Gilda
7.7
32,748
Cine negro. Drama. Romance. Thriller
Johnny Farrell (Glenn Ford), un aventurero que vive de hacer trampas en el juego, recala en Buenos Aires. Allí lo saca de un apuro Ballin Mundson, el propietario de un lujoso casino, que acaba haciendo de él su hombre de confianza. Un día, Mundson le presenta a su esposa Gilda. Su sorpresa no tiene límites: fue ella precisamente quien lo convirtió en lo que es: un ser cínico y amargado. (FILMAFFINITY)
3 de enero de 2010
3 de enero de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién puede borrar de su mente la escena del guante? ¿Quién puede decir más con tan poco?
Concibo Gilda como una película provista de una inmensa dualidad narrativa: por un lado cuenta la historia desde un punto de vista masculino, mostrando el profundo machismo de la época, es una lucha entre hombres por los encantos de la chica, es el bofetón de Johnny a Gilda. Pero visto desde otro ángulo, desde un punto de vista femenino es la revelación de una mujer, que sabe de su inigualable poder para dominar todo cuanto le rodea; un lobo con piel de cordero.
A pesar de que durante la década de los 40 se realizaron películas de más calidad que Gilda, su simbolismo y estética la han convertido en una obra imprescindible y una cinta fundamental en las filmografías de Rita Hayworth y Glenn Ford.
Película polémica donde las haya, Gilda es además una historia de amor para quienes no gustan de las historias de amor.
Concibo Gilda como una película provista de una inmensa dualidad narrativa: por un lado cuenta la historia desde un punto de vista masculino, mostrando el profundo machismo de la época, es una lucha entre hombres por los encantos de la chica, es el bofetón de Johnny a Gilda. Pero visto desde otro ángulo, desde un punto de vista femenino es la revelación de una mujer, que sabe de su inigualable poder para dominar todo cuanto le rodea; un lobo con piel de cordero.
A pesar de que durante la década de los 40 se realizaron películas de más calidad que Gilda, su simbolismo y estética la han convertido en una obra imprescindible y una cinta fundamental en las filmografías de Rita Hayworth y Glenn Ford.
Película polémica donde las haya, Gilda es además una historia de amor para quienes no gustan de las historias de amor.
26 de septiembre de 2013
26 de septiembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Gilda, bella, demoledora, empleando sus armas de mujer enamorada” reza el tráiler de la película estrenada un lustro después de Casablanca, y esta influencia se nota. Este melodrama con ciertos aires de cine negro, no acontece en Marruecos, sino en Argentina. Pero en ambas se respira la guerra y el juego como telón de fondo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La historia nos habla sobre todo, del comportamiento humano, de lo que puede llegar a hacer un hombre por amor o, más bien, por desamor. Porque de esto es de lo que trata la película. De “te odios” que suenan a “te quieros”. De un triángulo no amoroso, donde Gilda es el impasse entre Johnny Farrell (Glen Ford) y Ballin Mundson (George MacReady). El primero, un buscavidas que, sorprendentemente y con la ayuda del segundo, se convierte en director del casino, llegando a tocar el cielo con sus manos para, posteriormente, caer en picado hacia el infierno. -Es difícil no acordarse de otras películas del mismo género. Casino de Scorsese es un ejemplo.-Este infierno llega de la mano de Gilda, mujer despechada que decide acabar con la vida cómoda que disfruta Farrell, “en pos de venganza”, nos dicen. Y es que Gilda cautiva, ya con su primera aparición, con un movimiento de cabello, que es una bofetada de aire fresco, además con su danza donde se muestra su ascendencia andaluza, pasando por un pseudo estriptis, muy criticado en la época(incluso censurado en España) que no hace sino confirmar que Heyworth respira sensualidad por sus poros, y esto traspasa la pantalla. Pero Gilda es algo más, su sensualidad no es solo perceptible en esta escena. Todo ante ella se queda pequeño, especialmente Glenn Ford, que queda retratado como un paleto, como nos dice Tío Pío. No así es el caso de Humphrey Bogart, que en Casablanca llega a eclipsar la propia Ingrid Bergman. Cabría preguntarnos, que sería de Gilda sin Heyworth y que hubiera sido con Bogart.
Y es que, nunca habrá una mujer como Gilda… afortunadamente.
De la película, lo único que se puede reprochar es un final demasiado made in Hollywood, que llega a resultar poco convincente.
Y es que, nunca habrá una mujer como Gilda… afortunadamente.
De la película, lo único que se puede reprochar es un final demasiado made in Hollywood, que llega a resultar poco convincente.
12 de octubre de 2017
12 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que recuerdo que oí nombrar a Gilda, fue de niño, cuando todavía vivía en casa con mi familia. No estaba yo para sentimentalismos nocturnos, enfocado más en otras cuestiones de crecimiento personal, así que no mostré mucho interés.
Con el paso del tiempo, tiendes a mirar hacia atrás, y olvidar el presente para refugiarte en cualquier tiempo pasado, que no sabemos si es mejor, pero que recupera las conexiones neuronales. Ya la había visto unas cuantas veces, cuando mi monitora de un taller de lectura me dijo que se sabía de memoria la entradilla de la peli. Yo, que recordaba el principio, le insinué si podía situarme a Glenn Ford jugando a los dados en los muelles de Buenos Aires, pero mi monitora enmudeció y cambió de tema. En el mismo taller, otra compañera me comentó que era su peli favorita. Razón de más para investigar en su trama, más allá del pseudoerotismo del guante y de la bofetada más marcada de la historia del cine.
Cuando uno hace su propia suerte, es fácil que encuentre a alguien con la misma tribulación. Y que, encima, le salve la vida y le dé un trabajo (no sin ganárselo antes), y hasta le confíe a su propia esposa para protegerla. Son cosas de suerte, como también lo es recuperar a un viejo amor, presuntamente vivido kilómetros más arriba, pero que, por efecto de los tumbos que da la vida, se vuelve a revivir.
Al montar mi club de cine, tuve que hacer preguntas sobre la película a los presentes. Pensando que serían demasiado fáciles, se me ocurrieron algunas rebuscadas, como el prefijo del teléfono de Gilda, que implicaba conocer las regiones argentinas, y que, cualquiera que no estuviera familiarizado con ellas, debía acudir a San Google. Nombres de hoteles, horarios para cometer fechorías o títulos de canciones figuraron entre ellas, pero lo que más me importaba era el análisis en sí de las escenas o de los personajes.
Me sigue llamando la atención que un buscavidas tramposete no se altere cuando le llaman paleto repetidas veces, incluso cuando alcanza puestos de responsabilidad y puede cepillarse a quien quiera, en el sentido decente de la palabra. Pero parece que algunos son libres para pensar como les plazca, siempre que sean honestos, o eso quiere decirnos la película.
Conocer a alguien para casarse al día siguiente, siendo alguien tan frío, sereno y flemático como Ballin Mundson es tan poco creíble como probable hoy en día. Esos matrimonios por impulso y por “quedarse con la guapa” para comprarla recuerdan un poco a la Rebeca de Hitchcock, aunque sólo en el aspecto de la velocidad de firma en el juzgado. Lo irreal no se queda en ese plano, pues hay varias pantomimas que nadie se cree, como que dos personas que están tirándose los trastos a la cabeza y discutiendo constantemente, luego nos digan que las correrías y las presuntas infidelidades eran sólo bromas divertidas.
En fin, película con muchos matices que analizar y compartir.
Con el paso del tiempo, tiendes a mirar hacia atrás, y olvidar el presente para refugiarte en cualquier tiempo pasado, que no sabemos si es mejor, pero que recupera las conexiones neuronales. Ya la había visto unas cuantas veces, cuando mi monitora de un taller de lectura me dijo que se sabía de memoria la entradilla de la peli. Yo, que recordaba el principio, le insinué si podía situarme a Glenn Ford jugando a los dados en los muelles de Buenos Aires, pero mi monitora enmudeció y cambió de tema. En el mismo taller, otra compañera me comentó que era su peli favorita. Razón de más para investigar en su trama, más allá del pseudoerotismo del guante y de la bofetada más marcada de la historia del cine.
Cuando uno hace su propia suerte, es fácil que encuentre a alguien con la misma tribulación. Y que, encima, le salve la vida y le dé un trabajo (no sin ganárselo antes), y hasta le confíe a su propia esposa para protegerla. Son cosas de suerte, como también lo es recuperar a un viejo amor, presuntamente vivido kilómetros más arriba, pero que, por efecto de los tumbos que da la vida, se vuelve a revivir.
Al montar mi club de cine, tuve que hacer preguntas sobre la película a los presentes. Pensando que serían demasiado fáciles, se me ocurrieron algunas rebuscadas, como el prefijo del teléfono de Gilda, que implicaba conocer las regiones argentinas, y que, cualquiera que no estuviera familiarizado con ellas, debía acudir a San Google. Nombres de hoteles, horarios para cometer fechorías o títulos de canciones figuraron entre ellas, pero lo que más me importaba era el análisis en sí de las escenas o de los personajes.
Me sigue llamando la atención que un buscavidas tramposete no se altere cuando le llaman paleto repetidas veces, incluso cuando alcanza puestos de responsabilidad y puede cepillarse a quien quiera, en el sentido decente de la palabra. Pero parece que algunos son libres para pensar como les plazca, siempre que sean honestos, o eso quiere decirnos la película.
Conocer a alguien para casarse al día siguiente, siendo alguien tan frío, sereno y flemático como Ballin Mundson es tan poco creíble como probable hoy en día. Esos matrimonios por impulso y por “quedarse con la guapa” para comprarla recuerdan un poco a la Rebeca de Hitchcock, aunque sólo en el aspecto de la velocidad de firma en el juzgado. Lo irreal no se queda en ese plano, pues hay varias pantomimas que nadie se cree, como que dos personas que están tirándose los trastos a la cabeza y discutiendo constantemente, luego nos digan que las correrías y las presuntas infidelidades eran sólo bromas divertidas.
En fin, película con muchos matices que analizar y compartir.
5 de enero de 2019
5 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he vuelto a ver después de al menos 20 años. Me ha gustado aún más. Maravillosa. Diálogos hirientes, profundos, atrevidos, sexys. Fotografía sublime. Interpretaciones fascinantes. Personajes inolvidables, llenos de pasión y vulnerabilidad contenidas. Y desde luego, Rita. Increíble su belleza, clase y capacidad de emocionar. Como se ha dicho ya en otras críticas aquí, muy buenas por cierto, la química entre ella y el fantástico Glen Ford es innegable. No se la pierdan, sería un crimen.
Y por cierto, no encuentro esa supuesta relación homosexual por ninguna parte.
Y por cierto, no encuentro esa supuesta relación homosexual por ninguna parte.
25 de noviembre de 2021
25 de noviembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película clásica enmarcada en el glamur de Hollywood; creo que es la definición que mejor se ajusta a ella, a esta cinta en la que lo más destacado es el trabajo de unos fabulosos actores muy bien dirigidos; con especial mención a George Macready ("Senderos de gloria", 1957) que pasará a la historia por este personaje como uno de los mejores malvados del cine hollywoodense. No sé si éstas son suficientes razones para su mitificación pero en mi opinión no existe ninguna más; la trama es escasamente interesante y el guion, aparte de algunos buenos diálogos, no es deslumbrante, la música a pesar de la sobradamente conocida actuación del guante no es nada excepcional, la fotografía no deja de ser la normalita de cualquier estudio por aquellos años, y tampoco dispone de escenas espectaculares. Eso sí, deslumbra por su elegancia, con un tiempo en donde hombres y mujeres vestían de modo esplendoroso y se divertían, a modo, en elegantes salones con orquesta, juego ilegal y animadas conversaciones, y las gentes eran educadas hasta para amenazar o pelear; y se pedía permiso, ¡siempre!, para bailar con las señoras. Y en eso sí que es tremendamente fascinante; en envolvernos en un mundo que desborda glamur, elegancia y suntuosidad; un mundo en donde hombres y mujeres representaban papeles totalmente adultos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Según dicen, y seguramente es así, la famosa escena en la que Rita Hayworth mientras canta sobre el escenario desnuda su brazo de un largo y elegante guante negro, es el inicio de un estriptis frustrado por la censura; esta escena en cierto modo explica el éxito que la película tuvo en España donde desde ciertos pulpitos se amenazaba con la excomunión para quienes acudiesen a verla; lo cual, supongo, despertó los más morbosos instintos cuando en realidad no se ve, nada de nada; y todo fue sólo un espejismo de insinuaciones.
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