Julio César
7.6
6,667
Drama
Fiel adaptación para el cine de la obra homónima de Shakespeare. Terminada la guerra civil entre César y Pompeyo (49-46 a. C.), César se convierte en dictador vitalicio y concentra en su persona todos los poderes, lo cual implica, de hecho, la desaparición de la República. En el año 44 a. C., Casio y Bruto, dos nobles romanos defensores a ultranza de las libertades republicanas, encabezan una conjura contra el dictador, que es asesinado ... [+]
5 de diciembre de 2010
5 de diciembre de 2010
75 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Julio César”, Joseph L. Mankiewicz nos regaló con gran maestría quizás la mejor adaptación cinematográfica de una de las inmensas obras del inmortal William Shakespeare, gran dramaturgo y experto conocedor de la psicología humana. En la obra original para teatro, el principal protagonista es Bruto, y en la película Mankiewiecz se decanta por elevar la figura de Marco Antonio como el eje central y majestuoso de todo el drama. La historia recrea la conspiración en contra del dictador romano, su homicidio en los idus de marzo del año 44 a. C., así como nos inicia un poco en las secuelas posteriores. Es una película de gran calado, tanto por sus soliloquios, como por sus diálogos brillantes que hacen lucirse a todos sus intérpretes, en especial a Marco Antonio (espectacular Marlon Brando, del cual Mankiewicz dudaba y tenía en la recamara a Paul Scofield), y a Bruto (genial James Mason) hijo adoptivo de Julio César, y uno de sus principales asesinos. Pero no podemos olvidarnos de Calpurnia (Greer Garson) esposa de Julio César, de Cayo Casio (John Gielgud) principal instigador de la conspiración, de Gasca (Edmond O’Brien), de la dulce Porcia esposa de Bruto (Deborah Kerr), y finalmente a Julio César (extraordinario Louis Calhern). Si el reparto es superior, no se le queda a la zaga el inmenso guión, la fenomenal fotografía de Joseph Ruttenberg, así como la genial banda sonora de Miklós Rózsa.
El poder de Julio César era tan inmenso, que algunos de los miembros de Senado temen que tal poder pueda tornarse en Absolutismo. Cayo Casio influyente Senador y gran orador, es el principal conspirador para que se termine con la vida del César, instigando a otros Senadores para que lo realicen. Asimismo Julio César, por consejo de Marco Antonio acude a visitar a un adivino, que le advierte que su vida corre peligro en los idus de marzo, a lo que el César no hace ni caso, su esposa Calpurnia también le avisa del sueño que ha tenido y en la que una estatua del César estaba sangrando mientras muchos romanos se lavaban las manos en la sangre. Toda ésta sucesión de hechos llegan a hasta su último extremo, y la película los retrata de forma antológica, en particular el asesinato de Julio César, y las posteriores apariciones ante las escalinatas tanto de Bruto dando su versión al pueblo, como posteriormente la aparición de Marco Antonio con el cuerpo de Julio César en sus brazos y su habilidad oratoria para poner en contra de Bruto a todo el pueblo de Roma.
El poder de Julio César era tan inmenso, que algunos de los miembros de Senado temen que tal poder pueda tornarse en Absolutismo. Cayo Casio influyente Senador y gran orador, es el principal conspirador para que se termine con la vida del César, instigando a otros Senadores para que lo realicen. Asimismo Julio César, por consejo de Marco Antonio acude a visitar a un adivino, que le advierte que su vida corre peligro en los idus de marzo, a lo que el César no hace ni caso, su esposa Calpurnia también le avisa del sueño que ha tenido y en la que una estatua del César estaba sangrando mientras muchos romanos se lavaban las manos en la sangre. Toda ésta sucesión de hechos llegan a hasta su último extremo, y la película los retrata de forma antológica, en particular el asesinato de Julio César, y las posteriores apariciones ante las escalinatas tanto de Bruto dando su versión al pueblo, como posteriormente la aparición de Marco Antonio con el cuerpo de Julio César en sus brazos y su habilidad oratoria para poner en contra de Bruto a todo el pueblo de Roma.
9 de junio de 2008
9 de junio de 2008
68 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
El teatro sobrevuela constantemente por esta película. La película se intenta localizar en la antigua Roma, nos pretenden vender sus calles, sus templos, sus senados, sus campos, sus campamentos, etc. Pero su envoltorio se queda en eso, en intento. No estamos en la antigua Roma, sino en decorados, y se nota en cada momento. Pero ahora bien, un tal Shakespeare utilizó decorados teatrales para diseccionarnos inmejorablemente al ser humano, y lo que hace Mankiewicz en esta película es recuperar su labor.
Mankiewicz adapta otra historia de este genio sobre el poder, pero esta vez no vemos cómo un hombre puede ser destruido por éste, sino cómo se puede emplear a las masas para obtenerlo. Sin embargo, sólo se utiliza parte de su metraje para contar esto, en concreto hacia la mitad. Antes y después sólo vemos los clásicos discursos de Shakespeare para mostrarnos cómo se carcomen sus personajes, pero esto es eclipsado por los dos discursos que nos muestra Mankiewicz para manipular a las masas:
· El de James Mason (Bruto): usando el lenguaje sabiamente para trasmitir su mensaje, un mensaje honesto, sincero y de preocupación por el estado del país. A pesar de utilizar trucos para llevar a los oyentes por el cauce que se desea, el motivo para esto es legítimo. Y se consigue el propósito momentáneamente: convencerlos de que él lleva razón. Un buen manipulador (y un gran actor Mason).
· El de Marlon Brando (Marco Antonio): estando el otro discurso reciente, ahora se utiliza un lenguaje adulador que parezca que está dándole la razón al anterior mientras que va soltando pequeñas pullas que vayan preparando a la audiencia. Cuando ésta está lista para ser manipulada, entonces se emplean los golpes de efecto, las falsas promesas, el espectáculo, para no sólo no darle libertad para que elija por dónde quiere tirar, sino para arrastrarla por dónde el político exactamente quiera. Y lo que quiere es el poder, la guerra, y la aniquilación de los rivales. Un grandioso manipulador (y un antológico Brando).
El resultado de cuál de los dos políticos consigue su propósito es más que evidente.
Desde el principio de los tiempos, la honradez y la sinceridad nunca han vendido, justo al contrario que el morbo y los fuegos de artificio. Así pues, utilizando un falso envoltorio teatral, Mankiewicz, Shakespare o lo dos, nos disparan a bocajarro un mensaje estremecedor por lúcido y veraz que establece quién fue el que verdaderamente se preocupó por su nación, y no por la envidia o por el poder, quedando para la historia como un modelo a seguir que nadie seguirá, y quién se preocupó exclusivamente por conseguir el poder a toda costa quedando como curiosamente la clase de político que al parecer todos los del oficio pretenden ser. ¿De qué nos extrañamos?, el poder siempre ha sido más jugoso que lo insulsamente correcto.
Mankiewicz adapta otra historia de este genio sobre el poder, pero esta vez no vemos cómo un hombre puede ser destruido por éste, sino cómo se puede emplear a las masas para obtenerlo. Sin embargo, sólo se utiliza parte de su metraje para contar esto, en concreto hacia la mitad. Antes y después sólo vemos los clásicos discursos de Shakespeare para mostrarnos cómo se carcomen sus personajes, pero esto es eclipsado por los dos discursos que nos muestra Mankiewicz para manipular a las masas:
· El de James Mason (Bruto): usando el lenguaje sabiamente para trasmitir su mensaje, un mensaje honesto, sincero y de preocupación por el estado del país. A pesar de utilizar trucos para llevar a los oyentes por el cauce que se desea, el motivo para esto es legítimo. Y se consigue el propósito momentáneamente: convencerlos de que él lleva razón. Un buen manipulador (y un gran actor Mason).
· El de Marlon Brando (Marco Antonio): estando el otro discurso reciente, ahora se utiliza un lenguaje adulador que parezca que está dándole la razón al anterior mientras que va soltando pequeñas pullas que vayan preparando a la audiencia. Cuando ésta está lista para ser manipulada, entonces se emplean los golpes de efecto, las falsas promesas, el espectáculo, para no sólo no darle libertad para que elija por dónde quiere tirar, sino para arrastrarla por dónde el político exactamente quiera. Y lo que quiere es el poder, la guerra, y la aniquilación de los rivales. Un grandioso manipulador (y un antológico Brando).
El resultado de cuál de los dos políticos consigue su propósito es más que evidente.
Desde el principio de los tiempos, la honradez y la sinceridad nunca han vendido, justo al contrario que el morbo y los fuegos de artificio. Así pues, utilizando un falso envoltorio teatral, Mankiewicz, Shakespare o lo dos, nos disparan a bocajarro un mensaje estremecedor por lúcido y veraz que establece quién fue el que verdaderamente se preocupó por su nación, y no por la envidia o por el poder, quedando para la historia como un modelo a seguir que nadie seguirá, y quién se preocupó exclusivamente por conseguir el poder a toda costa quedando como curiosamente la clase de político que al parecer todos los del oficio pretenden ser. ¿De qué nos extrañamos?, el poder siempre ha sido más jugoso que lo insulsamente correcto.
24 de septiembre de 2008
24 de septiembre de 2008
48 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer drama histórico de los dos que realiza Joseph L. Mankiewicz. Escrito por él, adapta con notable fidelidad el texto de la tragedia “Julius Caesar” (1599), de W. Shakespeare, basada en textos de Plutarco. Se rueda en escenarios naturales de las Cuevas Branson e Iverson Ranch (L.A., CA) y en los platós de MGM Studios (Hollywood, CA). Nominado a 5 Oscar, gana uno (dirección artística). Producido por John Houseman (“Cautivos del mal”, Minnelli, 1952) para MGM, se estrena el 4-VI-1953 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Roma y Filipos (Macedonia oriental) entre los años 44 y 42 aC. Julio César muere del 15/III del 44 aC, el segundo triunvirato se constituye el 43 aC y la batalla final de Filipos se produce el 23/X del 42 aC. Tras su victoria sobre Pompeyo (46 aC), César acumula casi todo el poder en Roma con el apoyo de sus partidarios (los cesaristas), entre los que se cuenta Marco Antonio (Brando). El senador Cayo Casio (Gielgud), movido por oscuras intenciones, se erige en líder de un grupo de conspiradores del que forman parte, entre otros, Casca (O’Brien) y Metelo Cimber (Powers). A última hora se une a ellos Bruto (Mason), hijo adoptivo de César. Casio encarna la envidia y el resentimiento. Antonio representa la ambigüedad y la falsedad. Bruto es íntegro, honesto, ingenuo y manipulable. César personifica la suma de poder y autoridad.
El guión no busca rigor histórico, sino la adaptación del texto de Shakespeare, que incluye personajes históricos y de ficción, hechos ciertos e imaginarios, amalgamados en una dramatización puesta al servicio del teatro. La obra explora las pasiones humanas que se mueven alrededor del poder, como la ambición, la venganza, la crueldad, la codicia, la vanidad. Explora además los mecanismos de la traición, la lealtad, la simulación, el engaño. Analiza las pasiones humanas que se movilizan sobre todo en el ámbito de las relaciones privadas interpersonales, como la envidia, los celos, el resentimiento, las antipatías, las rivalidades. Estudia los comportamientos de personajes colectivos (pueblo, Senado, conjurados...) e individuales (Casio, Antonio...).
El film construye las situaciones como una suma compleja de cuestiones privadas y públicas, que se cruzan, enlazan e interactúan. Estudia, además, las tareas de manipulación, tergiversación, ocultación y distorsión que se dan asociadas a la consecución y a la conservación del poder. Enfrenta dos maneras distintas de entender el poder público: como una monarquía absoluta (César) o como una República dominada por una nobleza dividida y enfrentada por la consecución de cargos públicos. Los esquemas de Mankiewicz responden a los de Shakespeare, ferviente partidario de la reina Elizabeth I. Muestra la fragilidad del poder, incluso del poder absoluto, sometido siempre a la presión inmisericorde de las ambiciones de oponentes, resentidos y enemigos.
La acción dramática tiene lugar en Roma y Filipos (Macedonia oriental) entre los años 44 y 42 aC. Julio César muere del 15/III del 44 aC, el segundo triunvirato se constituye el 43 aC y la batalla final de Filipos se produce el 23/X del 42 aC. Tras su victoria sobre Pompeyo (46 aC), César acumula casi todo el poder en Roma con el apoyo de sus partidarios (los cesaristas), entre los que se cuenta Marco Antonio (Brando). El senador Cayo Casio (Gielgud), movido por oscuras intenciones, se erige en líder de un grupo de conspiradores del que forman parte, entre otros, Casca (O’Brien) y Metelo Cimber (Powers). A última hora se une a ellos Bruto (Mason), hijo adoptivo de César. Casio encarna la envidia y el resentimiento. Antonio representa la ambigüedad y la falsedad. Bruto es íntegro, honesto, ingenuo y manipulable. César personifica la suma de poder y autoridad.
El guión no busca rigor histórico, sino la adaptación del texto de Shakespeare, que incluye personajes históricos y de ficción, hechos ciertos e imaginarios, amalgamados en una dramatización puesta al servicio del teatro. La obra explora las pasiones humanas que se mueven alrededor del poder, como la ambición, la venganza, la crueldad, la codicia, la vanidad. Explora además los mecanismos de la traición, la lealtad, la simulación, el engaño. Analiza las pasiones humanas que se movilizan sobre todo en el ámbito de las relaciones privadas interpersonales, como la envidia, los celos, el resentimiento, las antipatías, las rivalidades. Estudia los comportamientos de personajes colectivos (pueblo, Senado, conjurados...) e individuales (Casio, Antonio...).
El film construye las situaciones como una suma compleja de cuestiones privadas y públicas, que se cruzan, enlazan e interactúan. Estudia, además, las tareas de manipulación, tergiversación, ocultación y distorsión que se dan asociadas a la consecución y a la conservación del poder. Enfrenta dos maneras distintas de entender el poder público: como una monarquía absoluta (César) o como una República dominada por una nobleza dividida y enfrentada por la consecución de cargos públicos. Los esquemas de Mankiewicz responden a los de Shakespeare, ferviente partidario de la reina Elizabeth I. Muestra la fragilidad del poder, incluso del poder absoluto, sometido siempre a la presión inmisericorde de las ambiciones de oponentes, resentidos y enemigos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La narración se apoya en unos monólogos y diálogos elaborados con pericia y brillantez, unas imágenes explicativas y escrutadoras de excelente composición, una ambientación ajustada, sobria y atractiva, una banda sonora que amplía la visión de las secuencias y el uso de premoniciones y augurios, como el aviso del visionario ciego, el sueño de Calpurnia (Garson) y el tiempo tempestuoso de la noche del 14 al 15 de marzo. A ello se unen las interpretaciones de un gran elenco de actores y actrices, como Brando, Gielgud, Mason, O’Brien, Garson, Kerr, Calhern, etc. Es un trabajo de actores en el que las actrices cumplen funciones complementarias.
No se clasifican los grupos en conflicto (“cesaristas” y “republicanos”) en buenos y malos y su lucha no representa el enfrentamiento entre el bien y el mal. Constituyen el ámbito en el que se desarrolla un drama humano. En este sentido apunta que el ejercicio del poder tiene sus propias reglas y que cuando el poder es débil, por luchas intestinas, falta de liderazgo, divisiones internas o similares, su ejercicio tiende a crear situaciones indeseadas, inconvenientes y, con frecuencia, perversas.
De Julio César dice que era sordo de la oreja izquierda, padecía ataques epilépticos, era dado a apelaciones populistas, era ambicioso pero se guardaba de precipitaciones, no era impresionable (augurio del ciego), era de trato respetuoso y había alcanzado una edad relativamente elevada (56 años) en relación a la esperanza de vida de su tiempo. No tenía hijos a causa de la esterilidad de su esposa. Son escenas memorables el monólogo de Antonio ante César, el parlamento de 17 minutos de Antonio, las 23 puñaladas de los conjurados, la secuencia en la que Antonio retira el busto de piedra y ocupa como suya la silla de César, la tenebrosa reunión de Antonio, Octavio y Lépido, etc.
La música, de Miklós Rózsa, ofrece una partitura muy elaborada y rica en matices, de tonos sombríos y fatalistas, profundamente dramática. Destacan los cortes dedicados a personajes (“Casio”, “César”, “Bruto”) y el que dedica a Shakespeare con la adaptación de una canción isabelina. La fotografía, de Joseph Ruttenberg (“Luz que agoniza”, Cukor, 1944), en B/N, presenta un gran trabajo de cámara, movimientos precisos de la misma y aproximaciones a los personajes para penetrar en sus sentimientos, deseos e intenciones. Muestra una Roma tortuosa, de calles estrechas, edificios en construcción y espacios públicos en los que las columnas y las esculturas trasmiten sentimientos de tensión, rigor y drama.
No se clasifican los grupos en conflicto (“cesaristas” y “republicanos”) en buenos y malos y su lucha no representa el enfrentamiento entre el bien y el mal. Constituyen el ámbito en el que se desarrolla un drama humano. En este sentido apunta que el ejercicio del poder tiene sus propias reglas y que cuando el poder es débil, por luchas intestinas, falta de liderazgo, divisiones internas o similares, su ejercicio tiende a crear situaciones indeseadas, inconvenientes y, con frecuencia, perversas.
De Julio César dice que era sordo de la oreja izquierda, padecía ataques epilépticos, era dado a apelaciones populistas, era ambicioso pero se guardaba de precipitaciones, no era impresionable (augurio del ciego), era de trato respetuoso y había alcanzado una edad relativamente elevada (56 años) en relación a la esperanza de vida de su tiempo. No tenía hijos a causa de la esterilidad de su esposa. Son escenas memorables el monólogo de Antonio ante César, el parlamento de 17 minutos de Antonio, las 23 puñaladas de los conjurados, la secuencia en la que Antonio retira el busto de piedra y ocupa como suya la silla de César, la tenebrosa reunión de Antonio, Octavio y Lépido, etc.
La música, de Miklós Rózsa, ofrece una partitura muy elaborada y rica en matices, de tonos sombríos y fatalistas, profundamente dramática. Destacan los cortes dedicados a personajes (“Casio”, “César”, “Bruto”) y el que dedica a Shakespeare con la adaptación de una canción isabelina. La fotografía, de Joseph Ruttenberg (“Luz que agoniza”, Cukor, 1944), en B/N, presenta un gran trabajo de cámara, movimientos precisos de la misma y aproximaciones a los personajes para penetrar en sus sentimientos, deseos e intenciones. Muestra una Roma tortuosa, de calles estrechas, edificios en construcción y espacios públicos en los que las columnas y las esculturas trasmiten sentimientos de tensión, rigor y drama.
9 de abril de 2007
9 de abril de 2007
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Correctísima película donde Brando se luce con el discurso que echa a la plebe y donde convence hasta las piedras. Historia de conspiraciones por todos conocida en la que la primera hora y pico es magnífica y los últimos 30 minutos decaen un poco, pero en conjunto es una buena película. Gran interpretación de Marco Antonio y gran interpretación de Bruto, que entra a formar parte de la conspiración pero con unos argumentos que casi lo justifican. Sin duda, la mejor parte de la peli es la oratoria Bruto vs Marco Antonio en la que cada uno intenta justificar la necesaria o innecesaria muerte de César. No es un peliculón, pero es una película bastante recomendable, donde se ve a un jovencísimo Brando comerse la pantalla.
18 de noviembre de 2011
18 de noviembre de 2011
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica adaptación de Shakespeare realizada por Mankiewicz, aunque tomó ciertas licencias ladeando algunos pasajes, mantuvo el espíritu de la misma y a través de la cámara supo transmitirlo al espectador de forma magistral, para el gozo de todos, creando una obra lírica a la par de las mejores de los tiempos.
Destacaría en toda la obra a un personaje, para mí el mejor de todos, y el que realmente ha transmitido con su lírica, la fuerza y el carisma de la obra auténtica, ha sido, James Mason (Brutus). Desde el comienzo, aparece de forma tímida y con el pasar de los minutos cobra tanta fuerza que se convierte en el centro de la obra y en el estandarte de la misma y por supuesto, se convierte en el mejor Brutus de todo el cine. Un actor que sabe actuar.
Tampoco quiero menospreciar al resto del elenco que están a la par en cuanto actuación, y que sin ellos no sería todo lo mismo.
En resumen, un gozo para el alma, un deleite para los oídos y un regalo para el corazón, con actuaciones vivas, dinámicas y enérgicas, donde el esplendor de lo lírico y teatral cobra auge, solo que en un escenario mayor.
Destacaría en toda la obra a un personaje, para mí el mejor de todos, y el que realmente ha transmitido con su lírica, la fuerza y el carisma de la obra auténtica, ha sido, James Mason (Brutus). Desde el comienzo, aparece de forma tímida y con el pasar de los minutos cobra tanta fuerza que se convierte en el centro de la obra y en el estandarte de la misma y por supuesto, se convierte en el mejor Brutus de todo el cine. Un actor que sabe actuar.
Tampoco quiero menospreciar al resto del elenco que están a la par en cuanto actuación, y que sin ellos no sería todo lo mismo.
En resumen, un gozo para el alma, un deleite para los oídos y un regalo para el corazón, con actuaciones vivas, dinámicas y enérgicas, donde el esplendor de lo lírico y teatral cobra auge, solo que en un escenario mayor.
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