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Crimes of the Future

Ciencia ficción. Drama. Terror Cuando la especie humana se adapta a un entorno artificial, el cuerpo humano es objeto de nuevas transformaciones y mutaciones. Con la ayuda de su compañera Caprice (Léa Seydoux), Saul Tenser (Viggo Mortensen), célebre artista performativo, escenifica la metamorfosis de sus órganos en espectáculos de vanguardia. Timlin (Kristen Stewart), una investigadora de la Oficina del Registro Nacional de Órganos, sigue de cerca sus prácticas. Es ... [+]
Críticas 72
Críticas ordenadas por utilidad
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8
10 de diciembre de 2022 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un fan de Cronenberg, pero sí soy un admirador de su talento, aunque muchas veces no haya conectado con él. En esta ocasión la conexión ha sido fácil, porque la película es puro arte en lo formal -y de esta manera penetrar no solo en los mundos que nos muestra sino en la propia mente del creador, ha sido crucial para comprender mis sentimientos al verla-, pero también en su parte narrativa, donde nos habla del futuro de la raza humanidad y de un "hacia dónde vamos" no únicamente lineal con nuestro mundo actual, sino también no lineal. Pero sí guarda lógica con los conceptos de belleza (en una primera instancia), sobre todo si es mostrada a través del arte contemporáneo.

Cómo muestra Cronenberg el arte contemporáneo de la performance merece párrafo aparte, puesto que plasma a la perfección por qué este arte puede llegar a tener tanto poder en nuestro sociedad. Digamos que, si un concepto (el que sea) no pasa por el filtro de la performance correctamente mostrada, no tiene validez. Y con ese poder del arte, juega el director. Y es a través de él cómo gente de ciencias encuentra el único camino posible para mostrar sus experimentos. La carne como un propio idioma, la muerte como una parte más de nosotros, las nuevas sensualidades como nuevas armas... Cronenberg crea un complejo mundo con componentes que, de ser tecnológicos, podríamos estar hablando de algún capítulo de Black Mirror más desarrollado psicológicamente.

Ante nosotros, una distopía fruto de lo que somos ahora. Cronenberg hace una película brillante y bonita sobre el ser humano, tocando temas de los que nadie quiere hablar. Es ahí cuando Cronenberg deja fija la cámara y nos obliga a ver, como si estuviéramos en una sala de operaciones, lo que somos y lo que seremos. Nuestras posibilidades como raza pasan, cómo no, por nuestro cuerpo. Nuestra piel es una disertación sobre la muerte. Es fácil reflexionar viendo las películas de Cronenberg por esa característica de quedarse mirando fijamente donde otras personas solo pasan de puntillas. Ahí no tiene rival: en la recreación de lo inaudito.
6
8 de octubre de 2023 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta historia hay que verla.
Quizás sin haber comido o por qué no, de buena mañana, a ver que tal te entra, porque es gore total. Es extraña, habla de un futuro irreconocible y a la vez familiar, y de como los humanos se acostumbran a todo al final. Una crítica social a como tratamos este planeta, hasta el punto de llevarnos a un desastre sin precedentes.
No sé, estoy buscando la palabra para definirla, es aturdidora y aberrante.
A mí personalmente me atrapa el papel de Viggo que no podía ser de otra manera, despierta el lado más salvaje esta vez a propósito. Seduce con solo los gestos, es increíble el magnetismo de este hombre, y como hace suyo cualquier papel por extraño que sea.
Léa en el papel de artista extravagante, hace un tándem estupendo con su compañero. Y Kristen muy en su linea de joven ansiosa, sin cortarse un pelo y a la vez tan adorable.
Para mí esta historia es súper extraña, cuesta de pasar, pero no he podido dejar de verla, es que los actores desarrollan tan bien su trabajo que le doy un 6 sí, porque hay que verla.
spoiler:
No puedo hacer spoiler porque aún estoy pensando que acabo de ver y como lo digiero.
9
2 de octubre de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La única forma de salvar el planeta es comiendo plástico, así aparecía escrito en una viñeta de panchopepe2000. Haciendo scroll hacia abajo, justo después, una imagen de Dua Lipa comiendo en un asiático, con un letrero de “I love Singapore” a sus espaldas. En un mundo de ficción, las celebridades se alimentan de aquello que ha remplazado a las formas naturales. Lo que nace de la naturaleza es, por definición, obsoleto, corriente. En un titular más apropiado se leería: Dua Lipa alimentándose del plástico de un restaurante asiático, “I love the art of eating”.

Dicho esto, aquí estoy, irremediablemente de vuelta en una película que trata de esto, al lugar donde se da forma a un nuevo sentido del tacto. El tacto, el primero de los sentidos a través de los que experimentamos el mundo. El sentido que hace desarrollar nuevos órganos en cuerpos que habían prometido vaciarse. Frente al cuerpo sin órganos de Deleuze, el cuerpo que se resiste al vaciado de Cronenberg. Nacen aquí nuevos sistemas de órganos que devoran la corrupción de la tierra.

Al inicio de la película, el niño come el plástico que lo rodea con un hambre voraz. Se está alimentando como nunca antes. Come de la mano del hombre y se alimenta del hambre insaciable del hombre. Aquí se muestra la promesa de redención, los cuerpos han evolucionado hasta poder alimentarse de la podredumbre de la vida hiperestética e hiperhigiénica moderna. El plástico se vuelve moneda de cambio. El alimento de los nuevos dioses del consumismo acelerado es vestimenta del ser humano, piel y estructura. Ya no es un envoltorio ajeno al cuerpo, la tendencia a la plastificación de la carne es contenido y continente. Está en estos nuevos seres humanos, que el pensamiento cambie los caminos que toma el cuerpo. En un mundo instagrameable, el cuerpo se torna algoritmo, se deja seducir por el desparpajo estético de la mercancía. El mundo real es mercado, el cuerpo es bien de consumo y la mutación es alienación y caos, en un mundo en el que no hay creencia que nos salven del vacío.

Al filo del acantilado, un hombre afirma que estamos en la era de la mutación de los cuerpos, justo el lugar donde, los dioses de la técnica, nos han prometido conocernos a nosotros mismos. En las noticias, se dice somos de plástico, criaturas plásticas que se alimentan de plástico. El órgano ya no es sistémico, es aplicable y aplicación. Se suma al cuerpo como descargado de un servidor natural y evolutivo. Una play store a la que subir y bajar nuevas actualizaciones que nos mantengan en la brecha de la novedad bajo demanda.

El cuerpo cyborg, es un cuerpo por derecho, es cyborg por la herencia de la sangre y está enraizado en la tradición de la guerra humana. Voluntaria e involuntariamente es tecnológico, herramienta de muerte para el hombre. Todo lo que constituye un cambio es amenaza.

En la película, el artista que se expone a qué extirpen uno de sus órganos en directo, se sabe obra de arte conceptual. Parece estar diciendo, soy yo, mi cuerpo, dibujando desde lo vivo, el que se sabe podrido por la tierra. Esta tendencia fluye desde la anorexia más radical, en la que el cuerpo se resiste a no comer cualquier cosa que, antes de la mutación del tejido tecnológico, pudiese haberse considerado alimento. Alimentarse, para el cuerpo cyborg, es acercarse a los viejos patrones de filosofía que han fracasado. El cuerpo busca el control de si mismo desde un arraigo en la cultura popular del vacío. Así, aunque la tinta en los pulmones es marca del hallazgo, clavar la bandera en territorio desconocido, no es la forma en la que se designa lo nuevo. El cuerpo ya no es libro, el texto no se escribe con tinta y la verdadera prueba a la que se somete el cuerpo, es a no saber ante que versión de si mismo se encuentra. El cuerpo no es un libro, es varios libros al mismo tiempo escritos por tejido vivo. Varios libros que no se leen, varios libros que se experimentan al tacto de una nueva piel polimérica.

Un riñón porta la marca del pirata, la calavera y los huesos. Una serpiente en los intestinos es un Saturno devorando a su hijo, devorando al mundo, arrastrándose por él. El mito primitivo contado desde dentro con herramientas del afuera. No se escucha el lamento de la carne que muere ya madura en un ambiente pensado para la incorruptibilidad. El plástico está hecho para durar manteniendo la forma que lo aleja de lo natural. La planta de plástico nace muerta y, al mismo tiempo, no nace, en una espiral continua y descendente.

La posibilidad de emancipación es desactivada antes de armar su discurso, el museo desactiva toda obra de arte, antes de que esta pueda alcanzar su capacidad redentora. Ante todo un nuevo sistema de órganos, se muestra lo que está por desmoronarse, no es sino otra cosa que la humanidad alzando su puño y andando descalza, decidiendo que va a luchar por reconocerse hijos del cambio frente al espejo. Alicia frente al espejo asfixiándose con una bolsa de la compra.

Y así llegamos al punto, en el que se confirma que, come plástico, no el que se sabe hombre, sino el que se sabe hijo de hombre. El hijo se alimenta de los pecados de padre y es, quizás la madre, quien se responsabiliza de la carga estética del monstruo sacrificándolo a los antiguos dioses.

Louise Glück escribió que mientras dura el acto de componer, el poeta queda aislado tanto del futuro como del pasado. Lo mismo sucede con los cuerpos. La orfandad de la realidad regala sentirse como presente borrado por el futuro. Solo lejos del ruido se logra dar vida a lo inerte y, solo allí, se puede abrazar el plástico que da forma a quienes somos. El cuerpo humano se casa con el plástico. Casar en el sentido de casa y cobijo. El plástico es hogar y redención del cuerpo. Es la materia cyborg de nuestros sueños.
4
13 de noviembre de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Cronenberg vuelve a sus obsesiones tortuosas y deprimentes, si bien con peor fortuna que otras veces. Lo único que me ha gustado es el aspecto visual (hay planos que valen mucho la pena), pero, en general, se me cerraban los ojos de puro aburrimiento y a veces, para animarme, me imaginaba entrando en la película y friendo a todos esos degenerados con un lanzallamas.
5
16 de noviembre de 2022 Sé el primero en valorar esta crítica
Vuelve el Cronenberg de siempre, lejos de sus éxitos irrefutables de antaño (CRASH, LA MOSCA, THE BROOD), a un nivel quizás un par de peldaños más bajo, pero siempre interesante, con ese instinto provocador que le caracteriza.

El problema de esta película es que apuesta por una historia distópica, con tintes de suspense, pero que intenta engarzar con el cine de terror y conteniendo guiños, en cierto modo, de comedia. Muchos géneros, muchos palos a tocar que consiguen dejar la obra en la indefinición.

Muy bien interpretada, con un magnífico Mortensen y una muy eficaz y bellísima Seydoux, aquella inolvidable Adele que tendría que prodigarse mucho más en pantalla de lo que lo hace, todos lo agradeceríamos, la película está ambientada en una especie de mundo futuro feo y oscuro (rollo BLADE RUNNER) que parece algo impostado, al igual que ciertos artilugios (sillas, camas adaptadas a los humanos que mutan) que resultan chocantes y no están muy logrados.

La parte más inquietante de la película tiene que ver con el espectáculo de las cirugías como espectáculo casi pornográfico, con imágenes desagradables, perturbadoras y, también, excitantes que pueden resultar prohibitivas para espíritus (y estómagos) sensibles.

Además de esto, la película transcurre con tramos poco entretenidos, en los que no pasa nada o lo que ocurre apenas es entendido por un espectador que desconecta de la historia a la media hora de empezar ésta.

Seguro que Cronenberg tuvo mejores películas y seguro que las seguirá teniendo, es un gran director, pero aquí se nos queda en un territorio de nadie, con una película que adolece de querer contar algo (no sabemos qué) y de hacerlo de forma tremendamente confusa.

La vi en una plataforma, me hubiera molestado pagar por verla en salas, vaya.
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