De dioses y hombres
Drama
A finales del siglo pasado, en un monasterio situado en las montañas del Magreb, ocho monjes cistercienses viven en perfecta armonía con sus hermanos musulmanes. Pero una ola de violencia y terror se apodera lentamente de la región. A pesar del creciente peligro que los rodea y de las amenazas de los terroristas, los monjes deciden quedarse y resistir. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2011
16 de enero de 2011
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
1996. Una abadía (Tibhirine, en el Atlas argelino). Ocho monjes trapenses. Vida cotidiana, sencilla, austera. Todo es humano, hasta la posibilidad de lo divino. Practican la pobreza. No tienen (casi) nada. Sólo fe. He oído por ahí que, el que la tiene, lo tiene todo. Es esa cosa, ese estado mental que los salva y los condena al mismo tiempo. Es lo que les permite mantener obcecadamente su posición cuando, un buen día (quiero decir, un mal día) se presenta el miedo, acompañado por la duda y la flaqueza (“¿por qué tus silencios son tan largos?”, reza el abad Christian (Lambert Wilson) en un momento dado, junto a sus compañeros).
Es eso que perdí de pequeño y (ay, mísero de mí, ay infelice) no he vuelto a encontrar.
Beauvois cuenta lo que les pasó a estos ocho tíos tan raros (hoy). En realidad, se limita a rodar lo que estos ocho tíos tan raros cuentan. Pero claro lo que les pasa es, sobre todo, interior. Y eso es muy difícil contarlo con una cámara. Por eso, la película es una sucesión de planos largos y muy, muy lentos en su resolución, dando como resultado un peligroso paseo por el alambre: si me caigo para un lado, pues tiene su gracia la descripción de la vida de estos buenos monjes en zona exótica (y un pelín hostil) y de las circunstancias que les sobrevienen. Si me caigo para el otro (que es para donde sopla el viento), me perderé en el insondable abismo del aburrimiento.
AVISO: conviene haber dormido bien antes de ir a verla.
Es eso que perdí de pequeño y (ay, mísero de mí, ay infelice) no he vuelto a encontrar.
Beauvois cuenta lo que les pasó a estos ocho tíos tan raros (hoy). En realidad, se limita a rodar lo que estos ocho tíos tan raros cuentan. Pero claro lo que les pasa es, sobre todo, interior. Y eso es muy difícil contarlo con una cámara. Por eso, la película es una sucesión de planos largos y muy, muy lentos en su resolución, dando como resultado un peligroso paseo por el alambre: si me caigo para un lado, pues tiene su gracia la descripción de la vida de estos buenos monjes en zona exótica (y un pelín hostil) y de las circunstancias que les sobrevienen. Si me caigo para el otro (que es para donde sopla el viento), me perderé en el insondable abismo del aburrimiento.
AVISO: conviene haber dormido bien antes de ir a verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para ser justos, conviene señalar que hay dos secuencias de gran fuerza dramática en las que, tanto Wilson delante de la cámara como Beauvois detrás, están “iluminados”: cuando el abad busca remedio a su angustia, paseando junto al río (o lago) y, especialmente, cuando el abad hace lo mismo, bajo una lluvia intensa. Sin duda, es lo mejor de la película.
17 de enero de 2011
17 de enero de 2011
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se parte de un guión con escaso interés y unos personajes no demasiado complejos para desarrollar dos horas de film de ritmo lento pero de agradables escenas.
Lo salva la calidad, tanto de su reparto como de su equipo técnico, y su final, interminable a la par que bello.
Lambert Wilson monopoliza esta cinta que tiene la oportunidad de crear escenas maravillosas, y que no lo logra por el exceso de lentitud en su razonamiento. Su final es bello, pero pierde la oportunidad de terminar más de una vez.
Decente.
Lo salva la calidad, tanto de su reparto como de su equipo técnico, y su final, interminable a la par que bello.
Lambert Wilson monopoliza esta cinta que tiene la oportunidad de crear escenas maravillosas, y que no lo logra por el exceso de lentitud en su razonamiento. Su final es bello, pero pierde la oportunidad de terminar más de una vez.
Decente.
18 de enero de 2011
18 de enero de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contrapunto a tanto cine globalizado, contrapunto a tanto problema derivado de la voracidad de la vida urbana, cada vez más manipulada y globalizada (al final lo conseguirán y cuando un palomo cague en una plaza de Shangai, sus efectos se notaran en la plaza mayor de Anaya de Alba). Esta película al menos te acompaña a otras vidas que también existen, y que creo que cada vez y por contrapunto al sistema, tiende a ser más interesantes.
Película que, si la complementas con, por ejemplo, “Cuento de Invierno” de Rohmer, la verdad es que te da mucho que pensar sobre la importancia relativa de las cosas.
Ciencia y razón que derrotan a creencias, fe, supersticiones y otras verdades universales, son las que a su vez te empujan a valorar la vida contemplativa derivadas de las formas arcaicas de situarse en el cosmos.
Como decía el cantor "Tiempo y silencio....
Película que, si la complementas con, por ejemplo, “Cuento de Invierno” de Rohmer, la verdad es que te da mucho que pensar sobre la importancia relativa de las cosas.
Ciencia y razón que derrotan a creencias, fe, supersticiones y otras verdades universales, son las que a su vez te empujan a valorar la vida contemplativa derivadas de las formas arcaicas de situarse en el cosmos.
Como decía el cantor "Tiempo y silencio....
26 de enero de 2011
26 de enero de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo una espiritualidad a prueba de fe. Por eso todo lo que aquí comento, parte de ese hecho. De que, dada mi superficialidad hacia la vivencia religiosa, cuesta que me lleguen ciertos mensajes, ciertos sentimientos. No por ello dejo de admirarlas.
Y lo que me sucede durante la peli ganadora de Cannes es que no dejo de admirar, nunca llego a empatizar. Están a un nivel tan alto los monjes protagonistas que nunca llego a sentirles cerca, a emocionarme con su historia.
Eso no impide que siga creyendo que son maravillosos, que son referentes. Eso no impide que admire la obra de Beauvois. Eso no impide que no me dé cuenta de su coherencia. De cómo asume un estilo y lo mantiene hasta el final. De cómo acepta el silencio y el canto religioso como el sonido de sus vidas y por tanto, el sonido del cine. De cómo refleja su tranquilidad vital y su estrés ante la muerte. De cómo retrata sus vidas como parte de algo en esencia superior.
Todo eso es cierto. Pero el caso es que cuando llega el momento de emocionarme, no lo consigue. Cuando llega el momento de amarlos, me quedo en la celebración. Cuando llega el momento de epatarme con un último y maravilloso plano, me quedo en la admiración.
Y lo que me sucede durante la peli ganadora de Cannes es que no dejo de admirar, nunca llego a empatizar. Están a un nivel tan alto los monjes protagonistas que nunca llego a sentirles cerca, a emocionarme con su historia.
Eso no impide que siga creyendo que son maravillosos, que son referentes. Eso no impide que admire la obra de Beauvois. Eso no impide que no me dé cuenta de su coherencia. De cómo asume un estilo y lo mantiene hasta el final. De cómo acepta el silencio y el canto religioso como el sonido de sus vidas y por tanto, el sonido del cine. De cómo refleja su tranquilidad vital y su estrés ante la muerte. De cómo retrata sus vidas como parte de algo en esencia superior.
Todo eso es cierto. Pero el caso es que cuando llega el momento de emocionarme, no lo consigue. Cuando llega el momento de amarlos, me quedo en la celebración. Cuando llega el momento de epatarme con un último y maravilloso plano, me quedo en la admiración.
9 de noviembre de 2011
9 de noviembre de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin apología a los sacrificios, “De dioses y hombres” es una fábula sobre la reflexión y la moral de nuestra conducta, estemos o no en un claustro adorando a Dios. Y es que la vida la deciden muchos nuestras creencias y cómo las llevemos a cuesta. Por lo demás, me parece una historia plúmbea que nos arrastra a una historia llena de reflexión sobre quien realmente decide sobre camino a seguir en esta vida que transitamos (entre dioses y hombres). Además, llena de injusticias.
Si bien la película es clara sobre la vida de unos monjes en tierras de conflicto, el mismo conflicto interior es más importante a vencer. Film pues que si bien impregna al pathos del espectador la vida y la atmósfera de quienes viven rezando (me parece muy válido), a la larga, esta crónica de una muerte anunciada es también la testarudez de nuestras posiciones ante la inevitable. Ya lo dijo San Agustín: “cada vez que Dios no quiere ocultar algo, nos lo pone bien cerca”
Si bien la película es clara sobre la vida de unos monjes en tierras de conflicto, el mismo conflicto interior es más importante a vencer. Film pues que si bien impregna al pathos del espectador la vida y la atmósfera de quienes viven rezando (me parece muy válido), a la larga, esta crónica de una muerte anunciada es también la testarudez de nuestras posiciones ante la inevitable. Ya lo dijo San Agustín: “cada vez que Dios no quiere ocultar algo, nos lo pone bien cerca”
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