Girasoles silvestres
2022 

6.2
3,927
Drama
Julia, una joven de 22 años y madre de dos niños, se enamora de Óscar, un chico conflictivo con el que comienza una relación. A medida que pasan tiempo juntos, Julia empezará a plantearse si Óscar es la persona que realmente necesita a su lado, lo que la llevará a iniciar un viaje personal en busca de su felicidad y la de su familia.
6 de octubre de 2022
6 de octubre de 2022
47 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Los girasoles silvestres" me ha sabido a poco. Se me ha quedado a medio camino entre el disfrute y la indiferencia, el placer y la frialdad, por lo que me temo que la recordaré simplemente como una cinta más del cine español.
"Los girasoles silvestres" camina de puntillas, sin fuerza, sobre una historia sencilla y dolorosa, tristemente cotidiana en el día a día de muchas mujeres que luchan por alcanzar la felicidad en el amor pero que lo único que consiguen es tropezar con machos muy machos, violentos e inseguros, que harán todo lo posible para amargarles la vida. A primera vista parece un buen guion - escrito por Bárbara Díez y el propio Jaime Rosales, pero según va avanzando el metraje va perdiendo intensidad e interés; en vez de ayudarnos a meternos poco a poco en la piel de sus personajes la historia nos va arrinconando, nos deja pasivos para convertirnos en meros espectadores de una colección de relaciones tóxicas. Julia es una joven madre separada que intenta una y otra vez rehacer su vida sentimental y lograr la felicidad para ella y su familia pero no hace más que relacionarse con hombres que la arrastran de los pelos por el camino de la amargura.
La película cuenta con un carismático elenco: Manolo Solo, Carolina Yuste y Oriol Pla (un actor que me suele gustar pero que esta vez no me convence por culpa de su exagerada sobreactuación) todos ellos correctos y una espectacular Anna Castillo que borda su personaje de principio a fin. ¡Está magnífica!
"Los girasoles silvestres" camina de puntillas, sin fuerza, sobre una historia sencilla y dolorosa, tristemente cotidiana en el día a día de muchas mujeres que luchan por alcanzar la felicidad en el amor pero que lo único que consiguen es tropezar con machos muy machos, violentos e inseguros, que harán todo lo posible para amargarles la vida. A primera vista parece un buen guion - escrito por Bárbara Díez y el propio Jaime Rosales, pero según va avanzando el metraje va perdiendo intensidad e interés; en vez de ayudarnos a meternos poco a poco en la piel de sus personajes la historia nos va arrinconando, nos deja pasivos para convertirnos en meros espectadores de una colección de relaciones tóxicas. Julia es una joven madre separada que intenta una y otra vez rehacer su vida sentimental y lograr la felicidad para ella y su familia pero no hace más que relacionarse con hombres que la arrastran de los pelos por el camino de la amargura.
La película cuenta con un carismático elenco: Manolo Solo, Carolina Yuste y Oriol Pla (un actor que me suele gustar pero que esta vez no me convence por culpa de su exagerada sobreactuación) todos ellos correctos y una espectacular Anna Castillo que borda su personaje de principio a fin. ¡Está magnífica!
11 de octubre de 2022
11 de octubre de 2022
30 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dolorosamente bella.
Jaime Rosales, un cineasta caracterizado por ser muy libre, demuestra aquí que no lo era tanto y que estaba cohibido por sus propios mecanismos. La forma aquí pasa a un segundo plano. También lo hace esa impiedad que impregnaba a la mayoría de sus personajes y al espectador en gran parte de su filmografía. De repente aparece la luz, aunque sea llena de nubes alrededor.
Sin embargo seguimos encontrándonos con elementos atractivos tanto en la imprevisible planificación, las miradas a cámara o la admirable narración elíptica. Incluso con finos destellos de comedia.
La experiencia es realmente inmersiva. Los personajes parecen mucho más personas que personajes. El naturalismo en los diálogos es inaudito.
Individuos que no saben estar en el mundo, que no saben relacionarse. La dificultad de ser madre soltera (sobretodo cuando no quieres limitarte solo a eso).
La pulcra y refinada labor de Hélène Louvart. (Directora de foto de Eliza Hittman. Alice Rohrwacher, Mia Hansen-Love, Agnes Varda, etc) eleva la cinta a un nivel expresivo mayúsculo, construyendo una película completamente viva.
En el apartado interpretativo es evidente resaltar el trabajo físico de Oriol Pla, en un papel muy arriesgado, estando siempre al borde del precipicio. También el descubrimiento de Quim Ávila. Las siempre correctísimas apariciones de Carolina Yuste y -el bético- Manolo Solo (aunque no haga ni falta comentarlo). Así como las de los más pequeños. Y como no, una Anna Castillo descomunal, que no para de crecer como actriz.
Crecer también es lo que hace la protagonista, de manera muy sutil y realista. Una película que estaría en el género de “darse cuenta”. Como escribe Andrea G. Bermejo esta es “la versión pobre y española de La peor persona del mundo”.
Los únicos inconvenientes que le veo a este largo son: como introduce la pandemia, el decaimiento en su tercer acto (que no en su última secuencia) y que la más protagonista (Julia) de los cuatro es la más descuidada, la que tiene menos profundidad, aun abarcando el metraje entero.
Espero que este director silvestre siga girando buscando el sol.
Jaime Rosales, un cineasta caracterizado por ser muy libre, demuestra aquí que no lo era tanto y que estaba cohibido por sus propios mecanismos. La forma aquí pasa a un segundo plano. También lo hace esa impiedad que impregnaba a la mayoría de sus personajes y al espectador en gran parte de su filmografía. De repente aparece la luz, aunque sea llena de nubes alrededor.
Sin embargo seguimos encontrándonos con elementos atractivos tanto en la imprevisible planificación, las miradas a cámara o la admirable narración elíptica. Incluso con finos destellos de comedia.
La experiencia es realmente inmersiva. Los personajes parecen mucho más personas que personajes. El naturalismo en los diálogos es inaudito.
Individuos que no saben estar en el mundo, que no saben relacionarse. La dificultad de ser madre soltera (sobretodo cuando no quieres limitarte solo a eso).
La pulcra y refinada labor de Hélène Louvart. (Directora de foto de Eliza Hittman. Alice Rohrwacher, Mia Hansen-Love, Agnes Varda, etc) eleva la cinta a un nivel expresivo mayúsculo, construyendo una película completamente viva.
En el apartado interpretativo es evidente resaltar el trabajo físico de Oriol Pla, en un papel muy arriesgado, estando siempre al borde del precipicio. También el descubrimiento de Quim Ávila. Las siempre correctísimas apariciones de Carolina Yuste y -el bético- Manolo Solo (aunque no haga ni falta comentarlo). Así como las de los más pequeños. Y como no, una Anna Castillo descomunal, que no para de crecer como actriz.
Crecer también es lo que hace la protagonista, de manera muy sutil y realista. Una película que estaría en el género de “darse cuenta”. Como escribe Andrea G. Bermejo esta es “la versión pobre y española de La peor persona del mundo”.
Los únicos inconvenientes que le veo a este largo son: como introduce la pandemia, el decaimiento en su tercer acto (que no en su última secuencia) y que la más protagonista (Julia) de los cuatro es la más descuidada, la que tiene menos profundidad, aun abarcando el metraje entero.
Espero que este director silvestre siga girando buscando el sol.
6 de febrero de 2023
6 de febrero de 2023
27 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que ha llegado a nuestro cine la moda de hacer películas sin guiones, basta repasar casi todas las estrenadas desde la pandemia. Eso provoca —la cuestión de presupuesto es problema aparte— que una película como “Girasoles silvestres” parta de inicio desde la intriga de ver a una madre de 22 años con dos hijos ya crecidos y juguetones sin que sepamos de qué viven, a qué colegio van, para ir colocando a ese remedo de familia intrigante en tres situaciones muy realistas y bien interpretados y pongamos ahí punto final, porque la historia, que termina como final feliz, no deja otra sensación que la sospecha de que esa madre es una desequilibrada necesitada de la sanidad pública ya moribunda. La cuestión es que la película pudo hacerse con sólo la primera pareja para contar algo, o metiendo otros dos compañeros más, y ya serían cinco novios o enamorados, dado que la pobre madre es una auténtica desgraciada que ahoga al espectador. Rosales debería regresar a los Ozu o Bresson que le inspiraron al principio. Y por cierto, una pregunta: ¿por qué esa superabundancia de cuerpos tatuados en nuestro cine último? ¿No hay otra forma de demostrar la fragilidad mental de los personajes?
8 de febrero de 2023
8 de febrero de 2023
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rosales es un director muy personal, desde su íntima y premiada LA SOLEDAD hasta la artificial y muy interesante PETRA, pasando por esa joya del nuevo realismo cinematográfico español que es HERMOSA JUVENTUD.
En esta nueva incursión, el director vuelve a centrar su atención en una protagonista femenina, la muy notable, aquí, Anna Castillo, joven con dos hijos y sin pareja que va recorriendo una especie de viaje en busca de la felicidad o de la estabilidad (en su caso equivalentes) para ella y para sus hijos.
Estas tres experiencias con tres hombres distintos y muy diferentes son una percha que Rosales utiliza para mostrarnos el complejo mundo de la convivencia, sus dificultades y sus peligros, además de enseñarnos con indudable elegancia cómo el personaje de Castillo se ilusiona, pierde pie, se desestabiliza y se serena, prácticamente de forma consecutiva. Es, pues, un recorrido existencial e íntimo, rodado con la pausa y la sensibilidad de un Éric Rohmer y con una cierta maestría que le proporciona su experiencia ya dilatada en este tipo de historias.
La quietud y duración en sus planos, sostenidos hasta el límite, las elipsis perfectamente situadas en la historia para engarzar y diferenciar tiempos y situaciones, la elección de autores (magníficos todos los secundarios, perfectamente conjuntados con una omnipresente Anna Castillo) y una fotografía luminosa y limpia que parece señalarnos la esperanza, la luz al final del túnel en esta historia de personajes y personas que nos regala Rosales.
Qué gran 2022 para el cine español.
En esta nueva incursión, el director vuelve a centrar su atención en una protagonista femenina, la muy notable, aquí, Anna Castillo, joven con dos hijos y sin pareja que va recorriendo una especie de viaje en busca de la felicidad o de la estabilidad (en su caso equivalentes) para ella y para sus hijos.
Estas tres experiencias con tres hombres distintos y muy diferentes son una percha que Rosales utiliza para mostrarnos el complejo mundo de la convivencia, sus dificultades y sus peligros, además de enseñarnos con indudable elegancia cómo el personaje de Castillo se ilusiona, pierde pie, se desestabiliza y se serena, prácticamente de forma consecutiva. Es, pues, un recorrido existencial e íntimo, rodado con la pausa y la sensibilidad de un Éric Rohmer y con una cierta maestría que le proporciona su experiencia ya dilatada en este tipo de historias.
La quietud y duración en sus planos, sostenidos hasta el límite, las elipsis perfectamente situadas en la historia para engarzar y diferenciar tiempos y situaciones, la elección de autores (magníficos todos los secundarios, perfectamente conjuntados con una omnipresente Anna Castillo) y una fotografía luminosa y limpia que parece señalarnos la esperanza, la luz al final del túnel en esta historia de personajes y personas que nos regala Rosales.
Qué gran 2022 para el cine español.
15 de mayo de 2023
15 de mayo de 2023
23 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ya haría en 'Hermosa juventud' Rosales vuelve a dar su visión de las dificultades de la juventud perteneciente a la clase media-baja, pero desde un lugar privilegiado. La condescendencia con la que mira a sus personajes sirve de distanciamiento entre él y lo que narra.
El abuso de las elipsis favorece un retrato afectado y superficial, uno que no se prodiga en brindar las explicaciones necesarias, que aclaren los motivos por los que los personajes actúan de una forma o de otra. Es por ello por lo que en ocasiones me asaltaba la sensación de que el relato tenía tintes de parodia o bien que el director estaba dando a entender que la juventud del pueblo llano es desequilibrada, inconsciente, afectivamente inmadura, sin ambiciones ni inquietudes culturales ni de ningún tipo, alelada, pillada con el teléfono, que transita por la vida en un estado casi catatónico, con una actitud que denota hastío, indiferencia por lo que hay alrededor, que se mueve por inercia, porque es lo que toca, trabajo, los niños, como por obligación, con una infinita pereza, apatía y desgana, cual res somnolienta y moribunda que camina por sí sola hacia el matadero para que se acabe toda esa agonía de una puta vez.
Y si en efecto los jóvenes somos así es porque no hemos recibido la educación necesaria, una que solo está reservada a los vástagos de las clases pudientes.
Claro y tu después de ver estas películas vas a pensar que para estar aguantando esa deprimente vida al lado de alguien que a lo mejor no te guste realmente, (y con todo lo que eso conlleva, como vemos, no nos podemos follar a nadie más aunque muchas ganas tengamos, ya que en casa está esperándote la parienta con sus tres hijos, de los cuáles dos no son tuyos) es bastante preferible pasar tu tiempo libre en pijama, rascándote las pelotas, paliando la resaca de la noche anterior con tinto de verano y viendo películas tan instructivas como la que nos ocupa, en lo que vas postergando el odioso momento de tener que levantar el trasero de la cama para ir hasta la cocina y freír unos nuggets, pues de ese modo al menos nadie te va a amargar la existencia.
El abuso de las elipsis favorece un retrato afectado y superficial, uno que no se prodiga en brindar las explicaciones necesarias, que aclaren los motivos por los que los personajes actúan de una forma o de otra. Es por ello por lo que en ocasiones me asaltaba la sensación de que el relato tenía tintes de parodia o bien que el director estaba dando a entender que la juventud del pueblo llano es desequilibrada, inconsciente, afectivamente inmadura, sin ambiciones ni inquietudes culturales ni de ningún tipo, alelada, pillada con el teléfono, que transita por la vida en un estado casi catatónico, con una actitud que denota hastío, indiferencia por lo que hay alrededor, que se mueve por inercia, porque es lo que toca, trabajo, los niños, como por obligación, con una infinita pereza, apatía y desgana, cual res somnolienta y moribunda que camina por sí sola hacia el matadero para que se acabe toda esa agonía de una puta vez.
Y si en efecto los jóvenes somos así es porque no hemos recibido la educación necesaria, una que solo está reservada a los vástagos de las clases pudientes.
Claro y tu después de ver estas películas vas a pensar que para estar aguantando esa deprimente vida al lado de alguien que a lo mejor no te guste realmente, (y con todo lo que eso conlleva, como vemos, no nos podemos follar a nadie más aunque muchas ganas tengamos, ya que en casa está esperándote la parienta con sus tres hijos, de los cuáles dos no son tuyos) es bastante preferible pasar tu tiempo libre en pijama, rascándote las pelotas, paliando la resaca de la noche anterior con tinto de verano y viendo películas tan instructivas como la que nos ocupa, en lo que vas postergando el odioso momento de tener que levantar el trasero de la cama para ir hasta la cocina y freír unos nuggets, pues de ese modo al menos nadie te va a amargar la existencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La protagonista tiene veintidós años y para que su tercer novio no se sienta tan mal cuidando a los otros dos hijos que ha tenido con el primero, no se le ocurre mejor idea que tener un tercero, cuando carece de ingresos. Claro, y luego los niños suponen agobio. O trabajas, o cuidas de ellos. Las dos cosas al mismo tiempo no se puede.
Luego al final, las cosas se reconducen por arte de magia, Anna Castillo deja de hacer cosas como indignarse que su novio que está trabajando para alimentarlos a los cuatro (!) no la coja el teléfono en su horario laboral y la relación se vuelve tierna y complaciente por ambas partes, se vuelven de repente majos y encantadores, como si los problemas desapareciesen y nunca más fueran a existir.
Se puede interpretar que la chica (que también está pillada de la cabeza, pero curiosamente nos pintan de tarado únicamente al que la maltrataba) al recibir un amor y una atención dignas cambia su conducta de la noche de la mañana y se vuelve más proactiva y considerada y de todo, pero no me parece creíble.
Y así son los jóvenes de clase humilde, bueno y no solo los jóvenes. En una nueva proeza narrativa, justo después de que Oriol Pla le haya dado de hostias a Anna Castillo, hay un cambio de escena y vemos a la maltratada junto a su padre, esperando en una estación. El padre da la sensación de ser un tipo timorato y pusilánime, poco expresivo, al que no se le ocurre nada más interesante que decir que el Betis ha ganado. En efecto, la sociedad está diseñada de tal modo que la mayoría no demos para más, pero es que la sensación que queda es que Rosales nos escupe desde su trono, que se está quedando con nosotros.
Luego al final, las cosas se reconducen por arte de magia, Anna Castillo deja de hacer cosas como indignarse que su novio que está trabajando para alimentarlos a los cuatro (!) no la coja el teléfono en su horario laboral y la relación se vuelve tierna y complaciente por ambas partes, se vuelven de repente majos y encantadores, como si los problemas desapareciesen y nunca más fueran a existir.
Se puede interpretar que la chica (que también está pillada de la cabeza, pero curiosamente nos pintan de tarado únicamente al que la maltrataba) al recibir un amor y una atención dignas cambia su conducta de la noche de la mañana y se vuelve más proactiva y considerada y de todo, pero no me parece creíble.
Y así son los jóvenes de clase humilde, bueno y no solo los jóvenes. En una nueva proeza narrativa, justo después de que Oriol Pla le haya dado de hostias a Anna Castillo, hay un cambio de escena y vemos a la maltratada junto a su padre, esperando en una estación. El padre da la sensación de ser un tipo timorato y pusilánime, poco expresivo, al que no se le ocurre nada más interesante que decir que el Betis ha ganado. En efecto, la sociedad está diseñada de tal modo que la mayoría no demos para más, pero es que la sensación que queda es que Rosales nos escupe desde su trono, que se está quedando con nosotros.
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