No vi este film en su momento, me dispuse a verlo anoche y a pesar de los años creo que podría adaptarse tranquilamente en el mundo de hoy. Aquí nos encontramos con un grupo de agentes inmobiliarios que son llevados al limite por sus jefes para que produzcan ventas sino serán despedidos. Seremos testigos de todas las excusas, las estrategias, artimañas y mentiras que hacen para cumplir su cometido dentro de un guión soberbio de David Mamet (quien a mi juicio sobresalió aquí mas que como director). Pero lo que realmente realza el film son las actuaciones porque no hay nadie que desentone, leí en una critica y comparto totalmente, que deberían haberles dado un Oscar colectivo. Encontramos a un Al Pacino exultante como el vendedor en racha y el espejo al que todos deben mirar componiendo un personaje a su medida, Kevin Spacey que por mas que este en baja en la actualidad, es un actor que siempre esta transmitiendo algo, Ed Harris como el enojadizo Moss que hecha la culpa a su mala suerte y que tiene un as en la manga, Alan Arkin el dubitativo agente de ventas que no da un paso en falso ni siquiera cuando tiene la oportunidad de mejorar, Alec Baldwin en 10 minutos que es lo que actúa alcanza para que uno lo recuerde toda la película, componiendo a un motivador que llega hasta la falta de respeto para lograr su cometido y para el ultimo deje al mejor de todos con un trabajo sencillamente genial del gran Jack Lemmon, actor de raza, que pasa de la euforia a la tristeza en segundos se come la pantalla eclipsando a todos. No entiendo como no fue nominado al Oscar por esto. Película para ver, pero sobre todo observar el trabajo de cada uno de estos monstruos del cine que casi coincidieron en su mejor momento.

Buena película que más bien es una obra de teatro, minimalista, reducida a apenas tres escenarios (la mayor parte de la acción se desarrolla en la oficina), con un reparto de auténtico lujo y un guion a la altura de las exigencias. La historia de unos tiburones inmobiliarios que se ven obligados a canibalizarse entre ellos por dos razones, ganar un suculento premio o evitar ser expulsado del negocio. Por el camino, recolectando víctimas que sean engañadas, estafadas o manipuladas de cualquier forma (lo que sea menos la propia voluntad del cliente de querer hacer negocio).

Se trata de una película que se apoya totalmente en las actuaciones y en el guion. Por suerte, el guion es de David Mamet y los actores se lo comen con patatas. Imposible elegir que actor (o personaje) es el mejor, todos encajan y todos son fantásticos. Y ahí tenemos a un Alec Baldwin que en los cinco minutos que aparece supone una explosión atómica que vale por toda la pirotecnia de una super-producción de Hollywood. Al Pacino dando rienda suelta a sus habituales ojos tirotóxicos, alardeos y espasmos generalizados. Jack Lemmon arriba y Jack Lemmon abajo de forma bipolar. ¿Y el resto? Sensacionales. Eso sí, ni una sola fémina en toda la película. Si se hiciera esta película hoy en día sería objeto de feroces críticas “igualitarias”, y su director y guionista crucificados, lanceados, amenazados y boicoteados sin compasión en redes sociales. Cosas del siglo XXI, en el que la forma de estafar al personal ha evolucionado, pero la avaricia y la mezquindad sigue tan vigente como siempre. Película recomendable y de eterna actualidad.

Excelente drama con diversas historias de todos los protagonistas que se convierten en un reparto coral que esta perfecto.
La ambición, el poder o el éxito a cualquier precio tiene un precio muy elevado.
Para ver sin prisas y poder volver a ver de vez en cuando.
Obra maestra y una brillante dirección.

Superlativo elenco de grandes se convocan en esta singular pieza de teatro filmado. La obra representa un retrato intenso, fulminante de nuestro mundo moderno donde todo es comprar, vender y correr detrás de los negocios y el dinero. Entretenido trajín cuando el capitalismo funciona como una máquina bien aceitada, pero cruel tragicomedia cuando los mecanismos se traban, como inevitablemente sucede más tarde o más temprano. Todo transcurre en la agencia de bienes inmuebles al mando de Kevin Spacey, donde la sequía de transacciones empieza a molestar a los supervisores del escalón superior, quienes envían a la sucursal a un exponente del tipo exitoso y gran ganador del "cierre de operaciones" encarnado por la segunda estrella del show, Alec Baldwin. Prototipo del yuppie odioso e insolente, su misión será acorralar y humillar al cuerpo de sufridos vendedores en horas bajas desesperados por conseguir lo imposible: cerrar una venta. Otros tantos nombres de peso dan vida al equipo de ventas: Jack Lemmon, Alan Arkin, Ed Harris, Al Pacino. Parece increíble verlos juntos en una pieza de pequeño porte, pero allí están, 'ad maiorem Cine gloriam' -como podríamos decir si se me dispensa el latinajo. No puedo dejar de mencionar a Jonathan Pryce, quien cubre la parte de los clientes, víctimas acechadas y perseguidas por los vendedores devenidos en lobos y depredadores --todo sea por los negocios.

Una pequeña maravilla, para disfrutar del buen cine una y otra vez, 'as time goes bye'.

Glengarry Glen Ross (James Foley, 1992). Inmenso libreto de David Mamet que muta en un tsunami de cine tan contundente como rabioso. Mamet, dramaturgo de referencia en todo el mundo durante el último medio siglo, a lo que sin duda contribuyó el éxito de crítica y público de su adaptación al cine, una enorme película en torno a ese ámbito tan caníbal, falto de escrúpulos y falso por los cuatro costados que es el mundo comercial, especialidad ventas a domicilio. Un reparto que alcanza la excelencia a lo largo de todo el metraje. Demoledora carga de profundidad al corazón del sueño americano. Imperecedera.