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Furia

Thriller. Intriga. Drama Durante un viaje, Joe Wilson llega a un lugar desconocido, donde es encarcelado por un delito que no ha cometido. Los vecinos, amotinados, provocan el incendio de la cárcel y dan por muerto al forastero. Sin embargo, Wilson consigue sobrevivir y, entonces, intentará vengarse haciendo que sus potenciales asesinos corran el mismo peligro del que él escapó milagrosamente. "Fury" es el primer film americano del gran director alemán Fritz Lang. (FILMAFFINITY) [+]
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9
10 de marzo de 2022 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuán satisfactoria es la justicia cuando pertenece a un hombre libre de toda carga moral, una justicia subjetiva que elimina sus lazos con la intromisión de la ley, una ley débil y posible de quebrantar.
Pues siempre han sido dos cosas diferentes, dos conceptos contrarios. Quienes hacen cumplir la ley no siempre hacen justicia...

Muchos directores nativos del viejo continente emigrarán al nuevo para poner en práctica sus habilidades en otro ambiente o para escapar de una mala situación; pero antes de hacerlo gente tan importante como Siodmak, Renoir o Hitchcock, el sr. Fritz Lang ya se estaba largando de Alemania tras una entrevista un tanto incómoda con el ministro Goebbels, quien quería reclutarlo en sus filas, y el peligroso ascenso del poder nacionalsocialista "hitleriano". El austrohúngaro dejó casi todas sus posesiones, a su esposa Thea Von Harbou y partió primero a Francia y luego a EE.UU. bajo el auspicio de David O. Selznick, aquel trabajando aún en MGM.
Ya estaba contratado en un estudio ansioso de verle trabajar (o se tendría que marchar por donde había venido); y lo hace en base a una historia que Norman Krasna ha presentado al encargado de esta superproducción, Joseph L. Mankiewicz. Historia que recogía el estremecedor caso de secuestro y asesinato del joven Brooke L. Hart, hijo de un respetado empresario local, y el cual revolvió los estómagos de todos los americanos en aquellos años; a finales de Noviembre de 1.933, tras una larga investigación, dos hombres aparecieron culpables del crimen, y la muchedumbre de San José se lanzó a la cárcel que los recluía, derribando primero el lugar y finalmente colgándolos en el parque Saint James.

El alguacil de la prisión luego declaró que "No sabía que los seres humanos pudieran volverse tan salvajes"; este linchamiento contra dos hombres sin juzgar en un tribunal se hizo eco como nunca debido a que en su desarrollo y aceptación participaron empresarios, ciudadanos respetables y personalidades políticas influyentes. Lang y Bartlett Cormack tergiversan un poco los hechos concediendo la inocencia a la víctima, en este caso Joe, con el físico menudo y el rostro bonachón de un Spencer Tracy de 36 años, que despide a su prometida Katherine (la preciosa neoyorkina Sylvia Sidney) para más tarde reunirse con ella.
Joe mantiene las características de un personaje del director, tan democrático, contrario a la violencia, romántico e idealista, y transformado en otra cosa por los crueles virajes del destino; una primera parte remite a esos "thrillers" de Hitchcock con el conocido elemento del falso culpable. Joe, hombre trabajador que aún no puede permitirse contraer matrimonio en una sociedad tan derruida, corrupta y hambrienta por culpa de la Depresión, es arrestado y llevado a una pequeña ciudad debido a que se le considera sospechoso del secuestro de una chica; una atmósfera agobiante que bien modela Lang gracias a los expresivos claroscuros de la fotografía de Joseph Ruttenberg.

Como de costumbre en estas historias, al espectador no le cuesta verse desplazado a tomar el punto de vista del protagonista y compartir su sufrimiento; y empieza a tensarse el drama y el suspense con la calumnia ciudadana, la ignorancia inducida y finalmente la venganza como método sagrado y efectivo de justicia. Revirtiendo lo ya visto en "El Vampiro de Düsseldorf" (ya que en aquélla el acusado era realmente culpable) Lang vuelve a usar la furia de las masas como perfecta representación de la debilidad de la ley y la barbarie humana plenamente subjetiva al estar sujeta a una creencia que éstas consideran justas...y más aún al ser un huido de las fuerzas nazis que están tomando Alemania.
Con la espectacularidad de lo que podría ser una desviación al "western" (sheriff defendiendo la prisión a sangre y fuego incluido), el cineasta desboca la acción y nos sacude con un puñado de secuencias poderosas en cuanto a movimiento humano y tensión abrumadora, entre carne apaleada, fuego, piedras y gritos; versión concluyente de la persecución del inocente de "El Enemigo de las Rubias", es la culminación absoluta de todo el odio, la locura, las ansias de venganza y la corrupción política concentrados, y aquél se desvive por poner patas arriba la Constitución, el supuesto civismo y las leyes democráticas del país en el que acaba de entrar. Y lo consigue.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

La tiranía del cineasta durante el rodaje causó muchos problemas con el equipo y los mismos productores; Tracy, del que aquél extrae una actuación visceral y conmovedora, terminó por odiarle sobremanera, al igual que el solvente Bruce Cabot, herido de gravedad por culpa de Lang durante las secuencias del asalto a la cárcel. Pese a ese retoque final demasiado mojigato para creerselo, "Furia", que fue un éxito para MGM, se revuelve con vehemencia por multitud de géneros y se revela brillante en todos ellos.
Atrapa al espectador como a Joe en su atmósfera tenebrosa y desasosegante, si bien lo que la hace apasionante son sus puntos de vista y discursos demoledores acerca de la sociedad norteamericana, que hoy día siguen siendo muy actuales. Por ello, respecto a su obra, se cumplen con el austrohúngaro las palabras de Dawson: "Debería darnos vergüenza que un forastero venga a decirnos las verdades". En efecto, Lang llegó de fuera y las dijo mejor que nadie.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y entonces un espectro aparece en pantalla. Joe, con el rostro chamuscado, la ropa sucia, pero sosteniéndose firmemente, mientras los noticieros le dan por muerto y se ha resuelto el secuestro con los auténticos autores detenidos; el fuero interno del espectador podría pedir la revancha a un alto precio (si se me permite decirlo, mi primer deseo fue el de ver quemado el pueblo junto a sus habitantes), y así lo hace éste.
En realidad Lang vuelve a una verdad antes revelada (en una secuencia con socarrones trazos "hitchcockianos" pero estremecedora), y es la de que al ser humano lo conducen los impulsos personales, más allá de la razón, la moral y la lógica.

Este Joe ya no es el mismo; ahora vemos a un tipo cuyo idealismo y creencia en la justicia se abrasó en el fuego, ávido de ver sangre derramada, y el espectador todavía sigue de su parte. Sobre todo porque esta venganza personal, en la que participarán sus dos hermanos (curiosamente hombres reformados que antes se movían en negocios turbios) se va a llevar dentro de los límites de la ley y la propia Constitución; todo este tercer acto, más largo, se acomoda en el drama judicial, en la demostración de una verdad tan tajante como es la errónea justicia impartida por el pueblo sin verdadera participación de la ley.
Lo que en realidad lleva a cabo Lang es la degeneración psicológica y emocional del protagonista, absorbido por la venganza y convertido en un cínico nihilista cuyas intervenciones producen escalofríos al haber arrancado la película el sufrimiento que él vivió, reflejarlo en los ahora acusados ciudadanos por participar en el linchamiento y hacer que él disfrute de ello, regodeándose satisfecho; a pesar de todo, el guión emplea durante esta parte maniobras lógicas y creíbles, nunca se escora hacia situaciones inverosímiles, por tanto la participación que vive el espectador es más intensa y cruda.

Pero si algo hace que éste empiece a tomar conciencia de la situación es el claro distanciamiento al que le fuerza el propio Lang, pues Joe jamás aparece en el juicio, jamás revela su salvación; para todos él es un hombre que murió asesinado. Entonces la fina línea se traspasa y ahora es tan culpable como todos esos pueblerinos que mienten para salvarse tras haber jurado decir la verdad con la mano sobre la Biblia; ¿qué importa Dios aquí?, Dios puede hacer poco por los condenados y los muertos, y Joe es, incontestable y deliberadamente parte de ambos bandos, desde que salió de las llamas.
La Katherine de Sidney es el contrapunto sensato y tierno a toda esta violencia y caída en los infiernos de la condena eterna, mientras Lang anticipa casi en una década la tortura del protagonista de "Perversidad" al plasmar en pantalla los miedos y la locura interior que se va apoderando de su mente; sin embargo no tendrá la suerte de poder elegir el castigo eterno como si hará después para finalizar la historia. Y es que se imponen los productores, a la vez la censura moralista del recién promulgado código Hays; cuando Joe aparece heroicamente en la sala, si bien despreciando su otrora fe en la ley y en el sistema democrático de su país, el personaje recupera su humanidad y puede continuar con su vida.

Es la conclusión que uno puede esperar del Hollywood posterior a 1.930, para hacer recuperar la fe de nuevo al espectador, artimaña cobarde y práctica que agrada al público biempensante, mucho más que si Lang hubiese dejado consumirse al protagonista en las tinieblas de la culpa y la venganza personal, el final que realmente demandaba el film.
Pero sólo faltaba que en la mala época de la Depresión el cine se pusiera a sí mismo esa soga en el cuello haciendo dudar de las leyes, de la justicia y el perdón ser humano y de la imposibilidad para proseguir su existencia en ese país de las oportunidades como era EE.UU..
9
19 de diciembre de 2022 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra con todas las letras. Considero que el cine es la forma más artística de explicar algo y me encanta cuando una película te hace pensar y reflexionar. Furia debería verla todo el mundo. A pesar de que la película tiene 84 años, desgraciadamente, la humanidad siempre ha tenido la misma estupidez y esta película lo refleja con una historia impactante. El mensaje detrás de la trama es fuerte, poderoso y todavía común (sucede hoy en día).

Así que es una película vieja sobre el papel, pero su propósito es totalmente moderno y me parece que lo será para siempre. Tiene escenas fantásticas, el reparto hace un gran trabajo y los diálogos son como leer un gran libro.

Nota: 9/10
7
27 de diciembre de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trama nos transporta a un pueblo en el que personas comunes y corrientes -una vez masificadas- se convierten en una turba irracional, ignorante y violenta, y un hombre amable y bonachón que -una vez víctima de la injusticia- se transforma en un ser vengativo y lleno de odio. Con estos elementos, una dirección ágil y precisa y un Spencer Tracy fabuloso, tenemos una película buena tirando a muy buena por momentos, y que podría haber sido brillante de no mediar tres puntos flojos:

1. Joe Wilson (Spencer Tracy), quien estaba a punto de quemarse vivo en una celda sin posibilidades de evasión, reaparece de pronto y como si nada dando una explicación tan breve e inverosímil que hasta podría parecer uno de los "batiescapes" de Adam West en la serie de los 60.
2. El fiscal sobreactuado y ampuloso, lejos de agregar dramatismo al juicio, lo caricaturiza.
3. El remate del film (sigue en spoiler).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No es que uno no entienda la moralina propia de la época o esté en contra de los finales felices, pero que un hombre desgarrado por el rencor vuelva a ser el mismo de antes en apenas una noche, suena -mínimamente- poco creíble. Lo mismo la escena que cierra "Fury", con el beso y el abrazo final frente al juez, más propia de una novela rosa que de un film que había explorado ciertas facetas negativas del alma humana con bastante crudeza.
10
6 de abril de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
Es la seunda vez que la veo. La recordaba bien, pero más corta y menos intensa. Es demoledora. Una crítica a la sociedad, a la justicia, a los prejuicios, a la estructura de convivencia, a la cultura propia del EE.UU. Hay que ser extraordinariamente valiente para que tu primera película una vez emigrado sea ésta. Pudo hacer un Western, de hecho los hizo luego, algo sencillo, fácil. Que no diese problemas.
Y, sin embargo, se mete de lleno en una película que critica de manera durísima uno de los dogmas de la cultura americana por excelencia: la capacidad de cada uno de hacer justicia por sí mismo. El linchamiento como método de solución de problemas.
Pero también es una reflexión sobre el infortunio, sobre cómo los acontecimientos fortuitos pueden enredarse y generar resultados verdaderamente aberrantes, de resultados contrarios a los pretendidos.
La vida no es sólo lo que uno prevé, o lo que organiza, o por lo que lucha, o a lo que se prepara. También es aquello que sucede alrededor de uno. A veces se controla, a veces no. A veces lo que sucede, conviene. A veces, todo lo contrario.
También es una crítica despiadada al cotilleo, a la maledicencia, al rumor, al chisme, a la media verdad, a la noticia falsa, a la fake new. A las gallinas que pían y pían sin sentido. Al igual que un ser humano respira, otros pían.
Pues la reflexión que expone la cinta es precisamente ésta.
Sylvia Sidney y Spencer Tracy funcionan a la perfección. Sobre todo él. Es un verdadero genio de la interpretación. Me ha gustado mucho Edward Ellis como Sheriff, y también está por ahí Walter Brennan, que no sé en cuántas películas ha participado, una barbaridad, en cualquier caso.
Me ha gustado mucho más que la primera vez que la vi. Fue la nochebuena de 2012. Y la crítica que hice sobre ella varía mucho sobre la que ahora he proyectado. La califiqué con un 9. Ahora la pongo un 10. Una película extraordinaria.
8
30 de mayo de 2009 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fabulosa película de Lang, que roza la zona Champions de su filmografía.

No recuerdo, a bote pronto, una obra de este coloso del celuloide con más mordiente, sarcasmo y ácido sulfúrico rebosando por sus secuencias. De algún modo, percibo una similitud con esa atronadora y maravillosamente caústica obra maestra de Wilder llamada El Gran Carnaval.

Eso sí, su final, amable, bobalicón y complaciente, por no llamarle directamente estúpido, desluce bastante la función.

Flemas, ya sabes, móntate aquí y pedalea.
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