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Los jóvenes salvajes

Drama Cuando un joven de origen puertorriqueño es acuchillado hasta la muerte en un barrio hispano, tres chicos de una banda italo-americana son acusados del crimen. Hank Bell, el ayudante del fiscal del distrito, un hombre con ambiciones políticas, los envía a prisión. Pero, conforme avanza la investigación del caso, se da cuenta de que la trama es mucho más compleja de lo que parece. Adaptación de la novela de Evan Hunter "A Matter of Conviction". (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
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7
16 de octubre de 2008
37 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para su primera incursión en la pantalla grande, Frankenheimer tomó una novela de Evan Hunter (que adaptaron Miller y Anhalt) y contó con el gran Burt Lancaster, quien protagonizaría casi todas sus grandes películas (concentradas en el primer quinquenio de los 60): El hombre de Alcatraz, El tren, Siete días de mayo.

Tras el asesinato de un joven portorriqueño ciego en un barrio de Nueva York a manos de tres chicos italo-americanos, el instructor de la fiscalía del distrito (Hank Bell - Lancaster) decide , contraviniendo su función, esclarecer los hechos y buscar la verdad. Durante la investigación, Bell (que cambió su verdadero apellido, Bellini, de origen italiano) se verá más o menos presionado por todos: ambas bandas; su jefe (futuro candidato a gobernador) que busca la silla eléctrica para el culpable; su antigua novia, que es la madre del principal sospechoso; su mujer, contraria a la pena de muerte.

Frankenheimer lleva a cabo una fuerte crítica a la sociedad estadounidense a quien culpa, al menos en gran parte, de ser la causante de la existencia de esas bandas, que nacen de la miseria más absoluta. También critica a la justicia de ese país, "que no permite interrogar a un menor de 16 años pero sí puede freirlo en la silla eléctrica".

A través del protagonista principal, el director nos conduce por los barrios marginales, nos muestra la extrema pobreza: niñas que se prostituyen, familias enteras que viven hacinadas, jóvenes que ven la violencia como forma de vida y única solución...

Pero también, y es uno de los puntos a destacar, aunque la sociedad tenga gran parte de culpa, los miembros de las diferentes bandas son mostrados como gente sin escrúpulos, y la mayoría disfruta con lo que hace, no quieren cambiar nada de su amarga situación: unos asustan a su mujer, otros le pegan a él una paliza, todos quieren acabar con sus rivales.

A destacar la interpretación de Lancaster, que con este director siempre bordó sus papeles. También de Winters y la intervención de Telly Savalas. Asimismo, una buena y muy apropiada partitura musical de David Amram (que repetiría en El mensajero del miedo).

Un film duro, interesante y necesario, estrenado el mismo año que West Side Story, con cuya temática enlaza.
5
26 de julio de 2010
28 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra vez Lancaster y su socio Harold Hetch buscando historias, proyectos y personajes de interés.

Frankenheimer era por entonces aquel un director en alza, joven promesa… aún no ese director consagrado al que Lancaster habría de recurrir con frecuencia por motivos controvertidos –quizás por su talento, por dejarse hacer… Quizás 50%-.

En esta cinta, vaticinando alegremente, el peso de la estrella pareciera imponerse al del realizador, y quizás sea entretenido elucubrar sobre quién tenía el voto dirimente en caso de empate. Opiniones al respecto hay de todos los colores.

Argumentalmente hay un esquematismo plúmbeo y avejentado, aunque se planteen temas para el debate con una moderada habilidad dramática. Pese a todo, su afán de didactismo social recarga demasiado el acabado final. Incluso cae en una encorsetada previsibilidad por su afán a la hora de introducir situaciones y perspectivas que evitaran maniqueísmos.

Técnicamente se observa una tendencia –la secuencia de la persecución o el asesinato del inicio son representativas- a introducir todo tipo de resortes visuales con la incontinencia típica del novato que busca hacer méritos abriendo la mayor cantidad de bocas posible. Es un trabajo tan apabullante y musculado –para la época y la experiencia del realizador- como artificial y en determinados momentos el ojo, en consecuencia, no descansa.

Por lo demás, hay momentos de buen pulso narrativo y planificación que avanzan mucho del Frankenheimer posterior; su inmenso cuidado en detalles de academicismo pretencioso, introspectivo y físico, donde la imagen jalonara narrativamente elementos clave de la historia (los planos distribuyen los rostros en función de su intensidad dramática, por ejemplo). Paralelismos que recuerdan ese nervio tan de los 60 propio de muchos directores de su generación, y que en gran parte supusieron un suma y sigue del trabajo de realizadores como Don Siegel o Sam Fuller (cineastas de alguna forma bisagra que se foguearon en la serie B abriendo sendas de un cine frenético y con un sentido más explícito de la violencia física y psicológica).
8
25 de junio de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, que tiene bastante menos fama de la que merece, empieza con una secuencia que me encanta, acompañando a los títulos de crédito. Tres muchachos atraviesan a paso vivo, con cara de pocos amigos, calles de una zona pobre de Nueva York, enfilados hacia su objetivo: un chico portorriqueño ciego. Y lo encuentran.

En un mundo ideal todas las influencias que recibiesen los niños serían buenas, todas las personas tendrían fortaleza de carácter y un recto discernimiento del bien y el mal, y la gente sólo se agruparía para fines no preocupantes. Hacia ese mundo hay que tender, y muchas personas ponen de su parte para que así sea. Creo que en esta tarea los más eficaces son gente como el señor Bell, el ayudante del fiscal del distrito encargado del caso, maravillosamente interpretado -cómo no- por Burt Lancaster. No su excesivamente idealista esposa, ni el periodista coñazo, ni la hipócrita madre del ciego.
7
9 de febrero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merece la pena resaltarse la valentía de Frankenheimer al estrenarse en la gran pantalla en 1961 con una novela de apenas dos años antes cargada de denuncia social, impregnada de matices aunque con una conclusión final redonda.

La investigación de un ayudante del fiscal del asesinato de un chico portorriqueño a manos de una banda italiana en los bajos fondos de una gran ciudad sirve de hilo narrativo de este drama con forma de thriller policiaco-judicial y sus momentos de tensión correspondientes. El sabueso empeñado con tozudez obsesiva en acceder a la verdad encarnado por Lancaster que es Hank Bell, de nacimiento Bellini, parece ser de los escasos ingredientes benéficos de una receta que incluye políticos interesados en los votos que puedan ganar a costa del caso, periodistas carroñeros y todo un abanico de personajes dominados por los prejuicios o degradados por la pobreza y la lucha por la supervivencia.

El personaje de Bellini adquiere mayor interés al ser hijo del mismo barrio y las mismas circunstancias difíciles en donde debe adentrarse, aunque en su caso haya prosperado y formado una familia con una mujer de clase más alta, quien representa también un papel significativo en la trama al mostrarse la más compasiva y bienpensante respecto de los implicados, al punto de desafiar con su sarcasmo al jefe de Bellini, particularmente interesado en lograr una sentencia de muerte como escalón en su carrera política hacia el puesto de gobernador.

Con estos mimbres, la cinta muestra con bastante crudeza (quizá más de la esperable para 1961) el paisaje, paisanaje y las sinergias destructivas de un ecosistema urbano empobrecido donde la convivencia entre diferentes inmigrantes de distinto origen se traduce en guerras de pandilleros por el territorio con navajas y pistolas, a la manera de West Side Story de la que es coetánea pero en este caso sin endulzar con música y coreografía. El realismo de la trama es notorio en la descripción de los pandilleros de ambos bandos, donde encontraremos muchachos embrutecidos y perdidos en una vida que encuentran tienen muy poco o nada que ofrecerles. Los tres acusados en particular se dibujan con mejor profundidad y personalizados con sus propios caracteres y problemas personales, especialmente gracias al diagnóstico que un psiquiatra ofrece al espectador.

Para mi gusto el mayor defecto que le encuentro es un final apresurado que por motivos que explico en el spoiler traiciona esa aparente vocación realista de ofrecer más preguntas que respuestas.

Apunto aunque sea como anécdota que en un momento dado uno de los personajes, una chica portorriqueña, narra cómo se convirtió en prostituta para poder subsistir, escena que estuvo censurada en España cuando se estrenó la película. La drogadicción, siquiera de soslayo, también aparece como otro de los problemas sociales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Quizá el momento de mayor tensión emocional sea el final, duando Bellini interroga al acusado más inteligente y sensible del trío de los Thunderbirds y este se autoinculpa sin dudarlo. Y de seguido el más inverosímil y absurdo cuando Bellini (siendo fiscal, recordemos) en nombre de una Verdad con mayúscula pronuncia una encendida defensa del acusado y por extensión de los otros dos, viniendo a concluir que los chicos no son responsables de sus actos.

Aquí ya la historia, que efectivamente ha construido una suerte de superhéroe urbano excepcional como protagonista, lo asciende ya directamente en lo utópico y me rechina mucho con el espíritu de la trama hasta entonces. "No son ellos quienes mataron a su hijo" dirigida a la madre de la víctima es la frase que pone fin a la película. Una rotundidad que tampoco me cuadra.
6
2 de junio de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante y polémica película, con un estilo cercano al telefilm, aunque en todo caso comprometida con su época, con un esquema sencillo: el asesinato de un joven ciego puertorriqueño, por unos muchachos de una banda rival a la que pertenecía el muerto. A partir de ahí, la consiguiente investigación en la descubriremos que las cosas a veces no son lo que parecen. Una historia de guerra de bandas callejeras parecida a “West side story”, pero nada romántica, sin la maravillosa coreografía y por supuesto la bella música compuesta por Leonard Bernstein. Esta es una versión mucho más dura y cercana a la calle, a la realidad. Muy cerca de Manhattan, en el “Harlem hispano” pululaban estas bandas de jóvenes desarraigados, viviendo en la pobreza, la delincuencia como horizonte en una jungla de odio.

John Frankenheimer, desarrolló una carrera desigual pero nunca falto de interés, pertenece a la generación de directores procedentes de la televisión (Lumet, Mulligan, Penn, Ritt), que a partir de finales de los cincuenta se incorporó al mundo del cine. Acostumbraban a filmar películas comprometidas con su tiempo, de rabiosa actualidad o desmitificando el clasicismo. El director se lamentaba – por lo que nunca se dio por satisfecho – de que le exigieron filmar un film de categoría “A”, con un presupuesto de categoría “C”. Estupendo trabajo de Burt Lancaster como ayudante del fiscal, con aspiraciones políticas y de origen humilde como los chicos a los que tiene que arrestar. Una excelente Shelley Winters encarna el papel de madre de uno de los chicos y antigua ex novia del propio Lancaster.

El estilo de Frankenheimer se desenvuelve bien en esta clase de film de tipo psicológico. “Los jóvenes salvajes” disfruta de unos encuadres inclinados muy típicos del cineasta, su descripción narrativa, planificando las secuencias de forma sobria y concisa. Gracias a la gran amistad que mantenía con Lancaster, fue productor de esta y otras de sus películas trabajando juntos con asiduidad en otros films. Esta es una película áspera y cruda, estupendamente ambientada, que presenta conflictos sociales y reflexiones éticas y morales difíciles de resolver.
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