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Relatos salvajes

Comedia. Drama La película consta de seis episodios que alternan la intriga, la comedia y la violencia. Sus personajes se verán empujados hacia el abismo y hacia el innegable placer de perder el control, cruzando la delgada línea que separa la civilización de la barbarie. (FILMAFFINITY)
Críticas 335
Críticas ordenadas por utilidad
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6
23 de octubre de 2014
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay espectadores que cuando entran a la sala a ver una película ya llevan encima la risa de casa. Es el caso de una buena parte de los espectadores de esta película. Críticas, publicidad y gran elenco ya anticipan la risa que, en mi caso apareció muy pocas veces. El primer relato ya es una declaración de intenciones: humor absurdo con facilidad de palabra.
Los actores están bien, incluso alguno muy bien, pero las historias son predecibles y juegan al humor negro (poco hiriente la verdad) de escenas truculentas y personajes excesivos. Lástima que la película no fuera por la vereda de los episodios del ingeniero y del accidente, otro humor hubiese sido posible, además añadirían un buen tono narrativo y un guion prometedor.
Pero la risa manda y, en este caso, la risa aparecía prácticamente con los títulos de crédito. Público rendido de antemano.
7
25 de agosto de 2014
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La venganza, en términos simples, implica un desquite ante algún agravio aplicando una fuerza que suele ser proporcional al daño sufrido. Previamente deben existir víctimas y victimarios para provocar un acto vengativo, suerte de justicia fuera del marco de la ley, de carácter más injurioso (contra el victimario) que reparador a los daños ocasionados en la víctima.

El acto vengativo es el eje articulador de los seis episodios que nos propone “Relatos Salvajes”. El primer episodio (avión) es breve y sumamente divertido, abriendo el apetito a un despliegue de humor negro de fácil acceso. Los episodios segundo (restorán) y tercero (carretera) no decaen en humor pero uno ha visto cine parecido (“Delicatessen”, “Pulp Fiction”). Hay que reconocer los parlamentos ingeniosos: “Se pasa mejor en la cárcel; aquí afuera es una mierda” ó “¿Si un veneno está vencido lo hace más malo o más bueno?”

En el cuarto segmento (detonación) está Ricardo Darín tras una muy buena historia, más compleja y de mayor metraje que las anteriores. Un personaje notable al que denominan “el ingeniero bombita” le echa la culpa a la sociedad de todos sus males, pero su porfía ante el sistema burocrático, aplicando violencia extrema, lo transforman en alguien más carismático ante la misma sociedad. Es un relato muy argentino, aunque universal a la vez, descabellado al punto que un acto terrorista reviste un carácter deseable por la población. Es el salvador de los indignados del mundo; el héroe de las redes sociales.

El quinto episodio (asesino al volante) es la clásica mofa a los abogados, pero no deja de ser cierto que la justicia (ley mediante) se aplica de forma diferente según el estrato social de origen.

El sexto y último episodio (matrimonio) vuela alto debido a que no se adivina el final. No hay ganadores ni perdedores sino una especie de empate. Lo que parece una desproporcionada venganza da paso a un beso apasionado y también desmesurado, augurando un final más que satisfactorio para una historia de amor posmoderna.

Partiendo de la premisa que es difícil hacer comedias inteligentes, diría que los relatos de Szifrón son excelentes (más cuando se apartan del clisé), aunque desde el punto de vista cinematográfico un Tarantino inspirado le saca varios cuerpos de ventaja en el uso de la violencia y el humor.
3
22 de agosto de 2015
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6 historias diferentes con un denominador común: Todo puede ir siempre a peor cuando crees que ya has tocado fondo.

Nominada al Oscar, multipremiada en los Goya, gran acogida de público, enorme aceptación de la crítica…y a mi me ha decepcionado bastante, tal vez porque las expectativas eran demasiado elevadas. A mi modesto entender de crítico de aldea, las historias se llevan al límite de lo absurdo, situaciones difícilmente creíbles ni tan siquiera asociados a la mala suerte. Más que relatos salvajes yo le cambiaría el título a cortos miserables. Y sin gracia, solo vergüenza ajena, a pesar de que alguna escena tiene su gracia y es ingeniosa, pero son gotas de agua en mitad del desierto. La gran belleza tampoco era esto y Los amantes pasajeros nunca deberían haber despegado. En definitiva, es como descorchar el mejor Rioja que tienes en la bodega y que no sirva ni para vinagre de ensalada.

Lo mejor: Muchos actores conocidos, encabezados por Ricardo Darín. La historia del atropello porque refleja muy bien la corruptela y las miserias de la humanidad. Hacer comedia de la tragedia más absurda.

Lo peor: La historia del bar es un guión de primero de carrera y con un final de tasca. Tan almodovariana que chirría.

Nota: 3,5/10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Más críticas en el blog de El Sacapuntas del Cine.
9
24 de agosto de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Damián Szifron es una de las grandes promesas del cine argentino, (por no decir la más grande) aunque más que promesa, en su país ya es una realidad, y no sólo lo digo yo, ya lo ha dicho la critica nacional e internacional en su debido momento, cuando comenzaba a realizar importantes trabajos para la televisión argentina y, comenzaba a dar sus primeros pasos en la pantalla grande. Su opera prima ha sido “En el fondo del mar” (2003) y dos años más tarde llegaba a las salas de cines con “Tiempos de Valientes”(2005), de más está decir que recomiendo ambas, sobre todo la segunda. Nos ha hecho esperar casi diez años para volver a presentarnos un nuevo trabajo en las pantallas grandes. Viendo los resultados, podemos asegurar que bien ha valido la pena. Con éste nuevo trabajo no hace más que afirmar los reconocimientos obtenidos en el pasado.

Personalmente Szifron se ha ganado mi admiración, pero sobre todo cómo guionista más que cómo director, lo cual no significa que esto último lo haga mal, todo lo contrario, ha realizado geniales trabajos en la dirección, pero su manera de escribir es sublime. Sabe cómo atrapar al público, por donde entrarle, puede cambiarles la personalidad a los personajes de tan magnífica manera que, en cuestión de párrafos, te puede convencer de que el villano en realidad es el héroe, y lograr eso con buenos resultados no es tan fácil.

Pasando de lleno a su último trabajo, Relatos Salvajes, agregaré que son seis historias, varios personajes, todos muy diferentes, que lo único que tienen en común es su manera poco pacifica para resolver algunos problemitas. He leído por ahí que son personajes e historias cien por ciento argentinos, no coincido mucho con ese comentario, estoy seguro que cualquiera de las historias puede sucederle a cualquier ser humano y, en cualquier lugar del mundo.

La Película tiene algo que le juega MUY en contra (al menos en Argentina) y es la gran expectativa que ha generado, ya sea por cuenta propia con las críticas que llegaban desde Cannes o, por las realizadas por los medios de comunicación locales. La mejor manera de ir a verla, es haciendo de cuenta que no hemos oído nada de nada sobre ésta película, ir sin ningún tipo de expectativa, es tanto lo que la han inflado, que uno puede creer que entrará a ver la mejor película del cine nacional, y ojo, quizás lo sea, pero por las dudas, para evitar algún tipo de decepción innecesaria, no vayamos en busca de algo que quizás no podamos encontrar.

Otro detalle que le quita otro puntito a la peli son los finales abruptos de casi todas las historias, en mi caso personal me he quedado con ganas de saber más de cada personaje, lo cual debería ser toda una gran cualidad, pero a mí me dejó ese gustito negativa. El director tuvo ganas de contar varias historias, y tuvo que exprimirlas al máximo para entren todas, sin que la película se alargue demasiado, lo cual tiene de bueno que el film no decae en ningún momento, pero deja al espectador preguntándose “ya está?? No sigue más?? Así terminó??”

Pero el resultado general ha sido excelente, muy bien los actores, el casting, la música, dirección y sobre todo (no me cansaré de decirlo) el guion, es magnífico!! Todo hecho con gran profesionalismo (y con un buen dinerito también). Entretiene del primer al último segundo, y eso no lo logra cualquier película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
@QCine
7
18 de octubre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La organización del Festival de Cine de Cannes es mundialmente conocida, entre otros muchos méritos, por su desmesuradísimo sadismo a la hora de configurar la parrilla completa de su Sección Oficial a Competición, es decir, aquella a la que hay que asistir, sí o sí. La colocación de cada una de las películas a concurso en cada franja horaria o sala de cine se basa, principalmente, en la consecución de un objetivo final que está por encima de cualquier Palma de Oro, o incluso de cualquier Mención Especial del Jurado Ecuménico: Esto es, desgastar, a más no poder, la salud física y mental de los asistentes más asiduos al Palais des Festivals. Para ello, nada mejor que la broma (interna) estrella en la Croisette, que por supuesto se repite año tras año: Reservarse el hueso más duro de roer (es decir, aquellas películas que, por altísima densidad o metraje exageradamente largo, atentan más directamente a la digestión de la audiencia) para los últimos días, es decir, cuando las fuerzas más flojean. Asestar el golpe de gracia, vaya.

Pero en aquella 67ª edición, alguna orden perversa debió extraviarse en la cadena de mando de la organización comandada por Thierry Frémaux. 'Winter Sleep (Sueño de invierno)', la última intra-epopeya dialogada de Nuri Bilge Ceylan, y de tres horas y cuarto de duración (y que con bastante merecimiento acabaría conquistando el máximo galardón de Le Festival), se presentó en sociedad antes haber llegado al ecuador del certamen. Cuando todavía íbamos sobrados de fuerzas. Algo olía a chamusquina. Esto no podía estar tan bien montado. ¿Dónde estaría la trampa? En la película que nos pondrían justo después, seguro. Porque por mucho que hubiéramos empezada aquella jornada más frescos que una rosa, sólo haría falta encadenar dos monstruos fílmicos para dejarnos KO. Y con este miedo fuimos a la segunda cita... solo que aún sin saber que lo que nos esperaba era una de las películas más divertidas (por no decir la que más) del año. A prueba del desgaste de cualquier sesión previa.

Damián Szifrón al rescate. Él y una cinematografía (la argentina) que a lo largo de la temporada festivalera de este año se ha mostrado como una de las más fuertes de todas. La candidata que presentó para la cita de las citas (co-producida, todo sea dicho, por El Deseo de los Almodóvar), arrasaría pocos meses después tanto en las taquillas en las que probara suerte como en otros muchos certámenes (San Sebastián, Sitges, por supuesto, Sarajevo...), y lleva el elocuente título de 'Relatos salvajes'. La propuesta consiste precisamente en esto. Un prólogo impresionante en que una coincidencia cósmica propicia el desenlace más sonado. Después, cinco episodios argumentalmente independientes, pero ligados por el mismo leitmotiv y, sin duda, el mismo espíritu. El hombre (sin distinciones de sexo) contra el matrimonio, contra el sistema, contra el destino, contra el universo... y contra el propio hombre, claro.

El siempre interesante y muy efectivo Szifrón se lleva al límite. A él mismo y a su implacable fórmula del entretenimiento. El lugar es Argentina (así, sin necesidad de concretar más); el momento es ahora (o ayer, o mañana... es "siempre", vaya). En esta combinación de espacio tiempo, una serie de personajes van a adentrarse, sin saberlo ellos, en una dimensión oculta pero para nada desconocida. Porque sí, detrás de la máscara de aparente (en mayúsculas) normalidad que entre todos hemos decidido ponernos, existe una quinta dimensión. Tan vasta como el espacio exterior y eterna como el infinito. A medio camino entre la luz y la oscuridad; entre la ciencia y la superstición; entre el pozo de los miedos del género humano y la cima de su conocimiento. Es la dimensión de la imaginación. Un área a la que a partir de ahora llamaremos la Dimensión Salvaje.

Con el permiso del maestro Rod Serling, por supuesto, porque mucho se ha venido hablando desde Cannes de los ''Cuentos asombrosos'', de Steven Spielberg. Pero siempre que se tira de dicha referencia, debería hacerse lo propio, por propia inercia justiciera (qué diablos, y también porque el propio Spielberg así lo exigiría, a sus primeros trabajos nos remitimos), con aquella mítica ''Dimensión desconocida'' que todo lo empezó. Tanto la explotación audiovisual del por aquel entonces semi-virgen fantastique como la confección del manual a seguir para el aprovechamiento óptimo del mini-realto tanto en la pequeña como en la gran pantalla. 55 años después, Damián Szifrón sorprendre con el que seguramente sea uno de los mejores filmes por episodios de toda la historia. Las principales razones: Primera, a pesar de que siempre haya fragmentos que funcionen mejor que los otros (cosas de un formato que se presta demasiado a las intra-comparativas), no hay absolutamente ninguno que decepcione. Segunda, el orden en que se suceden los capítulos, calculado al milímetro (como lo haría el mejor de los ingenieros artificieros) para la gestión más eficiente del espectáculo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por si fuera poco, a pesar de la disparidad de situaciones barajadas, es de admirar que el conjunto acabe destacando también por su concienzuda consistencia, pues de algún modo y otro, en la línea de mete siempre acabamos topándonos con un ser humano que irónicamente es culpable de sus propios males. Cruzamos pues la puerta (sin pensarlo), y al otro lado nos topamos con una de las cintas más salvajemente desternillantes de los últimos tiempos; un monumento de lo más gamberro dedicado a la mala leche. Haciéndose suyos todos los homenajes (ese capítulo que pasa por ser una de las mejores revisiones de la mítica 'El diablo sobre ruedas', con Spielberg topamos de nuevo) y mostrando siempre una asombrosa capacidad para conectar con el público, el director y guionista nacido en Ramos Mejía firma una atractiva combinación de frentes a priori irreconciliables. El potencial enorme en la taquilla de la propuesta se detectó a las primeras de cambio (y como no podía ser de otra manera, ya se está viendo confirmado)... lo cual para nada implicaba que hubiéramos traicionado al tan cacareado (y desgastado) concepto ''cine de autor''. Seguíamos en Cannes, sí.

Más allá de aquella abarrotada sala Debussy, de lo que se trata aquí es de llevar al ser humano al extremo (en otras palabras, de hincharle, a más no poder, aquello que no suena) para así desatar al animal que lleva dentro. Pura aritmética, funciona en cada uno de los casos. A veces lo hace a través de la carcajada más enrabietada (véase el apoteósico segmento de clausura, desde ya entre las mejores bodas jamás filmadas), otras a través de la sonrisa más incómoda, retadora y por esto moralmente estimulante (como sucede en la excelente historia del atropello, tema que por cierto ya puede considerarse al menos como subgénero en esas latitudes). Szifrón lo sabe y lo ejecuta sin concesión alguna: el humor es un camaleón (puede ser negro, verde, judío-argentino, en versión slapstick, incluso splastick...), y cuando se encabrona, es infinitamente más letal.
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