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Yo, Daniel Blake

Drama Por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos, Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a acudir a la asistencia social. Sin embargo, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En la oficina de empleo, Daniel se cruza con Katie, una madre soltera con dos niños. Prisioneros de la maraña administrativa actual de Gran ... [+]
Críticas 99
Críticas ordenadas por utilidad
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9
1 de noviembre de 2016
134 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una época en la que cualquier agresión social por parte de los poderes públicos pasa por delante de nuestros ojos, sin más que provocarnos espanto y a lo sumo indignación, Ken Loach y Paul Laverty nos "escupen" a la cara la maldad del sistema impuesto y fundamentalmente también la de los "cómplices necesarios" que la hacen posible, porque si no colaboráramos como lo hacemos, nada podría ser igual de canalla.
De esta película hay quien dice que es igual a las anteriores de este director. Gracias a dios, es verdad, porque está uno harto de que los grandes éxitos nos hablen de acción, violencia con efectos especiales, soluciones de superhombres frente a problemas de índole cósmico.
Loach lleva toda la vida denunciando las agresiones de los poderosos capitalistas, de los políticos que los necesitan para proseguir sus carreras, de unas clases medias ciegas y egoístas a las que nada les importa la suerte de los más desfavorecidos, y cuando enfrenta esas agresiones siempre ha encontrado los verdaderos caminos de salvación en la solidaridad entre esos desfavorecidos.
Siempre molestaron sus películas a los poderes fácticos, pero ahora las enfrentan descalificándolas como didácticas, buenistas, ilusorias. Tienen que hacerlo así en una época que ya sufre la muerte de las ideologías, de las fes, de las utopias que han fraguado a través de los últimos lustros.
Porque las ideas, las utopias son más peligrosas para los explotadores, los acaparadores, en suma "los malos", que las armas más sofisticadas. Si las personas asumiéramos que tenemos en nuestra ética, en nuestro comportamiento las verdaderas fuerzas revolucionarias para cambiar un sistema social basado cínicamente en la libertad de mercado que lleva indefectiblemente a la miseria, a la pobreza, a la marginalidad, a la falta de oportunidades, a la muerte prematura...de millones de seres humanos; Si lo asumiéramos todo sería muy distinto.
Cierto que el protagonista está construído para llevar de la mano al espectador a través del laberinto levantado por las administraciones para enfangar la consecución de los subsidios, de las ayudas que en todas partes se tienden a disminuir, a hacer desparecer, a que los individuos que entran dentro del círculo de ayudas, subsidios se sienta una piltrafa sin capacidad de rebelión, imposibilitado para ello . Y lo logra.
La protagonista femenina, vive, educa, es ayudada y ayuda, una persona portadora de todas las esperanzas que necesitamos para seguir caminando en un mundo aparentemente sin salidas; eso es lo que quieren, que vivamos solamente preocupados en consumir, pasarlo bien, llegar hasta donde podamos en la escalera social, sin que nos tenga que importar nada hasta dónde puedan llegar los otros.
No te la pierdas.
Saldrás con ganas de que todo cambie, de cambiar tú.
6
9 de noviembre de 2016
98 de 140 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tesis es clara, meridiana. En el mundo actual hay mucha gente que sobra pero a la que no se puede matar directamente, no se atreven a tanto, todavía, todo se andará, por lo tanto, mientras se van muriendo y quejando, el estado se encuentra con un gran problema, qué cojones hacer con ellos, cómo pararles los pies, de qué manera entretenerlos y confundirlos, parecer que nos preocupamos por ellos y que los atendemos.
Ahí es cuando aparece el fenómeno burocrático, todo el monstruoso entramado de las conocidas como sociedades avanzadas o del bienestar, dícese del tinglado espantoso formado por asistencia social, oficinas de empleo, cursos, subsidios, paro, pleitos, apelaciones y demás papeleo limosnero (se trata de soltar lo mínimo posible y que esa cantidad paupérrima sea conseguida al precio de variadas vejaciones y penalidades. La humillación y la farsa como ingredientes fundamentales del espectáculo de la caridad estatal; te tratan como a ganado y te obligan a hacer un papel que nadie se cree, ni tú ni ellos. Mil formas de persuasión, trabas y obstáculos constantes de apariencia inofensiva y de crueldad inusitada. El mensaje es claro, te vamos a dar poco y ese poco lo vas a tener que pagar con sangre, a fuerza de vergüenza), eufemismos de algo que no suena tan bien, es decir, barricadas, ejércitos que separan los dos lados, el de los que defienden sus privilegios frente a los que nada cuentan, y en medio esos soldados en tierra de nadie, en la frontera, que por cuatro buenos duros (y mucha suerte que tienen) protegen el fuerte de los posibles invasores, por lo menos los marean, aturden y desesperan. Mano de obra que hace el trabajo sucio del poder. Ahí está una de las paradojas: todo ese chiringuito en realidad no ayuda a la pobre gente en lo esencial (son hipócritas parches en heridas sin remedio), no les da o busca trabajo (remedos en el mejor de los casos), justo al contrario, sirve para emplearse ellos mismos, aquellos que dan la cara ante los pobres.
¿Y de dónde salen esas muchedumbres de quejosos ciudadanos que se agolpan o amontonan en esas oficinas esperando un turno que se eterniza? ¿Por qué?
Pues son la materia sobrante (antes se montaban guerras que solucionaban el problema de manera limpia y eficaz, de raíz, la carne de cañón era eliminada y después, mientras se reconstruía, había trabajo para todo el mundo), formada por aquellos que no dan la talla, ya sea por incompetencia, enfermedad, mucha edad, inexperiencia, debilidad o muchas cosas más que vienen de mismo origen, nacieron en el lado equivocado y en el tiempo pernicioso, aquel que considera que el trabajo no es un derecho o un deber, ni siquiera una necesidad de reciprocidad en la que participamos todos aportando nuestro granito de arena, ni mucho menos algo a lo que obliga el sentido común si se quiere tener una sociedad justa y sana, no, nada de eso, se ha convertido, o así nos lo venden cada minuto de cada día, en un bien precioso y muy escaso, oro puro, maná caído del cielo, milagro, aventura, lotería y maravilla, por eso se pasan los buenos ratos muertos hablando de la famosa "creación de empleo", porque consideran que hay que inventarlo, que no existe, que hay que crearlo de la nada, sacarlo de algún sitio misterioso, de donde cojones se haya metido o escondido, arrancárselo a la tierra o al mismo Dios ya que no se conoce su real paradero, entelequia o sueño. Todo ello acarrea consecuencias denigrantes, por ejemplo, la consideración del trabajo como un favor, pura compasión, que te hacen los gerifaltes para que no te mueras, por pena, y que por ello debes agradecer o suplicar por él, por su alucinante presencia, además de aceptar por cochambroso que sea o muy poco que te paguen a cambio; y por otro lado deriva en la sensación cierta, de ahí la necesidad, la inevitabilidad, el interés por mantener siempre una hermosa cantidad de parados (es mentira que quieran erradicar el paro), de competencia general, el todos contra todos en la búsqueda del trabajo perdido, la potenciación del sálvese quien pueda, la selva laboral, a ver quién acepta algo peor (y ahí aparecen los emigrantes como factor de cierre de la serie, atraídos por las empresas que buscan beneficios a cualquier precio y en colaboración con los políticos son expoliados ya que saben que ellos están en peores condiciones todavía, más necesitados, se van a quejar menos y se puede abusar más de ellos, con lo que se demuestra fehacientemente que no interesa acabar con la falta de trabajo, si así fuera se daría a los primeros que lo piden o necesitan, no a los últimos o que menos exigen, sino que solo les importa el mayor beneficio por el menor coste, caiga quien caiga).
Ya tenemos el cuadro completo. Privilegiados, barricadas o murallas (servicios sociales) y pobre gente + inmigrantes (doblemente desvalidos).
Este es el contexto en el que se sitúa esta película. Impecable y admirable ejercicio de lucidez respecto de un asunto cotidiano, vergonzoso y tan decisivo.
El siguiente paso es preguntar por la dramatización de estos presupuestos. Y aquí viene lo malo ya que es tosca, rudimentaria, plana, previsible, muy simplona y poco trabajada.
Los personajes son meros peleles sin sustancia ni carne, arquetipos utilizados arbitraria y torpemente por un guionista que según avanza la historia más demuestra que no le importan nada sus andanzas salvo como percha de las ideas que se quieren exponer. Lo cual, en mi opinión, es un craso error, les hace un flaco favor al quitarles sentido como seres humanos de ficción ya que la parte dramática se resiente y carece de credibilidad, con lo que la pertinente carga ideológica también se ve afectada y debilitada, pierde fuerza; a mayor simpleza, menor eficacia.
(Sigo en el spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La duda es el porqué de esta falla, caben varias posibilidades:
a) No se fían del espectador y se lo quieren dar todo muy masticado para que no se atragante, como papilla de bebé. De ahí que aligeren todo lo que pueden y más.
b) Creen que si humanizan a sus personajes, estos pueden tener comportamientos poco edificantes y crear de ese modo confusión en el espectador y hasta cuestionar la tesis de la película. Por eso hay que presentarles como seres bondadosos, ingenuos y, casi de tan buenos, alelados, puras víctimas, santos inocentes, marionetas, criaturas caídas del cielo. Él casi parece salido de una película de Eastwood, ¿" Gran Torino"?, esos viejos gruñones con un corazón que no les cabe en el pecho y que se convierten en Quijotes urbanos por quítame allá esas pajas. Ella y sus niños ni siquiera, son movidos al albur del guion, simples excusas para que avance la trama y se afiance la tesis.
c) No saben crear personajes complejos y ricos en matices, creíbles y verosímiles, de muchas capas y contradicciones llenos. No es fácil, hay poco tiempo y no lo hacen bien.
Bueno. De acuerdo con lo que aquí se propone o plantea. No se suele contar y se agradece. Decepcionado con la narración y construcción de personajes. El resultado es agridulce, una de cal y otra de arena. Un ni fu ni fa que alimenta y da calor pero no acaba de quitar el hambre y el frío.
Al final se les ve mucho el plumero. Me refiero a ciertas escenas o situaciones un poco cutres. Por ejemplo:
- Ella se pasa el día fuera de casa se supone que buscando trabajo, montones de horas durante las que él cuida a los niños. Pasa el tiempo y nada, ni de limpiadora ni nada de nada. Puede ser, pero hay desproporción entre el mucho rato que se ausenta de casa y las (casi) nulas explicaciones que se nos dan al respecto. Parece recurso forzado para justificar que él pase tanto tiempo con los niños.
- Él se entera de que ella se ha vuelto "señorita de compañía" (otro "truco" muy usado en estos casos, atajo narrativo que sirve para todo) por un sobre que a ella se le cae... tan casualmente. ¿No había otra forma un poco más sutil y creíble de mostrarlo? Pensarán que da igual. Pues no.
- Él, para aclarar la situación, va a donde ella ejerce. ¿No había podido elegir otro lugar o momento? ¿Pero tan burro es el elemento?
- Los niños utilizados como gancho de izquierdas en la cara del espectador, si así no se conmueve, debe ser de piedra, supongo que se dirán.
- La simpática pintada del protagonista. Vale, ¿pero no se recrean un poco demasiado con la gracieta, no la subrayan un tanto? Casi parecía partido de fútbol.
- El infarto definitivo justo en el momento preciso, claro que sí. Sabíamos que le había dado un achuchón o parraque, que ese era el motivo de su baja, bien, pero después nada vimos de las consecuencias de esa debilidad, al contrario, se pasó la película de acá para allá hecho un torete, con más fuerza y vitalidad que un atleta olímpico y de repente...
- La lectura final en el funeral. No era necesario insistir otra vez en lo mismo.
9
30 de diciembre de 2016
41 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta película hace unas semanas, cuando se estrenó. Habíamos visto el trailer, y nos pareció interesante. Realmente no teníamos ni idea del bofetón de drama, realidad y dolor al que nos estábamos exponiendo.

Para mí, es la película del año. Quizá empaticé demasiado con los personajes; es posible. Pero jamás, en mi vida, he llorado de tal manera viendo una película. Es cruda, dura, estremecedora, y con escenas que simplemente, te rompen por dentro como sí te hubiese atropellado un trailer.

Se tacha a esta cinta de simplona, de que nos lo dan todo masticado. Que tiene agujeros de guión y que hay ciertas incongruencias. Que es un poco "naive", sí me permitís el anglicismo. Bajo mi perspectiva, la cinta no necesita nada más que lo que tiene. No necesita un fotografía o ambientación más cuidada, más bonita. El tema no va de eso. El tema es la más cruda y pura de las verdades, sin pompa ni adorno.

Las interpretaciones, son de diez, todas ellas. Y sí no, al momento del banco de alimentos me remito. Un hombre contra un sistema cruel, injusto. Que nada tiene para él, y cuya única intención es que pase el final de sus días como buenamente pueda, al desamparo del estado. Un tema que no puede estar más de actualidad, por cierto.

Por otra parte, nos muestra nuestro lado más humano. Cómo sí que queda caridad entre nosotros, la ayuda mutua, las buenas intenciones. El afán de superación, y que al mal tiempo, buena cara. Un canto a la bondad de las personas, que afortunadamente (o eso quieren dejarnos ver) sigue existiendo, incluso en unas circunstancias, con perdón, tan jodidas y tan crudas, no sólo como la de Daniel. Como la de cualquier persona en riesgo de exclusión por causas económicas ante una inacabable burocracia, y un sistema muy injusto.

Mi único "pero", realmente, es lo previsible del final. Pero esta cinta no viene a descubrirnos las Américas, era lo más lógico.

Denuncia social, canto a la bondad humana, y 100 minutos de sentimientos a flor de piel, para salir abierto en canal del cine. Sin duda, es muy recomendable. Basta ya de films llenos de efectos especiales, de superhéroes, de mandobles, de comedias rosa pastelera, de sombras de Grey. Basta.
Bravo, Ken Loach y Paul Laverty por darnos una historia real. El drama del año. Por ponernos la piel de gallina y por darnos ese empujón de salir del cine queriendo hacer mejor las cosas y con otra perspectiva. Bravo.
7
12 de noviembre de 2016
41 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas de tesis como también hay películas con mensaje. El veterano Ken Loach (80 tenaces años) se caracteriza por tener claro lo que quiere contar y cómo hacerlo, insertando un diáfano componente social, ya sea de denuncia o de reivindicación, en favor de los más desfavorecidos o de los que él considera los débiles o perdedores de una sociedad en exceso centrada en el éxito, el lucro y el dinero. Sus obras no son cómodas, ni gratas, ni amables, pero suele acertar en el retrato de un personaje (o un grupo) enfrentado a la adversidad y a la falta de justicia o compasión.

Nada que objetar a su planteamiento, henchido de buenas intenciones y afán didáctico. Quizás su fatalismo sea exagerado y se echen en falta matices o puntos de vista diferenciados, pero su enfoque humanista y compasivo suele dar en la diana. Esta premiada cinta no es una excepción y es una síntesis de su visión del mundo y de su forma de entender el cine. Fiel a sí mismo, se centra en un carpintero que se encuentra en una encrucijada. Por problemas cardiacos ha tenido que dejar su trabajo y se tiene que enfrentar al sistema británico de subsidios, ya que si bien le dan apto para trabajar – por lo que no puede recibir asistencia por incapacitación – no obtiene el alta médica, por lo que sólo encuentra impedimentos y obstáculos para conseguir unos ingresos imprescindibles para sobrevivir. Es un parado cualificado pero ajeno a las nuevas tecnologías y atenazado por una maraña burocrática diseñada para impedir el auxilio.

La indefensión y el nulo apoyo son notorios. Lo previsible de la trama no impide ni merma su validez, aunque su afán crítico parece más dirigido a denunciar ciertas políticas (que sólo tienen un único cariz ideológico) y no tanto a exponer el sinsentido de una administración repleta de normas y obligaciones y que parece olvidar que el objetivo real es el de ayudar, apoyar, asesorar y facilitar la vida de los cuidadnos. La simpleza del guión se puede disculpar por la fuerza y garra de las situaciones que plantea, aunque la acumulación de desgracias sea tremebunda y sesgada, perdiendo con ello algo de efectividad, al sonar a cantinela servil y prédica moralista. Pintar todo de forma tan extrema y maniquea acaba cansando, por bien hecho que esté y por rectas y loables que sean las intenciones que albergue.

En conjunto, nada nuevo en su filmografía, pero es un digno exponente de su arte, sin alharacas ni florituras, sin desfallecimientos ni dudas. Interesante y eficaz.
10
4 de noviembre de 2016
37 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda y para mí una obra maestra y la mejor película de Ken Loach en muchos años. Hace tiempo que un film no me removía la conciencia, este lo ha hecho y no puede dejar indiferente a nadie. La "burrocracia" elevada al cubo que nuestro protagonista tiene que soportar es kafkiana, los resultados finales de la cinta demoledores y un gran testimonio actual de la deshumanización de los Estados en la que nos estamos viendo inmersos. Un gran film social que remueve y agita la mente y uno de los films de Loach más lúcidos e importantes de los últimos años. Para mí una obra maestra muy difícil de superar.
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