Revenant: El renacido
2015 

7.2
73,904
Aventuras. Western
Año 1823. En las profundidades de la América salvaje, el explorador Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) participa junto a su hijo mestizo Hawk en una expedición de tramperos que recolecta pieles. Glass resulta gravemente herido por el ataque de un oso y es abandonado a su suerte por un traicionero miembro de su equipo, John Fitzgerald (Tom Hardy). Con la fuerza de voluntad como su única arma, Glass deberá enfrentarse a un territorio hostil, ... [+]
3 de junio de 2016
3 de junio de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acción.
Spielberg, cuando filmó su celebrado desembarco, tomó la decisión de grabarlo mediante una sucesión de cámaras subjetivas y planos en primera persona que sumergían el espectador en mitad de la contendía. Spielberg no abría el plano hasta que los soldados alcanzaban la colina; pues si los soldados, en mitad de la confusión, no podían ver con claridad más allá de 10 metros, nosotros, para que la inmersión sea total, tampoco deberíamos. Sin embargo, a pesar del desorden y frenetismo propios de aquella temeraria empresa, la escena resulta ser clara y concisa, ya que Spielberg no se despega de su soldado en toda la secuencia, permitiendo que el espectador construya el espacio a medida que este soldado se desplaza de manera lineal hacia la colina. Un espacio que queda claramente definido por la simple trazada de las balas en el agua, al permitir ubicar la localización de los defensores; definiendo, incluso mientras los soldados están sumergidos, el brutal escenario en el que se desarrolla la acción.
Cuando Iñárritu filma el asalto de los indios también apuesta por las cámaras subjetivas y los planos en primera persona, pero ahí se acaban las coincidencias. La diferencia más importante es que aquí no hay ninguna construcción espacial. El director, a fuerza de gritar aquí estoy yo mediante planos secuencias, destroza cualquier intento de ubicar elemento alguno. Los personajes simplemente deambulan por el espacio, reciben flechas por la espalda y se dan la vuelta (para saludar al enemigo, suponemos), y luego, tras un rato, se la vuelven a dar tan ricamente. Mientras, los indios, que por lo visto no tenían ni un gramo de inteligencia para la estrategia, se limitan a dar paseos a caballo por el campamento, sin orden ni concierto alguno, evitando eliminar a los blancos más fáciles (que vienen de cara) para disparar hacia los mismos ángulos en donde están sus compañeros, lo cual, es obvio, suele ser enormemente efectivo.
Hechos reales.
La realidad, obviamente, es mucho más vasta que nuestra imaginación, ya que de hecho ésta sólo es una pequeña parte de aquella. Pero una película, toda película, sea como sea, nunca será más que un producto de la imaginación. Pregonar que tu película está basada en “hechos reales” y, a continuación, contar una historia que de tan exagerada parece una de superhéroes (de las que con tanta displicencia habló en Birdman…), quizá sólo ponga sobre el tapete el “hecho real” de que aquí alguien se ha podido estar “tirando el rollo”. Si quieres hacer parecer real una pelea contra un grizzli esta no puede durar mucho, debe suceder inmediatamente algo que impida al oso hacer su trabajo. Sin embargo, cinco minutos de oso ultrarrealista dando zarpazos y mordidas no son suficientes para acabar con Di Caprio. Es decir, Iñárritu decide ignorar que si tras la décima mordida el personaje sigue vivo, y no semidescuartizado, toda la verosimilitud se va al garete por mucho que haya costado el efecto o muy real que parezca. Y este mismo proceder efectista se repite mecánicamente a lo largo de la película, porque Iñárritu no quiere poner una pelea verosímil, quiere la pelea del siglo, la pelea de Hollywood, la noche invernal épica, la caída gloriosa y la redención crística.
Creo que fue Sócrates quien dijo aquello de que la sencillez es el sello de la verdad. Esta máxima se aplica tanto a la física como al cine. Heisenberg (el interesante, no el otro), que conocía al dedillo la teoría pitagórica y con la que de hecho estaba de acuerdo en lo sustancial, añadió comentando la anterior que <<la belleza es el resplandor de la verdad>>; y Goethe, un siglo antes, intituló un obra como Poesía y Verdad, dando a entender que ambas siempre iban de la mano. Vale, no se sí esto último tiene mucho que ver, pero es mejor que hablar de... Iñárritu (pufff) quiere hacer algo bello y simultáneamente incrusta giros que de puro artificiosos resultarían dignos de cualquier culebrón venezolano (la historia del hijo, la sanación india...). Iñárritu quiere hacer algo verdadero y simultáneamente impostar cada escena hasta la más bizarra exageración (todas las escenas de acción y supervivencia y la mayor parte de los diálogos). Iñárritu, cabe deducir, debe saber más que todos ellos.
Spielberg, cuando filmó su celebrado desembarco, tomó la decisión de grabarlo mediante una sucesión de cámaras subjetivas y planos en primera persona que sumergían el espectador en mitad de la contendía. Spielberg no abría el plano hasta que los soldados alcanzaban la colina; pues si los soldados, en mitad de la confusión, no podían ver con claridad más allá de 10 metros, nosotros, para que la inmersión sea total, tampoco deberíamos. Sin embargo, a pesar del desorden y frenetismo propios de aquella temeraria empresa, la escena resulta ser clara y concisa, ya que Spielberg no se despega de su soldado en toda la secuencia, permitiendo que el espectador construya el espacio a medida que este soldado se desplaza de manera lineal hacia la colina. Un espacio que queda claramente definido por la simple trazada de las balas en el agua, al permitir ubicar la localización de los defensores; definiendo, incluso mientras los soldados están sumergidos, el brutal escenario en el que se desarrolla la acción.
Cuando Iñárritu filma el asalto de los indios también apuesta por las cámaras subjetivas y los planos en primera persona, pero ahí se acaban las coincidencias. La diferencia más importante es que aquí no hay ninguna construcción espacial. El director, a fuerza de gritar aquí estoy yo mediante planos secuencias, destroza cualquier intento de ubicar elemento alguno. Los personajes simplemente deambulan por el espacio, reciben flechas por la espalda y se dan la vuelta (para saludar al enemigo, suponemos), y luego, tras un rato, se la vuelven a dar tan ricamente. Mientras, los indios, que por lo visto no tenían ni un gramo de inteligencia para la estrategia, se limitan a dar paseos a caballo por el campamento, sin orden ni concierto alguno, evitando eliminar a los blancos más fáciles (que vienen de cara) para disparar hacia los mismos ángulos en donde están sus compañeros, lo cual, es obvio, suele ser enormemente efectivo.
Hechos reales.
La realidad, obviamente, es mucho más vasta que nuestra imaginación, ya que de hecho ésta sólo es una pequeña parte de aquella. Pero una película, toda película, sea como sea, nunca será más que un producto de la imaginación. Pregonar que tu película está basada en “hechos reales” y, a continuación, contar una historia que de tan exagerada parece una de superhéroes (de las que con tanta displicencia habló en Birdman…), quizá sólo ponga sobre el tapete el “hecho real” de que aquí alguien se ha podido estar “tirando el rollo”. Si quieres hacer parecer real una pelea contra un grizzli esta no puede durar mucho, debe suceder inmediatamente algo que impida al oso hacer su trabajo. Sin embargo, cinco minutos de oso ultrarrealista dando zarpazos y mordidas no son suficientes para acabar con Di Caprio. Es decir, Iñárritu decide ignorar que si tras la décima mordida el personaje sigue vivo, y no semidescuartizado, toda la verosimilitud se va al garete por mucho que haya costado el efecto o muy real que parezca. Y este mismo proceder efectista se repite mecánicamente a lo largo de la película, porque Iñárritu no quiere poner una pelea verosímil, quiere la pelea del siglo, la pelea de Hollywood, la noche invernal épica, la caída gloriosa y la redención crística.
Creo que fue Sócrates quien dijo aquello de que la sencillez es el sello de la verdad. Esta máxima se aplica tanto a la física como al cine. Heisenberg (el interesante, no el otro), que conocía al dedillo la teoría pitagórica y con la que de hecho estaba de acuerdo en lo sustancial, añadió comentando la anterior que <<la belleza es el resplandor de la verdad>>; y Goethe, un siglo antes, intituló un obra como Poesía y Verdad, dando a entender que ambas siempre iban de la mano. Vale, no se sí esto último tiene mucho que ver, pero es mejor que hablar de... Iñárritu (pufff) quiere hacer algo bello y simultáneamente incrusta giros que de puro artificiosos resultarían dignos de cualquier culebrón venezolano (la historia del hijo, la sanación india...). Iñárritu quiere hacer algo verdadero y simultáneamente impostar cada escena hasta la más bizarra exageración (todas las escenas de acción y supervivencia y la mayor parte de los diálogos). Iñárritu, cabe deducir, debe saber más que todos ellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Fotografía.
La fotografía de las películas de Malick no es un simple añadido estético. No es una colección de fondos de escritorio con las que apabullar al espectador mediante paisajes de infarto. El aliento lírico de su fotografía tiene una equivalencia perfecta con unas historias que fluyen sin cortapisas, naturalmente, sin encajes ni cronómetros. Malick siempre nos habla de la vida y del ser humano desde una perspectiva renacentista con la que no sólo comparte paleta. Sus temas, sus personajes, sus contextos invitan siempre a reflexionar sobre lo humano y lo divino, lo firme y lo que se desliza silenciosamente en la oscura ambigüedad. No son estereotipadas historias de venganza resultas ad hoc en nombre del Dios verdadero.
Iñárritu, con sus planos ultramedidos e hiperestudiados, anula cualquier posible lirismo mediante una extenuante sucesión de postales retocadas. La naturalidad (la naturaleza en su acepción literal) de Malick y Lubezki es aplastada en pos de la imagen definitiva. Pero son imágenes que poco tienen que ver con la historia que se nos cuenta, poco más que un decorado bonito. Quizá a Iñárritu no solo le viniera bien leerse a Horacio o a Goethe, sino que también debería verse unos cuantos westerns (empezando por los de John Ford) de esos en donde el paisaje, el carácter de los personajes y la historia que se contaban eran una sola y misma cosa. Y ya puestos, que se revea también las películas de Spielberg y Malick. Y las de Peter Weir. Y Dersu Uzala. Ostias.
La fotografía de las películas de Malick no es un simple añadido estético. No es una colección de fondos de escritorio con las que apabullar al espectador mediante paisajes de infarto. El aliento lírico de su fotografía tiene una equivalencia perfecta con unas historias que fluyen sin cortapisas, naturalmente, sin encajes ni cronómetros. Malick siempre nos habla de la vida y del ser humano desde una perspectiva renacentista con la que no sólo comparte paleta. Sus temas, sus personajes, sus contextos invitan siempre a reflexionar sobre lo humano y lo divino, lo firme y lo que se desliza silenciosamente en la oscura ambigüedad. No son estereotipadas historias de venganza resultas ad hoc en nombre del Dios verdadero.
Iñárritu, con sus planos ultramedidos e hiperestudiados, anula cualquier posible lirismo mediante una extenuante sucesión de postales retocadas. La naturalidad (la naturaleza en su acepción literal) de Malick y Lubezki es aplastada en pos de la imagen definitiva. Pero son imágenes que poco tienen que ver con la historia que se nos cuenta, poco más que un decorado bonito. Quizá a Iñárritu no solo le viniera bien leerse a Horacio o a Goethe, sino que también debería verse unos cuantos westerns (empezando por los de John Ford) de esos en donde el paisaje, el carácter de los personajes y la historia que se contaban eran una sola y misma cosa. Y ya puestos, que se revea también las películas de Spielberg y Malick. Y las de Peter Weir. Y Dersu Uzala. Ostias.
5 de enero de 2016
5 de enero de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como espectáculo visual funciona a la perfección. La fotografía es deslumbrante y prodigiosa y no sólo por los maravillosos paisajes, sino por los movimientos de cámara y la fuerza de cada plano.
Por otro lado la interpretación de DiCaprio es buena, aunque muy física, pero no te conmueve y eso entre otras causas porque parece un superhombre. Todo pensado para los Oscar.
Sin embargo yo no puedo considerar una obra maestra a esta película, tal y como algunos han visto, desde el momento que aunque esté basada en hechos reales, no puedo creerme que un hombre sobreviva a varios ataques de un oso enorme que ve amenazadas a sus crías, es más sale sin ninguna rotura de huesos y sin infecciones de no curarse las heridas producidas. Más tarde sobrevive después de estar en el río helado cayendo por unos rápidos. Y por último, pasando por alto las múltiples heridas en ataques y peleas, sobrevive a la caída en caballo desde un gran desnivel.
Todo ello hace que sea poco realista y para colmo cuando hace el cambio de la brutalidad y la supervivencia a lo místico creo que se equivoca. También el metraje parece excesivo y con un final de diez minutos de reloj de títulos de crédito.
Creo que Yarritu se recrea asimismo, rizando el rizo del narcisismo y no niego que a otros les haya parecido una maravilla.
Por otro lado la interpretación de DiCaprio es buena, aunque muy física, pero no te conmueve y eso entre otras causas porque parece un superhombre. Todo pensado para los Oscar.
Sin embargo yo no puedo considerar una obra maestra a esta película, tal y como algunos han visto, desde el momento que aunque esté basada en hechos reales, no puedo creerme que un hombre sobreviva a varios ataques de un oso enorme que ve amenazadas a sus crías, es más sale sin ninguna rotura de huesos y sin infecciones de no curarse las heridas producidas. Más tarde sobrevive después de estar en el río helado cayendo por unos rápidos. Y por último, pasando por alto las múltiples heridas en ataques y peleas, sobrevive a la caída en caballo desde un gran desnivel.
Todo ello hace que sea poco realista y para colmo cuando hace el cambio de la brutalidad y la supervivencia a lo místico creo que se equivoca. También el metraje parece excesivo y con un final de diez minutos de reloj de títulos de crédito.
Creo que Yarritu se recrea asimismo, rizando el rizo del narcisismo y no niego que a otros les haya parecido una maravilla.
14 de enero de 2016
14 de enero de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil, muy difícil, intentar contar una novela en una película sin hacer cambios. Los lenguajes no son los mismos, ni los tiempos, ni las pausas... Es muy difícil.
Iñárritu lo ha intentado. Y le ha salido un producto digno, pero de ninguna forma magistral. Los ritmos irregulares que la novela tiene (que toda novela tiene) se detectan en la película y, bajo mi punto de vista, de manera excesiva.
Tras un inicio brutal y una continuación impactante, el ritmo se detiene para que los protagonistas, y el espectador, descansen. Pero el descanso es excesivo para un inicio tan diferente. Demasiado largo. Se hace tedioso por el exceso de lo onírico (esto Iñárritu se lo tendrá que hacer mirar en algún momento) y de las historias paralelas. A muchos les hará desconectar de la historia principal.
Y cuando el ritmo regresa lo hace también de forma excesiva. Demasiado descanso y desconexión. Uno acaba mirando la pantalla pensando si de veras a alguien le puede pasar todo eso. La desconexión anterior, tan larga, tiene la culpa de esto.
El final no es malo, pero llega tarde. Demasiado tarde. Y muchos ya están con más ganas de ver terminar la película que de descubrir cómo termina.
Iñárritu mueve la cámara con maestría, muestra una fotografía bellísima y el trabajo de los protaonistas es bueno. Pero el guión no está debidamente adapatado y el director parace haberse quedado conforme con eso, lastrando los tiempos de la película de forma mortal.
Me ha gustado, pero yo no le daría más de un 7.
Iñárritu lo ha intentado. Y le ha salido un producto digno, pero de ninguna forma magistral. Los ritmos irregulares que la novela tiene (que toda novela tiene) se detectan en la película y, bajo mi punto de vista, de manera excesiva.
Tras un inicio brutal y una continuación impactante, el ritmo se detiene para que los protagonistas, y el espectador, descansen. Pero el descanso es excesivo para un inicio tan diferente. Demasiado largo. Se hace tedioso por el exceso de lo onírico (esto Iñárritu se lo tendrá que hacer mirar en algún momento) y de las historias paralelas. A muchos les hará desconectar de la historia principal.
Y cuando el ritmo regresa lo hace también de forma excesiva. Demasiado descanso y desconexión. Uno acaba mirando la pantalla pensando si de veras a alguien le puede pasar todo eso. La desconexión anterior, tan larga, tiene la culpa de esto.
El final no es malo, pero llega tarde. Demasiado tarde. Y muchos ya están con más ganas de ver terminar la película que de descubrir cómo termina.
Iñárritu mueve la cámara con maestría, muestra una fotografía bellísima y el trabajo de los protaonistas es bueno. Pero el guión no está debidamente adapatado y el director parace haberse quedado conforme con eso, lastrando los tiempos de la película de forma mortal.
Me ha gustado, pero yo no le daría más de un 7.
30 de enero de 2016
30 de enero de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a hacer un experimento. Pensad en vuestras películas preferidas. Ahora decidme si con alguna de ellas podéis afirmar lo siguiente: “visualmente es maravillosa pero… el guión no es gran cosa”. No, ¿verdad? Si al final el guión va a tener ‘cierta’ importancia en el cine…
Nos gustan las películas que cuentan una historia impactante, subyugante, que emocionan por sus diálogos, por la evolución del personaje, porque plantean un conflicto moral, porque nos hacen reír, porque nos permiten soñar, etc. No se trata de que la historia sea siempre extraordinariamente original, sino de que esa historia, al menos, proponga nuevos puntos de vista en los que asome la personalidad del creador.
El otro día alguien me comentó la típica afirmación del escritor resignado: “todas las historias ya están contadas”. Y yo le respondí: “tal vez… pero no contadas por ti”.
Y no era un congreso de autoayuda, es una realidad incontrovertible: puedes hablar de amor, puedes hablar de muerte, o de venganza, puedes escribir la historia de siempre, pero con un poco de talento y ambición, tendrás la capacidad de que esa historia sea única, simplemente porque no hay nadie como tú. Tan fácil (y ridículo) como eso.
Iñárritu posee una destreza técnica pocas veces vista en el cine de las dos últimas décadas, pero no tiene ni talento ni ambición… narrativa. Lo ha demostrado película tras película.
Solo en Birdman trató de hacer algo diferente y a la hora se cansó, porque lo que le gusta es trastear con los cacharros y demostrar su enorme capacidad técnica. Bien por ti, Alejandro, pero así nunca serás uno de los grandes, por muchos Oscar que colecciones.
Buena parte de las críticas positivas que he leído de El Renacido coinciden en que la historia que cuenta no es nada del otro mundo. Hay quien la resume en un par de líneas.
El Renacido se entrega por completo al virtuosismo de sus planos secuencia y a la belleza del paisaje. Impacta la forma, es una delicia visual, desde la primera parte con el ataque de los indios, pasando por la famosa escena del oso, o todo del proceso de recuperación del personaje de Di Caprio.
Bellísima, impresionante, pero nada más… Sin un buen guión, una película nunca anida en nuestro cerebro, pasa ante nuestra mirada y se pierde en el horizonte. “¿Te acuerdas de El Renacido?” “Ah sí, aquella de Di Caprio, impresionante la escena del oso, pero ¿de qué iba? Es verdad, al final ganó el Oscar”.
En cuanto a la actuación de Di Caprio, pues no sé, que le den el Oscar por favor, que si no este chaval se nos transforma en Birdman y se (*spoiler)
Pero, ¿desde cuándo una buena interpretación se mide por el grado de sufrimiento que exige el personaje? No sé, ahí lo dejo.
Lo Mejor: la parte técnica es más que brillante.
Lo Peor: el guión es poco menos que vulgar.
[escrito por david rubio para bolsamania.com/cine]
Nos gustan las películas que cuentan una historia impactante, subyugante, que emocionan por sus diálogos, por la evolución del personaje, porque plantean un conflicto moral, porque nos hacen reír, porque nos permiten soñar, etc. No se trata de que la historia sea siempre extraordinariamente original, sino de que esa historia, al menos, proponga nuevos puntos de vista en los que asome la personalidad del creador.
El otro día alguien me comentó la típica afirmación del escritor resignado: “todas las historias ya están contadas”. Y yo le respondí: “tal vez… pero no contadas por ti”.
Y no era un congreso de autoayuda, es una realidad incontrovertible: puedes hablar de amor, puedes hablar de muerte, o de venganza, puedes escribir la historia de siempre, pero con un poco de talento y ambición, tendrás la capacidad de que esa historia sea única, simplemente porque no hay nadie como tú. Tan fácil (y ridículo) como eso.
Iñárritu posee una destreza técnica pocas veces vista en el cine de las dos últimas décadas, pero no tiene ni talento ni ambición… narrativa. Lo ha demostrado película tras película.
Solo en Birdman trató de hacer algo diferente y a la hora se cansó, porque lo que le gusta es trastear con los cacharros y demostrar su enorme capacidad técnica. Bien por ti, Alejandro, pero así nunca serás uno de los grandes, por muchos Oscar que colecciones.
Buena parte de las críticas positivas que he leído de El Renacido coinciden en que la historia que cuenta no es nada del otro mundo. Hay quien la resume en un par de líneas.
El Renacido se entrega por completo al virtuosismo de sus planos secuencia y a la belleza del paisaje. Impacta la forma, es una delicia visual, desde la primera parte con el ataque de los indios, pasando por la famosa escena del oso, o todo del proceso de recuperación del personaje de Di Caprio.
Bellísima, impresionante, pero nada más… Sin un buen guión, una película nunca anida en nuestro cerebro, pasa ante nuestra mirada y se pierde en el horizonte. “¿Te acuerdas de El Renacido?” “Ah sí, aquella de Di Caprio, impresionante la escena del oso, pero ¿de qué iba? Es verdad, al final ganó el Oscar”.
En cuanto a la actuación de Di Caprio, pues no sé, que le den el Oscar por favor, que si no este chaval se nos transforma en Birdman y se (*spoiler)
Pero, ¿desde cuándo una buena interpretación se mide por el grado de sufrimiento que exige el personaje? No sé, ahí lo dejo.
Lo Mejor: la parte técnica es más que brillante.
Lo Peor: el guión es poco menos que vulgar.
[escrito por david rubio para bolsamania.com/cine]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
suicida en escena…
13 de febrero de 2016
13 de febrero de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hacemos bueno aquello de que "si lo que está, da lo mismo que no esté", con dos horas o menos de duración, hubiera ido que chuta. Las planos a priori "imposibles" de llevar a cabo, hoy en día están a la hora del día e incluso con mas mordiente, en series como Fortitude o la actual Trapped. Y si se trata de darle un Oscar por sus efectos especiales, pues no se yo lo que habría que darle a los documentales de Attemborough...el Nobel por lo menos. La historia no resiste un pase. Previsible desde el minuto uno y contada decenas de veces desde aquellos viejos western. La pretendida épica que se cuenta se lleva por delante las actuaciones, especialmente la de Di Caprio, con un esfuerzo dramático digno de mejores momentos cinematográficos. Está cada vez mas claro que las grandes producciones están tocadas de muerte. Necesitan apelar al recurso "épico" para solventar la escasez de ideas, pero ni asi logran superar la calidad de series actuales como las que antes mencioné o cualquiera de las que a todos nos vienen a la mente con un solo toque de memoria.
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