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Mala mujer

Cine negro. Drama Nueva York, año 1934. Christopher Cross es un simple cajero, infelizmente casado, cuya única pasión es la pintura. Una noche conoce a Kitty March, una atractiva buscavidas de la que se enamora y le hace creer que es un pintor de éxito. La chica y su novio Johnny, un tipo sin escrúpulos, aprovechan la ocasión para intentar explotar al pobre hombre, pues creen que sus cuadros valen mucho dinero.
(FILMAFFINITY)
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10
23 de junio de 2021 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La peor de las pesadillas para cualquier hombre en estado de vulnerabilidad. Realmente Joan Bennett, gracias a un excelente guión, construye una de las "Femme Fatale" más impresionantes de la historia del cine: manipuladora, coqueta, materialista, pérfida... mala, tan mala que sólo es comparable con la peor (o sea la mejor) de todas... "Phillys Dietrichson" (Barbara Stanwyck) de aquella masterpiece titulada "Double Indemnity" (Billy Wilder- 1944), la cual contó también con el gigante Edward G. Robinson en un papel diferente al que hoy nos ocupa.

Si bien esta película es catalogada como film noir, para mi es más bien un melodrama muy oscuro tal como menciona uno de los medios especializados. La trampa perfecta para absorber las ansias y las expectativas de un hombre solitario. Kitty no le roba dinero, se hace con sus ganas de vivir. Empuja al abismo a un pobre diablo que ya estaba caminando por el borde.

Me encanta la presentación del personaje de Chriss Cross. Se nos lo introduce casi sin darnos cuenta de que él es el protagonista porque se encuentra de espaldas al espectador en esa mesa repleta de caballeros, y eso ya nos da pistas acerca del perfil del Señor Cross. Si bien yo no pude evitar compadecerme por el personaje principal, lo cierto es que la maestría de Lang está en el hecho de que no lo victimiza, aunque parezca que sí sobre todo en las primeras partes del metraje, si nos fijamos bien es un tipo que no cae del todo bien. No llega a repeler tanto como Johnny (Dan Duryea) pero tiene sus defectos.

"Scarlet Street" es una cinta imprescindible. Inolvidable, y sumamente recomendable.

"Me pregunto cómo será... que te quiera una delicia como esa..."
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spoiler:
La diferencia entre "Lazy Legs" y "Phillips Dietrichson" es que esta última era una mujer aún con menos escrúpulos que Kitty, ya que a Phillips no la ata nada, sabe muy bien lo que quiere y no duda jamás, mientras que Kitty está obnubilada y manejada por Johnny. Todo el tiempo es él quien lleva la riendas de la relación y de lo que le hacen a Chriss Cross.

Me encanta el final. Yo he conocido a hombres que se han tirado a la vida callejera y casi siempre, al alcohol debido a un desengaño amoroso. Y Cross en realidad se termina convirtiendo en un monstruo, ya que, lo de menos es que robe dinero en la empresa donde trabaja para consentir a Kitty, sino que la asesina y además Johnny es acusado del homicidio y sentenciado a la pena capital.

Las voces de los amantes atormentando al protagonista es simplemente brillante porque más que hacerlo sentir culpa, le producen angustia ya que, en su delirio, ellos le dicen que están juntos gracias a que los mató a ambos... lejos de separarlos, los unió para siempre.

Impresionante.
29 de junio de 2021 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insiste Fritz Lang con el trío protagonista de “La mujer del cuadro” y todos ellos se superan con creces, a veces pienso si Lang no se la tomó como una revancha, como si no hubiese quedado satisfecho con la anterior y necesitase resarcirse pero, esto, solamente es una idea romántica por mi parte; la verdad es que los grandes productores entonces, y seguramente ahora, insistían en los cuadros que ya habían dado beneficios. Pero sea como fuese lo cierto es que terminó realizando una película redonda, intensa, y a ratos angustiosa. Donde en el final alcanza Edward G. Robinson la categoría de maestro de la interpretación.

Una historia de amores y desamores perniciosos, de relaciones turbias y turbadoras; dignas de ser examinadas por psicoanalistas, en las que se raya el masoquismo y la… perversidad.

Verla sólo como un thriller es eludir el fondo de sus almas; unas almas oscuras, silenciosas y temerosas que temen, sobre todo, a la soledad, en definitiva; almas humanas.

Una de esas historias que fueron posible gracias al blanco y negro; en donde no se podía huir del relato ni de los excelsos diálogos con grandes, bellos, y coloridos planos.
9
12 de octubre de 2021 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupendas actuaciones de Bennet y Robinson. Él es un hombre acabado que encuentra su luminaria en una buscavidas, y ella una imperdonable que ni siquiera es capaz de perdonarse a sí misma. Víctima y culpable se intercambian los papeles en un noir a la luz de las farolas, con la luminaria eléctrica presidiendo un tira y afloja, la voluntad y un tranvía llamado deseo al que todos hemos subido alguna vez.
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spoiler:
Me pareció cuanto menos burlesca la ironía del guión en la frase de la Bennet “eres viejo y feo y siempre he querido reírme de ti”, sí guapa, viejo y feo sí, pero a ti te retirarán de escena en cuanto te salga la primera arruguita cerca de los 30 (si tienen corazón no te humillarán, inventarán un escándalo para que pases al olvido del público cómodamente) y él tendrá más trabajo cuantas más arrugas tenga (lo cual dicho sea de paso es la enseña de la profesión, un buen actor ha de tener arrugas).
Lo dicho, qué perverso Lang.
8
11 de abril de 2022 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perversidad tiene dos significados en el Diccionario. El que es sumamente malo y causa daño intencionadamente disfrutando con ello.

Esta es una peli de perversos. De diferentes grados, pero todos culpables. Y un prototipo de cine negro. Todos negros. Y como el chocolate bueno, ninguno baja del 70%. Hay dos negros negrísimos, tan amargos que repugnan. El peor, la esposa, porque es una sádica gratuita; no saca nada con torturar y humillar al marido al que agrede constantemente. El resultado es la completa anulación del marido. Se considera un fracasado y transige con el maltrato continuado. El segundo en la escala perversa es el chulangano de ella. Un ser sin moral que explota a una mujer a su conveniencia. Usa la violencia contra ella para marcar su territorio y definir su límite de dominación vejando físicamente a su víctima. Lo hace por dinero, lo que no lo hace menos sádico aunque sí le da una motivación justificativa e injustificada.

La tercera (aunque dudo entre los dos puestos finales) es la mujer. Como el busto romano, es una hermosa cabeza pero sin seso. Funciona por puro instinto. Sexual con el que la domina. Depredatorio con el que se deja dominar. Todo muy animal. Tiene la astucia justa para vivir hasta el día siguiente pero la estupidez para perder la vida por estúpida. Su nivel de perversión es infantil. Causa daño intencionadamente pero en el peor momento y con el peor motivo. Es verdad que cada vez es más fascinante porque nunca sabes el grado de malicia o de estupidez que va a salir de sus hermosos rizos.

El último, creo, es Cris Cross. Que suena como un aperitivo de gusanitos o algo así. Muy poca cosa. Empiezas teniéndole ternura cuando conoces a la hidra con la que se ha casado, pero su falta total de dignidad y de autoestima te sacan de tus casillas. Su comportamiento de felpudo frente a su verduga es indignante. No es que el delantal le siente como a un santo dos pistolas, es que tiene el retrato del otro marido tres por cuatro en la salita; quiere tirar sus cuadros que es su única vía de escape por pura maldad, en un nivel de perversidad máximo… Inaguantable.

Pero la verdad es que se retroalimentan todos. La mujer que se deja maltratar, el hombre que se deja humillar, provocan una espiral de odio y de desprecio que contaminan toda la película. Es cine negro porque hay asesinatos y dinero sucio. Y una chica guapísima, bastante fatal. Y un malo muy malo y un bueno muy tonto. Pero hay una corrupción (ese es el segundo significado que le da el diccionario) bastante pestilente que lo inunda todo. Fritz Lang es un genio, el meollo del mal rollo, el tío es bastante perverso porque te lo enloda todo, y ¡tan bien! que te olvidas que es una peli, y unos arquetipos, que la calle Escarlata es un decorado, que los charcos son de pega y la farola también. Que la madrugada parece muy siniestra porque tiene unos encuadres rarísimos y bajar al bar de la esquina parece meterte en el sótano del infierno. Y las casas parecen moteles donde estás deseando pirarte y hay desorden por todos lados y platos que nadie friega (bueno, sí: Edward G. Robinson) y Joan Bennett hasta escupe…

Qué sórdido, negro y perverso es todo. Y tú, como espectadora, eres de lo peor. Has perdido la ética en cuánto aparece la esposa con la faja Sorex y piensas lo maravilloso que sería estrangularla con el cinturón del delantal. Él también lo ha pensado, sí. Y en cómo borrarle la sonrisa al macarra rubio sin que parezca un accidente. A lo bestia. Como él. Y leerle la cartilla a Joan para que estudie mecanografía y se ponga de secretaria con un tal Marlowe. Philip. Y a Cris Cross, que se cambie el nombre y la cara porque se parece mucho a los de los carteles más buscados del FBI. Que hagan algo, por Dios, para salir de esa degradación humana.

En fin, que el cuerpo perverso te pide matar o que, al que se atreva a hacerlo, no lo pillen jamás. Porque te repatea el cargo de conciencia del justiciero (entre comillas, que no se te olvide que ha asesinado, Paki, por Dios) Pues sí, te parece un mal final. Aunque, si lo miras bien, Fritz Lang es un genio. Desde el principio te avisó que no había inocentes ni culpables, ni víctimas ni victimarios, sino cobardía, sadismo y estupidez. Perversidad y bajos instintos. Negritud.

Lo último: aunque el pobre Edward G. Robinson se había ganado el cielo con la mujer, se condenó en el infierno por la mujer que quería. Mal día para recuperar el orgullo y la dignidad. Todo esto se lo hubiera ahorrado si fuera admirador de Sabina: “¡pero qué hermosa era! ¿ustedes me han mirado? Pedirle además que me quisiera, ¿no les parece que era pedirle demasiado?”
9
30 de noviembre de 2022 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente estemos ante la mejor película de Fritz Lang.

La historia de un honrado cajero de banco que es seducido por una femme fatale para desplumarle con la ayuda de su novio, supone uno de las aproximaciones más acertadas sobre el sentimiento de culpa y la manera en que algunos hombres pierden la cabeza por una mujer, que se hayan realizado jamás.

Un perfecto Edward G. Robinson en el papel de timorato cajero con sensibilidad para la pintura, que cae en las redes de una atractiva aspirante actriz que lo lleva a cometer un robo en su propio banco para poder sufragar sus costosos gastos. Cómo ella y su novio engañan y degradan a una persona noble y generosa hasta llevarlo al límite.
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spoiler:
Al final el protagonista vaga por las calles oyendo las voces de sus víctimas en su cabeza atormentándole mientras paradójicamente sus cuadros se revalorizan aunque con la firma de ella. Consigue librarse del crimen de la mujer al descubrir que la engaña y condenan a su novio a la silla eléctrica, sin embargo es despedido de su trabajo por desfalco aunque no va a la cárcel por la amistad con su jefe. Su mortificación va por dentro, en el pecado va la penitencia y termina solo y arruinado viviendo en la calle enloquecido y alcoholizado.

Es una historia dura porque finalmente todos pierden y viene a denunciar que aunque muchas se puede uno librar del peso de la ley la condena más dura es aquella que lleva uno en la cabeza y sobre todo en el corazón.
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