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Críticas ordenadas por utilidad
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6.1
5,382
8
21 de noviembre de 2019
21 de noviembre de 2019
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Antes que nada decir que recomiendo encarecidamente ver la película en versión original, ya que si no, pierdes importantes matices del relato)
Cómo no, me veía obligado a ver el nuevo título de la filmografía de Sorogoyen. Con altas expectativas, puesto que él, junto a Isa Peña han nutrido desde hace 6 años al cine nacional con historias tan incitantes como su manera de contarlas.
El corto homónimo resulta brillante pero dota de una controversia indigna a este también brillante largometraje. El corto funciona por separado, asimismo dentro de la película. El problema está en que ambos conviven como productos individuales.
Rodrigo decide desdibujar el camino natural de continuar el corto con su mismo género (el thriller), que maneja a la perfección como ya nos mostró en sus dos últimos films. Y ponerse, ponernos, el desafío de explorar nuevos senderos como lo es el drama psicológico e intimista de Madre. Conservando su huella como director, desde los angulares a los planos secuencia.
El relato es extremadamente complejo porque así lo es la tragedia de su protagonista. No es la madre impotente del corto, nos la encontramos sin ser madre porque ni siquiera es persona. La desaparición de su hijo es un hecho más que asentado en su cabeza, diez años en ella. Diez años es la elipsis entre que vemos a Elena bajando las escaleras y el paisaje de una inmensa playa (mientras digerimos lo que ha pasado) y buscamos personajes en esa grandiosidad, durante un tiempo notable que la cámara nos ofrece. La playa y la vida, le asignan un tamaño insignificante.
La narración de toda la película es totalmente subjetiva, íntegramente desde la emoción de Elena. Está perdida, sin rumbo, y el espectador entra a viajar con ella. También nos pierde a los espectadores para sentirnos igual, con la ambigüedad…
Madre nos brinda unas interpretaciones excepcionales. Nos confirma a Brendemühl, y nos descubre a Jules Porier con una mirada con múltiples tonalidades; y a una monumental Marta Nieto (destacando su expresión corporal), que por cierto, adelgazó notablemente para meterse en situación, en ese cuerpo extenuado. Por último, el paisaje como un personaje más, espectacular, tanto por como es retratado por Álex de Pablo (impresionante secuencia la de la intrusión en la casa) como por las localizaciones...
Sin duda de las tres mejores películas españolas de 2019.
Sigo en spoiler.
Cómo no, me veía obligado a ver el nuevo título de la filmografía de Sorogoyen. Con altas expectativas, puesto que él, junto a Isa Peña han nutrido desde hace 6 años al cine nacional con historias tan incitantes como su manera de contarlas.
El corto homónimo resulta brillante pero dota de una controversia indigna a este también brillante largometraje. El corto funciona por separado, asimismo dentro de la película. El problema está en que ambos conviven como productos individuales.
Rodrigo decide desdibujar el camino natural de continuar el corto con su mismo género (el thriller), que maneja a la perfección como ya nos mostró en sus dos últimos films. Y ponerse, ponernos, el desafío de explorar nuevos senderos como lo es el drama psicológico e intimista de Madre. Conservando su huella como director, desde los angulares a los planos secuencia.
El relato es extremadamente complejo porque así lo es la tragedia de su protagonista. No es la madre impotente del corto, nos la encontramos sin ser madre porque ni siquiera es persona. La desaparición de su hijo es un hecho más que asentado en su cabeza, diez años en ella. Diez años es la elipsis entre que vemos a Elena bajando las escaleras y el paisaje de una inmensa playa (mientras digerimos lo que ha pasado) y buscamos personajes en esa grandiosidad, durante un tiempo notable que la cámara nos ofrece. La playa y la vida, le asignan un tamaño insignificante.
La narración de toda la película es totalmente subjetiva, íntegramente desde la emoción de Elena. Está perdida, sin rumbo, y el espectador entra a viajar con ella. También nos pierde a los espectadores para sentirnos igual, con la ambigüedad…
Madre nos brinda unas interpretaciones excepcionales. Nos confirma a Brendemühl, y nos descubre a Jules Porier con una mirada con múltiples tonalidades; y a una monumental Marta Nieto (destacando su expresión corporal), que por cierto, adelgazó notablemente para meterse en situación, en ese cuerpo extenuado. Por último, el paisaje como un personaje más, espectacular, tanto por como es retratado por Álex de Pablo (impresionante secuencia la de la intrusión en la casa) como por las localizaciones...
Sin duda de las tres mejores películas españolas de 2019.
Sigo en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dentro de ese ocaso, se ilumina un faro frente a Elena, Jean. Un rostro que le genera un sentimiento que asocia a recuerdos antágonicos a su sombría vida actual. Un sentimiento que no sabemos identificar porque ella tampoco puede hacerlo. No le podemos poner nombre.
Desde ese momento va en constante persecución de ese indescriptible sentimiento.
Y se crea una relación, igualmente confusa. Ambigua, inconveniente e imprecisa.
Solo sabemos que es afectiva y saludable, los dos están mejor al estar con el otro. Pero no sabemos ni el qué ni el porqué.
Entiendo la tensión sexual como un macrocosmos de temas, porque la historia no habla de sexo, vemos que existe una tensión sexual honesta partiendo de dos puntos totalmente diferentes. Hay un desequilibrio tan grande que no podemos hablar de tensión sexual convencional.
Por todo esto la relación no se puede explicar porque no se encuentran palabras y se oculta a los demás seres que conviven con los protagonistas.
(Además, aunque fuera una amistad convencional no se entendería del todo en nuestra sociedad por la diferencia de edad.)
Sería inmoral hacer una crítica moral de la película porque perderíamos el foco de esta. Porque el tema no es el sexo, es la disolución de la locura que es malentendida para todo el mundo y hasta para el espectador.
El papel de Joseba es buenísimo, transmite ternura y protección y asume siempre la distancia que tiene que mantener con la persona a la que ama, que es una “discapacitada emocional”. Intenta poner luz donde es imposible hacerlo. Y su entrega habita en ese intento.
Lo que sí sabemos es que está relación es la única manera que tiene Elena para hablar de su problema.
El sutil beso no es la consecuencia de nada. Es un momento de agradecimiento recíproco, los dos alcanzan un resultado que es superar barreras, y llegan a la equidad. Es una disolución de problemas. Sino fuese este el único objetivo, el beso se hubiera dado en cualquiera de los momentos en los que estaban solos.
Ella consigue salvar a un niño (de sus problemas adolescentes y familiares), que puede volver a vivir con normalidad y felicidad. Algo que no pudo hacer en su momento. Y además llega a aceptar su drama y a perdonar al culpable como vemos en la acertadísima llamada final.
Como dice el director esta película va “del miedo al amor, de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida.”
Desde ese momento va en constante persecución de ese indescriptible sentimiento.
Y se crea una relación, igualmente confusa. Ambigua, inconveniente e imprecisa.
Solo sabemos que es afectiva y saludable, los dos están mejor al estar con el otro. Pero no sabemos ni el qué ni el porqué.
Entiendo la tensión sexual como un macrocosmos de temas, porque la historia no habla de sexo, vemos que existe una tensión sexual honesta partiendo de dos puntos totalmente diferentes. Hay un desequilibrio tan grande que no podemos hablar de tensión sexual convencional.
Por todo esto la relación no se puede explicar porque no se encuentran palabras y se oculta a los demás seres que conviven con los protagonistas.
(Además, aunque fuera una amistad convencional no se entendería del todo en nuestra sociedad por la diferencia de edad.)
Sería inmoral hacer una crítica moral de la película porque perderíamos el foco de esta. Porque el tema no es el sexo, es la disolución de la locura que es malentendida para todo el mundo y hasta para el espectador.
El papel de Joseba es buenísimo, transmite ternura y protección y asume siempre la distancia que tiene que mantener con la persona a la que ama, que es una “discapacitada emocional”. Intenta poner luz donde es imposible hacerlo. Y su entrega habita en ese intento.
Lo que sí sabemos es que está relación es la única manera que tiene Elena para hablar de su problema.
El sutil beso no es la consecuencia de nada. Es un momento de agradecimiento recíproco, los dos alcanzan un resultado que es superar barreras, y llegan a la equidad. Es una disolución de problemas. Sino fuese este el único objetivo, el beso se hubiera dado en cualquiera de los momentos en los que estaban solos.
Ella consigue salvar a un niño (de sus problemas adolescentes y familiares), que puede volver a vivir con normalidad y felicidad. Algo que no pudo hacer en su momento. Y además llega a aceptar su drama y a perdonar al culpable como vemos en la acertadísima llamada final.
Como dice el director esta película va “del miedo al amor, de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida.”

6.4
9,122
7
8 de noviembre de 2020
8 de noviembre de 2020
55 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que para otros es Tenet, para mí es “Sentimental”.
Como estudiante de cine tengo la necesidad de desarrollar un sentido crítico hacia un tipo de cine. El cine ausente de un estilo y autoría propios. El cine de repetir fórmulas que funcionan. El cine hecho por y para el espectador. El cine que no explora nuevas formas y lenguajes.
Esto me impide muchas veces disfrutar de numerosas películas, porque me es imposible experimentar la famosa suspensión de la incredulidad.
Aunque hay a veces que la excepción modifica la regla. Como en este caso, con “Sentimental” de Cesc Gay.
Ayer, durante todo el metraje, disfruté como un niño. Y no me pasaba esto desde que vi (salvando las distancias) la obra maestra de Maren Ade.
Conseguí dejar de lado su artificial empaque estético; compuesto por una excesivamente postiza dirección de arte y una planificación desacertadamente clásica. Puesto que aquí todo gira en torno al guión y a la interpretación, algo que no sorprende siendo este film una adaptación teatral. Sin olvidarnos de una dirección de casting sobresaliente.
Porque Cesc Gay dialoga y dirige actores como pocos en este país. Y sus películas pueden sustentarse en eso. Sabiendo además transitar con solvencia por diferentes géneros.
El guión de “Sentimental” te dice en todo momento por donde tienes que pasar como espectador, pero yo lo acepto y me dejo llevar. Porque su mayor virtud reside en poder hablar de problemas profundos y reales a través de conversaciones perfectas, superficiales, absurdas, exageradas e hilarantes.
Además creo que ayer hubo algo más allá de la película, algo que trascendió la pantalla.
Cada vez soy más partidario de que el cine se tiene que ver en el cine. Las condiciones de un visionado son claves.
En la situación en la que se encuentra nuestro país poder ir al cine es ya una suerte, pero ver qué la sala está llena (dentro de las restricciones) y que encima es para ver una película española, es un lujo. No solo eso, el hecho de compartir con gente tanto cercana como anónima tantas risas y carcajadas en un espacio común durante más de una hora, es una muy buena noticia; entendiendo las carencias de convivencia de nuestra sociedad actual.
Y a todo esto se le suma que “Truman” fue una de esas películas que avivó con creces mi pasión por el cine cuando tenía catorce años.
Graciés Cesc.
Como estudiante de cine tengo la necesidad de desarrollar un sentido crítico hacia un tipo de cine. El cine ausente de un estilo y autoría propios. El cine de repetir fórmulas que funcionan. El cine hecho por y para el espectador. El cine que no explora nuevas formas y lenguajes.
Esto me impide muchas veces disfrutar de numerosas películas, porque me es imposible experimentar la famosa suspensión de la incredulidad.
Aunque hay a veces que la excepción modifica la regla. Como en este caso, con “Sentimental” de Cesc Gay.
Ayer, durante todo el metraje, disfruté como un niño. Y no me pasaba esto desde que vi (salvando las distancias) la obra maestra de Maren Ade.
Conseguí dejar de lado su artificial empaque estético; compuesto por una excesivamente postiza dirección de arte y una planificación desacertadamente clásica. Puesto que aquí todo gira en torno al guión y a la interpretación, algo que no sorprende siendo este film una adaptación teatral. Sin olvidarnos de una dirección de casting sobresaliente.
Porque Cesc Gay dialoga y dirige actores como pocos en este país. Y sus películas pueden sustentarse en eso. Sabiendo además transitar con solvencia por diferentes géneros.
El guión de “Sentimental” te dice en todo momento por donde tienes que pasar como espectador, pero yo lo acepto y me dejo llevar. Porque su mayor virtud reside en poder hablar de problemas profundos y reales a través de conversaciones perfectas, superficiales, absurdas, exageradas e hilarantes.
Además creo que ayer hubo algo más allá de la película, algo que trascendió la pantalla.
Cada vez soy más partidario de que el cine se tiene que ver en el cine. Las condiciones de un visionado son claves.
En la situación en la que se encuentra nuestro país poder ir al cine es ya una suerte, pero ver qué la sala está llena (dentro de las restricciones) y que encima es para ver una película española, es un lujo. No solo eso, el hecho de compartir con gente tanto cercana como anónima tantas risas y carcajadas en un espacio común durante más de una hora, es una muy buena noticia; entendiendo las carencias de convivencia de nuestra sociedad actual.
Y a todo esto se le suma que “Truman” fue una de esas películas que avivó con creces mi pasión por el cine cuando tenía catorce años.
Graciés Cesc.

6.2
3,921
9
11 de octubre de 2022
11 de octubre de 2022
29 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dolorosamente bella.
Jaime Rosales, un cineasta caracterizado por ser muy libre, demuestra aquí que no lo era tanto y que estaba cohibido por sus propios mecanismos. La forma aquí pasa a un segundo plano. También lo hace esa impiedad que impregnaba a la mayoría de sus personajes y al espectador en gran parte de su filmografía. De repente aparece la luz, aunque sea llena de nubes alrededor.
Sin embargo seguimos encontrándonos con elementos atractivos tanto en la imprevisible planificación, las miradas a cámara o la admirable narración elíptica. Incluso con finos destellos de comedia.
La experiencia es realmente inmersiva. Los personajes parecen mucho más personas que personajes. El naturalismo en los diálogos es inaudito.
Individuos que no saben estar en el mundo, que no saben relacionarse. La dificultad de ser madre soltera (sobretodo cuando no quieres limitarte solo a eso).
La pulcra y refinada labor de Hélène Louvart. (Directora de foto de Eliza Hittman. Alice Rohrwacher, Mia Hansen-Love, Agnes Varda, etc) eleva la cinta a un nivel expresivo mayúsculo, construyendo una película completamente viva.
En el apartado interpretativo es evidente resaltar el trabajo físico de Oriol Pla, en un papel muy arriesgado, estando siempre al borde del precipicio. También el descubrimiento de Quim Ávila. Las siempre correctísimas apariciones de Carolina Yuste y -el bético- Manolo Solo (aunque no haga ni falta comentarlo). Así como las de los más pequeños. Y como no, una Anna Castillo descomunal, que no para de crecer como actriz.
Crecer también es lo que hace la protagonista, de manera muy sutil y realista. Una película que estaría en el género de “darse cuenta”. Como escribe Andrea G. Bermejo esta es “la versión pobre y española de La peor persona del mundo”.
Los únicos inconvenientes que le veo a este largo son: como introduce la pandemia, el decaimiento en su tercer acto (que no en su última secuencia) y que la más protagonista (Julia) de los cuatro es la más descuidada, la que tiene menos profundidad, aun abarcando el metraje entero.
Espero que este director silvestre siga girando buscando el sol.
Jaime Rosales, un cineasta caracterizado por ser muy libre, demuestra aquí que no lo era tanto y que estaba cohibido por sus propios mecanismos. La forma aquí pasa a un segundo plano. También lo hace esa impiedad que impregnaba a la mayoría de sus personajes y al espectador en gran parte de su filmografía. De repente aparece la luz, aunque sea llena de nubes alrededor.
Sin embargo seguimos encontrándonos con elementos atractivos tanto en la imprevisible planificación, las miradas a cámara o la admirable narración elíptica. Incluso con finos destellos de comedia.
La experiencia es realmente inmersiva. Los personajes parecen mucho más personas que personajes. El naturalismo en los diálogos es inaudito.
Individuos que no saben estar en el mundo, que no saben relacionarse. La dificultad de ser madre soltera (sobretodo cuando no quieres limitarte solo a eso).
La pulcra y refinada labor de Hélène Louvart. (Directora de foto de Eliza Hittman. Alice Rohrwacher, Mia Hansen-Love, Agnes Varda, etc) eleva la cinta a un nivel expresivo mayúsculo, construyendo una película completamente viva.
En el apartado interpretativo es evidente resaltar el trabajo físico de Oriol Pla, en un papel muy arriesgado, estando siempre al borde del precipicio. También el descubrimiento de Quim Ávila. Las siempre correctísimas apariciones de Carolina Yuste y -el bético- Manolo Solo (aunque no haga ni falta comentarlo). Así como las de los más pequeños. Y como no, una Anna Castillo descomunal, que no para de crecer como actriz.
Crecer también es lo que hace la protagonista, de manera muy sutil y realista. Una película que estaría en el género de “darse cuenta”. Como escribe Andrea G. Bermejo esta es “la versión pobre y española de La peor persona del mundo”.
Los únicos inconvenientes que le veo a este largo son: como introduce la pandemia, el decaimiento en su tercer acto (que no en su última secuencia) y que la más protagonista (Julia) de los cuatro es la más descuidada, la que tiene menos profundidad, aun abarcando el metraje entero.
Espero que este director silvestre siga girando buscando el sol.
6
26 de marzo de 2017
26 de marzo de 2017
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta palabra (que en gran parte describe a ambas protagonistas) defino a la película. Una apuesta cambiante en cuanto a pretensiones.
Paolo Virzi nos trae una película con una propuesta muy interesante pero que falla en el intento. Vital y descarada, a la vez que excesiva y algo forzada. Un filme sobre la libertad y la sociedad.
Una comedia dramática sostenida por sus dos protagonistas una Valeria Bruni inmensa y una Micaela Ramazzotti que tampoco se le queda corta. Dos mujeres igual de desequilibradas pero al mismo tiempo muy diferentes. El filme nos plantea entenderlas a ellas y su alrededor, nos habla de la libertad. Ambientada en una Toscana a la que se le podría haber sacado mucho más partido.
Por lo que corresponde a el trabajo de Vladan Radovic y su dirección de fotografía, ésta se hace grande apenas que empieza la “road movie” y más todavía cuando cae la noche.
Con golpes de humor que a veces funcionan. En cuanto aparecen en escena momentos dramáticos, la película no llega a funcionar. Escenas muy dispares respecto a calidad y una gran utilización del flashback.
No me ha disgustado el trabajo de Virzi, aunque como punto negativo diría que director tiende a “sobreexplicar”, sobre todo a medida que transcurre el largometraje, ya que al principio llega a crear ciertas dudas en el espectador.
Paolo Virzi nos trae una película con una propuesta muy interesante pero que falla en el intento. Vital y descarada, a la vez que excesiva y algo forzada. Un filme sobre la libertad y la sociedad.
Una comedia dramática sostenida por sus dos protagonistas una Valeria Bruni inmensa y una Micaela Ramazzotti que tampoco se le queda corta. Dos mujeres igual de desequilibradas pero al mismo tiempo muy diferentes. El filme nos plantea entenderlas a ellas y su alrededor, nos habla de la libertad. Ambientada en una Toscana a la que se le podría haber sacado mucho más partido.
Por lo que corresponde a el trabajo de Vladan Radovic y su dirección de fotografía, ésta se hace grande apenas que empieza la “road movie” y más todavía cuando cae la noche.
Con golpes de humor que a veces funcionan. En cuanto aparecen en escena momentos dramáticos, la película no llega a funcionar. Escenas muy dispares respecto a calidad y una gran utilización del flashback.
No me ha disgustado el trabajo de Virzi, aunque como punto negativo diría que director tiende a “sobreexplicar”, sobre todo a medida que transcurre el largometraje, ya que al principio llega a crear ciertas dudas en el espectador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los primeros minutos que nos sugiere el director dentro de Villabiondi (centro psiquiátrico) no me llegan a agradar, el personal de éste tampoco.
Desde mi punto de vista, a la película le sobra la escena final ya que si hubiese acabado con la anterior se acabaría de forma más abierta y también algo más redonda.
Éste último hecho es uno de los culpables de una nota que podría haber sido mayor.
Mayormente no he criticado esta película por lo que es, sino por lo que podría haber sido.
Desde mi punto de vista, a la película le sobra la escena final ya que si hubiese acabado con la anterior se acabaría de forma más abierta y también algo más redonda.
Éste último hecho es uno de los culpables de una nota que podría haber sido mayor.
Mayormente no he criticado esta película por lo que es, sino por lo que podría haber sido.
Documental

7.6
2,451
10
15 de noviembre de 2020
15 de noviembre de 2020
32 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El año del descubrimiento” podría ser el título perfecto para este 2020.
Porque, ¿cuántas cosas hemos descubierto cada unx de nosotrxs durante estos meses sobre el mundo que nos rodea?
A mí me gustaría destacar el descubrimiento de la cultura, de su importancia en nuestras vidas. De su capacidad para nutrir nuestros hogares, esos que habitamos más que nunca.
En la época que vivimos, tenemos herramientas muy potentes para comunicarnos a grandes escalas. Y me frustra sentir que las desaprovechamos. Ojalá las usáramos para vivir mejor. Más bien para que otrxs vivan mejor. Para evitar males.
Ojalá gritáramos como grita Luis López Carrazco al producir esta obra.
Para denunciar lo que no funciona en nuestras sociedades. Para lanzar mil preguntas. Y para intentar dar respuestas, en este caso a través de las voces y rostros de ciudadanxs de a pie. Mediante la creación de un espacio de intimidad con ellxs, de una intimidad sensorial.
Además, me atrevo a decir que no existe ningún documento de cualquier tipo ni fecha, que ilustre tan bien España como lo hace este largometraje. Y es que esta película habla absolutamente de todo. Fundiéndose entre pasado, presente y futuro.
Asimismo, en lo personal, contiene todo lo que me interesa como espectador en el cine.
Emocionarme profundamente. Hacerme reír. Hacerme reflexionar. Hacerme aprender. Generarme miedo. Generarme esperanza.
Todo ello a través del vehículo de lo real, de la realidad más pura, la más honesta.
Por último, me alegra decir que este 2020 consolida aún más al denominado “Nuevo cine español” (Patiño, Serra, Laxe, López Carrasco...) Una generación de cineastas con nuevas maneras de hacer cine en nuestro país, conquistando festivales por todo el mundo. Este año, Lúa Vermella programada en Berlín y “El año del descubrimiento” en Locarno. Dos propuestas sobresalientes, muy únicas, con planteamientos formales tan arriesgados como efectivos que han enriquecido el cartel de un año desgraciadamente pobre.
No tardéis en ver esta imprescindible obra maestra nacional.
Porque, ¿cuántas cosas hemos descubierto cada unx de nosotrxs durante estos meses sobre el mundo que nos rodea?
A mí me gustaría destacar el descubrimiento de la cultura, de su importancia en nuestras vidas. De su capacidad para nutrir nuestros hogares, esos que habitamos más que nunca.
En la época que vivimos, tenemos herramientas muy potentes para comunicarnos a grandes escalas. Y me frustra sentir que las desaprovechamos. Ojalá las usáramos para vivir mejor. Más bien para que otrxs vivan mejor. Para evitar males.
Ojalá gritáramos como grita Luis López Carrazco al producir esta obra.
Para denunciar lo que no funciona en nuestras sociedades. Para lanzar mil preguntas. Y para intentar dar respuestas, en este caso a través de las voces y rostros de ciudadanxs de a pie. Mediante la creación de un espacio de intimidad con ellxs, de una intimidad sensorial.
Además, me atrevo a decir que no existe ningún documento de cualquier tipo ni fecha, que ilustre tan bien España como lo hace este largometraje. Y es que esta película habla absolutamente de todo. Fundiéndose entre pasado, presente y futuro.
Asimismo, en lo personal, contiene todo lo que me interesa como espectador en el cine.
Emocionarme profundamente. Hacerme reír. Hacerme reflexionar. Hacerme aprender. Generarme miedo. Generarme esperanza.
Todo ello a través del vehículo de lo real, de la realidad más pura, la más honesta.
Por último, me alegra decir que este 2020 consolida aún más al denominado “Nuevo cine español” (Patiño, Serra, Laxe, López Carrasco...) Una generación de cineastas con nuevas maneras de hacer cine en nuestro país, conquistando festivales por todo el mundo. Este año, Lúa Vermella programada en Berlín y “El año del descubrimiento” en Locarno. Dos propuestas sobresalientes, muy únicas, con planteamientos formales tan arriesgados como efectivos que han enriquecido el cartel de un año desgraciadamente pobre.
No tardéis en ver esta imprescindible obra maestra nacional.
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