Adiós a Las Vegas
7.2
57,001
Romance. Drama
Ben Sanderson (Nicolas Cage), un guionista alcohólico, acaba de perder su trabajo en Hollywood debido a que sus problemas con la bebida afectan a su rendimiento. Sin amigos y sin familia, decide ir a Las Vegas con el propósito de beber hasta morir. Nada más llegar a la ciudad, conoce a Sera (Elisabeth Shue), una atractiva prostituta que trabaja en la calle de la que se queda prendado. (FILMAFFINITY)
27 de enero de 2013
27 de enero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya he comentado que en una época mis gustos cinematográficos fueron más bien infantiles, luego la influencia de algún amigo y mi propia maduración metal contribuyó a enriquecer mi videoteca, pero en el 95 no había madurado, por eso el drama que se cuenta en esta película me pareció atractivo, con un inicio en donde se presenta al personaje de Nicolas Cage abasteciéndose de bebidas, filmándolo desde arriba, mientras suena el tema de Jackie Wilson “Lonely Teardrops”, Me pareció gracioso y marchoso al mismo tiempo.
No me gusta la música de Sting y acabo de ver que el director Mike Figgis también aparece como autor de la banda sonora, una música tristona a veces, pero entre los dos hacen un buen trabajo.
La música no solo acompaña la historia si no que inunda cada segundo de la película, y aunque no me guste demasiado le queda fenomenal a la película, para acompañar el proceso de degradación de los personajes, para mí fue un ejercicio extrañamente masoquista.
Hay un par de momentos en que Elisabeth Shue se luce como actriz, (solo es mi opinión), como la reacción de ella cuando "Cage”le dice al oído como sentirá los pendientes que le ha regalado más tarde, o la reacción dolorida de ella cuando la dueña del apartamento le dice que no hace falta que se “estropee sus delicadas manos”.
No me gusta la música de Sting y acabo de ver que el director Mike Figgis también aparece como autor de la banda sonora, una música tristona a veces, pero entre los dos hacen un buen trabajo.
La música no solo acompaña la historia si no que inunda cada segundo de la película, y aunque no me guste demasiado le queda fenomenal a la película, para acompañar el proceso de degradación de los personajes, para mí fue un ejercicio extrañamente masoquista.
Hay un par de momentos en que Elisabeth Shue se luce como actriz, (solo es mi opinión), como la reacción de ella cuando "Cage”le dice al oído como sentirá los pendientes que le ha regalado más tarde, o la reacción dolorida de ella cuando la dueña del apartamento le dice que no hace falta que se “estropee sus delicadas manos”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Reconozco que me alegré cuando los matones rusos van a matar al chulo de “Sera”, Julians Sands, para mí felizmente eliminado de la ecuación.
30 de mayo de 2021
30 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realismo resalta desde el principio hasta el fin. Es curioso como en ciertos momentos parece que estás viendo la película borracho y casi mareado, siento esto por culpa de los ligeros movimientos de cámara que terminan en ángulos holandeses. Si que es verdad que la dirección deja bastante que desear, pero el guion es de 10. Una obra tan emotiva como deprimente.
9 de junio de 2023
9 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1995 yo tenía trece años, y no vi esta película. Pero algo después (verano del 98), con 16 años entró en mi vida para quedarse. Yo empecé a salir con chicos mayores que yo, pero que compartían mis gustos mejor que mis amigos de toda la vida. Lo mío era la literatura, y con ellos formaba un corrillo de pequeños poetas. Nos juntábamos, leíamos nuestras cosas, hablábamos mucho, bebíamos cerveza (yo no fumaba) y, sobre todo, leíamos a múltiples poetas. Para que se vea bien la diferencia que había entre ellos y yo baste lo siguiente: yo era un enamorado de la poesía de Becquer, mientras que ellos adoraban a Bukowski. La diferencia de edad se notaba ahí, pero nos unía la fascinación por Verlaine, Mallarmé, Rimbaud y otros poetas, pero en lo alto del podio estaba, sin lugar a dudas, Baudelaire. <Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.> Y eso hacíamos.
No sé cuántas veces pudimos ver, durante aquél verano, tanto Leaving Las Vegas como la película sobre The Doors (la figura de Jim Morrison también fue decisiva) que dirigió Oliver Stone. Y bebimos, bebimos muchísimo. La idea de Ben de suicidarse a base de alcohol nos parecía hermosa.
El tiempo pasó, el grupo se disolvió. Yo mantuve contacto con uno de ellos, con quien a día de hoy me llamo "hermano". De aquellos tiempos quedaron en mí el gusto y la afición por la literatura (siempre lo tuve)... y el alcohol. Durante la década de mis veinte años continué bebiendo, era parte de mi personalidad, de mi forma de ser. Cuando cumplí los treinta tuve un chispazo de lucidez y pensé: "ahora no, pero si sigo con este ritmo...". A los treinta y tres tuve mi primer hijo, y para entonces la idea había madurado y lo empecé a ver claro: "si sigo con esto dentro de diez o quince años me puedo encontrar con un problema más grande del que imagino."
Siempre he tenido presente esta película, en alguna espiral de mi cerebro hay un grupo de neuronas que se encargan de que siga viva. Volví a ver esta peli y me fijé en un detalle: la historia de Ben se cuenta en un instante, que es cuando quema sus cosas, incluida una foto de su mujer y su hijo. Me vi justo en ese momento: este tipo tenía una familia, con su hijo pequeño y su mujer. Tenía un buen trabajo como guionista, un trabajo creativo como el que me gustaría tener a mí (porque, modestia aparte, creo que valgo para ello aunque sea a nivel medio)... y todo se le ha ido al carajo con el alcohol. Mi historia podía ser la historia de Ben.
Al poco decidí considerarme alcohólico, aunque ya venía rumiando la idea: solo necesitaba valentía para asumirlo. Tengo un par de familiares que lo son, y comprendí que negar la realidad es lo que les llevó a un punto en el que beber se había vuelto algo grotesco. No tenía (ni tengo) temblores ni nada de eso, ni dejé de comer y esas cosas. Simplemente vi que el problema ya estaba aquí y que a futuro podría ser incontrolable. A día de hoy no paso un día sin beber cerveza, que parece tonto pero es importante. Intento no beber más de un litro, pero casi siempre me paso aunque sea por una lata de cerveza nada más. La cerveza no es beber, decimos mi hermano y yo. Pero cuando nació mi hijo aún tenía siempre una botella de whisky en casa, y bebía whisky a diario. No una botella entera ni nada de eso, pero sí uno, dos o tres, según. Tampoco tenía muy mal beber, pero eliminé esa costumbre y me quedé con la cerveza. Bebo whisky, desde luego, pero no a diario. Ni siquiera todos los fines de semana ni nada de eso. Pero cada cierto tiempo el cuerpo me lo pide. Me cojo una medio tajaílla perfectamente tolerable y a seguir, hasta el mes que viene más o menos. Creo haber encontrado un equilibrio, pero no se puede bajar la guardia con esto.
Cuando me definí como alcohólico algunos de los que me conocen lo entendieron y otros no vieron que eso fuera así, que estaba sobreactuando o queriendo llamar la atención, pero ese es el error: el pensar que uno es alcohólico cuando está como Ben, no antes.
No sé cuántas veces pudimos ver, durante aquél verano, tanto Leaving Las Vegas como la película sobre The Doors (la figura de Jim Morrison también fue decisiva) que dirigió Oliver Stone. Y bebimos, bebimos muchísimo. La idea de Ben de suicidarse a base de alcohol nos parecía hermosa.
El tiempo pasó, el grupo se disolvió. Yo mantuve contacto con uno de ellos, con quien a día de hoy me llamo "hermano". De aquellos tiempos quedaron en mí el gusto y la afición por la literatura (siempre lo tuve)... y el alcohol. Durante la década de mis veinte años continué bebiendo, era parte de mi personalidad, de mi forma de ser. Cuando cumplí los treinta tuve un chispazo de lucidez y pensé: "ahora no, pero si sigo con este ritmo...". A los treinta y tres tuve mi primer hijo, y para entonces la idea había madurado y lo empecé a ver claro: "si sigo con esto dentro de diez o quince años me puedo encontrar con un problema más grande del que imagino."
Siempre he tenido presente esta película, en alguna espiral de mi cerebro hay un grupo de neuronas que se encargan de que siga viva. Volví a ver esta peli y me fijé en un detalle: la historia de Ben se cuenta en un instante, que es cuando quema sus cosas, incluida una foto de su mujer y su hijo. Me vi justo en ese momento: este tipo tenía una familia, con su hijo pequeño y su mujer. Tenía un buen trabajo como guionista, un trabajo creativo como el que me gustaría tener a mí (porque, modestia aparte, creo que valgo para ello aunque sea a nivel medio)... y todo se le ha ido al carajo con el alcohol. Mi historia podía ser la historia de Ben.
Al poco decidí considerarme alcohólico, aunque ya venía rumiando la idea: solo necesitaba valentía para asumirlo. Tengo un par de familiares que lo son, y comprendí que negar la realidad es lo que les llevó a un punto en el que beber se había vuelto algo grotesco. No tenía (ni tengo) temblores ni nada de eso, ni dejé de comer y esas cosas. Simplemente vi que el problema ya estaba aquí y que a futuro podría ser incontrolable. A día de hoy no paso un día sin beber cerveza, que parece tonto pero es importante. Intento no beber más de un litro, pero casi siempre me paso aunque sea por una lata de cerveza nada más. La cerveza no es beber, decimos mi hermano y yo. Pero cuando nació mi hijo aún tenía siempre una botella de whisky en casa, y bebía whisky a diario. No una botella entera ni nada de eso, pero sí uno, dos o tres, según. Tampoco tenía muy mal beber, pero eliminé esa costumbre y me quedé con la cerveza. Bebo whisky, desde luego, pero no a diario. Ni siquiera todos los fines de semana ni nada de eso. Pero cada cierto tiempo el cuerpo me lo pide. Me cojo una medio tajaílla perfectamente tolerable y a seguir, hasta el mes que viene más o menos. Creo haber encontrado un equilibrio, pero no se puede bajar la guardia con esto.
Cuando me definí como alcohólico algunos de los que me conocen lo entendieron y otros no vieron que eso fuera así, que estaba sobreactuando o queriendo llamar la atención, pero ese es el error: el pensar que uno es alcohólico cuando está como Ben, no antes.
26 de julio de 2023
26 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcoholismo y celuloide se abrazan bajo el amparo de títulos potentes (y míticos) que forman parte de la historia del mejor cine: "La gata sobre el tejado de zinc" (1958), "Días de vino y rosas"(1962), "Otra ronda"(2020)... o la que he visto esta tarde, "Leaving las Vegas" (1995), película que alzó a Nicolas Cage con el Oscar a Mejor actor.
Autodestrucción y mucho (mucho) amor en una espléndida cinta basada en la novela autobiográfica de John O' Brien, (quien se suicidó poco antes de iniciar el rodaje) con una brillante y emocionante banda sonora que danza al ritmo que va marcando la hermosa fotografía de Miki Figgis, también guionista y director de la película.
A Cage le acompaña en el reparto la actriz Elisabeth Shue, en el que quizás sea su mejor trabajo (no se llevó el Oscar por los pelos). Ambos son personajes solitarios y torturados por la vida. Él, un guionista fracasado que abandona Hollywood y ella una guapísima y desgraciada prostituta que se gana la vida en las Vegas. Juntos -con mucho amor y dependencia- inician una lacerante y desgarradora relación tóxica que conmueve y duele hasta el infinito. Mi reconciliación con Nicolas Cage continúa.
Autodestrucción y mucho (mucho) amor en una espléndida cinta basada en la novela autobiográfica de John O' Brien, (quien se suicidó poco antes de iniciar el rodaje) con una brillante y emocionante banda sonora que danza al ritmo que va marcando la hermosa fotografía de Miki Figgis, también guionista y director de la película.
A Cage le acompaña en el reparto la actriz Elisabeth Shue, en el que quizás sea su mejor trabajo (no se llevó el Oscar por los pelos). Ambos son personajes solitarios y torturados por la vida. Él, un guionista fracasado que abandona Hollywood y ella una guapísima y desgraciada prostituta que se gana la vida en las Vegas. Juntos -con mucho amor y dependencia- inician una lacerante y desgarradora relación tóxica que conmueve y duele hasta el infinito. Mi reconciliación con Nicolas Cage continúa.
17 de octubre de 2012
17 de octubre de 2012
13 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que tenía bastantes expectativas sobre este trabajo de Mike Figgis, tanto por el tema y el año como por las excelentes críticas que atesoraba. Sin embargo, el resultado de "Leaving Las Vegas" no puede ser más decepcionante. Para empezar, tiene la película un aire cutre como a cine independiente que pesa como una losa, afectando seriamente a la fotografía y al montaje, principalmente. Pero lo peor es lo estúpido que es su planteamiento. Un tipo alcohólico, Ben Sanderson (Nicolas Cage) que es un guionista de Hollywood acaba perdiendo su trabajo, sus amigos y su mujer. ¿Qué hace nuestro héroe? ¿Arrepentirse? ¿Dejar la bebida? Para nada. No se le ocurre otra cosa que irse a Las Vegas con el propósito de beber hasta morir. Muy inteligente, si señor. Allí, tiene la suerte de encontrarse con Sera (Elisabeth Shue), una atractiva prostituta con la que congenia rápidamente.
Aunque lo malo no se el planteamiento en si, sino la forma de desarrollarlo. De acuerdo, Ben quiere matarse y escoge esa forma tan original. Sin embargo ese proceso de autodestrucción no tiene otro fin que la aniquilación de si mismo cosa que fascina a más de uno. Durante el metraje echamos en falta todo aquello que haría buena a "Leaving Las Vegas". Nada de diálogos, de reflexiones personales o de análisis psicológico de los personajes. Vemos a Ben pero no sabemos porqué bebe, cómo se inició, qué problemas ha tenido para engancharse de esa forma, si ha intentando dejarlo y no ha podido o qué le mueve a suicidarse de ese modo. Si hasta desconocemos su estado de ánimo, su verdadero yo interior o sus demonios particulares que trata de exorcizar con el alcohol. En este sentido, la presencia de la chica es completamente irrelevante porque la que podría funcionar como psicóloga, madre, amiga, confidente o lo que sea que le ayudara a superar su situación se limita poco más que a hacer más agradables sus últimos días en este mundo.
Supongo "Leaving Las Vegas" gusta tanto porque su mensaje no reside en salvar al individuo sino en respetar su libertad, en este caso, aceptando sus decisiones, cosa muy moderna, por cierto. Como ante todo hay que respetar la libertad del individuo, tenemos que abstenernos de criticarlos o intentar hacerles cambiar de parecer. Por eso el director prescinde de esto y se dedica a darles coba a los protagonistas para no generarles sentimientos de culpa. De esta forma vemos a Ben y Sera haciendo el panoli durante toda la cinta sin que nadie estalle advirtiéndoles de que se encaminan a la muerte. Porque la clave está en que uno quiere morir bebiendo y la otra se prostituye porque quiere. Yo como respeto muy poco la libertad del individuo y lo que me interesa es salvarlo, no puedo quedarme indiferente ante este proceso de autodestrucción complaciente sino que espero con ansia una redención. Todo lo contario, me parece gravísimo, fruto de un nihilismo y una desesperación que puedo conducir a lo peor. En este sentido no me extraña que el autor de la novela homónima, John O'Brien, se suicidara poco antes del estreno de la película. Esos son los frutos de la libertad por encima de la salvación de la persona.
Aunque lo malo no se el planteamiento en si, sino la forma de desarrollarlo. De acuerdo, Ben quiere matarse y escoge esa forma tan original. Sin embargo ese proceso de autodestrucción no tiene otro fin que la aniquilación de si mismo cosa que fascina a más de uno. Durante el metraje echamos en falta todo aquello que haría buena a "Leaving Las Vegas". Nada de diálogos, de reflexiones personales o de análisis psicológico de los personajes. Vemos a Ben pero no sabemos porqué bebe, cómo se inició, qué problemas ha tenido para engancharse de esa forma, si ha intentando dejarlo y no ha podido o qué le mueve a suicidarse de ese modo. Si hasta desconocemos su estado de ánimo, su verdadero yo interior o sus demonios particulares que trata de exorcizar con el alcohol. En este sentido, la presencia de la chica es completamente irrelevante porque la que podría funcionar como psicóloga, madre, amiga, confidente o lo que sea que le ayudara a superar su situación se limita poco más que a hacer más agradables sus últimos días en este mundo.
Supongo "Leaving Las Vegas" gusta tanto porque su mensaje no reside en salvar al individuo sino en respetar su libertad, en este caso, aceptando sus decisiones, cosa muy moderna, por cierto. Como ante todo hay que respetar la libertad del individuo, tenemos que abstenernos de criticarlos o intentar hacerles cambiar de parecer. Por eso el director prescinde de esto y se dedica a darles coba a los protagonistas para no generarles sentimientos de culpa. De esta forma vemos a Ben y Sera haciendo el panoli durante toda la cinta sin que nadie estalle advirtiéndoles de que se encaminan a la muerte. Porque la clave está en que uno quiere morir bebiendo y la otra se prostituye porque quiere. Yo como respeto muy poco la libertad del individuo y lo que me interesa es salvarlo, no puedo quedarme indiferente ante este proceso de autodestrucción complaciente sino que espero con ansia una redención. Todo lo contario, me parece gravísimo, fruto de un nihilismo y una desesperación que puedo conducir a lo peor. En este sentido no me extraña que el autor de la novela homónima, John O'Brien, se suicidara poco antes del estreno de la película. Esos son los frutos de la libertad por encima de la salvación de la persona.
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