Juventud
2015 

7.0
21,801
Drama. Comedia
Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
25 de enero de 2016
25 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La juventud, y su antítesis, la vejez, son etapas en la vida de las personas con enfoques completamente diferentes, y que no siempre dependen de la edad. La juventud (o la vejez, ya que lo que se diga para una de ellas es lo mismo para la otra, pero al contrario) física contempla el esplendor y el vigor palpable, e incluso corporal, del ser humano. Una apariencia externa, acompañada de capacidades y habilidades físicas, o de tendencias relacionadas. Sin embargo, el mismo término de juventud o vejez puede aplicarse (y adaptarse) al estado mental de una persona, cómo se siente, de qué se cree capaz (y, al creerse capaz, lo que logra hacer).
Esta idea es la piedra angular de la presente Youth, de Paolo Sorrentino. A golpe de acciones presentes, de contemplación de los demás (de su decadencia y su magnificencia), de decisiones pasadas, de miradas visionarias, de opiniones, de música...el director nos sumerge en el estado físico, mental y emocional de distintos personajes que conviven en un mismo marco físico (un hotel muy lujoso en los Alpes suizos), medidos por el tiempo.
Esta idea es la piedra angular de la presente Youth, de Paolo Sorrentino. A golpe de acciones presentes, de contemplación de los demás (de su decadencia y su magnificencia), de decisiones pasadas, de miradas visionarias, de opiniones, de música...el director nos sumerge en el estado físico, mental y emocional de distintos personajes que conviven en un mismo marco físico (un hotel muy lujoso en los Alpes suizos), medidos por el tiempo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Se compara, de manera muy acertada, la visión del futuro por la juventud, y la visión del pasado por la vejez. Brenda Morel (Fonda), achacando a Mick (Keitel) su deterioro físico, mental y artístico; y él mismo, anclado a sus maravillas del pasado, a sus grandes éxitos que no quiere dejar ir, empecinado en volver a recrearlos bajo el marco de un nuevo filme (un caso en el que vejez y edad coinciden). Fred (Caine), creyéndose ya viejo simplemente por su elevado número de años, descubre finalmente que no está tan mal como pensaba, y que aún le queda mucho por hacer, una vez superados los fantasmas de su pasado y las decisiones que tomó (lo que, entre otras cosas, le llevó a un distanciamiento con su familia).
La masajista, joven y atlética, se deja llevar por el placer, por el tacto (el sentido más relacionado con la juventud carnal), ya que "no tiene nada que decir" como para perder el tiempo hablando en lugar de obteniendo información a través de las caricias (quizás, aún no tiene suficiente experiencia para contar nada). Lena (Weisz), marcada por una reciente ruptura amorosa, desplazada por alguien más joven (¿y con más talento? Hum, en más de un sentido), se siente vacía, se siente vieja, sin ganas ni habilidad de hacer nada. Hasta que se redescubre, hasta que vuelve a salir a flote, hasta que vuelve a creer en sí misma, en su juventud. Y Jimmy (Dano), atormentado porque sólo se le reconozca por un frívolo papel en una película famosa, no intenta crear nada nuevo (a diferencia de Mick, intentando hacer su nueva obra maestra), abandonándose a la contemplación del resto de personajes (al menos, en un principio).
En definitiva, la carencia de emoción es lo que lleva a la vejez, y no el deterioro físico, ni el paso del tiempo por nuestros cuerpos. La emoción es lo único que nos queda, como remarca Mick en una escena en la que, para volver a emocionar, para volver a causar ALGO en los demás, tiene que cometer suicido, a sabiendas que una nueva película nunca lograría alcanzar la maestría que poseían sus obras de antaño. Lo que hace liberarse finalmente a Fred. Lo que le hace cambiar de opinión, o, más bien, darse cuenta de la auténtica verdad, de la auténtica realidad. Obstinado inicialmente en que las emociones muchas veces se sobrevaloran, en que llegados a un punto (a una edad, según él piensa), éstas ya no son tan necesarias como antes, de modo que no hace falta seguir creando, no hace falta hacer nada; posteriormente se da cuenta de que la única forma de lograr la juventud (que creía, por otra parte, ya perdida), es mirar al futuro (representado por la propuesta de la Reina) en lugar de al pasado (a su promesa de no volver a dirigir una orquesta en la que se interpreten las piezas que compuso para su mujer, cuando, como el indica, todavía estaba enamorado), en emocionarse y en emocionar, una vez más (la escena final).
El elemento final, que permanece en nuestras emociones tras finalizar el filme, es la música. Se ha criticado a Sorrentino por el uso de, precisamente, "esta" música a lo largo de toda la película, alegando a su incapacidad de emocionar al público con la mera historia que cuenta (o con el modo elegido para contarla), en sí, con los elementos únicos del séptimo arte. Pero yo no pienso en incapacidad tras analizar este elemento, sino en habilidad, en habilidad para combinar dos ARTES y generar un clímax perfecto como final.
La masajista, joven y atlética, se deja llevar por el placer, por el tacto (el sentido más relacionado con la juventud carnal), ya que "no tiene nada que decir" como para perder el tiempo hablando en lugar de obteniendo información a través de las caricias (quizás, aún no tiene suficiente experiencia para contar nada). Lena (Weisz), marcada por una reciente ruptura amorosa, desplazada por alguien más joven (¿y con más talento? Hum, en más de un sentido), se siente vacía, se siente vieja, sin ganas ni habilidad de hacer nada. Hasta que se redescubre, hasta que vuelve a salir a flote, hasta que vuelve a creer en sí misma, en su juventud. Y Jimmy (Dano), atormentado porque sólo se le reconozca por un frívolo papel en una película famosa, no intenta crear nada nuevo (a diferencia de Mick, intentando hacer su nueva obra maestra), abandonándose a la contemplación del resto de personajes (al menos, en un principio).
En definitiva, la carencia de emoción es lo que lleva a la vejez, y no el deterioro físico, ni el paso del tiempo por nuestros cuerpos. La emoción es lo único que nos queda, como remarca Mick en una escena en la que, para volver a emocionar, para volver a causar ALGO en los demás, tiene que cometer suicido, a sabiendas que una nueva película nunca lograría alcanzar la maestría que poseían sus obras de antaño. Lo que hace liberarse finalmente a Fred. Lo que le hace cambiar de opinión, o, más bien, darse cuenta de la auténtica verdad, de la auténtica realidad. Obstinado inicialmente en que las emociones muchas veces se sobrevaloran, en que llegados a un punto (a una edad, según él piensa), éstas ya no son tan necesarias como antes, de modo que no hace falta seguir creando, no hace falta hacer nada; posteriormente se da cuenta de que la única forma de lograr la juventud (que creía, por otra parte, ya perdida), es mirar al futuro (representado por la propuesta de la Reina) en lugar de al pasado (a su promesa de no volver a dirigir una orquesta en la que se interpreten las piezas que compuso para su mujer, cuando, como el indica, todavía estaba enamorado), en emocionarse y en emocionar, una vez más (la escena final).
El elemento final, que permanece en nuestras emociones tras finalizar el filme, es la música. Se ha criticado a Sorrentino por el uso de, precisamente, "esta" música a lo largo de toda la película, alegando a su incapacidad de emocionar al público con la mera historia que cuenta (o con el modo elegido para contarla), en sí, con los elementos únicos del séptimo arte. Pero yo no pienso en incapacidad tras analizar este elemento, sino en habilidad, en habilidad para combinar dos ARTES y generar un clímax perfecto como final.
25 de enero de 2016
25 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de la memoria, solo tenemos el sentimiento.
Una impresión, sincera y sin adulterar, perteneciente a un momento, que atesoramos con la esperanza de volverla a reproducir. El sentimiento se vive, se guarda y, finalmente, se sueña.
Después, ese sentimiento formará parte de nuestra memoria, y uno se pregunta si ese será su destino final, o por el contrario permanece para que lo reconozcamos una segunda vez.
'La Juventud' es un testimonio, una impresión.
Es una colección de vivencias en busca de sentido, también es una serie de cambios a la espera de realizarse. Es todo, y a la vez no deja de ser la nada. Tan pronto se detiene en cada detalle como permite sentir cada pequeño ruido que nos rodea.
Podría ser una serie de personas, no importa jóvenes o viejos, buscando aferrarse al recuerdo de un sentimiento ya olvidado. O quizá un muestrario de seres decadentes, que buscan un final satisfactorio para sus largas historias, imposibles de retener en la memoria.
Mick menciona a su amigo Fred que "no necesitas aprender nada, si sabes observarlo todo".
Por eso, en ese balneario rodeado de campos verdes de montaña solo necesitamos ver para saber: cada rostro expresivo, cada salón en penumbra, cada cuerpo cansado y mojado en la sauna cuentan una historia, la del futuro que se acerca y el pasado que se ve cada vez más lejos.
Es en ese sitio, en ese pequeño universo, donde no existen las preocupaciones cotidianas y es entonces cuando, por primera vez, una persona puede mirar todo su camino, y darse cuenta de que no hay mucho que mirar. De que todo lo pasado pertenecía a momentos que nunca son este.
Mick y Fred se precipitan a ese futuro, uno abrazándolo con ganas y el otro negándolo con calma.
Ambos son las dos caras del sueño dorado de una edad en la que nunca se debe dar explicaciones a nadie, ambos deciden lo que quieren hacer y nadie les juzga. Crearon grandes obras, grandes testimonios, memorias de su paso por la vida que al final acabaron inspirando sentimiento a tantos otros, pero a la hora de la verdad ni ellos mismos se acuerdan de los sacrificios o los triunfos.
Se acuerdan los jóvenes y los admiradores, los que les escuchan buscando su saber absoluto, o los que por el contrario les pueden llegar a despreciar bajo la excusa del lazo familiar. Fred exclama, en un susurro cansado, "al final, tanto esfuerzo para qué", y no le falta razón: tantos desvelos, tantas pasiones, tantos momentos que pueden condensarse en un dardo envenenado o un comentario amable de otra persona.
"Me encantó tu película", "esta canción es muy bonita"... es el único juicio a lo que en su día fueron encendidas luchas por ser recordado. Nada más, no se condena la ignorancia, se condena la fugacidad de la memoria, y cómo selecciona caprichosamente nuestros recuerdos.
Pero si no se puede recordar el principio, que menos que buscar el final adecuado, uno que solo ellos puedan haber elegido.
Por eso, Mick quiere entregar al público su última gran película, la cumbre de una carrera con su actriz favorita, pasando por agotadoras escrituras de guión en busca del final perfecto, poderoso y emocional. Distintas cabezas sueñan juntas, imaginando todos los finales posibles, todas las vidas posibles extraídas de su joven o madura experiencia, hasta que en una celebración que tiene más de apresurada que de triunfal se da, por casualidad, con la respuesta: "bueno... ya nos inventaremos un final". Qué único y qué terrible, que la verdadera conclusión solo la conoceremos, por fin, al final de todas las cosas.
Fred, sin embargo, solo piensa en que su música sea recordada por la mujer que la cantaba. En todas sus reuniones con el emisario de la Reina solo se oye el no eterno, un egoísmo nacido del más puro amor que se puede sentir por alguien: la certeza de que jamás se romperá la fragilidad de su recuerdo, y el sentimiento aparejado a él. Por eso rechaza volver a un escenario que estará vacío sin una voz concreta, y elige componer para el escenario infinito que desfila siempre delante de nuestros ojos.
Un escenario, nunca poblado por protagonistas, sino por eternos extras, secundarios, de los que nunca sabremos su historia, solo la huella que nos dejan. Gente atrapada en un pasado que siempre será futuro, gente atrapada por sentimientos que dejaron en otros sin poderlos controlar, o gente deseosa de mostrarlos.
En nuestra memoria solo brillarán esos inesperados momentos, como ver un magnífico cuerpo joven entrando en la piscina. El director de cine, desbordado ante la evidencia de ser solo sentimiento, afirma a su amigo compositor que será algo como eso, sin preparación ni lucha por recordarse, lo que acabará dejando su huella única en ellos, y por lo tanto cualquier otra cosa es luchar contra nuestra propia capacidad de apreciar lo bello y verdadero.
Lo que empezó con una canción, alegremente pop, con letra más profunda de lo que aparenta, termina con otra canción, más solemne, de significado algo más personal. El sentimiento sigue ganando la partida, cambiando y transformando donde la memoria solo permanece inmóvil, como una condena que se niega a desaparecer.
Fred y Mick, en su largo camino asfaltado de recuerdos que pudieron no suceder, no han conseguido atrapar sus obsesiones personales, ni mucho menos darles un final. Lo que les espera, como el médico dice, no es otra cosa que "la juventud".
Esa juventud extrañamente consciente de la belleza en una composición o una interpretación, que ha aprendido a sentir de un modo particular, como una masajista que solo sabe expresarse con sus manos, a la que hasta ahora solo habían contemplado desde su propia jaula de recuerdos.
La música seguirá sonando, con otras voces, con otras manos, en otros momentos. La memoria no puede acordarse de todos ellos.
Pero el sentimiento, ese permanecerá siempre, emocionando a otros rostros entre el público, siendo fugaz para algunos, e inolvidable para muchos otros.
Una impresión, sincera y sin adulterar, perteneciente a un momento, que atesoramos con la esperanza de volverla a reproducir. El sentimiento se vive, se guarda y, finalmente, se sueña.
Después, ese sentimiento formará parte de nuestra memoria, y uno se pregunta si ese será su destino final, o por el contrario permanece para que lo reconozcamos una segunda vez.
'La Juventud' es un testimonio, una impresión.
Es una colección de vivencias en busca de sentido, también es una serie de cambios a la espera de realizarse. Es todo, y a la vez no deja de ser la nada. Tan pronto se detiene en cada detalle como permite sentir cada pequeño ruido que nos rodea.
Podría ser una serie de personas, no importa jóvenes o viejos, buscando aferrarse al recuerdo de un sentimiento ya olvidado. O quizá un muestrario de seres decadentes, que buscan un final satisfactorio para sus largas historias, imposibles de retener en la memoria.
Mick menciona a su amigo Fred que "no necesitas aprender nada, si sabes observarlo todo".
Por eso, en ese balneario rodeado de campos verdes de montaña solo necesitamos ver para saber: cada rostro expresivo, cada salón en penumbra, cada cuerpo cansado y mojado en la sauna cuentan una historia, la del futuro que se acerca y el pasado que se ve cada vez más lejos.
Es en ese sitio, en ese pequeño universo, donde no existen las preocupaciones cotidianas y es entonces cuando, por primera vez, una persona puede mirar todo su camino, y darse cuenta de que no hay mucho que mirar. De que todo lo pasado pertenecía a momentos que nunca son este.
Mick y Fred se precipitan a ese futuro, uno abrazándolo con ganas y el otro negándolo con calma.
Ambos son las dos caras del sueño dorado de una edad en la que nunca se debe dar explicaciones a nadie, ambos deciden lo que quieren hacer y nadie les juzga. Crearon grandes obras, grandes testimonios, memorias de su paso por la vida que al final acabaron inspirando sentimiento a tantos otros, pero a la hora de la verdad ni ellos mismos se acuerdan de los sacrificios o los triunfos.
Se acuerdan los jóvenes y los admiradores, los que les escuchan buscando su saber absoluto, o los que por el contrario les pueden llegar a despreciar bajo la excusa del lazo familiar. Fred exclama, en un susurro cansado, "al final, tanto esfuerzo para qué", y no le falta razón: tantos desvelos, tantas pasiones, tantos momentos que pueden condensarse en un dardo envenenado o un comentario amable de otra persona.
"Me encantó tu película", "esta canción es muy bonita"... es el único juicio a lo que en su día fueron encendidas luchas por ser recordado. Nada más, no se condena la ignorancia, se condena la fugacidad de la memoria, y cómo selecciona caprichosamente nuestros recuerdos.
Pero si no se puede recordar el principio, que menos que buscar el final adecuado, uno que solo ellos puedan haber elegido.
Por eso, Mick quiere entregar al público su última gran película, la cumbre de una carrera con su actriz favorita, pasando por agotadoras escrituras de guión en busca del final perfecto, poderoso y emocional. Distintas cabezas sueñan juntas, imaginando todos los finales posibles, todas las vidas posibles extraídas de su joven o madura experiencia, hasta que en una celebración que tiene más de apresurada que de triunfal se da, por casualidad, con la respuesta: "bueno... ya nos inventaremos un final". Qué único y qué terrible, que la verdadera conclusión solo la conoceremos, por fin, al final de todas las cosas.
Fred, sin embargo, solo piensa en que su música sea recordada por la mujer que la cantaba. En todas sus reuniones con el emisario de la Reina solo se oye el no eterno, un egoísmo nacido del más puro amor que se puede sentir por alguien: la certeza de que jamás se romperá la fragilidad de su recuerdo, y el sentimiento aparejado a él. Por eso rechaza volver a un escenario que estará vacío sin una voz concreta, y elige componer para el escenario infinito que desfila siempre delante de nuestros ojos.
Un escenario, nunca poblado por protagonistas, sino por eternos extras, secundarios, de los que nunca sabremos su historia, solo la huella que nos dejan. Gente atrapada en un pasado que siempre será futuro, gente atrapada por sentimientos que dejaron en otros sin poderlos controlar, o gente deseosa de mostrarlos.
En nuestra memoria solo brillarán esos inesperados momentos, como ver un magnífico cuerpo joven entrando en la piscina. El director de cine, desbordado ante la evidencia de ser solo sentimiento, afirma a su amigo compositor que será algo como eso, sin preparación ni lucha por recordarse, lo que acabará dejando su huella única en ellos, y por lo tanto cualquier otra cosa es luchar contra nuestra propia capacidad de apreciar lo bello y verdadero.
Lo que empezó con una canción, alegremente pop, con letra más profunda de lo que aparenta, termina con otra canción, más solemne, de significado algo más personal. El sentimiento sigue ganando la partida, cambiando y transformando donde la memoria solo permanece inmóvil, como una condena que se niega a desaparecer.
Fred y Mick, en su largo camino asfaltado de recuerdos que pudieron no suceder, no han conseguido atrapar sus obsesiones personales, ni mucho menos darles un final. Lo que les espera, como el médico dice, no es otra cosa que "la juventud".
Esa juventud extrañamente consciente de la belleza en una composición o una interpretación, que ha aprendido a sentir de un modo particular, como una masajista que solo sabe expresarse con sus manos, a la que hasta ahora solo habían contemplado desde su propia jaula de recuerdos.
La música seguirá sonando, con otras voces, con otras manos, en otros momentos. La memoria no puede acordarse de todos ellos.
Pero el sentimiento, ese permanecerá siempre, emocionando a otros rostros entre el público, siendo fugaz para algunos, e inolvidable para muchos otros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un plano nos deja una conclusión magnífica en su sencillez.
Mick nunca pudo hallar un final satisfactorio, pero puede que este sea uno.
Mick nunca pudo hallar un final satisfactorio, pero puede que este sea uno.
27 de enero de 2016
27 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en una película intervienen dos monstruos de la interpretación como Michael Caine y Harvey Keitel, el film que vamos a contemplar ya gana muchos enteros, y si además, está dirigida por un director tan inteligente como Paolo Sorrentino, quien ya sorprendió a propios y a extraños con "La gran belleza", las expectativas todavía son más halagüeñas.
"La juventud" no deja de hablar de lo que hablan muchas películas y que constituye una de las grandes temáticas de la vida: el paso del tiempo, y a su vez, sus causas y consecuencias. Fred, piensa en las suyas, esos años de obstinación musical y si se olvidó que tenía una familia... Y Mick, tres cuartos de lo mismo... ¿Fue un buen director de cine?... Lo bien cierto, es que Sorrentino plantea su film desde un punto de vista muy original ofreciendo múltiples lecturas de ello y que todas pueden tener cabida, a mi juicio, la moraleja va más allá de ese carpe Diem que puede ser la conclusión más sencilla... Esos destellos oníricos de los protagonistas que aparecen a lo largo del metraje son tan sugerentes... Mi impresión es que la juventud son los buenos momentos, los deseos, los estímulos, las emociones, la pasión desbocada, esa locura sana o, a veces insana, deshinbida propina de la juventud... A la postre, la construcción de ese camino machadiano que trazamos nosotros, las personas, con nuestras acciones... El resultado de nuestra juventud es lo que configura como nuestra vejez. Al fin y al cabo, recordad lo que decía mi querido Oscar Wilde en su Retrato de Dorian Gray: "La tragedia de la vejez no es ser viejo, sino haber sido joven".
"La juventud" no deja de hablar de lo que hablan muchas películas y que constituye una de las grandes temáticas de la vida: el paso del tiempo, y a su vez, sus causas y consecuencias. Fred, piensa en las suyas, esos años de obstinación musical y si se olvidó que tenía una familia... Y Mick, tres cuartos de lo mismo... ¿Fue un buen director de cine?... Lo bien cierto, es que Sorrentino plantea su film desde un punto de vista muy original ofreciendo múltiples lecturas de ello y que todas pueden tener cabida, a mi juicio, la moraleja va más allá de ese carpe Diem que puede ser la conclusión más sencilla... Esos destellos oníricos de los protagonistas que aparecen a lo largo del metraje son tan sugerentes... Mi impresión es que la juventud son los buenos momentos, los deseos, los estímulos, las emociones, la pasión desbocada, esa locura sana o, a veces insana, deshinbida propina de la juventud... A la postre, la construcción de ese camino machadiano que trazamos nosotros, las personas, con nuestras acciones... El resultado de nuestra juventud es lo que configura como nuestra vejez. Al fin y al cabo, recordad lo que decía mi querido Oscar Wilde en su Retrato de Dorian Gray: "La tragedia de la vejez no es ser viejo, sino haber sido joven".
7 de febrero de 2016
7 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pareció una gran película, una repetición de las sensaciones vividas con La grande bellezza. Todo te recuerda a ello: fotografía, música, actores... Como muchos ya han dado su opinión al respecto, solo añadiré que me pareció una fiel recreación de la Montaña mágica, de Thomas Mann.
Le pongo un 8.
Le pongo un 8.
15 de febrero de 2016
15 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustó UN LUGAR DONDE QUEDARSE (2011) con un sorprendente Sean Penn, luego me pasmó el “rey de la mundanidad” en LA GRAN BELLEZA (2013) y ahora con LA JUVENTUD (2015), sigue gustándome éste explorador de los sentimientos y las emociones que es el italiano Paolo Sorrentino. Sus películas son tristemente bellas. Sus personajes viven de la nostalgia alrededor de una búsqueda en la que se pegunta sobre la condición humana imperfecta y misteriosa. En LA JUVENTUD dos grandes amigos de toda la vida, ya retirados, recuerdan sus éxitos y fracasos, teniendo como escenario surrealista un balneario de lujo incrustado en el imponentemente bello paisaje de las montañas suizas. El retiro en aguas termales y masajes con barro está sujeto a una recomposición vitalista que tanto el cuerpo como la mente se resisten a secundar. La edad, la mucha edad, no es impedimento para seguir soñando, es decir, sentirse vivo y útil, sólo que el deterioro de la salud y otras cicatrices maceradas desde el silencio ponen en el tapete las fragilidades del elemento humano, la cortedad de la vida y su desenlace trágico. Sorrentino es incapaz de ofrecer respuestas concluyentes a unas inquietudes “simples” que terminan siendo profundas e inasibles. Aunque tiene la valentía de explorarlas desde una poesía visual que ya goza de su propio sello. Las actuaciones de Caine, Keitel, Fonda, Weisz y Dano son de gran nivel y permiten mostrar la angustia auto-contenida de cada uno de los personajes que representan alrededor de la amistad, el amor, el trabajo y los sueños. LA JUVENTUD es una película que pudiera pasar como petulante y engreída, y lo es, sólo para aquellos espectadores sin alma de poetas.
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