Caballero sin espada
1939 

7.8
13,084
Drama
Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. Ignora que en Washington tendrá que vérselas con políticos y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a su secretaria, una joven que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender ... [+]
29 de junio de 2024
29 de junio de 2024
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No deja de ser curioso ( o irónico) que tras su estreno Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington, 1939) fuera calificada por la prensa de Washington y senadores como antiamericana y procomunista por resaltar la corrupción política en la actividad política (según relata Capra en su autobiografía, incluso durante la primera proyección varios senadores abandonaron la sala sin haber terminado la película). Según su perspectiva debería haberse planteado un retrato sin mácula alguna. Irónico porque Capra durante tiempo arrastró la etiqueta de buen rollismo y edulcoramiento de la realidad: esa alergía más acentuada, en los sesenta y setenta, relacionado con el rechazo a los finales felices, como si lo lúcido y realista fuera inevitablemente el final infeliz. Lo cual no deja de ser más sangrante dada la evolución de nuestra sociedad, o cómo es el estado de cosas actual. ¿De ahí tanto el conformismo como la incapacidad de unirse para transformar los basamentos de esta sociedad, y mejor quedarse con las quejas sobre los políticos como si fueran seres que se hubieran generado espontáneamente en otra dimensión pero no tienen que ver con el ciudadano común, es decir, no son su reflejo ni representación? Esta gran obra, de visión nada complaciente, y sí con un componente siniestro, que se irá intensificando en sus siguientes obras, Juan Nadie y ¡Qué bello es vivir!, aún más pesadillescas y oscuras, que sitúan a sus protagonistas en el filo mismo del suicidio (de la autoaniquilación por un sentimiento de derrota), condensa en su tramo final un gesto que es esplendor, la posibilidad de una transformación por la perseverancia de un individuo (aunque más preciso sería decir una pareja). Es decir, un final feliz que es resolución, superación, de una circunstancia injusta, y que implica la derrota del poder en las sombras, el poder corporativo. ¿No es ejemplar, aún más hoy, dado cómo se ha agudizado esta dictadura corporativista con el paso de las décadas, este tipo de obra? O es preferible rechazarlo porque se considera no es posible materializar algo así? ¿O no se logró hacer, unos años atrás, en países como Islandia? ¿Tan poco se confía en el colectivo humano, más tendente al acomodamiento, a la conveniencia, a aspirar a una posición más elevada, e incurrir en lo que se cuestiona cuando no se detenta esa posición de privilegio, sea cargo político o empresarial?.
Desde luego, Caballero sin espada, con guion de Sidney Buchamn, basado en un relato no publicado de Lewis R. Foster, The gentleman of Montana, ya señala con meridiana claridad la maraña de vínculos entre políticos y empresarios ( de los que los primeros son gestores delegados en el escaparate, mientras los segundos rigen en la sombra). En las secuencias introductorias nos presentan al empresario Jim Taylor (Edward Arnold) dilucidando con sus subalternos quién puede ser el senador de ese estado que reemplace al fallecido. Quien se encarga de esa tarea, el gobernador, no opta por el requerido por el empresario sino por un joven que sus hijos le recomiendan, al mando de los Boy Rangers, Jefferson Smith, es decir, alguien querido por los niños, ingenuo (es un niño grande al que, nervioso, se le cae fácilmente el sombrero cuando lo sostiene en sus manos), sin experiencia en política y que puede ser fácilmente manipulable de acuerdo a los intereses empresariales, esto es, la construcción de una presa. Es incluso hijo de un amigo del veterano senador Joseph Paine (Claude Rains), figura admirada (idealizada) por el propio Smith, quien vive en un universo ideal, por eso, cuando llega a Washington, cual niño arrobado, se separa de su comité de bienvenida (o subalternos de Payne) para, embelesado, recorrer los diversos monumentos que representan los ideales de la democracia, como es el propio Abraham Lincoln. Su filtro de relación con la realidad es la pura abstracción del ideal, la ingenuidad sin mácula alguna (ingenuidad ridiculizada por la prensa desde un primer momento). Incluso, utilizarán a la hija de Payne para que distraiga su atención de las intervenciones en el Senado sobre la empresa que se quiere edificar. Por otra parte, Payne le planteará que se entretenga planteando alguna ley, aunque para su perplejidad implicará la construcción de un campamento nacional de niños, pagado por sus donaciones, en el mismo terreno en el que quieren edificar la empresa.
Desde luego, Caballero sin espada, con guion de Sidney Buchamn, basado en un relato no publicado de Lewis R. Foster, The gentleman of Montana, ya señala con meridiana claridad la maraña de vínculos entre políticos y empresarios ( de los que los primeros son gestores delegados en el escaparate, mientras los segundos rigen en la sombra). En las secuencias introductorias nos presentan al empresario Jim Taylor (Edward Arnold) dilucidando con sus subalternos quién puede ser el senador de ese estado que reemplace al fallecido. Quien se encarga de esa tarea, el gobernador, no opta por el requerido por el empresario sino por un joven que sus hijos le recomiendan, al mando de los Boy Rangers, Jefferson Smith, es decir, alguien querido por los niños, ingenuo (es un niño grande al que, nervioso, se le cae fácilmente el sombrero cuando lo sostiene en sus manos), sin experiencia en política y que puede ser fácilmente manipulable de acuerdo a los intereses empresariales, esto es, la construcción de una presa. Es incluso hijo de un amigo del veterano senador Joseph Paine (Claude Rains), figura admirada (idealizada) por el propio Smith, quien vive en un universo ideal, por eso, cuando llega a Washington, cual niño arrobado, se separa de su comité de bienvenida (o subalternos de Payne) para, embelesado, recorrer los diversos monumentos que representan los ideales de la democracia, como es el propio Abraham Lincoln. Su filtro de relación con la realidad es la pura abstracción del ideal, la ingenuidad sin mácula alguna (ingenuidad ridiculizada por la prensa desde un primer momento). Incluso, utilizarán a la hija de Payne para que distraiga su atención de las intervenciones en el Senado sobre la empresa que se quiere edificar. Por otra parte, Payne le planteará que se entretenga planteando alguna ley, aunque para su perplejidad implicará la construcción de un campamento nacional de niños, pagado por sus donaciones, en el mismo terreno en el que quieren edificar la empresa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Smith será humillado, en público, al manipularse las evidencias para aparentar que él tiene intereses económicos en los terrenos. Incluso, Payne colabora en su descrédito. Es tal la eficacia de la manipulación de realidad que todos, incluso los niños, consideran a Smith un fraude. Es fundamental en la narración el personaje de la secretaria, Clarissa (Jean Arthur), extraordinaria interpretación y extraordinario personaje: particularmente magnífico ese dilatado plano de su conversación, ebria, con su amigo, enamorado, el periodista Moore (Thomas Mitchell). Clarissa será quien, cuando Smith esté dispuesto a desistir, se decida a plantear la estrategia con la que enfrentarse a los poderosos. Clarissa aporta el conocimiento de las leyes, la inspirada razón pragmática que urda otra representación que combata la que ha convertido a Smith en una ser fraudulento. Se aprovecha de que en el senado si no cede la palabra a otro senador puede mantenerla el tiempo que sea. Y lo hace durante veinticinco horas con el propósito de demostrar su inocencia y cuáles son los reales intereses corruptos (y de quiénes). Pero la oposición es poderosa: la maquinaria de Taylor neutralice a los medios de comunicación que intentan apoyar a Smith y propague en los medios que le apoyan, o compra, la versión conveniente que siga ejerciendo la labor de descrédito de Smith. Hasta consiguen que lleven al senado centenares de cartas que exigen la dimisión de Smith. Su derrota parece inexorable. La conclusión no es desoladora por el arrebato de conciencia que sufre Payne, al ver en qué estado ha acabado Smith, desmayándose ya exhausto. Es la fisura en el eficiente engranaje manipulador de realidad que propicia que la corrupción no triunfe. ¿No realista? Pero sí ejemplar, dado como tendemos más a mirarnos el ombligo o a pensar que no es posible el real cambio. La voz disidente que transforma un escenario inmovilizado. La expresión del memorable presidente del senado (Harry Carey), con la que concluye la narración, es la mirada de la actitud ecuánime, la sonrisa flexible que representa al propio Capra.
Alexander Zárate
elcinedesolaris.blogspot.com
Alexander Zárate
elcinedesolaris.blogspot.com
6 de marzo de 2025
6 de marzo de 2025
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El cineasta de la bondad, de la felicidad, de los buenos sentimientos. De la América buena, de la posible, de la que quieren los padres para sus hijos. De la alegría y el goce.
Las cosas las plantea con sencillez, pareciendo cosas de niños, contadas para niños.
Desmenuza las situaciones, y es capaz de meter 'mucho cine' en pocos minutos. Muchos diálogos, muchas escenas, gran carga de profundidad. Pero bajo esa aparente sencillez esconde una auténtica carga de profundidad. Siempre el camino es la bondad. Siempre los buenos sentimientos y los limpios de corazón tienen recorrido. Y las cosas así planteadas sirven. Para conseguir éxitos personales, pero también políticos. Ese discurso es, sin lugar a dudas, revolucionario.
Frente a los viejos gordos y calvos, se presentan los jóvenes, delgados y con pelo. Todo un discurso generacional que cala. En la sociedad, en la gente, incluso en los poderosos.
La política, cuando era otra cosa.
Las cosas las plantea con sencillez, pareciendo cosas de niños, contadas para niños.
Desmenuza las situaciones, y es capaz de meter 'mucho cine' en pocos minutos. Muchos diálogos, muchas escenas, gran carga de profundidad. Pero bajo esa aparente sencillez esconde una auténtica carga de profundidad. Siempre el camino es la bondad. Siempre los buenos sentimientos y los limpios de corazón tienen recorrido. Y las cosas así planteadas sirven. Para conseguir éxitos personales, pero también políticos. Ese discurso es, sin lugar a dudas, revolucionario.
Frente a los viejos gordos y calvos, se presentan los jóvenes, delgados y con pelo. Todo un discurso generacional que cala. En la sociedad, en la gente, incluso en los poderosos.
La política, cuando era otra cosa.
3 de enero de 2010
3 de enero de 2010
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún no había visto Motta Sin Rioja, y aprovechando las ñamvidades vi algunas películas de Cabra, siempre reivindicadas en estas fechas de turrón y absurdidad.
Dudo que Cabra me encoja el corazón algún día como lo hizo con Qué Bello Es Vivir, pero entiendo el fanatismo de Monsieur, sus fábulas rebosaban magia.
Me cuesta identificarme con alguien que luce semejante fe en el género humano, pero Motta Sin Rioja es un bonito canto a la pureza, a la inocencia. Y Harvey, como siempre, deslumbra en un papel de estas características, con esa caballerosidad frágil y seductora que gastaba, con ese doblaje, por dios, el doblaje de Harvey, paladines de la versión original, montad y pedalead.
Noto aquí un cierto ramalazo de patriotismo, de amor hacia la patria, que me chirrió un poco, pero en fin, es Cabra, un tipo optimista, un tipo bienpensado. Ojalá todos los neofascistas de polo y banderola entendieran así a la patria, en realidad.
Motta Sin Rioja es un título a recomendar, claro que sí.
Dudo que Cabra me encoja el corazón algún día como lo hizo con Qué Bello Es Vivir, pero entiendo el fanatismo de Monsieur, sus fábulas rebosaban magia.
Me cuesta identificarme con alguien que luce semejante fe en el género humano, pero Motta Sin Rioja es un bonito canto a la pureza, a la inocencia. Y Harvey, como siempre, deslumbra en un papel de estas características, con esa caballerosidad frágil y seductora que gastaba, con ese doblaje, por dios, el doblaje de Harvey, paladines de la versión original, montad y pedalead.
Noto aquí un cierto ramalazo de patriotismo, de amor hacia la patria, que me chirrió un poco, pero en fin, es Cabra, un tipo optimista, un tipo bienpensado. Ojalá todos los neofascistas de polo y banderola entendieran así a la patria, en realidad.
Motta Sin Rioja es un título a recomendar, claro que sí.
20 de julio de 2014
20 de julio de 2014
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente está muy de moda el término "casta" y Frank Capra ya nos habló de ello en 1939. El que aún no tenga claro el concepto que se vea el film, aunque por desgracia y por fuerte que parezca lo que se ve en la cinta sea una versión principiante de lo que han llegado a ser y son hoy en día.
Cuando hablamos de política yo siempre reitero lo mismo: el ser humano es corrupto por naturaleza y en política el idealismo acaba muriendo o te lo acaban matando. Cuando se intenta o se consigue subir escalones, esos que te dan acceso a empezar a hacer algo, se encuentra uno con como dice Capra, la "máquina apisonadora". O pactas con ella, o te apartas o te atropella. Y sin darte cuenta, eres parte de esa casta o no eres nadie. Si pasas el filtro es que o participas activamente en los actos de corrupción (entre otras cosas), haces omisión y por tanto participas aunque sea pasivamente o un poco de ambas incluso con el pensamiento de "en esto lo hago mal pero estando aquí puedo ayudar en muchas otras cosas".
Capra analiza estos aspectos y estos diferentes roles de personajes al detalle y de forma genial, con un gran James Stewart a la cabeza aunque su visión como era de esperar, tenga luz en el túnel y sea bastante más feliz que lo que suele suceder en la realidad. Es una cinta utópica, complaciente y predecible, con algún elemento poco posible y que usa la clásica fórmula de tenerte de los nervios por la injusticia para la explosión del happy end final pero pese a ello, es sobresaliente en lo demás y en general resulta una obra notable y por desgracia atemporal. Aunque ojalá la cosa fuera así pero hubieran varios Jefferson Smith.
Cuando hablamos de política yo siempre reitero lo mismo: el ser humano es corrupto por naturaleza y en política el idealismo acaba muriendo o te lo acaban matando. Cuando se intenta o se consigue subir escalones, esos que te dan acceso a empezar a hacer algo, se encuentra uno con como dice Capra, la "máquina apisonadora". O pactas con ella, o te apartas o te atropella. Y sin darte cuenta, eres parte de esa casta o no eres nadie. Si pasas el filtro es que o participas activamente en los actos de corrupción (entre otras cosas), haces omisión y por tanto participas aunque sea pasivamente o un poco de ambas incluso con el pensamiento de "en esto lo hago mal pero estando aquí puedo ayudar en muchas otras cosas".
Capra analiza estos aspectos y estos diferentes roles de personajes al detalle y de forma genial, con un gran James Stewart a la cabeza aunque su visión como era de esperar, tenga luz en el túnel y sea bastante más feliz que lo que suele suceder en la realidad. Es una cinta utópica, complaciente y predecible, con algún elemento poco posible y que usa la clásica fórmula de tenerte de los nervios por la injusticia para la explosión del happy end final pero pese a ello, es sobresaliente en lo demás y en general resulta una obra notable y por desgracia atemporal. Aunque ojalá la cosa fuera así pero hubieran varios Jefferson Smith.
21 de abril de 2017
21 de abril de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Increíble película de Ciencia Ficción, que cuenta la historia (78 años antes de que ocurra en la realidad) de Pedro Sánchez, un guapo e ingenuo socialista que alcanza la Secretaría General de su partido con el apoyo de Susana Díaz, que ve en él a un hombre de paja que le permitirá gobernar en la sombra.
¿Cómo es posible que Frank Capra pudiese rodar esta película en el año 1939?, en aquel momento el Psoe llevaba 60 años de honradez y apenas iniciaba los famosos 40 años de vacaciones ("Cien años de honradez y cuarenta de vacaciones", expresión de Ramón Tamames, que observaba incrédulo cómo el psoe había aparecido en el panorama español tras estar desaparecido durante toda la dictadura).
Pedro Sánchez ni siquiera había nacido en 1939 (nació en 1972).
Frank Capra es un nuevo Julio Verne de la Ciencia Ficción Política. Julio Verne nos anticipó los viajes lunares y el submarino; y Frank Capra nos anticipa la llegada de Pedro Sánchez, como antes hizo (en el caso de Jesucristo) el profeta Isaías.
¿Cómo es posible que Frank Capra pudiese rodar esta película en el año 1939?, en aquel momento el Psoe llevaba 60 años de honradez y apenas iniciaba los famosos 40 años de vacaciones ("Cien años de honradez y cuarenta de vacaciones", expresión de Ramón Tamames, que observaba incrédulo cómo el psoe había aparecido en el panorama español tras estar desaparecido durante toda la dictadura).
Pedro Sánchez ni siquiera había nacido en 1939 (nació en 1972).
Frank Capra es un nuevo Julio Verne de la Ciencia Ficción Política. Julio Verne nos anticipó los viajes lunares y el submarino; y Frank Capra nos anticipa la llegada de Pedro Sánchez, como antes hizo (en el caso de Jesucristo) el profeta Isaías.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aunque al principio hace todo lo que le dicen, Pedro Sánchez empieza a pensar por sí mismo y a cuestionar a los "Barones", máximos prebostes de su partido. Al descubrir la trama de corrupción en la que está envuelta el Gobierno de la nación en connivencia con su partido, y de la que quieren hacerle cómplice, el idealista Pedro se rebela y se niega a colaborar. El 'aparato' del partido monta en cólera, lanza graves e infundadas acusaciones contra él, lo destituye fulminantemente y le niega la entrada a la sede del partido para retirar la correspondencia.
Apesadumbrado, Pedro Sánchez decide abandonar la política.
Sin embargo, en un final épico, animado por la bellísima Adriana Lastra (papel interpretado por Jean Arthur), Pedro recibe el apoyo de un grupo de incondicionales boy scouts que recogen para él todos los avales necesarios para enfrentarse a la malvada califa de Andalucía.
Los barones tratan por todos los medios de cortarle la financiación para impedir que hable a las bases, pero el senador sube a la tribuna y convence con su tozudez a los militantes de su partido, No es no, dice sin descanso, hasta la extenuación.
Casi al final de la película, el corrupto Señor X (interpretado por un genial Claude Rains), histórico líder socialista pero que ha vendido su alma al diablo, se derrumba, admite su villanía y su traición a los militantes.
Apesadumbrado, Pedro Sánchez decide abandonar la política.
Sin embargo, en un final épico, animado por la bellísima Adriana Lastra (papel interpretado por Jean Arthur), Pedro recibe el apoyo de un grupo de incondicionales boy scouts que recogen para él todos los avales necesarios para enfrentarse a la malvada califa de Andalucía.
Los barones tratan por todos los medios de cortarle la financiación para impedir que hable a las bases, pero el senador sube a la tribuna y convence con su tozudez a los militantes de su partido, No es no, dice sin descanso, hasta la extenuación.
Casi al final de la película, el corrupto Señor X (interpretado por un genial Claude Rains), histórico líder socialista pero que ha vendido su alma al diablo, se derrumba, admite su villanía y su traición a los militantes.
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