba la curiosidad saber que más cosas había hecho este gran actor, el cual veo que no gozó de muchas más oportunidades como protagonista.
Poco más que decirles de esta oscarizada película en la que la única pega que le veo es que es un poco liosa al principio al no saber presentar correctamente a los dos personajes los primeros minutos. Por lo demás, es una película que han de ver algún día, tanto por su historia que es muy bonita como por su música, que también lo es.
Es una lástima que tras mirar posteriormente la filmografía de Ian Charleson haya visto que dicho actor falleció al cabo de siete años por una septicemia, una enfermedad originada por virus del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). Me picaba la curiosidad saber que más cosas había hecho este gran actor, el cual veo que no gozó de muchas más oportunidades como protagonista.
Poco más que decirles de esta oscarizada película en la que la única pega que le veo es que es un poco liosa al principio al no saber presentar correctamente a los dos personajes los primeros minutos. Por lo demás, es una película que han de ver algún día, tanto por su historia que es muy bonita como por su música, que también lo es.
14 de agosto de 2008
14 de agosto de 2008
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
CARROS DE FUEGO (TEMPLANZA)
A.- RAZONES QUE HACEN ATRACTIVOS O REPELENTES A LOS PROTAGONISTAS:
Eric Liddel, un misionero en China que deja el rugby para hacerse corredor al llegar a Cambridge. Es una persona con profundas creencias religiosas y con un gran sentido del compañerismo. Lo hace para ofrecerlo a Dios “él me hizo rápido para complacerle” dice. A este sentido religioso hace referencia el título, los carros de fuego voladores que aparecen en el Antiguo Testamento. Es un cristiano “satisfecho en Dios” lo que se puede apreciar cuando corre, lo que le da una tremenda fuerza interior. Muy congruente con su fe, no está dispuesto a dejarla de lado y coger el camino fácil en ningún momento.
Harold Abrahams, judío, es otra persona que se plantea la “búsqueda y conquista de lo excepcional”, presenta una duda continua reflejada en el diálogo con su novia “No corro para ser derrotado. Si no gano, no corro”. “Pero si no corres no puedes ganar” le contesta su novia Sybil Gordon. “¿Qué esperanza puedo tener ahora’”, “La de ganar la próxima vez” le apunta de nuevo su novia. Es la presión continua de un hombre comprometido con una tarea concreta y sus ansias por hacerla bien, por llegar a la excelencia poniendo los medios necesarios, meta que él concreta en ganar las pruebas de las VIII Olimpiadas de 1924 en París. Quizás una manera de sobreponerse a sus complejos: un judío decidido a demostrar la valía de su raza y una persona que “con 24 años no ha conocido la satisfacción” como le dice a su amigo Eric. Es un ejemplo absoluto de trabajo esforzado y bien hecho, focalizado a la obtención de una meta, a veces con demasiada obsesión. “Voy siempre detrás de algo que no sé lo que es todavía”.
Andrew Lindsey, amigo fiel que es capaz de renunciar a su especialidad, los 400 metros, para que pueda correr su amigo Eric en un día distinto al domingo, día del Señor.
El espíritu de superación de cada uno de sus personajes queda latente y se transmite de una forma magistral. La tenacidad, la lealtad, la amplitud de miras, la necesidad de compartir los triunfos y sacar consecuencias útiles de los fracasos y en medio la templanza, la fortaleza, el equilibrio, la conciliación y la adaptación a las circunstancias.
La dedicación, integridad y sacrificio son valores que propone esta película como fundamentales para triunfar en la vida. “Eres una persona valiente, comprensiva y satisfecha. Ese es tu secreto” dice Liddel a su amigo. Es la voluntad de ser congruente y de saberse vencer y sobreponerse con determinación a los problemas y las adversidades que se nos puedan presentar. Y ese mensaje es atractivo y se puede ver cómo el triunfo final viene después de haberse entregado con pasión a la tarea propuesta, lejos de la comodidad, de la molicie y de la chapuza que tan de moda en la sociedad actual que enaltece todo lo contrario, el triunfo sin esfuerzo y el engaño para triunfar.
A.- RAZONES QUE HACEN ATRACTIVOS O REPELENTES A LOS PROTAGONISTAS:
Eric Liddel, un misionero en China que deja el rugby para hacerse corredor al llegar a Cambridge. Es una persona con profundas creencias religiosas y con un gran sentido del compañerismo. Lo hace para ofrecerlo a Dios “él me hizo rápido para complacerle” dice. A este sentido religioso hace referencia el título, los carros de fuego voladores que aparecen en el Antiguo Testamento. Es un cristiano “satisfecho en Dios” lo que se puede apreciar cuando corre, lo que le da una tremenda fuerza interior. Muy congruente con su fe, no está dispuesto a dejarla de lado y coger el camino fácil en ningún momento.
Harold Abrahams, judío, es otra persona que se plantea la “búsqueda y conquista de lo excepcional”, presenta una duda continua reflejada en el diálogo con su novia “No corro para ser derrotado. Si no gano, no corro”. “Pero si no corres no puedes ganar” le contesta su novia Sybil Gordon. “¿Qué esperanza puedo tener ahora’”, “La de ganar la próxima vez” le apunta de nuevo su novia. Es la presión continua de un hombre comprometido con una tarea concreta y sus ansias por hacerla bien, por llegar a la excelencia poniendo los medios necesarios, meta que él concreta en ganar las pruebas de las VIII Olimpiadas de 1924 en París. Quizás una manera de sobreponerse a sus complejos: un judío decidido a demostrar la valía de su raza y una persona que “con 24 años no ha conocido la satisfacción” como le dice a su amigo Eric. Es un ejemplo absoluto de trabajo esforzado y bien hecho, focalizado a la obtención de una meta, a veces con demasiada obsesión. “Voy siempre detrás de algo que no sé lo que es todavía”.
Andrew Lindsey, amigo fiel que es capaz de renunciar a su especialidad, los 400 metros, para que pueda correr su amigo Eric en un día distinto al domingo, día del Señor.
El espíritu de superación de cada uno de sus personajes queda latente y se transmite de una forma magistral. La tenacidad, la lealtad, la amplitud de miras, la necesidad de compartir los triunfos y sacar consecuencias útiles de los fracasos y en medio la templanza, la fortaleza, el equilibrio, la conciliación y la adaptación a las circunstancias.
La dedicación, integridad y sacrificio son valores que propone esta película como fundamentales para triunfar en la vida. “Eres una persona valiente, comprensiva y satisfecha. Ese es tu secreto” dice Liddel a su amigo. Es la voluntad de ser congruente y de saberse vencer y sobreponerse con determinación a los problemas y las adversidades que se nos puedan presentar. Y ese mensaje es atractivo y se puede ver cómo el triunfo final viene después de haberse entregado con pasión a la tarea propuesta, lejos de la comodidad, de la molicie y de la chapuza que tan de moda en la sociedad actual que enaltece todo lo contrario, el triunfo sin esfuerzo y el engaño para triunfar.
23 de octubre de 2011
23 de octubre de 2011
56 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he vuelto a ver. Sí, una buena película, es más: una obra maestra... pero de tres minutos. Luego se repite, no se vuelve a hacer o se imita, se repite sin más en los títulos de créditos finales, o sea que no cuenta.
Si dura 123 minutos, y quitamos los 3 últimos que son repes, nos quedan 120 minutos para valorar.
3 minutos de obra maestra.
117 minutos malos hasta decir basta.
O sea, tenemos el 2,5% con una nota de 10 = 0,25 points.
Y el 97,5% con una nota de 2 = 1,95 points.
0,25 + 1,95 = 2,2
Vamos, que por mucho que uno siga viendo esos 3 fastuosos minutos en Youtube, sigue siendo mala, para qué vamos a engañarnos.
Si dura 123 minutos, y quitamos los 3 últimos que son repes, nos quedan 120 minutos para valorar.
3 minutos de obra maestra.
117 minutos malos hasta decir basta.
O sea, tenemos el 2,5% con una nota de 10 = 0,25 points.
Y el 97,5% con una nota de 2 = 1,95 points.
0,25 + 1,95 = 2,2
Vamos, que por mucho que uno siga viendo esos 3 fastuosos minutos en Youtube, sigue siendo mala, para qué vamos a engañarnos.
10 de julio de 2009
10 de julio de 2009
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo sinceramente que carros de fuego es la película deportiva clásica por excelencia. En este oscarizado film de Hugh Hudson, se puede respirar espíritu de superación, espíritu de compañerismo y espíritu de diversión, que creo que son los valores más importantes que el deporte tiene en mi opinión.
A destacar que en las carreras, sobre todo las importantes, el director no se adorna como pasaría en muchas películas de hoy en día, para darle mas espectacularidad.
Los protagonistas, movidos cada uno por unas motivaciones diferentes e interpretadas de una manera fantástica por Ben Cross e Ian Charleson, quieren demostrar al mundo, a Dios, y a ellos mismos que son los hombres más rápidos sobre la faz de la tierra y valla si lo consiguen.
Que decir de la música, con un tema principal de Vangelis que ha pasado a la historia, que todo el mundo ha escuchado alguna vez. Porque en mi opinión un buen tema principal es tan importante como un buen papel protagonista.
Si encima tenemos en cuenta que todo esta basado en hechos reales, hace de la historia algo más bonito.
A destacar que en las carreras, sobre todo las importantes, el director no se adorna como pasaría en muchas películas de hoy en día, para darle mas espectacularidad.
Los protagonistas, movidos cada uno por unas motivaciones diferentes e interpretadas de una manera fantástica por Ben Cross e Ian Charleson, quieren demostrar al mundo, a Dios, y a ellos mismos que son los hombres más rápidos sobre la faz de la tierra y valla si lo consiguen.
Que decir de la música, con un tema principal de Vangelis que ha pasado a la historia, que todo el mundo ha escuchado alguna vez. Porque en mi opinión un buen tema principal es tan importante como un buen papel protagonista.
Si encima tenemos en cuenta que todo esta basado en hechos reales, hace de la historia algo más bonito.
9 de febrero de 2014
9 de febrero de 2014
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
la gran sorpresa de los Oscar de 1981. En esa edición se impuso en el Óscar a la mejor película contra todo pronóstico. El tiempo ha jugado a favor de ella: su pulcritud sigue siendo su mejor baza. No es infrecuente que las realizaciones muy cuidadas se concentres más en los aspectos formales y dejen de lado el desarrollo de los personajes.
Pero "Carros de fuego" mantiene el interés porque sus corredores no son meros soldados de plomo; en su búsqueda del triunfo subyace los motivos últimos de tal empeño y ello de traduce en unos protagonistas de carne y hueso, muy bien caracterizados por actores algo desconocidos pero no por ello menos excelentes. Su banda sonora ha pasado por méritos propios a la historia, quizá nunca una cinta se ha mantenido tan dependiente de la música que la acompaña
Es una cinta entretenida, por momentos excelente y en la su pretendido aire de profundidad no supone merma alguna en el acabado final: forma y fondo se conjugan de manera sorprendente
Pero "Carros de fuego" mantiene el interés porque sus corredores no son meros soldados de plomo; en su búsqueda del triunfo subyace los motivos últimos de tal empeño y ello de traduce en unos protagonistas de carne y hueso, muy bien caracterizados por actores algo desconocidos pero no por ello menos excelentes. Su banda sonora ha pasado por méritos propios a la historia, quizá nunca una cinta se ha mantenido tan dependiente de la música que la acompaña
Es una cinta entretenida, por momentos excelente y en la su pretendido aire de profundidad no supone merma alguna en el acabado final: forma y fondo se conjugan de manera sorprendente
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