En la casa
2012 

7.3
28,006
Drama. Comedia. Intriga
Un profesor de literatura francesa, desalentado y hastiado por las insulsas y torpes redacciones de sus nuevos alumnos, descubre entusiasmado que, por el contrario, el chico que se sienta al fondo de la clase, muestra en sus trabajos un agudo y sutil sentido de la observación. Este chico, que se siente extrañamente fascinado por la familia de uno de sus compañeros, escribirá, animado por el profesor, una especie de novela sobre esa ... [+]
1 de abril de 2013
1 de abril de 2013
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante más de hora y media luché y me esforcé en vano por captar la maestría del muy aplaudido y respetado señor Francois Ozon.
En ningún momento el arrogante protagonista me despertó la pretendida curiosidad y fascinación que sienten, hacia él o hacia su soporífera historia, todos los personajes de la película.
El intrépido seductor (irritante niñato) y su erudito profesor (presuntuoso y mediocre) forman una pareja de lo más surrealista, que se alimentan uno al otro a base de un cinismo casi enfermizo. Para nada creible ninguno de los estereotipados personajes, ni las poco ocurrentes situaciones que viven.
Decepcionado, salí del cine intentando disimular la evidente cara de tonto de quien, otra vez más, no ha sabido apreciar la sutilidad del lenguaje, la impecable narración, riqueza de matices y lección magistral del mejor cine europeo.
En ningún momento el arrogante protagonista me despertó la pretendida curiosidad y fascinación que sienten, hacia él o hacia su soporífera historia, todos los personajes de la película.
El intrépido seductor (irritante niñato) y su erudito profesor (presuntuoso y mediocre) forman una pareja de lo más surrealista, que se alimentan uno al otro a base de un cinismo casi enfermizo. Para nada creible ninguno de los estereotipados personajes, ni las poco ocurrentes situaciones que viven.
Decepcionado, salí del cine intentando disimular la evidente cara de tonto de quien, otra vez más, no ha sabido apreciar la sutilidad del lenguaje, la impecable narración, riqueza de matices y lección magistral del mejor cine europeo.
11 de octubre de 2013
11 de octubre de 2013
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que, como En la Casa, parecen estar hechas para probar el aguante de espectador. Si así fuera las aceptaría como necesarias, aunque nunca lo sabré cierto. Sin embargo me consuelo pensando que sí, que estaba ante una de esas películas-reto, y que respondí adecuadamente: yéndome a la mitad.
Para entoces ya estaba yo harto de ver los devaneos de unos personajes que andaban por la pantalla como pollos sin cabeza, o si se prefiere, alejados de la mano de Dios. En el mejor de los casos: un alumno listo que se camela a su profesor y un profesor que se prostituye. ¿Qué frutos puede dejar esta relación? ¿Qué necesidad hay de ver hacia dónde deriva, o cómo naufraga, ese barco? ¿Para qué saber si choca contra un arrecife o si sucumbe en una tormenta? ¿Qué más da?
En fin, que con la ilusión de pensar que Ozon ha intentado camelarme a mi y que no lo ha conseguido, solo me queda agradecerle la propuesta; no siempre es fácil hacer una mala película.
Para entoces ya estaba yo harto de ver los devaneos de unos personajes que andaban por la pantalla como pollos sin cabeza, o si se prefiere, alejados de la mano de Dios. En el mejor de los casos: un alumno listo que se camela a su profesor y un profesor que se prostituye. ¿Qué frutos puede dejar esta relación? ¿Qué necesidad hay de ver hacia dónde deriva, o cómo naufraga, ese barco? ¿Para qué saber si choca contra un arrecife o si sucumbe en una tormenta? ¿Qué más da?
En fin, que con la ilusión de pensar que Ozon ha intentado camelarme a mi y que no lo ha conseguido, solo me queda agradecerle la propuesta; no siempre es fácil hacer una mala película.
11 de noviembre de 2012
11 de noviembre de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por una vez estoy totalmente de acuerdo con los críticos profesionales: ésta es una película única. Tiene tantos registros- y pido disculpas por la pedantería- que uno sale sin saber muy bien a qué carta quedarse. Por otro lado, a pesar de que por su planteamiento tenía todos los números para caer en el intelectualismo vacío de tantas películas francesas consigue sortear el peligro sin que se sepa muy bien cómo. Uno tiene la sensación de que los personajes se mantienen todo el tiempo en el filo de la navaja y, sin embargo, salen siempre a flote. Un juego peligroso y con mucho morbo del que participa también el espectador. Perfectos también los actores, especialmente el para mí desconocido Umhauer- a quien el papel le cuadra como anillo al dedo-, pero también todos los demás. Ironía y emoción, distanciamiento y empatía, una combinación difícil de olvidar. ¡Bravo!
3 de mayo de 2013
3 de mayo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imborrable film que no permite al espectador, una vez abandonada la sala, despojarase de una sensación de incredulidad y desconcierto. Arte total que conjuga literatura, filosofía, piscología, al fin y al cabo, vida. Si existiera justicia cinematográfica esta película debería traspasar la barrera de los premios y las condecoraciones para convertirse en un verdadero clásico.
Es una fantástica reflexión sobre el poder de la literatura, un poder que puede ser peligroso pero al mismo tiempo mágico. Es tierna, pero no blanda, es profunda pero no recargada, Ozon, consigue hacer fluir esta trama hasta llegar a un final poético y a la vez frío como el hielo.
Es una película con pasajes delicados, grandes silencios y un trabajo de sus dos actores principales intachable, aunque con gran presencia de unos actores secundarios que se convierten en los auténticos protagonistas.
Además es un justo homenaje a las humanidades como la verdadera ciencia del pensamiento, dejando entrever la incapacidad de las ciencias exactas para transformar y conocer los entresijos de la condición humana.
No sobra nada, no falta nada, es puro arte.
Es una fantástica reflexión sobre el poder de la literatura, un poder que puede ser peligroso pero al mismo tiempo mágico. Es tierna, pero no blanda, es profunda pero no recargada, Ozon, consigue hacer fluir esta trama hasta llegar a un final poético y a la vez frío como el hielo.
Es una película con pasajes delicados, grandes silencios y un trabajo de sus dos actores principales intachable, aunque con gran presencia de unos actores secundarios que se convierten en los auténticos protagonistas.
Además es un justo homenaje a las humanidades como la verdadera ciencia del pensamiento, dejando entrever la incapacidad de las ciencias exactas para transformar y conocer los entresijos de la condición humana.
No sobra nada, no falta nada, es puro arte.
12 de noviembre de 2012
12 de noviembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
François Ozon, con esta película, aborda temas variados y complejos, enganchándonos a la película con una pequeña sonrisa en los primeros minutos, cuando Germain (Fabrice Luchini) en una situación un tanto cómica, en la que todos los profesores están prestando atención al director que explica las nuevas normas, mientras él sostiene un croissant y lo mira como buscando respuestas en su interior a lo que se está exponiendo. Con un detalle tan nimio como este nos damos cuenta de Germain, es un profesor cansado que lo único que quiere es que le dejen impartir su asignatura como él quiera, y no pensando si el bolígrafo rojo o el verde estresarán más o menos al alumno.
Cuando Germain lee el primer relato de Claude (Ernst Umhauer), se queda fascinado y se lo enseña a su mujer, Jeanne (Kristin Scott Thomas), la cual se convierte de inmediato en una observadora externa. Estos dos forman un matrimonio feliz aunque algo atípico, el es un apasionado de la literatura clásica y ella una defensora del arte contemporáneo, pero la diferencia nunca ha sido una fuente de conflicto, al contrario, el amor que sienten los dos por la cultura es como el hijo que nunca tuvieron y esto solo empieza a pasarles factura conforme se acerca el final de la película.
A todo esto, Claude sigue entregándole relatos a Germain sobre la familia a la que de alguna manera, le gustaría pertenecer. Se ha convertido en el mejor amigo del hijo y a partir de ahí observa de día e incluso de noche, como es la vida en esa familia. Un padre con un trabajo que no le satisface y que está obsesionado con China, una madre, Esther (Emmanuelle Seigner), que pese a sus sueños se ha convertido en un ama de casa aburrida y por supuesto Rapha, su amigo, un chico simplón al que solo parece interesarle el baloncesto.
Los textos que le entrega Claude a Germain son cada vez más frecuentes, y con los consejos que éste le ha dado para mejorar su forma de escribir, Claude da rienda suelta a su imaginación por lo que poco a poco, en la película, se nos va haciendo cada vez más difícil diferenciar que es real de lo que no, se nos va difuminando la línea que marca donde empieza y donde acaba la ficción del chico. La historia va contando nuestro protagonista, se ha convertido en una obsesión para ambos, Claude tiene el ardiente deseo de un muchacho de dieciséis años y en su afán por querer formar parte de la familia y escapar de su triste realidad, parece que se ha enamorado de la mujer, y Germain que tuvo sueños de escritor pero que nunca lo consiguió, escapa de su frustración mediante lo que le presenta Claude, en ocasiones incluso se le ve “participando” de la propia narración que éste va realizando, como una especie de voz de la conciencia.
Al final, la historia empieza a destruirlos a los dos, Claude ve que no puede pertenecer a esa familia, que se cierra ante su presencia, y Germain se ha cansado de toda la ficción, que se ha vuelvo demasiado obsesiva, llegando a tal punto que su estudiante ha entrado en su casa y llegado a entablar una cierta relación con su mujer.
La escena final de la película, es perfecta, Claude y Germain sentados en un banco frente a un edificio con muchas ventanas, cada ventana representando una nueva historia, un asesinato, una pareja de lesbianas, un matrimonio de ancianos que baila, etc. Un mundo con infinidad de opciones y de posibilidades que descubrir, si de nuevo, vuelven a entrar en la casa.
En definitiva, a película de François Ozon está conducida de forma perfecta, como el sultán de “Las mil y unas noches” que no podía decapitar a Scheherezade porque necesitaba conocer el final de la historia que ésta le contaba, tanto el público como los propios personajes, están siempre expectantes para ver que es lo siguiente que va a ocurrir. Germain y su mujer Jeanne, que aunque crítica al principio con Claude, tiene una actitud un tanto voyerista, están siempre ansiosos por conocer que es lo siguiente que éste hará cuando vaya a la casa. Y nosotros, el público, que contenemos el aliento cuando le vemos caminando a oscuras por el pasillo esperando que no le descubran, mientras ve a los padres haciendo el amor o discutiendo, nos convertimos también en unos “mirones” pues estamos ansiosos de “volver” a esa casa para ver como continua la historia.
Todo esto está sutilmente acompañado de una banda sonora sencilla pero muy efectiva, que genera tensión en los momentos precisos en que Claude observa sigiloso por el pasillo y nos relaja de nuevo, cuando vemos una vez más no ha sido descubierto. Además la fotografía es sencilla pero muy efectiva, no hacen falta grandes escenarios, solo un aula de la escuela, un despacho, la casa
de la familia, etc.
Sin duda alguna, “En la casa” es una grandísima película, que refleja de una manera sencilla pero contundente problemas cotidianos de la sociedad actual, una familia corriente con sus problemas, un chico que intenta escapar de la realidad, profesores hastiados de alumnos sin interés, y por supuesto, el afán de mucha gente por inmiscuirse en la vida de los demás, ya no es suficiente con mirar por la ventana, sino que deseamos entrar en la casa, y siempre hay una forma de hacerlo.
Cuando Germain lee el primer relato de Claude (Ernst Umhauer), se queda fascinado y se lo enseña a su mujer, Jeanne (Kristin Scott Thomas), la cual se convierte de inmediato en una observadora externa. Estos dos forman un matrimonio feliz aunque algo atípico, el es un apasionado de la literatura clásica y ella una defensora del arte contemporáneo, pero la diferencia nunca ha sido una fuente de conflicto, al contrario, el amor que sienten los dos por la cultura es como el hijo que nunca tuvieron y esto solo empieza a pasarles factura conforme se acerca el final de la película.
A todo esto, Claude sigue entregándole relatos a Germain sobre la familia a la que de alguna manera, le gustaría pertenecer. Se ha convertido en el mejor amigo del hijo y a partir de ahí observa de día e incluso de noche, como es la vida en esa familia. Un padre con un trabajo que no le satisface y que está obsesionado con China, una madre, Esther (Emmanuelle Seigner), que pese a sus sueños se ha convertido en un ama de casa aburrida y por supuesto Rapha, su amigo, un chico simplón al que solo parece interesarle el baloncesto.
Los textos que le entrega Claude a Germain son cada vez más frecuentes, y con los consejos que éste le ha dado para mejorar su forma de escribir, Claude da rienda suelta a su imaginación por lo que poco a poco, en la película, se nos va haciendo cada vez más difícil diferenciar que es real de lo que no, se nos va difuminando la línea que marca donde empieza y donde acaba la ficción del chico. La historia va contando nuestro protagonista, se ha convertido en una obsesión para ambos, Claude tiene el ardiente deseo de un muchacho de dieciséis años y en su afán por querer formar parte de la familia y escapar de su triste realidad, parece que se ha enamorado de la mujer, y Germain que tuvo sueños de escritor pero que nunca lo consiguió, escapa de su frustración mediante lo que le presenta Claude, en ocasiones incluso se le ve “participando” de la propia narración que éste va realizando, como una especie de voz de la conciencia.
Al final, la historia empieza a destruirlos a los dos, Claude ve que no puede pertenecer a esa familia, que se cierra ante su presencia, y Germain se ha cansado de toda la ficción, que se ha vuelvo demasiado obsesiva, llegando a tal punto que su estudiante ha entrado en su casa y llegado a entablar una cierta relación con su mujer.
La escena final de la película, es perfecta, Claude y Germain sentados en un banco frente a un edificio con muchas ventanas, cada ventana representando una nueva historia, un asesinato, una pareja de lesbianas, un matrimonio de ancianos que baila, etc. Un mundo con infinidad de opciones y de posibilidades que descubrir, si de nuevo, vuelven a entrar en la casa.
En definitiva, a película de François Ozon está conducida de forma perfecta, como el sultán de “Las mil y unas noches” que no podía decapitar a Scheherezade porque necesitaba conocer el final de la historia que ésta le contaba, tanto el público como los propios personajes, están siempre expectantes para ver que es lo siguiente que va a ocurrir. Germain y su mujer Jeanne, que aunque crítica al principio con Claude, tiene una actitud un tanto voyerista, están siempre ansiosos por conocer que es lo siguiente que éste hará cuando vaya a la casa. Y nosotros, el público, que contenemos el aliento cuando le vemos caminando a oscuras por el pasillo esperando que no le descubran, mientras ve a los padres haciendo el amor o discutiendo, nos convertimos también en unos “mirones” pues estamos ansiosos de “volver” a esa casa para ver como continua la historia.
Todo esto está sutilmente acompañado de una banda sonora sencilla pero muy efectiva, que genera tensión en los momentos precisos en que Claude observa sigiloso por el pasillo y nos relaja de nuevo, cuando vemos una vez más no ha sido descubierto. Además la fotografía es sencilla pero muy efectiva, no hacen falta grandes escenarios, solo un aula de la escuela, un despacho, la casa
de la familia, etc.
Sin duda alguna, “En la casa” es una grandísima película, que refleja de una manera sencilla pero contundente problemas cotidianos de la sociedad actual, una familia corriente con sus problemas, un chico que intenta escapar de la realidad, profesores hastiados de alumnos sin interés, y por supuesto, el afán de mucha gente por inmiscuirse en la vida de los demás, ya no es suficiente con mirar por la ventana, sino que deseamos entrar en la casa, y siempre hay una forma de hacerlo.
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