El próximo año a la misma hora
6.9
1,057
Romance. Drama. Comedia
Un hombre y una mujer se conocen por casualidad en el comedor de un romántico hotel. Aunque ambos están casados, al día siguiente despiertan perplejos en la misma cama preguntándose qué les ha pasado. Sin embargo, se citan para el año siguiente en el mismo hotel y en la misma fecha. Adaptación cinematográfica de un previo éxito de Broadway. (FILMAFFINITY)
17 de abril de 2010
17 de abril de 2010
39 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robert Mulligan moldeó un derechazo y derribo al corazón, cubriéndolo con la forma de una película pequeña, discreta, de las que no se emiten en la tele los domingos en las horas de mayor audiencia, ni en las sesiones del cine más anunciado de la semana en los canales más vistos.
Es de las que una no ha oído mencionar ni una sola vez, por ningún medio, hasta que un buen día un amigo la recomienda. Se añade a la lista de los visionados pendientes, como otra más, con una ligera curiosidad y calculando para cuándo se le podrá hacer el hueco, después de otras quince que ya estaban anotadas.
Y cuando le toca el turno, se piensa que por qué diablos se ha tardado tanto. Que, de haber sabido que se trataba de un pequeño coloso destinado a tronchar el corazón y cortarlo en tiras, se le habría designado un puesto de honor y no se la habría colocado en el montón.
Y, por otro lado, también aparece la tristeza. Tristeza por habérsela bebido ya como quien se bebe el trago más dulce. Por haber pasado por la primera vez y que esta primera vez no regrese jamás.
Como otras veces con otras vivencias similares, he deseado rebobinar el tiempo para volver a ser virgen ante esta asombrosa película.
Hay veces en que una sola vida no basta para tanto que hay por vivir. Y tampoco basta ser una sola alma en un solo cuerpo. Porque en ciertas ocasiones anhelaríamos más que nada dividirnos en dos partes, y que cada una de las partes formase nuestro todo, dedicadas por separado y a tiempo completo a distintas parcelas que no se pueden conciliar, pero que necesitamos tanto como respirar.
Tener dos vidas en una. Porque con una no estaríamos completos. Porque en la vida secreta, la extraoficial, la inconfesa, recibimos lo que nos falta en la principal. O a lo mejor es mucho más. En la secreta recibimos todo lo que soñábamos sin ser conscientes de que lo soñábamos hasta que apareció en el horizonte nuestro sueño materializado.
Hemos construido con mucho trabajo un edificio sólido que es la base en la que nos sustentamos. Pero en ese edificio, por confortable que sea, siempre hay huecos, zonas vacías. Uno se conforma con esa rutina acogedora y segura. Tal vez no es en el fondo lo que nos llena, pero nos hemos resignado por amor y por costumbre.
Es de las que una no ha oído mencionar ni una sola vez, por ningún medio, hasta que un buen día un amigo la recomienda. Se añade a la lista de los visionados pendientes, como otra más, con una ligera curiosidad y calculando para cuándo se le podrá hacer el hueco, después de otras quince que ya estaban anotadas.
Y cuando le toca el turno, se piensa que por qué diablos se ha tardado tanto. Que, de haber sabido que se trataba de un pequeño coloso destinado a tronchar el corazón y cortarlo en tiras, se le habría designado un puesto de honor y no se la habría colocado en el montón.
Y, por otro lado, también aparece la tristeza. Tristeza por habérsela bebido ya como quien se bebe el trago más dulce. Por haber pasado por la primera vez y que esta primera vez no regrese jamás.
Como otras veces con otras vivencias similares, he deseado rebobinar el tiempo para volver a ser virgen ante esta asombrosa película.
Hay veces en que una sola vida no basta para tanto que hay por vivir. Y tampoco basta ser una sola alma en un solo cuerpo. Porque en ciertas ocasiones anhelaríamos más que nada dividirnos en dos partes, y que cada una de las partes formase nuestro todo, dedicadas por separado y a tiempo completo a distintas parcelas que no se pueden conciliar, pero que necesitamos tanto como respirar.
Tener dos vidas en una. Porque con una no estaríamos completos. Porque en la vida secreta, la extraoficial, la inconfesa, recibimos lo que nos falta en la principal. O a lo mejor es mucho más. En la secreta recibimos todo lo que soñábamos sin ser conscientes de que lo soñábamos hasta que apareció en el horizonte nuestro sueño materializado.
Hemos construido con mucho trabajo un edificio sólido que es la base en la que nos sustentamos. Pero en ese edificio, por confortable que sea, siempre hay huecos, zonas vacías. Uno se conforma con esa rutina acogedora y segura. Tal vez no es en el fondo lo que nos llena, pero nos hemos resignado por amor y por costumbre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un fin de semana vamos a un hotelito a orillas del mar, a desconectar de lo habitual, y allí se encuentra la persona que no se limitará a tapar los huecos y las zonas vacías que teníamos, sino que nos llenará por entero, como nadie lo ha hecho. Él o ella es el amor de nuestra vida, lo captamos desde el principio. Pero como ya tenemos nuestras responsabilidades y otras personas queridas a bordo, no podemos abandonar nuestros barcos para fugarnos en el que querríamos construir exclusivamente para nosotros dos. Así que ahí estamos, dos personas maduras, planeando lo descabellado: fabricar un nido temporal que ocuparemos un fin de semana al año, huyendo del resto del mundo y volcando la vida entera en dos días, en el amor de nuestra vida. Revivir, ser alguien nuevo en cada encuentro, reponerse de las fatigas, y ser más nosotros de lo que lo somos el resto del año. Hablar de lo que no se habla nunca fuera del nido escondido, echar fuera las entrañas en ese milagro catártico de compartir lo más íntimo. Entregar los cuerpos con frenesí y sin reservas, porque mañana nos iremos y no volveremos a tocarnos hasta el año siguiente.
Pasar en dos días más de lo que se pasa en los trescientos sesenta y tres restantes.
Y luego, regresar a lo habitual, con las pilas cargadas, habiendo dejado en esa habitación la mitad del ser, del espíritu, del cuerpo. O más de la mitad. Con el consuelo, y el tormento, de aguardar hasta la próxima reunión, llevando el recuerdo, que a menudo es más cercano que lo que está delante.
Y cuántas veces hay que reprimir el imperativo de llamarle por teléfono, de echar a correr a sus brazos sin esperar a que sea el fin de semana convenido.
Reprimir el lamento por no haber nacido de nuevo y haberle conocido antes.
Cuántas vidas pueden caber dentro de una… Cuántos secretos nos llevamos a la tumba.
Envejeceremos en ese hotelito a orillas del mar, que ha sido testigo de tantos acontecimientos y de la relación más conmovedora que pueda existir.
Uno de los dramas más bellos de la década de los setenta. Gracias, Mulligan. Gracias a la canción "The Last Time I Felt Like This". Y gracias a los sobresalientes Alan Alda y Ellen Burstyn.
Pasar en dos días más de lo que se pasa en los trescientos sesenta y tres restantes.
Y luego, regresar a lo habitual, con las pilas cargadas, habiendo dejado en esa habitación la mitad del ser, del espíritu, del cuerpo. O más de la mitad. Con el consuelo, y el tormento, de aguardar hasta la próxima reunión, llevando el recuerdo, que a menudo es más cercano que lo que está delante.
Y cuántas veces hay que reprimir el imperativo de llamarle por teléfono, de echar a correr a sus brazos sin esperar a que sea el fin de semana convenido.
Reprimir el lamento por no haber nacido de nuevo y haberle conocido antes.
Cuántas vidas pueden caber dentro de una… Cuántos secretos nos llevamos a la tumba.
Envejeceremos en ese hotelito a orillas del mar, que ha sido testigo de tantos acontecimientos y de la relación más conmovedora que pueda existir.
Uno de los dramas más bellos de la década de los setenta. Gracias, Mulligan. Gracias a la canción "The Last Time I Felt Like This". Y gracias a los sobresalientes Alan Alda y Ellen Burstyn.
24 de diciembre de 2006
24 de diciembre de 2006
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que reconocer que la historia que nos presenta Mulligan es un pastel con merengue, partiendo de esa base que nadie se lleve a engaño.
Tanto la historia como los personajes están bien construidos todo en un tono ligero (excepto en una de las escenas más dramáticas donde Alda demuestra que debería dedicarse solo a la comedia... porque da risa cuando debería hacernos llorar). Por poner un pero la duración es algo exagerada, noventa minutos deberían bastar.
Pero el fallo más gordo está en un apartado técnico, la fotografía, lo cual es gracioso porque estuvo nominada al oscar (como para guiarse por estos premios) y explicare el por qué:
- La historia transcurre durante un número considerable de años (más de 20) y mientras que en la caracterización de los personajes (maquillaje, vestuario, peluquería) el paso del tiempo se deja notar la fotografía no experimenta NINGÚN cambio, con el tremendo juego que tenía Surtees a su disposición para jugar con diferentes tratamientos y épocas. Todo esto se traduce en una fotografía anodina que en vez de aportar a los personajes resta progresión dramática.
- La foto en sí misma es FEA y deudora de un clasicismo que ya no se usaba en la época, por dios santo era necesario usar esos niveles de luz en el interior de la casa (si parece un centro comercial) o la difusión en todos y cada uno de los planos...
- También tenemos por ahí un momento con efecto lluvia donde solo nos falta ver al técnico conectando las mangueras... cutre, cutre....
- Los decorados tampoco varían nada a medida que pasa el tiempo, en la casa puedo aceptarlo ya que le guste al dueño el decorado rústico pero que el restaurante permanezca incólume con la misma decoración veintitantos años...
En resumen una buena película a la que los años han dejado con las vergüenzas al aire en el apartado técnico. Es curioso como la ganadora de aquél año al oscar a la mejor fotografía no solo ha aguantado el tipo sino que mejora con cada revisión, claro que por eso es una obra maestra... DIAS DEL CIELO.
Tanto la historia como los personajes están bien construidos todo en un tono ligero (excepto en una de las escenas más dramáticas donde Alda demuestra que debería dedicarse solo a la comedia... porque da risa cuando debería hacernos llorar). Por poner un pero la duración es algo exagerada, noventa minutos deberían bastar.
Pero el fallo más gordo está en un apartado técnico, la fotografía, lo cual es gracioso porque estuvo nominada al oscar (como para guiarse por estos premios) y explicare el por qué:
- La historia transcurre durante un número considerable de años (más de 20) y mientras que en la caracterización de los personajes (maquillaje, vestuario, peluquería) el paso del tiempo se deja notar la fotografía no experimenta NINGÚN cambio, con el tremendo juego que tenía Surtees a su disposición para jugar con diferentes tratamientos y épocas. Todo esto se traduce en una fotografía anodina que en vez de aportar a los personajes resta progresión dramática.
- La foto en sí misma es FEA y deudora de un clasicismo que ya no se usaba en la época, por dios santo era necesario usar esos niveles de luz en el interior de la casa (si parece un centro comercial) o la difusión en todos y cada uno de los planos...
- También tenemos por ahí un momento con efecto lluvia donde solo nos falta ver al técnico conectando las mangueras... cutre, cutre....
- Los decorados tampoco varían nada a medida que pasa el tiempo, en la casa puedo aceptarlo ya que le guste al dueño el decorado rústico pero que el restaurante permanezca incólume con la misma decoración veintitantos años...
En resumen una buena película a la que los años han dejado con las vergüenzas al aire en el apartado técnico. Es curioso como la ganadora de aquél año al oscar a la mejor fotografía no solo ha aguantado el tipo sino que mejora con cada revisión, claro que por eso es una obra maestra... DIAS DEL CIELO.
28 de agosto de 2009
28 de agosto de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre y una mujer, ambos en la treintena y respectivamente casados, se conocen casualmente en un hotel y entablan una relación amorosa; pese a ello, ninguno de los dos desea dejar a sus parejas, por lo que deciden mantener en secreto su relación, limitándola a un encuentro anual y siempre en el mismo lugar. Los años pasan, los tiempos cambian y con ellos los protagonistas, pero su amor permanece. Esta es, sucintamente, la propuesta que nos hace Robert Mulligan, autor de la maravillosa "Matar a un Ruiseñor", en esta apreciable película.
El filme plantea, por lo tanto, una relación amorosa singular, seguramente un poco increíble, pero hermosa por la libertad y la lealtad que encarnan los dos protagonistas. Llama la atención cómo se preguntan cosas el uno al otro acerca de sus respectivas parejas, hijos, preocupaciones e inquietudes, labrando así una intimidad común, una confianza mutua que es expresión de un amor sincero y veraz.
Como se ha apuntado en otras críticas, la película es marcadamente teatral (es una adaptación), por lo que se da primacía al desarrollo de los dos personajes principales (fabulosos Burstyn y Alda), cuyos diálogos, sostenidos casi siempre en un mismo interior, refuerzan tal impresión. Es cierto que ello va en detrimento de los aspectos formales, que podrían ser, desde luego, mejores o más ricos, pero está claro que a Mulligan le interesaba más el "qué" de la película que el "cómo". La historia personal de los protagonistas se ve jalonada por fragmentos en blanco y negro que muestran algunos personajes e hitos históricos estadounidenses de los años transcurridos (entre 1952 y 1977), sirviendo de marco a los cambios que experimentan los dos amantes.
Se trata, por tanto, de una película "pequeña", sin lujos, con un tono de comedia que no descuida nunca la profundidad de los diálogos ni la psicología de los personajes, y que además, cuenta un hermosa historia de amor. Con eso basta.
El filme plantea, por lo tanto, una relación amorosa singular, seguramente un poco increíble, pero hermosa por la libertad y la lealtad que encarnan los dos protagonistas. Llama la atención cómo se preguntan cosas el uno al otro acerca de sus respectivas parejas, hijos, preocupaciones e inquietudes, labrando así una intimidad común, una confianza mutua que es expresión de un amor sincero y veraz.
Como se ha apuntado en otras críticas, la película es marcadamente teatral (es una adaptación), por lo que se da primacía al desarrollo de los dos personajes principales (fabulosos Burstyn y Alda), cuyos diálogos, sostenidos casi siempre en un mismo interior, refuerzan tal impresión. Es cierto que ello va en detrimento de los aspectos formales, que podrían ser, desde luego, mejores o más ricos, pero está claro que a Mulligan le interesaba más el "qué" de la película que el "cómo". La historia personal de los protagonistas se ve jalonada por fragmentos en blanco y negro que muestran algunos personajes e hitos históricos estadounidenses de los años transcurridos (entre 1952 y 1977), sirviendo de marco a los cambios que experimentan los dos amantes.
Se trata, por tanto, de una película "pequeña", sin lujos, con un tono de comedia que no descuida nunca la profundidad de los diálogos ni la psicología de los personajes, y que además, cuenta un hermosa historia de amor. Con eso basta.
9 de mayo de 2021
9 de mayo de 2021
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me acuerdo cuando vi este filme en un programa doble. Que nostalgia de aquellos años. No era éste el filme por el que iba al cine. Era un chaval y a mí, las comedias románticas como que no me atraían. Sin embargo, no me acuerdo cual era la otra película. Ésta, sin embargo, me cautivó. Mucho tenía que ver con ello la maravillosa canción nominada al óscar de Marvin Hamlisch, una canción que ya nadie se acuerda. Y una magnífica historia, la de una pareja de amantes que se encuentran un fin de semana todos los años, a lo largo de más de veinte años, de origen claramente teatral. Quizás por ello me gustan tanto estos filmes, como el clásico "Breve encuentro".
Recientemente he leído la historia del divorcio de Bill Gates y su historia de varias décadas con su ex-novia, a la que, parece, veía algunos días año tras año, durante todo su matrimonio. Qué romántico. Y me ha recordado a este bello filme de Robert Mulligan. Quizás también lo recordaban Gates y su ex-novia. Quién sabe. Lo he revisado y lo he disfrutado de nuevo. Magníficas interpretaciones de Alda y Burstyn, en un filme que muestra, a través de seis encuentros de dos amantes, casados y respetables, la evolución de la sociedad estadounidense desde 1951 a 1975, y en la que veremos también evolucionar la mentalidad de los personajes. Diálogos magníficos.
Y ese detalle de Mulligan introduciendo, para realizar las transiciones entre las secuencias, fotografías en B/N de los principales sucesos que ocurrieron, con la maravillosa canción de Hamlisch; incluso con algún autohomenaje, como introducir un fotograma de "Matar a un ruiseñor", otro filme de Mulligan.
Filme olvidado, nominado a cuatro óscars. Fue el año de "El Cazador", "Supermán", "El regreso" o "El expreso de medianoche". Buen año. No ganó ningún óscar. Sin embargo, es de esas películas que si la ves, no la olvidas, ya que es algo más que una historia romántica. Te hace reflexionar sobre la vida y el tiempo que no volverá. Como crece la familia y como envejecemos. Y como aún tenemos pasión y tenemos ilusión. Porque estamos vivos. Aunque todo cambie a tu alrededor y tu cambies con ello. Y esta maravillosa película, ahora que tengo bastantes años, me invita a pensar en ello.
Cuando escuchas a Hamlisch, el autor de "Tal como éramos", es difícil que no te estremezcas con sus composiciones. Remueven tu interior. Su inicio, al piano, no deja de recordarme a ese otro gran maestro, Joe Hisaishi, el autor de la BSO de "El verano de Kikujiro". Entre maestros se entienden.
Búsquenla y disfrútenla. Como yo he hecho, de nuevo, cuarenta años después. Como esos personajes. Y disfruten de esa maravillosa canción con la que se abre el filme.
Recientemente he leído la historia del divorcio de Bill Gates y su historia de varias décadas con su ex-novia, a la que, parece, veía algunos días año tras año, durante todo su matrimonio. Qué romántico. Y me ha recordado a este bello filme de Robert Mulligan. Quizás también lo recordaban Gates y su ex-novia. Quién sabe. Lo he revisado y lo he disfrutado de nuevo. Magníficas interpretaciones de Alda y Burstyn, en un filme que muestra, a través de seis encuentros de dos amantes, casados y respetables, la evolución de la sociedad estadounidense desde 1951 a 1975, y en la que veremos también evolucionar la mentalidad de los personajes. Diálogos magníficos.
Y ese detalle de Mulligan introduciendo, para realizar las transiciones entre las secuencias, fotografías en B/N de los principales sucesos que ocurrieron, con la maravillosa canción de Hamlisch; incluso con algún autohomenaje, como introducir un fotograma de "Matar a un ruiseñor", otro filme de Mulligan.
Filme olvidado, nominado a cuatro óscars. Fue el año de "El Cazador", "Supermán", "El regreso" o "El expreso de medianoche". Buen año. No ganó ningún óscar. Sin embargo, es de esas películas que si la ves, no la olvidas, ya que es algo más que una historia romántica. Te hace reflexionar sobre la vida y el tiempo que no volverá. Como crece la familia y como envejecemos. Y como aún tenemos pasión y tenemos ilusión. Porque estamos vivos. Aunque todo cambie a tu alrededor y tu cambies con ello. Y esta maravillosa película, ahora que tengo bastantes años, me invita a pensar en ello.
Cuando escuchas a Hamlisch, el autor de "Tal como éramos", es difícil que no te estremezcas con sus composiciones. Remueven tu interior. Su inicio, al piano, no deja de recordarme a ese otro gran maestro, Joe Hisaishi, el autor de la BSO de "El verano de Kikujiro". Entre maestros se entienden.
Búsquenla y disfrútenla. Como yo he hecho, de nuevo, cuarenta años después. Como esos personajes. Y disfruten de esa maravillosa canción con la que se abre el filme.
22 de enero de 2007
22 de enero de 2007
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recordaba esta película como algo muy especial, cuyo visionado compartí con mi madre hace muchos, muchos años. Se me quedó en la memoria grabada como una peli simpática, abierta, sincera, en definitiva algo para sacarle mucho partido. disfruté muchísmo viendola y actualmente me daba mucho miedo volver a verla debido a que el segundo visionado me borrara de un golpe los buenos recuerdos que tenía de ella.
Ayer por la noche volví a verla con mi pareja. El también la recordaba muy agradablemente y tenía la misma sensación de miedo ante la posibilidad de que el paso de los años nos hubiera hecho cambiar a la película o a nosotros, hasta el punto de desmitificarla en nuestras mentes y recuerdos. Para nada. Nos volvió a encandilar. Evidentemente no hay más que oír la banda sonora para comprender que estamos ante un pastelón (muy habituales en aquella época), pero si la ves sin complejos y no juzgando consigue que te relajes, te hace pensar y te hace reir, por supuesto también llorar si es lo que deseas.
La recomiendo a la gente que adora las películas de relaciones humanas donde lo importante es la conversación, el entendimiento y la tolerancia, y porqué no decirlo sin ruborizarnos , el romanticismo.
Me ha encantado volverla a ver.
Ayer por la noche volví a verla con mi pareja. El también la recordaba muy agradablemente y tenía la misma sensación de miedo ante la posibilidad de que el paso de los años nos hubiera hecho cambiar a la película o a nosotros, hasta el punto de desmitificarla en nuestras mentes y recuerdos. Para nada. Nos volvió a encandilar. Evidentemente no hay más que oír la banda sonora para comprender que estamos ante un pastelón (muy habituales en aquella época), pero si la ves sin complejos y no juzgando consigue que te relajes, te hace pensar y te hace reir, por supuesto también llorar si es lo que deseas.
La recomiendo a la gente que adora las películas de relaciones humanas donde lo importante es la conversación, el entendimiento y la tolerancia, y porqué no decirlo sin ruborizarnos , el romanticismo.
Me ha encantado volverla a ver.
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