Ágora
6.5
66,986
Aventuras. Romance
En el siglo IV, Egipto era una provincia del Imperio Romano. La ciudad más importante, Alejandría, se había convertido en el último baluarte de la cultura frente a un mundo en crisis, dominado por la confusión y la violencia. En el año 391, hordas de fanáticos se ensañaron con la legendaria biblioteca de Alejandría. Atrapada tras sus muros, la brillante astrónoma Hypatia (Rachel Weisz), filósofa y atea, lucha por salvar la sabiduría del ... [+]
30 de octubre de 2009
30 de octubre de 2009
16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algunos narradores únicos en la historia del cine, capaces de hablar de cualquier tema y hacerlo con pasión y al mismo tiempo, sin dejar de lado su visión personal de lo narrado, hacer cine “para todos”. Kubrick fue capaz con 2001 de realizar una obra clave de la ciencia-ficción, que quizá no fuese lo que todo el mundo quería aceptar en aquella época, pero que tenía personalidad, entidad. Lamentablemente, por mucho que se compare a nuestro Amenábar con el genio británico, la realidad es mucho más dura: no, Alejandro, no eres Kubrick.
El problema de Ágora no reside en su calidad cinematográfica, fuera de toda duda (otra cosa no, pero Amenábar sabe dirigir y seleccionar planos y encuadres). Es en su indefinición donde encuentra los errores, es un film que quiere contar mucho en poco tiempo, que divide su historia en tres personajes y es incapaz de profundizar en ninguno de los mismos. No importa bien poco el drama de esa Hipatia a la que da vida lo mejor que puede una esforzada Rachel Weisz, de la misma forma que estoy cansado del esclavo que se convierte en hombre libre y del adolescente intolerante que encuentra en el poder una forma de madurar. Todo lo que nos quiere contar Amenábar suena a rancio, a telefilm, a manual. No consigue que su pasión por la astrología traspase la pantalla; no es Kubrick.
Amenábar no nos deja entrar en su cabeza, nos obliga a ser espectadores pero no partícipes, no enfoca la historia desde el punto de vista de sus personajes sino desde el suyo propio, actuando de forma egoísta, ridícula en cierto modo. Todo esto subyace en un guión que hace aguas por todas partes, que se apoya en unas metáforas visuales tan, tan obvias, como finalmente insuficientes. Lo que le falta a Ágora (profundidad en sus personajes, un análisis más concienciado y no tan obvio de las religiones) lo compensa, en parte, con unos apartados técnicos deslumbrantes, algunas secuencias fantásticas y, especialmente, una potente BSO.
Más allá de eso y reconociendo que no aburre. Ágora no deja de ser un cascarón vacío que pudo haber sido una película americana del montón, pero que en cierto modo gana fuerza cuando vemos que ha sido rodada “en España” sin que se note en los aspectos técnicos. Sólo eso destaca en este fresco sin alma firmado por el hasta ahora eficiente Amenábar, demostrando que es uno de esos realizadores que, cuanto mejor “hacen” sus películas (a nivel visual y técnico en general), más vacías les quedan en lo que verdaderamente importa: el arte de contar una historia.
El problema de Ágora no reside en su calidad cinematográfica, fuera de toda duda (otra cosa no, pero Amenábar sabe dirigir y seleccionar planos y encuadres). Es en su indefinición donde encuentra los errores, es un film que quiere contar mucho en poco tiempo, que divide su historia en tres personajes y es incapaz de profundizar en ninguno de los mismos. No importa bien poco el drama de esa Hipatia a la que da vida lo mejor que puede una esforzada Rachel Weisz, de la misma forma que estoy cansado del esclavo que se convierte en hombre libre y del adolescente intolerante que encuentra en el poder una forma de madurar. Todo lo que nos quiere contar Amenábar suena a rancio, a telefilm, a manual. No consigue que su pasión por la astrología traspase la pantalla; no es Kubrick.
Amenábar no nos deja entrar en su cabeza, nos obliga a ser espectadores pero no partícipes, no enfoca la historia desde el punto de vista de sus personajes sino desde el suyo propio, actuando de forma egoísta, ridícula en cierto modo. Todo esto subyace en un guión que hace aguas por todas partes, que se apoya en unas metáforas visuales tan, tan obvias, como finalmente insuficientes. Lo que le falta a Ágora (profundidad en sus personajes, un análisis más concienciado y no tan obvio de las religiones) lo compensa, en parte, con unos apartados técnicos deslumbrantes, algunas secuencias fantásticas y, especialmente, una potente BSO.
Más allá de eso y reconociendo que no aburre. Ágora no deja de ser un cascarón vacío que pudo haber sido una película americana del montón, pero que en cierto modo gana fuerza cuando vemos que ha sido rodada “en España” sin que se note en los aspectos técnicos. Sólo eso destaca en este fresco sin alma firmado por el hasta ahora eficiente Amenábar, demostrando que es uno de esos realizadores que, cuanto mejor “hacen” sus películas (a nivel visual y técnico en general), más vacías les quedan en lo que verdaderamente importa: el arte de contar una historia.
11 de octubre de 2009
11 de octubre de 2009
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decididamente la mejor película religiosa en mucho tiempo, sin apologías al paganismo ni chorradas progres. Un film del que merece la pena ir, verlo y colarte a verla otra vez. Advertencia a los irascible con tendencias civilizadas porque pueden verse vistos de repente tirando piedras al vaticano o poniendo a parir a una religión que se consolidó en sangre. Dos fallos históricos (permisibles):
-Vestimenta de los soldados romanos (desfasada)
- La última escena de la pelicula (que no la quiero contar a quien no la haya visto), mirar en internet la vida de Hipatia.
-Vestimenta de los soldados romanos (desfasada)
- La última escena de la pelicula (que no la quiero contar a quien no la haya visto), mirar en internet la vida de Hipatia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo del segundo error es que Hipatia sí fue desollada viva, no fue ahogada por su esclavo, sufrió como una condenada.
12 de octubre de 2009
12 de octubre de 2009
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película, me ha encantado. Refleja de una forma excepcional el marco histórico en el que se sitúa. Como la debilidad de los romanos hace que el cristianismo (en ese momento una religión para fanáticos) se imponga en el pueblo. Esto es, se impuso por masa, por cantidad, no por calidad. La debilidad de unos hace la fuerza de otros. Y mirándolo todo desde arriba, como espectadora de todo aquel cambio se encuentra la Filosofía, representada por Hipatia. Nunca es limitada, ni estrecha, porque debe cuestionarse en lo que cree. Somos hermanos todos, ¿por qué un Dios iba a ser sólo para unos pocos? ¿Quién dice que Dios sea de tal forma?
Una obra maestra del cine.
¡Bravo por Amenábar!
Una obra maestra del cine.
¡Bravo por Amenábar!
21 de julio de 2010
21 de julio de 2010
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hipatia de Alejandría fue una mujer inusual. Educada por su padre, el filósofo Teón, su destino se desvió del que les aguardaba a casi todas las mujeres de su tiempo. Puede decirse que era una adelantada. Se saltó siglos de evolución y conocimiento y podría haberse codeado sin dificultad con cualquier gran científico de hoy día. Tuvo el rarísimo privilegio de crecer siendo libre, pensando por sí misma, y así poseía las herramientas necesarias para no dejarse encadenar por los fuertes prejuicios que a su alrededor eran los causantes de injusticias, atrocidades, revueltas, enfrentamientos y genocidios. En los parámetros actuales yo la consideraría una librepensadora pacifista, racional y eminentemente científica, tan apasionada por los misterios de las matemáticas y del cosmos, que ninguna otra llama podía consumirla. No profesaba más credo que su fe en la filosofía, en los números, en los fascinantes secretos del universo. Estaba demasiado por encima de restricciones mentales y espirituales. Le habría resultado imposible abrazar la fe cristiana, o la judía, o la pagana politeísta. Ningún dios tenía potestad ni influencia alguna sobre su alma incandescente, resplandeciente como los astros celestes que tantos quebraderos de cabeza le daban.
En derredor de ella los paganos, los cristianos y los judíos se aniquilaban unos a otros y sobre el agonizante Imperio Romano caía el velo de un oscurantismo católico que habría de cubrir la luz de la razón y del pensamiento libre durante bastantes siglos. La sabiduría de los antiguos estaba amenazada de muerte. Hipatia presintió que todo lo que ella conocía y amaba llegaba a su final. Lo que ella representaba y que había enseñado a tantos estudiantes sería sentenciado por herejía y brujería.
Ella era una figura excepcional que no tenía cabida en el fanatismo cristiano que se expandía de la peor de las maneras, con derramamiento de sangre y sometimiento, como generalmente se han expandido las más numerosas manifestaciones religiosas o ideologías portadoras de tanta soberbia como para coronarse superiores a las demás, y/o las únicas lícitas. Hipatia, involuntariamente y con su sola presencia, avivó la rabia y el rencor de aquellos ciegos sedientos de sangre, porque era dueña de un alma mucho más limpia, caritativa y luminosa que la de todos ellos. Si había alguien realmente cristiano, era ella. Porque no concebía que la gente fuese torturada y asesinada. Ni podía respetar a ningún dios que consintiera o que incitara a eso.
Tampoco podía respetar a quienes pretendían ahogar el conocimiento, la justicia y la razón. Por eso siguió su voz personal y nadie pudo acallarla.
Hipatia fue tragada en la agonía de una era que había parido a una filósofa, matemática y astrónoma como ha habido muy escasas en el devenir de la humanidad. Sus teorías sobre el movimiento del sol, la Tierra y los planetas conocidos entonces (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) habrían asombrado por su modernidad a los astrónomos de hoy.
En derredor de ella los paganos, los cristianos y los judíos se aniquilaban unos a otros y sobre el agonizante Imperio Romano caía el velo de un oscurantismo católico que habría de cubrir la luz de la razón y del pensamiento libre durante bastantes siglos. La sabiduría de los antiguos estaba amenazada de muerte. Hipatia presintió que todo lo que ella conocía y amaba llegaba a su final. Lo que ella representaba y que había enseñado a tantos estudiantes sería sentenciado por herejía y brujería.
Ella era una figura excepcional que no tenía cabida en el fanatismo cristiano que se expandía de la peor de las maneras, con derramamiento de sangre y sometimiento, como generalmente se han expandido las más numerosas manifestaciones religiosas o ideologías portadoras de tanta soberbia como para coronarse superiores a las demás, y/o las únicas lícitas. Hipatia, involuntariamente y con su sola presencia, avivó la rabia y el rencor de aquellos ciegos sedientos de sangre, porque era dueña de un alma mucho más limpia, caritativa y luminosa que la de todos ellos. Si había alguien realmente cristiano, era ella. Porque no concebía que la gente fuese torturada y asesinada. Ni podía respetar a ningún dios que consintiera o que incitara a eso.
Tampoco podía respetar a quienes pretendían ahogar el conocimiento, la justicia y la razón. Por eso siguió su voz personal y nadie pudo acallarla.
Hipatia fue tragada en la agonía de una era que había parido a una filósofa, matemática y astrónoma como ha habido muy escasas en el devenir de la humanidad. Sus teorías sobre el movimiento del sol, la Tierra y los planetas conocidos entonces (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) habrían asombrado por su modernidad a los astrónomos de hoy.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Kepler tal vez no fuese el primero en sugerir que los cuerpos celestes se rigen por el movimiento elíptico.
A Hipatia la atormentaba el hecho de que las órbitas circulares no explicasen las irregularidades observadas en los desplazamientos de los astros. Se devanó los sesos, porque le gustaba replantearse las teorías, dudaba y daba marcha atrás para buscar otra alternativa. Como los mejores pensadores.
Al fin y al cabo, el universo no es perfecto. ¿Por qué la Tierra había de ser el centro? ¿Y por qué el círculo había de presidir las órbitas? El círculo es una figura cargada de perfección. ¿Por qué no romper con esa idea? ¿Acaso algo demostraba que el cosmos es perfecto?
Entonces, llegó a una conclusión: el círculo no es más que un tipo de elipse, una elipse cuyos dos focos coinciden en el centro. En la elipse estaba la clave.
Puede que fuese uno de los descubrimientos más revolucionarios que alguien realizó en muchas eras.
Mientras ella dedicaba todo su ser a la ciencia y la enseñaba a sus alumnos, para sembrar en ellos la semilla de la curiosidad y de la duda, y contemplaba con inmensa tristeza cómo las personas se destrozaban allá fuera, y los que admiraban y defendían su personalidad independiente e hipnótica caían en desgracia, Hipatia se supo sola y acabada, como sus papiros celosamente resguardados, los que había podido rescatar de la quema.
Amenábar homenajea con aires de esplendorosa superproducción a este personaje cuya memoria no murió.
Para que ahora alguien como yo pueda admirar a aquella mujer a la que nadie osó enjaular.
A Hipatia la atormentaba el hecho de que las órbitas circulares no explicasen las irregularidades observadas en los desplazamientos de los astros. Se devanó los sesos, porque le gustaba replantearse las teorías, dudaba y daba marcha atrás para buscar otra alternativa. Como los mejores pensadores.
Al fin y al cabo, el universo no es perfecto. ¿Por qué la Tierra había de ser el centro? ¿Y por qué el círculo había de presidir las órbitas? El círculo es una figura cargada de perfección. ¿Por qué no romper con esa idea? ¿Acaso algo demostraba que el cosmos es perfecto?
Entonces, llegó a una conclusión: el círculo no es más que un tipo de elipse, una elipse cuyos dos focos coinciden en el centro. En la elipse estaba la clave.
Puede que fuese uno de los descubrimientos más revolucionarios que alguien realizó en muchas eras.
Mientras ella dedicaba todo su ser a la ciencia y la enseñaba a sus alumnos, para sembrar en ellos la semilla de la curiosidad y de la duda, y contemplaba con inmensa tristeza cómo las personas se destrozaban allá fuera, y los que admiraban y defendían su personalidad independiente e hipnótica caían en desgracia, Hipatia se supo sola y acabada, como sus papiros celosamente resguardados, los que había podido rescatar de la quema.
Amenábar homenajea con aires de esplendorosa superproducción a este personaje cuya memoria no murió.
Para que ahora alguien como yo pueda admirar a aquella mujer a la que nadie osó enjaular.
11 de octubre de 2009
11 de octubre de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que nada, decir que en diez años que llevo yendo al cine semanalmente, nunca había visto aplaudir en un pase de cine adulto. Hoy con Agora, lo he visto. Una superproducción que mima todos los detalles, guión, ambientación, vestuario, música, que nada tiene que ver con los peplum de serie B de gladiadores. Un largometraje que habla de la intolerancia, del fanatismo, de amor y de ciencia. De cómo la fe ciega a los hombres. Que en ningún momento se hace larga, ni pesada. Les recomiendo que vayan a verla, en V.O. si es posible.
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