La gran belleza
2013 

7.4
38,890
Comedia. Drama
En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
1 de enero de 2014
1 de enero de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorrentino nos muestra el mundo de excesos de Jep Gambardella, un escritor-periodista acomodado en la gran ciudad de Roma, que aparte de proporcionar un escenario incomparable, es un personaje más. Jep está de vuelta de todo, a sus 65 años, rodeado siempre de fiesta y amigos y viviendo la vida como cree que merece vivirse, con un punto de locura. En realidad Jep busca el placer, la belleza y el problema es que no es tan facil encontrarlos, como podría parecer.
Hay un aire extraño que envuelve todo su metraje, Sorrentino nos cuenta lo dificil que es descubrir la belleza en este mundo, pero la cinta esta llena de "Gran belleza", con un gran gusto por el detalle, con una fotografía muy cuidada y mezclando con unas situaciones y personajes frívolos que hace que el contraste sea sorprendente.
El marco de una ciudad como Roma es aprovechado muy bien para darle más fuerza a la nostalgia y para recordarnos que la historia, nuestro pasado, es importante para saber quien somos y como, lo que nos ha ido sucediendo, nos ha marcado, a pesar de que muchas veces no queramos recordarlo ni mucho menos que nos la recuerden.
Por momentos algo excesiva, puede hacer que el espectador se despiste y no logre ver el fondo ni la belleza de esta gran película.
Muy recomendable.
Hay un aire extraño que envuelve todo su metraje, Sorrentino nos cuenta lo dificil que es descubrir la belleza en este mundo, pero la cinta esta llena de "Gran belleza", con un gran gusto por el detalle, con una fotografía muy cuidada y mezclando con unas situaciones y personajes frívolos que hace que el contraste sea sorprendente.
El marco de una ciudad como Roma es aprovechado muy bien para darle más fuerza a la nostalgia y para recordarnos que la historia, nuestro pasado, es importante para saber quien somos y como, lo que nos ha ido sucediendo, nos ha marcado, a pesar de que muchas veces no queramos recordarlo ni mucho menos que nos la recuerden.
Por momentos algo excesiva, puede hacer que el espectador se despiste y no logre ver el fondo ni la belleza de esta gran película.
Muy recomendable.
29 de marzo de 2014
29 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravilloso juego de espejos que convierte una historia mínima en un brillante ejercicio de estilo que intenta mostrarnos que los que tienen más no son realmente los que más tienen. Doloroso (y divertidísimo) retrato de la burguesía italiana que desmonta cualquier prejuicio o admiración y demuestra que se puede contar una historia desde el más absoluto de los vacios argumentales. Pero este vacío argumental (y el poder visual) los utiliza Paolo Sorrentino como excusa para construir los diálogos más brillantes jamás escritos en una película de estas características que se convierten en puñaladas de color (literales en algún momento) que dibujan a unos burgueses que se limitan a ir de fiesta en fiesta sin más futuro que evitar la resaca, tener alguno que otro momento de sexo con alguien más jóvenes que ellos mismos y que no se les arruguen los caros trajes. “La gran belleza” es la primera película que, sin ningún esfuerzo, demuestra la banalidad de cosas que nos da vergüenza no entender. La película podría resumirse en esa conversación donde una amiga intenta explicar a la otra quien es una de las famosas de una fiesta pero no es capaz de entenderlo repitiendo una y otra vez que no sabe quién porque no tiene televisión a lo que se amiga le dice “ya sé que no tienes televisión, te encargas de recordármelo cada día”. Hay tanta banalidad en lo justo como en lo injusto, en lo bueno como en lo malo, en el exceso como en el defecto. “La gran belleza” demuestra que lo interesante, en exceso, acaba perdiendo todo su interés. Todo ese arte estúpido que esos burgueses admiran no es más que un ejercicio de ego tan grande como el foro romano frente al que vive su protagonista. Todo en “La gran belleza” es maravilloso y está maravillosamente vacio. ¿Qué pretende Paolo Sorrentino con esta película? Quién sabe, pero lo que consigue es un fascinante retrato de una parte inaccesible de nuestra sociedad. “La gran belleza” es “La Dolce Vita” del siglo XXI, construida en torno a tres fiestas, la primera (el cumpleaños del protagonista) que nos presenta a unos personajes encantadoramente vacios, la segunda (la fiesta del coleccionista de arte a mitad de película) donde todos siguen siendo igual de superficiales pero el protagonista comienza a humanizarse gracias a Ramona (y comprobamos esa humanización en el dolor y la posterior frase “me había olvidado lo que significa querer” cuando NO hace el amor con Ramona) y la tercera (que comienza con el protagonista ya absolutamente borracho diciendo la frase lapidaria “las congas de nuestras fiestas son maravillosas porque no llevan a ninguna parte” como alegoría de todo cuanto son). Una máquina de humo que lanza frente a nuestros ojos unos personajes vacios y ostentosos moviéndose en la noche romana. Una obra maestra con escenas irrepetibles dignas de Fellini (la primera fiesta, la escena del doctor que inyecta botox, la escena de la Jirafa o de las grullas, la noche en los palacios, etc). Una película llena de juegos de prestidigitador, de esas películas que son obvias pero te hacen creer que has hecho un esfuerzo por entenderlas (como las películas de Woody Allen que te hacen creerte un falso intelectual) pero una película totalmente coherente con lo que cuenta: el vacio más hermoso o lo que es lo mismo… la gran belleza.
30 de marzo de 2014
30 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobrevalorado homenaje a Fellini, que recuerda también a Allen, a Bergman, e, incluso, en algún momento, a Kubrick, y cuyo mayor mérito (que no el único) es la actuación de Toni Servillo. El protagonista consigue guiarnos por un laberinto de fiestas, perversión, paseos por el esperpento y la soledad, de modo hipnótico.
Estéticamente impecable, el filme contiene una complejidad formal innegable que, sin embargo, es inquietantemente ambigua. Cada crítica que he leído (y he leído muchas) le alaba el ser "extraña" y "excesiva". La sensación de que todas ellas dan por sentado que esos valores han de ser positivos, -por la falta de comprensión que se deriva de ellos, me temo-, se encuentra de frente con la sensación de desagrado y asfixia que propicia una visión de una Roma decadente, sórdida y estéril ("Roma me ha desilusionado") y por el contraste de lo mundano con lo espiritual de forma nada sutil.
Estéticamente impecable, el filme contiene una complejidad formal innegable que, sin embargo, es inquietantemente ambigua. Cada crítica que he leído (y he leído muchas) le alaba el ser "extraña" y "excesiva". La sensación de que todas ellas dan por sentado que esos valores han de ser positivos, -por la falta de comprensión que se deriva de ellos, me temo-, se encuentra de frente con la sensación de desagrado y asfixia que propicia una visión de una Roma decadente, sórdida y estéril ("Roma me ha desilusionado") y por el contraste de lo mundano con lo espiritual de forma nada sutil.
19 de abril de 2014
19 de abril de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un gran, gran ejemplar que abofetea con argumentos sólidos y con mucho hastío la soberbia que acecha al ámbito artístico-intelectual, esa que emplea el bagaje cultural a manera de bluff para impactar y humillar a la masa -por cierto, de fácil sorpresa-, y que ésta a su vez la enaltece a través del halago sin permitirse el intercambio de puntos de vista o bien los cuestionamientos y se limita a concebir su posible incultura sosegadamente.
Hoy Paolo Sorrentino a través de su personaje central Jep Gambardella, escupe su sentir a la falsedad imperante en estas esferas y reitera la inexistente honestidad como fuente de inspiración que le permita escribir, para escudriñar su propia decadencia así como de quienes le rodean. El director y cineasta dota de perspicacia e ironía a este personaje, quien no solo se autocalifica de mundano y misántropo, sino como un ser que va más allá del beneplácito para centrarse en la búsqueda de “La gran belleza”, esa a la sombra de la verborrea, la provocación e insano discurso los cuales no terminan por darle cabida a la autenticidad del quehacer creativo. A sus recién cumplidos 65 años Garbardella se mantiene a la expectativa del fracaso maquillado, propio y ajeno, que imposibilita todo crecimiento y los mantiene en el confort del “ordinario” (ese que tanto detestan del común denominador) y que a través de la tertulia o la fiesta aflora indiscutiblemente.
Cabe señalar que es un filme arropado no solo a nivel de argumento, también por el poder de la fotografía que da muestra de la monumentalidad romana conjugada con la arquitectura moderna, para dar paso a la armonía de encuadres con la exaltación del diseño. Aquí el director de arte se encarga de contextualizar todo con respecto a las diferentes facetas del periodista y escritor. Ambientes lúgubres, exaltantes de esa soledad inminente que les aguarda al concluir la fiesta para sumergirlos en un constante vacío.
Para culminar este comentario, me resta insistir en el poderío de una trama que trae a colación todo tipo de artimañas empleadas para sorprender a las concurrencias, mas el redescubrimiento de la sencillez como elemento de inspiración cierra con broche de oro este sorprendente título, acreedor al Oscar en 2014 como mejor película de habla no inglesa.
De primera instancia no me sorpredió, en revisión terminó cautivándome.
Hoy Paolo Sorrentino a través de su personaje central Jep Gambardella, escupe su sentir a la falsedad imperante en estas esferas y reitera la inexistente honestidad como fuente de inspiración que le permita escribir, para escudriñar su propia decadencia así como de quienes le rodean. El director y cineasta dota de perspicacia e ironía a este personaje, quien no solo se autocalifica de mundano y misántropo, sino como un ser que va más allá del beneplácito para centrarse en la búsqueda de “La gran belleza”, esa a la sombra de la verborrea, la provocación e insano discurso los cuales no terminan por darle cabida a la autenticidad del quehacer creativo. A sus recién cumplidos 65 años Garbardella se mantiene a la expectativa del fracaso maquillado, propio y ajeno, que imposibilita todo crecimiento y los mantiene en el confort del “ordinario” (ese que tanto detestan del común denominador) y que a través de la tertulia o la fiesta aflora indiscutiblemente.
Cabe señalar que es un filme arropado no solo a nivel de argumento, también por el poder de la fotografía que da muestra de la monumentalidad romana conjugada con la arquitectura moderna, para dar paso a la armonía de encuadres con la exaltación del diseño. Aquí el director de arte se encarga de contextualizar todo con respecto a las diferentes facetas del periodista y escritor. Ambientes lúgubres, exaltantes de esa soledad inminente que les aguarda al concluir la fiesta para sumergirlos en un constante vacío.
Para culminar este comentario, me resta insistir en el poderío de una trama que trae a colación todo tipo de artimañas empleadas para sorprender a las concurrencias, mas el redescubrimiento de la sencillez como elemento de inspiración cierra con broche de oro este sorprendente título, acreedor al Oscar en 2014 como mejor película de habla no inglesa.
De primera instancia no me sorpredió, en revisión terminó cautivándome.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Algunas frases por entonar:
El descubrimiento más contundente que he hecho tras cumplir 65, es no perder tiempo en hacer cosas que no quiero...
La escritura crea fantasía, imaginación y mentira...
A mi edad una mujer guapa no es suficiente...
Siempre pensando en la superioridad de los demás... escribe algo propio, sentimiento, dolor...
Una escena poderosa:
El debate de Gambardella con Estefanía y su concepción de logros, éxito y sacrificio...
El descubrimiento más contundente que he hecho tras cumplir 65, es no perder tiempo en hacer cosas que no quiero...
La escritura crea fantasía, imaginación y mentira...
A mi edad una mujer guapa no es suficiente...
Siempre pensando en la superioridad de los demás... escribe algo propio, sentimiento, dolor...
Una escena poderosa:
El debate de Gambardella con Estefanía y su concepción de logros, éxito y sacrificio...
17 de octubre de 2014
17 de octubre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está aquí, de nuevo, el gran cine italiano. No solo el retorno del espíritu de Fellini, también la recuperación de la esencia de los hombres y mujeres que bullen dentro de la bota europea. Reencarnados en el romano, licenciado en calles y terrazas, Jep Gambardella (Toni Servillo), los espectadores recorremos los recovecos de la frustración y la soledad, con una copa de vino en la mano, agitada por el patético ritmo de una conga finisecular.
Hundirse en la belleza como en arenas movedizas, sin posibilidad de levantar el vuelo, de inventar algo nuevo. Es el precio que hay que pagar por vivir en un lugar que trasciende cualquier realidad; un sitio en el que las piedras hablan más y mejor que cualquier erudito; un pantano en el que los mosquitos son flamencos, las máscaras lloran vinagre y nadie hace méritos para ser querido; un territorio en el que las pequeñas historias de sus habitantes no interesan a nadie: demasiada mitología para que ningún mortal importe.
Sorrentino ha hecho algo tan triste y tan bello, con la impagable ayuda del elegante y vetusto latin lover, el hombre que también mamó de la loba, que posiblemente sienta en sus propias carnes la maldición que sigue a cualquier trabajo insuperable; pero que le quiten lo "bailao"
Hundirse en la belleza como en arenas movedizas, sin posibilidad de levantar el vuelo, de inventar algo nuevo. Es el precio que hay que pagar por vivir en un lugar que trasciende cualquier realidad; un sitio en el que las piedras hablan más y mejor que cualquier erudito; un pantano en el que los mosquitos son flamencos, las máscaras lloran vinagre y nadie hace méritos para ser querido; un territorio en el que las pequeñas historias de sus habitantes no interesan a nadie: demasiada mitología para que ningún mortal importe.
Sorrentino ha hecho algo tan triste y tan bello, con la impagable ayuda del elegante y vetusto latin lover, el hombre que también mamó de la loba, que posiblemente sienta en sus propias carnes la maldición que sigue a cualquier trabajo insuperable; pero que le quiten lo "bailao"
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