Nacido para matar
1987 

8.2
124,939
Bélico. Drama
Un grupo de reclutas se prepara en Parris Island, centro de entrenamiento de la marina norteamericana. Están bajo las órdenes del sargento Hartman, duro e implacable, cuya única misión en la vida es endurecer el cuerpo y el alma de los novatos, con el objetivo de que en el futuro puedan defenderse del enemigo. Pero no todos los jóvenes están preparados para soportar sus métodos. (FILMAFFINITY)
7 de enero de 2011
7 de enero de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las mejores que he visto. Muestra clara de la dureza e intolerancia militar y drama muy profundo. Excelente obra de Kubrick que nunca deja de sorprendernos y encantarnos con sus películas. Quien tenga tiempo y ganas de ver algo bueno, aquí está lo que busca, no le decepcionará; sin duda, de las mejores de su género.
25 de junio de 2012
25 de junio de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que Kubrik ya había tratado el conflicto bélico con la estupenda "Senderos de Gloria", no quiso dejar pasar la oportunidad de mostrarnos su propia visión de la guerra de Vietnam. El film tiene tres partes claramente diferenciadas. En la primera, y más recordada, el realizador nos muestra la instrucción que reciben los reclutas antes de ser enviados a Vietnam. Un brutal sargento (interpretado por Lee Ermey que había sido militar), será el encargado de prepararles física y mentalmente para convertirse en máquinas de matar y esto no es ningún eufemismo. En la segunda parte, seguimos a unos de los protagonistas, conocido como Bufón (Matthew Modine) ya destinado como periodista en Saigon. Allí tendrá oportunidad de comprobar, como periodista que es, como se vive en la retaguardia la guerra donde la manipulación y la corrupción están a la orden del día. Por último, Bufón y algunos de sus ex-compañeros vivirán en primera persona lo que es el conflicto contra los Vietcong.
De todas las aportaciones sobre la guerra de Vietnam realizadas, quizás la de Kubrik sea la más completa y al mismo tiempo la más centrada en las personas que van a la guerra y por ello, paradójicamente más descontextualizadas. El realizador no pierde el tiempo en hablar de asuntos políticos. Lo que le interesa es seguir gradualmente el proceso de despersonalización de un soldado cualquiera. Primero la despersonalización es física (en el prólogo todos los reclutas son retratados mientras se les corta el pelo), luego sigue lo que podríamos llamar como "el lavado de cerebro", de lo cual se encarga el sargento instructor, que los reduce a todos a la altura del betún, para ir moldeando sus cuerpos y sus mentes. El episodio con el recluta Patoso, no es más que la consecuencia directa de la pérdida de la inocencia que sufren durante la instrucción. Una vez se les ha "preparado", ya están listos para ir a la guerra. En el frente primero intentarán tomarse las cosas con distancia, como le sucede a Bufón, el cual como periodista tendrá ocasión de ver lo absurdo del conflicto, pero no se puede estar cerca del fuego sin quemarse, y pese a sus convicciones (declaradas explícitamente), acabará empuñando el arma para matar en su tercera parte.
Kubrik trata de mostrar de la forma más desapasionada posible, la absurdidad que supone un conflicto que nos convierte de corderitos a lobos sanguinarios, totalmente deshumanizados y dispuestos a disparar a cualquiera que se ponga a tiro. Tal vez se pueda achacar cierta frialdad a la hora de mostrarnos la historia, pero voluntariamente, Kubrik intenta que no nos identifiquemos con ninguno de los personajes a los cuales no les concede excesiva entidad, intentando que los veamos como parte de un todo, un todo que ha sido adiestrado a conciencia.
La visión de Kubrik no es fácil de digerir, pero no cabe duda que no se puede obviar su mirada pesimista hacia semejante máquina de triturar carne como puede ser un ejército.
De todas las aportaciones sobre la guerra de Vietnam realizadas, quizás la de Kubrik sea la más completa y al mismo tiempo la más centrada en las personas que van a la guerra y por ello, paradójicamente más descontextualizadas. El realizador no pierde el tiempo en hablar de asuntos políticos. Lo que le interesa es seguir gradualmente el proceso de despersonalización de un soldado cualquiera. Primero la despersonalización es física (en el prólogo todos los reclutas son retratados mientras se les corta el pelo), luego sigue lo que podríamos llamar como "el lavado de cerebro", de lo cual se encarga el sargento instructor, que los reduce a todos a la altura del betún, para ir moldeando sus cuerpos y sus mentes. El episodio con el recluta Patoso, no es más que la consecuencia directa de la pérdida de la inocencia que sufren durante la instrucción. Una vez se les ha "preparado", ya están listos para ir a la guerra. En el frente primero intentarán tomarse las cosas con distancia, como le sucede a Bufón, el cual como periodista tendrá ocasión de ver lo absurdo del conflicto, pero no se puede estar cerca del fuego sin quemarse, y pese a sus convicciones (declaradas explícitamente), acabará empuñando el arma para matar en su tercera parte.
Kubrik trata de mostrar de la forma más desapasionada posible, la absurdidad que supone un conflicto que nos convierte de corderitos a lobos sanguinarios, totalmente deshumanizados y dispuestos a disparar a cualquiera que se ponga a tiro. Tal vez se pueda achacar cierta frialdad a la hora de mostrarnos la historia, pero voluntariamente, Kubrik intenta que no nos identifiquemos con ninguno de los personajes a los cuales no les concede excesiva entidad, intentando que los veamos como parte de un todo, un todo que ha sido adiestrado a conciencia.
La visión de Kubrik no es fácil de digerir, pero no cabe duda que no se puede obviar su mirada pesimista hacia semejante máquina de triturar carne como puede ser un ejército.
11 de julio de 2012
11 de julio de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Full metal jacket" se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera vemos como un grupo de jóvenes pasan por peluquería para convertirse poco después en máquinas de matar, en auténticos marines americanos, y lo hacen gracias a los gritos e insultos del sargento Haltman, interpretado de manera sublime por Ermey (Hasta el espectador se acojona cada vez que abre la boca) y en la segunda vemos como ese grupo de muchachos se las gasta en Vietnam. El poder de la película reside en que ambas partes, a pesar de ser tan distintas, tienen una fuerza descomunal, con un guión prodigioso así como una fotografía magistral (Brutal el traveling circular con el pelotón de los salidos como potragonistas). Los actores trabajan muy bien, destacando junto a Ermey a D'Onofrio a nuestro protagonista, recluta Bufón (Modine). No me atrevo a decir que es la mejor película bélica de la historia, pero creo que puede estar entre las cinco mejores, y creo que junto a "Platoon" es la mejor rodada sobre el conflicto vietnamita.
29 de noviembre de 2012
29 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se han hecho cientos de películas bélicas, algunas de gran fama, taquilleras y valoradas por la crítica; otras muchas mediocres, aburridas y tan tendenciosas que terminan siendo una propaganda política indefendible.
“Full Metal Jacket”, estrenada en Latinoamérica como “Nacido para matar”, no cae en ninguna de las categorías mencionadas: es una película excelente que la crítica ha valorado pero que no logró llegar al público masivo -dato por demás evidente si se comparan las recaudaciones de la película de Kubrick con las de “Rescatando al soldado Ryan “, por ejemplo, que multiplica decenas de veces las ganancias de esta última sobre las de la primera. Y es una pena que así haya sido, porque se trata de una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos que la gente, por lo general, desconoce.
Podríamos especular sobre qué la hace tan buena. Tiene un gran guión, una mejor dirección y muy buenas actuaciones, las más destacables la de Adam Baldwin como Animal Mother (Parte Madres en la traducción) y la de Vincent D´Onofrio en el personaje de Pyle, imperdible también la breve escena del fotógrafo en el helicóptero. Toda la película está rodada con belleza, no hay un solo cuadro que carezca de equilibrio estético: la luz, lo cromático, la construcción de cada plano, de cada travelling. Pero lo más sobresaliente de esta gran obra es que denuncia el horror y la crudeza del sinsentido de la guerra de tal modo que nos permite en medio de lo abominable vislumbrar el profundo humanismo de su director.
El lenguaje obsceno con que se instruye a los futuros Marines intenta pervertir la sexualidad de los individuos formando parte de la desestructuración de su persona y la denigración es usada como una estrategia para generar entes funcionales al poder. Pero frente a semejante realidad los personajes reaccionan según la dualidad de toda existencia humana -como bien señala su protagonista, Joker, en una línea del guión aludiendo a Jung- y el espectador se ve forzado a intentar comprender la complejidad de cada hombre. No hay buenos, no hay malos. Sólo hay personas que comienzan a alejarse de su humanidad desde el primer día de entrenamiento militar para terminar de perderla con la muerte o con la supervivencia. No hay salida posible, no hay retorno de la guerra. Todo resto de humanismo encuentra su fin, sólo pervive el instinto animal, sólo seguir vivo sin importar nada más.
Si bien no hay elipsis para la sangre, los disparos o la muerte, el golpe que noquea es la ausencia de esperanza, nada hay de bueno, de salvable en la guerra. Eso es lo que Kubrick nos quiso mostrar, para nuestro desagrado y congoja, sin edulcorantes ni finales con moraleja, para que tengamos presente que en Vietnam antes o en África y Medio Oriente después, las guerras nunca ofrecen a sus pueblos un futuro mejor sino sólo el infierno como único mundo posible.
“Full Metal Jacket”, estrenada en Latinoamérica como “Nacido para matar”, no cae en ninguna de las categorías mencionadas: es una película excelente que la crítica ha valorado pero que no logró llegar al público masivo -dato por demás evidente si se comparan las recaudaciones de la película de Kubrick con las de “Rescatando al soldado Ryan “, por ejemplo, que multiplica decenas de veces las ganancias de esta última sobre las de la primera. Y es una pena que así haya sido, porque se trata de una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos que la gente, por lo general, desconoce.
Podríamos especular sobre qué la hace tan buena. Tiene un gran guión, una mejor dirección y muy buenas actuaciones, las más destacables la de Adam Baldwin como Animal Mother (Parte Madres en la traducción) y la de Vincent D´Onofrio en el personaje de Pyle, imperdible también la breve escena del fotógrafo en el helicóptero. Toda la película está rodada con belleza, no hay un solo cuadro que carezca de equilibrio estético: la luz, lo cromático, la construcción de cada plano, de cada travelling. Pero lo más sobresaliente de esta gran obra es que denuncia el horror y la crudeza del sinsentido de la guerra de tal modo que nos permite en medio de lo abominable vislumbrar el profundo humanismo de su director.
El lenguaje obsceno con que se instruye a los futuros Marines intenta pervertir la sexualidad de los individuos formando parte de la desestructuración de su persona y la denigración es usada como una estrategia para generar entes funcionales al poder. Pero frente a semejante realidad los personajes reaccionan según la dualidad de toda existencia humana -como bien señala su protagonista, Joker, en una línea del guión aludiendo a Jung- y el espectador se ve forzado a intentar comprender la complejidad de cada hombre. No hay buenos, no hay malos. Sólo hay personas que comienzan a alejarse de su humanidad desde el primer día de entrenamiento militar para terminar de perderla con la muerte o con la supervivencia. No hay salida posible, no hay retorno de la guerra. Todo resto de humanismo encuentra su fin, sólo pervive el instinto animal, sólo seguir vivo sin importar nada más.
Si bien no hay elipsis para la sangre, los disparos o la muerte, el golpe que noquea es la ausencia de esperanza, nada hay de bueno, de salvable en la guerra. Eso es lo que Kubrick nos quiso mostrar, para nuestro desagrado y congoja, sin edulcorantes ni finales con moraleja, para que tengamos presente que en Vietnam antes o en África y Medio Oriente después, las guerras nunca ofrecen a sus pueblos un futuro mejor sino sólo el infierno como único mundo posible.
18 de diciembre de 2012
18 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No mucho que decir, la primer parte es una obra maestra y la segunda solo es muy entretenida. Es decir que baja mucho la intensidad con la que comienza. No trato de decir que la segunda parte sea mala ni mucho menos, ya que es divertida, sin embargo después de ese increíble comienzo se crean demasiadas expectativas, que no son fáciles de llenar.
De todas formas es un film épico de uno de los mejores directores de la historia, no se puede dejar de ver.
De todas formas es un film épico de uno de los mejores directores de la historia, no se puede dejar de ver.
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