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Yo, Daniel Blake

Drama Por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos, Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a acudir a la asistencia social. Sin embargo, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En la oficina de empleo, Daniel se cruza con Katie, una madre soltera con dos niños. Prisioneros de la maraña administrativa actual de Gran ... [+]
Críticas 99
Críticas ordenadas por utilidad
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10
14 de abril de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es inaudito que yo no haya visto hasta ahora ninguna película de este director, teniendo en cuenta el tipo de género que suele dirigir yo lo calificaría de "cine necesario", cine que mata de realidad, de cruda y brutal realidad.
Refleja que da gusto y con absoluta desolación lo que ha sido durante toda la vida para cualquier desempleado o solicitante de paro o ayudas...etc ir a la oficiona, sentarte delante de un funcionario y que empatice contigo ¡una absoluta pesadilla! pues en esta historia se vive no se ve, ¡se vive y se siente! es practicamente imposible que exista alguien que no haya empatizado de algún modo con Daniel o incluso con Katie.
Loach no acude al drama fácil, ni a la lágrima barata, nos cuenta al mínimo detalle todo lo que representa una entrevista cara a cara en situaciones así, refleja la ansiedad y la impotencia del solicitante pero también le añade algún momento de humor, de ternura y de amistad, todo en su justa medida y muy bien dirigido, es lo que más me ha gustado de esta película, que no se excede con nada, no existen vacíos ni excesos, la historia avanza con cautela y con mucha sobriedad, como tiene que ir...hasta ese final....
Está visto que para este director la gente que lucha, que sobrevive como puede y mira antes por los demás que por ellos mismos, que confraternizan y se unen para hacer la fuerza, son momentos valiosos para llevarlos a una gran historia y convertirla en cine, porque sí, de ahí reside el género de cine social, de la calle, de la gente y de las historias tristes pero con alma, de esas de..."a todos nos podría pasar" porque Daniel Blake es un espejo en el que reflejarse.
8
27 de noviembre de 2023 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habrá quienes digan que lo que Loach nos enseña es un caso extraordinario. O que todo está diseñado para embadurnarte de una historia lacrimógena. O que la Administración funciona muy bien aunque pueda tener "pequeños errores". O que la historia de Daniel Blake es una exageración en tanto que se extrema en exceso una situación "irregular".

No nos comamos los mocos. Los elementos que sustentan el argumento de la película son absolutamente reconocibles. En ningún momento he visto hechos fantasiosos o sobredimensionados, o "retocados" convenientemente, para contarme una milonga que busque mi depresión. Al revés, Loach se muestra sobrio y refleja realidad en todo su peso, sin estridencias efectistas para lograr un sello de "realismo social". Es realismo social, sí, pero pulcro y bien afinado, sin muestras de los clásicos tics del "cine de autor". Muy grande en ese sentido Loach, no prioriza el estilo personal por encima del argumento que nos quiere contar.

Y es que nos han vendido que vivimos en el mundo de la abundancia, la cual llega a todo el que se la merece. Y que vivimos sustentados por el mejor de los sistemas, tanto en el campo de la medicina, como laboral, como social, a pesar de que nada es perfecto en sí mismo, y que por eso mismo hay que disculpar las lógicas deficiencias que puedan aparecer.

El alma de toda la cinta lo expresa en un momento dado Daniel Blake cuando dice algo así como "cuando pierdes la dignidad, ya no te queda nada". En efecto, ahí está lo central. Y eso que la propia película no hace sangre ahondando en esa cuestión. Porque el bueno de Daniel Blake, y todos nosotros como sociedad, hemos perdido la dignidad desde el momento en que aceptamos las ayudas del Estado para sobrevivir. Por supuesto, todos la aceptaríamos en su caso, hace mucho que caímos en esa telaraña de los subsidios u otras "paguitas".

En un momento se señala en la película, es el Estado el responsable de este mundo tan inhumano. El Estado ha creado un mundo fragmentado en cuanto a relaciones sociales, ha favorecido el aislamiento y la falta de empatía. Esto es un "sobrevive como puedas". El Estado hoy día es más poderoso que nunca en la historia, y eso contrasta con la terrible miseria humana que acompaña a los ciudadanos, como en "Yo, Daniel Blake".

En la película, el Estado es el servicio social de prestaciones laborales (el paro); también es el sistema médico, con toda su estructura impositiva; también toda la legislación creada, toda la burocracia alienante, todo el sistema informático obligatorio. En "Yo, Daniel Blake" funciona como un reloj, perfectamente engrasado, o pasas por el aro o lo llevas crudo.

Se agradece también a Loach que el protagonista haya sido un varón, un buen tipo, ya es raro hoy día que te muestren a un hombre que sea capaz de ayudar a los demás sin intenciones malévolas. Y que te deje ver que, en las condiciones actuales, con la dominación que ejerce naturalmente el Estado, son víctimas tanto el hombre como la mujer... o los niños.

Loach ha construido un filme honesto, en mi opinión. Y resulta creíble porque, quiero creer, en cada uno de nosotros aun queda un pedacito de humanidad sin destruir, sin contaminar. Esa humanidad que nos permite acercarnos a nuestros semejantes sin pedir nada a cambio. Y es honesto porque pone el dedo en la llaga, la llaga de la dignidad. Ahora nos toca a nosotros aclararnos sobré qué es vivir una vida dignamente. Un 7,9.
7
7 de abril de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un estilo contundentemente simple e impactantemente directo, Ken Loach ha sido durante mucho tiempo un (el) referente del llamado cine social, en el que el protagonista es el ciudadano de a pie y sus aventuras cotidianas para salir adelante. “Yo, Daniel Blake” es la respuesta concisa y precisa a la pregunta de por qué su cine se hace atractivo y el noventa por ciento del cine social patrio se hace antipático: fundamentalmente porque su mensaje es agnóstico de una corriente ideológica concreta y porque, a falta de subvenciones masivas que le permitan ir a pérdidas siempre que prevalezca el mensaje, ha de mostrar un pragmatismo y un realismo que el espectador agradece.

Sobre lo de resultar simpático o antipático, tengo una anécdota de un viaje que hice a Buenos Aires en 2018. El país se notaba más empobrecido que la última vez que había estado diez años atrás, pero la peatonal Calle Florida seguía siendo un tranquilo hervidero de transeúntes y en un cruce de situación estratégica, un grupo de artistas callejeros tenía montado un espectáculo de tango. Nada espectacular: unos altavoces y tres o cuatro parejas de bailarines a los que, seguramente, había visto una década antes en el mismo sitio y las mismas canciones. Dos de las parejas estaban ya entradas en la cincuentena, pero bailaban con la misma agilidad y flexibilidad de siempre, seguramente fruto de la mecanización y reiteración. El resto de bailarines ya eran de competencia y edades diversos. Una de las chicas era española, veintitantos, y bailaba con mucha técnica, aunque en este caso se veía más fruto de una preparación posiblemente académica. SIGO EN EL SPOILER por temas de espacio. Aviso que la española, como era de esperar, termina dando mucho juego.

Conclusión: debes confiar en la inteligencia del público y el civismo de la gente y no les des la turra ni les afees lo que siempre tiene que quedar en el terreno de la voluntariedad. En otras palabras, Ken Loach me presenta los hechos como son, naturalmente bajo su prisma, pero deja en manos del espectador sacar las conclusiones al respecto. No sé a quién vota Ken Loach, si es que vota a alguien, pero su cine no me induce una conducta de voto ni me insulta por votar a ciertas opciones. Lo que Ken Loach denuncia en cada película (en este caso una administración anquilosada y burocratizada) son unos determinados hechos y deja en manos del público juzgar si son consecuencia de tal o cual gobierno o tal o cual organismo o tal o cual partido político. Sin conocer de nada a Loach, su cine me habla de un tío preocupado por lo complicado que es moverse en el Sistema y las injusticias que se derivan de lo deshumanizador que es ser avanzar a base de formularios y números… pero “Yo, Daniel Blake” no me invita a cambiar eso votando a Laboristas o Tories, sino dejando a mi criterio cuál es el voto que mejor lleva a ese objetivo (que puede ser distinto en las municipales que en las regionales que en las nacionales). ¿Puede decir lo mismo el cine español que hace las premieres rodeados de políticos de izquierda y extrema izquierda? Pues eso, el cine de Loach no se hace antipático a la mitad de la población.

Adicionalmente está el hecho de que “Yo, Daniel Blake” no busca la confrontación del protagonista con nadie (persona o ideología) sino contra un Sistema que, en sí mismo, conduce a pesadillas de normativas contradictorias, documentación imposible de solicitar sin adjuntar la propia documentación que quieres obtener y funcionarios robotizados. Es decir, su cine denuncia elementos objetivos y los protagonistas son ciudadanos que se rebelan contra eso, con los que es imposible estar en desacuerdo y que, precisamente por eso, pueden pasar por héroes universales. Por poner un ejemplo, en una de las obras cumbres del género en España, “Los lunes al Sol”, el héroe es el pícaro beligerante que postureó hasta el final en huelgas y manifestaciones inútiles y defiende que el Estado nos debe algo y, hasta que alguien lo arregle, mejor sobrevivir a base de sablazos. Todo en la película arrastra al espectador hacia esas posiciones ideológicas: ridiculiza al parado de avanzada edad que se levanta cada día con la esperanza de conseguir otro empleo y le anima a que deje de intentarlo; echa en cara a otros compañeros que se hayan adaptado montando negocios (la película los deja de vendidos) y sólo el personaje de Tosar que vive a merced de las corrientes, sin personalidad, parece peor que todos ellos. No me imagino películas de Loach (igual me equivoco) glorificando al buscavidas vendemotos sino que creo que su héroe viene siendo el tío que se levanta cada mañana dispuesto a pelear por un puesto de trabajo para el que no está cualificado, aunque se lleve alguna humillación por el camino.

Ojo, no digo que “Los lunes al Sol” sea buena o mala película, para eso escribiría algo específico llegado el caso. Tampoco sé si fue rentable o no (entiendo que sí) y si fue subvencionada mucho o poco. La he traído a cuento de que se puede hacer un cine social con el que todo el mundo conecte y se puede hacer que sólo vaya dirigido a ciertos marcos mentales. “Yo, Daniel Blake” es una dura y conmovedora epopeya ciudadana de las que suelen gustar a todo el mundo y le hace pensar cómo cambiarlo con su voto o a ser más beligerante con las administraciones (que solemos tender al borreguismo).
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El espectáculo abarcaba una buena parte de la calle y cuando llegué a su altura, como de costumbre, el nutrido corrillo de curiosos te obligaba a detenerte a mirar o a esquivarlo trabajosamente por uno de los flancos. Yo suelo ser de los segundos, que no se detienen nunca en esas actuaciones, pero en ese caso, como iba con mi mujer (era su primera visita a la ciudad) nos detuvimos a echar un vistazo. Acabó la canción, el show estuvo a la altura y el comportamiento del corrillo fue el esperado: mucha gente aportó la esperable propina y siguió su camino, otros se escaquearon y otros se quedaron a ver más. Pero en el entreacto ocurrió algo inesperado: la chica española agarró el micrófono y, con un tono algo insolente, a la gente soltó una extensa chapa sobre que ellos no estaban ahí por gusto, que lo suyo era un trabajo como otro cualquiera y que en Broadway (daba a entender que ella de alguna manera había trabajado allí), una actuación como esa no se podría disfrutar por menos de treinta o cuarenta dólares. También llegó a decir que el que no fuera a contribuir económicamente, no podía estar allí. Me fijé en que el afán monetizador de la muchacha no era compartido por sus compañeros; los más veteranos miraban para suelo poco convencidos de los frutos del speech y el resto fingían estar ocupados ajustándose los cordones o revisando los altavoces. Su preocupación estaba más que justificada: lo único que consiguió fue echar a algún curiosos ofendido y que mucha gente (como nosotros) que teníamos pensado dar algo, nos quedásemos a ver el show de gratis. No tengo pruebas al respecto, pero me fui con la sensación de que en la siguiente pieza bajó el aforo y la recaudación.
8
9 de abril de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces parece muy fácil hacer una buena película, cuando encontrás solides en la historia y la interpretación del actor se amolda perfectamente al personaje, ya es suficiente.
Este film nos regala un hombre en busca de una pensión, pero el estado lo ignorará completamente, y este hombre en el camino encontrará una chica que necesita igual que él una ayuda, y él estará ahí para ella, pero para él no habrá nadie.
En su nueva amiga obtendrá un abrazo para dar y recibir, pero por otra parte seguirá luchando contra el estado sin obtener respuesta.
Muy buena.
6
6 de octubre de 2019
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Loach nos regala otra película de las suyas, otra película de trinchera. Otra película comunista. Una película sin matices. Los buenos son muy buenos y los malos muy malos, como todas las películas de este director. Lo que pasa es que el maldito hace muy buen cine, pero, una vez que sales de la sala, te dices a ti mismo: "este tío me ha vuelto a engañar".

Como ya no quedan en el mundo ricos a quien echarle la culpa de las desgracias de los pobres, el malo es un ente abstracto, el ESTADO, una maldición que, sin explicar como, le ha caído encima a estas bellísimas personas.

El caso es que te quedas sentado en la butaca sabiendo desde el minuto 5 de la película todo lo que va a suceder, así de bueno es este director.
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Desde el minuto 5 de la película yo sabía que la chica se iba a hacer señorita de compañía. Y también que el protagonista se iba a morir de un ataque al corazón en el último minuto de partido. Lo sabía. Lo juro.
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