En primera plana
7.3
49,170
Drama
En el año 2002, un reducido equipo de reporteros de investigación del Boston Globe destapó los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas del estado de Massachussets. La publicación de estos hechos, que la archidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia Católica como institución. (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2016
30 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran película, sin duda. Con elementos de thriller y de denuncia, sí, pero sobre todo una película sobre el periodismo. Con un elenco impresionante y un buen guión, sólo hay que buscar un ritmo adecuado y aquí Thomas McCarthy pone justo el que la película necesita. El espectador se queda con ganas de más y eso es un acierto pleno. Sales del cine con la sensación de haber invertido 8 euros. Qué grande Keaton, qué esplendida madurez. Y muy bien arropado por el grandísimo Ruffalo y la bella McAdams, a la que creo que no le va a llegar para lograr el Oscar. Muy contenido y sobrio Liev Schreiber, sí señor, un gran elenco, una gran película.
31 de enero de 2016
31 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando aún estábamos en 2012 (¿se acuerda alguien?) ya habían pasado exactamente diez años desde que estallara el escándalo. EL escándalo. Seguramente el mayor con el que nuestra conciencia haya tenido que lidiar jamás. Sin duda el más gordo que se haya paseado, en toda la historia del periodismo, por una redacción de periódico, ya sea éste de Barcelona, París, Roma o, por qué no, Boston. Por desgracia, el lugar era casi lo de menos, porque tal y como se supo más adelante, los tentáculos del monstruo habían llegado hasta el rincón más recóndito del planeta. Nadie estaba a salvo. Nadie lo había estado, con lo que el daño parecía ya irreparable y, obviamente, irreversible. Llegados a ese angustioso punto en el que el desengaño batía ya cualquier fantasía tras las que poder parapetarse, quedaba sólo llegar hasta el mismísimo fondo de la amargura y plantearse la pregunta más incómoda: ''¿Y ahora qué?'' Bueno pues... para empezar, escuchar a las víctimas parecía un paso más que razonable. El moralmente menos bochornoso. Qué menos, ¿no? Y a ello nos pusimos. Nos sentamos, les invitamos a ellos a hacer lo propio y escuchamos... Solo que no oímos absolutamente nada.
Justicia divina, y cruel a más no poder. Digna del Antiguo Testamento. Nos mentalizamos y nos preparamos para el golpe más duro, lo cual nos llevó su tiempo (mucho, demasiado). Pedimos paciencia y comprensión (¡nosotros!) y se nos concedió todo esto y más. Marcamos las pautas del proceso porque, efectivamente, la digestión era pesadísima... pero también porque teníamos (y tenemos) la cara muy dura. En fin, que cuando llegó el momento de afrontar la verdad, comprobamos más de dos veces la estabilidad de la silla (por miedo a no caer de culo), abrimos bien los ojos y nos quitamos, de una vez por todas (que ya iba siendo hora), la cera de los orejas. Pero no. Ni un solo decibelio llegó al tímpano. Silencio. El más espantoso, sobrecogedor y sí, atronador de los silencios. De proporciones bíblicas, también. Era seguramente lo que nos merecíamos, y también lo que había. Así de simple: el testigo (perdón, la víctima) era sordomudo. Él y aproximadamente los otros doscientos. Maldita la gracia.
Por suerte (que con algo tocaba consolarse) ahí estaba para poner los subtítulos y, de paso, orden en este grotesco caos, ni más ni menos que Alex Gibney, consumado desmantelador de algunos de los mayores y más aberrantes escándalos (que de esto va la cosa, por si aún no había quedado claro) sobre los que se han construido esos Estados Unidos con los que nos ha tocado convivir. Aquellos no erigidos, sino consolidados ya (y de qué manera) en primera súper-potencia mundial. A todos los niveles. No es de extrañar pues que la influencia ejercida por el de arriba derive (o degenere) en contagio. Para bien o para mal, lo que sucede ahí tiene tarde o temprano su réplica aquí, y sino pregunten, si les parece, a su economista de cabecera. Antes, pero, volvamos al 2012, año en el que la HBO presenta 'Mea Maxima Culpa: Silence in the House of God', minucioso repaso, en forma de documental, de todos los eventos que llevaron al desenmascare del Padre Lawrence Murphy, sacerdote de Milwaukee que abusó sexualmente de más doscientos alumnos (sordomudos todos ellos) de una escuela que dirigía. Y como vivimos en tiempos de alta viralidad, descubrimos, aterrorizados, que el horror de aquel centro se reprodujo en muchos otros, y que lo de América era también lo de Europa, África y Asia, y que la mancha (de lo que fuera aquello... qué asco) llegaba hasta el Vaticano, residencia del Señor, quien callaba porque, y ahí sí que nos tumbaron, decidió no escuchar. Hacer oídos sordos, vaya.
En 2012 el seísmo ya había pasado. En 2002 también, solo que todavía no nos habíamos enterado. O peor, no habíamos querido hacerlo. 'Spotlight', nueva película de Thomas McCarthy, es otro de estos repasos que, como tal, lleva a cabo su cometido sin concesión alguna. Sin miedo, dicho de otra forma, a dejar heridos por el camino. Llegamos ahora mismo al momento ideal para mirarnos al espejo y preguntarnos en qué lado estamos; en qué lado hemos estado. Hará ya catorce años (¿se acuerda alguien? pues deberíamos) los bandos no estaban tan definidos. De hecho, no lo estaban para nada... y de hecho, a esto se dedica también McCarthy. Sobre todo, si en algún momento del proceso se siente ud. incómodo, consuélese pensando que al menos todavía le queda, desperdigado por sus entrañas, algún que otro gramo de decencia. Empieza por fin, y de nuevo, la reconstrucción de los hechos. Hasta toparnos con la Iglesia. Una vez más. Sabemos cómo empieza y cómo termina todo, lo que no tenemos tan claro (por desconocimiento; por falta de memoria) es cómo se pasó del punto A al punto B.
Justicia divina, y cruel a más no poder. Digna del Antiguo Testamento. Nos mentalizamos y nos preparamos para el golpe más duro, lo cual nos llevó su tiempo (mucho, demasiado). Pedimos paciencia y comprensión (¡nosotros!) y se nos concedió todo esto y más. Marcamos las pautas del proceso porque, efectivamente, la digestión era pesadísima... pero también porque teníamos (y tenemos) la cara muy dura. En fin, que cuando llegó el momento de afrontar la verdad, comprobamos más de dos veces la estabilidad de la silla (por miedo a no caer de culo), abrimos bien los ojos y nos quitamos, de una vez por todas (que ya iba siendo hora), la cera de los orejas. Pero no. Ni un solo decibelio llegó al tímpano. Silencio. El más espantoso, sobrecogedor y sí, atronador de los silencios. De proporciones bíblicas, también. Era seguramente lo que nos merecíamos, y también lo que había. Así de simple: el testigo (perdón, la víctima) era sordomudo. Él y aproximadamente los otros doscientos. Maldita la gracia.
Por suerte (que con algo tocaba consolarse) ahí estaba para poner los subtítulos y, de paso, orden en este grotesco caos, ni más ni menos que Alex Gibney, consumado desmantelador de algunos de los mayores y más aberrantes escándalos (que de esto va la cosa, por si aún no había quedado claro) sobre los que se han construido esos Estados Unidos con los que nos ha tocado convivir. Aquellos no erigidos, sino consolidados ya (y de qué manera) en primera súper-potencia mundial. A todos los niveles. No es de extrañar pues que la influencia ejercida por el de arriba derive (o degenere) en contagio. Para bien o para mal, lo que sucede ahí tiene tarde o temprano su réplica aquí, y sino pregunten, si les parece, a su economista de cabecera. Antes, pero, volvamos al 2012, año en el que la HBO presenta 'Mea Maxima Culpa: Silence in the House of God', minucioso repaso, en forma de documental, de todos los eventos que llevaron al desenmascare del Padre Lawrence Murphy, sacerdote de Milwaukee que abusó sexualmente de más doscientos alumnos (sordomudos todos ellos) de una escuela que dirigía. Y como vivimos en tiempos de alta viralidad, descubrimos, aterrorizados, que el horror de aquel centro se reprodujo en muchos otros, y que lo de América era también lo de Europa, África y Asia, y que la mancha (de lo que fuera aquello... qué asco) llegaba hasta el Vaticano, residencia del Señor, quien callaba porque, y ahí sí que nos tumbaron, decidió no escuchar. Hacer oídos sordos, vaya.
En 2012 el seísmo ya había pasado. En 2002 también, solo que todavía no nos habíamos enterado. O peor, no habíamos querido hacerlo. 'Spotlight', nueva película de Thomas McCarthy, es otro de estos repasos que, como tal, lleva a cabo su cometido sin concesión alguna. Sin miedo, dicho de otra forma, a dejar heridos por el camino. Llegamos ahora mismo al momento ideal para mirarnos al espejo y preguntarnos en qué lado estamos; en qué lado hemos estado. Hará ya catorce años (¿se acuerda alguien? pues deberíamos) los bandos no estaban tan definidos. De hecho, no lo estaban para nada... y de hecho, a esto se dedica también McCarthy. Sobre todo, si en algún momento del proceso se siente ud. incómodo, consuélese pensando que al menos todavía le queda, desperdigado por sus entrañas, algún que otro gramo de decencia. Empieza por fin, y de nuevo, la reconstrucción de los hechos. Hasta toparnos con la Iglesia. Una vez más. Sabemos cómo empieza y cómo termina todo, lo que no tenemos tan claro (por desconocimiento; por falta de memoria) es cómo se pasó del punto A al punto B.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
'Spotlight' hace honor a los orígenes de su título (a saber, la prestigiosa sección de periodismo de investigación del Boston Globe) llevando siempre el rigor por bandera y reivindicándose, de paso, a través de la nitidez de su narración, como un ejemplo modélico de esa prensa que debiera ser; de esa a la que, por desgracia, tan tentador resulta hacerla callar. Y que conste en acta, en 2002, que es cuando dicho rotativo empezó a escribir esa legendaria serie de artículos que le llevaría a conquistar con total merecimiento el Premio Pulitzer, pocos había que estuvieran libres de pecado. De entonar el ''Nostra Maxima Culpa'' también va el asunto. Sin maniqueísmos simplones, atajos o cualquier otro tipo de favores al gran público que hubieran puesto en peligro la credibilidad del producto, McCarthy avanza firme hacia una explosión que todavía a día de hoy se nos tiene que recordar a cuántos niveles llegó. Es por esto que la mejor manera para etiquetar su nuevo trabajo sea seguramente la de la no-ficción dramatizada. La combinación (que en ningún caso es pugna) entre periodismo y séptimo arte estrictamente entendido como tal se resuelve en que lo segundo es un medio -ideal- para ensalzar lo primero. Tal y como pedía, a gritos, la condena de esos crímenes que requieren de la complicidad, como mínimo, de una comunidad entera.
Bien secundado por un elenco en el que brillan no sólo los nombres, sino especialmente el talento más demostrable (Mark Ruffalo, por cierto, suma y sigue), el cineasta de Nueva Jersey hace del proceso de arrojar luz a la oscuridad, algo muy parecido a su hábitat natural. Como pez en el agua o, para emplear la jerga al uso, como periodista de la vieja escuela delante de pistas, evidencias, testimonios o, cómo no, su propia máquina de escribir. Escena tras escena, reivindica ese cine al que le ponemos la etiqueta de ''necesario'', dibujando perfectamente el contexto sin desenfocar nunca un tema de estudio ciertamente poliédrico. Por una parte, y por mucho que se odie el baseball, uno no puede pretender hurgar en las heridas de Boston sin haberse paseado antes por ese templo llamado Fenway o sin tener ciertas nociones concerniendo a la maldición del Bambino. Al final, ya lo ven, el lugar también importaba. En el otro lado, y volviendo a la globalización, los abusos a menores cometidos / consentidos en el seno de la Iglesia, el periodismo como monstruosa responsabilidad... y la enfermedad. Los protagonistas de Gibney eran sordos. Alguno de los de McCarthy también, pero porque así lo eligieron. ¿Han notado el escalofrío?
Bien secundado por un elenco en el que brillan no sólo los nombres, sino especialmente el talento más demostrable (Mark Ruffalo, por cierto, suma y sigue), el cineasta de Nueva Jersey hace del proceso de arrojar luz a la oscuridad, algo muy parecido a su hábitat natural. Como pez en el agua o, para emplear la jerga al uso, como periodista de la vieja escuela delante de pistas, evidencias, testimonios o, cómo no, su propia máquina de escribir. Escena tras escena, reivindica ese cine al que le ponemos la etiqueta de ''necesario'', dibujando perfectamente el contexto sin desenfocar nunca un tema de estudio ciertamente poliédrico. Por una parte, y por mucho que se odie el baseball, uno no puede pretender hurgar en las heridas de Boston sin haberse paseado antes por ese templo llamado Fenway o sin tener ciertas nociones concerniendo a la maldición del Bambino. Al final, ya lo ven, el lugar también importaba. En el otro lado, y volviendo a la globalización, los abusos a menores cometidos / consentidos en el seno de la Iglesia, el periodismo como monstruosa responsabilidad... y la enfermedad. Los protagonistas de Gibney eran sordos. Alguno de los de McCarthy también, pero porque así lo eligieron. ¿Han notado el escalofrío?
31 de enero de 2016
31 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diario "The Boston Globe" tiene cada día menos suscriptores y necesita aire fresco, así que los dueños deciden incorporar a Marty Baron como editor en jefe para darle un giro a la manera de hacer periodismo.
Al principio, el cambio no gusta mucho a los integrantes de la unidad de investigación "Spotlight", conformada por 2 editores y 3 reporteros, pero aceptan estudiar el caso de la pederastia católica en la ciudad de Boston. El trabajo periodístico es enorme: va desde entrevistar a adultos que fueron atacados en su infancia, analizar expedientes judiciales, buscar notas periodísticas de años anteriores y luchar contra la complicidad de una sociedad conservadora.
Es impresionante el dolor de las víctimas, las cuales presentan aún daños físicos y sicológicos. Algunas personas incluso se suicidaron al no encontrar ni justicia para ellas ni castigo para sus agresores.
La película nos permite conocer a las personas ajenas al periodismo el modo de trabajo de los periodistas que no se venden ni a las corporaciones ni a los gobiernos. Apegado a su gran profesionalismo, "The Boston Globe" logró denunciar este caso a nivel mundial a principios del siglo XXI.
Al final aparecen en pantalla el nombre de las ciudades donde el catolicismo ha sido denunciado como protector de casos de pederastia. Ello indica que no sólo Bernard Law, arzobispo de Boston en los 80s y 90s, protegió a violadores sexuales, sino que hay miles de casos en todo el planeta. La complicidad del Vaticano hacia Law y otros sacerdotes porque suelen no excomulgarlos, simplemente los reubica en nuevas parroquias a donde pueden seguir delinquiendo.
Tiene el papa Francisco la oportunidad de limpiar su casa o fingir como lo hizo su antecesor, Ratzinger. Y qué mejor que empezar por México, donde los abusos han sido muchísimos.
Al principio, el cambio no gusta mucho a los integrantes de la unidad de investigación "Spotlight", conformada por 2 editores y 3 reporteros, pero aceptan estudiar el caso de la pederastia católica en la ciudad de Boston. El trabajo periodístico es enorme: va desde entrevistar a adultos que fueron atacados en su infancia, analizar expedientes judiciales, buscar notas periodísticas de años anteriores y luchar contra la complicidad de una sociedad conservadora.
Es impresionante el dolor de las víctimas, las cuales presentan aún daños físicos y sicológicos. Algunas personas incluso se suicidaron al no encontrar ni justicia para ellas ni castigo para sus agresores.
La película nos permite conocer a las personas ajenas al periodismo el modo de trabajo de los periodistas que no se venden ni a las corporaciones ni a los gobiernos. Apegado a su gran profesionalismo, "The Boston Globe" logró denunciar este caso a nivel mundial a principios del siglo XXI.
Al final aparecen en pantalla el nombre de las ciudades donde el catolicismo ha sido denunciado como protector de casos de pederastia. Ello indica que no sólo Bernard Law, arzobispo de Boston en los 80s y 90s, protegió a violadores sexuales, sino que hay miles de casos en todo el planeta. La complicidad del Vaticano hacia Law y otros sacerdotes porque suelen no excomulgarlos, simplemente los reubica en nuevas parroquias a donde pueden seguir delinquiendo.
Tiene el papa Francisco la oportunidad de limpiar su casa o fingir como lo hizo su antecesor, Ratzinger. Y qué mejor que empezar por México, donde los abusos han sido muchísimos.
1 de febrero de 2016
1 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que Spotlight es un Drama que invita al/la espectador/a a realizar un posterior análisis del tema tratado: La Pederastia en el seno de la Iglesia. Empiezo con esta afirmación porque no recomiendo que el/la espectador/a acuda a verla con intención de ver una película envolvente, cautivadora y emocionante. Estos adjetivos quedan lejos de esta investigación periodística objetiva y basada en hechos reales, pero a su vez atrae otros como abrumadora, cruda, impactante y reflexiva. Cualquier persona que salga del cine hará una (al menos) pequeña mención al argumento y lanzará preguntas a sus acompañantes o a su propia conciencia, y esto no es algo que cualquier largometraje sea capaz de lograr. La sobriedad con la que se trata un tema tan delicado no dejará indiferente a nadie, creyentes o no.
El ambiente en el que transcurre la trama; Boston, en pleno año 2001 y con todo lo que ello supone. Transmite una sociedad americana sumida en el estatismo político pero en auge reivindicativo social. Kiev Schreiber traduce el color gris en una actuación estanca y seria, en contrapunto estaría el siempre expresivo Mark Ruffalo o Michael Keaton, este último continuando con nivel interpretativo espléndido que alcanzó con la aclamadísima Birdman. El guión puede parecer monótono o quizás algo sobreinterpretado, pero es la única manera de transmitir efusividad a la película, llena de conversaciones transcendentales entre actores de primer nivel.
Por momentos resulta complicado seguir el hilo por la cantidad de nombres que aparecen en la trama, pero esto no hace mas que acrecentar la importancia del caso, dándonos cuenta de que el problema afecta a una gran parte de la Iglesia moderna. La sensación de incredulidad y desamparo que se siente al verla hace que uno se emocione en escenas en las que (quien sino) la siempre impresionante Rachel McAdams ayuda a aportar ese grado de emotividad que necesita la cruda realidad.
Gran película y gran actuación de la gran mayoría del reparto. Escenas en ubicaciones que aumentan la sensación de decadencia, si podemos llamarle ambientación, gran ambientación entonces. Gran cobertura a un tema tabú. Gran Spotlight.
El ambiente en el que transcurre la trama; Boston, en pleno año 2001 y con todo lo que ello supone. Transmite una sociedad americana sumida en el estatismo político pero en auge reivindicativo social. Kiev Schreiber traduce el color gris en una actuación estanca y seria, en contrapunto estaría el siempre expresivo Mark Ruffalo o Michael Keaton, este último continuando con nivel interpretativo espléndido que alcanzó con la aclamadísima Birdman. El guión puede parecer monótono o quizás algo sobreinterpretado, pero es la única manera de transmitir efusividad a la película, llena de conversaciones transcendentales entre actores de primer nivel.
Por momentos resulta complicado seguir el hilo por la cantidad de nombres que aparecen en la trama, pero esto no hace mas que acrecentar la importancia del caso, dándonos cuenta de que el problema afecta a una gran parte de la Iglesia moderna. La sensación de incredulidad y desamparo que se siente al verla hace que uno se emocione en escenas en las que (quien sino) la siempre impresionante Rachel McAdams ayuda a aportar ese grado de emotividad que necesita la cruda realidad.
Gran película y gran actuación de la gran mayoría del reparto. Escenas en ubicaciones que aumentan la sensación de decadencia, si podemos llamarle ambientación, gran ambientación entonces. Gran cobertura a un tema tabú. Gran Spotlight.
2 de febrero de 2016
2 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Spotlight
"La gran historia no está en los curas, como individuos, está en la institución; práctica y política, hay que apuntar contra los males del sistema." Marty Baron.
Thomas McCarthy ha hecho una soberbia, demoledora e imprescindible película sobre hechos reales. "Spotlight" es el nombre que recibe la sección de investigación del diario Boston Globe en manos de un extraordinario grupo de valientes reporteros que hace 15 años destapó la alcantarilla donde se escondía la ignominiosa verdad que la Iglesia Católica había ocultado durante décadas en el estado de Massachusetts, EE.UU. Ellos y su tenacidad se enfrentaron a la hermética estructura de la Institución poniendo en serio peligro su reputación y futuro profesionales.
Aunque hoy sabemos algo más sobre los númerosos casos de pederastia de algunos sacerdotes, esta película nos revela los detalles que hicieron de esta práctica una repugnante e intolerable vergüenza.
Conoceremos a fondo los inescrutables caminos que utilizó la Iglesia para blindar o proteger a sus delincuentes; cómo estos canallas eligieron a sus víctimas, niños o niñas, indistintamente, siempre entre los más frágiles, provenientes de barrios humildes, criaturas desprotegidas, pobres, con familias ignorantes, conflictivas, fáciles de sobornar, con la única finalidad de dar rápidamente carpetazo al asunto en caso de una posible demanda.
El cáncer alcanza categoría de metástasis, es sistémico, sigue un método, unas pautas -incluso aparecen encriptadas eufemísticamente en la propia documentación de la Organización-, conocidas desde las más altas esferas jerárquicas hasta sus bases. Esta mafia siniestra, dueña de una maquinaria perfectamente engrasada, funcionó al margen de la ley de los hombres con absoluta impunidad. A los malhechores, cuando ya representaban un peligro para el prestigio de la Institución, los cambiaban de comunidad o parroquia, donde seguían cometiendo los mismos desmanes una y otra vez ante la mirada impasible de sus protectores. Dantesco.
Los resultados son escalofriantes. Miles y miles de dammificados sólo en la ciudad de Boston, muchos de los cuales se suicidaron, otros cayeron presa de las drogas y la mayoría arrastraron o arrastrarán hasta su muerte secuelas irreversibles. De 1.500 sacerdotes, 90 siervos del Señor resultaron culpables, es decir, un pavoroso 6% de la plantilla eclesiástica. Si tomamos como banco de pruebas lo sucedido en Boston y lo extrapolamos al resto del mundo, la magnitud de la tragedia y el infinito dolor que estos monstruos han causado son colosales.
Y yo me pregunto: ¿Alguien se aventuraría a tomar un avión, un tren o conducir un coche, si supiera que tiene un 6% de posibilidades de sufrir un accidente; o salir a la calle, viajar, hacer turismo ante la perspectiva de ser víctima de un ataque terrorista en ese mismo porcentaje. Yo les digo que no. Es más, me atrevo a sostener que el mundo tal como está estructurado hoy, al menos en los países occidentales, se paralizaría. En Honduras, el lugar mas inseguro del mundo, en el que a cualquier ciudadano de un estado razonablemente civilizado le aterrorizaría vivir, se cometen 90 homicidios por cada cien mil habitantes, lo que representa el 0,0009% de su población.
Ergo, si un 6% de la brigada sacerdotal ataca a más de un niño, el porcentaje de fatalidad aumenta de forma exponencial. Y a no ser que los padres que dejan la educación de sus hijos en manos de curas desconozcan este irrefutable hecho o sean unos auténticos irresponsables, no se entiende esa disposición a contraer semejante riesgo.
Como botón de muestra, en los créditos del final, verán aparecer una lista interminable de instituciones, escuelas y organismos de enseñanza católica a lo largo y ancho de la Tierra, en los que se han descubierto y probado este tipo de delitos.
"Spotlight" no sólo es una estupenda película sino que además resulta necesaria. Deberían, como prevención, verla todos los padres de familia como ejemplo didáctico que contribuya a tomar conciencia del problema al que se exponen.
Por último, me gustaría decir que el reportaje que, en su día, llevó a cabo Spotlight, mereció el Premio Pulitzer de periodismo. No dejen de verla, vale la pena.
Emilio Castelló Barreneche
"La gran historia no está en los curas, como individuos, está en la institución; práctica y política, hay que apuntar contra los males del sistema." Marty Baron.
Thomas McCarthy ha hecho una soberbia, demoledora e imprescindible película sobre hechos reales. "Spotlight" es el nombre que recibe la sección de investigación del diario Boston Globe en manos de un extraordinario grupo de valientes reporteros que hace 15 años destapó la alcantarilla donde se escondía la ignominiosa verdad que la Iglesia Católica había ocultado durante décadas en el estado de Massachusetts, EE.UU. Ellos y su tenacidad se enfrentaron a la hermética estructura de la Institución poniendo en serio peligro su reputación y futuro profesionales.
Aunque hoy sabemos algo más sobre los númerosos casos de pederastia de algunos sacerdotes, esta película nos revela los detalles que hicieron de esta práctica una repugnante e intolerable vergüenza.
Conoceremos a fondo los inescrutables caminos que utilizó la Iglesia para blindar o proteger a sus delincuentes; cómo estos canallas eligieron a sus víctimas, niños o niñas, indistintamente, siempre entre los más frágiles, provenientes de barrios humildes, criaturas desprotegidas, pobres, con familias ignorantes, conflictivas, fáciles de sobornar, con la única finalidad de dar rápidamente carpetazo al asunto en caso de una posible demanda.
El cáncer alcanza categoría de metástasis, es sistémico, sigue un método, unas pautas -incluso aparecen encriptadas eufemísticamente en la propia documentación de la Organización-, conocidas desde las más altas esferas jerárquicas hasta sus bases. Esta mafia siniestra, dueña de una maquinaria perfectamente engrasada, funcionó al margen de la ley de los hombres con absoluta impunidad. A los malhechores, cuando ya representaban un peligro para el prestigio de la Institución, los cambiaban de comunidad o parroquia, donde seguían cometiendo los mismos desmanes una y otra vez ante la mirada impasible de sus protectores. Dantesco.
Los resultados son escalofriantes. Miles y miles de dammificados sólo en la ciudad de Boston, muchos de los cuales se suicidaron, otros cayeron presa de las drogas y la mayoría arrastraron o arrastrarán hasta su muerte secuelas irreversibles. De 1.500 sacerdotes, 90 siervos del Señor resultaron culpables, es decir, un pavoroso 6% de la plantilla eclesiástica. Si tomamos como banco de pruebas lo sucedido en Boston y lo extrapolamos al resto del mundo, la magnitud de la tragedia y el infinito dolor que estos monstruos han causado son colosales.
Y yo me pregunto: ¿Alguien se aventuraría a tomar un avión, un tren o conducir un coche, si supiera que tiene un 6% de posibilidades de sufrir un accidente; o salir a la calle, viajar, hacer turismo ante la perspectiva de ser víctima de un ataque terrorista en ese mismo porcentaje. Yo les digo que no. Es más, me atrevo a sostener que el mundo tal como está estructurado hoy, al menos en los países occidentales, se paralizaría. En Honduras, el lugar mas inseguro del mundo, en el que a cualquier ciudadano de un estado razonablemente civilizado le aterrorizaría vivir, se cometen 90 homicidios por cada cien mil habitantes, lo que representa el 0,0009% de su población.
Ergo, si un 6% de la brigada sacerdotal ataca a más de un niño, el porcentaje de fatalidad aumenta de forma exponencial. Y a no ser que los padres que dejan la educación de sus hijos en manos de curas desconozcan este irrefutable hecho o sean unos auténticos irresponsables, no se entiende esa disposición a contraer semejante riesgo.
Como botón de muestra, en los créditos del final, verán aparecer una lista interminable de instituciones, escuelas y organismos de enseñanza católica a lo largo y ancho de la Tierra, en los que se han descubierto y probado este tipo de delitos.
"Spotlight" no sólo es una estupenda película sino que además resulta necesaria. Deberían, como prevención, verla todos los padres de familia como ejemplo didáctico que contribuya a tomar conciencia del problema al que se exponen.
Por último, me gustaría decir que el reportaje que, en su día, llevó a cabo Spotlight, mereció el Premio Pulitzer de periodismo. No dejen de verla, vale la pena.
Emilio Castelló Barreneche
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