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La novicia rebelde

Musical. Drama Austria, 1938. María es una alegre novicia que abandona la abadía para convertirse en la institutriz de los siete hijos de un militar retirado, el capitán von Trapp, viudo desde hace poco tiempo. La casa de los von Trapp funciona como un cuartel, pero María consigue devolver la alegría a los niños y ganarse su respeto y cariño. (FILMAFFINITY)
Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
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7
9 de noviembre de 2008 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas veces se hace preciso comparar la dirección con una cuaraduría, y creo que es ocasión de hacerlo en una película, que, en el pleno arrabato rosa de Holywood se da con una naturalidad que paradójicamente revela la técnica conceptual, que retoma los mismos fundamentos básicos del teatro clásico para el conjunto que jamás pretendió no ser cursi. Los recursos visuales, en el contexto de la época, armonizan con la personalidad de Andrews como el ícono de todo un sistema de valores y espectativas de la posguerra, en donde, el título hace más bien referencia a la espectativa de encontrar un alivio en los supuestos culturalizados de esa Segunda Guerra Mindial de gran frescura en el momento de la filmación, así como la natural ambición de sencillez que el papel de Andrews representa. Sin mayores alcances de un tratamiento plural en modo alguno, el estereotipo occidental es vehículo para representar el arquetipo del retorno a la vida por el canto que espera, con una toma de espectativas sincera y centrada en esa emoción musical. Fotografía y composcisión de una excelente curaduria, para museo documental.
10
13 de diciembre de 2024 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra increíble. Algo que te toca con toda la intensión y todo el amor en el alma. No es solo Austria contra el imperio Nazi. O una cultura queriendo succionarse a otra. Es como solo aquellos capaz de escuchar, no solo las palabras, sino el sonido de la música, pueden escapar.

Ese sonido que solo quienes realmente le prestan atención pueden llegar, no a algo más grande, sino a algo hermoso. Eso es lo que representa y es el sonido de la música.

Mi nota es 10/10.
3
18 de febrero de 2010
38 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de los años 60 Robert Wise, un correcto, poco escrupuloso y bien mandado director que unos pocos años antes había dirigido, junto a Jerome Robbins, la estilizada y ambiciosa West side story, con un conocimiento profundo de las técnicas comerciales cinematográficas del momento, no dudó en dar una vuelta de tuerca más a su ya consolidado liderazgo en su cine tan espectacular y vistoso, como ampuloso y bisoño, al crear una película como Sonrisas y lágrimas, un espectáculo de monjas, niños, montañas y nazis que carece del más mínimo sentido del ridículo, una impostura que atenta contra la inteligencia del espectador menos avezado, una suerte de escenas cosidas con hilo de oro y que poco a poco se desmoronan por su inanidad y el propio peso de su obsesión por trascender.
Ni al guionista, Ernest Lehman, ni al director se les pasó en ningún momento por la cabeza el contarnos algo que nos emocionase de verdad, no obstante su sólida y cínica hipótesis de partida: intentar emocionar sin que pasase nada turbio y desagradable, encantar con personajes irreales y entretener con argumentos tan fútiles como estúpidos, aunque la Gestapo y las SS anduviesen por allí intentando arruinar la paz de esas tierras... los muy "ladinos".
Con esas premisas, los productores, el guionista y el director no dudan en frotarse las manos con los beneficios esperados al llenar las salas de cine con puestas en escena tan absurdas como ridículas, como las monjas haciendo rápel por la pared de un convento (espectáculo grimoso como pocos); niños en fila esperando órdenes, cuales soldados en instrucción; melosas y cargantes canciones (infames en su traducción al español); diálogos sacados de las historias de Corín Tellado; un padre tan soberbio e hierático como intolerante, aunque se vista de resistente contra el invasor (Cristopher Plummer podría pasar tranquilamente por un oficial alemán) y una Julie Andrews que, con las actitudes una vez más de Mary Poppins, funciona como el instrumento perfecto de este amanerado musical.
¿Por qué muchos la ensalzan? ¿Es que no nos damos cuenta de que nada en la película funciona? ¿que todo suena falso, cínico, hipócrita y demasiado simplón? ¿Dónde está el excelente y emocionante guión? Si hasta el final de la cinta resulta tan surrealista como una película de Buñuel (salvando, claro está las insondables distancias que separan a Wise del genio de Calanda), o si no juzguemos la ordenada salida (como no podía ser de otra forma) de los niños del escenario para huir de los nazis, como si nadie se fuera a dar cuenta de la "jugada", o cómo se esconden ¡¡detrás de una estatua!! para eludir a las hordas germanas que los buscan... ¡pero no los encuentran! En suma... un engendro que sólo cumplió las funciones para las que había sido planteado: Amplificar los beneficios de producciones anteriores con elementos que a nadie molestasen y que todos saliésemos felices por sus pegadizas canciones y su gratificante desenlace.
7
22 de noviembre de 2015 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1965 se dirigió uno de los musicales más famosos e importantes de la historia, y que cuenta con canciones muy famosas que siguen cantándose décadas después.
La historia tiene como protagonista a una monja que siente en todo momento la necesidad de cantar. El convento decidirá mandarla a casa de un militar austriaco para que sea la institutriz de sus siete hijos, ya que no tienen madre. Ella cambiará la vida de esta familia a la vez que cambia la vida del país al avanzar las tropas nazis por todo el mundo.
Julie Andrews es una experta en musicales y así lo demostró en otras películas como "Mary Poppins" o "Victor o Victoria". Aquí realiza un trabajo magnífico y demuestra sus dotes interpretativas y vocales, dando vida a esa monja que empieza a enamorarse del capitán estricto.
Christopher Plummer interpreta muy bien a ese padre viudo que transmite todo su dolor por la pérdida de su mujer, tratando a sus hijos como soldados. Su frustración por la vida se acrecienta al observar el ascenso imparable del ejercito nazi. Mientras, empezará a enamorarse poco a poco de esa institutriz, creando un conflicto con su pareja interpretada magistralmente por Eleanor Parker.
La película resulta muy entretenida y divertida. Aunque debo decir que existen algunas canciones que no emocionan ni convencen tanto como otras, haciendo que en el metraje sobren unos minutos. Si esas canciones fueran mas pegadizas seguro que esos minutos no sobrarían.
No obstante decir que el film soporta muy bien los pasos de los años, y décadas después sigue entusiasmando y haciendo a mucha gente tararear las canciones. Una historia que convence gracias a una muy buena dirección de Robert Wise.
En fin, "Sonrisas y lágrimas" es un musical familiar que pone un toque de esperanza a un momento histórico muy difícil. Una visión de la felicidad anterior a la invasión nazi, y al miedo a lo que se avecina posteriormente. Pero en todo ese proceso, canciones y melodías para que en esos días el miedo a una esvástica no sea tan grande.
7
8 de marzo de 2016 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahí arriba, en el olimpo de las "feel-good movies", se encuentra 'Sonrisas y Lágrimas'.
Es en ese género donde se suelen encontrar aquellas historias que apelan a nuestra más cándida bondad, llenas de niños y perros, de protagonistas alegres que conocen el valor de la amistad o el amor, y personajes gruñones que acaban encontrando su corazoncito.
Pero es que encima, en la historia de la familia Trapp caben las canciones, y los hechos reales de villanos reales, que acaban siendo superados por todo lo bueno que queda por venir.

Por eso, no es de extrañar que Sor María se haya convertido en un icono universal, la perfecta institutriz que todos querríamos, a la cual nada más aparecer en un prado lleno de verde ya sabemos que podemos disculpar de todas las travesuras por las que sus superioras la acusan.
Sería imposible que ella, tan vivaracha y plena de voz musical, fuera capaz de hacer nada malo, y al contrario sus torpezas nos demuestran que sin embargo es tan humana como cualquier de nosotros. Una oda eterna a Julie Andrews por componer semejante criatura imposible sería poco, considerando lo surrealista que es sobre el papel y lo carismática que se desvela en pantalla.

Ella será la encargada de cuidar a los niños Von Trapp frente a un padre autoritario que les prohíbe cualquier tipo de divertimento, cuidando de que su espíritu infantil no se marchite entre rígidas normas de conducta, a las que ellos han reaccionado hasta el momento con una rebeldía nacida de su inconformismo por un padre ausente.
Resulta incluso más triste pensar que el Capitán Von Trapp se pierde la madurez de su hija mayor, ya con edad de pensar en chicos, solo porque nunca ha querido tener la oportunidad de conocerla, y ella debe encontrarse con un joven alemán en un rincón apartado del jardín, donde la severidad no pueda tocar su entusiasmo juvenil ante los primeros pálpitos del romance.
Ya sabemos entonces que tendrá que ser el Capitán quien reciba la lección moral más dura, la de quitarse su coraza militar para pasar a ser el padre que nunca estuvo. Podría decirse, de hecho, que si esta historia tiene un aprendizaje, ese sería el de un hombre que aprende a sentir, de nuevo, ante el torrente de calidez que María es capaz de traer a su demasiado vacía casa.

Las habitaciones vacías en las que al principio él vetó de bailar a la novicia se transformarán entonces en ingeniosos teatros de marionetas, que no dejarán de probar que este sigue siendo un buen momento, el mejor de los tiempos, para querer a aquellos que nos quieren.
Impedir que lo hagan, ese sería el gran error, que muchas veces estamos a punto de cometer, y del que muchos se dan cuenta demasiado tarde, cuando ya es imposible devolver ese cariño.

Como no puede ser de otra manera, este torrente de azúcar acaba empachando, lo que unido a un metraje desmesurado está muy cerca de ser el fallecimiento absoluto de 'Sonrisas y Lágrimas', pasando a ser una blanca nube entre muchas otras.
Pero entonces, ¿qué es lo que hace especial a esta historia?

La respuesta, quiero pensar, se encuentra guardada en su hora final, en la que por fin se ponen cartas sobre la mesa respecto a lo que el director quería contar.
En todo el tiempo anterior, el maestro Robert Wise solo quiso hacernos vivir en el seno de una tierna familia que aprende a quererse de nuevo, poco a poco. Pero es en su tramo final cuándo nos muestra por qué quería que sintiéramos toda esa calidez.
El avance nazi, con sus banderas de rojo violento que rompen la delicada paleta de colores, domina todo el plano, y a punto está de dominar las vidas de los Von Trapp. Es entonces cuando descubrimos lo necesarios que eran aquel "Do, Re, Mi", la comprensión de un padre frente a su hija, las inacabables tardes de verano recorriendo el monte: necesitamos los buenos tiempos, para saber que existen y que volverán cuándo estemos pasando el peor de los tiempos.

Es por eso que el acto final de la familia Trapp no es solo un alegato contra la crueldad, arrinconados en un estrado que rodean soldados imponentes, sino también una celebración del valor de unirse ante la adversidad que se aproxima.
El Capitán entonces le dedica a Austria, a su familia, pero sobre todo a nosotros, la canción 'Elderweiss' dedicada a la flor que crece en las cumbres nevadas, como una prueba de que, frente a la brutalidad sin sentido, es de valientes demostrar que se sigue teniendo un corazón.
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