El último tango en París
1972 

6.8
17,536
Drama. Romance
Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2011
12 de febrero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que tendríamos que hacer es olvidarnos del mito, del escándalo universal (a Bertolucci casi le meten en la cárcel en Italia), y de la famosa mantequilla. También de las colas de reprimidos carpetovetónicos que durante el franquismo iban a ver “El último tango en Paris” a Perpignan. Porque más allá de todo eso, esta película es un viaje conmovedor a la soledad y al sexo como válvula de escape a las cargas del pasado. Un maduro y desesperado Marlon Brando busca el calor de una mujer joven, casi adolescente, interpretada por María Schneider a sus veinte años, entre claroscuros y anaranjados captados por la cámara majestuosa de Vittorio Storaro. Todo ello al son de una arrolladora música jazzística (de Gato Barbieri), que penetra en nuestra alma igual que las turbadoras imágenes de cuerpos atormentados pintados por Francis Bacon.
Ahora que María Schneider acaba de morir -demasiado joven- me he acordado de ella, de esa carita de niña traviesa que también transitó algunos parajes de Barcelona y de Almería junto a Jack Nicholson en el “El reportero” de Antonioni. Precisamente en los ahora casi irreconocibles aledaños de la plaza de toros de Vera, Almería, donde se filmó el mágico plano secuencia final de esa película, estuve yo hace un par de años tratando de algún modo de desentrañar ese mítico plano y averiguar qué diantre hacía María Schneider deambulando frente al entonces decadente coso taurino mientras a espaladas de la cámara, a espaldas del espectador y detrás de los barrotes de hierro de la ventana de un hostal contiguo, se estaba cometiendo un asesinato. Podéis ver los videos que hice y que colgué en You Tube, tecleando Antonioni-Professione: Reporter.
Ahora que María Schneider acaba de morir -demasiado joven- me he acordado de ella, de esa carita de niña traviesa que también transitó algunos parajes de Barcelona y de Almería junto a Jack Nicholson en el “El reportero” de Antonioni. Precisamente en los ahora casi irreconocibles aledaños de la plaza de toros de Vera, Almería, donde se filmó el mágico plano secuencia final de esa película, estuve yo hace un par de años tratando de algún modo de desentrañar ese mítico plano y averiguar qué diantre hacía María Schneider deambulando frente al entonces decadente coso taurino mientras a espaladas de la cámara, a espaldas del espectador y detrás de los barrotes de hierro de la ventana de un hostal contiguo, se estaba cometiendo un asesinato. Podéis ver los videos que hice y que colgué en You Tube, tecleando Antonioni-Professione: Reporter.
28 de marzo de 2011
28 de marzo de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brando habla desde TU interior, piensa, habla y actúa de forma que te daría vergüenza aceptar, pero que está ahí, latente dentro de todos.
Su actuación enriquece más que cualquier patético libro de autoayuda.
Es un imán del que no puedes apartar la mirada.
Su actuación enriquece más que cualquier patético libro de autoayuda.
Es un imán del que no puedes apartar la mirada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Alabable y se agradece la sútil y elegante forma de mostrar escenas de sexo explícitas sin serlo.
9 de agosto de 2011
9 de agosto de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su día escandalizó al mundo; vista hoy produce casi risa el revuelo que causó. Su sexualidad atrevida para la época la convirtió en un icono de la contracultura, una obra rompedora de moldes que no dudaba en bucear en los sentimientos más primarios de los seres humanos.
Quizá no había para tanto, pero hay que situar esa conmoción en el mundo en el que la película se estrenó, en 1972 exponer en la pantalla de forma diáfana relaciones sexuales entre un hombre maduro y una cuasi-adolescente resultaba casi una herejía, como el hecho de abordar con naturalidad desnudos en la pantalla. En cualquier caso, resulta simplemente una consecuencia de la finalidad última del filme: reflejar la angustia, la desespertación de una persona en su mediana edad que entra en el abismo existencial tras una tragedia; la muerte de su mujer.
Y más que en ninguna otra cinta la figura de Marlon Brando domina la función. Su consolidada tendencia al exhibicionismo alcanza aquí su máximo explendor. Toda la película gira en torno a su interpretación, memorable para muchos, insoportable para no pocos. Si en "El padrino" su escasos minutos en pantalla causaban impacto pero al mismo tiempo permitían el lucimiento del resto del reparto, en la obra de Bertolucci parace imposible que salga de la pantalla ni un minuto. Él es la película.
Junto a Brando María Scheider nos aporta la sensualidad femenina necesaria para complementar al astro. Nunca el cine le volvió a otorgar una oportinidad semejante. El resto de secundarios más bien sobra. Lo que no sobra sin embargo, son dos elementos claves para la memoria del filme: la esplendorosa fotografia de Vittorio Sttorano y el saxo de Gato Barbieri creando una banda sonora emblemática.
Atrevida, irritante, genial para unos y plomiza para otros. Que cada uno saque sus consecuencias.
Quizá no había para tanto, pero hay que situar esa conmoción en el mundo en el que la película se estrenó, en 1972 exponer en la pantalla de forma diáfana relaciones sexuales entre un hombre maduro y una cuasi-adolescente resultaba casi una herejía, como el hecho de abordar con naturalidad desnudos en la pantalla. En cualquier caso, resulta simplemente una consecuencia de la finalidad última del filme: reflejar la angustia, la desespertación de una persona en su mediana edad que entra en el abismo existencial tras una tragedia; la muerte de su mujer.
Y más que en ninguna otra cinta la figura de Marlon Brando domina la función. Su consolidada tendencia al exhibicionismo alcanza aquí su máximo explendor. Toda la película gira en torno a su interpretación, memorable para muchos, insoportable para no pocos. Si en "El padrino" su escasos minutos en pantalla causaban impacto pero al mismo tiempo permitían el lucimiento del resto del reparto, en la obra de Bertolucci parace imposible que salga de la pantalla ni un minuto. Él es la película.
Junto a Brando María Scheider nos aporta la sensualidad femenina necesaria para complementar al astro. Nunca el cine le volvió a otorgar una oportinidad semejante. El resto de secundarios más bien sobra. Lo que no sobra sin embargo, son dos elementos claves para la memoria del filme: la esplendorosa fotografia de Vittorio Sttorano y el saxo de Gato Barbieri creando una banda sonora emblemática.
Atrevida, irritante, genial para unos y plomiza para otros. Que cada uno saque sus consecuencias.
16 de mayo de 2013
16 de mayo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película “vendida” como obra de arte, sinónimo de Libertad… y progreso.
Viéndola 40 años después, lo que se percibe es algo completamente diferente.
Un loco norteamericano coincide en un “apartamento” ‘nadiesabemuybiencómo’ con una francesita de buena familia que, sin mediar más conversación ni seducción, cae rendida en los brazos del ya maduro Brando, que se la pasa por el Arco del Triunfo. Esta absurda escena bastaría para dejar de ver la película inmediatamente, porque el director pretende reírse del espectador al venderle como posible algo… ilógico.
Bueno, a partir de ahí tenemos tres tramas entrelazadas, a cual más absurda. La puramente sexual y anónima entre la jovencita francesa y el maduro norteamericano que le obliga a no revelar su nombre ni su historia; el noviazgo de la jovencita con su novio, director de cine, que está haciendo lo que hoy llamaríamos un reality show a partir de su propia relación con la jovencita (que sería copiada en la película “Mi novia es una actriz”); y la oscura vida de Brando como patrón de un hostal, en el que acaba de morir su mujer, no se sabe si suicidada o asesinada por el propio Brando.
Veladamente, se ofrecen pistas sobre el personaje que interpreta Brando algunas de las cuales coinciden con su verdadera personalidad (ex boxeador, actor, revolucionario), vivió en Haití y se fue a París, lo que hace que se desdibuje subliminalmente la separación entre el personaje que interpreta y el Brando real.
La elección del gran icono del cine (ya en sus horas bajas) y la ciudad de París (la ciudad del amor) para esta relación sadomasoquista no es por supuesto casual, pues es un ataque brutal contra el inconsciente femenino, al manchar la leyenda de París con una relación que hace mal a la mujercita y convierte al gran macho en… un sucio maltratador (cosa que ya interpretó en Un tranvía llamado deseo).
Viéndola 40 años después, lo que se percibe es algo completamente diferente.
Un loco norteamericano coincide en un “apartamento” ‘nadiesabemuybiencómo’ con una francesita de buena familia que, sin mediar más conversación ni seducción, cae rendida en los brazos del ya maduro Brando, que se la pasa por el Arco del Triunfo. Esta absurda escena bastaría para dejar de ver la película inmediatamente, porque el director pretende reírse del espectador al venderle como posible algo… ilógico.
Bueno, a partir de ahí tenemos tres tramas entrelazadas, a cual más absurda. La puramente sexual y anónima entre la jovencita francesa y el maduro norteamericano que le obliga a no revelar su nombre ni su historia; el noviazgo de la jovencita con su novio, director de cine, que está haciendo lo que hoy llamaríamos un reality show a partir de su propia relación con la jovencita (que sería copiada en la película “Mi novia es una actriz”); y la oscura vida de Brando como patrón de un hostal, en el que acaba de morir su mujer, no se sabe si suicidada o asesinada por el propio Brando.
Veladamente, se ofrecen pistas sobre el personaje que interpreta Brando algunas de las cuales coinciden con su verdadera personalidad (ex boxeador, actor, revolucionario), vivió en Haití y se fue a París, lo que hace que se desdibuje subliminalmente la separación entre el personaje que interpreta y el Brando real.
La elección del gran icono del cine (ya en sus horas bajas) y la ciudad de París (la ciudad del amor) para esta relación sadomasoquista no es por supuesto casual, pues es un ataque brutal contra el inconsciente femenino, al manchar la leyenda de París con una relación que hace mal a la mujercita y convierte al gran macho en… un sucio maltratador (cosa que ya interpretó en Un tranvía llamado deseo).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Escenas absurdas en las que Brando trata a la jovencita como esclava sexual se entremezclan con retazos de la muerte de su mujer (que le ponía los cuernos) y el rodaje de la película de su prometido en la que “tiene que hacer lo que él dice”. Todo es una parábola bastante clara de programación MK Ultra de la jovencita al tiempo que desestructura la mente del espectador mediante el montaje, aquello que se llamó “Cine de Arte y Ensayo”. La película es todo un curso de educación sexual al estilo Kinsey, pues Brando obliga a la jovencita a hacer todo lo que quiere, llegando a violarla analmente mientras, y esto es lo realmente importante, dice:
-Tu puta familia. Oh, Dios, Jesús.
Y continúa metiéndose con Dios y con la familia.
María Schneider dice que nadie le contó que se iba a rodar esa escena. Sólo dos años después del estreno del filme ingresaría en un hospital mental, comenzando una carrera autodestructiva por medio de las drogas. Acabó lesbianizándose. La intención subyacente en esta historia vendida como cine de masas es sugerir el coito anal (fuera del ámbito del porno) nombrando a Dios y la Familia es una clara asociación de ideas para el inconsciente. Evidentemente, se trata de cierta "magia negra", al mostrar una nueva “educación sexual” basada en la violación y el sexo sin amor.
Por si queda alguna duda, en la siguiente escena inmediatamente posterior a la violación, ¡el novio de la jovencita le pide que se case con ella!, colocándole un salvavidas con el nombre de ‘Atlántico’, que simboliza la pérdida de la libertad (y que luego se tirará al mar). Acto seguido, María se viste de boda como parte del falso rodaje (es un montaje) y se acaba escapando vestida de novia… a la casa donde se reúne con Brando (su violador) para que se la vuelva a follar, pero esta vez ¡con el vestido de novia!, amenazándola previamente con que se coma una rata y diciéndole que practique zoofilia con un cerdo. Tal cual.
En un momento de éxtasis, el prometido (el cineasta) cita los nombres de las actrices Rita Hayworth, Lauren Bacall, Ava Gardner y Kim Novak, queriendo decir que su matrimonio iba a ser igual que el de estas actrices (salvo Bacall, todas con matrimonios fracasados). También se puede extrapolar que iban a hacer de esta chica otro “sex symbol”: otra mujer programada para vivir una vida para los mirones, y no para sí misma. Tras una exhibición tal de sadomasoquismo y su posterior separación del violador, a la chica se le ocurre irse a vivir con su marido ¡al mismo lugar donde se encontraba con Brando!, que es la calle Julio Verne número 1, pero Brando vuelve a captarla y a sugerir que su hijo se llamará Fidel (como Fidel Castro) o Rosa (como Rosa Luxemburgo) quedando así claro que esta película formó parte de la revolución cultural del comunista Gramsci para rehacer la familia y las sociedades humanas.
La última escena, antes de que la chica le mate, haciendo el rídiculo en la sala de baile de tango, patética. Como el resto de la película. Una auténtica obra maestra… de la basura. ¡Y que semejante comecocos sea una película de culto!
-Tu puta familia. Oh, Dios, Jesús.
Y continúa metiéndose con Dios y con la familia.
María Schneider dice que nadie le contó que se iba a rodar esa escena. Sólo dos años después del estreno del filme ingresaría en un hospital mental, comenzando una carrera autodestructiva por medio de las drogas. Acabó lesbianizándose. La intención subyacente en esta historia vendida como cine de masas es sugerir el coito anal (fuera del ámbito del porno) nombrando a Dios y la Familia es una clara asociación de ideas para el inconsciente. Evidentemente, se trata de cierta "magia negra", al mostrar una nueva “educación sexual” basada en la violación y el sexo sin amor.
Por si queda alguna duda, en la siguiente escena inmediatamente posterior a la violación, ¡el novio de la jovencita le pide que se case con ella!, colocándole un salvavidas con el nombre de ‘Atlántico’, que simboliza la pérdida de la libertad (y que luego se tirará al mar). Acto seguido, María se viste de boda como parte del falso rodaje (es un montaje) y se acaba escapando vestida de novia… a la casa donde se reúne con Brando (su violador) para que se la vuelva a follar, pero esta vez ¡con el vestido de novia!, amenazándola previamente con que se coma una rata y diciéndole que practique zoofilia con un cerdo. Tal cual.
En un momento de éxtasis, el prometido (el cineasta) cita los nombres de las actrices Rita Hayworth, Lauren Bacall, Ava Gardner y Kim Novak, queriendo decir que su matrimonio iba a ser igual que el de estas actrices (salvo Bacall, todas con matrimonios fracasados). También se puede extrapolar que iban a hacer de esta chica otro “sex symbol”: otra mujer programada para vivir una vida para los mirones, y no para sí misma. Tras una exhibición tal de sadomasoquismo y su posterior separación del violador, a la chica se le ocurre irse a vivir con su marido ¡al mismo lugar donde se encontraba con Brando!, que es la calle Julio Verne número 1, pero Brando vuelve a captarla y a sugerir que su hijo se llamará Fidel (como Fidel Castro) o Rosa (como Rosa Luxemburgo) quedando así claro que esta película formó parte de la revolución cultural del comunista Gramsci para rehacer la familia y las sociedades humanas.
La última escena, antes de que la chica le mate, haciendo el rídiculo en la sala de baile de tango, patética. Como el resto de la película. Una auténtica obra maestra… de la basura. ¡Y que semejante comecocos sea una película de culto!
15 de abril de 2015
15 de abril de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último tango en París de Bernardo Bertolucci es un drama romántico erótico considerado por muchos como una película de culto, basado en un hombre que acaba de enviudar y una joven actriz que se encuentran por casualidad en un piso que busca inquilino y hacen el amor apasionadamente, quedando entonces de acuerdo para verse allí de vez en cuando sin saber nada el uno del otro. Dirigida con un ritmo pausado y con un estilo íntimo y muy personal del director que causo por su erotismo gran revuelo en la época, es una obra atrevida para su momento al contener en su interior algunas escenas con alta dosis de sexualidad violenta que dieron mucho que hablar, concluyendo con esa premisa un film recordable en todo lo que se propone para penetrar en el espectador.
La fotografía es cautivadora al estar bien cuidada hasta el más mínimo detalle, haciendo gran uso de la luz tenue y cuidando bien los claroscuros, logrando con ello culminar una labor evocadora que llena de confort o violencia el film según el momento de la acción, impactando en ocasiones al público por sus altas dosis de escenas subidas de tono. La música es melódica y bella en sus insinuantes armonías que llenan de ritmo variado el film, añadiendo intriga a una tarea en ocasiones insidiosa para lograr un inolvidable acompañamiento musical. Los planos y movimientos de cámara consuman una sobresaliente labor técnica a través del uso del avanti, retroceso, grúas, seguimiento, detalles, primeros y primerísimos planos, rotación, subjetivos y cámara en mano continuos para dar un gran toque personal y sacar lo mejor tanto de la acción como de las interpretaciones.
Las actuaciones son soberbias y están repletas de personalidad. Como protagonistas Marlon Brando está deslumbrante en un papel con calado psicológico que se adueña del film y María Schneider está apropiada y notable en un inolvidable papel, siendo remarcables las interpretaciones de Jean-Pierre Léaud, Massimo Girotti y Maria Michi entre otros. La dirección artística emplea para estos unos vestuarios y caracterizaciones variados en una gran labor que marca la personalidad de cada personaje, pasando de elegante por un lado a eróticos o informales por otro en un gran trabajo que, junto con los oportunos decorados de interiores, te transportan eficazmente.
El guion, escrito por el director junto con Franco Arcalli, es de lo más recóndito en la exposición de unos personajes atormentados que se encuentran en un piso de alquiler, llegando a varios extremos de sus vidas sentimentales al enamorarse ella de él y él desahogando con ella su frustración por su fallecida esposa, concluyendo un film de lo más incitador tanto por sus desnudos, sexo, erotismo y ordinario vocabulario que no dejará a nadie indiferente y satisface a los cinéfilos más exigentes. Esto se lleva a cabo con una narrativa intrigante y algo brusca que añade misterio a los personajes gracias a sus expresivos diálogos que no están exentos de pesimismo e insinuación.
Concluyendo, la considero una obra indeleble y esencial en el séptimo arte y en la filmografía del director que es considerada por muchos como una película de culto, por su alto contenido erótico y por exhibir una trama centrada en los tormentosos protagonistas que no dejarán a nadie con la sensación de haber visto un film más, sino algo profundo y provocador en todo lo que se propone. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara y narrativa que vuelven a El último tango en París, en un film de lo más incitador e inusitado que se ha realizado en la historia del séptimo arte.
La fotografía es cautivadora al estar bien cuidada hasta el más mínimo detalle, haciendo gran uso de la luz tenue y cuidando bien los claroscuros, logrando con ello culminar una labor evocadora que llena de confort o violencia el film según el momento de la acción, impactando en ocasiones al público por sus altas dosis de escenas subidas de tono. La música es melódica y bella en sus insinuantes armonías que llenan de ritmo variado el film, añadiendo intriga a una tarea en ocasiones insidiosa para lograr un inolvidable acompañamiento musical. Los planos y movimientos de cámara consuman una sobresaliente labor técnica a través del uso del avanti, retroceso, grúas, seguimiento, detalles, primeros y primerísimos planos, rotación, subjetivos y cámara en mano continuos para dar un gran toque personal y sacar lo mejor tanto de la acción como de las interpretaciones.
Las actuaciones son soberbias y están repletas de personalidad. Como protagonistas Marlon Brando está deslumbrante en un papel con calado psicológico que se adueña del film y María Schneider está apropiada y notable en un inolvidable papel, siendo remarcables las interpretaciones de Jean-Pierre Léaud, Massimo Girotti y Maria Michi entre otros. La dirección artística emplea para estos unos vestuarios y caracterizaciones variados en una gran labor que marca la personalidad de cada personaje, pasando de elegante por un lado a eróticos o informales por otro en un gran trabajo que, junto con los oportunos decorados de interiores, te transportan eficazmente.
El guion, escrito por el director junto con Franco Arcalli, es de lo más recóndito en la exposición de unos personajes atormentados que se encuentran en un piso de alquiler, llegando a varios extremos de sus vidas sentimentales al enamorarse ella de él y él desahogando con ella su frustración por su fallecida esposa, concluyendo un film de lo más incitador tanto por sus desnudos, sexo, erotismo y ordinario vocabulario que no dejará a nadie indiferente y satisface a los cinéfilos más exigentes. Esto se lleva a cabo con una narrativa intrigante y algo brusca que añade misterio a los personajes gracias a sus expresivos diálogos que no están exentos de pesimismo e insinuación.
Concluyendo, la considero una obra indeleble y esencial en el séptimo arte y en la filmografía del director que es considerada por muchos como una película de culto, por su alto contenido erótico y por exhibir una trama centrada en los tormentosos protagonistas que no dejarán a nadie con la sensación de haber visto un film más, sino algo profundo y provocador en todo lo que se propone. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara y narrativa que vuelven a El último tango en París, en un film de lo más incitador e inusitado que se ha realizado en la historia del séptimo arte.
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