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Carancho

Drama. Thriller Después de haber perdido su licencia, el abogado Sosa (Ricardo Darín) ingresa en una sociedad ilegal que se encarga de provocar accidentes automovilísticos para estafar a las aseguradoras. El destino hace que un día Sosa conozca a Luján (Martina Gusmán), una médica de un hospital de Buenos Aires. (FILMAFFINITY)
Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
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8
10 de mayo de 2010
88 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se inicia con inquietantes cifras sobre los miles de muertos y heridos por accidentes de tránsito en la Argentina (un promedio de veintidós víctimas fatales por día). Alrededor de estas estadísticas se maneja el dinero de indemnizaciones, gastos médicos y legales que genera un mercado donde se mueven muchas aves de rapiña con diferentes ganancias de acuerdo con su poder. En la base de esta siniestra pirámide se mueve el personaje de Sosa (Darín), un abogado de pasado oscuro que ha perdido su matrícula y trabaja por necesidad, para un estudio jurídico dedicado a captar víctimas de accidentes de tránsito. Manipula testigos y pericias, arregla con la policía, los jueces y las aseguradoras.
En ese deambular entre guardias de hospitales, servicios de emergencias y comisarías en busca de posibles clientes, Sosa conoce a Luján (Martina Gusmán), una joven médica recién llegada a la ciudad con un ritmo de trabajo que apenas le permite dormir. A pesar de un pasado que se intuye desencantado, el escéptico protagonista masculino ha conservado algo de ternura en su corazón, que se despierta ante la encantadora fragilidad de Martina.

El punto fuerte de Trapero es su maestría narrativa. Es muy buen director con su punto fuerte en la acción y puesta en escena, ayudado por un sólido trabajo de cámara y de fotografía de Julián Apezteguía (Crónica de una fuga).
La película tiene secuencias filmadas con gran oficio: la escena de los dos pacientes peleándose de camilla a camilla (recuerda la riña entre las presas de Leonera) de un realismo abrumador, casi sin cortes. O la secuencia final, que es para una antología del policial negro argentino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
“Carancho” no es una película para agradar a todo el mundo sino una historia de amor, lágrimas y sangre (y también sudor porque el mundo del trabajo está omnipresente en abarrotados pasillos de nuestros hospitales públicos).
Todo el visionado es un viaje turbulento que no deja respiro. Hay una sola pausa deliciosamente costumbrista, cuando los protagonistas participan de una fiesta familiar narrada sobre el fondo del bolero “Nuestro juramento”, que básicamente resume la situación de esta pareja rodeada por la adversidad.
La estética del film es coherente desde los créditos y el título despojado con gigantes letras blancas sobre negro y salpicadas de rojo. Es un film de pocas palabras y diálogos, con una banda sonora que privilegia sirena y estridencias. La música también refleja la actualidad violenta de las calles.
Trapero les exige un trabajo muy físico a los actores que ponen el cuerpo (el cansancio de Martina/Luján es palpable). Ambos protagonistas se lastiman, se inyectan o tiene escenas de sexo y todo es muy visceral, equilibrado con una cámara más bien distante, que no acentúa miradas ni gestos y abunda en composiciones asimétricas, tomas laterales o de espalda, sin invadir totalmente el espacio del sujeto observado.
Es un film irregular con algunos puntos altos y otros bajos, entre el policial duro de Aristarain y el melodramático del último Campanella. La dupla Darín-Gusmán funciona pero la historia entre ellos deja sabor a poco, se pierde un poco en abrumadoras escenas entre las guardias hospitalarias. Opresiva, turbulenta y muy intensa, “Carancho” es una película que no deja indiferente.
8
28 de junio de 2010
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una película que maneje grandes conceptos, ésa no es su intención; su objetivo es contar una historia con un estilo sencillo, funcional y fluído que cede el protagonismo a quien debe tenerlo: el actor. El uso de la cámara es digno de los mejores directores: todas escenas se resuelven con planos fijos y planos-escena cortos que recuerdan a Kieslowski o a Lucrecia Martel. Es un estilo propio de directores inteligentes que anteponen la historia a los artificios técnicos y que son generosos con las interpretaciones de los actores (como Stanley Donen, de quien Audrey Hepburn decía que era un director muy generoso).

Las interpretaciones merecen el mejor comentario que se puede decir sobre los actores: en la película se ve a los personajes, no a los actores interpretando personajes. Darín es de sobre conocido y aquí está sobresaliente, igual que Martina Gusman a la que no conocía y que es todo un descubrimiento; ambos consiguen establecer pura química entre sus personajes.

Esta película, además de su estilo maestro, deja en la memoria unos momentos inolvidables: ver spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-El primer juego de miradas entre los 2 protagonistas durante la primera cena que comparten con los colegas de trabajo
-La escena del primer café entre los 2 protagonistas, rodada en un único plano con la cámara acercándose lentamente
-La secuencia del accidente provocado para cometer un fraude: desde la brutal escena de la fractura de la pierna hasta la discusión entre los 2 protagonistas en el hospital
-La secuencia final del robo a los polis corruptos; es pasmoso cómo, sin haber dado detalles previamente de lo que ocurre, con una serie de detalles visuales consigue describir qué está sucediendo y permite al espectador adivinar qué va a suceder. Por ejemplo, el protagonista dentro del coche de los polis se inyecta, y el espectador ya sabe, gracias a la secuencia
anterior del accidente provocado, que se está metiendo analgésicos y que se prepara para un choque.
6
23 de septiembre de 2010
35 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carancho es una película con pulso, con rabia, de esas que te mantienen pegado a la pantalla casi sin pestañear, tan urbana y con tanto nervio como cualquiera de algún gran director del momento. Darín, como siempre, magistral, esta vez acompañado de una chica que, además de ser la mujer del director, tampoco desentona en su papel de médico del servicio de emergencias.

Hay una historia interesante, la de un abogado parásito que busca clientes en los hospitales. Hay una trama que se va enredando, con una organización mafiosa que va ganando terreno en la peli a base de golpes y de víctimas de accidentes de tráfico. Hay una historia de amor, quizás poco creíble, pero amor al fin y al cabo.

¿Qué pasa entonces? Si esta cinta argentina tiene todo esto, ¿por qué no llega a convencer del todo? Pues no lo sé, la verdad. Lo cierto es que me terminé aburriendo y que el final me pareció de lo más increíble, con trucos que sólo hacen quitarle mérito a una historia que había empezado bien. Quizás se enreda demasiado con la sangre, que no para de regarlo todo en la peli. Quizás cada vez entiendo menos lo que hablan los actores argentinos y voy a tener que verlas con subtítulos. No sabría decir por qué, pero lo que parecía una gran película con mensaje incluido al principio se me quedó en una cinta interesante o curiosa al final. Nada más. Y le tenía puesto el 7, pero el final tramposo le bajó un punto.
7
30 de enero de 2011
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los accidentes de tráfico se sitúan entre las principales causas mundiales de muertes masivas, imagino que no muy por detrás de las guerras, la pobreza extrema, las hambrunas, el terrorismo, las enfermedades y las catástrofes naturales.
La carretera es escenario de innumerables tragedias anuales. Y, como no podía ser menos, hay quien saca provecho hasta de las circunstancias más negras. Todo lo que conlleva caos y horror es una fuente muy lucrativa para los que carecen de escrúpulos y ostentan una sangre fría aterradora, mirando tan sólo por los beneficios. Se aprovechan de la desgracia humana para revolotear como cuervos alrededor de la carroña, calculando dónde pueden arrancar el pedazo.
En Argentina, con una elevadísima tasa de mortalidad en las carreteras, florecen los negocios turbios alrededor de esas estadísticas de dolor. Las aseguradoras desembolsan millones en indemnizaciones. No es difícil imaginar cómo se las ingenian los pícaros para agarrar sus buenos puñados donde se mueve tanto dinero.
Sosa es un abogado al que retiraron la licencia. Hay tanta corrupción flotando en el ambiente, que la honradez no es una virtud que pueda prosperar. Sosa no es mala gente, pero el problema es que eligió la abogacía donde ésta no puede ser más que un paripé, una parodia, porque los letrados íntegros no tienen futuro. Sosa no lo tenía, así que cayó en la intrincada red de las mafias para poder tener qué llevarse a la boca. Pero su naturaleza no está del todo perdida, pues en las estafas que cometen sus jefes y en las que él es un peón de la cadena, trata de ayudar. Intenta que los pobres desesperados reciban un dinero que necesitan muchísimo más que los jefes podridos de pasta. Su insubordinación le depara alguna que otra paliza de advertencia, y él escupe la sangre y se levanta maltrecho, un poco más apaleado cada vez, su cuerpo masacrado por las miserias que denuncian una crisis alarmante en una sociedad corrompida. Su voluntad rebelde, sin embargo, no cede.
En uno de los trapicheos, conoce a una médica, Luján, que atiende a los heridos, y el flechazo que siente es instantáneo. Desde entonces, Sosa luchará por vivir y no sólo por vegetar. Buscará entre las cenizas algo que transforme su vida nublada en un ventanal bañado por guiños de sol. Y Luján, esforzada doctora que trabaja a destajo y con poco tiempo libre, verá cómo su gris soledad va a dar paso al precipicio de un amor peligroso…
El drama social argentino lanzó otro producto cinematográfico decente, sobre la realidad espeluznante de los siniestros de circulación y el descarnado entramado tejido a su alrededor, desde el desgarro de la pérdida al oportunismo, desde el trauma a la picaresca, pasando por esa labor anónima y sacrificada de los profesionales de la sanidad.
Y desde el letargo al despertar.
6
17 de octubre de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contundente film que pone en evidencia los altos niveles de amoralidad y corrupción a los que puede llegar el ser humano. Pablo Trapero ser sirve de unos personajes con unas vidas al límite para mostrar las entrañas de un negocio basado en sacar provecho de las víctimas de los accidentes de tráfico. La película, rodada con un vigor y un realismo muy notables, mantiene en todo momento la tensión gracias a un formato de thriller combinado con una historia de amor que por momentos dulcifica la crudeza del relato. Aún así, el director no escatima escenas verdaderamente salvajes, de aquellas que tardan en borrarse de las retinas. No en vano, Ricardo Darín se pasa más de la mitad del metraje con la cara marcada por los constantes golpes que recibe durante el film.

Otro aspecto a destacar es la actuación de Martina Gusman. La actriz argentina realiza un espléndido trabajo y consigue aportar una gran credibilidad a su papel de médico de urgencias. Seguramente el hecho de pasarse un año preparando el papel, colaborando en un centro hospitalario real en la unidad de urgencias, contribuyó decisivamente en que se desenvuelva de manera muy realista en el papel de la doctora Luján.

En definitiva, una película muy interesante que mantiene el nivel del cine argentino actual y que, por ponerle algún pero, patina un poco al final, en un desenlace trepidante pero al que se le va la mano. Algo más de contención en ese aspecto hubiera ayudado a redondear uno de los films más atractivamente sórdidos del año.
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