Un día perfecto
2015 

6.6
16,791
Drama
En una zona en guerra, en la que los cascos de las Naciones Unidas tratan de controlar la situación, varios personajes viven sus propios conflictos; Sophie (Mélanie Thierry) quiere ayudar a la gente, Mambrú (Benicio del Toro) quiere volver a casa, y Katya (Olga Kurylenko) quiso una vez a Mambrú. Por su parte Damir (Fedja Stukan) quiere que la guerra termine, Nikola (Eldar Residovic) quiere un balón de fútbol, y B (Tim Robbins) no sabe ... [+]
3 de septiembre de 2015
3 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la comedia negra familiar que planteaba en su ópera prima hasta el cine marginal de los colegas de extrarradio de "Barrio", pasando por los excluidos laborales con más dinero en su bolsillo para cañas que para subsistir de "Los lunes al sol", Fernando León de Aranoa ha dibujado un cine social muy particular, amable en su superficie, casi edulcorado por un sentido del humor que hila muy fino, pero cargado de denuncia y un trasfondo amargo que refleja de manera honesta y brutal nuestro día a día.
Parecía que se le habían acabado los recursos -así lo demostraba la menor, que no deleznable, "Princesas"- en este tipo de propuestas, y que estaba condenado a repetir una y otra vez los mismos tópicos sociales, las mismas frases hechas y los mismos mecanismos que hasta ahora habían dado forma a su discurso. Tanto que había tenido que irse hasta las antípodas de lo que había venido siendo su cine para regalarnos una de sus obras más personales, “Amador”.
“Un día perfecto” viene a desmontar ese presentimiento. Es la vuelta del cineasta a la denuncia, pero en este caso más ambiciosa, cambiando nuestro país por los Balcanes de mediados de los 90. Una región reflejada a modo de metáfora por ese cuerpo arrojado al pozo con una buena dosis de mala leche, para evitar que los lugareños puedan beber de sus aguas. Sólo un grupo de cooperantes parece interesarse por sacarlo antes de que el agua se pudra. Pero para ello necesitarán buscar algo tan mundano como una soga, una cuerda que aguante el peso del cadáver.
Pero que no engañe el leit motiv del que parte la película. La soga no es más que una maniobra de distracción, una anécdota a modo de McGuffin de la que se vale Aranoa para hablar del irritante sarcasmo que encierra en sí la burocracia, de lo fácil que ven la contienda los que no tienen que sobrevivir a ella diariamente, de las diferencias, algunas de ellas humorísticas, entre compatriotas, y en general de todo aquel que se beneficia de una guerra, y de los que la tienen que sufrir como objetivos, especialmente los niños. Y cuenta su cruda historia, como ya hiciera antaño, desde la más absoluta cotidianidad, con un sentido del humor de lo más natural y una galería de personajes carismáticos y con los que el espectador puede simpatizar fácilmente, encarnados por un reparto de lujo –todos magníficos, sin excepción- y arropados por la madurez de un autor que maneja cada vez mejor la cámara.
Puede que su conjunción entre comedia, drama y denuncia no siempre sea perfecta, que tenga vaivenes de ritmo y que se abuse de la música –la escena en la casa del niño a ritmo del “Sweet Dreams” de Marilyn Manson, por ejemplo-, pero el film se deja ver con una sonrisa en el rostro y con comodidad, e incluso es importante en estos tiempos que corren. Para que no miremos hacia otro lado. Porque aunque hayan pasado veinte años del fin del conflicto, las cosas no han cambiado, y hasta los objetos más insignificantes pueden marcar una gran diferencia para coronar un día perfecto en medio de la miseria. Aunque sean una simple cuerda y una pelota.
A favor: el reparto, la dirección, su retrato de la realidad desde la cotidianidad
En contra: el abuso de la música y algún bajón de ritmo
Parecía que se le habían acabado los recursos -así lo demostraba la menor, que no deleznable, "Princesas"- en este tipo de propuestas, y que estaba condenado a repetir una y otra vez los mismos tópicos sociales, las mismas frases hechas y los mismos mecanismos que hasta ahora habían dado forma a su discurso. Tanto que había tenido que irse hasta las antípodas de lo que había venido siendo su cine para regalarnos una de sus obras más personales, “Amador”.
“Un día perfecto” viene a desmontar ese presentimiento. Es la vuelta del cineasta a la denuncia, pero en este caso más ambiciosa, cambiando nuestro país por los Balcanes de mediados de los 90. Una región reflejada a modo de metáfora por ese cuerpo arrojado al pozo con una buena dosis de mala leche, para evitar que los lugareños puedan beber de sus aguas. Sólo un grupo de cooperantes parece interesarse por sacarlo antes de que el agua se pudra. Pero para ello necesitarán buscar algo tan mundano como una soga, una cuerda que aguante el peso del cadáver.
Pero que no engañe el leit motiv del que parte la película. La soga no es más que una maniobra de distracción, una anécdota a modo de McGuffin de la que se vale Aranoa para hablar del irritante sarcasmo que encierra en sí la burocracia, de lo fácil que ven la contienda los que no tienen que sobrevivir a ella diariamente, de las diferencias, algunas de ellas humorísticas, entre compatriotas, y en general de todo aquel que se beneficia de una guerra, y de los que la tienen que sufrir como objetivos, especialmente los niños. Y cuenta su cruda historia, como ya hiciera antaño, desde la más absoluta cotidianidad, con un sentido del humor de lo más natural y una galería de personajes carismáticos y con los que el espectador puede simpatizar fácilmente, encarnados por un reparto de lujo –todos magníficos, sin excepción- y arropados por la madurez de un autor que maneja cada vez mejor la cámara.
Puede que su conjunción entre comedia, drama y denuncia no siempre sea perfecta, que tenga vaivenes de ritmo y que se abuse de la música –la escena en la casa del niño a ritmo del “Sweet Dreams” de Marilyn Manson, por ejemplo-, pero el film se deja ver con una sonrisa en el rostro y con comodidad, e incluso es importante en estos tiempos que corren. Para que no miremos hacia otro lado. Porque aunque hayan pasado veinte años del fin del conflicto, las cosas no han cambiado, y hasta los objetos más insignificantes pueden marcar una gran diferencia para coronar un día perfecto en medio de la miseria. Aunque sean una simple cuerda y una pelota.
A favor: el reparto, la dirección, su retrato de la realidad desde la cotidianidad
En contra: el abuso de la música y algún bajón de ritmo
Mambrú se fue a la guerra (publicada en el periódico El Día de Tenerife el 4 de septiembre del 2015)
6 de septiembre de 2015
6 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León de Aranoa regresa cinco años después con “Un día perfecto”, una película que se aleja, aparentemente, de su filmografía anterior, centrada en historias apegadas a la realidad cotidiana para ofrecernos una peculiar “road movie” ambientada en algún lugar de los Balcanes en 1995, un lugar donde un niño le puede arrebatar la vida a otro por una simple pelota. El lenguaje cinematográfico de “Un día perfecto” se aleja del estatismo de trabajos anteriores como “Familia” (1996), “Barrio” (1998) o “Los lunes al sol” (2002) para ofrecer planos en contrapicado, planos cenitales o planos generales, acompañados de una música rítmica donde prima el rock.
Lo que si sigue inalterable es la temática social. Aranoa emplea la excusa argumental de la búsqueda de una cuerda (que se dilata durante una hora del metraje) para rescatar un cadáver de un pozo de agua para mostrar el comportamiento humano en época de conflicto bélico. “Un día perfecto” es un largometraje sobre la guerra donde no hay ningún tiro. Ni falta que hace. La escena en la que entran a la casa derruida del niño balcánico para coger una pelota es más epatante que cualquier secuencia bélica con un sinfín de disparos.
“Un día perfecto” es un filme que bebe del neorrealismo italiano, donde se hace palpable la presencia de “El ladrón de bicicletas” (1948), de Vittorio De Sica. Sin embargo, la cinta está salpicado de gotas de humor negro, que no pretenden ser “M.A.S.H. en Bosnia” como ha escrito Lee Marshall en “Screendaily” sino que tienen como función descargar de dramatismo las terribles situaciones que se producen en una conflagración, que pueden llegar a ser surrealistas como lo demuestran secuencias como la de la venta de agua o la de la anciana que esquiva las minas siguiendo a sus vacas.
“Un día perfecto” presenta a un Fernando León de Aranoa en forma, alejado de la pequeña decepción que supuso “Amador”. Para la ocasión ha contado con la presencia de dos estrellas de Hollywood: Benicio del Toro y Tim Robbins. Un acierto. La oposición de los dos personajes curtidos en mil batallas que encarnan contrastan con la visión de la neófita voluntaria, que ve su primer cadáver, así como la intrascendente conversación telefónica que mantiene Mambrú con su novia sobre el color de las cortinas mientras están paralizados por una posible mina en la carretera.
Durante el visionado de “Un día perfecto”, cuando se dice que “los muertos no se tocan” recordé la experiencia que me había contado un amigo soldado destinado a Macedonia a principios de los 90. Según la cual, en una visita a un pueblo de Skopje, todos los habitantes estaban muertos y sus cadáveres estaban incólumes. La realidad supera a la ficción.
Varias son las películas que han abordado el conflicto bélico en Yugoslavia ¬(¬que produjo el surgimiento de Croacia, Serbia, Montenegro, Bosnia y Macedonia) en los 90 como es el caso de “Territorio comanche” (1996), “En tierra de nadie” (2001) o “De fosa en fosa” (2006). Pero, sin lugar a dudas, el título imprescindible es “Underground” (1995), de Emir Kusturika.
Lo que si sigue inalterable es la temática social. Aranoa emplea la excusa argumental de la búsqueda de una cuerda (que se dilata durante una hora del metraje) para rescatar un cadáver de un pozo de agua para mostrar el comportamiento humano en época de conflicto bélico. “Un día perfecto” es un largometraje sobre la guerra donde no hay ningún tiro. Ni falta que hace. La escena en la que entran a la casa derruida del niño balcánico para coger una pelota es más epatante que cualquier secuencia bélica con un sinfín de disparos.
“Un día perfecto” es un filme que bebe del neorrealismo italiano, donde se hace palpable la presencia de “El ladrón de bicicletas” (1948), de Vittorio De Sica. Sin embargo, la cinta está salpicado de gotas de humor negro, que no pretenden ser “M.A.S.H. en Bosnia” como ha escrito Lee Marshall en “Screendaily” sino que tienen como función descargar de dramatismo las terribles situaciones que se producen en una conflagración, que pueden llegar a ser surrealistas como lo demuestran secuencias como la de la venta de agua o la de la anciana que esquiva las minas siguiendo a sus vacas.
“Un día perfecto” presenta a un Fernando León de Aranoa en forma, alejado de la pequeña decepción que supuso “Amador”. Para la ocasión ha contado con la presencia de dos estrellas de Hollywood: Benicio del Toro y Tim Robbins. Un acierto. La oposición de los dos personajes curtidos en mil batallas que encarnan contrastan con la visión de la neófita voluntaria, que ve su primer cadáver, así como la intrascendente conversación telefónica que mantiene Mambrú con su novia sobre el color de las cortinas mientras están paralizados por una posible mina en la carretera.
Durante el visionado de “Un día perfecto”, cuando se dice que “los muertos no se tocan” recordé la experiencia que me había contado un amigo soldado destinado a Macedonia a principios de los 90. Según la cual, en una visita a un pueblo de Skopje, todos los habitantes estaban muertos y sus cadáveres estaban incólumes. La realidad supera a la ficción.
Varias son las películas que han abordado el conflicto bélico en Yugoslavia ¬(¬que produjo el surgimiento de Croacia, Serbia, Montenegro, Bosnia y Macedonia) en los 90 como es el caso de “Territorio comanche” (1996), “En tierra de nadie” (2001) o “De fosa en fosa” (2006). Pero, sin lugar a dudas, el título imprescindible es “Underground” (1995), de Emir Kusturika.
13 de septiembre de 2015
13 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título va que ni pintado para la última obra de León de Aranoa: pura ironía. A todos nos viene a la cabeza “Mash” como referente de una película que busca el mensaje antibelicista a través del humor grueso y el sarcasmo. El film relata un día en la vida de unos cooperantes que parecen de vuelta de todo. Su conducta está muy lejos del altruismo generoso y heroísmo extremo que en principio se les puede presumir. Los personajes hacen de su misión algo cotidiano, casi burocrático. Incluso en los momentos más dramáticos surge un chiste gamberro y chabacano. El director se enfrenta a cada escena con las dosis suficientes de tensión y humor, ayudado por un guión calculadísimo en cada frase. El espectador puede dudar de si la actitud de estos personajes es una coraza para protegerse del horror, o una insensibilización consecuencia del paso del tiempo. Como decía Albert Camus, no hay nada a lo que una persona no pueda llegar a acostumbrarse.
En el fondo, la película es desgarradora, aunque afortunadamente evita la lágrima fácil. La guerra llega a todos los ámbitos de la vida, desde la vileza de envenenar un pozo para que la población civil muera de sed, hasta el asesinato entre vecinos por tener una religión determinada. Crueldad en estado puro. La población militar y la civil se confunden, ambas pueden ser igual de aniquiladoras. Y, en esto, los cooperantes llevan su misión sin medios, sin el apoyo de los organismos internacionales, incluso a veces sin el reconocimiento de la población a la que están ayudando. Pues bien, en este infierno, queda espacio para el humor más soez. Y, en muchos momentos, el espectador ríe, con una risa nerviosa, y que se congela pronto.
Es verdad que en ese distanciamiento reside también el inconveniente de la película. El film funciona muy bien en el tratamiento de cada escena, de cada diálogo, pero su tono deliberadamente frío (o frívolo) hace que se cree una barrera con el espectador, que nunca llega a implicarse del todo. También falla la pobreza argumental (todo se traduce en un grupo de hombres, en medio de la guerra, buscando una cuerda) y la escasa fuerza de las subtramas, metidas con calzador (me sobra el hecho de que Mambrú haya tenido un idilio con Katya). Ningún personaje, salvo quizá el interpretado por Benicio del Toro, está lo suficientemente desarrollado como para generar en el espectador un sentimiento de simpatía o rechazo. Eso sí, prevalecen la dignidad y la épica de los cooperantes veteranos, que dan a la película un tono de western; el mensaje de denuncia a la guerra en general (y a la política de la guerra en particular); y el homenaje a unos seres en los que predomina el compromiso ciego por una causa justa.
En el fondo, la película es desgarradora, aunque afortunadamente evita la lágrima fácil. La guerra llega a todos los ámbitos de la vida, desde la vileza de envenenar un pozo para que la población civil muera de sed, hasta el asesinato entre vecinos por tener una religión determinada. Crueldad en estado puro. La población militar y la civil se confunden, ambas pueden ser igual de aniquiladoras. Y, en esto, los cooperantes llevan su misión sin medios, sin el apoyo de los organismos internacionales, incluso a veces sin el reconocimiento de la población a la que están ayudando. Pues bien, en este infierno, queda espacio para el humor más soez. Y, en muchos momentos, el espectador ríe, con una risa nerviosa, y que se congela pronto.
Es verdad que en ese distanciamiento reside también el inconveniente de la película. El film funciona muy bien en el tratamiento de cada escena, de cada diálogo, pero su tono deliberadamente frío (o frívolo) hace que se cree una barrera con el espectador, que nunca llega a implicarse del todo. También falla la pobreza argumental (todo se traduce en un grupo de hombres, en medio de la guerra, buscando una cuerda) y la escasa fuerza de las subtramas, metidas con calzador (me sobra el hecho de que Mambrú haya tenido un idilio con Katya). Ningún personaje, salvo quizá el interpretado por Benicio del Toro, está lo suficientemente desarrollado como para generar en el espectador un sentimiento de simpatía o rechazo. Eso sí, prevalecen la dignidad y la épica de los cooperantes veteranos, que dan a la película un tono de western; el mensaje de denuncia a la guerra en general (y a la política de la guerra en particular); y el homenaje a unos seres en los que predomina el compromiso ciego por una causa justa.
17 de septiembre de 2015
17 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que a los pocos años de aparecer el fenómeno ONG me di cuenta y caí en la certidumbre de que estas organizaciones eran una coartada perfecta para Occidente en su labor de pillaje y explotación del Tercer Mundo. Algo por lo que he sido muy criticado. Pero el resultado está ahí: Enorme cantidad de recursos y de voluntarios entregados a causas justas y loables que no han conseguido transformar nada de lo que ha ido sucediendo. Si ese esfuerzo se hubiese dirigido a exigir a los Estados de este Primer Mundo un trato justo y equitativo con estos países pobres: Nada de venderle armas, nada de darle créditos sin control y sobre todo nada de aprovecharnos de sus recursos. Quizás todo hubiese sido diferente. Aunque tampoco lo tengo muy claro.
Llegados a este punto de la discusión siempre tenía que escuchar,
-Bueno pues al menos las oeneges que actúan consiguen algo: Crean escuelas, hospitales, ayudan a los perseguidos… etc., etc.
Ahí lo dejamos y nos vamos a nuestras casas a dormir y hasta la próxima.
No sé cuál ha sido la intención del director al hacer la película pero de algo estoy seguro: Las ONGs pueden respirar tranquilas, pues la artificiosidad del film hace que su crítica no sea tan desbastadora como se podía esperar al darse uno cuenta de que lo único que consiguen en el transcurso de la historia estos entregados miembros de una ONG es conseguirle su balón a un niño que luego hará con él algo muy humano.
Entre medias, idas y venidas de todoterrenos por paisajes increíblemente salvajes y agrestes, de una belleza intimidatoria; intrigas internas de la propia ONG; enfrentamientos con los ejércitos, hasta con el propio; y una aburrida y repetida perspectiva yanqui del film. Yanqui en el manejo de los personajes, encantadores y por encima del bien y del mal, con sus chistecitos incluidos y yanqui en la perspectiva de la elección de los personajes, que hace que el casting sea totalmente inadecuado para lo que se quiere contar.
De los personajes me han quedado dos cosas. De ellos, los encarnados por Tim Robbins y Benicio del Toro, la dentadura tan blanca y perfecta que lucen en sus sonrisas. ¿Nadie se dio cuenta de que dos voluntarios, sobre todo Tim Robbins que parece que vive de proyecto de ONG en proyecto de ONG, no pueden lucir una dentadura de ejecutivo de Madrid, aficionado a la comida sana y al ejercicio diario con visita mensual a su odontólogo? Y de ellas, lo guapa y sexis que son. Yo, si fuese una voluntaria de las de verdad, pondría una queja.
Dos actores de carácter, no tan glamurosos, y dos actrices una gorda y otra un poco feúcha le hubiesen dado a la historia más realismo. Y hubieran salido más baratos. Y no sé qué pinta un actor como Sergi López en un papel de 5 minutos. Con alguien desconocido, mejor. La historia no se hubiese distraído.
Claro, dirá alguien, es que el cine es un negocio. Ya. Y un arte. Y si no ahí está “Familia”, la maravillosa película que sobre la soledad hizo el mismo director. Una película cuyo recuerdo hoy todavía me pone los pelos de punta. Juan Luis Galiardo se hizo eterno.
¿Y las miraditas de Benicio del Toro? ¿Miraditas de estar más allá de todo? Cansan.
Al final, en conjunto, vislumbramos lo mejor del film. Cada día que pasa y que nos permite ir a acostarnos es un día perfecto. Las estupendas imágenes del final con la voz de Lou Reed, en agradecimiento por su “Perfect Day” y ese enigmático “Uno recoge lo que ha sembrado” de su canción, que FLA parece querer ampliar a “Uno recoge lo que vete tú a saber quien ha sembrado”, de fondo, repasando todos y cada uno de los hechos acaecidos durante el transcurso del metraje, es el acertado paraguas sobre el que se recoge una película a la que Fernando León de Aranoa no le ha cogido el punto. Aunque estuvo a punto.
Y como estos hechos, buenos, malos, como se les quiera calificar terminan pasando sí o sí. Porque hay una fuerza resultante de incierto resultado siempre, compuesta por infinitas fuerzas proveniente de infinitos designios, recovecos e intenciones imposibles de domeñar, cambiar de dirección o contravenir. Sobrevivir es lo que hacemos cada día….hasta que llegue el día en que si pudiéramos decir algo todo tendría que ser conjugado en imperfecto.
¡Ah, y la lluvia, que parece que todo lo limpia! O lo embarra.
Llegados a este punto de la discusión siempre tenía que escuchar,
-Bueno pues al menos las oeneges que actúan consiguen algo: Crean escuelas, hospitales, ayudan a los perseguidos… etc., etc.
Ahí lo dejamos y nos vamos a nuestras casas a dormir y hasta la próxima.
No sé cuál ha sido la intención del director al hacer la película pero de algo estoy seguro: Las ONGs pueden respirar tranquilas, pues la artificiosidad del film hace que su crítica no sea tan desbastadora como se podía esperar al darse uno cuenta de que lo único que consiguen en el transcurso de la historia estos entregados miembros de una ONG es conseguirle su balón a un niño que luego hará con él algo muy humano.
Entre medias, idas y venidas de todoterrenos por paisajes increíblemente salvajes y agrestes, de una belleza intimidatoria; intrigas internas de la propia ONG; enfrentamientos con los ejércitos, hasta con el propio; y una aburrida y repetida perspectiva yanqui del film. Yanqui en el manejo de los personajes, encantadores y por encima del bien y del mal, con sus chistecitos incluidos y yanqui en la perspectiva de la elección de los personajes, que hace que el casting sea totalmente inadecuado para lo que se quiere contar.
De los personajes me han quedado dos cosas. De ellos, los encarnados por Tim Robbins y Benicio del Toro, la dentadura tan blanca y perfecta que lucen en sus sonrisas. ¿Nadie se dio cuenta de que dos voluntarios, sobre todo Tim Robbins que parece que vive de proyecto de ONG en proyecto de ONG, no pueden lucir una dentadura de ejecutivo de Madrid, aficionado a la comida sana y al ejercicio diario con visita mensual a su odontólogo? Y de ellas, lo guapa y sexis que son. Yo, si fuese una voluntaria de las de verdad, pondría una queja.
Dos actores de carácter, no tan glamurosos, y dos actrices una gorda y otra un poco feúcha le hubiesen dado a la historia más realismo. Y hubieran salido más baratos. Y no sé qué pinta un actor como Sergi López en un papel de 5 minutos. Con alguien desconocido, mejor. La historia no se hubiese distraído.
Claro, dirá alguien, es que el cine es un negocio. Ya. Y un arte. Y si no ahí está “Familia”, la maravillosa película que sobre la soledad hizo el mismo director. Una película cuyo recuerdo hoy todavía me pone los pelos de punta. Juan Luis Galiardo se hizo eterno.
¿Y las miraditas de Benicio del Toro? ¿Miraditas de estar más allá de todo? Cansan.
Al final, en conjunto, vislumbramos lo mejor del film. Cada día que pasa y que nos permite ir a acostarnos es un día perfecto. Las estupendas imágenes del final con la voz de Lou Reed, en agradecimiento por su “Perfect Day” y ese enigmático “Uno recoge lo que ha sembrado” de su canción, que FLA parece querer ampliar a “Uno recoge lo que vete tú a saber quien ha sembrado”, de fondo, repasando todos y cada uno de los hechos acaecidos durante el transcurso del metraje, es el acertado paraguas sobre el que se recoge una película a la que Fernando León de Aranoa no le ha cogido el punto. Aunque estuvo a punto.
Y como estos hechos, buenos, malos, como se les quiera calificar terminan pasando sí o sí. Porque hay una fuerza resultante de incierto resultado siempre, compuesta por infinitas fuerzas proveniente de infinitos designios, recovecos e intenciones imposibles de domeñar, cambiar de dirección o contravenir. Sobrevivir es lo que hacemos cada día….hasta que llegue el día en que si pudiéramos decir algo todo tendría que ser conjugado en imperfecto.
¡Ah, y la lluvia, que parece que todo lo limpia! O lo embarra.
21 de septiembre de 2015
21 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Última propuesta de Fernando León de Aranoa, cinta en régimen de coproducción y a cuyo reparto no le faltan incluso nombres de postín (Benicio del Toro y Tim Robbins son dos intérpretes que acumulan solvencia y reconocimiento sobrados, y aquí dan plena muestra de su valía), 'Un día perfecto' no arranca con demasiada fluidez; cuesta entrar en su tono y su dinámica narrativa (descoloca ese tono jocoso, socarrón, y ese fondo musical 'rocanrolero' sobre una historia que se desarrolla en un entorno tan duro), pero, a medida que la historia, de premisa argumental tan mínima y liviana (tanto que puede llegar a recordar esas 'historias mínimas' que hace unos años lanzara el argentino Carlos Sorín), va tomando cuerpo y desarrollo y el tono va cobrando sabor agridulce según se va abriendo cada vez más a un enfoque crítico y dramático, termina por erigirse en una propuesta potente de cine-denuncia del bueno, del que no necesita subrayados ni apelaciones al tremendismo para, además de no dejar títere con cabeza, propinarte un buen puñetazo en la boca del estómago. Pocos alegatos más contundentes contra la guerra que éste, con menos violencia bélica explícita. Altamente recomendable.
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