Ronin
6.7
24,616
Acción. Thriller
Como los hombres sin honor, llamados "Ronin" en Japón, en Europa abundan los expertos en peligrosas operaciones secretas que venden sus servicios al mejor postor. Estos mercenarios se limitan a cumplir la misión que les han encomendado, pero ignoran para quién trabajan y cuáles son los verdaderos objetivos de su actividad. En este caso, sólo saben que deben encontrar una misteriosa maleta.
20 de noviembre de 2017
20 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El código del mercenario sin pasado y tal vez sin un nombre real se graba a fuego en una de las últimas grandes obras de acción del cine contemporáneo...
Más increíble es saber que su autoría pertenece a un John Frankenheimer cuya carrera no se pudo hundir más por culpa de la locura de "La Isla del dr. Moreau", sin embargo pudo reflotar dignamente gracias a caras producciones televisivas; con 67 años tuvo que ver la luz celestial al recibir el guión del joven John Zeik, quien ideó una configuración de intriga y espionaje a la antigua usanza, no obstante casi toda retocada por la mano de David Mamet, oculto bajo un pseudónimo. La oportunidad para el de Queens se convirtió en un ambicioso proyecto donde seguir demostrando que su pericia como director de acción en absoluto le había abandonado.
Pero no sólo por la acción reluce esta "Ronin". Las primeras escenas de presentación de los protagonistas, en el interior de la cafetería, son una clase maestra de dirección; aquél estudia la profundidad del espacio en relación a los individuos que lo ocupan, y puede filmar con un dinamismo juvenil gracias, precisamente, a sus años de experiencia. Este casting que une en un mismo plano las caras de Jean Reno, Stellan Skarsgård, Natasha McElhon y Robert DeNiro hace honor al título; aunque es el último quien más atención acapara (gracias a Mamet), el guión desdibuja a cada uno y los rodea de misterio y sólo incógnitas, al igual que la historia.
Cinco expertos, no se sabe de dónde vienen, en efecto sin un pasado ni un futuro, sólo sobreviviendo en un presente de malas relaciones internacionales para aprovecharse por dinero; sus personalidades e interacciones denotan un fuerte cinismo, se respira en ese escenario parisino cubierto de tonos mates por la fotografía de Robert Fraisse. Por sus similitudes recuerda a la entonces reciente "Sospechosos Habituales", pero Frankenheimer hereda los rasgos pesimistas, secos y grises de los "neo-noir" franceses (Melville, Pigaut, Chabrol, Damiani y demás...), y así sus actores (uno ve a DeNiro como un moderno Lino Ventura), dejándolos en la confusión de un argumento sólo sostenido por tres pilares:
Uno es la existencia de dos facciones, quizás terroristas o espías, la rusa y la irlandesa, quienes se matan por poseer un maletín, el segundo elemento y "macguffin" a la altura de las intrigas "hitchcockianas"; el tercero es Deirdre, encargada de contratar al equipo y, al igual que la figura mitológica irlandesa homónima, responsable de que los líderes masculinos de estos grupos luchen entre sí, pues ella conducirá la acción narrativa con sus decisiones y órdenes (hasta la aparición de un superior, a quien da vida el gran Jonathan Pryce). Narrativa basada en el sencillo juego del ratón y el gato de las películas de espionaje de toda la vida.
Porque desde el comienzo de la misión todos los implicados se irán vigilando y persiguiendo, con Sean Bean de elemento extraño que más bien ocupa el lugar del espectador, nervioso ante tanto suceso violento, confuso ante tantos interrogantes, sin saber qué hacer. Pero se le elimina rápido de la ecuación y el guión, un revoltijo de diálogos vacíos (los personajes hablan mucho y no dicen nada) y viajes aquí y allá, se ve impulsado por la traición; el director logra que sus carencias se conviertan en su mejor virtud, sin preocuparse de las ilógicas directrices que se agolpan a ritmo vertiginoso, sino de cómo van evolucionando los personajes ante ellos.
Es algo que siempre estuvo en su cine, y que encontrará sus mejores instantes en la relación de Sam y Vincent, como veteranos de sus profesiones, y en las maniobras del villano Gregor, que desatan un río de violencia, aunque aquí no hay héroes de ningún tipo, sólo individuos desalmados preocupados de dos cosas: el dinero y la supervivencia; sin romances de ningún tipo (el de Deirdre y Sam no existe), un ambiente muy en correspondencia con el "thriller" clásico y la novela negra. Como clásica es la forma en que Frankenheimer visiona el movimiento de la acción frente a la cámara.
Quien recuerde "El Tren", "Domingo Negro" y en especial "Grand Prix" ya sabe que su sello siempre fue la autenticidad, y aquí esto es un valor añadido al factor de la tensión y la estimulación nerviosa; "Ronin" está atravesada por algunas de las más intensas secuencias de acción de la Historia del cine, destacando, como todos saben, sus persecuciones deudoras de los films de antaño en exteriores franceses, tan conocidos por el anterior, filmadas a velocidades superiores a 120 km./h. con vehículos de verdad, especialistas expertos y sin hacer uso de pantallas verdes ni cámaras mareantes.
Los actores están dentro de los coches y se hace gala de una precisión envidiable a la hora de desplazar la acción, desenfrenada, de un lado a otro de la pantalla, pero permitiendo al espectador ver claramente lo que sucede en ella y ser así parte del espectáculo, algo que es una bendición y que no muchos saben respetar. Y desde luego uno merece ser parte del "rififí" de caos y destrucción desatada por estos escenarios de tan bella arquitectura, donde el director destroza coches, arrolla edificios, mata a transeúntes, sorprende con explosiones...pocas veces el sinsentido fue disfrutado tan concienzuda y meticulosamente en el cine de acción.
Por otro lado, aun rodada de forma magistral, la conversación entre Michael Londsdale y DeNiro acerca de los ronin es un añadido quizás significativo pero poco necesario (tanto más cuanto que la leyenda de los 47 samuráis de Asano Naganori está mal contada e incompleta como para arrojar algo de conocimiento al espectador occidental...).
Este "Ronin" en concreto logró entusiasmar a los espectadores y la crítica del momento, siendo un éxito notable (que tampoco arrasador) en taquilla, y como otros colegas veteranos, el cineasta acabaría siendo más recordado por una obra realizada en el otoño de su vida, y la penúltima de su extensa carrera. Debería de haber sido su broche de oro.
Más increíble es saber que su autoría pertenece a un John Frankenheimer cuya carrera no se pudo hundir más por culpa de la locura de "La Isla del dr. Moreau", sin embargo pudo reflotar dignamente gracias a caras producciones televisivas; con 67 años tuvo que ver la luz celestial al recibir el guión del joven John Zeik, quien ideó una configuración de intriga y espionaje a la antigua usanza, no obstante casi toda retocada por la mano de David Mamet, oculto bajo un pseudónimo. La oportunidad para el de Queens se convirtió en un ambicioso proyecto donde seguir demostrando que su pericia como director de acción en absoluto le había abandonado.
Pero no sólo por la acción reluce esta "Ronin". Las primeras escenas de presentación de los protagonistas, en el interior de la cafetería, son una clase maestra de dirección; aquél estudia la profundidad del espacio en relación a los individuos que lo ocupan, y puede filmar con un dinamismo juvenil gracias, precisamente, a sus años de experiencia. Este casting que une en un mismo plano las caras de Jean Reno, Stellan Skarsgård, Natasha McElhon y Robert DeNiro hace honor al título; aunque es el último quien más atención acapara (gracias a Mamet), el guión desdibuja a cada uno y los rodea de misterio y sólo incógnitas, al igual que la historia.
Cinco expertos, no se sabe de dónde vienen, en efecto sin un pasado ni un futuro, sólo sobreviviendo en un presente de malas relaciones internacionales para aprovecharse por dinero; sus personalidades e interacciones denotan un fuerte cinismo, se respira en ese escenario parisino cubierto de tonos mates por la fotografía de Robert Fraisse. Por sus similitudes recuerda a la entonces reciente "Sospechosos Habituales", pero Frankenheimer hereda los rasgos pesimistas, secos y grises de los "neo-noir" franceses (Melville, Pigaut, Chabrol, Damiani y demás...), y así sus actores (uno ve a DeNiro como un moderno Lino Ventura), dejándolos en la confusión de un argumento sólo sostenido por tres pilares:
Uno es la existencia de dos facciones, quizás terroristas o espías, la rusa y la irlandesa, quienes se matan por poseer un maletín, el segundo elemento y "macguffin" a la altura de las intrigas "hitchcockianas"; el tercero es Deirdre, encargada de contratar al equipo y, al igual que la figura mitológica irlandesa homónima, responsable de que los líderes masculinos de estos grupos luchen entre sí, pues ella conducirá la acción narrativa con sus decisiones y órdenes (hasta la aparición de un superior, a quien da vida el gran Jonathan Pryce). Narrativa basada en el sencillo juego del ratón y el gato de las películas de espionaje de toda la vida.
Porque desde el comienzo de la misión todos los implicados se irán vigilando y persiguiendo, con Sean Bean de elemento extraño que más bien ocupa el lugar del espectador, nervioso ante tanto suceso violento, confuso ante tantos interrogantes, sin saber qué hacer. Pero se le elimina rápido de la ecuación y el guión, un revoltijo de diálogos vacíos (los personajes hablan mucho y no dicen nada) y viajes aquí y allá, se ve impulsado por la traición; el director logra que sus carencias se conviertan en su mejor virtud, sin preocuparse de las ilógicas directrices que se agolpan a ritmo vertiginoso, sino de cómo van evolucionando los personajes ante ellos.
Es algo que siempre estuvo en su cine, y que encontrará sus mejores instantes en la relación de Sam y Vincent, como veteranos de sus profesiones, y en las maniobras del villano Gregor, que desatan un río de violencia, aunque aquí no hay héroes de ningún tipo, sólo individuos desalmados preocupados de dos cosas: el dinero y la supervivencia; sin romances de ningún tipo (el de Deirdre y Sam no existe), un ambiente muy en correspondencia con el "thriller" clásico y la novela negra. Como clásica es la forma en que Frankenheimer visiona el movimiento de la acción frente a la cámara.
Quien recuerde "El Tren", "Domingo Negro" y en especial "Grand Prix" ya sabe que su sello siempre fue la autenticidad, y aquí esto es un valor añadido al factor de la tensión y la estimulación nerviosa; "Ronin" está atravesada por algunas de las más intensas secuencias de acción de la Historia del cine, destacando, como todos saben, sus persecuciones deudoras de los films de antaño en exteriores franceses, tan conocidos por el anterior, filmadas a velocidades superiores a 120 km./h. con vehículos de verdad, especialistas expertos y sin hacer uso de pantallas verdes ni cámaras mareantes.
Los actores están dentro de los coches y se hace gala de una precisión envidiable a la hora de desplazar la acción, desenfrenada, de un lado a otro de la pantalla, pero permitiendo al espectador ver claramente lo que sucede en ella y ser así parte del espectáculo, algo que es una bendición y que no muchos saben respetar. Y desde luego uno merece ser parte del "rififí" de caos y destrucción desatada por estos escenarios de tan bella arquitectura, donde el director destroza coches, arrolla edificios, mata a transeúntes, sorprende con explosiones...pocas veces el sinsentido fue disfrutado tan concienzuda y meticulosamente en el cine de acción.
Por otro lado, aun rodada de forma magistral, la conversación entre Michael Londsdale y DeNiro acerca de los ronin es un añadido quizás significativo pero poco necesario (tanto más cuanto que la leyenda de los 47 samuráis de Asano Naganori está mal contada e incompleta como para arrojar algo de conocimiento al espectador occidental...).
Este "Ronin" en concreto logró entusiasmar a los espectadores y la crítica del momento, siendo un éxito notable (que tampoco arrasador) en taquilla, y como otros colegas veteranos, el cineasta acabaría siendo más recordado por una obra realizada en el otoño de su vida, y la penúltima de su extensa carrera. Debería de haber sido su broche de oro.
29 de agosto de 2020
29 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
280/40(23/08/20) Muy entretenido thriller de acción con intriga del veterano artesano John Frankenheimer en su penúltimo largometraje, producción ambientado en las hermosas Paris, Niza y Arles, con un claro sabor setentero en el modo de filmarse, en su desarrollo de personajes seco y adusto y sobre todo en la forma de rodar las persecuciones de modo naturalista, sin efectos digitales, sin recursos efectistas de slow motion, teniendo efluvios a “Bulitt” y “French Connection” (por lo de las persecuciones automovilísticas de estas), y a “Le samurái” de Melville por el ascetismo de los personajes. Escrita por John David Zeik y David Mamet, bajo el seudónimo de Richard Weisz. Zeik, un recién llegado al cine, concibió la idea de Ronin después de leer la novela Shōgun de James Clavell a la edad de 15. Frankenheimer firmó para dirigir el guión de Zeik, que Mamet reescribió para ampliar el papel de De Niro y desarrollar detalles de la trama. La película presenta un dispositivo de trama hitchcockiano como es el MacGuffin en forma de maletín, cuyo contenido es importante pero desconocido, y realmente da igual. Teniendo un fenomenal elenco actoral, encabezado por un majestuoso protagonista a Robert De Niro, acompañándole en un delicioso bromance Jean Reno, y en roles más secundarios Natascha McElhone, Stellan Skarsgård, Sean Bean y Jonathan Pryce, todos ellos con personajes clichés sin profundidad alguna, trazados sus caracteres en pequeños rasgos de seres de vuelta de todo, y de ahí no se mueven. Teniendo una trama muy brilladla, nada original, más simple que el mecanismo de una cinta métrica, versando sobre un equipo de especialistas en diferentes campos tácticos de espionaje que son contratados para hacerse con un maletín valioso y fuertemente custodiado. Por medio temas como el sentido del deber, la profesionalidad, las volubles lealtades, la traición, la avaricia, y algunas dosis de amor. Teniendo algunos ingeniosos diálogos cargados en muchos casos de sabiduría mezclada con la amargura de la veteranía. Teniendo vibrantes escenas de acción con persecuciones de autos, tiroteos, explosiones, peleas, con un ritmo dejando espacio para los personajes se expresen, pero teniendo un tramo final donde la película pierde fuelle, desembocando en un clímax final insatisfactorio, que además al levantar algunas cartas hace que el título pierde todo su sentido, súmense algunos elementos que lastran la cinta, como el ‘romance’ entre Sam y Deidre, innecesario y metido con fórceps, con una química estridente entre ambos.
Ronin es conocida sobre todo por sus dos persecuciones de coches realistas en Niza y París, un alarde de ejercicio de filmación contundente, enérgico, electrizante en una edición fabulosa de Anthony Gibbs (“El violinista en el tejado” o “Un puente lejano”), conductores profesionales de autos de carreras coordinó y realizó las acrobacias del vehículo, rodadas sin ningún tipo de trucaje en efectos especiales, a la vieja usanza y con gran número de especialistas automovilísticos capitaneados por Jean-Claude Lagniez (dobló a Robert De Niro en escenas de conducción peligrosa). Frankenheimer evitó el uso de f/x, las previsualizó con guiones gráficos y usó los mismos soportes de cámara que se usaron en el film también de Frankenheimer “Grand Prix” (1966). Los actores se colocaron dentro de los coches cuando sea conducido a velocidades de hasta 100 mph (160 km / h), por la Fórmula Uno conductor Jean-Pierre Jarier, y los conductores de alto rendimiento Jean-Claude Lagniez y Michel Neugarten.
Ayudados por la sensacional cámara de Robert Fraisse (“Enemigo a las puertas”), aportando tomas extraordinarias en sus angulaciones y subjetividades, amoldándose a la acción de modo exuberante. El tremendo sonido de los coches usados en las persecuciones del film sí que tiene truco. El director de sonido, Brady Schwartz, usó estos mismos coches en un circuito de carreras y suprimió el sonido real de plató por el de los coches en el circuito cerrado. Todo esto adornado por unas localizaciones de fondo bellísimas.
Tiene un comienzo estimulante con ese seguimiento nocturno a De Niro husmeando un bistró en Montparnasse, escondiendo un arma tras una caja en la trastienda del local, con lo que pensamos que está planeando algún asesinato. Pero solo es que ha sido convocado a una reunión con desconocidos y no se fía, cuando al anfitriona Deidere le pregunta, "Por qué fuiste a la parte de atrás?", él responde de modo profesional, “Nunca entro en un lugar del que no sé cómo salir”. Para a continuación conocer a los del grupo y para que misión han sido llamados.
En realidad su sencillo argumento se rebela como una percha para sus secuencias de acción, el tiroteo bajo el Pont Alexandre III, los tiroteos y persecuciones por el Anfiteatro Romano de Arles, las carreras de coches, o el clímax en la pista de hielo, donde Frankenheimer demuestra su gran pulso narrativo: pero también sabe dar tensión a otros momentos más intimistas, como cuando saca los colores a un miembro del grupo apoyándose en una taza de café y en una pregunta capciosa, o en la escena de la extracción de una bala, pero sobre todo en la peculiar relación entre Sam y Vincent, dos curtidos de mil guerras, que se respetan, se caen bien en su reflejo del profesionalismo, el modo de hablar de su pasado sin hablar de su pasado, dos seres cansados y ajados que se compenetran en su lealtad.
Robert De Niro como Sam, mercenario estadounidense anteriormente asociado con la CIA, le da vida con su habitual fortaleza expresiva; Jean Reno como Vincent, pistolero francés se hace amigo de Sam, el actor de origen gaditano derrocha empatía con su rostro de bonachón; Natascha McElhone como Deirdre, agente del IRA lidera el grupo. Un rol que parece metido con calzador, no termino de creérmela ni como directora de operaciones, ni en las escenas de acción y muchísimo menos en su chirriante romance flash con De Niro;... (sogo en spoiler)
Ronin es conocida sobre todo por sus dos persecuciones de coches realistas en Niza y París, un alarde de ejercicio de filmación contundente, enérgico, electrizante en una edición fabulosa de Anthony Gibbs (“El violinista en el tejado” o “Un puente lejano”), conductores profesionales de autos de carreras coordinó y realizó las acrobacias del vehículo, rodadas sin ningún tipo de trucaje en efectos especiales, a la vieja usanza y con gran número de especialistas automovilísticos capitaneados por Jean-Claude Lagniez (dobló a Robert De Niro en escenas de conducción peligrosa). Frankenheimer evitó el uso de f/x, las previsualizó con guiones gráficos y usó los mismos soportes de cámara que se usaron en el film también de Frankenheimer “Grand Prix” (1966). Los actores se colocaron dentro de los coches cuando sea conducido a velocidades de hasta 100 mph (160 km / h), por la Fórmula Uno conductor Jean-Pierre Jarier, y los conductores de alto rendimiento Jean-Claude Lagniez y Michel Neugarten.
Ayudados por la sensacional cámara de Robert Fraisse (“Enemigo a las puertas”), aportando tomas extraordinarias en sus angulaciones y subjetividades, amoldándose a la acción de modo exuberante. El tremendo sonido de los coches usados en las persecuciones del film sí que tiene truco. El director de sonido, Brady Schwartz, usó estos mismos coches en un circuito de carreras y suprimió el sonido real de plató por el de los coches en el circuito cerrado. Todo esto adornado por unas localizaciones de fondo bellísimas.
Tiene un comienzo estimulante con ese seguimiento nocturno a De Niro husmeando un bistró en Montparnasse, escondiendo un arma tras una caja en la trastienda del local, con lo que pensamos que está planeando algún asesinato. Pero solo es que ha sido convocado a una reunión con desconocidos y no se fía, cuando al anfitriona Deidere le pregunta, "Por qué fuiste a la parte de atrás?", él responde de modo profesional, “Nunca entro en un lugar del que no sé cómo salir”. Para a continuación conocer a los del grupo y para que misión han sido llamados.
En realidad su sencillo argumento se rebela como una percha para sus secuencias de acción, el tiroteo bajo el Pont Alexandre III, los tiroteos y persecuciones por el Anfiteatro Romano de Arles, las carreras de coches, o el clímax en la pista de hielo, donde Frankenheimer demuestra su gran pulso narrativo: pero también sabe dar tensión a otros momentos más intimistas, como cuando saca los colores a un miembro del grupo apoyándose en una taza de café y en una pregunta capciosa, o en la escena de la extracción de una bala, pero sobre todo en la peculiar relación entre Sam y Vincent, dos curtidos de mil guerras, que se respetan, se caen bien en su reflejo del profesionalismo, el modo de hablar de su pasado sin hablar de su pasado, dos seres cansados y ajados que se compenetran en su lealtad.
Robert De Niro como Sam, mercenario estadounidense anteriormente asociado con la CIA, le da vida con su habitual fortaleza expresiva; Jean Reno como Vincent, pistolero francés se hace amigo de Sam, el actor de origen gaditano derrocha empatía con su rostro de bonachón; Natascha McElhone como Deirdre, agente del IRA lidera el grupo. Un rol que parece metido con calzador, no termino de creérmela ni como directora de operaciones, ni en las escenas de acción y muchísimo menos en su chirriante romance flash con De Niro;... (sogo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
...Stellan Skarsgård como Gregor, especialista en informática alemán anteriormente asociado con la KGB. El actor sueco lo borda en su ambiguo rol, aunque le sobra el acto de villanía gratuito de apuntar a una niña en un parque; Jonathan Pryce como Seamus O'Rourke, maneja en la sombra a Deidre. El actor da una buena interpretación; Sean Bean como Spence, especialista en armas de fuego inglés anteriormente asociado con el SAS. Pasado de vueltas y nada creíble que este metido en este grupo de profesionales alguien tan impulsivo y fanfarrón; Skipp Sudduth como Larry, estadounidense y piloto del equipo. Rol subdesarrollado.
La afinidad de Frankenheimer por la profundidad de campo profunda lo llevó a filmar la película en su totalidad con lentes gran angular con una distancia focal de 18 a 35 mm utilizando el formato Super 35 , los cuales permiten incluir más escena en cada toma. El director también evitó los colores primarios brillantes para preservar una calidad de película de primera generación. Aconsejó a los actores y extras que no usaran colores brillantes y procesó la película con Mejora de contraste de color de Deluxe. (CCE), "un método de procesamiento de película con retención de plata que profundiza los negros, reduce el color y realza la apariencia visible del grano de la película". La escena culminante con una multitud aterrorizada en Le Zénith requirió alrededor de 2.000 extras, fueron supervisados por la directora de casting francesa Margot Capelier.
Para la escena de la persecución final, que utilizó 300 conductores de acrobacias, el equipo de producción compró cuatro BMW 535is y cinco Peugeot 406; [a] uno de cada uno fue cortado por la mitad y remolcado por un Mercedes-Benz 500 E mientras los actores estaban dentro. [11] También se compraron versiones de los coches con volante a la derecha; se instaló un volante falso en el lado izquierdo mientras los conductores de acrobacias conducían los vehículos a toda velocidad. La persecución final tuvo muy poca música porque Frankenheimer pensó que la música y los efectos de sonido no combinan bien. Ingeniero de sonido Mike Le Mare grabó todos los coches de la película en una pista de carreras, mezclándolos más tarde en la postproducción.
La compositora checa Elia Cmíral, asistió a una proyección privada de la versión final de la película y consideró su tema principal, a instancias de Frankenheimer incorporaría cualidades de "tristeza, soledad y heroísmo". Para lograrlo, tocó con el duduk, antigua flauta de viento de madera de doble lengüeta se originó en Armenia. Cmíral envió una demostración a Frankenheimer, a quien "le encantó", y fue fichado como compositor de la película. Es una trémula melodía de las que se te queda en el subconsciente, pero se sobre utiliza, resulta demasiado intrusiva.
“O formas parte del problema o de la solución, y si no, formas parte del paisaje” (Sam).
“Todo el mundo es amigo hasta que toca pagar el alquiler.” Jean Reno.
“Siempre que hay alguna duda, es que no hay duda” (Sam).
“Siempre hay recompensa para el que espera” (Sam).
“Nada de preguntas. Nada de respuestas. Eso es nuestro trabajo. Lo aceptamos y salimos adelante. Quizás esa sea la regla número tres” (Vincent).
Buen thriller, muy ameno, solo busca eso, ser un pasarratos ingenioso, y sin ser redondo lo consigue. Fuerza y honor!!!
PD. 1 Quien es el Hombre de la Silla de Ruedas del que hablan al principio? El que se ha encargado de reunir a todo el grupo, Por cierto, todo un fenómeno reclutando a impostores, traicioneros, o agentes de la CIA encubiertos.
PD. 2 Como el aficionado a figuras de miniatura da con Deidre y Seamus en París? Es de Cuarto Milenio.
PD. 3 Ósea, que el título de Ronin es una gran mentira, pues el protagonista Sam no es un mercenario que se vende al mejor postor, es un agente de la CIA.
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/08/ronin.html
La afinidad de Frankenheimer por la profundidad de campo profunda lo llevó a filmar la película en su totalidad con lentes gran angular con una distancia focal de 18 a 35 mm utilizando el formato Super 35 , los cuales permiten incluir más escena en cada toma. El director también evitó los colores primarios brillantes para preservar una calidad de película de primera generación. Aconsejó a los actores y extras que no usaran colores brillantes y procesó la película con Mejora de contraste de color de Deluxe. (CCE), "un método de procesamiento de película con retención de plata que profundiza los negros, reduce el color y realza la apariencia visible del grano de la película". La escena culminante con una multitud aterrorizada en Le Zénith requirió alrededor de 2.000 extras, fueron supervisados por la directora de casting francesa Margot Capelier.
Para la escena de la persecución final, que utilizó 300 conductores de acrobacias, el equipo de producción compró cuatro BMW 535is y cinco Peugeot 406; [a] uno de cada uno fue cortado por la mitad y remolcado por un Mercedes-Benz 500 E mientras los actores estaban dentro. [11] También se compraron versiones de los coches con volante a la derecha; se instaló un volante falso en el lado izquierdo mientras los conductores de acrobacias conducían los vehículos a toda velocidad. La persecución final tuvo muy poca música porque Frankenheimer pensó que la música y los efectos de sonido no combinan bien. Ingeniero de sonido Mike Le Mare grabó todos los coches de la película en una pista de carreras, mezclándolos más tarde en la postproducción.
La compositora checa Elia Cmíral, asistió a una proyección privada de la versión final de la película y consideró su tema principal, a instancias de Frankenheimer incorporaría cualidades de "tristeza, soledad y heroísmo". Para lograrlo, tocó con el duduk, antigua flauta de viento de madera de doble lengüeta se originó en Armenia. Cmíral envió una demostración a Frankenheimer, a quien "le encantó", y fue fichado como compositor de la película. Es una trémula melodía de las que se te queda en el subconsciente, pero se sobre utiliza, resulta demasiado intrusiva.
“O formas parte del problema o de la solución, y si no, formas parte del paisaje” (Sam).
“Todo el mundo es amigo hasta que toca pagar el alquiler.” Jean Reno.
“Siempre que hay alguna duda, es que no hay duda” (Sam).
“Siempre hay recompensa para el que espera” (Sam).
“Nada de preguntas. Nada de respuestas. Eso es nuestro trabajo. Lo aceptamos y salimos adelante. Quizás esa sea la regla número tres” (Vincent).
Buen thriller, muy ameno, solo busca eso, ser un pasarratos ingenioso, y sin ser redondo lo consigue. Fuerza y honor!!!
PD. 1 Quien es el Hombre de la Silla de Ruedas del que hablan al principio? El que se ha encargado de reunir a todo el grupo, Por cierto, todo un fenómeno reclutando a impostores, traicioneros, o agentes de la CIA encubiertos.
PD. 2 Como el aficionado a figuras de miniatura da con Deidre y Seamus en París? Es de Cuarto Milenio.
PD. 3 Ósea, que el título de Ronin es una gran mentira, pues el protagonista Sam no es un mercenario que se vende al mejor postor, es un agente de la CIA.
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/08/ronin.html
12 de junio de 2022
12 de junio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una película perfecta, pero es maravillosa. Tuve la suerte de verla en cine. Uno de esos que ya no es un cine, creo que el Luchana.
El score de Elia Cmiral, la dirección y, sobre todo, la interpretación de De Niro, que es estupenda, impregnan todo de un aire crepuscular que separan esta película de otras tantas. Una película crepuscular de espías.
Sin la Guerra Fría parecía que llegaba el fin de los espías de toda la vida y solo quedarían ronin, sin causa... Una película que captó muy bien el espíritu de los tiempos.
Es de obligada mención lo de las persecuciones de coches y los conductores de riesgo.
Una película a la que volver y perdonarle sus defectos, porque lo que me da, hace que valga la pena.
El score de Elia Cmiral, la dirección y, sobre todo, la interpretación de De Niro, que es estupenda, impregnan todo de un aire crepuscular que separan esta película de otras tantas. Una película crepuscular de espías.
Sin la Guerra Fría parecía que llegaba el fin de los espías de toda la vida y solo quedarían ronin, sin causa... Una película que captó muy bien el espíritu de los tiempos.
Es de obligada mención lo de las persecuciones de coches y los conductores de riesgo.
Una película a la que volver y perdonarle sus defectos, porque lo que me da, hace que valga la pena.
6 de diciembre de 2022
6 de diciembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene mucha fama la película. No la he visto nunca y tengo muchas ganas. Violenta, excesiva, salvaje, por momentos brutal y desconsolada. Un principio algo desnunido presenta a los personajes como Reservair dog de Tarantino sin saber qué ocurre o quiénes son los protagonistas y qué van a hacer en París.
Es trepidante, rápida, formalmente impecable como cinta de acción, aunque algo torpe en narrar otro tipo de cosas. Aquí no hay concesiones a la galería. Es una cinta de acción y como tal se comporta. No es, por así decirlo, Grupo Salvaje, que bajo la apariencia y la estética de una cinta del oeste y de acción se comportaba como una película sobre el fracaso, la derrota, el paso del tiempo y las malas decisiones en la vida.
Aquí no hay nada de eso. Esto es acción sin más, dura y seca, sin concesiones a nada que perturbe el discurso de la acción.
Interesante es la actuación de Robert De Niro, muy por encima de los demás en cuanto a credibilidad y empaque. Interesante también, aunque desde otra perspectiva, prácticamente antagónica, Jean Reno, poco hablador, frío y distante. La chica se llama Natascha McElhone, que no es que naufrague pero por momentos se la nota desubicada en una cinta tan violenta. También actúa Sean Bean, un actor irlandés espealizado en cintas de este tipo de género.
Me ha parecido interesante, pero no es lo que consideraría una gran película. Se puede ver, es espectacular, pero nada más. Le falta desarrollo y profundidad, sobre todo en el desarrollo de los personajes, algo planos, sin pasado, sin relación con la trama. Muchos tiros, mucha acción, poco contenido. Se puede ver, es buena, pero no es una obra de arte, ni mucho menos. Es, si se quiere, una gran película de los ochenta, de un director que tiene algunas películas realmente estupendas.
Es trepidante, rápida, formalmente impecable como cinta de acción, aunque algo torpe en narrar otro tipo de cosas. Aquí no hay concesiones a la galería. Es una cinta de acción y como tal se comporta. No es, por así decirlo, Grupo Salvaje, que bajo la apariencia y la estética de una cinta del oeste y de acción se comportaba como una película sobre el fracaso, la derrota, el paso del tiempo y las malas decisiones en la vida.
Aquí no hay nada de eso. Esto es acción sin más, dura y seca, sin concesiones a nada que perturbe el discurso de la acción.
Interesante es la actuación de Robert De Niro, muy por encima de los demás en cuanto a credibilidad y empaque. Interesante también, aunque desde otra perspectiva, prácticamente antagónica, Jean Reno, poco hablador, frío y distante. La chica se llama Natascha McElhone, que no es que naufrague pero por momentos se la nota desubicada en una cinta tan violenta. También actúa Sean Bean, un actor irlandés espealizado en cintas de este tipo de género.
Me ha parecido interesante, pero no es lo que consideraría una gran película. Se puede ver, es espectacular, pero nada más. Le falta desarrollo y profundidad, sobre todo en el desarrollo de los personajes, algo planos, sin pasado, sin relación con la trama. Muchos tiros, mucha acción, poco contenido. Se puede ver, es buena, pero no es una obra de arte, ni mucho menos. Es, si se quiere, una gran película de los ochenta, de un director que tiene algunas películas realmente estupendas.
20 de enero de 2023
20 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el ecuador de la narración de Ronin (1998), de John Frankenheimer, una de sus diversas memorables set pieces acaece en un coliseo romano en donde, entre turistas, no en la arena, algunos de los personajes que se enfrentan por la posesión de una maleta de enigmático contenido, combaten entre disparos y puñetazos. Los espectadores no contemplan desde la inmune distancia las maniobras violentas, sino que pueden ser abatidos, por accidente, en la refriega. La arena de la obra de Frankenheimer supone un ruptura con el convencional escenario del cine de acción predominante de los 80 y 90, en donde los héroes sufrían percances que desde una perspectiva realista hubiera supuesto múltiples fracturas cuando menos, por no hablar de la condición de bulto de los extras que eran eliminados en los enfrentamientos violentos. En Ronin hace palpable que no hay distancias, y que es una vida la que se pierde, cuando un transeunte es abatido en un tiroteo o se ve inmerso en una colisión que acaba con su vida. Frankenheimer recuperó la rotunda fisicidad de los thrillers de los 70, y la noción (y constatación física) de vulnerabilidad. Un estilo, que evitaba los atropellos de montaje, y que influyó en el thriller de principios del siglo XXI, empezando por James Gray en La doble cara de la ley (2000), o La noche es nuestra (2008), en la que hay una persecución automovilistica casi tan imponente como la que hay aquí.
En Ronin, por un lado, tenemos la explícita referencia a los ronin, samurais mercenarios que ofrecían sus servicios al mejor postor, como los ex agentes de diversas nacionalidades (norteamericano, inglés, ruso o francés) que son contratados por una mujer irlandesa (perteneciente al IRA), Deirdre (Natasha McElhone), para robar la citada maleta (aplicando, de manera modélica, los estilemas y procesos de la prototípica películas de atracos: contratación, preparación, ejecución, consecuencias), y aún más en concreto, la referencia a los 47 ronin (sobre los que realizaron obras Kenji Mizoguchi, Kunio Watanable, Hiroshi Inagaki o Kon Ichikawa), samurais que al quedarse sin señor decidieron vengar su muerte en vez de buscar su mero beneficio. Es un apunte, a través de la perspicaz mirada de Jean Pierre (Michael Londsale), mientras organiza su maqueta con samurais, que aporta una sutil insinuación de variación de enfoque sobre las posibles implicaciones de alguno de los implicados, caso de Sam (Robert De Niro), ya que intuye, a otra escala, que el papel de de Sam en el escenario de conflicto no es lo que parece. Por otra parte, tenemos esa configuración de los combatientes como gladiadores en una arena que se extiende a las calles y carreteras, en donde sus armas son metralletas o pistolas, y sus cuadrigas son los coches en los que circulan a toda velocidad. No recuerdo secuencias de persecuciones automovilísticas de tal refinado e imponente calibre, aunque fueran brillantes las célebres de Bullit (1968), de Peter Yates o French connection (1971), de William Friedkin; generalmente las suelen rodar directores de segunda unidad, pero en este caso se responsabilizó de ellas expresamente el propio Frankenheimer, quien rehuyó efectos digitales y buscó el más palpable realismo.
Los personajes están perfilados con escuetos y precisos rasgos, entre lo sugerido y lo manifiesto, a través de gestos, detalles, miradas. Se definen en sus acciones, para lo que era primordial un brillante plantel de actores (la gelidez de reptil de Stellan Skarsgard, la nerviosa viscosidad de Sean Bean, la calma firmeza de Jean Reno). En el guión participó David Mamet, pero prefirió utilizar seudónimo, Richard Weisz, porque no estaba de acuerdo en compartir crédito con J.D Zeik, quien, como confirmó Frankenheimer, sólo participó en la elaboración del argumento. En la excepcional primera secuencia ya se sedimenta la sustancia de esta obra, de realidades escurridizas, en las que resulta difícil discernir su entraña, como en los rostros las intenciones. Unos son más perspicaces, como los hay más transparentes. En esa secuencia, varios de los personajes, Sam, Vincent (Jean Reno) y Larry (Skip Sudduth) se reúnen en un bar, como lugar cita, en donde está sirviendo en la barra Deirdre. Las miradas tantean, escrutan, buscan la distancia adecuada para tener la visión precisa de lo que puede sorprenderles o de lo que se ajusta a las apariencias o no. Esa interrelación entre los personajes marca el proceso de la narración. La incógnita permanente, en cuanto incertidumbre, mientras se busca la incógnita de lo que puede haber dentro de la maleta. Los personajes se estudian, prueban. Especulación, interpretación, representación. Planes, maquetas, puesta en escena, actuaciones sobre hielo. El hielo de un escenario escurridizo en el que lo imprevisible es factor consustancial, condicionante. Un escenario en el que se está en continua tensión de desciframiento, del próximo gesto que pueda realizar un contrincante, de cuál será su jugada. Nunca sabes cuándo una bala va a rebotar en una pared y alcanzarte. A veces, los imprevistos son fatales. Hay quien sabe realizar mejores faroles, o esconder sus intenciones, o disimular el alcance de lo que le importa aquello sobre lo que le presionas.
Ronin es la quintaesencia del cine de acción. Un año después Ridley Scott realizaría Gladiator (2000). Sus secuencias violentas eran toda una ceremonia de la confusión en donde no lograbas distinguir donde estaban unos y otros. Los espadazos lo realizaban los bruscos cortes de plano. Frankenheimer da toda una lección de dominio del espacio, de orientación, y a la vez de dinamismo narrativo, mediante su característico uso de lentes que potencian el uso expresivo de la profundidad de campo o de la interacción de las figuras en los distintos términos del encuadre. La obra pisa el acelerador desde el primero momento y mantiene la misma velocidad, sin perder fuelle en ningún instante, ni tampoco precipitarse o atropellarse. Su puesta en escena es milimétrica.
En Ronin, por un lado, tenemos la explícita referencia a los ronin, samurais mercenarios que ofrecían sus servicios al mejor postor, como los ex agentes de diversas nacionalidades (norteamericano, inglés, ruso o francés) que son contratados por una mujer irlandesa (perteneciente al IRA), Deirdre (Natasha McElhone), para robar la citada maleta (aplicando, de manera modélica, los estilemas y procesos de la prototípica películas de atracos: contratación, preparación, ejecución, consecuencias), y aún más en concreto, la referencia a los 47 ronin (sobre los que realizaron obras Kenji Mizoguchi, Kunio Watanable, Hiroshi Inagaki o Kon Ichikawa), samurais que al quedarse sin señor decidieron vengar su muerte en vez de buscar su mero beneficio. Es un apunte, a través de la perspicaz mirada de Jean Pierre (Michael Londsale), mientras organiza su maqueta con samurais, que aporta una sutil insinuación de variación de enfoque sobre las posibles implicaciones de alguno de los implicados, caso de Sam (Robert De Niro), ya que intuye, a otra escala, que el papel de de Sam en el escenario de conflicto no es lo que parece. Por otra parte, tenemos esa configuración de los combatientes como gladiadores en una arena que se extiende a las calles y carreteras, en donde sus armas son metralletas o pistolas, y sus cuadrigas son los coches en los que circulan a toda velocidad. No recuerdo secuencias de persecuciones automovilísticas de tal refinado e imponente calibre, aunque fueran brillantes las célebres de Bullit (1968), de Peter Yates o French connection (1971), de William Friedkin; generalmente las suelen rodar directores de segunda unidad, pero en este caso se responsabilizó de ellas expresamente el propio Frankenheimer, quien rehuyó efectos digitales y buscó el más palpable realismo.
Los personajes están perfilados con escuetos y precisos rasgos, entre lo sugerido y lo manifiesto, a través de gestos, detalles, miradas. Se definen en sus acciones, para lo que era primordial un brillante plantel de actores (la gelidez de reptil de Stellan Skarsgard, la nerviosa viscosidad de Sean Bean, la calma firmeza de Jean Reno). En el guión participó David Mamet, pero prefirió utilizar seudónimo, Richard Weisz, porque no estaba de acuerdo en compartir crédito con J.D Zeik, quien, como confirmó Frankenheimer, sólo participó en la elaboración del argumento. En la excepcional primera secuencia ya se sedimenta la sustancia de esta obra, de realidades escurridizas, en las que resulta difícil discernir su entraña, como en los rostros las intenciones. Unos son más perspicaces, como los hay más transparentes. En esa secuencia, varios de los personajes, Sam, Vincent (Jean Reno) y Larry (Skip Sudduth) se reúnen en un bar, como lugar cita, en donde está sirviendo en la barra Deirdre. Las miradas tantean, escrutan, buscan la distancia adecuada para tener la visión precisa de lo que puede sorprenderles o de lo que se ajusta a las apariencias o no. Esa interrelación entre los personajes marca el proceso de la narración. La incógnita permanente, en cuanto incertidumbre, mientras se busca la incógnita de lo que puede haber dentro de la maleta. Los personajes se estudian, prueban. Especulación, interpretación, representación. Planes, maquetas, puesta en escena, actuaciones sobre hielo. El hielo de un escenario escurridizo en el que lo imprevisible es factor consustancial, condicionante. Un escenario en el que se está en continua tensión de desciframiento, del próximo gesto que pueda realizar un contrincante, de cuál será su jugada. Nunca sabes cuándo una bala va a rebotar en una pared y alcanzarte. A veces, los imprevistos son fatales. Hay quien sabe realizar mejores faroles, o esconder sus intenciones, o disimular el alcance de lo que le importa aquello sobre lo que le presionas.
Ronin es la quintaesencia del cine de acción. Un año después Ridley Scott realizaría Gladiator (2000). Sus secuencias violentas eran toda una ceremonia de la confusión en donde no lograbas distinguir donde estaban unos y otros. Los espadazos lo realizaban los bruscos cortes de plano. Frankenheimer da toda una lección de dominio del espacio, de orientación, y a la vez de dinamismo narrativo, mediante su característico uso de lentes que potencian el uso expresivo de la profundidad de campo o de la interacción de las figuras en los distintos términos del encuadre. La obra pisa el acelerador desde el primero momento y mantiene la misma velocidad, sin perder fuelle en ningún instante, ni tampoco precipitarse o atropellarse. Su puesta en escena es milimétrica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La tensión resulta sofocante en la secuencia en la que realizan el trueque de las armas por dinero, como arrolladora es la secuencia del asalto a la caravana de coches para robar las maletas, o pura filigrana es la secuencia en la que Sam improvisa en la puerta del hotel para realizar unas fotografías de aquellos a quienes tienen que realizar el robo. Como sobrecogedora, para recordar la carne que se tritura y desgarra en la arena de un incierto escenario, la secuencia en la que Vincent tiene que extraer sin anestesia la bala en el costado de Sam bajo su guía y orientación (con un espejo). Condensa la potencia soberana de esta gran obra, que también nos extirpa sin anestesia el aliento. Frankenheimer hubiera querido concluir con una secuencia que planteaba un cierre de círculo con tañido fatal, pero la audiencia de los pases de prueba no aceptó un final con cariz trágico o descarnado. En la secuencia final Sam y Vincent se despiden en el mismo bar que la secuencia inicial. Se percibe que Sam espera que aparezca Deirdre, pero no es así. En la secuencia que había rodado Frankenheimer, Deirdre si observa el café desde fuera, pero decide no entrar; cuando se dispone a hacerlo en su coche, es introducida en una furgoneta por unos compañeros del IRA que la califican de traidora, con lo que se sugiere que su final será trágico. Aunque la citada maleta, de contenido enigmático pero peligroso, haya sido neutralizada, y capturado un peligroso terrorista, la violencia y el daño sigue rigiendo. El círculo apuntaba a un bucle sin posible final.
Alexander Zárate
elcinedesolaris.blogspot.com
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