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Crash: Extraños placeres

Drama. Thriller Una noche, James Ballard estrella su coche contra el de Helen y ambos son ingresados en un hospital. Lo sorprendente es que inmediatamente después del choque los dos experimentaron una extraña atracción mutua. A partir de entonces, la vida de James se precipitará hacia un mundo oscuro y prohibido, dominado por el peligro, el sexo y la muerte. (FILMAFFINITY)
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9
17 de mayo de 2021 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para hablar de “Crash”, la película, debo remitirme a la novela que la sustenta, escrita por el Inglés J.G. Ballard.
La “Crash” (1973) de Ballard, es un ejercicio de metaficción enmarcado en un mundo “real” donde la tecnología se ha insertado en las venas de sus habitantes, una metáfora que no debe ser leída literalmente, pues empaña de alegoría la historia tecno-humana que Ballard nos relata: el alma perdida de una sociedad abocada a llamados psicopatológicos causados por la tecnología. (Una curiosidad presente: gente desayuna, almuerza y cena con un teléfono al lado, es la norma en el siglo XXI.) La historia nos narra la inmersión de un creativo de televisión que se ve inmiscuido en un grupo de tecnómanos amantes a las colisiones de automóviles.
La prosa de Ballard es descaradamente vulgar y pornográfica, y él mismo lo aclara al decir: “La pornografía es la forma narrativa más interesante políticamente, pues muestra cómo nos manipulamos, explotamos los unos a otros de la manera más compulsiva y despiadada”. Y "Crash” es así, página a página, párrafo a párrafo, línea a línea, palabra a palabra: compulsiva y despiadada. Resguarda en su interior una violencia, sospechosamente calmada, para narrar un viaje frenético de choques salvajemente sexuales, que nos adentran en el alma de personajes, despiadadamente grotescos y perversos.
La fuente Ballardiana sirve de inspiración a un Cronenberg poco inspirado, pero sí abocado a rescatar el espíritu que Ballard nos quiere estampar.

Ahora bien, tanto novela como filme, son protagonizados por el personaje Ballard, un burgués y vulgar director de televisión que mata el aburrimiento desbocando su deseo sexual en las amantes de turno; que de no llegar a tenerlas, es capaz de inventárselas.

A Ballard da vida, ese actor tan interesante que es (o fue) James Spader, de una carrera disímil dirigida a personajes oscuros de dobles morales y éticas endebles, vienen a mi memoria el conflictuado abogado sádico de "La Secretaria" (2002) y el asesino reformado de "The Black List”. Spader, le imprime a Ballard, personaje, una parsimonia de estatua a los eventos de su vida.
En general, los personajes en la película de Cronenberg, tienen un aura pasiva ante eventos desbocados, y aunque son de almas corroídas y pensamientos lacerantes, la manera que tienen de vivir es ante todo Bressoniana. Cronenberg acentúa esta frialdad emocional, con planos semi-estáticos y angulaciones casi quirúrgicas.
La vida de Ballard y su esposa Catherine; aquí interpretada por la hermosa Deborah Kara Unger, se va entre las horas muertas y los orgasmos sin nombre. Él aprovecha de sus asistentes, ella de su profesor y/o socio de vuelo, y en las noches se cuentan las aventuras para darle sentido al contacto de la piel.
Un día, un (des)afortunado accidente de carro, llevará a Ballard a adentrarse en un mundo tortuoso. En la colisión, el chofer del auto contrario morirá, y este evento lo llevará a conocer a la sobreviviente, la Dra. Helen Remintong; la esposa de la víctima del accidente, en la piel de una estupenda -y sexy- Holly Hunter, una científica fría y maquinal que está obsesionada con los orgasmos dentro de los carros estacionados en el estacionamiento del aeropuerto. Y que justo después del accidente cruzarán miradas. Él alterado (y excitado) por el cuerpo sin vida que ha atravesado el parabrisas hasta el asiento del copiloto, y ella con un seno al aire en perturbadora paz.

Ambos se han salvado por llevar el cinturón de seguridad.

Si ya el mundo de Ballard es frío, esta frialdad se verá penetrada por un témpano mucho más profundo, el hábitat del fotógrafo, Vaughan; aquí interpretado por un estupendo Elias Koteas. Ambos, tanto Helen como Vaughan, son llevados por un deseo violador de estruendos y eróticos choques de auto. Este líder “franskenteniano” (lleno de cicatrices producto de las colisiones que ha sobrevivido) es un marginado adicto a los choques, que vive en su carro y solo sueña con recrear los accidentes de tránsito sufridos por estrellas famosas, su particular “familia adoptada" la conforman, incluida Helen, un puñado de estrambóticos seres que disfrutan masturbándose entre ellos, mientras observan grabaciones de las pruebas de choque en la fábrica de automóviles.
Una de las integrantes, es “Gabrielle”, protagonizada por Rosanna Arquette, sobreviviente de una colisión mortal, confinada a un aparataje que la hace lucir como una mujer: medio máquina, medio humana, y que protagonizará una de las mejores escenas del filme (como del libro), reforzada en ese ojo de los monstruoso en Cronemberg, al convertir una cicatriz en una vagina.
Helen, será el conejo de esta historia, y arrastrará al abismo a un Ballard, abierto a la exploración de un deseo irrefrenable, que lo destinará a sumirlo en una nueva visión de lo sexual vinculado a la maquinal. Cronenberg, dosifica la piedra angular literaria del Ballard escritor y entrega solo un viaje que se pasea por lo fríamente erótico, rozando lo grotesco y pornográfico a través de sutilezas, logrando apenas acercarse al lenguaje abrasivo de la novela.
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spoiler:
La versión de Cronenberg es bastante fiel en cuanto al orden de los eventos se refiere, pero ensombrece pasajes para revitalizar y dar dinamismo a la historia. Adolece es en exceso de frialdad con el que se nos cuenta, restándole la calidez que de por sí un choque entre dos autos necesita: fuego.

Aún así, la esencia se mantiene y la ironía aún más. Tanto en la novela como en el filme, “Crash", es un cúmulo de perversidades que ahonda en las mentes de personajes que solo son capaces de relacionarse afectivamente a través del dolor, la desgracia y la tragedia. Algo que pareciera volviese a hablarnos del mundo que vivimos, donde tras una pantalla, la humanidad pareciera ser solo capaz de cierto vestigio de empatía cuando la desgracia avisa y toca las puertas de la virtualidad en oleadas estériles que solo alimentan la corrección política, follando la herida.

La frialdad conseguida en la obra de Cronenberg, solo es una muestra del vacío existencial de sus personajes, seres sin espacio vital, desbocados a una satisfacción narcisista con el solo propósito de soñar una muerte estruendosa que permita mantener en alto el nombre de una fama ilusoria. Como la de James Dean.

La vida para los personajes de Crash, es solo una estancia sin sentido, donde se le ofrece al cuerpo una condición que va más allá de lo intelectual. Los personajes de "Crash" sueñan con follar máquinas, y dar a luz máquinas, y en convertirse ellos mismos en máquinas para alcanzar una perfección que no la da el afecto, la emoción o el calor de lo humano. Son habitantes de quirófanos.
Cronenberg va dibujando esa relación a través de un pezón que se posa sobre el frío de una avioneta. Un pubis que se frota ligeramente sobre la carrocería del coche último modelo en un concesionario. Un salvaje y violento coito dentro de un carro en un autolavado, como simbiosis de la violencia “y la belleza” de dos carros colisionando.
En “Crash” un choque de autos en un cementerio de autos, es una alegoría carnal a la embestida de una relación homosexual.

“Crash” novela, y en menor medida, película: transpira semen, fluido vaginal, materia fecal, sangre, orina, refrigerante, aceite y gasolina.

Como curiosidad, un cortometraje protagonizado por el mismo J.G. Ballard, realizado en el año 1970, puede ser visto acá. Pues "Crash" antes de ser novela, fue cuento.

https://www.youtube.com/watch?v=JinzENZA90s
9
8 de octubre de 2021 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Polémica, perturbadora y muy provocativa, ya solo con eso tiene el "Sello Cronenberg". Sátira muy ácida, crítica muy aguda y película muy, muy cruda.

¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Con qué paliamos nuestras heridas? ¿Cómo de perdidos estamos? ¿A qué acudimos cuando la mierda nos llega al cuello? Todas estas preguntas las plantea David Cronenberg en este film. ¿Es la ruina un fetiche o es que simplemente estamos quedándonos solos en una ruina de acero y óxido?

Cronenberg está completamente asqueado de la sociedad, de la perversión, del narcisismo y de cómo todos y cada unos se están degenerando. Expone un mundo sórdido, sangriento y altamente erótico donde cada uno de los personajes representan a un mundo que ha tocado fondo.

Gente sin amor que palia su soledad, sus carencias de metas y su falta de humanidad con sexo desenfrenado (Un concepto similar a la tremenda "Boogie Nights" de PTA, siendo películas muy distintas). Magistral trabajo tras la cámara, fotografía que refleja nuestra oscuridad y una puesta en escena que desnuda a los personaje en la impía oscuridad que les rodea.

Película inclasificable, pero una obra maestra.
6
18 de abril de 2013 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rara, así definiría yo esta película. Cronenberg intenta sumergirnos en un submundo, real o no, de personas fascinadas con los accidentes de tráfico y la perversión sexual que eso les provoca.
Todo comienza a raíz de un accidente de tráfico , a través del cual, sus protagonistas comenzaran a descubrir este ominoso submundo y a introducirse en él de forma paulatina hasta que llega a ser para ellos prácticamente su única vía de excitación y su modo de vida.
Cronenberg hace un retrato de la perversión humana y de los límites enfermizos que esta puede llegar a alcanzar.
Cinta para habituados al autor, no recomendable como primera experiencia Croneneberg, pue se corre el peligro de alejarse de uno de los mejores autores del último tercio del siglo XX y comienzos del XXI.
5
3 de agosto de 2019 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Cronenberg ha hecho carrera en el mundo del cine gracias a provocar en el espectador grandes dosis de incomodidad. No tanto por los temas que aborda en sus películas sino por la manera de hacerlo.

Su estilo podríamos definirlo como “gore existencial” o “casquería de autor” ya que la presencia de vísceras, carne, sangre, mutilaciones, alteraciones físicas… fue el leitmotiv sobre el que giró su carrera durante 20 años.
La idea central de Crash es interesante: La unión de Eros y Tanatos. No es sorprendente que un concepto psicoanalítico se convierta en el eje sobre el que gire una película de Cronenberg, es una constante en su cine, pero quizás ésta sea la película donde lo lleve hasta las últimas consecuencias.

Unos yuppies yankies que aparentemente lo tienen todo (belleza, éxito, pasta) se aburren y esto se plasma especialmente en sus relaciones personales y por supuesto sexuales. El retrato que hace de la pareja de Spader y de Debora Unger es esquemático pero también desolador.
El sexo y la incapacidad para alcanzar el orgasmo se eleva a metáfora de una sociedad nihilista, dónde el hedonismo extremo es la única manera de sentir emociones.

Por supuesto, Cronenberg es Cronenberg y la idea está al servicio de la forma, o mejor dicho de la carne y la víscera. Así que el protagonista real de la función es el exhibicionismo de la imperfección del cuerpo humano, los efectos de los accidentes de coche en la carne, las cicatrices, las prótesis elevadas a la categoría de fetiche.

Sin embargo, reconociendo su lenguaje personal, sus obsesiones y ese subtexto existencial que impregna la mayor parte de sus películas, hay algo en el cine de Cronenberg con lo que no termino de conectar (con excepción de La Mosca, Scanners, La zona muerta y la infravaloradísima Existenz) y es que creo que el canadiense no quiere a sus personajes, los detesta y los despoja de motivaciones mundanas, reales, cotidianas, de emociones reconocibles. Me resulta muy complicado conectar con personajes extremos, al servicio de una idea desquiciada, con innumerables parafilias y obsesiones malsanas.

En Crash toda la galería de personajes es así, personajes detestables que no dudan en provocar accidentes de coche con víctimas colaterales, con el único propósito de alcanzar el orgasmo ya sea a través del sexo o del dolor.

Bien filmada, buena fotografía y unos personajes esquemáticos al servicio de un concepto interesante desarrollado de una forma malsana, enfermiza y extrema.
7
18 de noviembre de 2019 0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los estertores de su primera etapa como realizador, marcada por un profundo carácter Kafkiano, el maestro David Cronenberg acabó depurando su particular estilo a través de una serie de títulos, entre los que destaca este particular viaje de pesadilla húmeda y nocturna, aclamada por el jurado en el prestigioso Festival de Cannes, en el que obtuvo su premio especial.

La nueva carne, ese brillante concepto acuñado por el realizador, se ve aquí abocado a fusionarse con el metal, provocando una serie de accidentes, que en realidad persigue una profunda reflexión, sobre el carácter deshumanizado de la sociedad contemporánea, ese vacío existencial el que lleva a los protagonistas a engancharse al peligro de muerte de tan macabro juego, como liberación del hastío vital.

El sexo, se presenta a priori como un elemento fundamental en su desarrollo narrativo, pero pese a lo provocativo de su exposición, con una erótica que a veces roza lo pornográfico, es usado inicialmente por los personajes de forma fría y distante, hasta encontrar el verdadero clímax que supone unirlo al poder de la violencia, expresado en brutales choques entre vehículos.

Basada en la novela de J.G. Ballard, el film permite a Cronenberg demostrar como llevar con éxito una obra literaria al terreno de lo visual, respetando el texto original, pero añadiendo un mayor componente enfermizo y obsesivo, seña de identidad de un realizador que siempre ha tenido la originalidad máxima como principio básico e irrenunciable.

Un film tan complejo merecía un reparto a dicho nivel, Cronenberg fuerza a actores tan dispares a tener química, no importan que Holly Hunter posea un mayor talento, la entrega a las limitaciones de un James Spader que nunca estuvo mejor, a la aparente fragilidad salvaje de Deborah Kara Unger, Elias Koteas también pasa por allí desquiciado, igual que una lastimada pero siempre sensual Rosanna Arquette, todos ellos conforman una fauna tan dispar como compleja, que por extraño que resulte, consigue funcionar más allá de sus enormes diferencias interpretativas.

Finalmente, cabe recomendar 'Crash', a todos aquellos que disfruten con un tipo de cine alejado de toda consideración comercial, su viaje resulta tan incomodo como estimulante, y requiere cierto conocimiento de la perversa obra de Cronenberg para asumir mejor su mensaje, repleto de referencias universales del cineasta siempre presentes, tales como la fragilidad del cuerpo humano ante la tecnología, valores que elevan su figura a la consideración de verdadero autor.
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