Traidor en el infierno
7.5
6,851
Bélico. Drama
Durante la Segunda Guerra Mundial, en un campo de prisioneros alemán, unos seiscientos sargentos americanos comparten el barracón 17. En Nochebuena, dos de ellos se disponen a fugarse, pero son descubiertos y ejecutados por soldados alemanes que estaban al acecho. Los prisioneros empiezan a sospechar que en el barracón hay un traidor que informa a los nazis y llegan a la conclusión de que ese traidor es el sargento Sefton, un hombre más ... [+]
2 de noviembre de 2014
2 de noviembre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que cualquiera pueda contar una historia es algo obvio. Que cualquiera pueda contar una historia bien contada, sin apelar a las emociones creando estúpidos maniqueísmos y regocijándose en los tópicos, no es nada sencillo, y mucho menos tratando un tema como el nazismo y tan sólo ocho años después de la II Guerra Mundial.
Por si esto fuera poco, Billy Wilder, que perdió a su familia en Austwitz, es el encargado de dirigir esta cinta, basada en una obra teatral, donde muy lejos de juzgar nazis y ensalzar héroes aliados, algo que por su parte estaría más que justificado, dinamita e ironiza a todos por igual, desde el soldado más raso hasta el coronel nazi, de forma inteligente y busrlándose del lugar donde confluyen todos esos personajes, un campo de prisioneros y, ya de paso, la guerra en sí misma.
Wilder va más allá de la simple película de buenos y malos, demostrando que, aunque la comedia ha sido su indiscutible punto fuerte, sabe dominar todos los géneros. En la cinta se mezcla el drama, la comedia negra y el suspense, de forma sutil y sin fisuras.
La manera de tratar a los personajes, sin olvidar la teatralidad, es otro de los puntos fuertes del film; todos ellos están dotados de rasgos que los hacen protagonistas de su momento, donde destaca la figura de uno de los mejores personajes de la historia del cine: el carismático y cínico sargento Sefton, interpretado por un William Holden ganador del Oscar por este papel. Además, como anécdota, el cineasta de origen judeo-austriaco Otto Preminger, amigo de Wilder y director de la obra maestra del cine negro Laura (1945), da vida al coronel nazi en una de sus contadas apariciones delante de la cámara.
Una obra necesaria y muy valiente para la época en la que está realizada, de la que muchos deberían aprender.
Por si esto fuera poco, Billy Wilder, que perdió a su familia en Austwitz, es el encargado de dirigir esta cinta, basada en una obra teatral, donde muy lejos de juzgar nazis y ensalzar héroes aliados, algo que por su parte estaría más que justificado, dinamita e ironiza a todos por igual, desde el soldado más raso hasta el coronel nazi, de forma inteligente y busrlándose del lugar donde confluyen todos esos personajes, un campo de prisioneros y, ya de paso, la guerra en sí misma.
Wilder va más allá de la simple película de buenos y malos, demostrando que, aunque la comedia ha sido su indiscutible punto fuerte, sabe dominar todos los géneros. En la cinta se mezcla el drama, la comedia negra y el suspense, de forma sutil y sin fisuras.
La manera de tratar a los personajes, sin olvidar la teatralidad, es otro de los puntos fuertes del film; todos ellos están dotados de rasgos que los hacen protagonistas de su momento, donde destaca la figura de uno de los mejores personajes de la historia del cine: el carismático y cínico sargento Sefton, interpretado por un William Holden ganador del Oscar por este papel. Además, como anécdota, el cineasta de origen judeo-austriaco Otto Preminger, amigo de Wilder y director de la obra maestra del cine negro Laura (1945), da vida al coronel nazi en una de sus contadas apariciones delante de la cámara.
Una obra necesaria y muy valiente para la época en la que está realizada, de la que muchos deberían aprender.
7 de abril de 2019
7 de abril de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, Billy Wilder se mueve mejor en el drama que en la comedia. Su mejor obra seguirá siendo «Perdición», pero con un «Traidor en el infierno» se desenvuelve más que correcto, ayudado sin duda alguna por un excelente William Holden.
De hecho, los toques de comedia estropean considerablemente esta cinta de espías, menos dramática de lo que podríamos suponer, ambientada en un campo de concentración nazi y con un grupo de norteamericanos hechos prisioneros. Cuando sea evidente que hay un traidor, un espía enemigo, entre los suyos las sospechas empezarán a recaer todas en William Holden, el sargento Sefton, que siempre parece culpable de todo porque es muy cínico y tiene un descarado afán de supervivencia. Lo curioso es que él realmente no se toma muy en serio que veinte hombres encerrados en un barracón de prisioneros le crean un traidor, sino que sigue a lo suyo sin tomar conciencia de que la situación es más grave de lo que su pragmatismo le dicta. Hasta que se topa de frente y a las malas con el problema y tiene que actuar.
Bien mirado, en un «Traidor en el infierno» apenas pasa nada y lo que hay es mucho relleno, muchísimo ahora que lo estoy pensando. Los secundarios cómicos no funcionan, te cansan de tanto chupar cámara sin ninguna razón, solo para dejar claro el buen rollito que hay entre buenos compañeros americanos, pero para eso no son necesarios dos payasos que no hacen gracia y un montón de escenas cómicas y anecdóticas. El resto de trama gira en torno a saber quién es el traidor y, sobre todo, a cómo desenmascararlo, que es lo que de verdad interesa.
Está bien rodada y contiene cierta fuerza visual, máxime teniendo en cuenta que todo ocurre en unos pocos metros cuadrados dentro de un barracón, directamente sacado del teatro. Bastante aceptable.
De hecho, los toques de comedia estropean considerablemente esta cinta de espías, menos dramática de lo que podríamos suponer, ambientada en un campo de concentración nazi y con un grupo de norteamericanos hechos prisioneros. Cuando sea evidente que hay un traidor, un espía enemigo, entre los suyos las sospechas empezarán a recaer todas en William Holden, el sargento Sefton, que siempre parece culpable de todo porque es muy cínico y tiene un descarado afán de supervivencia. Lo curioso es que él realmente no se toma muy en serio que veinte hombres encerrados en un barracón de prisioneros le crean un traidor, sino que sigue a lo suyo sin tomar conciencia de que la situación es más grave de lo que su pragmatismo le dicta. Hasta que se topa de frente y a las malas con el problema y tiene que actuar.
Bien mirado, en un «Traidor en el infierno» apenas pasa nada y lo que hay es mucho relleno, muchísimo ahora que lo estoy pensando. Los secundarios cómicos no funcionan, te cansan de tanto chupar cámara sin ninguna razón, solo para dejar claro el buen rollito que hay entre buenos compañeros americanos, pero para eso no son necesarios dos payasos que no hacen gracia y un montón de escenas cómicas y anecdóticas. El resto de trama gira en torno a saber quién es el traidor y, sobre todo, a cómo desenmascararlo, que es lo que de verdad interesa.
Está bien rodada y contiene cierta fuerza visual, máxime teniendo en cuenta que todo ocurre en unos pocos metros cuadrados dentro de un barracón, directamente sacado del teatro. Bastante aceptable.
24 de septiembre de 2018
24 de septiembre de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
173/12(17/08/18) Notable film del maestro Billy Wilder, probablemente la primera que hizo comedia en el escenario de la WWII, ello en tono de humor negro se hace alabanza del indomable espíritu de supervivencia del ser humano en las peores de las circunstancias, de cómo el humor puede convertirse en motor para convertir las espinas de las desgracias en caricias. Ello en refrescante mezcla de thriller, drama y la susodicha comedia en el contexto del sub-género de drama carcelario. Cuenta la historia de un grupo de aviadores estadounidenses recluidos en un campo de prisioneros de guerra alemanes (Stalag) de la Segunda Guerra Mundial, siendo el deux machine las sospechas de que en el barracón 17 hay un “soplón”. La película fue adaptada por Billy Wilder y Edwin Blum (“EL fantasma de Canterville”), de la obra de Broadway de Donald Bevan y Edmund Trzcinski (aparece en la película como prisionero), se basó en sus experiencias como prisioneros en Stalag 17B en Austria. El guión fue reescrito extensamente por Wilder y Blum. El director y guionista riega el metraje con su particular sello de elementos propios, con diálogos ágiles, naturales e inteligentes, guiños cinéfilos, un desarrollo que fluye como un rio en temporada de deshielo, referencias melómanas, marcando importancia de los objetos cual fetiches (la bombilla, la pieza de ajedrez, la antena, el bote de pintura, un catalejo, la foto de Betty Grable, las botas del comandante, la pernera vacía de un mutilado, un cubo de agua con doble fondo, una pelota de vóley, un alambique casero, el peculiar modo de encender una cerilla o un cortalambres), una elegante ambientación que nos hace sumergirnos en el lugar y tiempo, personajes sólidos anti-héroes (cínicos, nihilistas, individualistas, egoístas, o sea, humanos), todo esto con un humor por el que no pasa el tiempo, y encima adornado en este caso por el entusiasta popular tema "When Johnny Comes Marching Home", que infunde un tono épico a la cinta. Obra que influencio claramente a dos obras posteriores de huidas de campos de prisioneros afamadas como “El puente sobre el Rio Kwai” (1957), esta con mismo protagonista (W.Holden), y “La Gran Evasión” (1963). Wilder fue nominado al Oscar al Mejor Director, y Robert Strauss al Mejor Actor de Reparto, aunque el triunfador fue el protagonista William Holden que se llevó la preciada estatuilla por su gran interpretación (única en su carrera, estuvo nominado también por “Sunset Boulevard” y “Network”). Doce años más tarde Bernard Fein y Albert S. Ruddy crearon la serie de tv americana "Los Héroes de Hogan" (1965-1971) basándose también en dicha obra.
El film hace una radiografía de la vida en estos campos de concentración, de cómo el ingenio unido al humor son las mejores de las artillerías contra el desánimo y la depresión de recluso, aunque esto puede ser visto como algo buenista por el modo de tratar a los alemanes, nunca los vemos ningún trato inhumano, no nos hablan de que las comidas sean malas, no hablan de malos tratos, no vemos ejecuciones, los guardianes son gente afable, el sargento nazi que cuida el barracón tiene pinta de abuelete del que todos se burlan, es decir, todo desde un prisma complaciente, donde la mayor crueldad es de los propios soldados americanos contra uno de ellos, esto repercute en cierto bajón de intensidad en favor del tono ameno distendido. A esta sensación placentera desprovista de tensión la mayor parte del tiempo contribuyen las actuaciones desengrasantes de Robert Strauss y Harvey Lembeck, dos socios que sazonan sus intervenciones con gags delirantes, al que se llega al surrelismo onírico cuando “Animal” ve en Shapiro a su amada Grable, se suma un magnífico sargento Shultz ((encarnado por el mítico Sig Ruman, actor fetiche de los Marx en roles de villano elegante, o el delirante Colonel Ehrhardt de la lubitschiana “Ser o no ser”), o Jay Lawrence haciendo hilarantes imitaciones de actores hollywoodienses.
La historia mezcla humor con el thriller que supone el descubrimiento de un “topo” en el barracón, sabiendo Wilder mostrar un clima de paranoia en el lugar, de cuasi-esquizofrenia por dar rápidamente con el culpable. El humor respeta los tramos de dramatismo, los entrelaza con brío con los diferentes tonos, sabe mostrar la vida en este barracón como epítome de la vida, la comedia de la vida, dolor y alegría, sueños y pesadillas, camaradería y traiciones, amistad y dudas, frustraciones e ilusiones, pesadumbre e ira, microcosmos de sentimientos de la Condición Humana.
La cinta puede ser vista en su contexto de estreno como un alegato contra la fétida Comisión de Actividades Antiamericanas dirigida por el siniestro Senador McCarthy, que buscaba traidores a la patria de modo paranoico, y que aquí nos dicen que a veces las apariencias engañan, hay que ser preciso a la hora de encontrar enemigos y no hacerlo de un modo tan sumarísimo como lo hicieron esta comisión.
El rol de William Holden como JJ Sefton es puro Wilder, tipo irónico, caustico, cínico, frío, ser pragmático que saca provecho de la escasez de los demás y con su ingenio uy poco escrúpulos a la hora de negociar con los guardianes, personificación radical del florecimiento del capitalismo en las peores situaciones, apuestas sobre carreras de ratas, destilador de aguardiente que hace de bar, telescopio desde donde mirar sector femenino ruso cuando toca turno despioje, trueque con oficiales alemanes, el individualismo frente al colectivismo, sobrevivir. Holden lo encarna con un empaque grandioso, papel cercano al Joe Gillis de “Sunset Boulevard” del propio Wilder, te lo crees, con su sonrisa pícara, su flema en las apuestas contra los que se evaden, su modo de fumar puros, su rostro de ira contenida, la forma catárquica en que se le enciende la “bombilla” al verla oscilar, nunca pierde su descaro, ni ante las peores circunstancias sigue encendiendo la cerilla de forma atrevida en el cuerpo (ropa o cara) del duro Duke (Neville Brand);… (sigue en spoiler)
El film hace una radiografía de la vida en estos campos de concentración, de cómo el ingenio unido al humor son las mejores de las artillerías contra el desánimo y la depresión de recluso, aunque esto puede ser visto como algo buenista por el modo de tratar a los alemanes, nunca los vemos ningún trato inhumano, no nos hablan de que las comidas sean malas, no hablan de malos tratos, no vemos ejecuciones, los guardianes son gente afable, el sargento nazi que cuida el barracón tiene pinta de abuelete del que todos se burlan, es decir, todo desde un prisma complaciente, donde la mayor crueldad es de los propios soldados americanos contra uno de ellos, esto repercute en cierto bajón de intensidad en favor del tono ameno distendido. A esta sensación placentera desprovista de tensión la mayor parte del tiempo contribuyen las actuaciones desengrasantes de Robert Strauss y Harvey Lembeck, dos socios que sazonan sus intervenciones con gags delirantes, al que se llega al surrelismo onírico cuando “Animal” ve en Shapiro a su amada Grable, se suma un magnífico sargento Shultz ((encarnado por el mítico Sig Ruman, actor fetiche de los Marx en roles de villano elegante, o el delirante Colonel Ehrhardt de la lubitschiana “Ser o no ser”), o Jay Lawrence haciendo hilarantes imitaciones de actores hollywoodienses.
La historia mezcla humor con el thriller que supone el descubrimiento de un “topo” en el barracón, sabiendo Wilder mostrar un clima de paranoia en el lugar, de cuasi-esquizofrenia por dar rápidamente con el culpable. El humor respeta los tramos de dramatismo, los entrelaza con brío con los diferentes tonos, sabe mostrar la vida en este barracón como epítome de la vida, la comedia de la vida, dolor y alegría, sueños y pesadillas, camaradería y traiciones, amistad y dudas, frustraciones e ilusiones, pesadumbre e ira, microcosmos de sentimientos de la Condición Humana.
La cinta puede ser vista en su contexto de estreno como un alegato contra la fétida Comisión de Actividades Antiamericanas dirigida por el siniestro Senador McCarthy, que buscaba traidores a la patria de modo paranoico, y que aquí nos dicen que a veces las apariencias engañan, hay que ser preciso a la hora de encontrar enemigos y no hacerlo de un modo tan sumarísimo como lo hicieron esta comisión.
El rol de William Holden como JJ Sefton es puro Wilder, tipo irónico, caustico, cínico, frío, ser pragmático que saca provecho de la escasez de los demás y con su ingenio uy poco escrúpulos a la hora de negociar con los guardianes, personificación radical del florecimiento del capitalismo en las peores situaciones, apuestas sobre carreras de ratas, destilador de aguardiente que hace de bar, telescopio desde donde mirar sector femenino ruso cuando toca turno despioje, trueque con oficiales alemanes, el individualismo frente al colectivismo, sobrevivir. Holden lo encarna con un empaque grandioso, papel cercano al Joe Gillis de “Sunset Boulevard” del propio Wilder, te lo crees, con su sonrisa pícara, su flema en las apuestas contra los que se evaden, su modo de fumar puros, su rostro de ira contenida, la forma catárquica en que se le enciende la “bombilla” al verla oscilar, nunca pierde su descaro, ni ante las peores circunstancias sigue encendiendo la cerilla de forma atrevida en el cuerpo (ropa o cara) del duro Duke (Neville Brand);… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
… Sig Ruman está sensacional en papel de sargento teutón Johann Sebastian Schulz, desborda bonhomía y simpatía, sensacional su lenguaje gestual y facial; Otto Preminger (director ucranio de obras como “Laura” o “Anatomía de un asesinato”), da impresión radiante como carismático comandante de campo de prisioneros, sabe dar dosis de humor con lo de que no quiere mancharse las botas de barro; Harvey Lembeck y Robert Strauss merecen por su fuerza comediante spin-off, en respectivos Harry Shapiro y Stanislas "Animal" Kuzawa, se complementan de modo sensacional, especie de Quijote y Sancho Panza, el que sueña con Betty Grable que llega a ver Gigantes (o sea, a la Grable) y el que tiene que sacarle de sus desvaríos, aunque a veces los comparten, como su “viajito” al lado ruso, el más extrovertido Strauss estuvo nominado al Oscar por su jocoso personaje siempre en calzoncillos largos; Neville Brand está notable como Duke, el impetuoso que ve en el egoísmo de Sefton al sospechoso de informante; Jay Lawrence como el Sgt. Bagradian, es otra aportación humorística con sus imitaciones de Clark Gable, James Cagney o Cary Grant (propia de guiños de la cinefilia de Wilder), e incluso de Hitler.
La puesta en escena rezuma vitalidad y vitalidad, sin atisbo del material de procedencia teatral, creando los directores artísticos Franz Bachelin (“Cuando ruge la marabunta”), y Hal Pereira (“Vértigo”), el campamento de prisioneros en John Show Ranch en Woodland Hills, en el extremo suroeste del Valle de San Fernando (California), en una labor de enorme veracidad en sus barracones o exteriores; Esto realzado por la fenomenal cinematografía en glorioso b/n del húngaro Ernest Laszlo (“Vencedores o vencidos”), otorgando en su gama de grisáceos fuerte personalidad dramática a la cinta así como hábil en las escenas humorísticas, en resaltar su comicidad (las botas de “Animal, sus calzoncillos manchados de barro, la visión de las rusas a lo lejos, las botas del comandante, la sombra de la bombilla haciendo comba,…), con tomas de grúa espectaculares (la del campo nocturno en una panorámica excelente desde lo alto hasta llegar el objetivo al oficial escondido en la cuba de agua); se añade una estimable edición de George Tomasini (“Con la muerte en los talones”), sabiendo cortar en el momento adecuado para emitir emociones; La música es orquestada por Franz Waxman (“Sunset Boulevard”), recurriendo con sibarita sentido melódico a temas populares como los villancicos “Jingle Bells”, y “Adeste Fideles”, el “I Love You” (Je t'aime) cantado por Robert Strauss/”Animal”, pero sobre todo recordado este film por las estupendas variaciones al enardecedor "When Johnny Comes Marching Home Again" escrita por el compositor y director de orquesta de origen irlandés Patrick Gilmore para el Ejército de La Unión durante la guerra civil USA.
Spoiler:
Me falta sensación de peligro, de condiciones degradantes, de riesgo para las vidas de los prisioneros, incluso la relación los guardianes con los presos me resulta de una bonhomía propia de una comedia ligera, esto resta poder de trascendencia; También me resulta chirriante que al que suponen es el “traidor” Sefton le den una paliza (por cierto, parecida a la que recibe el recluso “Patoso” en “Full Methal Jacket”), que solo le deja huellas físicas que desaparecerán, y lo dejen convivir (aunque marginado) tranquilamente en el barracón, aun disfrutando de su “tesoro” de estraperlo, y sin embargo cuando descubren al verdadero “informante” decidan arrojarlo afuera para que lo maten los suyos, si se les supone el mismo “delito” porque a uno le dan de palos, y al otro lo “condenan” a muerte?
En conjunto me queda una más que buena dramedia, mezclando géneros con incisivo tono, creando un germen de cine en el que se extrae humor en medio del belicismo que siguieron otras muchas obras. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/09/traidor-en-elinfierno.html
La puesta en escena rezuma vitalidad y vitalidad, sin atisbo del material de procedencia teatral, creando los directores artísticos Franz Bachelin (“Cuando ruge la marabunta”), y Hal Pereira (“Vértigo”), el campamento de prisioneros en John Show Ranch en Woodland Hills, en el extremo suroeste del Valle de San Fernando (California), en una labor de enorme veracidad en sus barracones o exteriores; Esto realzado por la fenomenal cinematografía en glorioso b/n del húngaro Ernest Laszlo (“Vencedores o vencidos”), otorgando en su gama de grisáceos fuerte personalidad dramática a la cinta así como hábil en las escenas humorísticas, en resaltar su comicidad (las botas de “Animal, sus calzoncillos manchados de barro, la visión de las rusas a lo lejos, las botas del comandante, la sombra de la bombilla haciendo comba,…), con tomas de grúa espectaculares (la del campo nocturno en una panorámica excelente desde lo alto hasta llegar el objetivo al oficial escondido en la cuba de agua); se añade una estimable edición de George Tomasini (“Con la muerte en los talones”), sabiendo cortar en el momento adecuado para emitir emociones; La música es orquestada por Franz Waxman (“Sunset Boulevard”), recurriendo con sibarita sentido melódico a temas populares como los villancicos “Jingle Bells”, y “Adeste Fideles”, el “I Love You” (Je t'aime) cantado por Robert Strauss/”Animal”, pero sobre todo recordado este film por las estupendas variaciones al enardecedor "When Johnny Comes Marching Home Again" escrita por el compositor y director de orquesta de origen irlandés Patrick Gilmore para el Ejército de La Unión durante la guerra civil USA.
Spoiler:
Me falta sensación de peligro, de condiciones degradantes, de riesgo para las vidas de los prisioneros, incluso la relación los guardianes con los presos me resulta de una bonhomía propia de una comedia ligera, esto resta poder de trascendencia; También me resulta chirriante que al que suponen es el “traidor” Sefton le den una paliza (por cierto, parecida a la que recibe el recluso “Patoso” en “Full Methal Jacket”), que solo le deja huellas físicas que desaparecerán, y lo dejen convivir (aunque marginado) tranquilamente en el barracón, aun disfrutando de su “tesoro” de estraperlo, y sin embargo cuando descubren al verdadero “informante” decidan arrojarlo afuera para que lo maten los suyos, si se les supone el mismo “delito” porque a uno le dan de palos, y al otro lo “condenan” a muerte?
En conjunto me queda una más que buena dramedia, mezclando géneros con incisivo tono, creando un germen de cine en el que se extrae humor en medio del belicismo que siguieron otras muchas obras. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/09/traidor-en-elinfierno.html
3 de junio de 2019
3 de junio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sensacional, ingeniosa, divertida, incómoda, inteligente, sutil, interesante, irregular, sencilla, entrañable, inolvidable, genuina, acertada, dinámica y poderosa obra maestra del gran, Blly Wilder en una arriesgada producción en la que se atreve a combinar diversos géneros entre los que destacar el cine bélico con el de suspense, acompañado por el sentido del humor.
Los responsables de la película con Billy Wilder a la cabeza, consiguen ofrecer un entretenimiento desenfadado e interesante con el que pasearse por el drama que pueden vivir los prisioneros de guerra en un campo de concentración, para desarrollar una trama de engaños y sospechas entre los prisioneros de guerra, por la presencia de un posible traidor entre sus filas.
Traidor en el infierno, es una notable demostración de cine inteligente e ingenioso en el que poder disfrutar de grandes y memorables personajes que sirven de piezas fundamentales para una partida de ajedrez en la que las reinas son claves.
William Holden, brilla en una historia que tiene toques de humor para una ingeniosa e inteligente trama de engaños en un campo de prisioneros de lo más peculiares. para ofrecer un trabajo fabuloso del que poder salir satisfecho y con la sensación de haber visto algo inolvidable.
Los responsables de la película con Billy Wilder a la cabeza, consiguen ofrecer un entretenimiento desenfadado e interesante con el que pasearse por el drama que pueden vivir los prisioneros de guerra en un campo de concentración, para desarrollar una trama de engaños y sospechas entre los prisioneros de guerra, por la presencia de un posible traidor entre sus filas.
Traidor en el infierno, es una notable demostración de cine inteligente e ingenioso en el que poder disfrutar de grandes y memorables personajes que sirven de piezas fundamentales para una partida de ajedrez en la que las reinas son claves.
William Holden, brilla en una historia que tiene toques de humor para una ingeniosa e inteligente trama de engaños en un campo de prisioneros de lo más peculiares. para ofrecer un trabajo fabuloso del que poder salir satisfecho y con la sensación de haber visto algo inolvidable.
24 de marzo de 2020
24 de marzo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos años después he vuelto a ver Stalag 17, la película que Billy Wilder rodó el año 1953. Otra vez, como entonces, me ha vuelto a entusiasmar. Hacerte sonreír en aquél sórdido barracón alemán ya merece la pena. Ocurre lo mismo que en "La vida es bella" o en "To be or not to be". Situaciones trágicas pero susceptibles de tratarlas con humor, aunque sea negro. Pero Wilder no sólo te arranca una sonrisa, hay emoción, intriga, compañerismo... Los actores, otro acierto. Willian Holden ganó el Oscar ese año por su genial interpretación del sargento trapacero y vividor, que consigue muchos privilegios trapicheando con los nazis.
Y una sorpresa, el general alemán está interpretado por el director de cine judío Otto Preminger a quien se le olvidaban algunas líneas del diálogo, pero nunca se le pasaba el envase de caviar que Wilder le había puesto como correctivo cada vez que se equivocaba. En sus memorias Wilder lo recuerda: Puede que no haya sido el mejor actor, pero el campeón mundial de pagar deudas. Se le olvidaba el diálogo, pero nunca se olvidaba de mandarme el caviar.
Muy pegadiza la marcha When Jonny comes marching home, escrita por Patrick Gilmore durante la Guerra Civil Americana, que suena en varias ocasiones durante la película:
Deja que el amor y la amistad en ese día
¡Hurra, hurra!
Sus placeres más selectos luego se muestran,
¡Hurra, hurra!
Y que cada uno realice alguna parte,
Para llenar de alegría el corazón del guerrero,
Y todos nos sentiremos felices
Cuando Johnny viene marchando a casa.
Y una sorpresa, el general alemán está interpretado por el director de cine judío Otto Preminger a quien se le olvidaban algunas líneas del diálogo, pero nunca se le pasaba el envase de caviar que Wilder le había puesto como correctivo cada vez que se equivocaba. En sus memorias Wilder lo recuerda: Puede que no haya sido el mejor actor, pero el campeón mundial de pagar deudas. Se le olvidaba el diálogo, pero nunca se olvidaba de mandarme el caviar.
Muy pegadiza la marcha When Jonny comes marching home, escrita por Patrick Gilmore durante la Guerra Civil Americana, que suena en varias ocasiones durante la película:
Deja que el amor y la amistad en ese día
¡Hurra, hurra!
Sus placeres más selectos luego se muestran,
¡Hurra, hurra!
Y que cada uno realice alguna parte,
Para llenar de alegría el corazón del guerrero,
Y todos nos sentiremos felices
Cuando Johnny viene marchando a casa.
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