Alien - El octavo pasajero
8.1
126,614
Ciencia ficción. Terror
De regreso a la Tierra, la nave de carga Nostromo interrumpe su viaje y despierta a sus siete tripulantes. El ordenador central, MADRE, ha detectado la misteriosa transmisión de una forma de vida desconocida, procedente de un planeta cercano aparentemente deshabitado. La nave se dirige entonces al extraño planeta para investigar el origen de la comunicación. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2009
26 de mayo de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo temiéndote. Es cierto que te he visto ya muchas veces, pero la sensación intranquila, la punzada en la espalda y la tentación de no mirar, permanecen.
Temo tu silencioso letargo, en el seno de esa nave extraterrestre de seres extraños y máquinas inmensas, en la que pareces esperar algo o a alguien, tal vez a mí.
Temo tu nacimiento, de inusitada ferocidad y violencia, y mi miedo es mayor, porque ya estás entre nosotros, pero aún no te conozco, tan rápidos son tus movimientos.
Temo también la nave Nostromo, siniestro castillo gótico volante, y me aterran sus oscuros pasillos, en los que aguardas, emboscado.
Temo por la tripulación, pero también algunos de ellos me dan miedo, porque a diferencia de tí muestran su rostro, pero ocultan sus intenciones. Sólo a Ripley sentiría perder, pues ella comparte mi miedo; temo también que su gato te parezca apetecible.
Llevo temiéndote desde los catorce años; he visto después a tus congéneres, tan crueles y voraces como tú, pero a ellos no les tengo miedo, pues los conozco. A tí no, y por eso sigues causándome terror; y sin embargo... no puedo dejar de mirarte.
Temo tu silencioso letargo, en el seno de esa nave extraterrestre de seres extraños y máquinas inmensas, en la que pareces esperar algo o a alguien, tal vez a mí.
Temo tu nacimiento, de inusitada ferocidad y violencia, y mi miedo es mayor, porque ya estás entre nosotros, pero aún no te conozco, tan rápidos son tus movimientos.
Temo también la nave Nostromo, siniestro castillo gótico volante, y me aterran sus oscuros pasillos, en los que aguardas, emboscado.
Temo por la tripulación, pero también algunos de ellos me dan miedo, porque a diferencia de tí muestran su rostro, pero ocultan sus intenciones. Sólo a Ripley sentiría perder, pues ella comparte mi miedo; temo también que su gato te parezca apetecible.
Llevo temiéndote desde los catorce años; he visto después a tus congéneres, tan crueles y voraces como tú, pero a ellos no les tengo miedo, pues los conozco. A tí no, y por eso sigues causándome terror; y sin embargo... no puedo dejar de mirarte.
10 de marzo de 2010
10 de marzo de 2010
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los arquetipos por antonomasia del cine espacial, Alien sigue poseyendo en la segunda década del siglo XXI un punto de vigencia que no deja de producir cierta sorpresa.
Y eso que decenas (cientos) de émulos has seguido su camino en pos del éxito y del dinero.
Pero es lo que tienen los genios.
Lo hacen antes y mejor que los demás.
Y eso que decenas (cientos) de émulos has seguido su camino en pos del éxito y del dinero.
Pero es lo que tienen los genios.
Lo hacen antes y mejor que los demás.
14 de agosto de 2014
14 de agosto de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso cómo actúa la memoria.
Tengo un recuerdo más vívido de la primera vez que vi esta película inmortal titulada Alien, el octavo pasajero, allá por 1980, en el cine Marvel de Medina de Rioseco (Valladolid) que, por ejemplo, y por no apartarme mucho del género, de The Messengers, película que puede ver hace un par de meses en la oscuridad de mi habitación.
Al margen de la enorme diferencia de calidad estética, una y otra nos hablan de lo mismo: de una presencia extraña que acecha la existencia de unos personajes en un interior: una nave espacial y una casa.
Qué diferencia hay, pues, para que una se perpetúe en la memoria como algo ya íntimo, intrínseco a mi vida y la otra se vaya desmoronando como finas capas de arenisca. Sin duda la credibilidad. Una, Alien, habla de un terror que más tarde o más temprano podría aparecer en nuestras vidas, la de los hombres y mujeres de un futuro a todas luces posible, dentro de nuestro propio universo observable, mientras que la otra, The Messengers, el horror proviene de una región intangible e ilusoria, y sin duda improbable (así lo espero).
En Alien –obviaré en este pequeño comentario las características y anécdotas de su trama por todos conocida– se combinan y se complementan a la perfección dos de los más característicos géneros del cine fantástico: el de terror y el de ciencia ficción.
Su director, Ridley Scott, autor de otra obra maestra, Blade Runner, y un puñado de films de gran interés (los títulos siempre aparecerán en la versión distribuida en España) como Los duelistas, La sombra del testigo, Thelma y Louise o Gladiator –el resto de su filmografía no es muy de mi agrado–, toma con sabiduría una estética prestada por el cómic para crear el principal personaje de la cinta: la nave espacial Nostromo que recuerda más a los castillos de las novelas góticas de los siglos XVIII y XIX que a los vehículos futuristas a los que nos ha acostumbrado el cine; la misma literatura.
En este recinto, que es un mundo en sí mismo, lleno de pasadizos, rincones en penumbra, galerías laberínticas, enormes cámaras como siniestros sótanos de tortura, acecha un ser que simboliza los terrores ancestrales de la propia Humanidad, representada por los viajeros estelares que habitan en la nave, pero que es, pese a que nunca se nos muestra en su totalidad hasta el final, más bien se nos insinúa su forma antropomórfica femenina, tan real y reconocible como un tigre en la jungla del que solo escuchamos su rugido.
Siempre se ha hablado de sus paralelismos argumentales con la mediocre Terror en el Epacio, de Mario Bava. He vuelto a ver esa película hace unos meses y muy poco me ha recordado su historia –quitando una secuencia– con la de Alien. Para mí, la base de Alien –los autores del argumento son Dan O’Bannon y Ronald Shusett– hay que buscarla en la literatura, en la literatura con mayúsculas: La Línea de Sombra, del gran Joseph Conrad y los relatos de August Derleth y de H. P. Lovecraft. No es ahora el momento de hablar de Conrad, de su excelente novela ni de los cuentos de Lovecraft –supongo que los lectores tendrán sobrado conocimiento de todo ello–, pero sí insistir en esa base literaria en su argumento, y origen estético en el cómic, más que en esas posibles influencias de películas de serie B.
Con todo ello, aparte de conmocionarnos a muchos con sus memorables títulos de crédito (para mí unos de los mejores de los últimos treinta y cinco años), con la tensión de su trama, con los personajes perfectamente diferenciados psicológicamente, con el ritmo interno del propio film y, como no, con uno de los sustos mayores e la historia del cine (la apertura del huevo en las bodegas de la nave extraterrestre en el misterioso planeta y la incrustación del alienígena en el casco del astronauta) Alien marcó una nueva forma de aproximarse a la ciencia ficción en el cine.
Como bien apunta José María Latorre en su indispensable monografía El Cine Fantástico, si La Guerra de las Galaxias (1977) era la visión amable y clara de la ciencia ficción espacial, Alien representaba la mirada tenebrosa y oscura de esos posibles viajes a través de las estrellas.
Tengo un recuerdo más vívido de la primera vez que vi esta película inmortal titulada Alien, el octavo pasajero, allá por 1980, en el cine Marvel de Medina de Rioseco (Valladolid) que, por ejemplo, y por no apartarme mucho del género, de The Messengers, película que puede ver hace un par de meses en la oscuridad de mi habitación.
Al margen de la enorme diferencia de calidad estética, una y otra nos hablan de lo mismo: de una presencia extraña que acecha la existencia de unos personajes en un interior: una nave espacial y una casa.
Qué diferencia hay, pues, para que una se perpetúe en la memoria como algo ya íntimo, intrínseco a mi vida y la otra se vaya desmoronando como finas capas de arenisca. Sin duda la credibilidad. Una, Alien, habla de un terror que más tarde o más temprano podría aparecer en nuestras vidas, la de los hombres y mujeres de un futuro a todas luces posible, dentro de nuestro propio universo observable, mientras que la otra, The Messengers, el horror proviene de una región intangible e ilusoria, y sin duda improbable (así lo espero).
En Alien –obviaré en este pequeño comentario las características y anécdotas de su trama por todos conocida– se combinan y se complementan a la perfección dos de los más característicos géneros del cine fantástico: el de terror y el de ciencia ficción.
Su director, Ridley Scott, autor de otra obra maestra, Blade Runner, y un puñado de films de gran interés (los títulos siempre aparecerán en la versión distribuida en España) como Los duelistas, La sombra del testigo, Thelma y Louise o Gladiator –el resto de su filmografía no es muy de mi agrado–, toma con sabiduría una estética prestada por el cómic para crear el principal personaje de la cinta: la nave espacial Nostromo que recuerda más a los castillos de las novelas góticas de los siglos XVIII y XIX que a los vehículos futuristas a los que nos ha acostumbrado el cine; la misma literatura.
En este recinto, que es un mundo en sí mismo, lleno de pasadizos, rincones en penumbra, galerías laberínticas, enormes cámaras como siniestros sótanos de tortura, acecha un ser que simboliza los terrores ancestrales de la propia Humanidad, representada por los viajeros estelares que habitan en la nave, pero que es, pese a que nunca se nos muestra en su totalidad hasta el final, más bien se nos insinúa su forma antropomórfica femenina, tan real y reconocible como un tigre en la jungla del que solo escuchamos su rugido.
Siempre se ha hablado de sus paralelismos argumentales con la mediocre Terror en el Epacio, de Mario Bava. He vuelto a ver esa película hace unos meses y muy poco me ha recordado su historia –quitando una secuencia– con la de Alien. Para mí, la base de Alien –los autores del argumento son Dan O’Bannon y Ronald Shusett– hay que buscarla en la literatura, en la literatura con mayúsculas: La Línea de Sombra, del gran Joseph Conrad y los relatos de August Derleth y de H. P. Lovecraft. No es ahora el momento de hablar de Conrad, de su excelente novela ni de los cuentos de Lovecraft –supongo que los lectores tendrán sobrado conocimiento de todo ello–, pero sí insistir en esa base literaria en su argumento, y origen estético en el cómic, más que en esas posibles influencias de películas de serie B.
Con todo ello, aparte de conmocionarnos a muchos con sus memorables títulos de crédito (para mí unos de los mejores de los últimos treinta y cinco años), con la tensión de su trama, con los personajes perfectamente diferenciados psicológicamente, con el ritmo interno del propio film y, como no, con uno de los sustos mayores e la historia del cine (la apertura del huevo en las bodegas de la nave extraterrestre en el misterioso planeta y la incrustación del alienígena en el casco del astronauta) Alien marcó una nueva forma de aproximarse a la ciencia ficción en el cine.
Como bien apunta José María Latorre en su indispensable monografía El Cine Fantástico, si La Guerra de las Galaxias (1977) era la visión amable y clara de la ciencia ficción espacial, Alien representaba la mirada tenebrosa y oscura de esos posibles viajes a través de las estrellas.
6 de octubre de 2006
6 de octubre de 2006
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para muchos, la mejor película de terror de la historia, y también una de las Obras Maestras de la Ciencia-Ficción. Casi podría decirse que Ridley Scott reinventó con este largometraje el género de la Ciencia-Ficción, aunque luego lo volvió a hacer con Blade Runner.
Película con un principio de guión del que todo el mundo pensaría que saldría una película que no valdría la pena ver (no son palabras mías, sino del mismo Ridley Scott); pero a partir de la escena más famosa de la saga y también de las más famosas de la historia del cine, de la cual no voy a dar detalles para los que no la hayan visto, empieza de verdad la parte interesante de la película.
Ridley Scott nos narra esta genial película de Terror/Ciencia-Ficción en la que yo creo que apreciamos una de las más brillantes puestas en escena de la historia del cine. Scott lo midió todo al milímetro: la cantidad de veces que debía aparecer nuestro baboso amigo, qué cantidad de su cuerpo debía verse, decorados muy creíbles y que parece que funcionan de verdad, un reparto minuciosamente escogido... Incluso las interpretaciones son espectaculares, sin exageración (se nota que Ridley les desesperó bastante durante el rodaje para que sus reacciones fueran creíbles) y encima con MUCHA IMPROVISACIÓN. Yo creo que miedo no da, más bien hace que compartas con los protagonistas la amargura que sienten, lo cual queda reforzado con unos escenarios estrechos y escalofriantes. Fue tal el impacto de la película, sobretodo la escena clave, que los baños de los cines quedaban bien finos...
Una película imprescindible. Una obra maestra en casi todos los sentidos.
Película con un principio de guión del que todo el mundo pensaría que saldría una película que no valdría la pena ver (no son palabras mías, sino del mismo Ridley Scott); pero a partir de la escena más famosa de la saga y también de las más famosas de la historia del cine, de la cual no voy a dar detalles para los que no la hayan visto, empieza de verdad la parte interesante de la película.
Ridley Scott nos narra esta genial película de Terror/Ciencia-Ficción en la que yo creo que apreciamos una de las más brillantes puestas en escena de la historia del cine. Scott lo midió todo al milímetro: la cantidad de veces que debía aparecer nuestro baboso amigo, qué cantidad de su cuerpo debía verse, decorados muy creíbles y que parece que funcionan de verdad, un reparto minuciosamente escogido... Incluso las interpretaciones son espectaculares, sin exageración (se nota que Ridley les desesperó bastante durante el rodaje para que sus reacciones fueran creíbles) y encima con MUCHA IMPROVISACIÓN. Yo creo que miedo no da, más bien hace que compartas con los protagonistas la amargura que sienten, lo cual queda reforzado con unos escenarios estrechos y escalofriantes. Fue tal el impacto de la película, sobretodo la escena clave, que los baños de los cines quedaban bien finos...
Una película imprescindible. Una obra maestra en casi todos los sentidos.
11 de noviembre de 2006
11 de noviembre de 2006
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa, asfixiante, atenenazadora... Una cinta de ficción con mayúsculas como pocas. Todo está cuidado al detalle: La presentación de los personajes, los diálogos, la ambientación, la fotografía... Una vez que aparece la criatura agigantada, todo se hace más previsible pero igualmente necesario. Imprenscindible.
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