Uno, dos, tres
8.2
28,202
Comedia
Época de la Guerra Fría. C.R. MacNamara, representante de una multinacional de refrescos en Berlín Occidental, hace tiempo que proyecta introducir su marca en la URSS. Sin embargo, en contra de sus deseos, lo que su jefe le encarga es cuidar de su hija Scarlett, que está a punto de llegar a Berlín. Se trata de una díscola y alocada joven de dieciocho años, que ya ha estado prometida cuatro veces. Pero lo peor es que, eludiendo la ... [+]
12 de mayo de 2016
12 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Uno, dos, tres" parece una película donde Billy Wilder se hubiera propuesto un reto. Con un sentido del humor envidiable, el célebre director dejó varias comedias para el recuerdo, pero en ninguna ha impuesto un ritmo tan frenético que no da pausa al espectador. Desde el pitido inicial, esta farsa sobre la Guerra Fría y la Coca-Cola nos sumerge en una montaña rusa de la que no nos queremos bajar.
Con un gran James Cagney encabezando un fantástico reparto, esta fábula ocurrida en los dos Berlines está llena de tópicos sobre el carácter bávaro, el capitalismo que todo lo quiere comprar y camaradas rusos. Hay algún momento imborrable como la comitiva de tres negociantes soviéticos donde cada uno de ellos ha sido enviado con órdenes secretas de la dirección para vigilar la lealtad del resto.
Nadie se libra en el bisturí certero de Wilder, desde la niña bien americana ligera de cascos a la caduca aristocracia europea que subasta sus títulos en urinarios al mejor postor. Aunque conforme se acerca el tercer acto hay algún brochazo gordo de política, el 75% del film es una comedia magistral repleta de diálogos que brillan por su ingenio.
Una obra imprescindible para cualquier amante del género.
Con un gran James Cagney encabezando un fantástico reparto, esta fábula ocurrida en los dos Berlines está llena de tópicos sobre el carácter bávaro, el capitalismo que todo lo quiere comprar y camaradas rusos. Hay algún momento imborrable como la comitiva de tres negociantes soviéticos donde cada uno de ellos ha sido enviado con órdenes secretas de la dirección para vigilar la lealtad del resto.
Nadie se libra en el bisturí certero de Wilder, desde la niña bien americana ligera de cascos a la caduca aristocracia europea que subasta sus títulos en urinarios al mejor postor. Aunque conforme se acerca el tercer acto hay algún brochazo gordo de política, el 75% del film es una comedia magistral repleta de diálogos que brillan por su ingenio.
Una obra imprescindible para cualquier amante del género.
28 de febrero de 2017
28 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que estamos de aniversarios y celebraciones por la caída del muro de Berlín, qué mejor que poder comentar esta película que, sin duda, es un paradigma del cine de humor, un humor de gran sutileza y perspicacia, un humor irónico y a la vez cáustico y veraz sobre aquel experimento tan cruel que fue el comunismo de la ex-URSS, sin excluir el nazismo o el capitalismo feroz a quienes también da un repaso a base de humor y risa.
Wilder trata estos temas con un afilado guión escrito por él mismo junto a I.A.L. Diamond, basado en la comedia en un acto "One, Two, Three" (1930), del húngaro Ferenc Molnár (1878-1952), uno de los más grandes intelectuales húngaros de la primera mitad de siglo. Sus aceradas escenas, su mordiente, su comicidad de hondo calado y a veces la carcajada que suscita, hacen de este film una obra imperdible y un análisis muy agudo del comunismo y también del mundo empresarial norteamericano. Esta aguda humorada, esta obra ácida, penetrante y arrolladora de Wilder está ambientada en el Berlín de la Guerra Fría.
La película tiene una gran música de André Previn, una partitura dinámica, rítmica y colorista que incluye fragmentos de la "Danza del sable" de Khachaturian, "Las Walkyrias" de Wagner, e incluso del rock: "Itsy-Bitsy Teeny-Weeny". y qué decir de la excelente fotografía en blanco y negro de Daniel L. Fapp ("West Side History"), que además mueve la cámara con extraordinaria eficiencia, ofreciendo con delectación los "gags" visuales y subrayando con imágenes las sugerencias sonoras; fotografía que fue nominada al Oscar a la mejor fotografía en aquel año de 1961.
El reparto no puede ser más genial, con otro grande del cine, el actor James Cagney que borda el papel de empresario ambicioso, jefe de ventas de Coca-Cola en Berlín que vislumbra por fin su meteórico ascenso en la empresa, dando el salto al otro lado del Telón de Acero. Igualmente de lujo están el resto de actores y actrices de primer orden como Pamela Tiffin, Horst Buchholz, Arlene Francis, Liselotte Pulver, Howard St. John, Hanns Lothar, Leon Askin, Ralf Walter, Karl Lieffen o Hubert von Meyernick. Un auténtico coro de intérpretes con una gran vis cómica y enorme ingenio para esta obra de Wilder.
La historia narra la vida en Berlín del ambicioso, astuto y típico norteamericano C.R. MacNamara (James Cagney), quien desde el occidente berlinés pretende abrirse paso hacia la URSS con su incuestionable Coca-Cola, y sueña con la llegada de ese día, mientras se entretiene con su secretaria y procura pasar por alto las excentricidades de su plantilla que sigue actuando con las mañas del recién extinto nazismo. Pero contra sus delirios y deseos, lo que su jefe supremo le encarga desde los EE.UU. es que cuide a su hija Scarlett, que llega a Berlín esa misma tarde, de visita temporal. Scarlett es una enredadora e impetuosa joven que, con dieciocho años, ya ha estado prometida en cuatro ocasiones. Pero lo peor viene cuando tras saltarse la vigilancia de MacNamara, conoce y se enamora perdidamente de Otto Piffl, un joven comunista cargado de ideas estereotipadas y consignas, que vive en la Alemania Oriental. A partir de aquí todos los planes del ambicioso jefe de ventas se ponen en peligro. El señor MacNamara hará lo imposible por deshacer el noviazgo antes de que el padre se ponga al corriente.
Wilder destaca y luego ridiculiza los tópicos del nazismo, del comunismo –al que le dedica grandes dosis de sátira- y del capitalismo, pues desvela los aspectos más deficitarios del mundo americano (recordemos que Wilder es de origen húngaro). De manera que delata, siempre en clave de humor, la disciplinariedad estúpida de las reminiscencias hitlerianas en los taconazos y forma de cuadrarse de los empleados berlineses, se ríe de las consignas y el colectivismo comunista, ataca con contundencia la enfermiza obsesión por ganar dinero de los americanos, y denuncia la ambición social por el ascenso y el reconocimiento en general. De igual modo, enfrenta el gran contraste que se da entre el quijotismo del joven y la practicidad cruel de MacNamara, no porque defienda una u otra ideología, sino como un acto de fe en aras al romanticismo –aunque sea ingenuo- “versus” el cinismo.
Humor más que inteligente, ritmo trepidante, montaje perfecto, interpretaciones admirables, escenas a toda velocidad con persecuciones alocadas, James Cagney magistral, enérgico y chillón, representante de ese capitalismo maquiavélico típicamente americano, con sinuosa secretaria para más señas, chistes en tropel (por eso no está mal verla varias veces), a veces no te ríes para no perder la siguiente ocurrencia y sobre todo, no se te ocurre ni levantarte un palmo del asiento.
Wilder fue único (no en vano su maestro fue otro grande: Ernst Lubitsch), única fue la porción de Historia que narra en clave sarcástica esta película, y será difícil encontrar un personaje de esta talla a la hora de abordar con humor los problemas y asuntos complejos de nuestra reciente Historia.
Wilder trata estos temas con un afilado guión escrito por él mismo junto a I.A.L. Diamond, basado en la comedia en un acto "One, Two, Three" (1930), del húngaro Ferenc Molnár (1878-1952), uno de los más grandes intelectuales húngaros de la primera mitad de siglo. Sus aceradas escenas, su mordiente, su comicidad de hondo calado y a veces la carcajada que suscita, hacen de este film una obra imperdible y un análisis muy agudo del comunismo y también del mundo empresarial norteamericano. Esta aguda humorada, esta obra ácida, penetrante y arrolladora de Wilder está ambientada en el Berlín de la Guerra Fría.
La película tiene una gran música de André Previn, una partitura dinámica, rítmica y colorista que incluye fragmentos de la "Danza del sable" de Khachaturian, "Las Walkyrias" de Wagner, e incluso del rock: "Itsy-Bitsy Teeny-Weeny". y qué decir de la excelente fotografía en blanco y negro de Daniel L. Fapp ("West Side History"), que además mueve la cámara con extraordinaria eficiencia, ofreciendo con delectación los "gags" visuales y subrayando con imágenes las sugerencias sonoras; fotografía que fue nominada al Oscar a la mejor fotografía en aquel año de 1961.
El reparto no puede ser más genial, con otro grande del cine, el actor James Cagney que borda el papel de empresario ambicioso, jefe de ventas de Coca-Cola en Berlín que vislumbra por fin su meteórico ascenso en la empresa, dando el salto al otro lado del Telón de Acero. Igualmente de lujo están el resto de actores y actrices de primer orden como Pamela Tiffin, Horst Buchholz, Arlene Francis, Liselotte Pulver, Howard St. John, Hanns Lothar, Leon Askin, Ralf Walter, Karl Lieffen o Hubert von Meyernick. Un auténtico coro de intérpretes con una gran vis cómica y enorme ingenio para esta obra de Wilder.
La historia narra la vida en Berlín del ambicioso, astuto y típico norteamericano C.R. MacNamara (James Cagney), quien desde el occidente berlinés pretende abrirse paso hacia la URSS con su incuestionable Coca-Cola, y sueña con la llegada de ese día, mientras se entretiene con su secretaria y procura pasar por alto las excentricidades de su plantilla que sigue actuando con las mañas del recién extinto nazismo. Pero contra sus delirios y deseos, lo que su jefe supremo le encarga desde los EE.UU. es que cuide a su hija Scarlett, que llega a Berlín esa misma tarde, de visita temporal. Scarlett es una enredadora e impetuosa joven que, con dieciocho años, ya ha estado prometida en cuatro ocasiones. Pero lo peor viene cuando tras saltarse la vigilancia de MacNamara, conoce y se enamora perdidamente de Otto Piffl, un joven comunista cargado de ideas estereotipadas y consignas, que vive en la Alemania Oriental. A partir de aquí todos los planes del ambicioso jefe de ventas se ponen en peligro. El señor MacNamara hará lo imposible por deshacer el noviazgo antes de que el padre se ponga al corriente.
Wilder destaca y luego ridiculiza los tópicos del nazismo, del comunismo –al que le dedica grandes dosis de sátira- y del capitalismo, pues desvela los aspectos más deficitarios del mundo americano (recordemos que Wilder es de origen húngaro). De manera que delata, siempre en clave de humor, la disciplinariedad estúpida de las reminiscencias hitlerianas en los taconazos y forma de cuadrarse de los empleados berlineses, se ríe de las consignas y el colectivismo comunista, ataca con contundencia la enfermiza obsesión por ganar dinero de los americanos, y denuncia la ambición social por el ascenso y el reconocimiento en general. De igual modo, enfrenta el gran contraste que se da entre el quijotismo del joven y la practicidad cruel de MacNamara, no porque defienda una u otra ideología, sino como un acto de fe en aras al romanticismo –aunque sea ingenuo- “versus” el cinismo.
Humor más que inteligente, ritmo trepidante, montaje perfecto, interpretaciones admirables, escenas a toda velocidad con persecuciones alocadas, James Cagney magistral, enérgico y chillón, representante de ese capitalismo maquiavélico típicamente americano, con sinuosa secretaria para más señas, chistes en tropel (por eso no está mal verla varias veces), a veces no te ríes para no perder la siguiente ocurrencia y sobre todo, no se te ocurre ni levantarte un palmo del asiento.
Wilder fue único (no en vano su maestro fue otro grande: Ernst Lubitsch), única fue la porción de Historia que narra en clave sarcástica esta película, y será difícil encontrar un personaje de esta talla a la hora de abordar con humor los problemas y asuntos complejos de nuestra reciente Historia.
7 de abril de 2018
7 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espléndida comedia de Billy Wilder. Una parodia frenética, que se desarrolla a un ritmo trepidante de principio a fin. Es una parodia exagerada, llevando las situaciones a caricaturas extremas. De tal modo que realmente se pasan toda la película gritando, dando órdenes y corriendo.
Recae la mayor parte del peso de la obra en James Cagney, pero todos los demás actores/personajes también contribuyen aportando muy grandes momentos.
Tiene toda una colección de escenas fantásticas y míticas, como los continuos golpes de tacón, la danza del sable, el coche a modo camarote de los hermanos Marx, o el gag final.
Comedia imprescindible que siempre es una gozada volver a ver.
Recae la mayor parte del peso de la obra en James Cagney, pero todos los demás actores/personajes también contribuyen aportando muy grandes momentos.
Tiene toda una colección de escenas fantásticas y míticas, como los continuos golpes de tacón, la danza del sable, el coche a modo camarote de los hermanos Marx, o el gag final.
Comedia imprescindible que siempre es una gozada volver a ver.
15 de mayo de 2019
15 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la primera escena de la película Billy Wilder nos presenta la puerta de Brandenburgo como principal foco de la escena, seguido de primeros planos de huelgas en el Berlín comunista y bandas publicitarias de Coca Cola. Con esto, nos situamos en el ojo del ciclón, del que emerge la trama de la película.
Así conocemos a un empresario excéntrico que dirige la sucursal de Coca cola en Berlín occidental y que, para congraciarse el favor de su jefe, acepta alojar a su díscola hija de 17 años durante las semanas que estará de visita. Pero estas dos semanas se convierten en meses y comienzan los problemas para MacNamara, que deberá aprender a lidiar con las manías de la joven para satisfacer a su padre y conseguir su ansiado traslado a Londres.
De esta forma “Uno, dos, tres” se convierte en una sátira contemporánea que, ambientada en la Guerra Fría, está cargada de un sarcasmo subliminal que no deja impune a ninguno: nazismo, comunismo, capitalismo… Una comedia rápida y arrolladora que no permite margen para pestañear. Es una obra repleta de guiños, en un pulso frenético, a una Alemania que intenta sanar, al servilismo, travestismo, espionaje, falsificación de identidad y, por supuesto, la disputa entre capitalismo y comunismo. No podemos olvidar que este film rebate la sociedad de la época, y como tal refleja la visión más radical del mundo capitalista que quedó reforzado tras la victoria en la Guerra Fría. Así, utiliza a una de las principales empresas del mundo actual, Coca Cola, para ilustrar el ansia de poder y control de las entidades capitalistas, que soñaban incluso con franquear las fronteras del comunismo para el crecimiento de su negocio. Como tal la película expone, como su principal tesis, la egolatría del capitalismo.
La sublime obra de Billy Wilder deja sin embargo espacio para una joya más, porque la actuación de James Cagney no podía ser calificada de otra forma. Con chocantes y vertiginosos diálogos, la aparición de Cagney en la película augura las mejores escenas. Aunque tampoco podemos obviar la actuación de Pamela Tiffin.
En cuanto al personaje de James Cagney, el empresario McNamara, nos enseña tres lecciones vitales como hombre de negocios. La primera es la necesidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, siendo una persona resolutiva. Además, no pierde la ambición a pesar de haber fracasado y siempre tiene un plan para conseguir llegar a donde quiere. McNamara sabe adaptarse a cualquier situación y, si hace falta, dar un giro de 180º grados para que las circunstancias sirvan a sus objetivos. Sin embargo, este ladino empresario también tiene sus debilidades. No sabe compaginar la vida familiar con el trabajo. Engaña a su esposa e ignora a sus hijos y sólo parece preocuparse por sus negocios.
Para más inri, la película ha sido rodada en exteriores de Berlín y Munich y en los platós de Bavaria Studios (Alemania), lo cual ofrece imágenes verídicas de las condiciones de vida en el Berlín este. Por tanto, teniendo en cuenta que la grabación se ejecutó en plena construcción del muro de Berlín, no debió suponer una tarea fácil para el equipo.
Esta película de Wilder es, en definitiva, una sarta de los estereotipos capitalista y comunista, que juega con personajes muy caracterizados buscando denunciar los puntos débiles de la familia americana, el afán de riqueza y ascenso social, y ridiculizar la aristocracia. Además, no olvida citas cultas a Shakespeare o cinéfilas (“Lo que el viento se llevó”, “Espartaco”). Concluyendo, una obra de arte que se mueve al frenético compás de la “Danza del Sable” o El vuelo del abejorro.
Así conocemos a un empresario excéntrico que dirige la sucursal de Coca cola en Berlín occidental y que, para congraciarse el favor de su jefe, acepta alojar a su díscola hija de 17 años durante las semanas que estará de visita. Pero estas dos semanas se convierten en meses y comienzan los problemas para MacNamara, que deberá aprender a lidiar con las manías de la joven para satisfacer a su padre y conseguir su ansiado traslado a Londres.
De esta forma “Uno, dos, tres” se convierte en una sátira contemporánea que, ambientada en la Guerra Fría, está cargada de un sarcasmo subliminal que no deja impune a ninguno: nazismo, comunismo, capitalismo… Una comedia rápida y arrolladora que no permite margen para pestañear. Es una obra repleta de guiños, en un pulso frenético, a una Alemania que intenta sanar, al servilismo, travestismo, espionaje, falsificación de identidad y, por supuesto, la disputa entre capitalismo y comunismo. No podemos olvidar que este film rebate la sociedad de la época, y como tal refleja la visión más radical del mundo capitalista que quedó reforzado tras la victoria en la Guerra Fría. Así, utiliza a una de las principales empresas del mundo actual, Coca Cola, para ilustrar el ansia de poder y control de las entidades capitalistas, que soñaban incluso con franquear las fronteras del comunismo para el crecimiento de su negocio. Como tal la película expone, como su principal tesis, la egolatría del capitalismo.
La sublime obra de Billy Wilder deja sin embargo espacio para una joya más, porque la actuación de James Cagney no podía ser calificada de otra forma. Con chocantes y vertiginosos diálogos, la aparición de Cagney en la película augura las mejores escenas. Aunque tampoco podemos obviar la actuación de Pamela Tiffin.
En cuanto al personaje de James Cagney, el empresario McNamara, nos enseña tres lecciones vitales como hombre de negocios. La primera es la necesidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, siendo una persona resolutiva. Además, no pierde la ambición a pesar de haber fracasado y siempre tiene un plan para conseguir llegar a donde quiere. McNamara sabe adaptarse a cualquier situación y, si hace falta, dar un giro de 180º grados para que las circunstancias sirvan a sus objetivos. Sin embargo, este ladino empresario también tiene sus debilidades. No sabe compaginar la vida familiar con el trabajo. Engaña a su esposa e ignora a sus hijos y sólo parece preocuparse por sus negocios.
Para más inri, la película ha sido rodada en exteriores de Berlín y Munich y en los platós de Bavaria Studios (Alemania), lo cual ofrece imágenes verídicas de las condiciones de vida en el Berlín este. Por tanto, teniendo en cuenta que la grabación se ejecutó en plena construcción del muro de Berlín, no debió suponer una tarea fácil para el equipo.
Esta película de Wilder es, en definitiva, una sarta de los estereotipos capitalista y comunista, que juega con personajes muy caracterizados buscando denunciar los puntos débiles de la familia americana, el afán de riqueza y ascenso social, y ridiculizar la aristocracia. Además, no olvida citas cultas a Shakespeare o cinéfilas (“Lo que el viento se llevó”, “Espartaco”). Concluyendo, una obra de arte que se mueve al frenético compás de la “Danza del Sable” o El vuelo del abejorro.
17 de noviembre de 2019
17 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que fue la primera mujer de mi hermano, la que me regalo el libro de Mark Pendergrast que nunca me he leído, pero pocos títulos tan apropiados para una critica como el de este libro. Dios es Billy Wilder, así le llamo Trueba; Patria es un denominador común en esta película, Alemanes, Rusos y Americanos, todos orgullosos de sus países; y Coca Cola es la marca sobre la que gira esta gran película que se rodó doce años antes de que un servidor viniera al mundo.
Unos diálogos trepidantes con una concatenación de bromas y chistes que tendría que ver mas veces para poder pillar todo el humor afilado de Willder.
James Cagney el primer mafioso del cine, le recuerdo de cuando era niño en películas en negro y blanco, con una metralleta en la mano. Uno de sus últimos papeles, con ya sesenta años. Borda el papel que estoy seguro de que es el origen del personaje de el Señor Lobo en Pulp Ficcion, un experto resolviendo problemas y dando ordenes resolutivas.
Me ha encantado el personaje de Scarlett, interpretado por Pamela Tiffin con unos diálogos geniales, haciendo de tonta y con las frases mas graciosas.
Horst Buchholz hace un buen trabajo cómico de novio comunista, lleno de tópicos, pero divertido también. Inolvidable papel de Dottor Lessing en La vida es bonita.
El resto de los secundarios son todos acertadísimos, los rusos, los empleados alemanes, la secretaria cachonda y la cínica esposa.
No fue muy popular en su época esta producción, porque frivolizó con todo y con todos, una critica sutil a los gobiernos de varios países, a las clases sociales, al capitalismo, al comunismo, al sagrado sacramento del matrimonio...etc...
Como dice un tertuliano de José Luis Garci en el programa que dedicaron a esta película en Que grande es el cine, en la 2: "no deja títere con cabeza"
Unos diálogos trepidantes con una concatenación de bromas y chistes que tendría que ver mas veces para poder pillar todo el humor afilado de Willder.
James Cagney el primer mafioso del cine, le recuerdo de cuando era niño en películas en negro y blanco, con una metralleta en la mano. Uno de sus últimos papeles, con ya sesenta años. Borda el papel que estoy seguro de que es el origen del personaje de el Señor Lobo en Pulp Ficcion, un experto resolviendo problemas y dando ordenes resolutivas.
Me ha encantado el personaje de Scarlett, interpretado por Pamela Tiffin con unos diálogos geniales, haciendo de tonta y con las frases mas graciosas.
Horst Buchholz hace un buen trabajo cómico de novio comunista, lleno de tópicos, pero divertido también. Inolvidable papel de Dottor Lessing en La vida es bonita.
El resto de los secundarios son todos acertadísimos, los rusos, los empleados alemanes, la secretaria cachonda y la cínica esposa.
No fue muy popular en su época esta producción, porque frivolizó con todo y con todos, una critica sutil a los gobiernos de varios países, a las clases sociales, al capitalismo, al comunismo, al sagrado sacramento del matrimonio...etc...
Como dice un tertuliano de José Luis Garci en el programa que dedicaron a esta película en Que grande es el cine, en la 2: "no deja títere con cabeza"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Que gran escena final al lado de la maquina de refrescos, cuando sostiene una botella de Pepsi Cola. Genial!!
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