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Críticas ordenadas por utilidad
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6.4
31,108
6
4 de agosto de 2019
4 de agosto de 2019
109 de 128 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que Ari Aster tiene talento, también creo que Ari Aster es consciente de ser consciente de tener talento y también pienso que esta metacognición puede ser perjudicial para la futura carrera de este director. Espero equivocarme.
Para empezar, creo que la duración de la película es absolutamente excesiva para lo que cuenta y para la previsibilidad de los acontecimientos que nos están contando y que ya sabemos desde que entramos en la sala.
Creo que esto, Aster lo sabe y que además le importa un bledo.
Creo que hay ciertos directores con lenguaje propio y con cosas que contar, pero que prefieren ser “autores” en el sentido más peyorativo del término que “directores de cine” en el sentido más positivo del término. Creo que Aster con esta película se está posicionando con los primeros, para babeo de algunos y decepción de otros, como es mi caso.
Creo que a Midsommar le faltan un par de esos elementos que algunos consideramos imprescindibles cuando vemos una película: Capacidad de sintetizar sin que eso implique simplificar y, por supuesto, ese concepto tan obviado por el esnobismo de arte y ensayo: Pulso narrativo.
Y eso que los primeros 30 minutos de película son de lo mejorcito que he visto en los últimos años, porque Aster tiene talento (creo que me estoy repitiendo). La presentación de los personajes y la relación entre ellos está dibujada de manera quirúrgica. Gracias a ella, aguantamos todo lo que viene después, porque tengo la impresión de que toda la parte de la secta druida es un gigantesco McGuffin, probablemente uno de los mayores de la historia moderna del cine.
Y tengo esa intuición porque, a partir de un cierto momento (en spoiler), el comportamiento de los personajes protagonistas no tiene ni pies ni cabeza, y eso creo que a Aster le da lo mismo porque lo que nos está contando no es una historia de terror, con los códigos del género, sino más bien una especie de autopsia de todas las miserias del mundo actual y de la generación millenial en particular: Relaciones que se debaten entre la obligación y la culpa, el egoísmo exacerbado que no entiende de amistades ni de vínculos, la lealtad como hashtag pero no como un valor a seguir, un postureo de militancia ecologista que no admite disensiones ni reflexiones…
Y todo esto Aster, lo hace con una maldad, una ironía y un sentido crítico brutal, de ahí mi puntuación. Pero también creo que Aster abusa del engolamiento, o la mera contemplación de postales técnicamente virtuosas que, sin embargo, no aportan nada a la narración.
En definitiva, creo que Aster tiene mimbres para ser uno de los grandes o para convertirse en un competidor habitual de la Palma de oro del festival de Cannes junto con directores de nombre impronunciable y películas insufribles. Sólo de él depende.
(En spoiler continúo con detalles del argumento).
Para empezar, creo que la duración de la película es absolutamente excesiva para lo que cuenta y para la previsibilidad de los acontecimientos que nos están contando y que ya sabemos desde que entramos en la sala.
Creo que esto, Aster lo sabe y que además le importa un bledo.
Creo que hay ciertos directores con lenguaje propio y con cosas que contar, pero que prefieren ser “autores” en el sentido más peyorativo del término que “directores de cine” en el sentido más positivo del término. Creo que Aster con esta película se está posicionando con los primeros, para babeo de algunos y decepción de otros, como es mi caso.
Creo que a Midsommar le faltan un par de esos elementos que algunos consideramos imprescindibles cuando vemos una película: Capacidad de sintetizar sin que eso implique simplificar y, por supuesto, ese concepto tan obviado por el esnobismo de arte y ensayo: Pulso narrativo.
Y eso que los primeros 30 minutos de película son de lo mejorcito que he visto en los últimos años, porque Aster tiene talento (creo que me estoy repitiendo). La presentación de los personajes y la relación entre ellos está dibujada de manera quirúrgica. Gracias a ella, aguantamos todo lo que viene después, porque tengo la impresión de que toda la parte de la secta druida es un gigantesco McGuffin, probablemente uno de los mayores de la historia moderna del cine.
Y tengo esa intuición porque, a partir de un cierto momento (en spoiler), el comportamiento de los personajes protagonistas no tiene ni pies ni cabeza, y eso creo que a Aster le da lo mismo porque lo que nos está contando no es una historia de terror, con los códigos del género, sino más bien una especie de autopsia de todas las miserias del mundo actual y de la generación millenial en particular: Relaciones que se debaten entre la obligación y la culpa, el egoísmo exacerbado que no entiende de amistades ni de vínculos, la lealtad como hashtag pero no como un valor a seguir, un postureo de militancia ecologista que no admite disensiones ni reflexiones…
Y todo esto Aster, lo hace con una maldad, una ironía y un sentido crítico brutal, de ahí mi puntuación. Pero también creo que Aster abusa del engolamiento, o la mera contemplación de postales técnicamente virtuosas que, sin embargo, no aportan nada a la narración.
En definitiva, creo que Aster tiene mimbres para ser uno de los grandes o para convertirse en un competidor habitual de la Palma de oro del festival de Cannes junto con directores de nombre impronunciable y películas insufribles. Sólo de él depende.
(En spoiler continúo con detalles del argumento).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es a partir del suicidio de los ancianos cuando la película deja de tener sentido. Digamos que el argumento por el que hemos entrado en la sala y pagado una entrada muere y que lo que viene ahora es meramente simbólico.
Porque carece de la más mínima lógica que después de asistir a un suicidio consumado y a uno frustrado del anciano (al que tres miembros de esta secta terminan de ejecutar espachurrando sus sesos con un mazo gigante) nuestros cuatro protagonistas no salgan de allí zumbando.
A partir de aquí, entramos en otro terreno, en el de las miserias humanas, absolutamente reconocibles en nuestro día a día, sin necesidad de irnos a un prado en Suecia:
- Supuestos amigos que se traicionan por una tesis.
- Supuestos amigos a los que les importa un comino que sus otros amigos desaparezcan sin dejar rastro.
- Un novio que no se atreve a dejar una relación muerta por lástima y que de manera patética, termina drogándose para justificarse a sí mismo los cuernos que le va a poner a la novia.
- O una novia que sacrifica a su pareja y le condena a morir porque le ha visto acostándote con otra, y porque ya puede sustituirle con su nueva “familia”.
Porque carece de la más mínima lógica que después de asistir a un suicidio consumado y a uno frustrado del anciano (al que tres miembros de esta secta terminan de ejecutar espachurrando sus sesos con un mazo gigante) nuestros cuatro protagonistas no salgan de allí zumbando.
A partir de aquí, entramos en otro terreno, en el de las miserias humanas, absolutamente reconocibles en nuestro día a día, sin necesidad de irnos a un prado en Suecia:
- Supuestos amigos que se traicionan por una tesis.
- Supuestos amigos a los que les importa un comino que sus otros amigos desaparezcan sin dejar rastro.
- Un novio que no se atreve a dejar una relación muerta por lástima y que de manera patética, termina drogándose para justificarse a sí mismo los cuernos que le va a poner a la novia.
- O una novia que sacrifica a su pareja y le condena a morir porque le ha visto acostándote con otra, y porque ya puede sustituirle con su nueva “familia”.

7.0
15,950
4
3 de enero de 2022
3 de enero de 2022
87 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
La principal diferencia que yo encuentro entre un director de cine y un “autor” es que el primero pone su estilo personal al servicio de una historia y el segundo pone la historia al servicio de su estilo.
Sorrentino, obviamente, es de los segundos y para el que esto escribe, lejos de ser una virtud, es un defecto y de los gordos. Entre otras razones porque si quieres que la cosa funcione tienes que ser muy inteligente seleccionando historias que combinen bien con tus obsesiones, manierismos formales e histrionismos varios.
A priori, contar tu historia personal, debería ser un tema que casase bien con tu propio estilo y por eso a mí que me fascinó “La gran belleza” esperaba ansioso esta historia autobiográfica con tragedia personal de por medio. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lejos de contenerse y centrarse en los sentimientos, las emociones y los recuerdos idealizados de la juventud, Sorrentino se destapa con un nuevo desfile de personajes estrambóticos, situaciones esperpénticas y algún que otro momento un tanto desagradable (véase la escena con la baronesa o el momento de la abuela comiendo mozzarella).
“Fue la mano de Dios” termina convirtiéndose en una sucesión de gags fellinianos (la mayoría de ellos con poca gracia) alejándose de lo que yo pensaba (y aquí las expectativas no han jugado a mi favor) que iba ser el film: un relato íntimo y sincero de una tragedia personal.
Hasta tal punto la película juega en el terreno de lo vacuo que cuando llega dicha tragedia personal, no provoca la más mínima emoción. Desconozco si eso era lo que quería provocar el director en el espectador, si es así, creo que es un gran error y que el tono de la película está muy equivocado.
Creo que “Fue la mano de Dios” es una película enormemente fallida que ni siquiera explota suficientemente la figura de Maradona y de la supuesta importancia que tuvo en la vida del director. Algo tan trascendente (que incluso da título a la propia película) queda reducido al terreno de la anécdota, a medida que van pasando los minutos.
Le pongo un 4 porque está bien rodada, porque, aunque insertadas en pleno carnaval de histrionismo, hay planos realmente hermosos y porque algún gag me ha hecho gracia.
En resumidas cuentas, me he aburrido como una ostra y la ilusión con la que empecé su visionado se fue transformando en decepción y finalmente en tedio. Me queda una sensación de oportunidad perdida y la idea inquietante de que “La gran belleza” puede haber sido un cisne negro en la carrera de este director.
Sorrentino, obviamente, es de los segundos y para el que esto escribe, lejos de ser una virtud, es un defecto y de los gordos. Entre otras razones porque si quieres que la cosa funcione tienes que ser muy inteligente seleccionando historias que combinen bien con tus obsesiones, manierismos formales e histrionismos varios.
A priori, contar tu historia personal, debería ser un tema que casase bien con tu propio estilo y por eso a mí que me fascinó “La gran belleza” esperaba ansioso esta historia autobiográfica con tragedia personal de por medio. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lejos de contenerse y centrarse en los sentimientos, las emociones y los recuerdos idealizados de la juventud, Sorrentino se destapa con un nuevo desfile de personajes estrambóticos, situaciones esperpénticas y algún que otro momento un tanto desagradable (véase la escena con la baronesa o el momento de la abuela comiendo mozzarella).
“Fue la mano de Dios” termina convirtiéndose en una sucesión de gags fellinianos (la mayoría de ellos con poca gracia) alejándose de lo que yo pensaba (y aquí las expectativas no han jugado a mi favor) que iba ser el film: un relato íntimo y sincero de una tragedia personal.
Hasta tal punto la película juega en el terreno de lo vacuo que cuando llega dicha tragedia personal, no provoca la más mínima emoción. Desconozco si eso era lo que quería provocar el director en el espectador, si es así, creo que es un gran error y que el tono de la película está muy equivocado.
Creo que “Fue la mano de Dios” es una película enormemente fallida que ni siquiera explota suficientemente la figura de Maradona y de la supuesta importancia que tuvo en la vida del director. Algo tan trascendente (que incluso da título a la propia película) queda reducido al terreno de la anécdota, a medida que van pasando los minutos.
Le pongo un 4 porque está bien rodada, porque, aunque insertadas en pleno carnaval de histrionismo, hay planos realmente hermosos y porque algún gag me ha hecho gracia.
En resumidas cuentas, me he aburrido como una ostra y la ilusión con la que empecé su visionado se fue transformando en decepción y finalmente en tedio. Me queda una sensación de oportunidad perdida y la idea inquietante de que “La gran belleza” puede haber sido un cisne negro en la carrera de este director.

7.1
12,578
6
3 de noviembre de 2019
3 de noviembre de 2019
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante pero fallida película de Scorsese que con el paso de los años ha alcanzado un cierto status como película de culto.
Aparentemente, asistimos a la función a través de los ojos de Rupert Pupkin (sobreactuadísimo De Niro). Un personaje incansable, persistente y de una tenacidad que rebasa los límites de las normas sociales y la vergüenza ajena. Su objetivo, alcanzar la fama, convertirse en “El rey de la comedia”.
Su trampolín y su obsesión alcanzan su medio de transporte en Jerry Langford (un comedido Jerry Lewis) presentador y cómico de éxito arrollador.
El relato avanza en un extraño vaivén de puntos de vista. El persecutor incansable en busca del reconocimiento y la fama (Ruppert) y el perseguido (Jerry), deseoso de obtener una cierta tranquilidad y privacidad y totalmente hastiado de la gente, esa gente que le adora hasta la obsesión.
Es en ese rostro de cansancio infinito de Jerry Lewis, donde a mi modo de ver, están los mejores (y más divertidos) momentos de la película y es en los ojos de su personaje, dónde queda reflejada una sociedad absurda que mitifica la fama y convierte a sus portadores en una mezcla perversa de semidioses y objetos desechables de consumo.
El director neoyorquino nos plantea este juego de espejos, con varias cargas de profundidad, en el que en realidad somos nosotros los protagonistas, las personas de la calle, los espectadores que otorgamos e investimos de fama a determinados personajes, sin que importen los porqués.
Ruppert entiende este juego y, de ahí, esa tenacidad que se nos antoja ridícula durante todo el film, pero que adquiere todo el sentido en un magnífico final donde todas las cartas se destapan.
Sin embargo, a pesar de que el planteamiento es brillante, de que el humor negrísimo está siempre flotando y de que es una gozada ver caminar a Jerry Lewis por las calles de Nueva York, al film le falta algo. Quizás Scorsese ha querido llevar demasiado lejos su planteamiento, hasta el punto de deconstruir a su personaje principal hasta el más puro esquema arquetípico. No sabemos nada de Ruppert, ni a que se dedica, ni que ha hecho con su vida hasta ese momento.
Ruppert es simplemente la encarnación de una obsesión, de la tenacidad del inadaptado social que por inadaptado es capaz de observar dicha sociedad desde fuera y por ello, observarla y comprenderla mejor que cualquiera de nosotros.
Esa falta de empatía que sentimos por Ruppert provoca que asistamos, también desde la distancia a todo este juego de espejos que podemos intuir pero no vivir. En definitiva, falta que podamos conectar desde la empatía con alguno de los personajes. Sin ese anclaje emocional, a mí, al menos, me resulta muy difícil disfrutar del todo de una película, aun siendo capaz de valorar y entender lo que me están queriendo contar.
En resumen: Una película interesante, que lanza varias preguntas potentes y alguna que otra incómoda respuesta pero que sin embargo no termina de funcionar del todo.
Aparentemente, asistimos a la función a través de los ojos de Rupert Pupkin (sobreactuadísimo De Niro). Un personaje incansable, persistente y de una tenacidad que rebasa los límites de las normas sociales y la vergüenza ajena. Su objetivo, alcanzar la fama, convertirse en “El rey de la comedia”.
Su trampolín y su obsesión alcanzan su medio de transporte en Jerry Langford (un comedido Jerry Lewis) presentador y cómico de éxito arrollador.
El relato avanza en un extraño vaivén de puntos de vista. El persecutor incansable en busca del reconocimiento y la fama (Ruppert) y el perseguido (Jerry), deseoso de obtener una cierta tranquilidad y privacidad y totalmente hastiado de la gente, esa gente que le adora hasta la obsesión.
Es en ese rostro de cansancio infinito de Jerry Lewis, donde a mi modo de ver, están los mejores (y más divertidos) momentos de la película y es en los ojos de su personaje, dónde queda reflejada una sociedad absurda que mitifica la fama y convierte a sus portadores en una mezcla perversa de semidioses y objetos desechables de consumo.
El director neoyorquino nos plantea este juego de espejos, con varias cargas de profundidad, en el que en realidad somos nosotros los protagonistas, las personas de la calle, los espectadores que otorgamos e investimos de fama a determinados personajes, sin que importen los porqués.
Ruppert entiende este juego y, de ahí, esa tenacidad que se nos antoja ridícula durante todo el film, pero que adquiere todo el sentido en un magnífico final donde todas las cartas se destapan.
Sin embargo, a pesar de que el planteamiento es brillante, de que el humor negrísimo está siempre flotando y de que es una gozada ver caminar a Jerry Lewis por las calles de Nueva York, al film le falta algo. Quizás Scorsese ha querido llevar demasiado lejos su planteamiento, hasta el punto de deconstruir a su personaje principal hasta el más puro esquema arquetípico. No sabemos nada de Ruppert, ni a que se dedica, ni que ha hecho con su vida hasta ese momento.
Ruppert es simplemente la encarnación de una obsesión, de la tenacidad del inadaptado social que por inadaptado es capaz de observar dicha sociedad desde fuera y por ello, observarla y comprenderla mejor que cualquiera de nosotros.
Esa falta de empatía que sentimos por Ruppert provoca que asistamos, también desde la distancia a todo este juego de espejos que podemos intuir pero no vivir. En definitiva, falta que podamos conectar desde la empatía con alguno de los personajes. Sin ese anclaje emocional, a mí, al menos, me resulta muy difícil disfrutar del todo de una película, aun siendo capaz de valorar y entender lo que me están queriendo contar.
En resumen: Una película interesante, que lanza varias preguntas potentes y alguna que otra incómoda respuesta pero que sin embargo no termina de funcionar del todo.

6.5
3,571
5
11 de agosto de 2019
11 de agosto de 2019
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer éxito del interesante aunque no sobresaliente Alan J. Pakula, por el que Jane Fonda se llevó un merecedísimo Oscar a la mejor actriz.
Tengo que reconocer que me he llevado una pequeña decepción con este film, ya que era una de esas cuentas que tenía pendientes, por aparecer siempre en esas listas de películas imprescindibles de los 70 (una década por la que siento especial debilidad).
El planteamiento es interesante; un ejecutivo desaparece y un ex – policía (Donald Sutherland), amigo personal de la familia se traslada a Nueva York a investigar, ante el fracaso de la policía local. La única pista que tiene es Bree, una prostituta (Jane Fonda) relacionada con el desaparecido.
El problema es que la película no termina de arrancar. Por un lado, tenemos un retrato detallado de la prostituta (quizás lo más interesante del film) en dónde vemos como ejerce la profesión, sus intentos por salir de la misma, sus inquietudes y sus dudas existenciales. Para apoyarse, narrativamente, Pakula utiliza las sesiones de Bree con una psicoterapeuta, a la que le cuenta sus pulsiones y motivaciones.
No se entiende muy bien porque la película se llama Klute y no Bree. La protagonista absoluta de la función es Jane Fonda, en una interpretación de varias capas y varios registros. Es un papel hecho a medida y está verdaderamente deslumbrante.
Quizás ése sea el motivo por el que Pakula, centre la película, absolutamente en ella y convierta la investigación de Klute, en algo secundario y sin gancho. Un ir y venir conociendo personajes y pistas que en realidad no aportan nada y que sólo sirve como excusa narrativa, para que Klute y Bree se conozcan y se enamoren.
La historia de amor funciona relativamente, el personaje de Sutherland (una interpretación correcta, sin más) es introvertido y poco hablador. Aunque la historia te la puedas llegar a creer (personas muy diferentes pero complementarias), Pakula no te hace cómplice de ella. Esta narrada de manera fría y sólo intuimos una verdadera química en una escena (spoiler).
La parte más relacionada con el Thriller, está rodada sin gracia. Los secundarios, a excepción del siempre eficaz y contundente Roy Scheider, no aportan gran cosa. El maniaco/villano de la función es probablemente uno de los “malos” menos carismáticos de la historia del cine y la escena de tensión/suspense final está resuelta “de aquella manera”.
En definitiva, una película correcta, sin más, que no llega a aburrir, fundamentalmente, por la deslumbrante presencia de Jane Fonda en uno de los mejores papeles de su carrera.
Tengo que reconocer que me he llevado una pequeña decepción con este film, ya que era una de esas cuentas que tenía pendientes, por aparecer siempre en esas listas de películas imprescindibles de los 70 (una década por la que siento especial debilidad).
El planteamiento es interesante; un ejecutivo desaparece y un ex – policía (Donald Sutherland), amigo personal de la familia se traslada a Nueva York a investigar, ante el fracaso de la policía local. La única pista que tiene es Bree, una prostituta (Jane Fonda) relacionada con el desaparecido.
El problema es que la película no termina de arrancar. Por un lado, tenemos un retrato detallado de la prostituta (quizás lo más interesante del film) en dónde vemos como ejerce la profesión, sus intentos por salir de la misma, sus inquietudes y sus dudas existenciales. Para apoyarse, narrativamente, Pakula utiliza las sesiones de Bree con una psicoterapeuta, a la que le cuenta sus pulsiones y motivaciones.
No se entiende muy bien porque la película se llama Klute y no Bree. La protagonista absoluta de la función es Jane Fonda, en una interpretación de varias capas y varios registros. Es un papel hecho a medida y está verdaderamente deslumbrante.
Quizás ése sea el motivo por el que Pakula, centre la película, absolutamente en ella y convierta la investigación de Klute, en algo secundario y sin gancho. Un ir y venir conociendo personajes y pistas que en realidad no aportan nada y que sólo sirve como excusa narrativa, para que Klute y Bree se conozcan y se enamoren.
La historia de amor funciona relativamente, el personaje de Sutherland (una interpretación correcta, sin más) es introvertido y poco hablador. Aunque la historia te la puedas llegar a creer (personas muy diferentes pero complementarias), Pakula no te hace cómplice de ella. Esta narrada de manera fría y sólo intuimos una verdadera química en una escena (spoiler).
La parte más relacionada con el Thriller, está rodada sin gracia. Los secundarios, a excepción del siempre eficaz y contundente Roy Scheider, no aportan gran cosa. El maniaco/villano de la función es probablemente uno de los “malos” menos carismáticos de la historia del cine y la escena de tensión/suspense final está resuelta “de aquella manera”.
En definitiva, una película correcta, sin más, que no llega a aburrir, fundamentalmente, por la deslumbrante presencia de Jane Fonda en uno de los mejores papeles de su carrera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena en donde Klute y Bree están comprando fruta, destila química. Es el único momento de la película donde Pakula nos acerca más a esta pareja y a lo que pueden estar sintiendo.
El final, paradójicamente, me gusta. He leído algunas críticas que lo tildan de previsible. Yo, sin embargo, creo que tiene un punto transgresor. Un tipo sobrio, introvertido originario de un estado menos cosmopolita y más conservador, inicia una relación seria con una ex – prostituta. Es 1971, la época hippie ha terminado y el país vive una época convulsa con la guerra del Vietnam revoloteando. En momentos así, un final conservador siempre es más políticamente correcto. Pakula nunca lo fue, y a mí, particularmente, me gusta ese final “feliz” a contrapelo.
El final, paradójicamente, me gusta. He leído algunas críticas que lo tildan de previsible. Yo, sin embargo, creo que tiene un punto transgresor. Un tipo sobrio, introvertido originario de un estado menos cosmopolita y más conservador, inicia una relación seria con una ex – prostituta. Es 1971, la época hippie ha terminado y el país vive una época convulsa con la guerra del Vietnam revoloteando. En momentos así, un final conservador siempre es más políticamente correcto. Pakula nunca lo fue, y a mí, particularmente, me gusta ese final “feliz” a contrapelo.

8.3
22,330
5
9 de agosto de 2019
9 de agosto de 2019
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que cuando se hace una crítica cinematográfica haya que tener en cuenta ciertos criterios más allá de la sensación subjetiva inmediata que te haya generado (su aportación artística, su valor cultural, su impacto social…). Sin embargo, creo que hay otros elementos que se tienen en cuenta y que a veces nos hacen no ser del todo sinceros cuando valoramos una película (el prestigio del director o la catalogación de un film como clásico indiscutible).
No me estoy refiriendo con esto a las reseñas de críticos profesionales que he leído a lo largo de mi vida con respecto a esta película (y a otras muchas), ni tampoco a las reseñas de esta misma web. Me estoy refiriendo a mi propia valoración. He estado tentado de ponerle un 8 a esta película por puro esnobismo. Porque me considero un cinéfilo y porque eso debería implicar pagar ciertos peajes (¿No?).
Pero no tiene mucho sentido engañarse a uno mismo y menos con algo tan superfluo como una crítica cinematográfica. Creo, honestamente, que M es una película interesante, filmada por un director superlativo, sin embargo, también creo que "M" ha envejecido horriblemente mal y que su visión ahora puede resultar incluso soporífera.
Aspectos positivos: El comienzo es magnífico, la presentación de ese barrio humilde, a partir de una pequeña intriga costumbrista que describe los devastadores efectos de los crímenes del personaje de Peter Lorre, se me antoja magistral.
También resaltar el uso de las sombras, en la presentación del personaje principal, a modo no sólo de recurso narrativo sino también simbólico (la sombra jungiana); la sombra como el reverso reprimido e instintivo que pugna por salir a la luz y destronar a las conductas socialmente adaptadas.
Me gusta mucho también el momento en el que descubren al asesino y le marcan con la M y que da título a la película. Está resuelto con una potencia visual maravillosa.
También es destacable la actuación de Peter Lorre en el monólogo final, bastante impactante, aunque sin duda ayudada por ese físico tan rotundo, que le convirtió automáticamente en el actor idóneo para este papel.
Sin embargo, para mí “M” empieza a perder fuelle de una forma imparable, a partir de la entrada en juego de la investigación policial (rodada casi en formato documental) y de la posterior entrada en juego del hampa de los suburbios y su posterior investigación paralela. A partir de aquí y a excepción del par de escenas anteriormente comentadas, la película naufraga absolutamente. O tal vez es que, sencillamente haya envejecido muy mal. Pasan muchas cosas que no interesan nada y la investigación policial es muy infantil y muy poco verosímil.
No sabría decir que es lo que pretende mostrar Fritz Lang después del primer tercio de película. Es una mezcla de cine costumbrista, realismo, cine negro, suspense…no se llega a definir el tono y la película va dando bandazos, hasta llegar a una escena final que podríamos enmarcar como cine de temática “juidicial” muy suigéneris, eso sí. En definitiva, una macedonia de géneros, intenciones y discursos que no terminan de empastar ni interesar.
Por último, no entiendo la catalogación de esta película como cine de terror. Un par de escenas que más que terror, pueden infundir tensión a lo sumo, no justifican dicha etiqueta, ni su inclusión (bajo mi humilde opinión) en las listas de mejores películas de terror de todos los tiempos.
Podrá ser un gran clásico, no lo discuto, y haber influenciado e impactado a generaciones posteriores de creadores cinematográficos, pero más allá de un valor histórico y casi arqueológico “M” a día de hoy es una película que ha envejecido muy, muy mal y que puede llegar a aburrir.
En resumen, un 5; una película interesante por lo ya expuesto, pero (a día de hoy) ni mucho menos imprescindible.
No me estoy refiriendo con esto a las reseñas de críticos profesionales que he leído a lo largo de mi vida con respecto a esta película (y a otras muchas), ni tampoco a las reseñas de esta misma web. Me estoy refiriendo a mi propia valoración. He estado tentado de ponerle un 8 a esta película por puro esnobismo. Porque me considero un cinéfilo y porque eso debería implicar pagar ciertos peajes (¿No?).
Pero no tiene mucho sentido engañarse a uno mismo y menos con algo tan superfluo como una crítica cinematográfica. Creo, honestamente, que M es una película interesante, filmada por un director superlativo, sin embargo, también creo que "M" ha envejecido horriblemente mal y que su visión ahora puede resultar incluso soporífera.
Aspectos positivos: El comienzo es magnífico, la presentación de ese barrio humilde, a partir de una pequeña intriga costumbrista que describe los devastadores efectos de los crímenes del personaje de Peter Lorre, se me antoja magistral.
También resaltar el uso de las sombras, en la presentación del personaje principal, a modo no sólo de recurso narrativo sino también simbólico (la sombra jungiana); la sombra como el reverso reprimido e instintivo que pugna por salir a la luz y destronar a las conductas socialmente adaptadas.
Me gusta mucho también el momento en el que descubren al asesino y le marcan con la M y que da título a la película. Está resuelto con una potencia visual maravillosa.
También es destacable la actuación de Peter Lorre en el monólogo final, bastante impactante, aunque sin duda ayudada por ese físico tan rotundo, que le convirtió automáticamente en el actor idóneo para este papel.
Sin embargo, para mí “M” empieza a perder fuelle de una forma imparable, a partir de la entrada en juego de la investigación policial (rodada casi en formato documental) y de la posterior entrada en juego del hampa de los suburbios y su posterior investigación paralela. A partir de aquí y a excepción del par de escenas anteriormente comentadas, la película naufraga absolutamente. O tal vez es que, sencillamente haya envejecido muy mal. Pasan muchas cosas que no interesan nada y la investigación policial es muy infantil y muy poco verosímil.
No sabría decir que es lo que pretende mostrar Fritz Lang después del primer tercio de película. Es una mezcla de cine costumbrista, realismo, cine negro, suspense…no se llega a definir el tono y la película va dando bandazos, hasta llegar a una escena final que podríamos enmarcar como cine de temática “juidicial” muy suigéneris, eso sí. En definitiva, una macedonia de géneros, intenciones y discursos que no terminan de empastar ni interesar.
Por último, no entiendo la catalogación de esta película como cine de terror. Un par de escenas que más que terror, pueden infundir tensión a lo sumo, no justifican dicha etiqueta, ni su inclusión (bajo mi humilde opinión) en las listas de mejores películas de terror de todos los tiempos.
Podrá ser un gran clásico, no lo discuto, y haber influenciado e impactado a generaciones posteriores de creadores cinematográficos, pero más allá de un valor histórico y casi arqueológico “M” a día de hoy es una película que ha envejecido muy, muy mal y que puede llegar a aburrir.
En resumen, un 5; una película interesante por lo ya expuesto, pero (a día de hoy) ni mucho menos imprescindible.
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