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Los santos inocentes

Drama España franquista. Durante la década de los sesenta, una familia de campesinos vive miserablemente en un cortijo extremeño bajo la férula del terrateniente. Su vida es renuncia, sacrificio y y obediencia. Su destino está marcado, a no ser que algún acontecimiento imprevisto les permita romper sus cadenas. Adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes. (FILMAFFINITY)
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7
25 de junio de 2013 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es normal que una película que logre profundizar de tal manera en la sociedad ibérica, sus gentes y su contexto, la vida rural y ese mirar al cielo para exclamar un "salir de pobres", sea una de las grandes del cine español, por sus costumbres y por la esperanza, por el contacto o por su falta, por el contraste con la prosperidad, todo queda en el cortijo, recibir y dar órdenes en diferentes generaciones que engloban la vida porque entre todos los personajes se puede decir que se abarca a un país en tal situación, desde el tío y la niña chica hasta el terrateniente y la marquesa.

Y así se graba, recibiendo órdenes, entre vivencias y anécdotas, así es como se cuenta el buen cine, el contacto entre el obediente y otras clases, del hogar a la caza, una convivencia difícil que hace de lo cotidiano una tensión creciente que profundiza en un enfoque basado en el cambio entre el que sabe recoger las presas con el lisiado. que deja brotar el ego, me faltó ver un invierno, pero la historia de indignidad tiene muchos valores que analizar, algunos personajes se me quedan a medias, pero el interés se centra en la historia de voluntad de la servidumbre, el día de la batida se vuelve a tronzar el hueso, así es la jerarquía, es la ley de vida, un disparo a la milana, a veces el pueblo responde.
10
30 de diciembre de 2016 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche volvía a ver una película que estoy seguro que habréis visto no solo una sino dos veces o más. En ella no se ofrecía una imagen irreal o exagerada de lo que fue España hace algunos años, como algunos, por cojear del pie del que cojean, prefieren afirmar, sino que era una escena captada de la misma realidad, primero por la pluma de uno de los escritores más importantes de este país, y luego, puesta en movimiento y con personajes de carne y hueso por un gran director así como por unas insuperables actrices y actores. Una España que, como ya he apuntado, fue, pero que algunos, más que por nostalgia por interés, quieren que vuelva a ser o, mejor dicho, que no deje de ser.
Se trataba del mundo feudal, oscuro y cruel donde un matrimonio de mediana edad, sus dos hijos mayores, un chico y una chica, la hija menor, una niña eternamente chica y su tío, que compartía con ella ese halo de pureza que solo algunos seres poseen, luchaban por subsistir, pues había seres para los que ellos no eran más valiosos que un par de palomas torcaces o unos cuantos cerdos. Un estado de cosas donde una mísera bombilla pendiente de un cable suponía diferencia infinita con una covacha apenas alumbrada por un cabo de vela. Un mundo donde a los señoritos tan solo les interesaba que sus sirvientes supieran lo justo: escribir con esfuerzo su propio nombre en una libreta para darle en las narices a algún embajador que dudase de la educación que estos recibían en esa España modélica.
En fin, volvía a verla y en cierto modo sentía esa sensación que experimenté cuando en un hospital alguien puso en el único televisor que había una serie sobre urgencias hospitalarias. Porque aquí y ahora todavía hay muchos españoles que siguen viviendo en covachas donde la luz eléctrica es un artículo de lujo. Españoles que no tienen más remedio que resignarse, tragarse el orgullo y decirle a sus patronos que a mandar, que para eso están ellos, para servirlos en los que haga falta por una miseria.
9
2 de enero de 2017 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la salida del Cine Gasteiz de Vitoria, en una sesión del estreno de "Los santos inocentes"; poco después del aplauso generalizado de la sala por la justiciera acción de Azarías sobre el señorito Iván, alguien, por mi condición de extremeño, me preguntó si estaba exagerada la adaptación de Camus o si el propio Miguel Delibes había cargado las tintas en la novela publicada tres años antes. Ni lo uno ni lo otro, contesté, ambas (película y obra literaria) eran puro realismo, puro naturalismo.

La acción transcurre en la década de 1960 y hoy (50 años después), en cortijos y tierras de labranza, los señoritos siguen haciendo de las suyas, amparándose aún en la necesidad e ignorancia de los campesinos, muchos de ellos inmigrantes; cobijados bajo el paraguas de la administración: subvenciones y ceguera ante la explotación y confiados en que la "justicia" siempre seguirá de su lado: por algo sus hijos siguen carreras en la judicatura, y los Mohamed del nuevo milenio se juegan los "papeles" para que el mejor aceite, los mejores quesos y el mejor pimentón lleguen puntualmente a sus banquetes con banqueros y políticos. Muchos siguen llamando amos a los terratenientes y, a falta de boina, enrollan entre sus manos viseras con la publicidad de la empresa alimentaria de "Don Ramón".

Lástima que se nos fuera el maestro vallisoletano, podría haber escrito en estos nuevos días de crisis y orfandad la segunda parte, y a la estirpe de Paco y Régula haber sumado la de Dris y Fátima; y a la ilustre familia de la Sra marquesa se uniría, de buen grado, la del jeque de Dubai: Mansour Al Nahyan, recibido con honores de Jefe de Estado por el Presidente de la Junta de Extremadura. Y es que en estas tierras, muerto de nuevo Viriato, parece que queremos recobrar pronto nuestras tristes señas de identidad.
Yo, hijo de jornaleros y emigrantes, me siento identificado plenamente con la parte de los sirvientes. Sin rencor, me gustaría saber si la otra parte se siente también fielmente retratada.

Mario Camus, junto a Antonio Larreta y Manuel Matji, consiguió una perfecta adaptación que contentó al propio novelista y todas las interpretaciones fueron soberbias; consiguiendo Paco Rabal y Alfredo Landa el Premio de Interpretación en Cannes. El acierto en la música (Antón García Abril y el rabel de Pedro Madrid) y la fotografía (Hans Burmann) redondearon una obra maestra de la cinematografía española; sin ninguna duda entre nuestras diez mejores películas.
9
18 de septiembre de 2021 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sólo fue un gran aficionado a la caza, estas salidas también le sirvieron para adquirir bastos conocimientos de la fauna y de la flora y, sobre todo, para conocer bien a fondo a los de arriba, y a los de abajo, en la sociedad española. Según cuentan sus biógrafos, Miguel Delibes (1920-2010), simpatizó con el bando franquista durante la Guerra Civil, pero, luego, tendría encima a los censores de la dictadura por varias de sus novelas, e incluso, cuando fue catedrático de historia en la Escuela de Comercio. Quizás, por razones de este tipo, fue que sólo hasta 1981, consiguió (o se propuso) publicar, “Los Santos Inocentes”, novela en la que ilustra las profundas desigualdades sociales y los abusos de los terratenientes.

Tres años después de publicada la novela, Mario Camus, se ocupa de adaptarla para cine en colaboración con Antonio Larreta y Manuel Matji; y el mismo Camus, la dirigiría con un virtuosismo que quizás no tuvo antes… y tampoco nunca repetiría. Claro que, para representar a los de abajo, contó con un reparto de quitarse el sombrero, en especial, Francisco Rabal y Alfredo Landa quienes hacen de, Azarías y Paco, dos figuras inmortales.

Paco, es el cabeza de familia con una esposa, tres hijos y un cuñado, los cuales trabajan en la hacienda del cacique don Pedro, un hombre que los trata con mayor respeto del que suele ser común en la vida real, pero, no así el señorito Iván, quien, guiado por personalistas intereses, se va descarando cada vez más.

Emerge como una majestuosa experiencia de vida, la profunda conexión y sensibilidad que Azarías demuestra con las aves, no obstante ser un hombre con un claro retraso mental (“corto de entendederas”, como lo define su cuñado), y el entendimiento de la naturaleza que demuestra el noble Paco -al punto que lo convierte en imprescindible para el insensible cazador-, es otra experiencia que conmueve hasta las entrañas.

Son, en definitiva, estos dos personajes los que cargan con los puntos fuertes de la historia, porque, hasta en los capítulos titulados, Quirce (1) y Nieves (2), estas figuras no dejan ninguna huella y vuelve a ser la presencia del par de veteranos la que domina completamente la historia; y en cuanto a los que representan a los de arriba, tengo que decir que, el que hace del señorito Iván, luce un tanto limitado en vocalización; y la imagen asistencialista (limosnas para aligerar la conciencia) de la señora marquesa, resulta bastante mañé así como ha sido presentada. Mejor resulta la joven Miriam (Maribel Martin), con ese admirable espíritu liberal, pero, infortunadamente, su rol resulta bastante breve.

Muy bien por la intención, y logro, de Camus (¿y Delibes?) de mantener en un cierto equilibrio a los polos antepuestos, de tal manera que no se alienta resentimiento hacia ninguna clase social sino hacia particulares individuos, ¡como debe ser!, y en términos generales, el filme es de una altura moral realmente ejemplarizante.

Fotografía, diseño de producción, banda sonora, edición… sin objeciones y, en definitiva, sale uno complacido con una historia que consigue llegarnos al alma.

In Memorian de Mario Camus, fallecido el 18 de septiembre de 2021.
9
24 de septiembre de 2021 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco menos de una semana falleció Mario Camus a los 86 años. Va en su recuerdo.

Estamos en la España franquista, década de los sesenta. Una familia campesina vive pobremente en un cortijo extremeño bajo el dominio del terrateniente. Su vida se reduce a obedecer y pasar penalidades. Su destino está marcado, salvo que ocurra algo que les permita romper sus cadenas.

Las humillaciones de estos jornaleros simbolizan las injusticias cometidas sobre la población pobre en el conjunto de España, durante la dictadura. Lo cual proporcionó a Camus la materia para construir una auténtica joya del cine español. Está basada en la novela homónima de Delibes escrita en 1981, que es también una obra literaria cumbre.

Paco, Regula, sus cuatro hijos con la Niña Chica y Azarías se convirtieron en la mirada sin pliegues de Camus en una especie de espejo cruel y naturalista. Camus captura la dureza y también la riqueza que caracteriza las vidas de estos obreros rurales.

Excelente Paco Rabal y Alfredo Landa… no va más.

El filme presenta a estas personas de una manera gradual y fascinante, sin enfatizar demasiado las formas reprobables en que son tratadas, tratando lenta y cuidadosamente los acontecimientos de la historia.

La novela ha quedado ya indefectiblemente unida a la película que es sin duda expresión máxima de un cine que es también compromiso moral, un cine que define a la perfección el sentido del oficio, del pudor y del deber (Mención especial Festival de Cannes). Pocos directores tan transparentes, tan claros y tan cabales.
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