Margot y la boda
2007 

5.3
3,177
Drama. Comedia
Margot Zeller (Nicole Kidman), además de ser una inteligente escritora de relatos cortos, es una mujer neurótica y manipuladora. Se presenta por sorpresa, con su hijo Claude (Zane Pais), para asistir a la boda de su hermana Pauline (Jennifer Jason Leigh), a la que no ha visto en mucho tiempo. En cuanto conoce a Malcolm (Jack Black), el futuro marido de su hermana, empieza a sembrar cizaña para frustrar la boda, consiguiendo que poco a ... [+]
12 de diciembre de 2008
12 de diciembre de 2008
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Margot es una escritora en proceso de separación que acude a la invitación de la boda de su hermana, con la que no se lleva del todo bien, aprovechando que el tipo con el que está liada vive cerca. Una vez la familia está reunida surgirán los típicos roces.
Típica película que encanta a los "listos".
No, no es un mito, las películas de "listos" existen y esta es una de ellas. Me fue inevitable verla, con Nicole Kidman a la cabeza y un reparto formado por Jennifer Jason-Leigh, Jack Black y John Turturro la cosa prometía. Nada más lejos de la realidad.
Adorado producto al que los críticos se acogen para poder aislarse de la corrupta plebe, para así marcar ese grado diferenciador que creen poseer. No se engañen, las fabulosas críticas de este film son así justificadas.
Si quieren ver una historia real, dura, punzante incluso divertida sobre las emociones familiares pues vean "Little Children" ( aquí muy mal traducida como: "Juegos secretos"), "Margot y la boda" pretende eso y acaba engañando.
O mejor diviertanse en el universo Allen.
No me gusta porque los personajes son absurdos, irreales, las situaciones idiotas, poco creíbles.
De verdad que difícilmente se puede lograr ser tan detestable, irritante y gilipollas como ese personaje de Margot, interpretado por Nicole Kidman ( no sabría decir si perfectamente interpretado u horriblemente ).
Y lo más importante, A NADIE LE IMPORTAN las asquerosas historias de esa pandilla de desgraciados neuróticos.
De verdad no se que prentendía el director, pero joder, NO HAY FAMILIA ASÍ DE INAGUANTABLE.
Gran definición la de una estupenda crítica que leí:
"Hay una escena en la que Margot, escritora de vida liberal y lengua viperina, califica a su hijo de "apolillado y displicente". En otra, éste le confiesa haberse masturbado. Vida y literatura confundidas como nunca. Sobredosis de esnobismo pedante y artificial. Lo natural con el aroma infecto de lo postizo."
Típica película que encanta a los "listos".
No, no es un mito, las películas de "listos" existen y esta es una de ellas. Me fue inevitable verla, con Nicole Kidman a la cabeza y un reparto formado por Jennifer Jason-Leigh, Jack Black y John Turturro la cosa prometía. Nada más lejos de la realidad.
Adorado producto al que los críticos se acogen para poder aislarse de la corrupta plebe, para así marcar ese grado diferenciador que creen poseer. No se engañen, las fabulosas críticas de este film son así justificadas.
Si quieren ver una historia real, dura, punzante incluso divertida sobre las emociones familiares pues vean "Little Children" ( aquí muy mal traducida como: "Juegos secretos"), "Margot y la boda" pretende eso y acaba engañando.
O mejor diviertanse en el universo Allen.
No me gusta porque los personajes son absurdos, irreales, las situaciones idiotas, poco creíbles.
De verdad que difícilmente se puede lograr ser tan detestable, irritante y gilipollas como ese personaje de Margot, interpretado por Nicole Kidman ( no sabría decir si perfectamente interpretado u horriblemente ).
Y lo más importante, A NADIE LE IMPORTAN las asquerosas historias de esa pandilla de desgraciados neuróticos.
De verdad no se que prentendía el director, pero joder, NO HAY FAMILIA ASÍ DE INAGUANTABLE.
Gran definición la de una estupenda crítica que leí:
"Hay una escena en la que Margot, escritora de vida liberal y lengua viperina, califica a su hijo de "apolillado y displicente". En otra, éste le confiesa haberse masturbado. Vida y literatura confundidas como nunca. Sobredosis de esnobismo pedante y artificial. Lo natural con el aroma infecto de lo postizo."
19 de febrero de 2010
19 de febrero de 2010
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el retrato de una familia algo desquiciadilla y no muy bien avenida. Margot acude a la antigua casa familiar para la boda de su hermana, y, de paso, hace un despliegue de todo su encanto personal… nulo, prácticamente, porque la tía ésta es un bicho.
Noah Baumbach se curra un guión flojo en la trama pero rico en matices y, sobre todo, en los personajes, muy bien defendidos por los actores.
Jack Black se mantiene contenido casi todo el tiempo, pero no todo, claro, le daría un chungo, al hombre, si no hiciese alguna pantomima. Pero bien.
John Turturro en pocos minutos es capaz de personificar la comprensión y la ternura que motiva el amor, aunque se sienta hacia alguien que no lo merece.
Jennifer Jason Leigh tiene un personaje que va ganando en intensidad a lo largo de la historia y al que logra hacer creíble.
Y la Kidman está magnífica. Ella es Margot, una mujer que se sabe con cierta superioridad intelectual sobre los que tiene alrededor y la utiliza para machacarles y crearles complejos de todo tipo. Es un ser cruel, manipulador y dañino. Lo que, coloquialmente, viene siendo una hija puta; de la peor calaña.
Al loro la frase que le suelta la bicha al marido, que es un pedazo de pan: "Te odio porque me haces sentir mezquina"...qué cabrona. La verdad es que el guión está lleno de frases interesantes con las que uno puede reflexionar sobre sus propios defectos o mezquindades.
Todo esto suena muy bien, pero lo cierto es que al final la película se limita a ser un escaparate de gente desquiciada, con un nivel de neurosis preocupante, que están a cada segundo verbalizando sus abstractas e hipersensibles sensaciones y que hace hincapié en demasiados detalles que a la larga no aportan nada ni llevan a ningún sitio.
¿A mí que me importa que a Margot se le meta un bicho en el oído o que le encante trepar a los árboles y lo haga mejor que nadie?... Se me ocurre que cosas como éstas son metáforas sobre la vida y las personas, y tal…. pero todo ese rollo cultureta me da pereza… mucha.
Noah Baumbach se curra un guión flojo en la trama pero rico en matices y, sobre todo, en los personajes, muy bien defendidos por los actores.
Jack Black se mantiene contenido casi todo el tiempo, pero no todo, claro, le daría un chungo, al hombre, si no hiciese alguna pantomima. Pero bien.
John Turturro en pocos minutos es capaz de personificar la comprensión y la ternura que motiva el amor, aunque se sienta hacia alguien que no lo merece.
Jennifer Jason Leigh tiene un personaje que va ganando en intensidad a lo largo de la historia y al que logra hacer creíble.
Y la Kidman está magnífica. Ella es Margot, una mujer que se sabe con cierta superioridad intelectual sobre los que tiene alrededor y la utiliza para machacarles y crearles complejos de todo tipo. Es un ser cruel, manipulador y dañino. Lo que, coloquialmente, viene siendo una hija puta; de la peor calaña.
Al loro la frase que le suelta la bicha al marido, que es un pedazo de pan: "Te odio porque me haces sentir mezquina"...qué cabrona. La verdad es que el guión está lleno de frases interesantes con las que uno puede reflexionar sobre sus propios defectos o mezquindades.
Todo esto suena muy bien, pero lo cierto es que al final la película se limita a ser un escaparate de gente desquiciada, con un nivel de neurosis preocupante, que están a cada segundo verbalizando sus abstractas e hipersensibles sensaciones y que hace hincapié en demasiados detalles que a la larga no aportan nada ni llevan a ningún sitio.
¿A mí que me importa que a Margot se le meta un bicho en el oído o que le encante trepar a los árboles y lo haga mejor que nadie?... Se me ocurre que cosas como éstas son metáforas sobre la vida y las personas, y tal…. pero todo ese rollo cultureta me da pereza… mucha.
27 de diciembre de 2008
27 de diciembre de 2008
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inesperada fue la sorpresa que me llevé con Margot y la boda. No sé por qué pensé que, tras su debut, Noah Baumbach tiraría más hacia lo comercial con su segunda película. Pero no sólo no lo ha hecho, sino que ha enfatizado ese carácter independiente y deliciosamente personal, demostrando que le importa un comino que le abucheen en Sundance o que la mitad de los que vean su película la rajen sin piedad; no ha corrompido su estilo en favor de los intereses de una gran productora o de ganar premios en un festival, sino que ha contado su historia, a su modo, y deduzco que no tuvo grandes restricciones para ello. Pocos directores actuales se mojan tanto a la hora de mostrar a sus personajes en todas sus vertientes, sin eludir detalles escabrosos (este, junto con Todd Solondz, me parecen los dos principales exponentes de esto). Baumbach es de la filosofía de “habla sobre lo que mejor conozcas”, su cine es muy autobiográfico y esto se nota mucho. Por eso no comprendo cuando alguien dice que sus personajes son inverosímiles, o las situaciones increíbles, cuando el director se ha basado en traumas de su propia vida, reales.
Comprender el modo de narrar de Baumbach es comprender qué motiva a sus personajes, y para esto debemos remitirnos a su debut. A su pasmosa facilidad en untar de verdad a sus personajes, a la silenciosa evolución de estos que deducíamos mediante su conducta, a sus miradas suplicando comprensión. Su segundo film tiene las mismas constantes, se nutre a base de la franqueza de sus personajes. El personaje de Nicole Kidman, sobre todo, está lleno de matices. La breve aparición de John Turturro es vital para que comprendamos qué imagen tiene de sí misma, sobre todo en la emotiva escena en la que esperan fuera del coche (y en otra más tarde con su hijo). Nos damos cuenta de que utiliza la verborrea para ocultar sus deseos primarios, sólo que el personaje de Turturro cala y acepta esa vulnerabilidad y el hijo sólo recibe el impacto directo de sus palabras. También queda patente su naturaleza contradictoria, salvo en el final, en el que finalmente parece haber aclarado su orden de prioridades. Ese arrebato sorprende y conmueve, por humano. Muchas películas en las que el amor es el tema central matarían por saber contar todo lo que cuenta esta sobre él en una sola escena.
Comprender el modo de narrar de Baumbach es comprender qué motiva a sus personajes, y para esto debemos remitirnos a su debut. A su pasmosa facilidad en untar de verdad a sus personajes, a la silenciosa evolución de estos que deducíamos mediante su conducta, a sus miradas suplicando comprensión. Su segundo film tiene las mismas constantes, se nutre a base de la franqueza de sus personajes. El personaje de Nicole Kidman, sobre todo, está lleno de matices. La breve aparición de John Turturro es vital para que comprendamos qué imagen tiene de sí misma, sobre todo en la emotiva escena en la que esperan fuera del coche (y en otra más tarde con su hijo). Nos damos cuenta de que utiliza la verborrea para ocultar sus deseos primarios, sólo que el personaje de Turturro cala y acepta esa vulnerabilidad y el hijo sólo recibe el impacto directo de sus palabras. También queda patente su naturaleza contradictoria, salvo en el final, en el que finalmente parece haber aclarado su orden de prioridades. Ese arrebato sorprende y conmueve, por humano. Muchas películas en las que el amor es el tema central matarían por saber contar todo lo que cuenta esta sobre él en una sola escena.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ojeando las críticas hacia esta película me he percatado de que lo que hay aquí es una falta de empatía enorme (y preocupante), que me lleva a pensar en que se le pone demasiada distancia al cine. En cuanto una película cuenta algo de nuestro “yo” más repulsivo procedemos mecánicamente al rechazo, como si la cosa no fuera con nosotros. No nos gusta reconocer que en nuestra personalidad hay algo podrido, y menos verlo reflejado en pantalla. Por eso, toda esa bilis injustificada sólo revela una cosa: cobardía, y de la peor clase: cobardía para consigo mismo.
Mucho se ha hablado también de lo surrealista de muchas situaciones, pero lo que en verdad rezuma Margot y la boda es caos. El caos de personajes que han estado años reprimiendo unos sentimientos que salen a la luz, sin saber muy bien cómo ni por qué. El caos de comprobar que los lazos que unían a tu familia se han quedado en nada. El caos de ver lo cruel que puedes llegar a ser con aquellos a quien quieres y admitir que eso forma parte de ti. El caos de ver cómo algo que creías tener controlado se te escapa de las manos. El caos de charlas triviales que anticipan desmoronamiento, arañazos a la autoestima y… más caos. Pero no es, en absoluto, un caos gratuito. Todos saca(mos)n algo de ese caos. Aprenden a escoger lo que realmente importa, a no pisar la misma piedra una y otra vez, a aceptarse tal y como son, a no dejar que la opinión ajena influya en las decisiones propias… Y todo esto sin un atisbo de moralismo. ¿Cuál es pues el secreto de Margot y la boda? Pues ni más ni menos que su implícita apología de lo implícito. En estos tiempos en los que la sensiblería está a la orden del día y se busca desesperadamente ese momento de lagrimeo fácil, alguien nos remueve sin interés en buscar ese instante barato de euforia, y se molesta en ahondar en la psique de los personajes, consiguiendo así, contarnos muchas más cosas (para quien sepa y quiera verlas, claro) que yendo por una vía más fácil.
Margot y la boda está repleta de detalles grandiosos y dolorosamente reales. Estos detalles, junto con la valentía y sinceridad de Baumbach en las formas (y un poco de empatía por parte del espectador) hace, o debería hacer, que nos impliquemos con sus personajes, y que queramos saber a dónde van a llegar. Porque Margot y la boda es una película para el espectador dispuesto. El espectador dispuesto a penetrar en los personajes; o lo que es lo mismo, zambullirse en un mar de pensamientos difusos y enmarañados y acabar replanteándose la relatividad del todo.
Mucho se ha hablado también de lo surrealista de muchas situaciones, pero lo que en verdad rezuma Margot y la boda es caos. El caos de personajes que han estado años reprimiendo unos sentimientos que salen a la luz, sin saber muy bien cómo ni por qué. El caos de comprobar que los lazos que unían a tu familia se han quedado en nada. El caos de ver lo cruel que puedes llegar a ser con aquellos a quien quieres y admitir que eso forma parte de ti. El caos de ver cómo algo que creías tener controlado se te escapa de las manos. El caos de charlas triviales que anticipan desmoronamiento, arañazos a la autoestima y… más caos. Pero no es, en absoluto, un caos gratuito. Todos saca(mos)n algo de ese caos. Aprenden a escoger lo que realmente importa, a no pisar la misma piedra una y otra vez, a aceptarse tal y como son, a no dejar que la opinión ajena influya en las decisiones propias… Y todo esto sin un atisbo de moralismo. ¿Cuál es pues el secreto de Margot y la boda? Pues ni más ni menos que su implícita apología de lo implícito. En estos tiempos en los que la sensiblería está a la orden del día y se busca desesperadamente ese momento de lagrimeo fácil, alguien nos remueve sin interés en buscar ese instante barato de euforia, y se molesta en ahondar en la psique de los personajes, consiguiendo así, contarnos muchas más cosas (para quien sepa y quiera verlas, claro) que yendo por una vía más fácil.
Margot y la boda está repleta de detalles grandiosos y dolorosamente reales. Estos detalles, junto con la valentía y sinceridad de Baumbach en las formas (y un poco de empatía por parte del espectador) hace, o debería hacer, que nos impliquemos con sus personajes, y que queramos saber a dónde van a llegar. Porque Margot y la boda es una película para el espectador dispuesto. El espectador dispuesto a penetrar en los personajes; o lo que es lo mismo, zambullirse en un mar de pensamientos difusos y enmarañados y acabar replanteándose la relatividad del todo.
6 de febrero de 2008
6 de febrero de 2008
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva película de Noah Baumbach se ve con agrado dentro de las formas en las que se construye, un drama de constante diálogo, uno de esos cuadros Rohmerianos en los que el tiempo parece detenerse y dar paso a una búsqueda de las interioridades en cada uno de sus personajes. Todos los personajes principales tienen sus dos caras, sus ambiguedades, su fuerte personalidad que de un momento a otro se resquebraja. Es un ejemplo de cine introspectivo, con detalles o pinceladas de cine de autor pero al que la comparación con Rohmer probablemente le queda grande. Baumbach es probablemente un mejor guionista que director aunque su estilo tras la cámara también tenga sus riesgos apreciables es en base a sus diálogos por los que "Margot at the wedding" se sustenta. Se echa de menos eso sí, siguiendo con la inevitable comparación Rohmeriana (¿realmente hay necesidad de compararlos?) una mayor profundidad emocional, más tiempo para conocer a sus personajes, un ritmo tal vez más contemplativo y abierto a la reflexión y no tan ligado a la prontitud de las diferentes tramas. Aunque para gustos colores, en realidad, "Margot at the wedding" es un film apreciable aunque no tanto como para que nos recorra bajo la piel la sensación de disfrutar algo con fuerza, diferente, dramáticamente intenso.
26 de julio de 2009
26 de julio de 2009
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Baumbach intenta un estilo rompedor, de semi-documental con fotografía inquieta y arbitraria, montaje con aire estudiadamente cutre (cortes bruscos e inesperados, como si hubieran metido la tijera sin ton ni son) y un argumento errático, tanto o más chirriante que el montaje, sobre una familia desestructurada que tiene muchas probabilidades de sacar papeletas para el manicomio.
El hilo central son dos hermanas que se quieren tanto como chocan entre sí, que lo mismo rajan cada una a las espaldas de la otra o se dicen lo mucho que se quieren, o se tiran los trastos, todo ello en intervalos de cinco minutos a lo sumo. Como las olas que van y vienen, que van y vienen sin cesar. Las dos son madres, ninguna de las dos ha llevado o lleva una vida sentimental boyante (algún fracaso matrimonial pasado o presente y muchos líos con tipos de toda calaña), sus vidas han estado marcadas por una infancia de negligencias paternas y muchos tumbos, y son mujeres de carácter muy voluble y desequilibrado. De tan extravagantes (¿o realistas?) como las quieren pintar, llegan a descarrilar con bastante estridencia, hasta un punto en que yo ya desesperantemente tenía la sensación de que Baumbach buscaba a toda costa el drama-comedia indie cool del año. Que seguramente no es así y el hombre tenía las mejores intenciones, pero a mí no se me ha quitado el sonsonete en todo el rato.
Margot es la hermana mandona que constantemente critica los gustos de su hermana Pauline. Desaprueba a su futuro cuñado (un Jack Black tan pasado de rosca que es como cuando una tiza rechina sobre una pizarra, o sea, insufrible), pero pese a todo ha decidido ir a la boda de ambos, acompañada de su hijo adolescente. Desparramando las desavenencias a voz en grito, criticando por detrás, y con diálogos del tipo "mamá, anoche me masturbé en el baño, o "tu madre está cañón y me la tiraría", o "mi hermana es una gilipollas", o "mamá, ¿estás colocada?", o "tengo el escroto más largo que el pene", y un sinfín de frases curiosas. Todo ello desarrollado en un ambiente crispador, insertando de vez en cuando temas musicales y con la cámara bastante mareada. Bueno, y añadiendo las perlas de algunas frases segadas limpiamente cuando aún ni siquiera han terminado de decirlas, porque o el montador tenía un presupuesto de risa, o el día que le dio por hacer su trabajo estaba tan colocado como Margot. Eso sí, película llamativa lo es un rato. Pero tan grotesca que tiene la virtud de ponerme de los nervios.
El hilo central son dos hermanas que se quieren tanto como chocan entre sí, que lo mismo rajan cada una a las espaldas de la otra o se dicen lo mucho que se quieren, o se tiran los trastos, todo ello en intervalos de cinco minutos a lo sumo. Como las olas que van y vienen, que van y vienen sin cesar. Las dos son madres, ninguna de las dos ha llevado o lleva una vida sentimental boyante (algún fracaso matrimonial pasado o presente y muchos líos con tipos de toda calaña), sus vidas han estado marcadas por una infancia de negligencias paternas y muchos tumbos, y son mujeres de carácter muy voluble y desequilibrado. De tan extravagantes (¿o realistas?) como las quieren pintar, llegan a descarrilar con bastante estridencia, hasta un punto en que yo ya desesperantemente tenía la sensación de que Baumbach buscaba a toda costa el drama-comedia indie cool del año. Que seguramente no es así y el hombre tenía las mejores intenciones, pero a mí no se me ha quitado el sonsonete en todo el rato.
Margot es la hermana mandona que constantemente critica los gustos de su hermana Pauline. Desaprueba a su futuro cuñado (un Jack Black tan pasado de rosca que es como cuando una tiza rechina sobre una pizarra, o sea, insufrible), pero pese a todo ha decidido ir a la boda de ambos, acompañada de su hijo adolescente. Desparramando las desavenencias a voz en grito, criticando por detrás, y con diálogos del tipo "mamá, anoche me masturbé en el baño, o "tu madre está cañón y me la tiraría", o "mi hermana es una gilipollas", o "mamá, ¿estás colocada?", o "tengo el escroto más largo que el pene", y un sinfín de frases curiosas. Todo ello desarrollado en un ambiente crispador, insertando de vez en cuando temas musicales y con la cámara bastante mareada. Bueno, y añadiendo las perlas de algunas frases segadas limpiamente cuando aún ni siquiera han terminado de decirlas, porque o el montador tenía un presupuesto de risa, o el día que le dio por hacer su trabajo estaba tan colocado como Margot. Eso sí, película llamativa lo es un rato. Pero tan grotesca que tiene la virtud de ponerme de los nervios.
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