La profecía
7.4
45,572
Terror. Intriga
Cuando Kathy Thorn da a luz a un bebé muerto, su esposo Robert le oculta la verdad y sustituye a su hijo por un niño huérfano, ignorando su origen satánico. El horror empieza cuando, en el quinto cumpleaños de Damien, inesperadamente, su niñera se suicida. Un sacerdote que trata de advertir a Robert del peligro que corre, muere en un inesperado accidente. El creciente número de muertes hace que Robert, por fin, se dé cuenta de que el ... [+]
17 de abril de 2014
17 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del éxito comercial que había supuesto la Semilla del diablo (1968) y sobre todo, del Exorcista (1973) había quedado bastante claro que el tema demonológico era una veta fácil para que las productoras explotaran económicamente este filón. La siguiente que lo conseguiría fue la Profecía (1976), película dirigida por Richard Donner y que trata el despertar del anticristo en la tierra. Con apenas dos millones de presupuesto (aunque se consiguió fichar a una estrella de renombre, como Gregory Peck), la película consiguió recaudar una exagerada cifra que se elevó en su momento hasta los sesenta millones de dólares. Su influencia en la cultura popular fue incalculable, creando y forjando el mito del anticristo como un muchacho de joven edad, una imagen que se grabaría en la mente de la sociedad occidental, por lo menos hasta la actualidad. Las productoras seguirían explotando la leyenda hasta con tres entregas más (aunque la cuarta película de la saga poco tiene que ver con la historia original), ciertamente de dudosa calidad.
Comenta el propio Richard Donner[1] que en un primer momento ninguna productora deseaba producir un film en que no se imaginara el Anticristo como una visión monstruosa en la que aparecieran fuego y pezuñas. Sin embargo, el guión de la película basaba sus miedos en la desintegración de un núcleo familiar (además, una familia de alto estatus, pues el padre de familia es el embajador americano en Londres) y no en un apocalipsis global, que era lo que habría parecido lógico con un argumento semejante. Ya el Exorcista había demostrado que la ruptura familiar como eje central era algo que se podía explotar con enormes resultados. En La profecía no observamos ningún ejercicio de Posesión, pero los miedos y el terror provienen en gran medida de la alienación familiar.
En los primeros compases del film encontramos una secuencia idílica en la que nuestros padres protagonistas pasean por un bosque, hasta que se dan cuenta de que parecen haber perdido a su hijo. La música se vuelve entonces mucho más inquieta, hasta que descubren de nuevo a su hijo, fundiéndose en un abrazo familiar (vuelta a la normalidad aparente). Acto seguido Donner nos muestra la evolución de la familia mediante la colocación de una serie de fotografías fijas, que nos ensenan el desarrollo familiar (se supone que a través del tiempo) y donde el amor entre ellos es patente, hasta llegar a una de las primeras secuencias más violentas de la película, y que es el primer detonante que desequilibra el espíritu familiar. En dicha escena, que tiene lugar durante el cumpleaños de Daimien, una de las criadas se suicida colgándose en el tejado, creando un efecto siniestro. Donner no esconde el intrigante gesto de que mientras la madre de Daimien se acerca a cubrirlo para que no vea tan grotesca imagen, los niños asistentes a la fiesta parecen mirar curiosos hacía el ahorcamiento de la criada.
Este ahorcamiento trae consigo un elemento básico que será el culpable del desmembramiento familiar, con la aparición de una nueva criada, que resulta harto inquietante. En realidad, forma parte del plan diabólico (nunca se acaba de especificar, pero parece una enviada del diablo), y su actuación en el film propicia uno de los temores maternos más socorridos, como es la suplantación materna. A medida que se adentra en la casa (además va acompañada siempre de perro de raza Doberman que tiene connotaciones claramente diabólicas) la relación entre madre e hijo va paulatinamente empeorando, mientas que la influencia entre la criada y Daimien es cada vez mayor. Madre e hijo terminarán con la relación en la perfecta escena en la que Daimien parece (realmente no sabemos nunca si es su voluntad o es un simple incidente) acabar con su madre al precipitarla al vacío de la escalera mientras esta estaba de pie. A partir de ese momento todo el protagonismo recae en Greogry Peck y en su búsqueda por encontrar el verdadero misterio que se alberga detrás de su hijo.
Si no fuera por la excelente música de Jerry Goldsmith (quien recibió su primer Oscar por la banda sonora) los hechos paranormales (especialmente las crueles muertes) podrían pasar por puras coincidencias. El guión (original para la película) de David Seltzer estaba específicamente construido para jugar con una ambigüedad inicial, que sin embargo dejaba sus cartas abiertas a medida que avanza la película.
La profecía logra configurar una imagen del anticristo que recogiendo influencias anteriores (la figura infantil del exorcista, y en menor medida de la semilla del diablo) y añadiendo otras, consiguió crear una iconografía que se mantendría en el colectivo popular durante largo tiempo. Por primera vez con éxito, la película introducía elementos bíblicos que iban a conseguir una gran popularidad, el film sigue la visión del Apocalipsis de San Juan, y la incrustación del número satánico (666) en la película. El 666 es el elemento definitivo que acaba de convencer al personaje interpretado por Gregoy Peck de que su hijo es el anticristo.
El crítico Robin Wood realizó en la década de los años ochenta un estudio sociológico[2] donde comparaba diferencias y semejanzas de la profecía con otro film enormemente popular de la década de los años setenta, The Texas Chainsaw Massacre (la matanza de Texas, 1974). Para Wood las películas de terror de la década tienen un trasfondo político evidente, que se relaciona en gran manera con los valores morales de la sociedad occidental del momento, que precisamente estaban en auténtica convulsión. Son momentos de la guerra del Vietnam (La profecía se estrena poco tiempo después de que el conflicto bélico finalice por completo), el pacifismo Hippie empieza a perder terreno ante el pesimismo general y la concepción de la “realidad” capitalista, el núcleo familiar empieza a ponerse en entredicho a pesar de las políticas oficiales de reagrupamiento…
http://neokunst.wordpress.com/2014/04/17/la-profecia-1976/
Comenta el propio Richard Donner[1] que en un primer momento ninguna productora deseaba producir un film en que no se imaginara el Anticristo como una visión monstruosa en la que aparecieran fuego y pezuñas. Sin embargo, el guión de la película basaba sus miedos en la desintegración de un núcleo familiar (además, una familia de alto estatus, pues el padre de familia es el embajador americano en Londres) y no en un apocalipsis global, que era lo que habría parecido lógico con un argumento semejante. Ya el Exorcista había demostrado que la ruptura familiar como eje central era algo que se podía explotar con enormes resultados. En La profecía no observamos ningún ejercicio de Posesión, pero los miedos y el terror provienen en gran medida de la alienación familiar.
En los primeros compases del film encontramos una secuencia idílica en la que nuestros padres protagonistas pasean por un bosque, hasta que se dan cuenta de que parecen haber perdido a su hijo. La música se vuelve entonces mucho más inquieta, hasta que descubren de nuevo a su hijo, fundiéndose en un abrazo familiar (vuelta a la normalidad aparente). Acto seguido Donner nos muestra la evolución de la familia mediante la colocación de una serie de fotografías fijas, que nos ensenan el desarrollo familiar (se supone que a través del tiempo) y donde el amor entre ellos es patente, hasta llegar a una de las primeras secuencias más violentas de la película, y que es el primer detonante que desequilibra el espíritu familiar. En dicha escena, que tiene lugar durante el cumpleaños de Daimien, una de las criadas se suicida colgándose en el tejado, creando un efecto siniestro. Donner no esconde el intrigante gesto de que mientras la madre de Daimien se acerca a cubrirlo para que no vea tan grotesca imagen, los niños asistentes a la fiesta parecen mirar curiosos hacía el ahorcamiento de la criada.
Este ahorcamiento trae consigo un elemento básico que será el culpable del desmembramiento familiar, con la aparición de una nueva criada, que resulta harto inquietante. En realidad, forma parte del plan diabólico (nunca se acaba de especificar, pero parece una enviada del diablo), y su actuación en el film propicia uno de los temores maternos más socorridos, como es la suplantación materna. A medida que se adentra en la casa (además va acompañada siempre de perro de raza Doberman que tiene connotaciones claramente diabólicas) la relación entre madre e hijo va paulatinamente empeorando, mientas que la influencia entre la criada y Daimien es cada vez mayor. Madre e hijo terminarán con la relación en la perfecta escena en la que Daimien parece (realmente no sabemos nunca si es su voluntad o es un simple incidente) acabar con su madre al precipitarla al vacío de la escalera mientras esta estaba de pie. A partir de ese momento todo el protagonismo recae en Greogry Peck y en su búsqueda por encontrar el verdadero misterio que se alberga detrás de su hijo.
Si no fuera por la excelente música de Jerry Goldsmith (quien recibió su primer Oscar por la banda sonora) los hechos paranormales (especialmente las crueles muertes) podrían pasar por puras coincidencias. El guión (original para la película) de David Seltzer estaba específicamente construido para jugar con una ambigüedad inicial, que sin embargo dejaba sus cartas abiertas a medida que avanza la película.
La profecía logra configurar una imagen del anticristo que recogiendo influencias anteriores (la figura infantil del exorcista, y en menor medida de la semilla del diablo) y añadiendo otras, consiguió crear una iconografía que se mantendría en el colectivo popular durante largo tiempo. Por primera vez con éxito, la película introducía elementos bíblicos que iban a conseguir una gran popularidad, el film sigue la visión del Apocalipsis de San Juan, y la incrustación del número satánico (666) en la película. El 666 es el elemento definitivo que acaba de convencer al personaje interpretado por Gregoy Peck de que su hijo es el anticristo.
El crítico Robin Wood realizó en la década de los años ochenta un estudio sociológico[2] donde comparaba diferencias y semejanzas de la profecía con otro film enormemente popular de la década de los años setenta, The Texas Chainsaw Massacre (la matanza de Texas, 1974). Para Wood las películas de terror de la década tienen un trasfondo político evidente, que se relaciona en gran manera con los valores morales de la sociedad occidental del momento, que precisamente estaban en auténtica convulsión. Son momentos de la guerra del Vietnam (La profecía se estrena poco tiempo después de que el conflicto bélico finalice por completo), el pacifismo Hippie empieza a perder terreno ante el pesimismo general y la concepción de la “realidad” capitalista, el núcleo familiar empieza a ponerse en entredicho a pesar de las políticas oficiales de reagrupamiento…
http://neokunst.wordpress.com/2014/04/17/la-profecia-1976/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No es casual que en muchas películas de los años setenta, el mal domine finalmente el mundo. En la semilla del diablo (realizada a finales de los años sesenta) el mal conseguía imponerse al final de la obra, cuando Rosemary aceptaba a su hijo, aunque fuera el anticristo. En el Exorcista (1973) encontrábamos un final realmente ambiguo, mientras que en la Profecía Damien ha conseguido salvarse y sus obstáculos han sido borrados, con lo que se intuye que su plan diabólico puede ponerse en marcha. Evidentemente estos finales malignos se relacionan con el creciente pesimismo de una sociedad real que está continuamente bombardeada por la cruda realidad. En cualquier momento la guerra fría puede estallar y dar pie a un verdadero apocalipsis (nuclear).
[1] Realizó una versión audicomentada de la película junto al montador de La Profecía, Stuart Baird (aunque no fue el primer montador al que se dirigió Donner, sí fue el definitivo) en la edición comercial en DVD, lanzada al mercado para conmemorar los veinticinco años del estreno.
[2] Robin Wood, Hollywood from Vietnam To Reagan, Ed. Columbia university press, New York 1986
[1] Realizó una versión audicomentada de la película junto al montador de La Profecía, Stuart Baird (aunque no fue el primer montador al que se dirigió Donner, sí fue el definitivo) en la edición comercial en DVD, lanzada al mercado para conmemorar los veinticinco años del estreno.
[2] Robin Wood, Hollywood from Vietnam To Reagan, Ed. Columbia university press, New York 1986
17 de abril de 2014
17 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras muchos años la he vuelto a ver y pensaba que terminaría en un "que mal le sientan los años". Nada más lejos de la realidad para esta joya que se acerca a los 40.
La música es la mejor que se puede sentir en una película de miedo. Esa melodía te la ponen a oscuras en una casa en la que estés solo y te comienzas a plantear porque no hacemos como en América y podemos portar armas.
El montaje y el ritmo son excelentes. El primero más que el segundo que solo tiene algún momento aislado de lentitud pero totalmente pasable.
Y el reparto. Me da igual. El niño... ese niño... la niñera está por ahí también, pero el niño... No sabes si matarlo a palos o salir corriendo por si "se rebota".
Un buen guión en el que no podemos olvidar el género al que pertenece.
Las secuelas siendo generoso son pasables. Esta es la mejor por descontado. La emoción, la tensión y en algunos casos la angustia que provoca son de una gran calidad teniendo en cuenta que opta por ser efectiva y no efectista.
Y bueno, relacionarlo con "La semilla del diablo" o "El exorcista" es normal pero eso no hace que pierda puntos ni interés.
La música es la mejor que se puede sentir en una película de miedo. Esa melodía te la ponen a oscuras en una casa en la que estés solo y te comienzas a plantear porque no hacemos como en América y podemos portar armas.
El montaje y el ritmo son excelentes. El primero más que el segundo que solo tiene algún momento aislado de lentitud pero totalmente pasable.
Y el reparto. Me da igual. El niño... ese niño... la niñera está por ahí también, pero el niño... No sabes si matarlo a palos o salir corriendo por si "se rebota".
Un buen guión en el que no podemos olvidar el género al que pertenece.
Las secuelas siendo generoso son pasables. Esta es la mejor por descontado. La emoción, la tensión y en algunos casos la angustia que provoca son de una gran calidad teniendo en cuenta que opta por ser efectiva y no efectista.
Y bueno, relacionarlo con "La semilla del diablo" o "El exorcista" es normal pero eso no hace que pierda puntos ni interés.
16 de junio de 2014
16 de junio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considero que Pink Floyd fué un grupo de música que marcó un antes y un después de la historia del rock sinfónico en particular y de la música en general. Sus temas han trascendido más allá de épocas o estilos, siendo hoy día un referente a nivel mundial y un ejemplo de como la buena música, por el mero hecho de serlo, puede romper cualquier barrera temporal.
Es el caso del título que nos acontece. "La profecía" es un tipo de cine que perdura y seguirá perdurando en el tiempo, por la sencilla razón de que la película es tan jodidamente buena que cuando la ves te enamoras de ella. No de Peck o Remick, que están geniales, te enamoras del conjunto, de su todo. Y eso, queridos amantes de la buena música, es cine armonioso y bonito.
Es el caso del título que nos acontece. "La profecía" es un tipo de cine que perdura y seguirá perdurando en el tiempo, por la sencilla razón de que la película es tan jodidamente buena que cuando la ves te enamoras de ella. No de Peck o Remick, que están geniales, te enamoras del conjunto, de su todo. Y eso, queridos amantes de la buena música, es cine armonioso y bonito.
21 de febrero de 2018
21 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que voy a contar a continuación puede sonar un poco extraño, pero es tan real como que estoy escribiendo ahora mismo. Mi madre es la principal causante de mi afición al cine, de pequeño nos recogía en la guardería a mi hermano y a mi y nos íbamos al cine, no sé si pagábamos o no, pero me inflé a ver pelis. Pero que pelis. De terror y todo, hasta los diez mandamientos. No sé si en esa época se llevaba el control tan estricto como hoy en día, pero no creo que a un niño de 3-4 años, hoy lo dejaran entrar a ver esta clase de películas.
Así que son muchos los recuerdos que me trae, en primer lugar la edad del niño, posiblemente mi hermano estuviera más cercano que yo a la del niño protagonista, que por cierto, lo borda, es tan profesional que termina por acojonarme incluso hoy día con 45 años. Un acierto haber encontrado al chaval tan convincente en su papel. Con momentos cumbres como la entrada a la iglesia, el accidente en el pasillo o el cementerio. La música ayuda lo suyo, y las localizaciones son perfectas para contar lo que vemos en pantalla. Que hace falta luz, pues ahí está, que ahora necesitamos oscuridad pues más de lo mismo. Que tenemos que desplazarnos geográficamente...
Mira que he seguido la carrera de Gregory Peck y en este papel que se sale de lo habitual está genial, muy creíble, el ritmo de la peli es el ideal en estos casos. Entramos en materia rápidamente y no dejan de ocurrir cosas, que seamos sinceros, es lo que buscamos en estos casos. Gracias al director por ponernos a un personaje como el sacerdote que no solo nos explica lo que va ocurriendo, sino lo que ocurrirá y como se le puede poner fin.
Una obra maestra del cine de terror de los 70.
Así que son muchos los recuerdos que me trae, en primer lugar la edad del niño, posiblemente mi hermano estuviera más cercano que yo a la del niño protagonista, que por cierto, lo borda, es tan profesional que termina por acojonarme incluso hoy día con 45 años. Un acierto haber encontrado al chaval tan convincente en su papel. Con momentos cumbres como la entrada a la iglesia, el accidente en el pasillo o el cementerio. La música ayuda lo suyo, y las localizaciones son perfectas para contar lo que vemos en pantalla. Que hace falta luz, pues ahí está, que ahora necesitamos oscuridad pues más de lo mismo. Que tenemos que desplazarnos geográficamente...
Mira que he seguido la carrera de Gregory Peck y en este papel que se sale de lo habitual está genial, muy creíble, el ritmo de la peli es el ideal en estos casos. Entramos en materia rápidamente y no dejan de ocurrir cosas, que seamos sinceros, es lo que buscamos en estos casos. Gracias al director por ponernos a un personaje como el sacerdote que no solo nos explica lo que va ocurriendo, sino lo que ocurrirá y como se le puede poner fin.
Una obra maestra del cine de terror de los 70.
5 de julio de 2018
5 de julio de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La Profecía" es un brillante clásico de terror sobrenatural, dirigido por Richard Donner y protagonizado por Gregory Peck. Una de las películas más impactantes y sugestivas de la historia, que junto a "El Exorcista" y "La Semilla del Diablo" constituye uno de los pilares del cine de terror sobrenatural de temática diabólica. Robert y Katherine Thorn pierden a su primer hijo en el trabajo de parte, y sin que ella se entere y para no provocarle una grave crisis nerviosa, Robert decide adoptar un niño nacido en el mismo instante que su hijo nacido muerto. Nombrado embajador de los Estados Unidos en Gran Bretaña, Robert y su familia vivirán un espléndido momento, que poco a poco comenzará a opacarse cuando se desaten extraños sucesos y asesinatos sin explicación. El gran mérito de esta cinta, es que el espectador siente que todos los escabrosos hechos que se van sucediendo corresponden más bien a una increíble y tenebrosa cadena de casualidades, haciendo que el protagonista transfiera esa sólida sensación de paranoia hasta el mismísimo clímax. Así es, incluso en esa legendaria y reconocida escena de Robert Thorn en la iglesia con Damien, preguntándonos si en realidad todas las sospechas del protagonista son reales o son producto del delirio de un demente.
En ningún momento, hasta que el guión comienza a dar pistas sobre la procedencia del niño, el espectador sospechará que Damien tiene directa relación con las terribles muertes y asesinatos que se suceden. De la misma forma, los personajes están tan bien construidos que resultan interesantes y reales. Debo señalar que la estructura y que cada personaje, están al servicio de un ambiente profundamente enrarecido, que hace que el espectador se pregunte si esta historia podría pasarle incluso a él. Y ese es otro de los grandes méritos del film. Hay que decir que Richard Donner, que se había dedicado más bien a la televisión y tenía una o dos películas bastante desechables, demuestra tener una habilidad y un talento narrativo envidiable. Otorgándole una elegancia pocas veces vista a una película de terror, y más con un presupuesto bastante escaso. Y es que de nada sirve tener un buen guión, si no se tiene un director lo suficientemente seguro y hábil para representarlo y volverlo realidad. Donner, entonces, demuestra cierto virtuosismo tanto para sugerir terror como para hacerlo explícito. Un director que trabaja la tensión a pulso con miradas penetrantes de los esbirros del demonio en un primer plano y la construcción de una ambientación psicológica opresiva y malsana in crescendo.
De este tipo, son muchas las escenas para la historia que el espectador recordará, desde la escena en la que la Señora Baylock intercambia una espeluznante mirada con el perro negro, cuando abre la puerta para que Damien transite con su triciclo por el pasillo y así provocar el accidente de su madre. O la investigación de Robert Thorn y el fotógrafo Keith Jennings, que los lleva a un abandonado monasterio italiano y posteriormente a un tenebroso cementerio etrusco, en donde descubrirán la horripilante verdad. Hasta la mirada penetrante y escalofriante de Damien en el epílogo del film. La banda sonora ganadora del Óscar es brillante y esta encabezada por el tema Ave Satani que es para mi una de las mas terroríficas del cine de horror. También destacaría una serie de escenas, como la de el ahorcamiento, ataques de animales, empalamiento, defenestración y decapitación, brutales, rodadas con mucho oficio y realismo. Otro punto interesante es el de la intriga, reflejado en la referencia investigativa sobre el Anticristo y Damien. Al principio, parece una historia digna de un demente fanático religioso, reflejado en el personaje del Padre Brennan, que tiene un conflicto generacional y de creencias con Robert Thorn. Tras el horrible destino del párroco, la vacante de conducir la investigación recae en el fotográfo Keith Jennings, cuya aparición en la vida de Thorn se va convirtiendo en la del cómplice que Robert necesita para descubrir la verdad.
Las actuaciones son sobresalientes, Harvey Stephens, como el pequeño Damien, cuya mirada siniestra y profunda combinada con su rostro blanco y angelical, impone respeto y miedo, sin apenas pronunciar más de dos palabras, parece y a la vez no parece humano. Gregory Peck está impecable como es habitual y otorgaría una seriedad que ningún otro actor le hubiese podido dar al personaje de Robert Thorn, cuya lucidez poco a poco va mermando pero no con eso su innegable entereza. Lee Remick encarna correctamente el papel de Katherine Thorn. La descomposición progresiva de la cordura de su personaje y su fragilidad son realmente conmovedores y reflejan el carácter de una actriz sensible, capaz de transferir además sentimientos de soledad y abandono. Es muy difícil olvidar la culposa y horrorizada mirada de Patrick Troughton como el Padre Brennan y su horroroso fin, uno de los más impactantes para el espectador. David Warner es el fotógrafo Keith Jennings, que asume la compañía del protagónico en la investigación, y que tiene uno de los momentos más macabros del film. Leo McKern encarnó al arqueólogo Carl Bugenhagen, que asesorará a Robert Thorn para terminar con el entuerto. Y para finalizar, tenemos a una impresionante Billie Whitelaw como la espeluznante Sra. Baylock, la niñera y feroz protectora de Damien, cuya entrega y dedicación a “la misión” diabólica es tan perturbadora como su impenetrable mirada.
En definitiva, un brillante clásico sobrenatural, con una historia atrapante, vertiginosa y espeluznante, con una elegancia pocas veces vista en un film de terror, que la llevan a ser considerada una de las imprescindibles para cualquier cinéfilo. Destacaría por encima de todo la genial ambientación, oscura y siniestra pero sin caer en el mero artificio, todo está bien hilvanado y contado con pulso firme. Abadías sombrías, parques lluviosos y la sombra asesina de Satanás. Terror del mejor calibre, hasta el fin de los tiempos.
En ningún momento, hasta que el guión comienza a dar pistas sobre la procedencia del niño, el espectador sospechará que Damien tiene directa relación con las terribles muertes y asesinatos que se suceden. De la misma forma, los personajes están tan bien construidos que resultan interesantes y reales. Debo señalar que la estructura y que cada personaje, están al servicio de un ambiente profundamente enrarecido, que hace que el espectador se pregunte si esta historia podría pasarle incluso a él. Y ese es otro de los grandes méritos del film. Hay que decir que Richard Donner, que se había dedicado más bien a la televisión y tenía una o dos películas bastante desechables, demuestra tener una habilidad y un talento narrativo envidiable. Otorgándole una elegancia pocas veces vista a una película de terror, y más con un presupuesto bastante escaso. Y es que de nada sirve tener un buen guión, si no se tiene un director lo suficientemente seguro y hábil para representarlo y volverlo realidad. Donner, entonces, demuestra cierto virtuosismo tanto para sugerir terror como para hacerlo explícito. Un director que trabaja la tensión a pulso con miradas penetrantes de los esbirros del demonio en un primer plano y la construcción de una ambientación psicológica opresiva y malsana in crescendo.
De este tipo, son muchas las escenas para la historia que el espectador recordará, desde la escena en la que la Señora Baylock intercambia una espeluznante mirada con el perro negro, cuando abre la puerta para que Damien transite con su triciclo por el pasillo y así provocar el accidente de su madre. O la investigación de Robert Thorn y el fotógrafo Keith Jennings, que los lleva a un abandonado monasterio italiano y posteriormente a un tenebroso cementerio etrusco, en donde descubrirán la horripilante verdad. Hasta la mirada penetrante y escalofriante de Damien en el epílogo del film. La banda sonora ganadora del Óscar es brillante y esta encabezada por el tema Ave Satani que es para mi una de las mas terroríficas del cine de horror. También destacaría una serie de escenas, como la de el ahorcamiento, ataques de animales, empalamiento, defenestración y decapitación, brutales, rodadas con mucho oficio y realismo. Otro punto interesante es el de la intriga, reflejado en la referencia investigativa sobre el Anticristo y Damien. Al principio, parece una historia digna de un demente fanático religioso, reflejado en el personaje del Padre Brennan, que tiene un conflicto generacional y de creencias con Robert Thorn. Tras el horrible destino del párroco, la vacante de conducir la investigación recae en el fotográfo Keith Jennings, cuya aparición en la vida de Thorn se va convirtiendo en la del cómplice que Robert necesita para descubrir la verdad.
Las actuaciones son sobresalientes, Harvey Stephens, como el pequeño Damien, cuya mirada siniestra y profunda combinada con su rostro blanco y angelical, impone respeto y miedo, sin apenas pronunciar más de dos palabras, parece y a la vez no parece humano. Gregory Peck está impecable como es habitual y otorgaría una seriedad que ningún otro actor le hubiese podido dar al personaje de Robert Thorn, cuya lucidez poco a poco va mermando pero no con eso su innegable entereza. Lee Remick encarna correctamente el papel de Katherine Thorn. La descomposición progresiva de la cordura de su personaje y su fragilidad son realmente conmovedores y reflejan el carácter de una actriz sensible, capaz de transferir además sentimientos de soledad y abandono. Es muy difícil olvidar la culposa y horrorizada mirada de Patrick Troughton como el Padre Brennan y su horroroso fin, uno de los más impactantes para el espectador. David Warner es el fotógrafo Keith Jennings, que asume la compañía del protagónico en la investigación, y que tiene uno de los momentos más macabros del film. Leo McKern encarnó al arqueólogo Carl Bugenhagen, que asesorará a Robert Thorn para terminar con el entuerto. Y para finalizar, tenemos a una impresionante Billie Whitelaw como la espeluznante Sra. Baylock, la niñera y feroz protectora de Damien, cuya entrega y dedicación a “la misión” diabólica es tan perturbadora como su impenetrable mirada.
En definitiva, un brillante clásico sobrenatural, con una historia atrapante, vertiginosa y espeluznante, con una elegancia pocas veces vista en un film de terror, que la llevan a ser considerada una de las imprescindibles para cualquier cinéfilo. Destacaría por encima de todo la genial ambientación, oscura y siniestra pero sin caer en el mero artificio, todo está bien hilvanado y contado con pulso firme. Abadías sombrías, parques lluviosos y la sombra asesina de Satanás. Terror del mejor calibre, hasta el fin de los tiempos.
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