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El último tango en París

Drama. Romance Una mañana de invierno un maduro norteamericano y una joven muchacha parisina se encuentran casualmente mientras visitan un piso de alquiler en París. La pasión se apodera de ellos y mantienen relaciones sexuales en el piso vacío. Cuando abandonan el edificio, ambos se ponen de acuerdo para volver a encontrarse allí, en soledad, sin preguntarse ni siquiera sus nombres. (FILMAFFINITY)
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3
7 de junio de 2015 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy al grano: Un bodrio. Estoy de acuerdo con Pasolini.

Salvaría como mucho media hora de película por la interpretación de Brando...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...en la que nos dibuja la imagen de un hombre perdiendo la última oportunidad de encontrar el amor. El resto o está hueco o es una rancia recreación morbosa de sadismo y autodestrucción.
7
24 de diciembre de 2015 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde niño escuché comentarios acerca de esta película y en particular sobre la escena de sexo anal con mantequilla, por lo que no me sorprendió ni me asombró cuando finalmente la vi. En general, su contenido erótico me pudo menos que los comentarios y atisbos dialogales contra Dios como noción y la familia como institución. Yo no había leído nada al respecto y eso sí me sorprendió, que la película fuera nihilista, entre otras cosas. Más allá de sus actos, que tienden a romper las reglas de las relaciones humanas o la convivencia social, los personajes cuestionan los valores morales de una sociedad en la que viven refugiados a ratos, de la que se retraen y abstraen por unas horas en un piso casi vacío, donde lo esencial se reduce al espacio, su luz en abundancia y un colchón… Me pregunto si tienen algo de casual sus coincidencias con Rayuela, de Cortázar.

Tampoco puedo evitar la sensación de que los personajes interpretados por Marlon Brando y Maria Schneider son ambiguos, hay cierta indefinición en sus personalidades…

Y sigo escuchando la música de Gato Barbieri.

Bernardo Bertolucci no me parece tan representativo del cine italiano como Fellini, Visconti, De Sica o Pasolini, sino de un cine más cosmopolita, cuya cima es 'El último emperador'.
7
1 de mayo de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche volví a visionar esta película en TV tras más de cuarenta años de verla en el cine cuando llegó a España tras la muerte de Franco. Fue en su época, curiosamente, una cinta que muchos españolitos de a pie iba a ver a Perpiñán, como una especie de icono sexual. Nunca entendí la razón de este fenómeno pues la peli es lo menos erótico que he visto en mi vida.

Es más bien un film decadente que narra la soledad de un hombre maduro (Marlon Brando) que conduce a una joven cuasi adolescente (María Schneider) a una historia de sexo sin nombres, de encuentros anónimos en los que ninguno sabe nada del otro y en los que la relación es un camino a ninguna parte.

En un piso de alquiler, sin apenas muebles, sucio, con ratas, con un hombre de vida turbia recién enviudado (su mujer se ha suicidado) y una muchacha cuyo novio sólo parece reconocerla cuando la filma con una cámara en todo momento, se inician una serie de encuentros en los que sobre todo él obliga a mantener a ultranza el anonimato para ceñirse al puro sexo. Y, curiosamente, es la historia del cazador cazado. Brando, el hombre solitario e incógnito, al final de la cinta se enamora realmente de la joven María Schneider quien huye de él tras la patética escena del último tango en una sala de baile de Paris. La historia acaba, obviamente, en tragedia.

Recordé al verla, que hace años leí de la mano del gran escritor Curzio Malaparte que la decadencia occidental es en gran medida obra de los intelectuales: escritores, pintores, y yo añado cineastas. Y es que esta película tiene un fondo muy perverso, no recomendable para menores de sesenta años.

Es una obra que encierra una profunda tristeza, una insondable soledad, una indescriptible decadencia. Y aunque no dudo que Brando hace una gran interpretación, que Bertolucci dirige genialmente a Brando (¿o es al revés?), que la Schneider (que luego caería en desgracia) cumple con modestia de aprendiz en su papel de partenaire, que la fotografía amarillenta es muy adecuada a la historia o que el guion es de todo punto inquietante y dramático, a pesar de todo eso digo, esta es una de esas películas que yo no recomendaría salvo para un Congreso de psiquiatría o psicoanálisis.
7
9 de agosto de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Afortunadamente ya no hace falta ir a Perpignan para revisitar uno de los grandes films-tabúes de la Historia del Cine que, junto con la japonesa “El Imperio de los Sentidos” (Ai No Corrida, 1976) de Nagisa Oshima causó revuelo (hoy en día no se comprenderían) y ansiosas colas en las taquillas para verificar si realmente las pasiones humanas en la ficción del celuloide requerían de ingredientes fuertes, romanticismo oculto pero no falso, aunque siempre naufragando en mares de amargura, y autodestrucción para finalizar a un estado de leve calma basado libremente en el sexo. Así que apodar “film erótico” es quedarse corto. Y lo llamaron como excusa “Arte y Ensayo”.

Grandes directores como Pier Paolo Pasolini (las Mil y una Noches), Federico Fellini (Casanova); no tan grandes como Liliana Cavani (Portero de Noche) y mediocres de la talla de Just Jaeckin (Historia de O) estuvieron al filo de la polémica. Como el caso de los italianos, alcanzaron, a excepción de la Cavani, el grado de directores de culto.

Bertolucci se fue a la vecina Francia para retratar, junto con la fotografía sublime del gran Vittorio Storaro, lo que podía haber sido unas imágenes más de la romántica, bobalicona y risueña capital francesa. Adquiere importancia solo con el título sugerido porque nada más empezar se abre el telón con en el parangón final (brillante contrapicado de presentación de Marlon Brando) de un hombre al borde de su precipicio personal y moral, cuya identidad sabemos que es norteamericano y que lleva dos décadas viviendo entre “bistrots”, burdeles, hoteluchos de mala muerte, de los cuales regenta uno tras la muerte de su esposa por suicidio…

Poco vamos a ver la Torre Eiffel aunque el enorme y vacío apartamento que ha alquilado a la vez con la desconocida e ingenua Jeanne (Maria Schneider), objeto de deseo de su novio, Tom (Jean-Pierre Leaud, el niño de “Les Quatre-cents coups” de Truffaut) un director de cine amante del frenesí y del amor propio de su ego mayúsculo…

El aislamiento y la desinformación sobre sus vidas se convertirán para ese hombre de mediana y la chica en su vacio mutuo encubierto por unas despojadas reglas, sin preocuparse el uno del otro,… Hasta el último baile.
10
12 de octubre de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película después de todo lo comentado de un alto nivel, en diversas facetas. Bertolucci da un protagonismo quizás excesivo a Brando y acierta, sin embargo tiene un trasfondo que nadie llegara a el ni se comprenderá ahí está la perdurabilidad que tendrá siempre esta película al aceptar todas las críticas, sin dar con su esencia última. Hay algunas escenas claves que incitan a pensar y el significado puede ser diverso en función de la interpretación de cada uno, parece en varios instantes la búsqueda de algo imposible con cierto refugio en algo sin rumbo determinado...Excelente Bertolucci para un no menos sublimé Brando, quizás una de sus mejores interpretaciones.
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