Con aderezos actuales, y autorizados milimétricamente por el ministerio de la verdad, para que los pezqueñines piquen el anzuelo y vayan directos a la cazuela, felices y contentos. Sumisos y encarrilados bajo la venda de un Yo impuesto. El peinado con flequillito ladeado y la gorrita con visera plana/rapera cada día por las calles y no vivo en los Yu-Es-Ei. Que los laureles no se les conviertan en espinas.

No es perfecta. Seguramente debería haber sido un poquito más corta. Da la sensación de que le falta un paso para atreverse a ser todavía más divertida y conmovedora. Tenía margen para ello y no lo hace. No es perfecta, pero de lo que no cabe la menor duda es de que Yo, él y Rachel es una de las mejores y más especiales cintas de 2015.
Alfonso Gomez-Rejon se saca de la manga una historia marcada por el cáncer. Una más, dirán algunos. Por alguna razón tan espinoso y triste tema se ha colado con cierta frecuencia en el séptimo arte en los últimos tiempos, siempre con adolescentes de por medio. Pero lejos de la comercial y azucarada apuesta de Bajo la misma estrella, por ejemplo, la cinta de Gomez-Rejon se acerca al tema mediante la maravillosa amistad entre Greg y Rachel. No hay relación sentimental entre ellos ni falta que hace. Sus diálogos, divertidos, inspirados y llenos de humanidad son suficientes para hacer al espectador un todo con ellos dos, sintiendo sus penas y riendo con sus ocurrencias. Hay también ese regusto cinéfilo fantástico en la subtrama de las películas amateurs que Greg filma con Earl, pero esta también acaba por enlazar maravillosamente con la emotiva y encantadora historia principal. Se trata sencillamente de uno de los mejores guiones del año y una digna premiada en Sundance. Y qué decir de Thomas Mann y Olivia Cooke, que casi no parecen actores, sino chicos de la calle normales y corrientes, y por eso resultan tan creíbles.
Cuando llega el final, ese en el que sí pone toda la carne en el asador el libreto de Jesse Andrews, el espectador está ya rendido ante el talentazo que se respira a lo largo y ancho de la producción. Una comedia dramática (o drama con toques cómicos) llena de corazón y de alma, dos cosas que cada vez se ven menos en el prefabricado mundo hollywoodiense. Quizás es porque es independiente. Quizás es porque es americana. Sea cual sea la razón, es un milagro en este 2015 tan malo que llevamos. No se la pierdan.

Lo mejor: Su alma
Lo peor: Le sobran quince minutos

Hoy por hoy, esta bella noche de Domingo, es mi acostumbrada hora para poner una película, sentarme, relajarme, y dejar que el director detrás de la cámara me lleve ya sea por lo recóndito y desconocido, o por lo bello y apasionante, o por lo cómico y tonto; tengo que aceptar que esta película me ha llevado por todo eso y más, y es algo digno de admirar; Alfonso, me dirijo a ti, acabas de hacerte con un fan, que difícilmente se olvidará de ti.

Hablando específicamente de la película, siento que acabo de pasar por varias vidas que ni siquiera existen; las conocí, me enamoré, vi cómo caían en sus desgracias poco a poco, y simplemente me hizo darme cuenta del error que cometí por haber abandonado el cine tanto tiempo...

Es una sorpresa ver cómo una película tan bella, con un excelente guión (quizá de los mejores que haya visto) sea a la vez tan peculiar, tan discreta y sincera, estaré pensando en esta hermosa ejecución toda la semana.

Tras un triunfal paso por el Festival de Sundance llega a las carteleras la indudable joya indie del 2015. Una comedia demencialmente original y carismática que propone hablar de la amistad y la muerte con un cínico tono que magnetiza.

Greg vive ya su último año de instituto, siendo alguien que no busca fuertes lazos, relacionándose con todos los grupos del colegio pero sin destacar. Su único colega (compañero no amigo) y él realizan remakes de películas siendo sólo valorados por el padre de Greg y un hipermotivado profesor de historia. Todo cambia cuando su madre le “obliga” a visitar una compañera de clase a la que se le ha reconocido leucemia.

El hispano Alfonso Gómez-Rejón dirige aquí su segundo filme tras The Town That Dreaded Sundown y muchos epiodios de la serie American Horror Story; formalizando un ágil montaje y narración además de emfáticos planos que confirman a un cineasta muy a seguir en un futuro.

La otra gran virtud del filme es su cínica pero finalmente emotiva mirada a la muerte y la amistad, al recuerdo que llenan las personas que vemos morir y lo que nos aportaban y ya no podemos vivir. La atractiva caracterización del trío protagonista aumenta la calidad del filme y el carisma que transmiten sus intérpretes aún más, destacando la habilidad cómica de Thomas Mann y una compleja entrega de Olivia Cooke, jóven actriz muy a seguir.

Yo, él y Raquel podríamos considerarla la mejor comedia indie desde (500) días juntos, inteligente, emotiva y fílmicamente estimulante que nos regala unos personajes memorables y un grandísimo homenaje al cine y a su poder de transmitir sensaciones y sentimientos que no nos atrevemos a compartir cara a cara o dialogádamente.

El Crítico Inquilino