El diario de Ana Frank
1959 

7.0
3,044
28 de noviembre de 2007
28 de noviembre de 2007
50 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 12 de junio de 1942, Annelise (Ana) Frank cumplió trece años y recibió el regalo que ella convertiría en uno de los testimonios más desgarradores sobre la tragedia del holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Aquella chica de despierta inteligencia, de espíritu alegre e inquieto, dotada de un carácter fuerte y de una desarrollada capacidad para analizarse a sí misma y su entorno con aguda precisión, no sabía que ya era una escritora más que consumada y que habría de pagar el precio más cruel y elevado para obtener una fama póstuma y universal que ella nunca había deseado, y mucho menos aún a semejante precio.
Imaginaos a una chica de trece años, plena de sueños y de ansias por empaparse de la vida que palpitaba ante sus ojos, obligada a privarse de su libertad física (ya que no espiritual) y confinada en el reducido espacio de una casa oculta, forzada a convivir las veinticuatro horas del día con otras siete personas.
Imaginaos a esa chica que día a día experimentaba el terror de que los descubrieran, que tenía que pasarse horas y horas de absoluta quietud para evitar cualquier ruido delator, que cotidianamente soportaba las rencillas, las discusiones, los roces que lógicamente surgían entre tantas personas que sólo se tenían las unas a las otras. Pero su carácter optimista y activo no le permitía deprimirse seriamente, y además contaba con varias vías de escape: su imaginación poderosa, las abundantes lecturas y su diario. Aquella Ana inquieta, charlatana y rebelde poseía una profundidad psicológica y un alma inmensamente fértil que, como vía de desahogo y búsqueda de la Amiga, se estaban desnudando prodigiosamente y honestamente en aquellas páginas que no fueron escritas con intención de pasar a la posteridad.
Su diario fue su gran refugio, el consuelo de las horas muertas que ella veía desgranarse con la esperanza de que toda aquella pesadilla terminaría para encontrar la libertad anhelada.
Durante dos años de impenitente encierro, veinticinco meses de enclaustramiento, Ana se fue convirtiendo en la mujer que habría podido llegar a ser. Frescura y madurez, una fascinante personalidad que quedó de manifiesto y plasmada brillantemente, para mi asombro y admiración, en una de las obras literarias que sitúo en la cumbre de la literatura de todos los tiempos. Precisamente por su sencilla maestría, por su absoluta honestidad, por el alma imperecedera de su autora y porque ella nunca la habría considerado una obra digna de pasar a la historia.
Ana Frank me sacude el corazón como ningún otro escritor consigue hacerlo, y es para mí esa Amiga que ella siempre quiso tener; esa Amiga que todos desearíamos tener.
Cuando este verano tuve ocasión de visitar Amsterdam, lo primero que hice fue plantarme en la larga cola y esperar pacientemente para entrar a impregnarme del aura de aquella casa.
Aquella chica de despierta inteligencia, de espíritu alegre e inquieto, dotada de un carácter fuerte y de una desarrollada capacidad para analizarse a sí misma y su entorno con aguda precisión, no sabía que ya era una escritora más que consumada y que habría de pagar el precio más cruel y elevado para obtener una fama póstuma y universal que ella nunca había deseado, y mucho menos aún a semejante precio.
Imaginaos a una chica de trece años, plena de sueños y de ansias por empaparse de la vida que palpitaba ante sus ojos, obligada a privarse de su libertad física (ya que no espiritual) y confinada en el reducido espacio de una casa oculta, forzada a convivir las veinticuatro horas del día con otras siete personas.
Imaginaos a esa chica que día a día experimentaba el terror de que los descubrieran, que tenía que pasarse horas y horas de absoluta quietud para evitar cualquier ruido delator, que cotidianamente soportaba las rencillas, las discusiones, los roces que lógicamente surgían entre tantas personas que sólo se tenían las unas a las otras. Pero su carácter optimista y activo no le permitía deprimirse seriamente, y además contaba con varias vías de escape: su imaginación poderosa, las abundantes lecturas y su diario. Aquella Ana inquieta, charlatana y rebelde poseía una profundidad psicológica y un alma inmensamente fértil que, como vía de desahogo y búsqueda de la Amiga, se estaban desnudando prodigiosamente y honestamente en aquellas páginas que no fueron escritas con intención de pasar a la posteridad.
Su diario fue su gran refugio, el consuelo de las horas muertas que ella veía desgranarse con la esperanza de que toda aquella pesadilla terminaría para encontrar la libertad anhelada.
Durante dos años de impenitente encierro, veinticinco meses de enclaustramiento, Ana se fue convirtiendo en la mujer que habría podido llegar a ser. Frescura y madurez, una fascinante personalidad que quedó de manifiesto y plasmada brillantemente, para mi asombro y admiración, en una de las obras literarias que sitúo en la cumbre de la literatura de todos los tiempos. Precisamente por su sencilla maestría, por su absoluta honestidad, por el alma imperecedera de su autora y porque ella nunca la habría considerado una obra digna de pasar a la historia.
Ana Frank me sacude el corazón como ningún otro escritor consigue hacerlo, y es para mí esa Amiga que ella siempre quiso tener; esa Amiga que todos desearíamos tener.
Cuando este verano tuve ocasión de visitar Amsterdam, lo primero que hice fue plantarme en la larga cola y esperar pacientemente para entrar a impregnarme del aura de aquella casa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pude contemplar la iglesia protestante contigua y escuchar la bella melodía que el carillón del reloj desgrana cada hora, la misma que Ana escuchaba durante su encierro; observé el canal que discurre junto al edificio, y las construcciones colindantes...
Nada ha cambiado demasiado desde aquellos tiempos. Sesenta años han pasado, y el aura de Ana Frank sigue tan vívida que uno puede sentirla nada más pisar el lugar.
Caminé por aquellas estancias en las que han respetado escrupulosamente el escaso mobiliario que los nazis dejaron tras su paso; pisé aquel suelo que ella había pisado, subí y bajé por aquellas escaleras de madera angostas y empinadas que son tan típicas en esas casas holandesas; me empapé de la visión de aquellos aposentos de extrema sencillez, me recreé mirando las fotos de estrellas de cine que Ana había pegado en las paredes de su habitación, paseé por el comedor-cocina-sala de estar con su estufa, su fregadero, su hornilla y los pocos muebles y enseres conservados; vi el lavabo y el retrete, me detuve a mirar las fotos de los habitantes de la casa, los documentos, los carteles publicitarios de la empresa de especias Opekta; seguí con atención los documentales que se retransmitían en unas pantallas situadas en alguna de las estancias principales, las que habían pertenecido a las oficinas y los talleres... Y, pese a tantos años, a las restauraciones, a tanto turismo, a tanta publicidad, Ana sigue muy viva entre aquellas paredes, yo podía sentirla, era como si ella me hubiera llamado para mostrarme su alegría de vivir y su tragedia y animarme a ser mejor persona de lo que soy.
Una película nunca puede hacer honor suficiente a semejante historia, ni esta película en cuestión lo pretende; pero es espléndida por su sencillo y emotivo despliegue, por la labor de los actores que aceptaron tan delicado cometido (sobre todo el que interpreta a Otto Frank y, por supuesto, Shelley Winters) su magnífica fotografía, su banda sonora, su fidelidad a la esencia del diario y su intento por reconstruir un episodio que habría de tener gran impacto en el mundo entero.
"Me da mucho miedo pensar en todas las personas con quienes me he sentido siempre tan íntimamente ligada y que ahora están en manos de los más crueles verdugos que hayan existido jamás.
Y todo por ser judíos." (Fragmento del jueves 19 de noviembre de 1942, de un ejemplar traducido al español, editorial DeBolsillo, edición de diciembre de 2005)
Nada ha cambiado demasiado desde aquellos tiempos. Sesenta años han pasado, y el aura de Ana Frank sigue tan vívida que uno puede sentirla nada más pisar el lugar.
Caminé por aquellas estancias en las que han respetado escrupulosamente el escaso mobiliario que los nazis dejaron tras su paso; pisé aquel suelo que ella había pisado, subí y bajé por aquellas escaleras de madera angostas y empinadas que son tan típicas en esas casas holandesas; me empapé de la visión de aquellos aposentos de extrema sencillez, me recreé mirando las fotos de estrellas de cine que Ana había pegado en las paredes de su habitación, paseé por el comedor-cocina-sala de estar con su estufa, su fregadero, su hornilla y los pocos muebles y enseres conservados; vi el lavabo y el retrete, me detuve a mirar las fotos de los habitantes de la casa, los documentos, los carteles publicitarios de la empresa de especias Opekta; seguí con atención los documentales que se retransmitían en unas pantallas situadas en alguna de las estancias principales, las que habían pertenecido a las oficinas y los talleres... Y, pese a tantos años, a las restauraciones, a tanto turismo, a tanta publicidad, Ana sigue muy viva entre aquellas paredes, yo podía sentirla, era como si ella me hubiera llamado para mostrarme su alegría de vivir y su tragedia y animarme a ser mejor persona de lo que soy.
Una película nunca puede hacer honor suficiente a semejante historia, ni esta película en cuestión lo pretende; pero es espléndida por su sencillo y emotivo despliegue, por la labor de los actores que aceptaron tan delicado cometido (sobre todo el que interpreta a Otto Frank y, por supuesto, Shelley Winters) su magnífica fotografía, su banda sonora, su fidelidad a la esencia del diario y su intento por reconstruir un episodio que habría de tener gran impacto en el mundo entero.
"Me da mucho miedo pensar en todas las personas con quienes me he sentido siempre tan íntimamente ligada y que ahora están en manos de los más crueles verdugos que hayan existido jamás.
Y todo por ser judíos." (Fragmento del jueves 19 de noviembre de 1942, de un ejemplar traducido al español, editorial DeBolsillo, edición de diciembre de 2005)
11 de abril de 2007
11 de abril de 2007
35 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de las películas más prestigiosas de George Stevens, toda una fiel adaptación del conocido “Diario de Ana Frank”. Partiendo de el realiza una magistral película de actores y en la que combina la acción, el suspense, el humor, la ternura, la tensión... Todo dentro de una simple habitación en lo alto de una casa.
Es una película bastante reflexiva sobre el ser humano y sus sentimientos, sobre la guerra, sobre la familia, el amor, la amistad, la fraternidad... Todo ellos visto por los ojos de una adolescente. Es una película que apuesta por el ser humano, que vuelve a dejar patente que las verdaderas víctimas de una guerra son siempre los inocentes, aquellos que no tienen nada que ver, aquellos que solo quieren ser felices y no les dejan.
Podemos decir que es una película triste, una película muy conseguida en el sentido de que logra transmitir al espectador esa tensión e inquietud, en las escenas por ejemplo donde todos están pendientes del gato, o en la que suben dos policías militares hasta la puerta del altillo. Es una película llena de diálogos maravillosos.
Es una película de actores, con cierto carácter teatral; una sola habitación en la que se va a desarrollar casi toda la película. El peso lo llevan los actores, desde el primero hasta el último de los que conviven en el altillo. La Academia le dio a Shelley Winters a la mejor actriz secundaria por el extraordinario papel que aquí hace. También destacaría el del padre de Ana Frank.
En definitiva, no solo es una película entretenida y que engancha, sino que es una película para pensar, para meditar sobre la vida misma y su valor, para valorar la libertad como la dignidad más grande que puede tener el ser humano, para valorar la vida...
Es una película bastante reflexiva sobre el ser humano y sus sentimientos, sobre la guerra, sobre la familia, el amor, la amistad, la fraternidad... Todo ellos visto por los ojos de una adolescente. Es una película que apuesta por el ser humano, que vuelve a dejar patente que las verdaderas víctimas de una guerra son siempre los inocentes, aquellos que no tienen nada que ver, aquellos que solo quieren ser felices y no les dejan.
Podemos decir que es una película triste, una película muy conseguida en el sentido de que logra transmitir al espectador esa tensión e inquietud, en las escenas por ejemplo donde todos están pendientes del gato, o en la que suben dos policías militares hasta la puerta del altillo. Es una película llena de diálogos maravillosos.
Es una película de actores, con cierto carácter teatral; una sola habitación en la que se va a desarrollar casi toda la película. El peso lo llevan los actores, desde el primero hasta el último de los que conviven en el altillo. La Academia le dio a Shelley Winters a la mejor actriz secundaria por el extraordinario papel que aquí hace. También destacaría el del padre de Ana Frank.
En definitiva, no solo es una película entretenida y que engancha, sino que es una película para pensar, para meditar sobre la vida misma y su valor, para valorar la libertad como la dignidad más grande que puede tener el ser humano, para valorar la vida...
4 de febrero de 2008
4 de febrero de 2008
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diario de Ana Frank es el diario del horror de las guerras, de todas las guerras que generan odio, racismo e injusticias. Una chica y su familia y unos amigos, procedentes de Alemania, viven hacinados en una especie de trastienda, ocultados por unos amigos, en Amsterdam. Son judios. Durante el día no puieden hacer ningún ruido porque allí hay una fábrica y los pueden decubrir.
La tensión que genera vivir así, el descubrimiento del amor, la descarga emocional que vuelca Ana en su diario jalonan la vida monótona de estas personas -en una situación límite- hasta que son descubiertas.
Excelentes son el guión, la puesta en escena, la fotografía, la música y la interpretación de todos los actores.
La tensión que genera vivir así, el descubrimiento del amor, la descarga emocional que vuelca Ana en su diario jalonan la vida monótona de estas personas -en una situación límite- hasta que son descubiertas.
Excelentes son el guión, la puesta en escena, la fotografía, la música y la interpretación de todos los actores.
26 de noviembre de 2007
26 de noviembre de 2007
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa cinta donde se narra la cruda historia de una familia judía que se esconden en lo alto de una casa con otra familia y varias personas más, con el único propósito de que no sean descubiertos y arrestados por la Gestapo.
Un largometraje duro pero real, quizás me pareció algo lenta ya que hablamos de casi tres horas de rodaje.
Gran papel de Millie Perkins dónde sus maravillosos diálogos y su desfachatez enriquecedora de moverse por el altillo de una casa abandonada, hacen que el espectador llegue a enamorarse.
A pesar de ser una trama sencilla y con un sólo propósito, me encontré con momentos de tensión y situaciones y diálogos muy merecedoras, entrañable.
Recomendable. Mi nota es de un 7,5 sobre 10
Un largometraje duro pero real, quizás me pareció algo lenta ya que hablamos de casi tres horas de rodaje.
Gran papel de Millie Perkins dónde sus maravillosos diálogos y su desfachatez enriquecedora de moverse por el altillo de una casa abandonada, hacen que el espectador llegue a enamorarse.
A pesar de ser una trama sencilla y con un sólo propósito, me encontré con momentos de tensión y situaciones y diálogos muy merecedoras, entrañable.
Recomendable. Mi nota es de un 7,5 sobre 10
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Triste y aterradora historia verídica, a la vez de lamentable, donde George Stevens nos desvela y enseña un poco más la locura vivida por gran cantidad de gente inocente.
Escenas de gran tensión como la del gato y la policía (Gestapo) a punto de descubrirles son muy emocionantes.
Escenas de gran tensión como la del gato y la policía (Gestapo) a punto de descubrirles son muy emocionantes.
12 de marzo de 2014
12 de marzo de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación al cine del famoso diario de Ana Frank, la adolescente judía que junto a su familia permaneció escondida durante más de dos años en la tristemente celebre "casa de atrás" huyendo de la barbarie nazi.
Se trata de una historia de superación personal de dos familias acomodadas y un dentista, que se escondieron en el trastero de la fábrica de Otto Frank. Durante el tiempo que pasaron cautivos tuvieron que arreglárselas para sobrevivir en condiciones cada vez más precarias con la ayuda de un matrimonio empleados de confianza del señor Frank manteniendo un estricto silencio ante el temor a ser delatados.
Sorprende la madurez y la inteligencia de una cría que con apenas trece años es capaz de escribir un diario en el que describe de forma tan clara las penurias que sufrieron muchos judíos durante la ocupación alemana de Holanda. Un testimonio riguroso que nos hizo ver los horrores del nazismo. También llama la atención la fortaleza y valentía de Ana, que siendo la más joven del grupo demuestra una madurez impropia para su edad, creciéndose ante situaciones tan adversas.
Se trata de una historia de superación personal de dos familias acomodadas y un dentista, que se escondieron en el trastero de la fábrica de Otto Frank. Durante el tiempo que pasaron cautivos tuvieron que arreglárselas para sobrevivir en condiciones cada vez más precarias con la ayuda de un matrimonio empleados de confianza del señor Frank manteniendo un estricto silencio ante el temor a ser delatados.
Sorprende la madurez y la inteligencia de una cría que con apenas trece años es capaz de escribir un diario en el que describe de forma tan clara las penurias que sufrieron muchos judíos durante la ocupación alemana de Holanda. Un testimonio riguroso que nos hizo ver los horrores del nazismo. También llama la atención la fortaleza y valentía de Ana, que siendo la más joven del grupo demuestra una madurez impropia para su edad, creciéndose ante situaciones tan adversas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tuve la ocasión de conocer el museo de Ana Frank en Amsterdam y la verdad es que la visita impresiona. La película recoge bastante bien la esencia de la novela aunque se permite ciertas licencias como la relación entre Ana y Peter que en el libro es diferente. En un principio ambos mantienen una actitud distante por la diferencia de edad, sin embargo, a medida que Ana se hace mayor la relación se vuelve más amistosa y termina en una especie de noviazgo platónico. Aunque según transcurre el tiempo ambos vuelven a distanciarse. Tampoco se hace referencia a los múltiples problemas que tuvieron por las penosas condiciones higiénicas en las que se encontraban. Y en el diario tampoco queda claro quién fue el que les delató. Se especula sobre si pudo ser un vecino, un trabajador de la fábrica o el ladrón que entró varias veces a robar. Pero por lo demás la película es bastante fiel aunque se hace un poco larga con sus casi tres horas de duración. De todas formas el libro es más completo e interesante y es de recomendada lectura. También es una lástima que en la versión que yo he visto las voces del doblaje cambien cada dos por tres.
Y por último señalar, que fue una pena que la historia acabase de forma tan trágica, sobre todo cuando algunos de los miembros del grupo fallecieron pocos días antes de que terminara la guerra.
Y por último señalar, que fue una pena que la historia acabase de forma tan trágica, sobre todo cuando algunos de los miembros del grupo fallecieron pocos días antes de que terminara la guerra.
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