Los abrazos rotos
2009 

6.3
26,686
Drama. Romance
Cuando el escritor Mateo Blanco (Lluís Homar) viajaba con Lena (Penélope Cruz), la mujer de su vida, sufrió un accidente de coche que lo dejó ciego. Harry Caine es el pseudónimo con el que firma sus trabajos literarios. Como director de cine usa, en cambio, su nombre real. Harry Caine vive de los guiones que escribe gracias a la ayuda de Judit García (Portillo), su antigua y fiel directora de producción, y de Diego (Tamar Novas), el ... [+]
21 de marzo de 2009
21 de marzo de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se incluye en "spoiler" la crítica de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En Los abrazos rotos se nos presenta una orgía amorosa. Lena es una actriz frustrada. El sueño de ser artista se esfumó, ahora es la secretaria de un tirano de las finanzas, Ernesto Martel. Ernesto es un obseso de Lena. El “amor” que siente por ella sobrepasa los límites de lo racional, sin embargo, no ha sabido encontrar el momento de hacérselo saber. El detonante que lo precipitará todo será la enfermedad del padre de Lena, quién por no ver morir a éste en unas pésimas condiciones, aceptará ser la puta de por vida del repugnante Martel. Esta relación se prolongará hasta que aparezca un nuevo personaje en ella, Mateo Blanco. Un cineasta brillante que se topará con Lena, a la que satisfará sus deseos de ser actriz con el rodaje de su nueva película, Chicas y Maletas. La entrada de Lena en este mundo será vista con recelo por dos personas. Una es Ernesto Martel, quién vigilará a su amor a través del rarito de su hijo. La otra es Judit. Madre soltera y directora de producción de Mateo. No verá con buenos ojos la entrada en la vida de Mateo de Lena, pues su amor eterno está dirigido hacia la figura de Mateo.
Ésta orgía, estallará cuando Lena, harta de su vida de puta, se refugie en los abrazos de Mateo. Juntos escaparán de las garras obsesas de Ernesto Martel. La isla de Lanzarote será el destino. Un lugar dónde refugiarse del mundo. Sin embargo, no hay lugar en el que esconderse de un sádico como Martel, quién encontrará en Judit, dolida por la marcha de Mateo, una aliada para encontrar a su amor fugado.
Lanzarote marcará el final de este idilio: fruto de un accidente de coche, Lena morirá y Mateo permanecerá ciego para el resto de sus días. Un suceso traumático, doloroso, oscuro.
El manchego construye una (¿su?) historia a partir del “renacido” Harry Caine, antiguo Mateo Blanco. Una historia de una grandeza visual potente, entretenida, cautivadora y con escenas magníficas tales como la de Lola Dueñas y los labios, Lena a lo Cleopatra, Lena fumando en Ibiza con un muerto al lado, la concejala Machi, las manos y el televisor, el guión de vampiros o los homenajes de Almodóvar a su cine.
Quizás sea algo menos emotiva que sus film predecesores y con un final metido un poco con calzador, pues el “misterio” de saber si RayX es el asesino de Lena, el discurso de culpabilidad de Judit o la paternidad sobre Dieguito no hacen sino dar sensación de que no se ha sabido rematar esta trama que quizás haya buscado aspirar a más de lo que nos podía dar. Puede que haya pecado de ambiciosa. Sin embargo, sí que ha sabido dar una visión oscura de un pasado. Un pasado complejo, turbio. Un pasado al que Harry Caine tratará de encontrar una salida para alejarse de esa oscuridad. Reconciliar el pasado, por muy oscuro que sea, con el presente. Pues, como así se ha dicho, ”las películas hay que acabarlas, aunque sea a ciegas”.
Ésta orgía, estallará cuando Lena, harta de su vida de puta, se refugie en los abrazos de Mateo. Juntos escaparán de las garras obsesas de Ernesto Martel. La isla de Lanzarote será el destino. Un lugar dónde refugiarse del mundo. Sin embargo, no hay lugar en el que esconderse de un sádico como Martel, quién encontrará en Judit, dolida por la marcha de Mateo, una aliada para encontrar a su amor fugado.
Lanzarote marcará el final de este idilio: fruto de un accidente de coche, Lena morirá y Mateo permanecerá ciego para el resto de sus días. Un suceso traumático, doloroso, oscuro.
El manchego construye una (¿su?) historia a partir del “renacido” Harry Caine, antiguo Mateo Blanco. Una historia de una grandeza visual potente, entretenida, cautivadora y con escenas magníficas tales como la de Lola Dueñas y los labios, Lena a lo Cleopatra, Lena fumando en Ibiza con un muerto al lado, la concejala Machi, las manos y el televisor, el guión de vampiros o los homenajes de Almodóvar a su cine.
Quizás sea algo menos emotiva que sus film predecesores y con un final metido un poco con calzador, pues el “misterio” de saber si RayX es el asesino de Lena, el discurso de culpabilidad de Judit o la paternidad sobre Dieguito no hacen sino dar sensación de que no se ha sabido rematar esta trama que quizás haya buscado aspirar a más de lo que nos podía dar. Puede que haya pecado de ambiciosa. Sin embargo, sí que ha sabido dar una visión oscura de un pasado. Un pasado complejo, turbio. Un pasado al que Harry Caine tratará de encontrar una salida para alejarse de esa oscuridad. Reconciliar el pasado, por muy oscuro que sea, con el presente. Pues, como así se ha dicho, ”las películas hay que acabarlas, aunque sea a ciegas”.
22 de marzo de 2009
22 de marzo de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Ay de mí! ¿Que puedo hacer? Este no es mi Almodóvar, que me lo han cambiado, salgo del cine con la sensación de que nada he entendido, o tal vez lo he entendido demasiado, pero me ha sido muy difícil conectar con la trama, creerme a los personajes, meterme en la historia, y solo ya hacia el final cuando aparecen esos guiños a Mujeres al borde… es cuando me encuentro con el Almodóvar autentico, el de siempre, el que me gusta, pero es tan poco tiempo, que casi ni lo saboreo. Incluso la mejor música siempre una de sus mejores bazas, aquí la deja para el final de todo cuando los títulos de crédito han comenzado a salir.
Que poco me gusta que me guste poco Almodóvar, y como me gustaría que me hubiese gustado más, pero lo cierto es que durante buena parte de la película el tedio se apoderó de mi, lo combatía impaciente esperando que sucediera algo que me sacara del letargo y me ofreciera razones para cambar la idea que me iba formando. Pero esto no llegó a ocurrir, me he emocionado tantas veces con el, he disfrutado tanto en algunas de sus películas, he esperado el estreno de estos abrazos con ilusión. Me he sentido frustrado y con esas ilusiones rotas, algo parecido me sucedió con La mala educación, y después remonto con Volver, espero que ahora pueda hacer lo mismo, y confío también en esperar la próxima con esta misma ilusión que ahora no se ha visto recompensada.
No es que sea disparatado el montaje, ni que los flash back estén mal encajados en la historia, ni que los actores estén mal, aunque alguno si, es que por momentos todo es un disparate incontrolado y sin sentido carente de razón de ser, quizás la fotografía, el diseño, el vestuario tengan la altura de otras cintas, pero la historia no se sustenta por ningún lado, ni hace reír, ni sufrir, ni emociona, ni funciona, tal vez un buen símil seria una parte de la historia que nos cuentan, repetidas veces varios de los personajes pasan por salas de urgencias de diversos hospitales, lastima que esta película no pasara antes de su estreno por alguna sala donde le hicieran una buena cura, nosotros los almodovarianos se lo agradeceríamos. Solo tengo una pequeña esperanza, verla dentro de una temporada larga y quizás con otra perspectiva me agrade en algo.
Que poco me gusta que me guste poco Almodóvar, y como me gustaría que me hubiese gustado más, pero lo cierto es que durante buena parte de la película el tedio se apoderó de mi, lo combatía impaciente esperando que sucediera algo que me sacara del letargo y me ofreciera razones para cambar la idea que me iba formando. Pero esto no llegó a ocurrir, me he emocionado tantas veces con el, he disfrutado tanto en algunas de sus películas, he esperado el estreno de estos abrazos con ilusión. Me he sentido frustrado y con esas ilusiones rotas, algo parecido me sucedió con La mala educación, y después remonto con Volver, espero que ahora pueda hacer lo mismo, y confío también en esperar la próxima con esta misma ilusión que ahora no se ha visto recompensada.
No es que sea disparatado el montaje, ni que los flash back estén mal encajados en la historia, ni que los actores estén mal, aunque alguno si, es que por momentos todo es un disparate incontrolado y sin sentido carente de razón de ser, quizás la fotografía, el diseño, el vestuario tengan la altura de otras cintas, pero la historia no se sustenta por ningún lado, ni hace reír, ni sufrir, ni emociona, ni funciona, tal vez un buen símil seria una parte de la historia que nos cuentan, repetidas veces varios de los personajes pasan por salas de urgencias de diversos hospitales, lastima que esta película no pasara antes de su estreno por alguna sala donde le hicieran una buena cura, nosotros los almodovarianos se lo agradeceríamos. Solo tengo una pequeña esperanza, verla dentro de una temporada larga y quizás con otra perspectiva me agrade en algo.
30 de marzo de 2009
30 de marzo de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soberbia muestra de diseño al más puro estilo Almodóvar. Película de factura impecable. Ambientación, fotografía, música, vestuario, maquillajes... todo esto roza la perfección.
El director hace un tributo tras otro. El primero y más importante, al cine. Además, se hace un tributo a sí mismo (a su cine), a su (nueva) musa, a sus actores y actrices habituales (no desaprovecha la ocasión de regalar cameos a gente como Chus Lampreave o Rossy de Palma) y sobre todo a su decorador de interiores.
Lo que empieza siendo (y es en su totalidad) un drama, termina homenajeando sus propias comedias (concretamente "Mujeres al borde de un ataque de nervios") y consigue que el público se parta de risa. Y esos cambios de registro y de ritmo que tiene la cinta son, a mi entender, su mayor acierto. No sólo esa última escena en la que Carmen Machi está soberbia, si no ese lápsus para contar una cómica historia de vampiros, o ese momentazo Audrey Hepburn, en el que queda latente lo importante de la iluminación y el maquillaje/peluquería en una película, y lo bien que está manejado todo en ésta.
El problema... los personajes están completamente desdibujados. No se tienen, no hay profundidad en la mayoría de ellos, y, aunque lo solvente del reparto sepa salvar en parte este vacío, ni con mucho puede taparlo del todo.
Ernesto hijo es una entelequia (Rubén Ochandiano, en este caso, no ayuda mucho). Lena es incomprensible, no ya para el espectador, parece que para Penélope Cruz también. Y aunque Blanca Portillo hace una mágnifica interpretación, su personaje deja al final del metraje unos flecos que a ella parece que tampoco le terminan de convencer. Por contra, Martín (el personaje de Lluís Homar) está mucho mejor expuesto y al ser el vínculo entre los personajes, camufla las imperfecciones del guión. Pero sólo eso... las camufla.
Almodóvar hace un magnífico muestrario de lo que es capaz de hacer tras la cámara. De cómo planificar escenas. Desarrolla un fascinante envoltorio... para un montón de personajes desenfocados.
El director hace un tributo tras otro. El primero y más importante, al cine. Además, se hace un tributo a sí mismo (a su cine), a su (nueva) musa, a sus actores y actrices habituales (no desaprovecha la ocasión de regalar cameos a gente como Chus Lampreave o Rossy de Palma) y sobre todo a su decorador de interiores.
Lo que empieza siendo (y es en su totalidad) un drama, termina homenajeando sus propias comedias (concretamente "Mujeres al borde de un ataque de nervios") y consigue que el público se parta de risa. Y esos cambios de registro y de ritmo que tiene la cinta son, a mi entender, su mayor acierto. No sólo esa última escena en la que Carmen Machi está soberbia, si no ese lápsus para contar una cómica historia de vampiros, o ese momentazo Audrey Hepburn, en el que queda latente lo importante de la iluminación y el maquillaje/peluquería en una película, y lo bien que está manejado todo en ésta.
El problema... los personajes están completamente desdibujados. No se tienen, no hay profundidad en la mayoría de ellos, y, aunque lo solvente del reparto sepa salvar en parte este vacío, ni con mucho puede taparlo del todo.
Ernesto hijo es una entelequia (Rubén Ochandiano, en este caso, no ayuda mucho). Lena es incomprensible, no ya para el espectador, parece que para Penélope Cruz también. Y aunque Blanca Portillo hace una mágnifica interpretación, su personaje deja al final del metraje unos flecos que a ella parece que tampoco le terminan de convencer. Por contra, Martín (el personaje de Lluís Homar) está mucho mejor expuesto y al ser el vínculo entre los personajes, camufla las imperfecciones del guión. Pero sólo eso... las camufla.
Almodóvar hace un magnífico muestrario de lo que es capaz de hacer tras la cámara. De cómo planificar escenas. Desarrolla un fascinante envoltorio... para un montón de personajes desenfocados.
18 de abril de 2009
18 de abril de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo la sensación de haber asistido a una de aquellas antiguas sesiones dobles que ponían en el cine de mi pueblo cuando era un crío.
Dos películas en una tarde. En este caso dos películas, o tres, dentro de la misma. Una torre de Babel cinéfila, guiños y contraguiños al séptimo arte, encubiertos en forma de drama?, melodrama?, cine negro?, comedia?...no lo se.
Técnicamente es un prodigio, el mundo Almodovariano en su máxima expresión, colorista y minimalista. La fotografía y la partitura musical, enormes.
Almodovar va a su aire, como las cometas de la playa de la preciosa isla de Lanzarote, él camina por derroteros distintos. Ha decidido cambiar de registro y su apuesta no va a quedar en agua de borrajas. Seguidores y detractores están en su salsa, tienen carne fresca y mucho donde debatir.
El problema de Los abrazos rotos es que sus grandes momentos, que los tiene, y muchos, están completamente deslavazados e inconexos. La escena de la escalera, ese Lluís Homar tocando la televisión con la citada música de Alberto Iglesias de fondo, el magnífico arranque en casa del protagonista, entre otros muchos, parecen cortometrajes, pequeños esbozos dentro de un todo.
A mi me ha parecido una película más de actores que de actrices, en los que Lluís Homar destaca sobremanera. Son dos personajes en uno, a cual más complicado, y los solventa con nota. El resto del elenco masculino está francamente bien, Almodovar les ha dado más cancha de lo habitual y lo han sabido aprovechar.
Ellas están algo más flojas, puede que debido a que su protagonismo coincide justo con la parte que menos me gusta de la película. A Penélope le falta espacio y soltura, y le sobra aplomo y sobriedad. Portillo baja muchos puntos en el último tercio de la película, debido en su mayor parte a los defectos de guión en los momentos clave. La mejor, Ángela Molina, en un papel muy a lo Viola Davis en Doubt. Magnífica.
En resumidas cuentas, es una película notable, que no pasa desapercibida y con muchísimos detalles destacables, algunos inolvidables, dentro de la filmografía del manchego.
Dos películas en una tarde. En este caso dos películas, o tres, dentro de la misma. Una torre de Babel cinéfila, guiños y contraguiños al séptimo arte, encubiertos en forma de drama?, melodrama?, cine negro?, comedia?...no lo se.
Técnicamente es un prodigio, el mundo Almodovariano en su máxima expresión, colorista y minimalista. La fotografía y la partitura musical, enormes.
Almodovar va a su aire, como las cometas de la playa de la preciosa isla de Lanzarote, él camina por derroteros distintos. Ha decidido cambiar de registro y su apuesta no va a quedar en agua de borrajas. Seguidores y detractores están en su salsa, tienen carne fresca y mucho donde debatir.
El problema de Los abrazos rotos es que sus grandes momentos, que los tiene, y muchos, están completamente deslavazados e inconexos. La escena de la escalera, ese Lluís Homar tocando la televisión con la citada música de Alberto Iglesias de fondo, el magnífico arranque en casa del protagonista, entre otros muchos, parecen cortometrajes, pequeños esbozos dentro de un todo.
A mi me ha parecido una película más de actores que de actrices, en los que Lluís Homar destaca sobremanera. Son dos personajes en uno, a cual más complicado, y los solventa con nota. El resto del elenco masculino está francamente bien, Almodovar les ha dado más cancha de lo habitual y lo han sabido aprovechar.
Ellas están algo más flojas, puede que debido a que su protagonismo coincide justo con la parte que menos me gusta de la película. A Penélope le falta espacio y soltura, y le sobra aplomo y sobriedad. Portillo baja muchos puntos en el último tercio de la película, debido en su mayor parte a los defectos de guión en los momentos clave. La mejor, Ángela Molina, en un papel muy a lo Viola Davis en Doubt. Magnífica.
En resumidas cuentas, es una película notable, que no pasa desapercibida y con muchísimos detalles destacables, algunos inolvidables, dentro de la filmografía del manchego.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pd 1: No os perdáis la magnífica canción del final. Obligatorio quedarse en la sala hasta que se acabe el negativo. Impresionante ese "A ciegas" interpretado por Miguel Poveda.
Pd 2: Kira Miro...¡¡Por Diosssss!!
Pd 2: Kira Miro...¡¡Por Diosssss!!
27 de mayo de 2009
27 de mayo de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del experimento sencillo y colorido que fue Volver (2006), Almodóvar regresa al camino de su último cine, el que está alejado de esa histeria colectiva que es lo almodovariano y conjuga las historias con varias líneas temporales y múltiples vidas cruzadas. Sin embargo, Los abrazos rotos es un film claramente menos complejo en su estructura narrativa que Hable con ella o La mala educación: sus dos líneas temporales no son tales, ya que la que se desarrolla en el presente es, a la vez, prólogo y epílogo del cuerpo de la narración, ubicada en 1994.
Sin embargo, es precisamente en el epílogo, donde Almodóvar más deja ver cierto seguimiento a ultranza de las formas narrativas del melodrama clásico: a pesar de que la película tiene un final claro después del grueso de la narración, el film sigue hasta atar completamente cabos que estaban mejor desatados, e incluso inventando nuevos -el personaje de Tamar Novas-. También es el epílogo el que nos permite fijarnos, de nuevo, en como Almodóvar narra utilizando dos principios: la búsqueda de la imágen-iceberg y la narrativa clásica. Imágenes-iceberg, como la de Lena doblándose a sí misma, y una narrativa clásica que se apoya constantemente en referencias cinéfilas: en este caso, principalmente Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954). Una imagen del film de Rossellini, los amantes de Pompeya fosilizados por la lava del Vesubio, constituye el corazón de Los abrazos rotos. Así, el film de Mateo Blanco y Lena (una versión de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1989) titulada Chicas y maletas) es también la única prueba de su amor: un film se convierte en la demostración irrefutable de la existencia de los sentimientos de su autor. Es por eso que, según Almodóvar, toda alteración de la idea original de la película por parte del productor-villano se convierte en una violación del espacio íntimo del creador.
Sin embargo, es precisamente en el epílogo, donde Almodóvar más deja ver cierto seguimiento a ultranza de las formas narrativas del melodrama clásico: a pesar de que la película tiene un final claro después del grueso de la narración, el film sigue hasta atar completamente cabos que estaban mejor desatados, e incluso inventando nuevos -el personaje de Tamar Novas-. También es el epílogo el que nos permite fijarnos, de nuevo, en como Almodóvar narra utilizando dos principios: la búsqueda de la imágen-iceberg y la narrativa clásica. Imágenes-iceberg, como la de Lena doblándose a sí misma, y una narrativa clásica que se apoya constantemente en referencias cinéfilas: en este caso, principalmente Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1954). Una imagen del film de Rossellini, los amantes de Pompeya fosilizados por la lava del Vesubio, constituye el corazón de Los abrazos rotos. Así, el film de Mateo Blanco y Lena (una versión de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1989) titulada Chicas y maletas) es también la única prueba de su amor: un film se convierte en la demostración irrefutable de la existencia de los sentimientos de su autor. Es por eso que, según Almodóvar, toda alteración de la idea original de la película por parte del productor-villano se convierte en una violación del espacio íntimo del creador.
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